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Ni chicas guays ni chicos que no lloran

Llevo días preguntándome cómo llegan a influir los estereotipos de género en nuestras relaciones, especialmente las de pareja, y cómo estos estereotipos introducen dinámicas tóxicas. Parece algo obvio y simple, pero tras esta idea se esconden numerosas frustraciones, complejos, miedos y dinámicas de violencia que dinamitan relaciones y causan sufrimiento.

Es cierto que mujeres y hombres hemos aprendido que nuestro papel en la sociedad es distinto, son siglos de cultura patriarcal sobre nuestras espaldas que no podemos hacer desaparecer de repente. Esto requiere mucho trabajo para desaprender todas nuestras conductas y crear nuevas dinámicas más sanas e igualitarias. Es dinamitar la manera de relacionarnos, de pensar, de amar, y ello requiere un arduo trabajo interno y con el resto del mundo.  La cuestión es que la teoría es muy fácil, ¿quién quiere tener una relación tóxica? Pero a la hora de la verdad todos los comportamientos heredados de nuestra educación y cultura pueden dar lugar a que nuestras relaciones se conviertan en un elemento dañino en nuestras vidas. Entender qué sucede es fundamental para poder cambiarlo.

La teoría es muy fácil, ¿quién quiere tener una relación tóxica? Clic para tuitear

Se podrían identificar estos comportamientos en cualquier representación cultural del amor romántico. Los hombres se muestran fríos, emocionalmente distantes y parcos en palabras, en cambio las mujeres somos parlanchinas y emocionalmente inestables. Como digo, se trata de representaciones socialmente construidas. No es que los hombres sean emocionalmente distantes y las seamos mujeres emocionalmente inestables por naturaleza. Además, estos rasgos se representan de una manera exagerada y, poco a poco, la representación influye en la realidad y viceversa. La buena noticia es que estos estereotipos pueden cambiarse.

Uno de los puntos donde más parece que diferimos hombres y mujeres, o al menos esa es mi experiencia, es el tema de la comunicación. Es cierto que nosotras tenemos mayor facilidad para expresar emociones y sentimientos —no hay más que hablar con mujeres para darte cuenta de ello— mientras que si te juntas con ellos la parte emocional de su vida apenas aparece. Este problema puede parecer sacado del argumento de Sexo en Nueva York, pero a la hora de establecer relaciones puede ser un problema. Evitar tener ciertas conversaciones o expresar sentimientos dificulta que la gente de nuestro entorno entienda qué nos sucede. ¿Quién no se ha montado una película merecedora de un Oscar imaginando lo que sucede en la cabeza de nuestra pareja? Hablar permite entender lo que la otra persona quiere y necesita, ayudándonos a saber qué posición tomar dentro de la situación.

Imagen de Monstruo Espagueti. Para comunicar es necesario hacerlo de manera que se busque el entendimiento de nuestro interlocutor. Esto no es algo fácil, para nada, requiere mucho trabajo previo.

Otro de los aspectos que he visto que se están generalizando es la idea de “las tías guays”. ¿Qué es una tía guay? Es una mujer, guapa, joven y delgada —por supuesto—, divertida, atrevida y algo alocada. Desde mi punto de vista es una imagen profundamente masculina de lo que tiene que ser una mujer: ser complaciente, en todos los sentidos, que solo quiera pasárselo bien, nada de problemas. No es de esas chicas aburridas que hablan de sus sentimientos y que tienen preocupaciones. Es lo que siempre, a través del cine sobre todo, se ha representado en un hombre pero en el cuerpo de una treintañera de talla 34. Pensaba que esta imagen de mujer perfecta era solo eso, una imagen, pero hablando con amigas (de verdad que nuestras charlas son terapéuticas) me di cuenta de que no. La idea de que una mujer tiene que ser perfecta está grabada en la mente masculina.

Llegados a este punto hay que hablar de gestión de emociones y de cuidados. Las mujeres hemos sido y somos las mamás de la Tierra, siempre preocupándonos por el resto, escuchando, queriendo, cuidando. Para ser perfecta hay que cuidar a los demás de manera altruista y con una gran sonrisa. Esto, por desgracia, también lo tenemos presente en nuestra cabeza dando lugar a un nivel de autoexigencia muy peligroso (no voy a hablar de los trastornos que desencadena esto porque no acabo el post). El problema viene cuando nos ponemos a nosotras por delante o cuando no tenemos la capacidad para ello. Nadie quiere una mujer triste, angustiada o estresada. Eso no es sexy. Esos momentos de bajón que todo el mundo tiene a nosotras nos pueden convertir en un coñazo (nótese el machismo y la transmisoginia).

Nosotras somos como flores, somos bonitas hasta que nos marchitamos.

Esto está íntimamente ligado a la gestión de emociones. Nosotras somos unas locas del c*** (nótese, de nuevo, la transmisoginia y el capacitismo de la expresión) con nuestras subidas y bajadas emocionales. Si estás arriba, genial, pero cuando atravesamos una racha mala: «Tía, te has vuelto un muermo». En cambio ellos siempre están bien, ¿no? Mentira y bien gorda. Se nos educa desde la cuna para gestionar las emociones de manera distinta, o directamente no se nos enseña a ello. Con esto me refiero al típico “los chicos no lloran”. Claro que lo hacen, y deberían hacerlo más, he aquí un gran trabajo a hacer por parte del género masculino para construir una nueva forma de gestionar, ACEPTAR y COMUNICAR las emociones. Esta descompensación a la hora de trabajar las emociones dificulta las relaciones, ya que por un lado a nosotras se nos ve como inestables y a ellos como distantes.

Otro de los puntos fuertes de las relaciones de pareja es la codependencia que se genera. Nosotras somos dependientes porque se nos ha enseñado a serlo y ellos son los que nos tienen que salvar. Sin embargo, los cuentos de princesas frágiles que necesitan ser rescatadas solo fomentan la toxicidad. No se puede salvar a nadie, por muy jodide que esté. Esta idea fomenta una idea nociva en la que una depende del otro, de manera que nosotras dejamos la responsabilidad al otro, que, si no puede salvarnos, se sentirá inútil por ello. Acompañar a la otra persona en los malos momentos sin pretender ser quien la saque del lodo, así como entender que no somos princesas que requieran de un príncipe azul para resolver sus vidas, es necesario para crear nuevos modelos relacionales en los que seamos más iguales.

Puede parecer que los estereotipos de género son manejables y que no tienen tanta influencia, y puede que así sea; sin embargo, los hemos interiorizado a través de la cultura y las personas que nos rodean, por lo que deshacernos de todo esto no es sencillo. Aun así hay que intentarlo para dinamitar las dinámicas tóxicas que se forman dentro de las relaciones para evitar malentendidos que dan lugar a situaciones dolorosas.

Construir relaciones más sanas pasa por acabar con los estereotipos de género.

María (y casi todas): sobre «María (y los demás)», de Nely Reguera

(Atención lector/a, este post contiene SPOILERS de la película).

María podríamos ser todas en algún momento de nuestras vidas. Y los demás son aquellas personas que están alrededor: la familia, los amigos, los compañeros o los conocidos con los que se comparten los días. Personas que, aunque físicamente estén cerca, no siempre pueden entenderla.

Cartel promocional de la película "María (y los demás)"

Cartel de la película «María (y los demás)»

Los demás quieren que María les escuche. Pero ella siente que su momento nunca termina de llegar. María ha cuidado de su padre enfermo durante meses, o quizás puede que haya sido más tiempo. Desde que tenía quince años, exactamente, que es cuando murió su madre. Y es que ella tiene dos hermanos que a veces le dicen que la quieren efusivamente y que le cantan el Como yo te amo de Rocío Jurado, pero que se desentienden cuando se trata de compartir tareas y cuidados o la llaman histérica cuando se le ocurre protestar, que no creen en sus capacidades lo más mínimo, a pesar de que lo hace casi todo.

Ahora su padre se ha recuperado y va a casarse con Cachita, su enfermera. Y María no puede tener sororidad hacia Cachita porque ella no la tiene hacia María.

Tampoco María puede conectar con sus amigas cuando le hablan de lo bueno de la vida, de todas esas cosas que ella no tiene. O con la joven y exitosa escritora que presenta su nueva novela en la editorial en la que ella trabaja. En esos casos, María siente una profunda rabia.

María es estricta consigo misma, pero deja los zapatos tirados por la habitación y las carpetas desperdigadas por el escritorio del ordenador. Y con la cabeza desorganizada, durante las noches, busca un final para la novela que no consigue acabar.

Imagen en la que la protagonista de la película, María, escribe su novela

María tratando de acabar su novela

María tiene un amante que es un capullo, que no la valora, que exige demasiado mientras se desentiende de casi todo, que desaparece cuando le da la gana y que la manipula sentimentalmente. Un amante que solo la llama para tener sexo. Siempre el tipo de sexo que él quiere tener. Y ni hablar de lo que María quiere o le apetece o siente. Ella se pone feliz cuando recibe un poco de atención de este amante. Cuando, después de horas esperando, le contesta un WhatsApp. Entonces tararea canciones y sonríe durante el resto del día. Porque sabe que, aunque esté fastidiada, estando con él se aferra a lo que las normas sociales marcan para una chica de su edad. Por eso, cuando su familia le pregunta con quién va a ir a la boda de su padre, ella dice que con su novio.

Y es que a María, al igual que a Amélie Poulain, se le escapan las oportunidades por no enfrentarse a la realidad y perderse en el artificio. Se le escapa la novela, se le escapa la felicidad, se le escapan los treinta y cinco y la fuerza para mandar a paseo a los hombres egoístas que hay a su alrededor. Hasta ella parece querer escaparse de su propia vida cuando la vemos correr por la calle de un lugar a otro en algunas escenas.

Y yo, que llego cerca de un año tarde a esta película, tengo que agradecerle a Nely Reguera que haya dirigido un largometraje tan cuajado de detalles y matices como María (y los demás). Porque no está de más que nos recuerden que la realidad no se compone por personas esencial y arquetípicamente malas o buenas: todos oscilamos entre una amplia gama de grises. Como María, que se sorprende a sí misma observando impasible cómo Cachita se ahoga en el mar justo antes de tirarse a por ella al agua.

Hacen mucha falta películas que pongan bajo el microscopio las historias que narran. Que hablen de que perderse es normal, que nos muestren a mujeres que tienen dificultades, que están en encrucijadas, que pelean y que todos los días se atreven, a pesar de los demás, a pesar del contexto que las acompaña. Estas historias son más importantes, interesantes y necesarias de lo que solemos pensar.

Parece amor, pero no lo sé

El verano empezaba sofocante, quería refrescarme con tus besos y no podía. Los compromisos y el trabajo este año nos habían obligado a mantener una relación a distancia de manera temporal. Las dos sabíamos de sobra estar sin la otra, pero nunca nos ha impedido echarnos de menos. Las llamadas a veces saciaban mi sed por contarte cosas, las que no le cuento a todo el mundo, algunas que sólo te cuento a ti. Y sin embargo entendimos que algo faltaba en todos los mensajes y fotos que nos enviamos. Somos sólo cuerpos, tú y yo, más que nadie, necesitábamos tocarnos.

Estas vacaciones nos han obligado a ponernos creativas, a hablar, antes que nada, y disfrutar también los momentos en que no teníamos nada que decirnos. He descubierto que me pone cachonda contarte mis amores de verano, lo que me gusta y lo que no de la gente que me he follado estos meses a medio camino entre el mar y la montaña. Me pone también que me cuentes tus romances, chicas que te están enseñando cosas nuevas que después compartirás conmigo.

Ilustración Joan Turu Amor Revolución No-Monogamia Anarquia relacional Poliamor Feminismo

Ilustración: Joan Turu

Es verano y toca conocer a gente nueva. Espero que algún día subas al pueblo a conocer a mis yayos y al chico que me comió el coño por primera vez, hay momentos que sellan amistades supongo. Pero el año que viene me toca a mí visitar Tenerife contigo y tus tíos, que ayer por la noche debieron de escuchar sin querer cómo te corrías con mi voz al teléfono. Qué bueno haber sido novatas las dos en tantas cosas. Me gusta que sepas reírte de nosotras constantemente, así equivocarse nunca es demasiado grave.

¿Sabes? Lo primero que me pregunta la gente a la que le hablo sobre ti es cómo nos conocimos, para preguntar después, con cierto tono de ansiedad, si nuestra relación era “así” desde el principio. Curioso que una cosa que nos salió de manera tan natural le resulte tan maravillosa a las demás. Curioso que fuera ya verano cuando un día decidimos quedar solas después de la asamblea a tomar una birra y tal vez fumar un porro en tu terraza. Hacía poco menos de un año que nos conocíamos y ahora hablábamos por WhatsApp a diario, aunque solo fuera para quejarse de los exámenes o enviarnos memes marxistas. Esa tarde de junio era más que nada pegajosa, a ti te brillaban las mejillas y a mí se me pegaban los muslos a la silla. Por ese entonces ya teníamos un par de bromas internas y se notaba que estábamos cómodas la una con la otra. A lo mejor el choco nos subió más de la cuenta con el sol, a lo mejor fue el momento en el que encontramos este deseo mutuo y cariñoso que no conocíamos antes. No lo sé, pero me encontré besando tus labios carnosos, tu lengua buscando la mía. La gente empezó a llamarnos parejita, novias, follamigas, qué manía con ponernos etiquetas, nosotras simplemente éramos mejores amigas y lo seguimos siendo.

Hoy el sol no me da tregua; me fumo el piti de buenos días escuchando la canción que me enviaste ayer por la noche, muy tú. He encontrado placer en extrañarte, contra todo pronóstico ajeno no me duele y me regodeo en recordar todas tus constelaciones una por una. Las empecé a contar una noche de julio mientras dormías sobre mi cama empapada y pude comprobar la alineación de todas tus pecas. Qué bonito, qué bonito no tenerte.

El día de la madre son todos

Hoy me gustaría dedicar este post a todas las madres, especialmente a la mía. En mi experiencia personal no me he dado cuenta del trabajo no pagado y no valorado que realizan las madres a diario, hasta que me he independizado. Un trabajo restado de su tiempo de ocio, en parte por la horrorosa cuasi-inexistencia de la conciliación laboral y personal, pero en eso no me voy a meter que da para dos o tres artículos más y muchas barbaridades que no debo decir.

Tradicionalmente, las mujeres siempre nos hemos dedicado a los trabajos de cuidados, no por razones biológicas —no os dejéis engañar—, sino por simple supervivencia de los bebés, ya que dependen de un adulto durante un largo periodo de tiempo en comparación con el resto de los mamíferos. Y qué mejor que las mujeres para tal tarea, ¿verdad?

El amor es lo más importante y requiere entrega total

Ese es uno de los axiomas del amor romántico del que hoy quiero hablaros. La referencia que tiene una misma de la propia existencia personal se elimina para convertirse en algo completamente dependiente de la pareja: no eres nadie sin tu media naranja. Si después de creerte todo eso encima tienes hijos, ya es el summum de la desintegración personal, y es que ya no eres ni media naranja, eres un gajo como mucho.

El amor romántico es la herramienta omnipotente y omnipresente para someter a las mujeres 

Efectivamente como dijo el machirulo Nietzsche, Dios ha muerto, pero en su lugar siempre ha estado el patriarcado. Lo que me pregunto ahora es: en las “sociedades formalmente igualitarias”, como dice la grandísima Ana de Miguel, ¿por qué el amor romántico invita a las mujeres, de manera sutil —o no tanto—, a dejarlo todo por amor? Lo curioso es que no lo dejamos todo realmente, solo dejamos lo que nos gusta hacer, nuestra profesión, nuestros amigos… y, por el camino, a nosotras mismas.

Hablo de mis padres porque es lo que conozco, y porque esto lo escribo como hija de una madre que tuvo que dejar sus sueños para trabajar al lado de su marido y cuidar de sus hijos. Ambos son hijos sanos del patriarcado, mi madre está alienada y mi padre es el prototipo de machirulo (menos mal que sé que no lo va a leer). Tras años de rebelión y de concienciación, el camino feminista me ha llevado a un estado de autoconciencia de la lucha contra el patriarcado que personalmente me hace sentir muy orgullosa. Sin embargo, me ha tocado irme de casa para darme cuenta de las muchas horas que ha dado mi madre por mí quitándoselas a ella misma.

Efectivamente, lo dejó todo.

via: https://morguefile.com/search/morguefile/17/mother%20bike/pop

Madre e hija via: https://morguefile.com/search/morguefile/17/mother%20bike/pop

Su negocio, su casa, sus amigos… Porque claro, después de 25 años casados es inconcebible que tengan amigos propios; de hecho si mi padre se entera de que algún amigo común habla con ella por WhatsApp se monta la de Dios es Cristo. Lo curioso es que la alienación de mi propia madre dentro de su burbuja de amor romántico consigue que lo vea como un gesto excepcionalmente bonito y, finalmente, que ella acabe haciendo lo mismo con él. Comen juntos, beben juntos, duermen juntos y no cagan juntos porque solo hay un váter, pero no os preocupéis que lo hacen con la puerta abierta.

Mi madre tuvo que ir sola a las ecografías, sola al paritorio y estuvo sola en su recuperación, que realmente duró tres días porque al cuarto tuvo que ir a casa a poner lavadoras y a trabajar. Porque otro tema, además, son las mujeres autónomas, que también da para decir muchas barbaridades. Eso es simplemente un ejemplo de todas las tareas que realiza diariamente, que ella jura que le gustan, pero que le ha tocado hacer sin intervención alguna de sus propios deseos. Al fin y al cabo, te casas y tienes que cuidar de tu familia y tu casa, porque si no vaya mierda de mujer eres, que no vales ni para limpiar.

El contrato que se firma con el matrimonio para hacer perdurar las relaciones de amor romántico no es más que una herramienta para controlar el tiempo de la mujer, un tiempo que podríamos dedicar a derribar un sistema social que nos oprime con creencias falsas como que lo tienes que hacer todo por tu pareja y, si no, eres un fracaso; ideas como que tienes que cuidar de tus hijos, educarles, ayudarles a hacer los deberes y hasta hacerles la cama. Una vez te casas, dejas de ser mujer para ser madre y esposa.

Estatua de madre e hija via https://morguefile.com/search/morguefile/17/mother%20statue/pop

La cama la tienen hecha los hombres por nosotras, mujeres trabajadoras que día a día hacemos por mejorar la vida de los demás sin importar la nuestra. Madres, esto va para vosotras, gracias. Gracias por querernos y cuidarnos, gracias por luchar con todo el peso del patriarcado que lleváis a las espaldas.

Vosotras nos estáis inspirando y nosotras nos estamos liberando

* También va por ti space mom; siempre estarás en nuestros corazones, Carrie.

Crónica del 8M de 2017

Ayer, día 8 de marzo (8M), se conmemoraba el día de las mujeres en honor a aquellas que, en 1857 y en 1908, lucharon por la reducción de jornada, la igualdad salarial o un tiempo para dar de mamar a los hijos, es decir, por los derechos de todas nosotras.

Como tantas otras mujeres alrededor del mundo, paré de trabajar durante media hora para tratar de visibilizar que, aunque tenemos pensiones más bajasaunque cobramos menos, porque los trabajos a los que nos dedicamos están peor valorados y porque, en un mundo en el que se está poniendo de moda la negociación salarial individual, a nosotras no nos han enseñado a hacernos valer; aunque el trabajo doméstico, que seguimos realizando de manera abrumadoramente mayoritaria, no recibe ningún tipo de reconocimiento; a pesar de todo esto y mucho más, nuestro trabajo mueve el mundo. 

Un hombre y una mujer sujetan los billetes que representan sus desiguales sueldos

Brecha salarial por Feminista ilustrada

Ayer, también, muchas dejamos de cuidar. Dejamos de recoger la casa, hacer la comida, cuidar a los niños, a los mayores, a las parejas. Porque todo ese trabajo que hacemos —que es, por supuesto, un trabajo, aunque no se reconozca como empleo— no se nos reconoce, no se nos valora y no se ve… hasta que dejamos de hacerlo. Hasta que te encuentras un día con que no tienes calzoncillos limpios, hasta que no tienes nada que comer, hasta que te llaman del colegio porque nadie ha ido a recoger a tu hijo.

Pero gestionar un hogar no es solo realizar tareas (menos aún si te han tenido que decir qué hacer previamente), también es planificarlas, prever… un trabajo no siempre agradecido y muy cansado, porque lleva muchísimo tiempo (tienes que estar pendiente de la casa para ver qué cosas hay que hacer, qué falta por comprar…). La ejecución, al final, es casi lo de menos.

Así que, hombre que estás leyendo esto, si el reparto de las tareas en tu hogar no está equilibrado (venga, haz un esfuerzo y piensa no ya qué tareas haces habitualmente, sino si sabes siquiera dónde se guardan las sábanas o cómo se pone una lavadora), sé tú quien toma la iniciativa, no esperes a que tu madre o tu compañera (o tu hija, incluso) venga a decírtelo, porque eso también es agotador: no disfrutamos llamándoos la atención o dándoos órdenes, creedme. Y no penséis en el reparto de tareas como un «yo te ayudo», porque se trata de co-responsabilidad, no de asistencia. Aquí podéis encontrar algunos consejos.

Cartel del 8M de 2017 en Madrid

Cartel del 8M de 2017 en Madrid

Ayer, también, muchas fuimos a la manifestación de nuestra ciudad. La asistencia fue masiva, y empezaré felicitándonos por ello, porque hay que celebrar la capacidad de organizar una manifestación multitudinaria en los tiempos que corren. Pero también tengo —cómo no— cosas malas que decir, porque ayer era 8 de marzo, día de las mujeres, y una vez más quisisteis ser protagonistas. Ayer, en la manifestación, oí gracietas relacionadas con violaciones; oí cuestionamientos sobre la existencia de bloques no-mixtos; vi a un hombre que «se había metido en la manifestación sin querer» (cuando estábamos paradas en Cibeles, donde se agolpaban miles de personas) y preguntaba cómo salir de allí. Pueden parecer cosas anecdóticas, pero eso ocurrió en 10 minutos, en apenas 10 metros (sí, recorrimos 10 minutos en 10 metros, estaba la cosa complicada, qué os voy a decir). Y cansa que no seáis capaces de respetarnos ni un solo día.

Pancarta de la manifestación del 8M de 2017 en Madrid

Pancarta de la manifestación del 8M de 2017 en Madrid

Así que, para mí, ayer fue un día de lucha, como son (o deberían ser) todos en mayor o menor medida, y no un día de celebración.

Quiero terminar dando las gracias a las valientes mujeres de Ve-la luz que, tras casi un mes de huelga de hambre, han conseguido su objetivo: que los 25 puntos que reivindicaban salgan adelante (aunque está por ver a qué puerto llegan). Pero también recordando a las 23 mujeres que, según feminicidio.net, han sido asesinadas desde principios de año y ya no están con nosotras y diciendo que YA BASTA de matarnos.

Queridas reinas magas

El año pasado, las cabalgatas del día de Reyes estuvieron salpicadas de polémica: algunos distritos de Madrid decidieron que las mujeres tendrían un papel protagonista como reinas magas y en Valencia directamente recuperaron la cabalgata republicana.

Reinas Magas en Valencia (2016)

Reinas Magas en la cabalgata de Valencia en 2016 vía El Diario

Más allá de la anécdota, no cabe duda de que el peso de las compras y cenas navideñas sigue recayendo en las mujeres, así que no es tan descabellado hablar de reinas magas. No hay por qué regalar algo material ni algo caro, a pesar de que la publicidad nos bombardee con imágenes machistas de perfumes caros. Muchas veces, una manualidad o un regalo pequeño que encaje con los gustos de la persona a la que regalamos son mejores que un regalo caro e impersonal. Si te decides por comprar algo, aquí tienes algunas ideas de regalos amorosos para facilitar la tarea. ¡Espero que os inspiren!

Literatura:

Experiencias:

Cine, televisión y (video)juegos:

Fragmento del videojuego Alice: madness returns

Fragmento del videojuego Alice: Madness Returns vía EA Games

¡Y recuerda! Las niñas pueden jugar con camiones y los niños con cocinitas.

Y tú, ¿qué vas a regalar estas fiestas? ¡Cuéntanoslo en los comentarios!

[Nota: este post ha sido actualizado en diciembre de 2017]

Defendiendo a Wendy

Wendy tenía talento para contar cuentos. Era cariñosa, guapa y tenía muy asumido que algún día sería madre. Una chica de su tiempo, compasiva, comprensiva, generosa, a la que le gustaba cuidar. Por eso la eligió Peter. Por eso se coló en sus sueños y luego en su habitación para pedirle que fuese la madre de todos los Niños Perdidos. Y de paso, de sí mismo. ¿A quién no le suena la historia?

Se los llevó -a ella y a sus hermanos- volando por el poder de los pensamientos bonitos, al idílico país de Nunca Jamás, ese mundo imaginario lejos de Inglaterra y su implacable niebla, que cada niño imaginaba como quería pero que tomaba vida mágicamente cuando Peter llegaba. Wendy en principio traga con todo, aguanta a la egocéntrica Campanilla que quiere quitársela de en medio por amor a Peter, con aquella excusa barata de que las hadas son tan pequeñas que no tienen espacio para albergar dos sentimientos a la vez.

Wendy vive todas las aventuras que le tocan, casi muere a manos de Garfio y se resigna a cuidar y cuidar. Y cuando intenta darle un “dedal” (beso) a Peter… A la mierda con todo el cuento.

Wendy Peter Campanilla Beso

Porque Peter no quiere crecer. Es su habilidad especial como “héroe”. Sabe imitar a los piratas, defenderse con la espada, hacer que la comida imaginaria alimente… Pero no, no puede crecer. No puede siquiera recordar sus propias aventuras porque eso le haría madurar o aprender algo de la vida y eso no es algo deseable para el bueno de Peter. Necesita mantenerse así, buscando una madre que le cuide y le cuente cuentos sin esperar nada a cambio cuando vuelva a casa, mientras él sigue de aventura en aventura salvando su propio mundo de la adultez una y otra vez.

¿Qué gana Wendy? Me preguntaba yo. No, en serio, ¿qué gana? Le toca el papel de cuidadora de todos mientras ella no recibe absolutamente nada en compensación. Wendy quiere una vida tranquila, una casa, un marido, hijos, quién sabe. Quién sabe si eso es lo que ella realmente quería o lo que la sociedad victoriana le impuso con cuentos de hadas y princesas, en realidad, daba igual. Los deseos de Wendy estaban destinados a no cumplirse nunca. Nunca Jamás. Porque ello implicaría que Peter, el héroe, madurase… y cómo osar.

Él sí pudo sacarla de su casa, alejarla de sus padres y de todo lo que conocía, hacerle volar y verse envuelta en aventuras con piratas aterradores y hadas patológicamente celosas que querían asesinarla. Él sí. Él podía pedirle que fuese la madre de todos sus amigotes para siempre, pero ella no podía pedirle un beso. Pobrecito. Tiene derecho a seguir viviendo en ese mundo imaginario, sin reglas ni límites. Y de llevarse consigo a ese mundo mágico a quien quiera, con sus propias condiciones y exigencias. Todo es poco por pasar el rato junto al gran héroe que corta manos a piratas y salva el mundo cada noche sin recordarlo. Claro que sí.

Olvídalos, Wendy

Recordemos, eso sí, que la mala es ella. Recordemos que es la mala pécora que tiene la osadía de pretender que el gran héroe… (Oh Dios) cambie. Que asuma responsabilidades de adulto como las que exige a los demás. Porque él puede exigir que le cuiden y respeten pero no puede comprometerse a hacer lo mismo.

Porque el héroe es egocéntrico y narcisista, un eterno adolescente al que ninguna víbora pude perturbar en su pax perpetua en el idílico Nunca Jamás.

Porque Nunca Jamás es ese apartamento de soltero al que nunca podrás llevar tus cosas, porque no caben. Ese armario del que te deja una cuarta parte porque es su armario. Esa mesa odiosa que no pega con ningún otro mueble pero que tuvo a bien comprarse sabiendo que te encanta la decoración y a él no y que no te iba a gustar absolutamente nada. Esa casa con las llaves puestas por dentro para que no le pilles viendo porno como un mandril. Esa partida interminable de un videojuego la mañana de tu cumpleaños. Y todas las demás mañanas. Ese no-regalo de aniversario porque ha decidido unilateralmente que no es un día tan importante. Esa paja viendo porno de chicas siliconadas mientras tú estás en la misma casa, con tu aburrido cuerpo sin siliconar y tu aburrida personalidad incomparable a la libertad de las chicas del porno amateur, esperando a que te haga un poco de caso, sexual o no. Su espacio infranqueable al que no puedes acceder. Cuánta, cuánta maldad femenina.

Cuánta mala mujer suelta. No en vano, si buscamos el “Síndrome de Wendy”, nos encontramos un perfil infantilmente revanchista, que trata de contestar al agravio sufrido al describir el Síndrome de Peter Pan. Si quien padece el Síndrome de Peter Pan (siempre una persona, no un hombre por la gloria de los editores), es inmaduro, narcisista, cruel, arrogante, dependiente, manipulador, con escasa empatía y que cree que está por encima de cualquier ley o norma social; quienes padecen el Síndrome de Wendy son incapaces de llevar el rumbo de sus propias vidas y por ello, se empeñan en “controlar la vida de la otra persona”.

Wendy es mala, controladora y si se hace cargo de las tareas ajenas es por una malévola inseguridad patológica seguida de un tremendo miedo al rechazo. Nada que ver con que la sociedad patriarcal nos inculque todo esto a fuego y hierro entre tanto rol de género, nada que ver con que en el cuento es ella a la que sacan de su casa con el fin de convertirla en la cuidadora de una cuadrilla de energúmenos fantasiosos.


Nada es comparable a una madre de verdad

Al parecer, al Señor Psicólogo Jaime Lira -citado en la Wikipedia posiblemente por los Amigos de la Falacia de la Falsa Equivalencia, y del que poca más información nos ofrece San Google al buscarlo por su nombre y profesión- no se le cae la cara de vergüenza ante semejantes afirmaciones y todavía tratará de diagnosticar y “tratar” a alguna de estas malvadas mujeres.

La mala siempre es y será Wendy. Esa pobre chica que se tuvo que volver a casa con sus padres, con miedo a decepcionarlos y a que descubriesen que se había escapado por amor a un eterno adolescente que le había fascinado con sus polvos de hada. De un hada mala que quiso matarla y luego se arrepintió y casi termina muriendo ella, por amor al mismo héroe del mismo cuento. Suponemos que ninguna era digna de tal amor. Wendy, la chica que jamás hizo daño a nadie y que sólo trató de hacer de ella lo que todos esperaban, sin conseguirlo. Que seguramente al final fue madre de unos cuantos niños felices y tuvo un buen marido, quizá, sin miedo a ser adulto y a compartir responsabilidades en el único mundo que existe. Lejos, muy lejos de Nunca Jamás.

Seguramente, por suerte para ella, dijo: «Que le den el héroe».

Porque al final, la verdadera heroína, la que se atreve con el monstruo más grande y temible de todos, el mundo real, siempre será ella, la genial  y gran olvidada, la injustamente denostada heroína. Wendy Darling.

Feminismo y militancia

No hay peor machista que el militante machista. Ese que ha leído sobre el tema, ha debatido sobre el tema, incluso puede que haya recriminado a algún compañero un comportamiento machista. No niega que el machismo exista, faltaría más. Pero él no es machista. Él lo tiene superado, porque ha reflexionado sobre el tema y se ha deshecho de ese tipo de actitudes y comportamientos.

La triste realidad de los espacios militantes (estoy pensando fundamentalmente en espacios comunistas y anarquistas) es que, mientras otras temáticas han sido largamente discutidas (lucha de clases, poder…) el feminismo ha quedado relegado a un segundo plano. Quizá porque estos espacios han estado tradicionalmente nutridos por hombres de forma mayoritaria y/o por ser considerada una lucha “de segunda”. No quiero decir, por ejemplo, que no existan actitudes reproductoras del sistema en otros aspectos, sino que éstas son (siempre desde mis vivencias) más minoritarias.

(Vía Pinterest)

(Vía Pinterest)

He hablado con compañeros de militancia sobre la importancia que tiene que charlen con sus amigos no politizados (y politizados) sobre feminismo, o que les señalen comportamientos machistas: “A vosotros os escucharán.”; y se han mostrado sorprendidos y dispuestos. No se trata sólo de que no nos agredáis, se trata de que sintáis esta lucha como una lucha de primer orden, que la sintáis vuestra y os declaréis feministas y actuéis como tales.

Sea como fuere, los hombres militantes interrumpen a sus compañeras en las asambleas. Los hombres violan a sus compañeras. Sí, nos violan. Los espacios militantes, que deberían ser espacios seguros por definición, no lo son. Son espacios donde se reproducen las mismas dinámicas que en otros lugares sociales. Es normal, queda mucho camino por recorrer y hemos sido socializados en esa basura patriarcal. Pero no es aceptable. Los espacios militantes, que deberían ser espacios seguros por definición, no lo son. Clic para tuitear

Imagen vía PikaraMagazine

Imagen vía PikaraMagazine

Cuando una mujer te señale una actitud machista, por favor no la cuestiones: créela. No es una feminazi. No es una loca del coño. No es hembrista. Es una compañera de militancia, es una amiga o una compañera de trabajo, o tu pareja, tu hermana, tu madre. Es una mujer. Es bastante probable que sepa de lo que hable.

Sí, nos violan. Por favor, la próxima vez que una mujer te señale la importancia de los espacios feministas no mixtos*, no la cuestiones. No lo conviertas en una conversación sobre ti. La reivindicación de espacios de este tipo responde al hecho de que, incluso en círculos militantes, se producen agresiones. Es necesario para nosotras crear espacios seguros, de cuidados y autodefensa, de afirmación de nosotras (porque una y otra vez se nos niega). Espacios en los empoderarnos, en los que sentirnos libres y no coaccionadas.

No quiere decir que todos los hombres seáis malos, agresores, violadores. Quiere decir que tenemos que organizarnos y a veces no queremos vuestra opinión. Trabajaremos con vosotros en otros espacios. No os excluimos de la lucha: sabemos que sin vosotros, sin la formación de los hombres en el feminismo, nunca acabaremos con el patriarcado. Pero también necesitamos esos otros espacios. Quizás sea difícil de entender, pero nos gustaría que nos respetarais y nos apoyarais en esto.

Nos vemos en las calles, en las plazas y en las asambleas.

*Los espacios feministas no-mixtos son, simplificando, espacios en los que sólo pueden participar mujeres y géneros no-normativos.

Ada, Manuela, y la política en femenino

«Históricamente ser mujer correspondió a la expulsión de la vida política, al no reconocimiento ni remuneración del trabajo doméstico, y es precisamente esto lo que ha permitido a las mujeres -no de modo esencial ni identitario, sino porque se encontraban en esa situación- desarrollar otro tipo de prácticas y estrategias referidas a la cooperación, la solidaridad y la circulación. El devenir-mujer de la política es un devenir minoritario porque implica el desarrollo de estrategias alternativas que pasan a través de la subjetivación y la creación de nueva comunidad, o de nuevos sentidos para la vida común.» Judith Revel

Se dice que estas elecciones, municipales y autonómicas, han sido las de las mujeres; algo que puede resultar chocante para aquellas personas que, como era el caso en el Ayuntamiento y la Comunidad de Madrid, estábamos ya gobernadas por supuestas mujeres, Ana Botella o Esperanza Aguirre. Sin embargo, a estas «lideresas» no las podemos considerar como mujeres en el sentido tradicional del reparto de roles asignados. Eso es algo que destaca a la perfección Barbijaputa: tendrán vagina, pero esas personas no entran dentro de lo que entendemos por mujer, de lo que tienen en común Colau y Carmena.En El país de las mujeres, Gioconda Belli plantea un escenario en el que son ellas quienes dominan el panorama político: un grupo de mujeres, organizadas en un partido de nombre a priori chocante (el PIE, nada menos que Partido de la Izquierda Erótica), proponen cambiar la ciudadanía por la cuidadanía, un concepto en el que el centro de la política son los cuidados. Esto es algo que se ha comentado mucho tanto estos días como de cara al panorama político que se abre a raíz de los últimos resultados electorales en este momento.

Quizá es buen momento de preguntarse cuántos de los graves problemas actuales se podrían responder simplemente cambiando el paradigma con el objetivo principal de pensar en los cuidados. Hace ya un tiempo me partí un pie y me encontré de pronto completamente dependiente (no piensas que  automáticamente las muletas te obligan también a prescindir de tus brazos). En ese nivel de dependencia en el que tenía que pedir un vaso de agua tuve que obligarme a revisar todo lo que entendía hasta ese momento que era la autosuficiencia; algo en lo que me ayudó mucho Cojas y precarias, un excelente libro de Traficantes de sueños que recomiendo a todas las personas con las que hablo desde entonces, que te enseña que aquello de que ningún ser humano es una isla es tremendamente cierto.

En El país de las mujeres, lo primero que hace el gobierno dirigido por Viviana Sansón es expulsar a los hombres de la esfera pública: despiden a los funcionarios y, dándoles una paga, los envían a su casa a cuidar y se llevan a sus mujeres a ejercer el funcionariado. Este cambio, origen de muchos de los problemas que desestabilizan el gobierno de Sanson, es también el Gran Cambio Radical que hace que muchos de los hombres, al principio simplemente anestesiados por un oportuno volcán que acaba con su testosterona, terminen entendiendo que es cierto que las mujeres necesitan una oportunidad para enseñar que hay otras formas de liderar y de gestionar.Ese es el espíritu que vemos también en Carmena y en Colau: no son personas que mandan a secas, y por eso no son hombres, son personas que gestionan, no lideresas sino delegadas; son personas que respetan la voluntad popular y que entienden que no pueden gobernar solas sino por y con la gente. Una actitud de conciliación, de diálogo, de entender las necesidades ajenas, que forma parte de todo el imaginario de lo femenino y que hasta ahora ha tenido muy poquita reproducción en la política, ni en estos municipios ni en ningún otro, salvo quizás a raíz del 15M en las pequeñas asambleas de barrio donde todo el mundo tiene algo que hacer y decir.

 

Ada Colau y Manuela Carmena

Foto via Disopress

Frente a aquella que hablaba de cuando otros vestían a sus hijos (y que por tanto se colocaban en la posición del varón de la familia y dejaban a su personal doméstico la posición de la mujer) nos encontramos ahora con alcaldesas que van al mercado y lo hacen en el metro, o con aquellas que consideran que la Fórmula 1 es un lujo que debe uno pagarse, a diferencia de las becas comedor. De pronto los problemas de todos los días, los de la gestión de la casa, los de «donde comen dos comen tres», repartir la compra de la semana para que nadie se quede con hambre, hacer caldo con cualquier cosa, son los que protagonizan la esfera política. Algo que era tremendamente necesario considerando las tasas de pobreza, y es que las mujeres no gestionan la pobreza como una humillacion sino como un problema que resolver, como un reto para su creatividad donde demostrar lo que mejor han hecho todos estos siglos: optimizar, repartir, escuchar. Por todo eso son Carmena y Colau las que necesita esta España esquilmada, y por eso sinceramente espero que muy pronto se vea convertido en el país de las mujeres.

Cariño, a los niños los llevo yo

Ahora que no tengo hijos, y que nadie va a pensar que lo escribo por despecho, me siento suficientemente libre para reflexionar sobre quién lleva y quién recoge a los niños del colegio.

Sin ánimo de ser rigurosa en los datos que utilizo, vengo observando por mis amigos, conocidos y compañeros de trabajo que lo más común en una pareja que reparte equitativamente las tareas domésticas y familiares es que los niños los lleve al colegio una de las partes y que lo recoja la otra.

Queda meridianamente claro. Es un fifty-fifty. Uno va y el otro vuelve con ellos. Uno les da el desayuno, los viste, los peina y les prepara el bocadillo. El otro les prepara la comida y/o merienda y los lleva a las extraescolares.

No voy a negar que es el plan perfecto. Pero, ¿quién los lleva y quién los trae? ¿Son los padres? ¿Las madres? ¿Los abuelos? ¿Una mezcla de todos ellos?

Hijas de Louie en el coche
Louie C.K. es un desastre como novio, pero lleva a sus hijas al cole… y las recoge

Efectivamente, aunque no sea tu caso, sabes de sobra que lo más común es que ellos los lleven al colegio y ellas los recojan. Pero qué perdemos por el camino, qué estamos comprometiendo con esta decisión.

El camino hacia la conciliación familiar pasa por la flexibilización de horarios. Evidentemente sigue habiendo horarios rígidos donde las jornadas son de 7 a 15h, de 15 a 23h y no hay tutía. Los niños son carne de aulas matutinas, comedores y clases extraescolares. Pero quiero hablar de los casos en los que hay elección. De los casos en los que se puede solicitar una jornada reducida, de los trabajadores por cuenta propia, de los trabajos de oficina, de los comerciales, etc.

Quien lleva a los niños al colegio entra más tarde al trabajo. Lo que hace años hubiera sido impensable hoy está bastante aceptado. Entras algo más tarde y retrasas la hora de salida para compensar la jornada.

Todavía creo que no se ha inventado el cliente que solo pueda reunirse de 8:00 a 8:30 y sea imposible verlo a otra hora de la mañana o de la tarde. Sin embargo, todos conocemos a ese partner que las 5 de la tarde es su hora favorita para fijar reuniones interminables o esa familia que es imposible que te visite hasta las 18 por sus horarios laborales.

Hace un tiempo, hablaba con mi pareja de este tema y me decía que cómo iba a preferir estar en el trabajo por las tardes que con sus hijos. Evidentemente planteado en esos términos nosotras tampoco querríamos ni me atrevería siquiera a plantear esta cuestión. Pero no es una cuestión de preferencias ni de prioridades. Se trata de que todavía nosotras tenemos que demostrar mucho más que nuestro trabajo es relevante para la empresa. Y la empresa valora mucho más la disponibilidad de un trabajador que la efectividad de su trabajo (desgraciadamente para todos).

Salir volando del trabajo porque dejas abandonadas a tus criaturas es una parte fundamental del techo de cristal, responsable de la limitación en el ascenso laboral de las mujeres y que pone en peligro su estabilidad laboral. Por lo que yo le pediría a todos los padres que estén por la igualdad (espero que sean todos) que hagan el esfuerzo, porque ese esfuerzo si no lo hacen ellos lo van a hacer ellas y les van a penalizar el doble.

Ante la recién estrenada paternidad, ¿puedes decir en la oficina que a partir del lunes entrarás a primera hora y saldrás a medio día? Puesto que tu sueldo es mayor que el de ella y tu estabilidad laboral mayor, ¿podrías ser tú el que reduzca la jornada y así equiparáis vuestros salarios? Piensa que la recompensa a estos esfuerzos va a ser tiempo y aportar tu granito de arena para que la realidad laboral que se encuentren tus hijos e hijas al crecer sea mucho mejor que la que encontraron sus padres.

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