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Cuando me vio llegar

Es complejo retirar del inconsciente las pruebas que la vida nos pone en el andar. Me ausenté por más de 6 meses de mi hogar y al volver encontré mi ropa por los suelos, cortada, rota. Las luces de las habitaciones quemadas, los suelos reventados. Al respirar se filtraba muerte, enfermedad, todo cambiado a mi hogar de música, de luz, de secretos contados en las paredes, en los suelos.

Imagen de Jon Tyson vía Unsplash

Nada tenía explicación, parecía un robo truncado, un asalto al tiempo y al espacio. Yo enfermé mucho tiempo y parecía que mi casa también.
Pasaron los días y nos reconocimos nuevamente: las sábanas me abrazaban y el sol de nuevo, me ayudaba a levantar. El polvo aún se veía en el espacio a través de los cristales de mis lentes, pero ese polvo ya era parte mí, de cuerpo, de mis mañanas, de mis noches…

Me di cuenta entonces que, como madre, mi casa me estuvo llamando, buscaba su hija perdida que se fue sin un adiós, sin explicación. Como hembra, me reclamaba y yo no respondía en ningún lugar. Comenzó a enfermar por mi ausencia y por fin lo comprendía.

Ni ella ni yo somos jóvenes para soportar con facilidad la distancia y el abandono. Apenas entendí con el corazón lo que había pasado y entonces encendí la música; poco a poco ella y yo fuimos arreglando nuestros errores y heridas. Encendí incienso, sahumé toda la casa, le pedí perdón por haberla dejado y expliqué que el destino me hizo una mala pasada.

Ahora entiendo que cuando me volvió a ver reaccionó como cualquier madre lo hubiera hecho: con desesperación que puede volverse violencia y luego amor cual hij@ pródig@.

Gracias, mamá (a ambas).

Amor diferente al resto

Por El Chico Atrás del Muro, finalista* del I Concurso literario «Parece amor, pero no lo es».

¿Amor?

¿Qué es el amor?

¿Por qué duele?

¿Por qué es cálido?

Y, ¿por qué es diferente?

Esta historia podría parecerte absurda y cansada, algo que ya todos han contado, pero esta historia será contada a mi manera y con mi propia verdad.

En mi gran mundo imaginario, un lugar creado por y para mí, un lugar que lo tiene casi todo, ¿qué falta? Sencillo: estrellas, pequeños destellos de luz que alumbren el cielo nocturno y oscuro. Siéndote sincero, querido lector, aun no consigo las estrellas, pero encontré algo que alumbra con la misma intensidad.

Encontré el amor de tres personas, tres diferentes formas de amar con el mismo objetivo, iluminar mi cielo oscuro, solo y vacío.

Antes de empezar con el primer destello, querido lector, tengo que hablar contigo. Tal vez ya lo hayas pensado por el grandioso título, pero confirmare tus sospechas: sí, soy gay. Debes de estar pensando que eso no te importa y tienes razón, pero este dato es la base de mis tres destellos.

Comencemos por el primer gran destello. El descubrimiento de este gran brillo sucedió en ambos mundos. Siendo más específico, en un hermoso parque; juegos sencillos y divertidos como los columpios y resbaladillas, sin olvidar ese pequeño puesto de estatuillas de yeso con la forma de tus personajes favoritos de alguna caricatura. Ese puesto era mi favorito, siempre iba con papá a pintar alguna estatuilla de El Chavo del 8 o de Goku, me divertía mucho. En fin, volviendo al tema principal, mi mamá se encontraba sentada a mi lado, enfrente estaba una estatua de Emiliano Zapata, El Caudillo del Sur.

En ese preciso momento estaba en mi mundo, acompañado por mi mamá y la estatua. Debido al silencio profundo, tuve que hablar.

—Mamá, tengo que hablar contigo —solté por fin entre tartamudeos y una voz ahogada en miedo y nerviosismo—. Es algo muy importante.

—Está bien, hijo. —Su voz era dulce y tranquila, pero aun así tenía miedo, mucho miedo, aunque continué.

—Mamá. —Sin darme cuenta mis ojos se encontraban húmedos; en algún momento bajé la mirada, no podía verla a los ojos—. No sé cómo decirte esto, no es fácil para mí.

No hallaba palabra alguna para decirle le verdad, tenía miedo, por primera vez no me sentía seguro en mi propio mundo y de un momento a otro mis ojos se posaron en esa estatua, una señal de conmemoración a una persona que en vida fue valiente y se enfrentó, ante todo, mientras que yo era el mismísimo significado del miedo.

—Mamá, soy gay.

Un silencio tormentoso apareció, pasaron segundos, minutos y nada.

Hasta que…

—¿Estás seguro, hijo?

—Sí, mamá.

Y otro silencio interminable apareció.

—Sabes que eso no me importa… Yo te quiero, sigues siendo mi hijo y respeto tus gustos.

De un momento a otro nos estábamos abrazando, lloraba mientras que ella sonreía, su sonrisa era la señal de que todo estaría bien.

Y lo estuvo.

Su sonrisa era la señal de que todo estaría bien. Y lo estuvo. Clic para tuitear

Ese mismo día, en la noche, antes de irme a dormir, visité por última vez mi mundo. Era de noche, con un cielo con varias nubes, pero, aun así, un hermoso destello se encontraba adornando mi cielo.

Dormí bajo ese cielo, siendo alumbrado por la luz resplandeciente, con una sonrisa en mi rostro.

El siguiente destello es mi mejor amiga, mi propia Arquitecta de Sonrisas, la segunda persona en saber la verdad. Mi amiga Isabel.

Esta pequeña confesión fue muy distinta a la anterior, principalmente porque Isabel es de otro país; la historia de cómo nos conocimos es divertida y rara, pero es mi historia rara y divertida, así que lo siento, querido lector, pero esa historia morirá conmigo y con ella. Sí te puedo contar la parte en que nuestra amistad se volvió más especial.

Todo empezó el día 22 de diciembre; una refrescante brisa se colaba por la ventana de mi habitación, eran las 11.30 de la noche (mucho más tarde en República Dominicana), chateaba con ella sobre varias cosas —sobre la escuela, el clima y, sobre todo, de la comida— pero en mi mente solo estaba una idea, escribirle mi mayor secreto.

Empecé sutilmente, un simple “¿Puedo contarte algo?” que fue respondido de manera rápida con un “Claro, dime” acompañado de un emoji. Escribía, borraba y volvía a escribir, no tenía ni idea de cómo se lo iba a decir y, por eso, fui directo.

«Soy gay».

Tardó aproximadamente tres minutos en contestar. Tenía miedo, no contestaba, escribía y se detenía. Necesitaba distraerme, así que puse música para lograr despejar mi mente, pero ese intento por distraerme fue interrumpido por un mensaje de ella.

“No me importa, sigues siendo el mismo, el chico loco que me hace reír, el mismo chico con ideas raras y divertidas, nada cambiará, yo te sigo queriendo. Yo te apoyo de corazón”.

En esa fresca noche, con un cielo que ya tenía sus dos destellos, únicos y perfectos que alumbraban mi mundo mientras que el sol se escondía y la oscuridad emergía, esa oscuridad ya no importaba, ya tenía luz aun en la penumbra.

Cielo estrellado por Ryan Hutton vía Unsplash

Por último, mi tercer destello es aquel símbolo de un amor único: el amor propio.

Un amor que debe estar presente todos lo momentos, porque durante el tiempo que estás en este mundo te encontrarás con muchas personas que podrán hacerte daño, pero nunca debes olvidar quererte.

En el mundo hay muchas formas de amar,

diferentes, únicas y geniales.

Amar diferente

no es malo, ni un pecado.

Es, simplemente, hermoso.

Sobre El Chico Atrás del Muro:

Mi nombre es Saúl y mis apellidos son Cazeres Calderón, vivo en el pequeño estado de Morelos, en la ciudad de Cuautla, junto a mi hermano, mis padres y mis abuelos.

Actualmente estudio en el CBTIS 76, curso el cuarto semestre de mi especialidad en electrónica, aunque mi pasión siempre ha sido escribir.

Comencé a escribir en segundo grado de secundaria, mi primer cuento se llamaba La Maldición del Tiempo y fue el favorito del maestro; luego de eso continúe escribiendo solo para mí.

Mis libros favoritos son El Chico de las Estrellas y Aristóteles y Dante descubren los secretos del universo.

*Nota: este texto se enmarca en el I Concurso Literario «Parece amor, pero no lo es». Ha sido seleccionado como finalista por parte del jurado porque creemos que puede ser interesante para un debate en torno a la construcción de relaciones amorosas más sanas. No coincide necesariamente con la opinión de las personas que integran el jurado o la coordinación de Parece amor, pero no lo es. Si tienes algún comentario, no dudes en dejarlo debajo de este artículo. ¡Todo debate respetuoso es más que bienvenido!

Sobre mi madre

Por Psicolectora, finalista* del I Concurso literario «Parece amor, pero no lo es».

Mi madre falleció hace un poco más de un año y desde hace varios meses venía rumiando sobre este texto. Porque, bueno, no es tan ameno sentarse a escribir sobre el dolor, no es fácil pero a veces es necesario y hasta terapéutico. El fallecimiento de mi mamá fue la materialización de uno de mis peores temores, recuerdo que de niña al dormir con ella me fijaba muy bien en el ritmo de su respiración y, si por algún motivo esta se sobresaltaba, me asustaba mucho, aun a esa edad y sin saber bien qué era la muerte ya sentía temor.

Madre

Foto de Julie Johnson vía Unsplash

Ya más grande, después de sobrevivir a la adolescencia y “romper” el vínculo con mis padres, algunas noches me sobresaltaba el miedo de pensar que podía perderla, que podía enfermar de cáncer o morir en alguna situación trágica. Así de la nada, cualquier día, a veces entredormida, me despertaba pues venía a mí la idea de su muerte, y esta era una de esas ideas que parecían tan aterradoras e inconcebibles que por esto la descartaba casi de inmediato.

No es tan ameno sentarse a escribir sobre el dolor, no es fácil, pero a veces es necesario y hasta terapéutico. Clic para tuitear

El 5 de enero de 2018, mi peor miedo se hizo realidad, me quedé sin la incomparable presencia de mi madre, quien hizo todo tipo de sacrificios por tener a su niña, pasando por varios abortos y diversos tratamientos; finalmente encontró un médico que le ayudó a poder concebirme sin perderme, pero el tratamiento requería que se pusiera inyecciones a diario en su barriga, con un cierto tipo de hormona que de alguna manera favorecería que el embarazo se llevara a término sin complicaciones y que yo pudiera nacer. Esto es lo que hace el verdadero amor.

Fui su niña, ahora muchos me dicen que fui la luz de sus ojos, creo que en parte veía en mi hermano y en mí (quizás como muchas madres lo hacen) una continuación de su vida y sus objetivos, pero ahora que lo pienso quizás vio en mi tantos rasgos de ella misma cuando joven que siempre quiso impulsarme a que fuera e hiciera lo mejor para mí. Su ambición y trabajo arduo me pagaron la educación en la mejor universidad y también me compraron el “derecho” de vivir la vida que hoy vivo.

Fue matrona, líder, triunfó y salió adelante en un contexto de carencias, mi abuela viuda y con 7 hijos hizo lo mejor que pudo para criarlos. Ella fue una niña del campo que llegó a Bogotá a muy temprana edad, su educación dependió en parte del apoyo de mis tías y algunos hermanos del abuelo que había fallecido; quiso estudiar sociología pero al final su verdadera vocación la llevó por otros caminos y después de emplearse por varios años en una empresa de maderas, empezó a emprender. Tuvo varios negocios hasta que, finalmente, en los 80 creó junto con mi padre el comercio que nos sostuvo y sostiene hasta la fecha. Ella trascendió su contexto de carencias, y no solo sobrevivió sino que fue una mujer exitosa y reconocida en el sector de su negocio, un sector del comercio que en este país se encuentra casi por completo representado por hombres.

El vacío inmenso que deja la muerte de un ser querido es indescriptible, por eso aquí trato de hacer mi mejor intento para explicar cómo vamos cambiando con estas circunstancias; la vida cambia, y el duelo y la tragedia nos van cambiando sin darnos cuenta. Todas las cuestiones por resolver después de la muerte y de las de las que nadie te habla también te van cambiando: las cuestiones del dinero, las cosas, la ropa, los negocios, las costumbres, los viajes, las rutinas, y el ser en sí mismo. Y claro que el duelo te enseña, la muerte, la ausencia, te enseñan de lo que eres capaz. Esto, sobre todo, si quien nos deja fue una persona que en vida fue ejemplo de fortaleza y templanza; si hay coherencia, no te queda más que intentar vivir rindiendo honor a sus enseñanzas y legado.

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Fotografía de Daniel Jensen vía Unsplash

De todo lo difícil que implicó su muerte, han sido un par de cosas las que más han resonado en mí: la primera son todos los remordimientos y los reproches con los que nos deja una muerte repentina; no hay chance de despedirse ni de hacer las paces, yo me quedé con un montón de cosas sin decir, con un montón de cosas que no debí decir, con momentos por compartir, etc. Con el paso irremediable del tiempo entiende uno que ya de nada sirven los reproches, solo queda intentar tratar de honrar, mientras tengamos vida, los sueños y deseos de nuestro ser querido. Luego el mismo tiempo se va encargando de borrar ciertos detalles que día a día fueron construyendo el amor de madre, de esposa, de jefe, de mentora. Los olores, las imágenes, las rutinas, los detalles, los dichos, las palabras, los regaños, un conjunto de cosas maravillosas que la vida y el tiempo inexorable nos van arrebatando porque, querámoslo o no, es este el curso de las cosas y quizás necesitamos olvidar un poco para poder seguir adelante.

Hoy entre lágrimas, mientras por fin me animé a escribir esto, quiero decirte que no hay un día que no me acuerde de ti, en que no me provoque leer uno de tus libros. Así algunos de tus detalles se desvanezcan de a poco, hoy solo puedo reconocer que aunque tantas veces solo quise alejarme de ti, hoy todo se reduce a que espero algún día poder ser tan grande como tú.

Sobre Psicolectora: 

Tengo 26 años, soy psicóloga y vivo en Bogotá (Colombia). Trabajo en el negocio de mi familia, que nada tiene que ver con psicología, ni con lectura o escritura, sino más bien con el comercio y las ventas. Desde hace un par de años intento escribir; no todo lo que escribo me gusta, pero quizás algo de lo que escribo pueda ser de interés para alguien.

Este es mi blog: https://psicolectora.wordpress.com/

*Nota: este texto se enmarca en el I Concurso Literario «Parece amor, pero no lo es». Ha sido seleccionado como finalista por parte del jurado porque creemos que puede ser interesante para un debate en torno a la construcción de relaciones amorosas más sanas. No coincide necesariamente con la opinión de las personas que integran el jurado o la coordinación de Parece amor, pero no lo es. Si tienes algún comentario, no dudes en dejarlo debajo de este artículo. ¡Todo debate respetuoso es más que bienvenido!

Amor entre almas

Por Molowi, finalista* del I Concurso literario «Parece amor, pero no lo es».

"Amor" escrito con lightpainting
Foto de Brigitte Tohm vía Unsplash

El amor es cosa de almas.
El cuerpo que habitas es solo el cebo.
La mente es la que en realidad te atrapa.
Las almas pliegan conciencias,
hacen papiroflexia con tus entrañas.
No hablo de amor entre seres,
voy más allá.
El amor de una madre a su hijo,
entre hermanos y hermanas,
el beso bajo la lluvia
de la pareja enamorada,
los amigos, familia que se elige,
siempre amada,
el incondicional hacia mi mascota
el inquebrantable a la Pachamama.
El amor a uno mismo.
¡Qué despiste! Me olvidaba
de tenerlo siempre presente.
Quiérete con toda el alma.
El amor hacia lo que haces
puede mover montañas.
Las almas no se juzgan,
no necesitan balanza.
Juguetean con las corrientes,
se seducen, se entrelazan;
No necesitan palabras.
en silencio gritan que se aman.
No entienden de género ni colores,
son engranajes que encajan.
Cuando empiezan a rodar
parecen maquinaria pesada.
Imparables.
Amor es admiración.
Lucha incansable, dura batalla
sin rendición, ni redención.
El beso volado de despedida
que descansa en tu almohada
y abraza mi corazón
hasta tu próxima llegada.
Amor es verte volar libre
con tus alas desplegadas.
Grandiosa Ave Fénix
que renace en cada emboscada
renovada.
Las almas se alimentan de besos,
son carroñeras del espacio que separa,
muerden el tiempo, impacientes,
buscan penetrar las escamas.
Invencible armada.
Amor que nutre y enriquece.
Una dieta disociada
con un único ingrediente:
amor sano y amor que sana.

Galletas con forma de corazón
Foto de Markus Spiske vía Unsplash

Las leyendas se dioses griegos
entre generaciones se traspasan,
hablan de almas incomprendidas
a la inmortalidad condenadas.
El amor entre almas es magia.
Una chispa en la hojarasca.
Es desearte en las buenas y en las malas.
Es respetarte aunque la marea esté brava.
Es superarte.
Es ojalá te hubiera conocido antes.
Almas agradecidas, es una suerte amarte.
Ama mi alma, no mi fachada.
Hay mucha riqueza detrás de esta coraza.
Atraviesa suavemente mis finas capas.
El amor entre almas es la flor
que crece en la carretera asfaltada.
Es la caracola que espera la ola en la playa.
Es eterna primavera y el verano que no acaba.
Es ver tierra en lontananza,
del marinero, la esperanza.
Es la sonrisa que seduce sin decir nada.
Son las múltiples intenciones
que se esconden tras una mirada.
Amor entres almas que ensanchan
cuanto más se abren en canal.
El tormento del desamor
que no se repondrá jamás
El clavo que quita otro clavo
y remonta la bajada.
Cuando las almas se abrazan,
se liberan de sus cargas;
disfrutan de ser felices
sin debilidades vanas.
El éxtasis de encontrarte
buscando a tu media naranja.
Las almas se intuyen sabias
como el que lleva un eternidad
vagando al alba.
Se funden invisibles
en tu cuerpo, son balas.
Nunca bajes la guardia.
Las almas son infinitas
y hasta el infinito se aman,
sin prejuicios ni tapujos,
hasta que peinan sus canas.
Cuánto amor se guarda en 21 gramos
que en la muerte volando se escapan.

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Sobre Molowi:

Soy natural de Madrid, de padres manchegos, y llevo viviendo desde hace cinco años en Las Palmas de Gran Canaria, dejándome engañar por un canario que me

prometió que aquí siempre hacía sol ;). Tengo 31 años y me encanta tener iniciativa, plantearme retos que me catapulten fuera de mi zona de confort, como los concursos, siempre como afición. A veces, hasta teniendo la suerte de ganarlos. Apasionada de la naturaleza, me enamoro cada día de mi isla que me permite dedicarme a mis grandes pasiones: el vóley playa y la literatura.

*Nota: este texto se enmarca en el I Concurso Literario «Parece amor, pero no lo es». Ha sido seleccionado como finalista por parte del jurado porque creemos que puede ser interesante para un debate en torno a la construcción de relaciones amorosas más sanas. No coincide necesariamente con la opinión de las personas que integran el jurado o la coordinación de Parece amor, pero no lo es. Si tienes algún comentario, no dudes en dejarlo debajo de este artículo. ¡Todo debate respetuoso es más que bienvenido!

El lado donde todo es rosado

Por Verónica Gallego Mengod, finalista* del I Concurso literario «Parece amor, pero no lo es».

Imagen del vestido rosa de una muñeca.
Imagen de XINYI SONG en Unsplash

Fabiana querida:
Quiero pedirte perdón. Pedirte perdón e intentar explicarme.
Nacimos en el país de las mujeres bellas, el país de las misses. Donde la apariencia lo era todo. La mitad de mis colegas, mis primas, mis vecinas, la mayoría se habían hecho las tetas. Tú me preguntarás: «¿Qué es hacerse las tetas, mami?». Y yo te diré: «Pues ir a un médico para que te cobre por dormirte (y que así no sientas nada) y, con un cuchillo muy afilado, abra un hueco en cada teta y meta allí unas bolsitas llenas de un líquido. Y así las tetas son más grandes y vencen la ley de la gravedad».
Llevo toda una vida viendo tetas como toronjas (¿Cómo las llamas tú? ¿Pomelos?), mujeres de 60 sin patas de gallo al sonreír, chicas de 20 sin expresión emocional en rostros llenos de Botox. Vengo del mundo de la imagen y siempre he intentado respetar las elecciones de cada quien: “Sororidad”, me digo, cuando siento que voy a criticar lo que yo considero una conducta banal, pero tengo que confesarte que me cuesta mucho.
Me cuesta mucho todo. Me costaba no preocuparme por las estudiantes que llegaban tarde a clase, pero se habían despertado a las 5 a. m. para plancharse el cabello y ponerse dos kilos de maquillaje. Me costaba mucho no llorar a los niños cuya madre había muerto durante una cirugía estética electiva. Me costaba no decir que la baja autoestima hacía a algunos hombres creer que iban a levantar más por tener la camioneta de última moda; y, cuando la compraban, efectivamente levantaban más chicas.
Me hiere la tiranía de la imagen. Ahora, en España, no soporto cuando un funcionario oye mi acento por teléfono y no sólo me pregunta si soy venezolana, sino también si soy guapa. ¿Qué llama guapa? ¿Por qué es relevante que yo sea o no guapa, si lo estoy llamando por trabajo?
Te quiero decir un secreto: creo que vivimos en sociedades donde nos ponen difícil eso de amarnos a nosotrxs mismxs tal y como somos.

Te quiero decir un secreto: creo que vivimos en sociedades donde nos ponen difícil eso de amarnos a nosotrxs mismxs tal y como somos. Clic para tuitear
Me cuesta mucho todo. Me cuesta también dejar de ver la apariencia de las personas que me rodean, o elegir criticar menos la propia. Me cuesta tener los labios sin pintar, lo sabes, te da risa cuando saco el pintalabios después de comer. Y me ha costado respetarte, hija hermosa, aunque no puedo decir que no lo he intentado.
Y te pido perdón, porque tardé mucho en decirte lo que ayer te dije; en escuchar lo que me tenías que decir.
Hija querida, gracias por decírmelo: “Mami, a mí me gusta ser niña, y no es que no quiera comprar ropa, pero es que no me gusta este lado donde todo es rosado”. “Mami, es que para ver la ropa que me gusta tengo que disimular como si fuera para mis primos, y así la gente no me mira mal”.
Tardé mucho en decírtelo, y por eso me disculpo, pero ayer por fin te lo dije: “A la mierda la gente, vamos a comprar la ropa que tú quieras, y si te miran, que te miren”.
Es verdad que ya lo habíamos ido haciendo, que desde pequeñita jugabas con el Beyblade y los cochecitos Hot Wheels. Que el rosado fue desapareciendo de tu guardarropa, que siempre has podido elegir. Que cuando me llamaron del cole horrorizados porque eras la única niña que quería jugar al fútbol, les respondí que eso te iba a hacer la mejor jugadora del cole. Es verdad todo eso. Pero también es verdad que pude haber mandado a todos a la mierda mucho antes, y no lo había hecho.
Así que, mi fabulosa Fabi, hoy grito, por ti, por mí, por todxs: “¡Eres niña, eres hermosa, puedes vestirte y jugar como quieras! ¿Y las misses…? Las misses también pueden vestirse y jugar como ellas quieran”.

Tu mami que te ama y te agradece todas tus enseñanzas.

Fondo coloreado de rosa
Imagen de W en Unsplash

Sobre Verónica Gallego Mengod: 

Nacida en Caracas (Venezuela), se ha dedicado a la literatura, la formación y al fomento de la lecto-escritura desde joven. Es Licenciada en Psicología (Magna Cum Laude), Licenciada en Letras y Magister en Estudios Literarios, titulaciones obtenidas en la Universidad Central de Venezuela. Ha escrito cuentos, novelas, poemas, monólogos, obras de teatro; sin embargo, nunca ha publicado. En el año 2016 se muda con toda su familia a Madrid. Este proceso migratorio ha tenido varios efectos en su vida, entre ellos, que Verónica haya decidido dedicarse definitivamente a la escritura y a la publicación de sus textos.

*Nota: este texto se enmarca en el I Concurso Literario «Parece amor, pero no lo es». Ha sido seleccionado como finalista por parte del jurado porque creemos que puede ser interesante para un debate en torno a la construcción de relaciones amorosas más sanas. No coincide necesariamente con la opinión de las personas que integran el jurado o la coordinación de Parece amor, pero no lo es. Si tienes algún comentario, no dudes en dejarlo debajo de este artículo. ¡Todo debate respetuoso es más que bienvenido!

El día de la madre son todos

Hoy me gustaría dedicar este post a todas las madres, especialmente a la mía. En mi experiencia personal no me he dado cuenta del trabajo no pagado y no valorado que realizan las madres a diario, hasta que me he independizado. Un trabajo restado de su tiempo de ocio, en parte por la horrorosa cuasi-inexistencia de la conciliación laboral y personal, pero en eso no me voy a meter que da para dos o tres artículos más y muchas barbaridades que no debo decir.

Tradicionalmente, las mujeres siempre nos hemos dedicado a los trabajos de cuidados, no por razones biológicas —no os dejéis engañar—, sino por simple supervivencia de los bebés, ya que dependen de un adulto durante un largo periodo de tiempo en comparación con el resto de los mamíferos. Y qué mejor que las mujeres para tal tarea, ¿verdad?

El amor es lo más importante y requiere entrega total

Ese es uno de los axiomas del amor romántico del que hoy quiero hablaros. La referencia que tiene una misma de la propia existencia personal se elimina para convertirse en algo completamente dependiente de la pareja: no eres nadie sin tu media naranja. Si después de creerte todo eso encima tienes hijos, ya es el summum de la desintegración personal, y es que ya no eres ni media naranja, eres un gajo como mucho.

El amor romántico es la herramienta omnipotente y omnipresente para someter a las mujeres 

Efectivamente como dijo el machirulo Nietzsche, Dios ha muerto, pero en su lugar siempre ha estado el patriarcado. Lo que me pregunto ahora es: en las “sociedades formalmente igualitarias”, como dice la grandísima Ana de Miguel, ¿por qué el amor romántico invita a las mujeres, de manera sutil —o no tanto—, a dejarlo todo por amor? Lo curioso es que no lo dejamos todo realmente, solo dejamos lo que nos gusta hacer, nuestra profesión, nuestros amigos… y, por el camino, a nosotras mismas.

Hablo de mis padres porque es lo que conozco, y porque esto lo escribo como hija de una madre que tuvo que dejar sus sueños para trabajar al lado de su marido y cuidar de sus hijos. Ambos son hijos sanos del patriarcado, mi madre está alienada y mi padre es el prototipo de machirulo (menos mal que sé que no lo va a leer). Tras años de rebelión y de concienciación, el camino feminista me ha llevado a un estado de autoconciencia de la lucha contra el patriarcado que personalmente me hace sentir muy orgullosa. Sin embargo, me ha tocado irme de casa para darme cuenta de las muchas horas que ha dado mi madre por mí quitándoselas a ella misma.

Efectivamente, lo dejó todo.

via: https://morguefile.com/search/morguefile/17/mother%20bike/pop

Madre e hija via: https://morguefile.com/search/morguefile/17/mother%20bike/pop

Su negocio, su casa, sus amigos… Porque claro, después de 25 años casados es inconcebible que tengan amigos propios; de hecho si mi padre se entera de que algún amigo común habla con ella por WhatsApp se monta la de Dios es Cristo. Lo curioso es que la alienación de mi propia madre dentro de su burbuja de amor romántico consigue que lo vea como un gesto excepcionalmente bonito y, finalmente, que ella acabe haciendo lo mismo con él. Comen juntos, beben juntos, duermen juntos y no cagan juntos porque solo hay un váter, pero no os preocupéis que lo hacen con la puerta abierta.

Mi madre tuvo que ir sola a las ecografías, sola al paritorio y estuvo sola en su recuperación, que realmente duró tres días porque al cuarto tuvo que ir a casa a poner lavadoras y a trabajar. Porque otro tema, además, son las mujeres autónomas, que también da para decir muchas barbaridades. Eso es simplemente un ejemplo de todas las tareas que realiza diariamente, que ella jura que le gustan, pero que le ha tocado hacer sin intervención alguna de sus propios deseos. Al fin y al cabo, te casas y tienes que cuidar de tu familia y tu casa, porque si no vaya mierda de mujer eres, que no vales ni para limpiar.

El contrato que se firma con el matrimonio para hacer perdurar las relaciones de amor romántico no es más que una herramienta para controlar el tiempo de la mujer, un tiempo que podríamos dedicar a derribar un sistema social que nos oprime con creencias falsas como que lo tienes que hacer todo por tu pareja y, si no, eres un fracaso; ideas como que tienes que cuidar de tus hijos, educarles, ayudarles a hacer los deberes y hasta hacerles la cama. Una vez te casas, dejas de ser mujer para ser madre y esposa.

Estatua de madre e hija via https://morguefile.com/search/morguefile/17/mother%20statue/pop

La cama la tienen hecha los hombres por nosotras, mujeres trabajadoras que día a día hacemos por mejorar la vida de los demás sin importar la nuestra. Madres, esto va para vosotras, gracias. Gracias por querernos y cuidarnos, gracias por luchar con todo el peso del patriarcado que lleváis a las espaldas.

Vosotras nos estáis inspirando y nosotras nos estamos liberando

* También va por ti space mom; siempre estarás en nuestros corazones, Carrie.





Queridas reinas magas

El año pasado, las cabalgatas del día de Reyes estuvieron salpicadas de polémica: algunos distritos de Madrid decidieron que las mujeres tendrían un papel protagonista como reinas magas y en Valencia directamente recuperaron la cabalgata republicana.

Reinas Magas en Valencia (2016)

Reinas Magas en la cabalgata de Valencia en 2016 vía El Diario

Más allá de la anécdota, no cabe duda de que el peso de las compras y cenas navideñas sigue recayendo en las mujeres, así que no es tan descabellado hablar de reinas magas. No hay por qué regalar algo material ni algo caro, a pesar de que la publicidad nos bombardee con imágenes machistas de perfumes caros. Muchas veces, una manualidad o un regalo pequeño que encaje con los gustos de la persona a la que regalamos son mejores que un regalo caro e impersonal. Si te decides por comprar algo, aquí tienes algunas ideas de regalos amorosos para facilitar la tarea. ¡Espero que os inspiren!

Literatura:

Experiencias:

Cine, televisión y (video)juegos:

Fragmento del videojuego Alice: madness returns

Fragmento del videojuego Alice: Madness Returns vía EA Games

¡Y recuerda! Las niñas pueden jugar con camiones y los niños con cocinitas.

Y tú, ¿qué vas a regalar estas fiestas? ¡Cuéntanoslo en los comentarios!

[Nota: este post ha sido actualizado en diciembre de 2017]





La preñez entre bambalinas

Si no has tenido la famosa «suerte de quedarte embarazada», te pido que te tomes unos minutos para hacerte partícipe de una realidad que no tiene ni pintas de color rosa. Más bien, el sentimiento de culpa y remordimiento te persigue en cada minuto de tu vida.

Las mentiras que se dicen del embarazo, ligadas a la violencia a la mujer y doble violencia por la presión que se ejerce per se y por estar en gestación son increíbles. Tantas, que mil palabras se harían ver como un tuit.

Acostumbradas a tapar el dolor y el sufrimiento para no ser calificadas como malas mujeres, indignas de un estado realmente catastrófico y de mutación, decimos para el bien de la sociedad machista que somos hermosas y estamos perfectas, aún cuando la cadera nos reviente del dolor por el peso de la barriga.

Acá solo algunos de los mitos que bordean una de las etapas, para mí, más terribles que puede pasar a una mujer: el embarazo.

via Trestletech en Morguefile

1.- Eres feliz desde el primer momento
Nada puede ser más falso. Más aún si no lo has planificado o si ya no esperabas otre hije . El mundo se cae encima de ti, las nubes negras se apoderan de tu mente: ¿Qué hacer? En mi país el aborto es ilegal, si lo haces y sobrevives a los camales ambulatorios, irías presa por asesina. Si lo llegas a tener en avanzada edad como en mi caso, eres calificada como mujer irresponsable y añosa (término médico para embarazos de mujeres pasadas las 3 décadas). Si lo tienes a temprana edad, los calificativos no dejan de ser fuertes y malignos pero extrapolados: joven golosa (término social machista para subrayar el gusto desmedido de una adolescente por el sexo, gusto que aún no se puede manifestar en sociedad. la culpa te recorre las venas.

2.- No piensas en abortar
Falso. Los planes que tenías de mujer independiente y llena de gatos, se fueron al traste. Tus viajes fueron tachados del calendario y tus ahorros se rutean a biberones y pañales. Entonces, ¿quieres tener a tu cría desde el primer momento? NO, no es así, pasas noches y días pensando a quien llamar, a buscar un número telefónico de una clínica clandestina, pegado en un poste. Luego tomas la decisión: «lo tendré» ( si su decisión será tener al bebé, siga a los siguientes numerales, caso contrario, continúe preparándose en su maestría). Entonces la sociedad se encarga de decirte que eres una fácil ( término patriarcal que pretende someter a la mujer por tener un hijo soltera, culpándola de no tener marido), una mujer que se preñó por irresponsabilidad, más no por una excelente planificación social, obviamente, inexistente.

3.- Estás en la etapa más bella de tu vida
Falso. Tu cuerpo sufre una metamorfosis, te transformas en un ser extraño y nuevo que se llama mamá (estereotipo del que ya hablaremos en próximos artículos), estás mutando… Las tetas te duelen, te llenas de gases, tienes artritis gestacional, te salen hemorroides, vomitas el aire que respiras y lloras, lloras todo el tiempo. Pregunto a las féminas de mi alrededor: ¿cuál síntoma te gustó más? ¿El que no puedas caminar del dolor de cadera? ¿El que tus piernas estén hinchadas y rojas con mucha urticaria? ¿Que tu cuerpo esté pesado como un bloque de hierro? Nadie lo acepta, salvo que sea una mujer muy allegada a ti, que con vergüenza dice «sí, es horrible». No, no es lindo, no es para nada lindo, es terrible, horroroso, eres inútil, casi no recuerdas tu vida sin barriga y sigues llorando. La maternidad la gozas cuando tienes a tu cría en los brazos, y a veces pienso que tampoco es muy cierto.

4.- Perteneces a los grupos de atención prioritaria
Relativamente falso. Si bien es cierto que en medicina es respetado este decreto constitucional, a la sociedad le importa un rábano tu preñez. Vas parada en el transporte público, no te ceden el turno en los bancos, no hay prioridad en los cines ni cajeros automáticos. No importa si sientes que vas a morir de tanto sol, si llegaste última, te aguantas. La atención prioritaria es algo que aún en Ecuador se tiene que luchar por obtener en vez de vivir con naturalidad. Ni hablar de lo que sucede en las catástrofes naturales: «Si la tierra tiembla, yo me iré de aquí», diría Johnny Pacheco.

5.-El instinto materno aflora desde el primer mes
No, no es verdad, llevo 5 meses de gestación y aún me pregunto si tomé la mejor decisión. Me deprimo y me cuestiono por toda la culpa que me enseñó a sentir mi maestr@ diciéndome que a pesar de saber que mi pareja no quería hijes, lo tuve y debo afrontar mi preñez sola (lejos de adoptar una actitud legal y humana), mostrando un orgullo tonto que abarca hambre y desnutrición para la madre y la cría, antes que tramitar los juicios de responsabilidad paternal. De la culpa que me entregó gratuitamente una amiga cristiana, quien decretó que no amaré a mi hije por no ser nacido dentro de matrimonio, con la bendición de un Dios que castiga a un ser que ni ha salido del vientre. Culpa, siento culpa y lucho día a día para que mi hije no nazca con esa energía castradora y sometedora. Aún no puedo cantarle a mi vientre, ni contarle historias, me siento culpable.

6.- No estás enferma, sólo estás embarazada
Falso: para seguir con la poca libertad que tienes, te advierten que compartir con amigos y amigas dejó de ser parte de tu vida desde que el embrión está en tu útero. ¡No! Cuidado, eres mamá, tienes que moderarte, no puedes desvelarte, recuerda, estás EMBARAZADA, no vaya a ser que pierdas al bebé por tu vida social. Pero nuevamente se extrapola para el capitalismo: para seguir produciendo, para las horas extras en la ofi, para aguantar el estrés, los memos, los oficios, las deudas, las cuentas por pagar, no, para eso «no estás enferma, sólo estás embarazada». Así que si un hombre te dice esta famosa frase, grítale con fuerza: «préñate primero y me juzgas después.»

7.- Estás desesperada por sexo, eres sujeto de pena
Si, aunque no lo creas, te vendrán muchas propuestas de hombres generosos que por pena te ofrecerán su pene para que puedas satisfacer tus pobres deseos de mujer preñada sin marido. Sí, increíble pero cierto…

8.- Pierdes objetividad
Totalmente. Eres una barriga caminando, nada de pensar, tu cerebro dejó de funcionar desde que los y las demás supieron que estás preñada. No eres objetiva para los compas de la ofi, eres un río de emociones en la familia, con los y las amigas. No, tu criterio en los 9 meses no tiene validez.

9.- ¡Eres mamá!
Sí, lo eres, lo sientes, lloras y eres feliz. No importa si tienes las tetas caídas hasta el pupo. No importa si tienes panza de tambor. ¡No importa, eres mamà! Y sí, es cierto, das la vida por tu bebé. Es lo único cierto en todo esto: yo ya lo hice una vez y fue hermoso, créeme.

Mucha suerte en tu decisión, cualquiera que sea luego de este post.





Defendiendo a Wendy

Wendy tenía talento para contar cuentos. Era cariñosa, guapa y tenía muy asumido que algún día sería madre. Una chica de su tiempo, compasiva, comprensiva, generosa, a la que le gustaba cuidar. Por eso la eligió Peter. Por eso se coló en sus sueños y luego en su habitación para pedirle que fuese la madre de todos los Niños Perdidos. Y de paso, de sí mismo. ¿A quién no le suena la historia?

Se los llevó -a ella y a sus hermanos- volando por el poder de los pensamientos bonitos, al idílico país de Nunca Jamás, ese mundo imaginario lejos de Inglaterra y su implacable niebla, que cada niño imaginaba como quería pero que tomaba vida mágicamente cuando Peter llegaba. Wendy en principio traga con todo, aguanta a la egocéntrica Campanilla que quiere quitársela de en medio por amor a Peter, con aquella excusa barata de que las hadas son tan pequeñas que no tienen espacio para albergar dos sentimientos a la vez.

Wendy vive todas las aventuras que le tocan, casi muere a manos de Garfio y se resigna a cuidar y cuidar. Y cuando intenta darle un “dedal” (beso) a Peter… A la mierda con todo el cuento.

Wendy Peter Campanilla Beso

Porque Peter no quiere crecer. Es su habilidad especial como “héroe”. Sabe imitar a los piratas, defenderse con la espada, hacer que la comida imaginaria alimente… Pero no, no puede crecer. No puede siquiera recordar sus propias aventuras porque eso le haría madurar o aprender algo de la vida y eso no es algo deseable para el bueno de Peter. Necesita mantenerse así, buscando una madre que le cuide y le cuente cuentos sin esperar nada a cambio cuando vuelva a casa, mientras él sigue de aventura en aventura salvando su propio mundo de la adultez una y otra vez.

¿Qué gana Wendy? Me preguntaba yo. No, en serio, ¿qué gana? Le toca el papel de cuidadora de todos mientras ella no recibe absolutamente nada en compensación. Wendy quiere una vida tranquila, una casa, un marido, hijos, quién sabe. Quién sabe si eso es lo que ella realmente quería o lo que la sociedad victoriana le impuso con cuentos de hadas y princesas, en realidad, daba igual. Los deseos de Wendy estaban destinados a no cumplirse nunca. Nunca Jamás. Porque ello implicaría que Peter, el héroe, madurase… y cómo osar.

Él sí pudo sacarla de su casa, alejarla de sus padres y de todo lo que conocía, hacerle volar y verse envuelta en aventuras con piratas aterradores y hadas patológicamente celosas que querían asesinarla. Él sí. Él podía pedirle que fuese la madre de todos sus amigotes para siempre, pero ella no podía pedirle un beso. Pobrecito. Tiene derecho a seguir viviendo en ese mundo imaginario, sin reglas ni límites. Y de llevarse consigo a ese mundo mágico a quien quiera, con sus propias condiciones y exigencias. Todo es poco por pasar el rato junto al gran héroe que corta manos a piratas y salva el mundo cada noche sin recordarlo. Claro que sí.

Olvídalos, Wendy

Recordemos, eso sí, que la mala es ella. Recordemos que es la mala pécora que tiene la osadía de pretender que el gran héroe… (Oh Dios) cambie. Que asuma responsabilidades de adulto como las que exige a los demás. Porque él puede exigir que le cuiden y respeten pero no puede comprometerse a hacer lo mismo.

Porque el héroe es egocéntrico y narcisista, un eterno adolescente al que ninguna víbora pude perturbar en su pax perpetua en el idílico Nunca Jamás.

Porque Nunca Jamás es ese apartamento de soltero al que nunca podrás llevar tus cosas, porque no caben. Ese armario del que te deja una cuarta parte porque es su armario. Esa mesa odiosa que no pega con ningún otro mueble pero que tuvo a bien comprarse sabiendo que te encanta la decoración y a él no y que no te iba a gustar absolutamente nada. Esa casa con las llaves puestas por dentro para que no le pilles viendo porno como un mandril. Esa partida interminable de un videojuego la mañana de tu cumpleaños. Y todas las demás mañanas. Ese no-regalo de aniversario porque ha decidido unilateralmente que no es un día tan importante. Esa paja viendo porno de chicas siliconadas mientras tú estás en la misma casa, con tu aburrido cuerpo sin siliconar y tu aburrida personalidad incomparable a la libertad de las chicas del porno amateur, esperando a que te haga un poco de caso, sexual o no. Su espacio infranqueable al que no puedes acceder. Cuánta, cuánta maldad femenina.

Cuánta mala mujer suelta. No en vano, si buscamos el “Síndrome de Wendy”, nos encontramos un perfil infantilmente revanchista, que trata de contestar al agravio sufrido al describir el Síndrome de Peter Pan. Si quien padece el Síndrome de Peter Pan (siempre una persona, no un hombre por la gloria de los editores), es inmaduro, narcisista, cruel, arrogante, dependiente, manipulador, con escasa empatía y que cree que está por encima de cualquier ley o norma social; quienes padecen el Síndrome de Wendy son incapaces de llevar el rumbo de sus propias vidas y por ello, se empeñan en “controlar la vida de la otra persona”.

Wendy es mala, controladora y si se hace cargo de las tareas ajenas es por una malévola inseguridad patológica seguida de un tremendo miedo al rechazo. Nada que ver con que la sociedad patriarcal nos inculque todo esto a fuego y hierro entre tanto rol de género, nada que ver con que en el cuento es ella a la que sacan de su casa con el fin de convertirla en la cuidadora de una cuadrilla de energúmenos fantasiosos.


Nada es comparable a una madre de verdad

Al parecer, al Señor Psicólogo Jaime Lira -citado en la Wikipedia posiblemente por los Amigos de la Falacia de la Falsa Equivalencia, y del que poca más información nos ofrece San Google al buscarlo por su nombre y profesión- no se le cae la cara de vergüenza ante semejantes afirmaciones y todavía tratará de diagnosticar y “tratar” a alguna de estas malvadas mujeres.

La mala siempre es y será Wendy. Esa pobre chica que se tuvo que volver a casa con sus padres, con miedo a decepcionarlos y a que descubriesen que se había escapado por amor a un eterno adolescente que le había fascinado con sus polvos de hada. De un hada mala que quiso matarla y luego se arrepintió y casi termina muriendo ella, por amor al mismo héroe del mismo cuento. Suponemos que ninguna era digna de tal amor. Wendy, la chica que jamás hizo daño a nadie y que sólo trató de hacer de ella lo que todos esperaban, sin conseguirlo. Que seguramente al final fue madre de unos cuantos niños felices y tuvo un buen marido, quizá, sin miedo a ser adulto y a compartir responsabilidades en el único mundo que existe. Lejos, muy lejos de Nunca Jamás.

Seguramente, por suerte para ella, dijo: «Que le den el héroe».

Porque al final, la verdadera heroína, la que se atreve con el monstruo más grande y temible de todos, el mundo real, siempre será ella, la genial  y gran olvidada, la injustamente denostada heroína. Wendy Darling.





Por qué Amanda Palmer y Neil Gaiman van a ser los mejores padres del mundo

El pasado mes de marzo, Amanda Palmer anunciaba su embarazo con una fotografía realizada por su pareja, Neil Gaiman. Esta semana anunciaban el nacimiento de su primer hijo, uno que, desde luego, parece afortunado en lo que a padres se refiere. Y es que la pareja no sólo llama la atención por su innegable talento, en sus respectivas carreras artísticas, sino que también es, a mis ojos, un precioso ejemplo de amor sano.

guess what? i’m pregnant. due september. super special thanks to neil himself.

Una foto publicada por Amanda Palmer (@amandapalmer) el

Precisamente poco antes de que anunciaran el embarazo, leía en Psychology Today (no me juzguéis, estoy estudiando y hago esas cosas) este decálogo de índices de una relación sana, y aunque el medio tiene sus cosas (muchas cosas, de hecho), creo que en este caso puedo firmarlo:

  1. Tu pareja y tú estáis en la misma onda en lo que se refiere a valores básicos y metas vitales. Sabéis qué queréis de la vida, cuáles son vuestras metas en común, qué queréis conseguir y estáis comprometidos a conseguirlo juntos.
  2. Hay un fuerte vínculo de confianza entre vosotros. Discutís abiertamente de todo: lo bueno, lo malo, y lo desagradable. Sin secretos ni medias verdades.
  3. Mantenéis vuestra identidad dentro de la relación; tú y tu pareja. Esto es vital. La relación puede ser una parte importante de esa identidad, pero, sobre todo, sigues siendo un individuo con diversos roles en la vida más allá de ella.
  4. Pasáis tiempo de calidad juntos haciendo cosas que os resultan satisfactorias a ambos, además de tiempo separados haciendo lo que os importa a cada uno a título individual.
  5. Os animáis el uno al otro a crecer y cambiar. Os inspiráis el uno al otro para ser mejores personas.
  6. Tu pareja y tú os sentís a salvo cuando comunicáis necesidades y deseos. Dedicáis tiempo a comentar lo que es importante para vosotros como pareja y para cada uno de vosotros individualmente. Os escucháis con atención, algo clave para el entendimiento real.
  7. Respetáis vuestras diferencias, incluso si estáis en desacuerdo en temas importantes, y sois capaces de llegar a acuerdos en torno a ellas.
  8. Compartís expectativas realistas sobre la relación, en lugar de fantasear sobre cómo podría o debería ser. Recordáis que estáis tratando con otro individuo extraordinariamente complejo además de con vosotros mismos; trabajo más que suficiente sin añadir ideales poco realistas.
  9. Cada uno de vosotros contribuye a la relación con sus fortalezas y habilidades, en beneficio del equipo.
  10. Tu pareja y tú honráis los lazos familiares y amistosos del otro. Aunque es importante tener tiempo para la familia y los amigos también es importante mantener ciertos límites sanos entre tú y tú pareja, además de entre vosotros y el resto de las relaciones cercanas que tengáis.

Cada pareja tendrá su propia forma de llevar a la práctica este decálogo, pero no veo ningún gran reparo que ponerle a esta serie de principios, y sin embargo me es muy difícil encontrar parejas a mi alrededor que pueda decir que lo siguen (o en mi pasado, vaya). En cambio, veo a Neil y a Amanda y encarnan cada uno de ellos.

Amanda Palmer kisses Neil Gaiman

via Amanda Palmer @ Facebook

Cuando él coge un avión para cruzar el país y acompañarla en un acto de presentación del libro de ella en su 54 cumpleaños; cuando ella reconoce el enorme esfuerzo que él está haciendo con este gesto y lo agradece públicamente pidiendo a sus fans que dediquen cariño a él también. Cuando deciden casarse «oficialmente» aunque ya llevasen mucho tiempo casados simbólicamente el uno con el otro y lo hacen con toda esta naturalidad. Cuando les veo mirarse el uno al otro con admiración mutua en las presentaciones de proyectos juntos, que los tienen, o ante los logros individuales del uno y el otro. Cuando Amanda está destrozada ante la inminente muerte de uno de sus mejores amigos y Neil cancela sus siguientes compromisos para acompañarla a despedirse, aunque ni siquiera sabe si llegará a conseguirlo. Y la acompaña, aunque es una cosa que ella necesita hacer sola, para estar en el camino. Así, justo así, es como se honra esos lazos afectivos, y no invadiéndolos, como hacen tantas parejas diariamente obligándose al acompañamiento mutuo a todos los acontecimientos sociales. Y, sobre todo, cuando habla de su día a día, de que, por supuesto, se pelean, como todas las parejas reales, pero que, al final del día, son un equipo.


Pero esto no viene de que hagan una pareja fantástica, sin más. Esto viene, sin duda, del enorme trabajo que han hecho ambos en sí mismos como individuos. Y es que Amanda es una mujer con un enorme sentido del humor (tanto como para convertir una experiencia que aterraría a cualquier primeriza, contraer la enfermedad de Lyme durante el embarazo, en una excusa para proponer un súpergrupo junto a Kathleen Hannah y Avril Lavigne, ambas afectadas por la misma enfermedad) y con un don que hace mucha falta en este mundo de individuales que se creen autosuficientes: lo que ha llamado El arte de pedir, y que da título a su reciente (y muy recomendable) libro y a una charla de TED que podéis ver aquí si preferís la versión audiovisual. La capacidad de reconocer que una necesita a los demás y de pedirles lo que necesita y al mismo tiempo de ser capaz de reconocer que es un acto de generosidad de los demás aportar eso que tú necesitas. Chapeau, Amanda. Haces que parezca fácil, pero no lo es.

En cuanto a Neil, su enorme creatividad probablemente tenga una gran relación con su aceptación de los errores. Algo fundamental si queremos ser realistas: no somos perfectos. Vamos a equivocarnos, vamos a correr riesgos, vamos a jugárnosla y a perder. Y no pasa absolutamente nada. Sin esos errores, uno no llegaría a aprender lo suficiente como para ser parte de este equipo, sin duda.

Enhorabuena, pequeño Anthony-Squeaker. Tus padres te van a enseñar cosas estupendas, ya verás.

 

via Amanda Palmer @ Patreon

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