El año pasado, las cabalgatas del día de Reyes estuvieron salpicadas de polémica: algunos distritos de Madrid decidieron que las mujeres tendrían un papel protagonista como reinas magas y en Valencia directamente recuperaron la cabalgata republicana.
Reinas Magas en la cabalgata de Valencia en 2016 vía El Diario
Más allá de la anécdota, no cabe duda de que el peso de las compras y cenas navideñas sigue recayendo en las mujeres, así que no es tan descabellado hablar de reinas magas. No hay por qué regalar algo material ni algo caro, a pesar de que la publicidad nos bombardee con imágenes machistas de perfumes caros. Muchas veces, una manualidad o un regalo pequeño que encaje con los gustos de la persona a la que regalamos son mejores que un regalo caro e impersonal. Si te decides por comprar algo, aquí tienes algunas ideas de regalos amorosos para facilitar la tarea. ¡Espero que os inspiren!
Life is Strange, videojuego que tiene por protagonistas a Maxine y Chloe; aunque el mundo de los videojuegos sigue siendo profundamente machista, pero hay bonitas excepciones. De hecho, Life is Strange estuvo cerca de cambiar a su protagonista por un hombre. También puedes regalar la precuela: Life is Stange 2.
Otro videojuego protagonizado por una mujer y que me encanta es Alice: Madness Returns, reinterpretación bastante oscura de Alicia en el País de las Maravillas que nos habla de los estragos que puede causar la muerte de un ser querido.
(Vaya por delante que trabajo para Edelvives, ¿eh?)
Miranda tiene 8 años. Le gustan las pompas de jabón, el olor de las tardes de lluvia y los pájaros que le caben en la mano pero, sobre todo, le gusta que le cuenten historias y más si son de verdad. Esta niña curiosa y pizpireta es la protagonista de la nueva colección que Edelvives ha lanzado para acercar a los niños las biografías de mujeres relevantes de la historia.
Itziar Miranda, Jorge Miranda y Nacho Rubio son los creadores de esta pequeña que no quiere ser princesa, no viste de rosa, ni canta el “Suéltalo”. Las ilustraciones de Lola Castejón (Thilopia), elegantes y delicadas, nos muestran una cría muy alejada del estilo Disney. Miranda es alta, espigada, lleva trenzas, calcetines de rayas y, sobre todo, tiene ideas propias.
Las recetas de Miranda. Ilustración de Lola Castejón (Thilopia)
Miranda es lista y centra su atención en mujeres significativas de la historia que conocemos de manera muy superficial. Y es que la historia ha ninguneado a muchas de esas mujeres por el mero hecho de no haber nacido hombres.
Mujeres como Juana la Loca, Frida Khalo o Marie Curie dejaron en el pasado una huella que tendrá peso en el futuro, pero sus hazañas han dejado un poso ligero en nuestras mentes como simples menciones en los libros de historia. ¿Qué sabemos de ellas realmente?
Miranda nos invita a conocer a Juanita, Frida y Marieta (como ella las llama) desde la inocencia de sus 8 años. Con mucho ojo crítico, Miranda analiza los matrimonios concertados en la infancia, los amores obsesivos, los destructivos (esos que parecen amor pero no lo son), la infidelidad, los celos. También da un repaso a la prohibición de acceder a la cultura, la negación del reconocimiento profesional, la asfixia del talento femenino eclipsado por un hombre…
Frida. Ilustración de Lola Castejón (Thilopia)
¿Habríamos conocido el talento de Frida Khalo si no hubiera dejado atrás a Diego Rivera para volar sola? ¿Qué tal habría gobernado Juana si no la hubieran tildado de loca? ¿Qué habría sido de la humanidad si Marie Curie se hubiera sometido a la prohibición de estudiar de su Polonia natal?
Personalmente, creo que a Frida le habría pasado lo que a las mujeres que rodearon a los Beatles. Me parece aberrante que un país europeo prohibiese estudiar a las mujeres en los albores del siglo XX y creo firmemente que a todo el mundo le importaba un pito si Juana estaba realmente loca porque, en un momento en que Castilla era el mundo y se configuraban los confines de un imperio en el que jamás se pondría el sol, ¿alguien habría dejado gobernar a una mujer? ¡Venga ya!
La colección Miranda es valiosa y valiente. Debe seguir creciendo
Quiero que esta cría contestataria nos cuente las vidas de más mujeres porque ya era hora de poner el foco sobre las artistas, las científicas, las reinas, las políticas… Ya era hora de profundizar en sus vidas. Ya era hora de que los niños las conocieran en la infancia y ya va siendo hora de aumentar el espacio que se les dedica en los libros de arte, ciencia e historia.
Marieta. Ilustración de Lola Castejón (Thilopia)
Miranda me mola. Por eso he utilizado a mi niño de conejillo de Indias. Le enseñé los libros y los rechazó porque “son para niñas”. Le juré que no y como el enano este se da un aire a Miranda pero sin trenzas, concluyó que yo estaba ciega. ¿Acaso no veía yo esos colores pastel, esas líneas delicadas? “Esto es de niñas y tú no te enteras.”.
Me ha costado que se decidiera a empezar con Marieta pero al enemigo se le vence por cansancio, así que en cuanto le repetí 20 veces a mi futuro CSI que si no llega a ser por Marieta, ahora no existirían las radiografías y los forenses no podrían usar los rayos X para resolver casos, claudicó. Aunque “Los dibujos son de niñas”. Si logro que sepa que Marieta obtuvo 2 Premios Nobel y fue la primera mujer en enseñar en la Sorbona, ya sabrá de ella mucho más que los niños de su edad. Sólo por eso ya vale la pena la pelea.
Eso sí, como tengo enchufe en Edelvives, voy a aprovechar para hacer una pregunta: ¿podemos hacer que estos libros entren también por los ojos de los niños? Es que ese pequeño detalle puede contribuir a derribar muchas barreras desde la más tierna infancia 😉
El planteamiento es cualquier cosa menos prometedor (al menos para gran parte de la audiencia de este blog): los hijos adolescentes de los príncipes y princesas Disney ven invadido su pequeño mundo perfecto cuando el príncipe Ben decide permitir que algunos de los hijos de los villanos, desterrados durante toda su vida a una isla incomunicada con el perfecto mundo de Auradon, accedan a estudiar con ellos. A partir de ahí, realeza y villanía se enredan en un High School Musical con magia, algo así como si las Monster High aprendieran a cantar. En fin, un telefilme de Disney Channel, sin más. Pero el caso es que tras el clásico chico-conoce-chica, chicos-juegan-al-rugby, chico-nerd-se-enamora-de-chica-cool, todos-cantan-sin-venir-a-cuento, The Descendants da varios mensajes que están, muy, muy bien y que se echan en falta en otros mensajes de Disney:
– Para empezar, la diversidad. Sí, la hija de Mulan es china, sin duda, obvio. Pero también es negra la hija de la Bella Durmiente, y lo es con total naturalidad aunque la negrura se haya saltado una generación (negra es la madre de la Bella Durmiente; cómo Aurora era una rubia WASP es un misterio pero que en la película no tienen necesidad alguna de resolver), es ¿negra? ¿hispana? Cruella de Vil y algo de eso queda en su hijo, y es mestizo y aparentemente sin madre el hijo de Jafar, todo esto de una forma bastante poco problematizada. Hay una chica en silla de ruedas que aparece en las coreografías sin que sepamos quién es, sin que nos llamen la atención sobre la cuota de diversidad, simplemente como parte del alumnado. Bravo por eso, Disney. En serio. Ahora: cualquier día, los protas no son dos blancos estupendos, eso también. Venga, si hasta en High School Musical la prota era latina. Te vamos a perdonar porque al fin y al cabo Audrey, la hija de Aurora, es capitana de las animadoras.
La hija y la madre de la Bella Durmiente se enfrentan la hija de Maléfica.
– No son las chicas las que se enamoran como locas. No, qué va. Evie es una clásica princesa (no en balde ha sido educada por la Reina Malvada de Blancanieves) a la que «su madre enseñó a usar colorete antes que a hablar». Está obsesionada con el espejo, pero por tradición familiar (al fin y al cabo su madre es aquella del «Espejito, espejito…»). Y Evie, por supuesto, llega a Auradon buscando enamorar a (y enamorarse de) cualquier príncipe que vea… Pero de lo que acaba por enamorarse es de la química, y descubre que todas sus habilidades hogareñas no son más que muestras de su enorme talento, que Mal le invita a seguir desarrollando, por ella y para ella, en un arrebato de amor propio y sororidad muy raro en películas como esta y en la frase de esta película que consigue hacerme llorar. Sí, tal cual. Ahí lo dejo. Queredme.
Espejito, espejito, ¿cuál es la masa atómica de la plata?
– Y ese es el mensaje principal de la película: no tenemos por qué comportarnos tal y como nos han educado. Por fuertes que sean los estereotipos con los que nos hemos criado (en este caso, el terrible maniqueísmo de realeza frente a villanos, colegio privado o gueto, porque todo lo que tiene de diverso en cuanto a raza desde luego no pierde el tinte clasista transversal a todos ellos; pero también, claro, el de «la princesa del cuento«), tenemos ocasión de elegir. El hermoso mito de la movilidad de clase ascendente, sí, pero también una ocasión de elegir, de que los protagonistas se liberen del peso de lo que sus padres y madres quieren para ellos.
Dime, mamá, ¿qué nueva maldad quieres que haga hoy?
Pero eso no quita que aún tengamos varios frentes en los que trabajar. Por ejemplo, ¿por qué son las chicas las que sufren tanto con ese vínculo con la madre y sus expectativas? El hijo de Cruella se hace rápidamente con un perrito como mascota en contra de todo lo que le enseñó su madre, y el de Jafar, a pesar de las enseñanzas individualistas de su padre, no tiene problema en descubrir que disfruta mucho más de su fuerza bruta cuando la pone al servicio del equipo. Son las chicas, también, las que son compadecidas por la hija de Mulán porque sus madres no les hacían galletas cuando estaban tristes, reforzando el estereotipo de maternidad tradicional, la «madre Pinterest», como el único válido. Que no, que Maléfica y la Reina Malvada no son ejemplos de madres, seguro, pero por muchos motivos que tienen poco que ver con sus habilidades culinarias.
Oh… ¿en serio los progenitores villanos no os han enseñado a hacer galletas?
Y, por supuesto, están los mensajes de fondo del amor como salvación, como expiación: Mal es capaz de enfrentarse a su madre cuando descubre que Ben está enamorado de ella realmente y no gracias a su filtro de amor (el clásico engaño presente en casi todos los amores de cuentos de hadas), cuando descubre que han traspasado su coraza y que ella también siente algo hacia él. Este amor se mezcla con el amor a sus amigos, y el que estos sienten a su vez por sus nuevos intereses y aficiones, no quedando reducido al amor romántico, pero hay ahí un pozo de amor que redime del que ya hemos hablado aquí en otras ocasiones y que es peligroso. Eso sí, al menos es ella quien se salva, y salva a todos los demás, y ante el comentario del príncipe de «la próxima vez espero rescatarte yo a ti» ella responde «mejor que no haya próxima vez». Porque, como también hemos dicho anteriormente por aquí, el amor está en la rutina, y no en los grandes dramas.
A raíz de la estupenda reflexión que Eva González escribió en este blog hace unos días, me he animado a daros mi opinión sobre Cenicienta y Disney, porqué no. Desde luego, con Frozen, como decía mi compañera, a Disney se le ha escapado una princesa nada romántica y me atrevo a decir incluso que se les ha ido de las manos. Quién sabe si para compensar el fenómeno Elsa no decidieron hacer un remake con actores reales de una de sus películas de animación clásicas, la Cenicienta.
Si todavía no la habéis visto, no os esperéis nada nuevo. Todo es exactamente igual que en el film de animación de 1950. ¡Fabuloso, pensaréis los amantes de los clásicos de Disney! Pues sí, pero hay un tufillo rancio en esta película que huele a sexismo desde lejos.
Como os decía, ahí los tenéis a todos: a Lucifer, el gato malvado; los ratoncillos, incluido Gus; Anastasia y Griselda y el hada madrina. Como en el cuento clásico, la madre de Ella (Cinder– ceniza en inglés+ Ella, el juego de palabras que da origen al nombre de la protagonista) fallece y la bella joven se queda sola con un padre ausente. Si trasladamos este cuento al mundo real, seguramente los servicios sociales se habrían hecho cargo de la niña porque el padre está menos en casa que lo que la mayoría vamos al gimnasio. Pero yendo al grano, la escena que marca la sumisión y el aroma a machismo de la película es cuando, antes de morir, la madre hace prometer a Cenicienta que siempre será generosa y valiente.
Hija mía, te quiero tanto que me voy a casar con una hija de puta que te haga la vida imposible
Parece que Disney entiende que «generosa y valiente» es el equivalente a sumisa y obediente. Como una buena jovencita debe ser. Nada de rechistar. ¿Que te quitan la habitación y te trasladan al ático en tu propia casa? Carita feliz. ¿Que eres la chacha en una casa llena de criados? Carita feliz. ¿Que tu padre se muere y te convierten en una esclava? Carita feliz. ¡Nada de rebelarse, que eso no es ser generosa ni valiente! A limpiar, barrer, fregar y cocinar mientras vas soltando gorgoritos.
En un acto de rebeldía sin límites, la pobre Cenicienta se escapa con su caballo por el bosque. Pero como tragar mierda tiene su recompensa (¡gran mensaje, Disney!) se encuentra casualmente con el príncipe azul, que se enamora perdidamente de ella. Flechazo total. ¿Por qué está buenísima? No, hombre, no. Porque tras una conversación de dos minutos, ha visto la generosidad y valentía de la niña.
¡Qué puta pasada ser una esclava en mi casa!
Tan enamorado se queda, que se marcha en cuanto sus compañeros de cacería se lo dicen. Tan maravilloso es el príncipe que no le explica a la muchacha que es un príncipe. Como el padre quiere casarle porque le quedan dos telediarios y el reino necesita un heredero, el príncipe se lía la manta a la cabeza e invita a todas las doncellas del reino al baile donde debe elegir esposa. ¡Qué dispendio, hoygan! Si yo fuera un plebeyo y escuchara al pregonero decir que al baile real pueden asistir también las doncellas, ¡ojo! ¡Solo las doncellas plebeyas!, o me lío a tomatazos porque yo también quiero asistir aunque tenga rabo o escondo a mis hijas no sea que el heredero sea una especie de degenerado. Pero no, arcoiris y piruletas.
No me gustas porque estés buenísima, es que he visto más allá. En una conversación de 2 minutos, claro que sí.
El resto os lo podéis imaginar: las hermanastras me rompen el vestido, me pongo a llorar como una loca, aparece mi hada madrina, me voy al baile hecha un pincel y ¡sorpresa! ¡El maromo del bosque, que me dijo que era un aprendiz, es un príncipe! ¿Me enfado porque me ha mentido? ¡No, hombre, no! Carita feliz. Total, yo también estoy mintiendo. Eso son cimientos de una relación sana y lo demás son tonterías.
La muchacha pierde el zapato y se organiza la gran búsqueda. Las hermanastras y la malvada madrastra, interpretada por Cate Blanchett en estado de gracia, como es habitual (en serio, es de lo poco que vale la pena de la película) intentan que no se pruebe el zapato de todas las maneras posibles pero no, triunfa el amor verdadero y comen perdices.
¡Qué puta pasada estar todo el día limpiando, barriendo, recogiendo, cocinando…!
¿Amor verdadero? Lo que da de sí una conversación de dos minutos a caballo y una cita en un palacio, ¡Qué cosas! Lo más grandioso del final de la película es ella, Cenicienta, saliendo de la casa del brazo del príncipe y diciendo «te perdono» a su terrible madrastra. Porque ser sumisa, calladita y obediente tiene premio, señoras. Porque callarse y hacer siempre lo que te dicen te da opciones a casarte con un chulazo que está forrado. Pues eso, se entiende el mensaje, ¿no? Chin pun.
Lo que me da más pena del asunto es que la moraleja rancia y machista de esta película llegará a un montón de niñas que ya han demostrado, como decía mi compañera, que prefieren ser Elsa a ser Ana. No quieren enamorarse y casarse, quieren tirar rayos de hielos por las manos. ¿Y quién no querría ser una maga de hielo? ¡Si es lo más grande! Elsa tiene un 10 en coolness, en su castillo de hielo, viviendo feliz y tranquila. Sin príncipes. Sin reglas. Siendo ella misma.
Elsa, ¡cómo mejoras en coolness!
Por eso pienso que a Disney le ha salido el tiro por la culata con Frozen porque creo que ni en sus sueños más descabellados habrían pensado que las niñas del siglo XXI prefieren ser superheroínas antes que princesas. ¡Y gracias a Dios que es así! ¡Vivan las Elsas del mundo!
Una de las frases más repetidas en mi casa el último invierno ha sido ésta. Así casi puedo afirmar que soy experta en Frozen. Han hecho de «Suéltalo… Suéltalo» mi banda sonora particular.
Sinceramente, la impresión que tengo es que Elsa se les ha colado a Disney. Pero por si acaso crearon a Ana, su hermana, esperando que todas las niñas la adoraran y aprendieran a no enamorarse de extraños.
Elsa es la única princesa feliz de conocerse a sí misma. No necesita príncipes azules. Se la nota fuerte y feliz cuando decide ir por su cuenta y alejarse del mundo. En contraposición está su hermana Ana: inocente, enamoradiza, tierna… Toda una princesa. ¿Esperaría Disney que todas las niñas fueran como locas buscando muñecas y disfraces de Ana a la sección de princesas?
Pero no, todas las niñas quieren ser Elsa. Una princesa mezclada con súperheroe, que lanza hielo tanto para crear cosas bonitas como defenderse. Yo veo a las niñas en la calle lanzando rayos invisibles de hielo. Ninguna que quiera ser Ana. Ni una sola con interés en enamorarse ya sea de un príncipe o un repartidor de hielo.
Si a una niña le das a elegir, Elsa les ha dado la posibilidad de elegir tener superpoderes. Eligen hielo antes que tener amor. ¡¡¡Pueden ser superheroínas!!! Pueden competir contra Spidermans, supermanes y otros súperheroes del patio del colegio con súperpoderes de hielo. No tienen que ser sus novias para que les defiendan. Se pueden coger de la mano de otra niña al grito de «esto es amor verdadero» y lanzar hielo a los otros súperheroes de los que están presentes en formas de individuos por debajo de uno con cincuenta metros.
No, no han ido en masa a comprar muñecas y disfraces de Ana. Elsa mola más. Da igual estar sola, que nadie las comprenda o que ningún hombre se atreva siquiera a sacarla a bailar. Lanzar hielo mola más que eso.
Ahora eso sí, quedo a la espera que no destrocen el personaje de Elsa en la próxima entrega. Que no pongan en marcha la maquinaria patriarcal y conviertan a Elsa en otra cosa. Ninguna niña ha echado de menos que Elsa se enamore ni que la salven. Diosa quiera que la próxima de Frozen no tenga como eje principal que Elsa se enamore. Porque, sinceramente no me acabo de fiar de Disney y de cómo funciona la maquinaria patriarcal.
Ana no les ha funcionado de contrapeso de Elsa. Las niñas quieren ser superpoderosas. Quieren ser protagonistas reales de su propia historia. ¡¡¡Qué más da no ser dulce y tierna si tienes superpoderes!!! Elsa les ha dado la posibilidad de elegirse a ellas mismas.
Los roles sexuales clásicos, a revisión con «Érase dos veces»
Cuando era pequeña me gustaba mucho la Cenicienta, especialmente la parte en la que se convierte en una despampanante princesa con un largo y pomposo vestido y se va al baile del Príncipe. Me gustaba porque me parecía muy injusto el mal-trato que le daban las arpías de sus hermanastras y madrastra y de alguna forma lo vivía como un “pues ahora os jodéis”.
Sin embargo, sutilmente y quizás disfrazado de “justicia” (en aquel momento me satisfacía pensar que la situación se tornaba algo más justa para ella), se nos iban inculcando ideas, ideales y metas a alcanzar en la vida que no por estar a la orden del día son menos cuestionables:
Si eres bella (físicamente) tienes la vida resuelta.
Puedes ser bella (también físicamente) pero a no ser que vistas como mujer-florero nadie se fijará en ti, serás invisible.
De otro tipo de belleza que no sea tan evidente, mejor ni hablamos, no importa ni tiene cabida.
Conseguir tu príncipe azul es la meta y aspiración más alta que una mujer puede tener en la vida (por supuesto, es él quien te elije a ti, tú aceptas sin rechistar).
Ante las adversidades, espera sentada a que un apuesto galán venga a salvarte del peligro, tú no eres lo bastante fuerte ni tienes capacidad de acción, reacción, decisión o iniciativa para resolver por ti misma tus problemas ni tomar las riendas de tu vida (menos mal que muy cerquita tenemos ejemplos que desmontan esta estúpida idea).
El culto a la belleza física, vestirse como mujer-florero, el ideal de amor romántico, la obediencia ciega sin cuestionar nada, la sumisión, la desigualdad, el sexismo… ¿Nos damos cuenta de los esquemas mentales-vitales que algunos cuentos clásicos van inoculando desde pequeñitos? ¡Cómo no van a surgir después problemas de autoestima, entre otros!
Tanto niñas como niños van interiorizando roles y estereotipos de género en absoluto igualitarios que, según vayan creciendo y se conviertan en adultos, tenderán a perpetuar a la hora de relacionarse con el otro, y muchas veces de manera totalmente inconsciente, como ocurre con tantas cosas que se maman en la infancia.
La psicóloga terapeuta Ascensión Belart lo explica muy bien en su blog, Un viaje hacia el corazón. “Se convierte al otro en el centro o «salvador» de la propia vida y se abandonan gradualmente a sí mismos. Se renuncia a la autodeterminación para no amenazar la relación y ambos aceptan funcionar como «medias naranjas». Se intenta ser quien el otro quiere que sea, es decir, hay coacción y control, no sólo de lo que el compañero hace sino de lo que dice, siente y piensa (…) Necesitamos romper esos patrones relacionales que hemos aprendido e interiorizado de anteriores generaciones que sólo conducen al desgaste, sufrimiento y pérdida de uno mismo, para poder acceder a un nuevo modelo de relación, un nuevo paradigma basado en el amor incondicional, el desapego, la libertad, la confianza y el respeto mutuo”.
Y los cuentos infantiles son, sin duda, un poderoso e interesante vehículo para empezar a romper esos arcaicos patrones y educar en igualdad a niños y niñas.
Érase dos veces, una segunda oportunidad para los cuentos de siempre
Pablo Macías y Belén Gaudes, padres de una niña y un niño y decididos a aportar su granito de arena por un mundo más igualitario, se lanzaron a la aventura con Érase dos veces. El objetivo del proyecto, dar una vuelta de tuerca a los cuentos clásicos populares para crear un nuevo imaginario de referencia, lejos de mandatos de género y roles sexistas imperantes en un sistema partriarcal, en el que además repensemos y replanteemos los tradicionales conceptos de masculinidad y feminidad de manera que sean más igualitarios y justos (pero justos de verdad).
Para poder llevarlo a la práctica, en 2013 lanzaron una campaña mediante la plataforma colaborativa de crowdfunding Verkami. Entonces se centraron en 3 clásicos: Caperucita Roja, Cenicienta y Blancanieves. Aspiraban a conseguir 8.500€ pero tuvo tantísimo éxito que se superó con creces, llegando a los 18.605.
Yo quería haber sido uno de tantos mecenas que participaron pero entre pitos y flautas me pilló el toro y cuando quise hacerlo ya había terminado la campaña. Pero me moló tanto que en diciembre de 2013 fui con la Duendecilla (por aquel entonces con 2 añitos y 3 meses) a un cuentacuentos que se organizó en Tierra Roja, y allí aproveché para comprar Caperucita. El cuento le encanta, y a menudo, al llegar a la parte del lobo en el bosque, siempre me lanza la misma pregunta cuya respuesta ella misma contesta: ¿En este cuento el lobo es bueno o es malo?
Interior del cuento ‘Caperucita’ (Érase dos veces))
Somos conscientes de que los cuentos clásicos están ahí y tampoco se trata de esconderlos; además, que nosotros en casa optemos por versiones revisadas, más modernas, y más consecuentes con nuestra propia forma de entender la vida y las relaciones personales, no significa que otras personas de referencia en su educación (véase, abuelos, por ejemplo) lo hagan también. Así que nuestro argumento para que no le parezca una incoherencia es que en los cuentos a veces los lobos son buenos y otras malos, a veces las brujas son muy brujas 😛 (me he permitido esta pequeña licencia a sabiendas de que también es una expresión que perpetúa la imagen de bruja como malvada, pero estoy de acuerdo con Vega en que el lenguaje no es inocente y que construye realidades) y otras son buenas y muy sabias, las princesas pueden ser igual de valientes que los caballeros. Y así todo. ¡Qué manía con los estereotipos!
Portada del cuento La Bella Durmiente (Érase dos veces)
Portada del cuento La Sirenita (Érase dos veces)
Portada del cuento Hansel y Gretel (Érase dos veces)
En 2014, Érase dos vecesvolvió con 3 nuevos títulos: La Sirenita, La Bella Durmiente y Hansel y Gretel. De los 11.500 € que aspiraban conseguir cerraron la campaña con 22.916 € (en esta ocasión el toro no me ha pillado y puedo decir que soy una orgullosa mecenas 🙂 )
Ellos dicen que no han “modernizado” los cuentos clásicos, que simplemente los han despojado del sexismo, la violencia y la desigualdad. Pero hacer esto último sí es, desde mi punto de vista, modernizarlos. Está genial que hayan respetado la magia de las historias y la fantasía, pero los cuentos populares hace ya cientos de años que se forjaron en la memoria colectiva y quizás en aquella época los valores y mensajes que transmitían tenían mucho más sentido. Ahora ya no.
La Señora Malilla: cuentos coeducativos
Otro proyecto similar es SuperLola, un videocuento y libro ilustrado que rompe con los estereotipos propios del género femenino y elimina las diferencias entre hombres y mujeres. La protagonista es una valiente niña, Lola, que sueña con ser superheroína y aspira a cambiar el mundo, un mundo en el que todas las niñas y los niños puedan ser lo que ellos mismos, libremente, quieran ser. El cuento se lanzó a finales de 2013 y en muy poco tiempo alcanzó 17.000 visitas en YouTube.
Su autora, Gema Otero, es experta en género e igualdad. Gema comenzó a incluirlo como material de apoyo en sus talleres coeducativos, y a raíz de esto se embarcó en un nuevo proyecto profesional, La Señora Malilla, cuyo objetivo es la creación y difusión de materiales didácticos, lúdicos y creativos que permitan trabajar los valores coeducativos en las aulas y fuera de ellas, y así, por tanto, conseguir un mundo mejor y más igualitario.
Ella explicaba que “este cuento es un camino lleno de ventanas abiertas. Es una historia que invita a ver y sentir el mundo de otra manera y que muestra nuevos modelos de niñas al margen de los roles y los estereotipos que marca nuestra cultura de género. Esta historia permite trabajar con niñas y niños el valor de la igualdad a través de la libertad de elegir el camino a seguir, del respeto a las diferencias o de la visibilización del papel de las mujeres en todos los ámbitos de la vida”.
Happily ever after
Parece que la idea de que el cambio hacia una sociedad más justa, igualitaria y corresponsable comienza en la infancia, está empezando a calar. Pero es un camino lento y aún queda mucho por hacer, no solo desde los cuentos infantiles sino también desde el cine (¿también pensáis que las pelis de Disney han hecho mucho daño?) o los juguetes.
En los cuentos de Érase dos veces sus protagonistas no comen perdices al final, ni tampoco terminan con el mítico “… y vivieron felices para siempre”. Esta frase tan aparentemente inocente puede tener un fuerte impacto en un niño o niña que cuando crece y sigue todos los pasos que seguían las princesas de los cuentos no resulta encontrar la felicidad eterna.
La fotógrafa canadiense Gina Goldstein se reveló contra esta idea y hace 5 años lanzó en Internet la serie fotográfica Fallen Princesses, con el final alternativo de esas princesas de cuentos de hadas. «La serie nació del profundo dolor personal, cuando me enfurecí contra el ’felices para siempre’ con el que nos alimentan desde la infancia«.
La artista, madre de una niña, considera importante reflexionar y “discutir” sobre el concepto “happily ever after” tan potenciado por las películas de Disney. Ella quiso, además, poner el foco en otros asuntos que afectan a la sociedad en general y a la mujer en particular en nuestros días. Las imágenes, que seguramente muchos ya conoceréis, no tienen desperdicio. En ellas podemos ver a Blancanieves a cargo de la crianza de su prole (4 hijos) mientras su maridín está tocándose los huevos con su lata de cerveza y sus patatas fritas en el sofá; o a Cenicienta, triste y más sola que la una en un bar con una posible adicción al alcohol; o a Bella tumbada sobre la camilla de un quirófano en el que le curan las heridas (presuntamente por violencia machista) y aprovecha para hacerse algún que otro retoque.
Imagen sacada del Facebook de Gina Goldstein
Imagen sacada del Facebook de Gina Goldstein.
Imagen sacada del Facebook de Gina Goldstein.
¿Qué os parecen estos proyectos? ¿Conocéis otros similares con la misma filosofía? Porque merecen ser sacados a la luz. Animarse a comentar 😉
Estas semanas suelen ser tiempo de regalar, de dar y de recibir. De pensar por unos días, aunque solo sea un poquito, en los demás. Y en estas fechas, todos los años, podemos apreciar el acusado machismo que podemos ver en los regalos para los niños, pero, ¿qué pasa con los adultos? ¿El problema se queda en la infancia? ¿O seguimos pensando que hay “regalos para ellas” y “regalos para ellos”? Y no me refiero porque haya “perfumes para ellas”, “moda para ellos”… (que este tema daría para un enciclopedia), me refiero a productos culturales… Y os preguntaréis, ¿por qué estoy diciendo esto?
Pues porque hace cosa de un mes, un colega compartió en Facebook esta publicación de una página de fans de Star Wars:
El vídeo, que resulta ser un anuncio (lo podéis ver aquí), muestra a una joven pareja heterosexual haciéndose obsequios mutuamente. Él le regala a ella joyas, otro regalo que no sabemos qué es, y un reluciente coche blanco. Ella le regala a él… un Halcón Milenario. Todo para anunciar los “fines de semana Star Wars” en una de las cadenas del imperio Disney. Si el vídeo es ya toda una declaración, el administrador de la página de fans redondeó la idea con su comentario:
«Lol… this is the best gift any man can have!»
Any man.
Any MAN.
Dejando aparte esa bonita competición por la que cada miembro de la pareja lucha “por hacer el mejor regalo”, que es, claro está, una cosa sanísima… (Cuánto más gasto = más te quiero, pero esto da para otro post…). Evidentemente, las reacciones de las fans femeninas no se hicieron esperar, y comentaron que también sería el regalo ideal para cualquier MUJER que le gustase la saga Star Wars.
Sí, me diréis que el administrador de la página en cuestión no se dio cuenta, y que desde su perspectiva como hombre, es normal, y que estoy sacando las cosas de quicio. No soy de las que piensa que el lenguaje sea inocente, y menos aquel que surge de una forma automática, pero bueno, teniendo en cuenta la idea que presenta ya el anuncio, podemos concederle el beneficio de la duda.
Pero, en serio: ¿de verdad no había otra forma de anunciar los “fines de semana Star Wars”? ¿No hubiese sido mejor recalcar las horas de diversión, de emoción, de valores… que aporta a cualquiera, los que ya son unos clásicos del cine?
¿Por qué desde un primer momento los lumbreras de los creativos pensaron que sería el hombre dentro de esta pareja el fan de la saga? ¿Si fuese una pareja de hombres homosexuales, por definición los dos serían fans y competirían por regalarse un Halcón Milenario o un X-Wing? Y es que aquí está el quid de la cuestión: ¿por qué creemos que este producto cultural es “para hombres”? Decidme: ¿cuántas veces habéis pensado que Star Wars eran “unas pelis para tíos” y habéis pensado que las mujeres que se confiesan fans de la saga eran unas “raritas”? ¿Tal vez por la misma razón que pensamos que un hombre al que no le gusta el fútbol es “un rarito”?
Y lo voy a dejar aquí, porque prefiero que entre todos nos planteemos la respuesta a estas preguntas.
Tan solo terminaré este post con esta frase que me ronda por la cabeza desde que vi el vídeo: cada vez que definimos un producto cultural bajo una cuestión de género, estamos robando horas de felicidad y de diversión a una persona.
Por lo demás, espero que los Reyes os hayan traído lo que verdaderamente deseabais, os sintáis del género que os sintáis. A mí aún no me ha caído el Halcón Milenario, voy a ver si regalando joyas, coches, cenas, zapatillas de fútbol… a mi pareja, acabo consiguiéndolo. 😉
Una trilogía de best-sellers que promete remover la sexualidad femenina. Que, al parecer, ha despertado en las mujeres más mayores, en esas que se criaron bajo el régimen franquista, su derecho a la fantasía sexual. Y una piensa que eso es fantástico y que es liberador, y entonces se lee los libros.
Una amiga decía: «ni siquiera es BDSM«, y es cierto. No lo es. Es, básicamente, maltrato. El BDSM es el lazo, el camuflaje, la máscara. Es lo que hace legítimo el impulso de control de Christian Grey sobre Anastasia.
La historia tiene todos los componentes del amor clásico de cuento de hadas, de película romántica de adolescentes: mujer joven inconsciente de hasta qué punto es atractiva se enamora perdidamente de un hombre poderoso que parece estar fuera de su alcance pero renuncia a todo lo que es y, mágicamente, obtiene su amor.
Todo muy sano. Muy romántico. De hecho, no lo olvidemos, la película se estrenará en San Valentín.
Ana Steele pasa los tres tomos revolviéndose contra ese control: se empeña en mantener su piso, mantener su dieta, mantener su trabajo, rechazar determinadas prácticas. Una rebelde. Y eso es precisamente lo que enciende el ansia del personaje masculino: Ana siempre es divertida porque siempre tiene que volver a seducirla, volver a domesticarla. Por supuesto, la trama se ocupa de ir demostrando, punto a punto, acción a acción, que Ana se equivoca. Esa mujer-niña que es la protagonista tiene que enfrentarse al acoso sexual porque ha cometido la imprudencia de seguir trabajando cuando no lo necesita, cuando su pareja puede mantenerla. Se niega a determinadas prácticas porque no sabe que se va a ir acostumbrando al dolor y la humillación hasta que le parezcan agradables, pobre, ella tan poco conectada con su cuerpo. Se empeña en vivir a su manera porque no sabe lo bien que le va a ir todo cuando obedezca: lo guapa que estará, lo cuidada que estará, lo feliz que será a costa de todo lo que la querrá y protegerá Christian Grey.
Esto es maltrato. Si no puedes trabajar, si no puedes ver a tus amigos, si tu pareja decide qué te pones, qué comes, cuándo haces ejercicio, cuándo y cómo tenéis sexo, entonces es maltrato.
Pero hay tres cosas que ocultan el maltrato que vertebra esta relación. La primera, el BDSM, que es la más evidente. Toda una subcultura desde el punto de vista de las personas que no lo practican y que la imaginan de una forma aberrante. Ese cuarto del placer de Grey que en nuestra mitología popular es una puerta al infierno. Es esa clásica posición de que en el momento en que una mujer (particularmente una mujer) acepta según qué tipo de prácticas sexuales, lo que venga detrás es consecuencia de la depravación. Es el mismo tipo de lógicas que subyacen bajo la culpabilización de la víctima de una violación: si andas sola, si vives sola, si caminas por la calle de noche, te expones. Si te dejas atar en un acto sexual, entonces es normal que tu pareja no te deje salir.
La segunda, el cuento de hadas. Christian Grey no es un hombre cualquiera. Es un millonario de 27 años. Es guapo, es rico, es culto (las referencias a la música clásica, por ejemplo). Anastasia Steele es una chica torpe, que se siente poco agraciada, que viste mal, que tartamudea en público. Grey se convierte al mismo tiempo en el príncipe y en el hada madrina: la transforma en alguien mejor, en alguien digno de ese amor, de esa riqueza, de las citas en helicóptero y los yates como regalo de cumpleaños. Mejora, económicamente, el estilo de vida de Ana, colocándola en el estatus de mujer objeto de otras tantas princesas de cuento cuya historia se acaba tan pronto llega el beso del príncipe.
Y la última, y probablemente la más importante, es la empatía con Grey. La compasión que despierta la historia personal de Christian Grey como niño. Los abusos recibidos que justifican los abusos ejercidos sobre otras personas. Esa naturaleza monstruosa e incontrolable. Como en la Bella y la Bestia, Grey no puede evitar herir a Anastasia; pero, a cambio, puede compensarla haciéndole regalos: una biblioteca, un incunable; el paralelismo es tan directo que no da mucho juego a la interpretación. En cambio, Bella y Anastasia no agreden, huyen: lo que, a su vez, despierta la ira de sus respectivas bestias. La forma de enfrentarse a la agresión y los abusos es, en el caso de la mujer, la conversión. El sacrificio, la tolerancia, para, poco a poco, ir educando al maltratador, redimirlo. El amor se convierte así en un proyecto permanente, en el arma blanda de la mujer enamorada: te querré y te curarás.
Y este posicionamiento es precisamente el que justifica todo tipo de relaciones tóxicas, ya lleguen al maltrato o no. El creer que el amor de una es omnipotente y sanador. Un tema que sin duda da mucho más juego que un simple cierre de post…
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