La sabiduría popular dice: “Se aprende más de los errores que de los aciertos”; quizás tengan razón, pues al menos en cuestión de amores a mí me tocó aprenderlo así, a la mala, bajo la idea de que “Donde hay amor, hay dolor”. Después de ese gran duelo en donde me perdí a mí misma, quedé decepcionada de lo que en ese entonces concebía como amor y de lo que los demás decían que era.
Sin embargo, “Después de la tempestad viene la calma”, eso significó para mí conocer y hacerme consciente de que “No hay peor ciego que el que no quiere ver”, que las acciones que yo interpretaba como amor realmente no lo representaban; existen más maneras de amar y había que comenzar a deconstruirme al respecto.
Confieso que fue una transición difícil despojarme de ideas, pensamientos, acciones que se me habían inculcado y que en mi entorno se reproducían y se veían normales, bien dicen que “Nadie llega tan lejos como cuando se sabe hacia dónde se camina”. Hoy vuelvo a creer en el amor que se sustenta en hechos y no en ilusiones, quiero volverme a enamorar pero con los pies en la tierra, siendo consciente de encontrar a un compañero, no por temor a la soledad, porque ahora me siento completa y quiero a alguien en esta misma sintonía, que ambos encontremos un tiempo y espacio mutuo para compartirnos, que la libertad sea lo único que nos una, que sin ataduras ni posesiones podamos elegirnos a diario, ser apoyo el uno del otro pero no la inspiración para crecer individualmente y juntos, porque el verdadero amor no duele, no controla, no cela, no destruye; todo lo contrario: sana, fortalece, enriquece y construye.
Pasante de la Licenciatura en Trabajo Social por la UAEMéx; mujer utópica, lectora, aprendiz de escritora, feminista en deconstrucción, amante de los perros, con vocación de servicio.
Todas conocemos canciones que cantan al amor romántico y sus mitos. Los celos que llevan al asesinato en Cruz de Navajas de Mecano, el Sin ti no soy nada de Amaral, La tortura de Shakira y Alejandro Sanz defendiendo que hay que aguantar de todo en nombre del amor…. Pero también hay muchas canciones que los desmontan, canciones de amor nada románticas. Hoy se celebra San Valentín. Aprovechando la ocasión, os voy a hablar de algunos mitos del amor romántico y de mis canciones favoritas para bailar sobre ellos.
Según este mito, somos seres incompletos. Solo una persona está destinada a nosotras y completará nuestros huecos, llenando nuestra vida y proporcionándonos felicidad.
La Otra, en su canción Contigo, habla de ese amor sano en el que somos seres completos, capaces de ser felices sin pareja, pero que junto a quien queremos todo nos parece un poco más fácil. En realidad, esta canción desmonta bastantes mitos y es un canto a esa libertad que nos regala el saber amar bonito.
Mito de la finitud
Si amas a alguien no puedes amar a otra persona. Este mito nos cuenta que el amor es algo que se acaba y que hay que repartir. En realidad, el amor, como la amistad, cuanto más se reparte más crece.
En Corazón Nómada, Rebeca Lane canta al amor como agua, abono y tierra donde todo puede crecer. El amor no es un producto, es sangre y es vida dando vida.
Mito del amor jerarquizado y la pareja como “todo”
El amor de pareja es lo máximo a lo que aspiramos en cuanto a relaciones. Familia, amistad, soledad elegida… todo queda en segundo plano. Esto puede llevarnos a alejarnos de muchas personas que nos quieren y a quienes queremos. Recordemos que el amor romántico es solo una parte de nuestra vida: nuestros sueños, amistades, aficiones, trabajo, familia, etc. forman también parte del puzle.
Nos cuentan que si nos gusta alguien no nos pueden gustar otras personas y que los celos son un signo de amor. Sin embargo, podemos amar a varias personas a la vez y no sentir inseguridad si ellas también aman a otras personas. Muchas veces los celos son síntoma de inseguridad, de querer poseer a la otra persona en lugar de dejarla crecer.
La preferidaes una de mis canciones favoritas desde que la escuché. Un precioso bolero de Las Taradas que canta al amor sin ataduras, pero sí con cuidados y cariño.
Mito de la omnipotencia
“El amor todo lo puede”, “si me quiere cambiará”, “mi amor lo sanará”… ¡PELIGRO! Hay obstáculos internos en todas las personas y también hay circunstancias externas que pueden afectar. El amor no es una poción mágica, y menos en personas que no saben querer. Querer que una persona cambie es no quererla tal y como es, pretender que alguien que nos hace daño deje de hacérnoslo si aguantamos es peligroso para nuestra autoestima y puede serlo para nuestra integridad física.
No soy muy fan de Operación triunfo, pero sí de que en formatos tan generalistas se empiecen a escuchar discursos como el de “tengo claro que no me voy a fijar en un chico malo” de la canción Lo malo de Ana Guerra y Aitana. Me encanta que acabe esa leyenda de que los chicos “malos” nos gustan y que si aguantamos sus malos tratos cambiarán y nos amarán.
Mito de la eternidad y el sacrificio
Esa idea de que el amor verdadero es eterno, que si se acaba no encontraremos algo igual, que estaremos devastadas. Esa leyenda de que si queremos que algo dure hay que aguantar lo que sea, de que hay que darlo todo por el amor aunque se sufra, ese horrible refrán: “Quien bien te quiere te hará llorar”. Se puede amar muchas veces, se puede romper una relación aunque aún se ame, se puede amar de diferentes maneras. Cambiemos el refrán por “Que el amor valga la alegría y no la pena”.
Buika, esa voz con duende que nos habla de romper con las relaciones que nos hacen daño, canta Jodida pero contenta.
Mito de la heterosexualidad
Parece mentira, pero aún damos por sentada la heterosexualidad en el amor. Por suerte, cada vez más artistas cantan a diferentes manera de amar.
Kumbia Queers es uno de mis grupos favoritos de canciones de amor no románticas y siempre andan enamoradas de alguien, en esta canción le toca el turno a Daniela.
Mito del matrimonio o de la convivencia
Hay muchas manera de vivir el amor y de configurar una pareja. Y, aunque la sociedad en muchos casos nos conduce a registrar nuestra forma de vida de alguna manera, no todo amor está abocado al matrimonio o la convivencia. Tampoco el fin de todas las persona es acabar sus días en pareja.
De nuevo tenemos a Las Taradas, que este año han sido mi descubrimiento y me tienen loca con sus canciones de amor al no amor, con su canción Que no, que no!
El mito de «o mala o buena»
A las mujeres siempre se nos ha situado en el binomio o bruja o santa, o amante o esposa, o sexy o madre. Pero las mujeres somos personas como los hombres, con múltiples facetas, y no se nos puede reducir a un tópico. No es necesario ser de ninguna manera para que nos quieran, lo válido es que nos quieran por nosotras mismas, tal como somos. Y si eso nos transforma en una Mujer inconveniente, siempre podemos cantar esta canción de Liliana Felipe.
El mito del libre albedrío
Esta es una concepción del amor como algo mágico. Es perder de vista que todos nuestros sentimientos, incluidos los amorosos, están influidos por factores socio-biológico-culturales.
Hay diversos estudios desde las distintas ciencias sociales (psicología, antropología, sociología…) que muestran qué factores afectan a nuestra elección de una pareja y a nuestra manera de entender el amor. Entender esos factores nos ayuda a deconstruirlos y a lograr que nos afecten menos. Esto nos permite comprender mejor nuestras elecciones y decidir un poco más fríamente, sobre todo en el caso de relaciones tóxicas.
El himno de más de una generación Me gusta ser una zorra de Las Vulpess ilustra esto. Las mujeres dejamos de ser sujetos pasivos esperando a nuestro príncipe azul. La sociedad cambió y la concepción del amor también.
Me he dejado muchos mitos y muchas canciones pero os recomiendo mucho esta otra lista de reproducción, El feminismo también se baila, para que sigáis bailando sobre la tumba de tantos mitos.
Todo comenzó buscando una mirada. De fuera. La suya. No sabía aún que quería que me amara, pero sí que necesitaba unos ojos que me vieran completa. Tuve suerte. No los encontré.
La mirada enamorada
Un día, en el espejo, me encontré con dos ojos recorriendo mi cuerpo. Lo miraban con cariño y una chispa de deseo. Me hice el amor mirándome a los ojos. Era la mirada que anhelaba.
Y ya no dejé de mirarme. Cuanto más me miraba, más me sorprendía. No buscaba nada en mí, me descubría. No había juicio, ni siquiera admiración. Mi yo voyeur y mi yo exhibicionista estaban conociéndose. El resultado no podía ser otro, me enamoré de mí. Por quién era en cada instante y por cómo me trataba.
¡Qué manera de cuidarme! Me acunaba cada tristeza, me cabreaba cuando algo me atacaba, me acariciaba en los amaneceres y me decía seria, firme, preocupada: “Por ahí no, te la vas a pegar”. ¡Cómo no quererme! Aún recuerdo aquel pícnic sorpresa. Me propuse ir al río al salir de trabajar. Pocas veces me digo que no, así que allí fui. Al llegar, descubrí que llevaba un trozo de pan y una fresas en el bolso. Y en un momento, y sin haberme avisado, me regalé un pícnic en la orilla del río. ¡No podía dejar de abrazarme!
Déjame quererte
Desde entonces pasa una cosa curiosa. Ya no busco tanto otras miradas, ahora necesito mirar y querer yo. Así, sin vuelta. Es como si no me cupiera tanto amor dentro. No tengo hambre. Quiero abrazar, besar, hacer cosquillas, follar, dar la mano, mirar como yo me miro. Regalar lo que siento, desbordarme en otros cauces.
Y ahí llega la sorpresa. Digo “Te quiero” y saltan las alarmas. Incluso las mías. “Te quiero” ya no es querer y punto. Es un paso más en la relación (¿qué relación?, ¿qué tipo?, ¿con quién?); una pregunta: “¿Y tú a mí?”, una exigencia: “Te quiero, necesito más de ti”. ¿En qué momento nos empezó a asustar que nos quieran? ¿Cuándo empezamos a pasar de puntillas, a no mirar a los ojos, a fingir que no sentimos? En el momento en que las relaciones se estandarizan y regulan todo son pasos encaminados a un fin. Los sentimientos se gradúan, deben ir de menos a más. ¡No lo compro! Yo puedo querer a alguien unas horas, un segundo, una eternidad y luego ya no, o sí, pero no querer verle, no necesitar que me quiera. Que ya me quiero yo.
No quiero enamorarte
Por eso no quiero enamorarte. No quiero utilizar ningún medio para ese fin. Tampoco quiero demostrarte nada, ni enseñarte una parte de mí y esconder otra. No quiero potenciar lo que podamos tener en común o de diferente para atraerte.
No te quiero enamorar. Estaré encantada de que tú te enamores de mí. Como yo me enamoro de ti sin que hagas otra cosa que ser. Solo porque me gustas, porque tu sonrisa me hace sonreír y porque me apetece verte y descubrirte gesto a gesto y palabra a palabra.
No quiero enamorarte porque una vez me enamoré de mí. Y descubrí que soy una mezcla única de gustos, deseos, cualidades, manías, futuros posibles e historias pasadas. Igual que tú.
No quiero enamorarte, no quiero hacer nada que no me apetece para enamorarte, no quiero dejar de hacer lo que me nace para enamorarte, no quiero estrategias, no quiero medir mis palabras, no quiero ensayar mis gestos. No quiero ser de ninguna manera diferente a la que soy. Y quiero gustarte así. Porque si lo hago distinto voy a conseguir que te enamores de una persona distinta de quien soy. Así que no, yo no quiero enamorarte, quiero que te enamores de mí.
Me encanta enamorarme, vivir enamorada, pero no entiendo que a nadie le pase conmigo, que nadie se enamore de mí.
No parece que lo necesites.
No lo necesito, pero me sorprende que nadie se enamore de mí alguna vez, un rato.
Eso es porque se te ve bien, a tu rollo, feliz… Mírame a mí, estoy roto, todo el día quejándome y se enamoran. Quieren arreglarme. En ti no hay nada que arreglar.
Parece que el hecho de ser feliz por mí misma es un obstáculo a la hora de conectar a niveles más profundos con las personas. Yo no lo vivo así, yo me siento más cómoda, más amorosa, más abierta, más vulnerable y más, sí, feliz, desde que estoy bien conmigo misma, desde que no necesito tanto amor externo. Pero parece que eso no es atractivo a la hora de tener una relación más allá de la amistad con otra persona. No engancha, la felicidad ajena no nos engancha. Nos hace sentirnos inútiles, supongo.
Creo que nos han enseñado que el amor viene a salvarnos, que si no tenemos amor, tenemos un vacío. Y, en consecuencia, nos sentimos amadas si logramos llenar ese vacío. Es difícil ser útil, necesaria e imprescindible para una persona que se siente completa, a la que le gusta su vida, que se siente querida sin necesidad de pareja. Podemos aspirar a muchas cosas más: a compartir momentos, a intercambiar opiniones, a tener relaciones sexuales, a verle crecer por sí misma, a ayudarle a ser más libre… Pero no nos han enseñado a hacer eso en las relaciones que calificamos de amorosas. Nos han enseñado a proteger, a limitar, a imponer nuestros deseos, a pedir que colmen nuestras necesidades… Y si alguien no nos pide ese tipo de amor, creemos que no nos ama. Si alguien es feliz, ¿cómo va a querer amor? Como si el amor no fuera precisamente eso: sonreír, estar alegre, compartir buenos (y malos) momentos, hacer las cosas más fáciles, desear lo mejor.
¿Dar y recibir o amar?
Ocurre también que no tengo una pareja estable (ni inestable, en realidad) pero quiero a las personas con las que paso mi tiempo y me gusta decírselo. Eso también las asusta. Intento no decirlo, pero a veces se me escapa. Y entonces me miran y preguntan: “¿Qué quieres?”. Nada. No quiero nada. O sí, verte sonreír, que te vaya todo bien, que vivas la vida que te dé la gana. Pero para mí no quiero nada, solo poder decirte que te deseo lo mejor, a mi lado o no. Cuesta entender. O cuesta cambiar la manera de pensar. Nos hemos acostumbrado a que si nos dan, luego nos pidan. A que si damos, tenemos que recibir. Porque nos falta algo y, como tampoco sabemos pedirlo o dárnoslo a nosotras, pensamos que si nos sacrificamos por alguien, esa persona se sacrificará por nosotras. Y no. Nadie nos pide (o no debería hacerlo) nada. Por eso creo que nos asusta quien no nos pide; si no le damos, ¿cómo vamos a poder pedirle? No se trata de hacer eficaz, justo y equitativo nada. Hay que hacerlo sano y libre. Cualquier relación. Hace falta amar más y querer menos.
«La llamada» u otras formas de tratar el amor romántico
El otro día estuve viendo La llamada (película) de Javier Ambrossi y Javier Calvo. Me vais a tener que perdonar, he de confesaros que no he visto la obra de teatro originaria, pero me hubiera encantado hacerlo antes de ver su versión cinematográfica.
Escribo sobre esta película porque, mientras estaba en la sala, mi cabeza hizo clic unas cuantas veces, y algunas ideas empezaron a conectar con otras. Seguramente, a quienes ya la habéis visto os haya pasado algo parecido. A quienes no, deciros antes que nada que vayáis, porque os reiréis. Y si fuisteis niños durante los noventa y os gustaban los libros de Monolito Gafotas, como es mi caso, posiblemente encontrareis un guiño a Sita Asunción en el personaje de Sor Bernarda. Nuevamente a los que no la habéis visto, deciros que puede que sea mejor posponer esta lectura para más adelante porque, aviso, contiene SPOILERS y no me gustaría ser la culpable de haber destripado la película a nadie. Una vez hecha esta advertencia, ¡comenzamos!
Cartel de la película La llamada
La llamada se desarrolla en el transcurso de un fin de semana de verano. El lugar en el que suceden todos los acontecimientos es un campamento católico de Segovia llamado La Brújula, regentado por monjas. En este contexto son narradas las historias de las cinco protagonistas. Y sí, habéis leído bien, ¡todas ellas son mujeres! Creo que esta película podría pasar el test de Bechdel sin problemas.
Hay dos amigas adolescentes. A ellas les gusta el reggaeton y el electro-latino. A veces cantan juntas, incluso han empezado a formar un grupo musical.
También hay una monja novicia, encargada de custodiar a las adolescentes. Es una mujer joven, aparentemente insegura e inocente, que toma el papel de paciente mediadora entre las chicas rebeldes y la monja encargada. Esta monja encargada de dirigir el campamento suele ser bastante estricta, pero no puede parar de verse reflejada en las jóvenes y de recordarse a ella misma en su juventud, llegando a cuestionarse sus propios métodos. Por último, entre las protagonistas también está la cocinera del campamento. Ella es cómplice y confidente de las jóvenes, sabe de sus salidas nocturnas y de sus amores de verano.
Al principio, podría parecernos que la trama va a girar en torno a la religión y a la rebeldía juvenil, pero pronto descubriremos que hay una cuestión que vertebra las demás temáticas presentes en la película. Esta cuestión es el amor romántico.
En La llamada, el amor romántico está tratado de una forma bastante curiosa. Cuando una de las adolescentes empieza a ver a Dios por las noches, cree que es una «llamada» a seguir el camino de la religión y posiblemente a casarse con Dios, convirtiéndose en monja. Esta idea es la que se insinúa en la película.
Ella no sabe lo que le está pasando, se avergüenza y guarda silencio porque piensa que no la van a entender. Lo vive con el secretismo y la cautela de un enamoramiento. Pero si hay alguien que conoce muy bien lo que le está ocurriendo, esa es la monja novicia. Y como si de una hermana mayor se tratase, le aconseja que no dé ese paso, que se lo piense porque aún es muy joven y va a tener que renunciar a muchas cosas que le hacen feliz: la música, sus aspiraciones, la ropa que le gusta llevar… Esto es algo muy parecido a lo que ocurre cuando tenemos una pareja posesiva.
Reparto de la película La llamada
Esta monja sabe bastante de la situación. También tuvo un grupo de música en su adolescencia y fantaseó con otras muchas metas vitales distintas a convertirse en novicia. Y es que si se atreve a hablar sobre ello con la adolescente es porque se ha empezado a dar cuenta de que ha dejado demasiadas cosas olvidadas al centrarse en su vocación espiritual, y ahora está calibrando si el peso de la religión la está ahogando como persona.
¿Podríamos compararlo con las aspiraciones aparcadas en los márgenes de nuestros días por otorgarle todos nuestros esfuerzos y ganas a noviazgos y matrimonios o a la consecución de ellos? Yo pienso que sí. Y creo que la película, pretendidamente o no, consigue que lleguemos a esta conclusión.
Mientras todo esto ocurre, otra adolescente se está enfrentando al gran tabú de la homosexualidad y a la incomprensión que podría conllevar el reconocerlo públicamente, dado el contexto religioso en el que se desarrolla la trama. Su realidad es, al mismo tiempo, diferente y similar a la de su amiga.
Por último, la cocinera del campamento se ha cansado de ocultar a los demás que su pareja la ha dejado. Ahora lo único que quiere es un hombre con el que poder salir a bailar.
Vemos, por tanto, que en un primer momento las protagonistas deciden replegarse sobre sí mismas. Más tarde se atreverán a expresar lo que les está ocurriendo y a compartirlo con el resto de personajes.
Como os adelantaba antes, el amor romántico traspasa toda la película. A veces, incluso de las formas que menos podríamos haber esperado. Y para mí eso es un punto muy a favor, ya que la mayoría de las veces que se nos habla de amor en el cine ha de tratarse de un amor romántico al uso o más bien estereotipado, encarnado casi siempre por una pareja joven, heterosexual y guapa. Y podríamos seguir la lista, enumerando características típicas y conocidas por todos.
Pero si hay algo que me ha gustado mucho muchísimo de esta película, es la sororidad que desprenden, unas con otras, sus protagonistas. La representación de la camaradería, del apoyo, del afecto, de la comprensión o del trabajo codo con codo entre mujeres, en detrimento de la rivalidad y la falta de empatía por nuestras congéneres a la que nos tienen acostumbradas en el cine. Por todas estas razones no os puedo dejar de recomendar una vez más esta película, ya que no os dejará indiferentes.
Amor romántico: qué es y cómo contribuye a nuestra idea de amor
Hace unos días vi la película A tres metros sobre el cielo, protagonizada por María Valverde y Mario Casas, basada en el libro de mismo título y que narra la historia de amor adolescente entre Babi y Hache. A pesar de que la película parece la inocente historia de dos adolescentes enamorados, en realidad es violencia disfrazada de romanticismo, en la que se ve cómo Hache no duda en humillar y violentar a Babi para intentar que ella se fije en él, y Babi se enamora perdidamente de él a pesar de todo lo que la hace pasar.
El amor romántico sirve de modelo a la hora de establecer las relaciones de pareja así como a la idea que se tiene de estas
Esta es una de las muchas historias que podemos encontrar en el cine, los libros, las canciones y que contribuyen a crear la concepción social que tenemos del amor y de las relaciones de pareja. Sin embargo que esta visión esté plagada de violencia puede ser una idea inquietante ya que eso contribuye a que las relaciones sean desiguales y fomente comportamientos tóxicos. Para entender qué mecanismos hay detrás de todo esto hay que hablar del amor romántico, de qué es y de cómo ha ido moldeando la idea que tenemos de las relaciones amorosas en la sociedad occidental.
¿Qué es el amor romántico?
El amor romántico podría definirse como la concepción del amor actual en nuestra sociedad y que sirve de modelo a la hora de establecer las relaciones de pareja, así como a la idea que se tiene de estas. El amor romántico se basa en la pareja monógama y heterosexual, en la institución matrimonial y en la familia nuclear.
Cuando decimos que el amor romántico se basa en la heterosexualidad queremos decir que la idea de pareja que tenemos es aquella formada por una mujer y un hombre, en esto no hay más que ver los medios de comunicación y culturales, donde habitualmente las parejas que se representan son heterosexuales. Asimismo, se considera que las parejas tienen que ser monógamas, no se contempla la posibilidad de otros modelos como las relaciones abiertas o el poliamor. Esto se debe en parte porque se espera que las parejas en el futuro consoliden su relación a través del matrimonio y la familia nuclear (aquella formada por un padre, una madre y los hijos e hijas).
El patrón chico/a conoce a chica/o, se enamoran, lo pasan mal porque su amor es complicado, para finalmente terminar juntos, casarse y formar una familia ha sido repetido desde los cuentos infantiles acabados con la famosa frase se casaron y comieron perdices, hasta la actualidad, en diferentes historias, independientemente de su origen y de su género. Esta estructura es la base de las películas románticas, entre ellas las orientadas al público adolescente, muy sensible a las historias que se muestran en ellas ya que son su modelo a seguir.
Mitos del amor romántico
El amor romántico alimenta, y a su vez se basa, en una serie de mitos como los celos, el del amor verdadero que es para siempre, que el amor lo puede todo, la media naranja y un largo etcétera. A través del amor romántico se ha creado la idea en el imaginario colectivo de que somos seres incompletos que vagamos a lo largo de nuestra existencia para encontrar una pareja, para encontrar ese amor verdadero que nos complete y de sentido a nuestra vida. Asimismo, según la visión actual de las relaciones, una vez tenemos pareja esta tiene que ser el centro de nuestra vida, es lo más importante que tenemos y por ello debemos hacer todo lo posible por mantener el amor incluso cuando es dañino para nosotros.
Si una relación nos ata y limita entonces puede significar que no es una buena para nosotros
Todo esto contribuye a crear una imagen irreal e inalcanzable del amor que únicamente crea frustraciones, como el no tener pareja y por lo tanto pensar que algo está mal con nosotros mismos o que la relación no sea esa montaña rusa de emociones que nos imaginamos y nos parezca que no es amor de verdad.
Del amor a la violencia
También contribuyen a crear una idea nociva de amor que genera violencia. En el amor romántico la pareja es similar a una propiedad privada ya que el propio modelo crea una idea de pertenencia, de ahí la justificación de los celos como símbolo de amor. Es muy peligroso ver a la pareja como un objeto y no como un ser humano con plenas facultades de decisión y de relación, lo que fomenta el control y los celos, siendo esta la idea que se esconde detrás del maltratador que mata a la mujer con la justificación de que “era mía”.
Todo el mundo tiene inseguridades y al haber sido educados en este modelo relacional es normal sentir celos, la diferencia radica en cómo se gestionan esos celos: se puede intentar hablar con la pareja explicándole la situación emocional, pero sobre todo debemos entender qué nos genera esos celos para poder resolverlo y comprender que no somos los dueños de nadie y que nuestra(s) pareja(s) tiene(n) derecho a relacionarse con el resto del mundo.
Igualmente, habría que erradicar la idea de que el amor todo lo puede. No, no es así, el amor no puede con todo ni es para siempre. Que una relación se termine no es un fracaso, es simplemente que se ha acabado, y eso no implica que sea algo malo. Tampoco hay que fomentar la idea de que el amor hay que cuidarlo incondicionalmente. No se tiene que estar en una relación que provoca sufrimiento, ya que esto indica que no es una buena relación y por lo tanto es mejor acabar con ella en cuanto se pueda, aunque no sea algo fácil y si no somos parte de ella intentar ayudar a aquellas personas que estén en una relación de maltrato.
¿Qué podemos hacer al respecto?
Tras todo esto podemos pensar que en nuestras relaciones no reproducimos, o lo hacemos ligeramente, todo lo dicho anteriormente. Sin embargo, vemos que las cifras de violencia de género cada año aumentan entre los más jóvenes, quienes reproducen los patrones del amor romántico. Por ello es fundamental que a través de la cultura y la sociedad se generen modelos más sanos, que reflejen relaciones de pareja que no fomenten los estereotipos de género ni refuercen los mitos del amor romántico.
Todo esto pasa por crear nuevas historias con nuevos referentes, que incluyan la representación del colectivo LGTBI+, así como nuevos modelos que reflejen relaciones más equitativas en las que el amor no sea algo idealizado y deformado, sino un sentimiento positivo compartido y disfrutado, que no genere sufrimiento y violencia y que nos permita ser un poco más felices. Asimismo que se muestren otros tipos de amor, a los amigos, a la familia, a uno mismo, que también son fundamentales para el desarrollo personal. Construyendo nuevas formas de ver y entender el amor se podrán desarrollar relaciones más positivas que, apoyadas a través de la cultura y la sociedad, permitan crear lazos más fuertes y sanos.
Construyendo nuevas formas de ver y entender el amor se podrán desarrollar relaciones más positivas que permitan crear lazos más fuertes y sanos
Hace unos cuatro años que me he cruzado sentimentalmente con un par de parejas que me han enseñado a amar con libertad, tanto así que a la primera la dejé por no compartir sus vicios y adicciones. Y sí que estaba confundida por cómo me sentía: extrañaba mucho su sonrisa, su aroma, su forma de amarme, cómo regresaba luego de una larga pausa para volvernos a amar.
Ante los ojos del mundo, era una relación insana, propia del tacho de la basura, porque se enmarcaba en la típica pareja en la cual el hombre tiene el poder de irse y volver cuantas veces quiera y la doncella le lanzaría sus trenzas en el momento que lo viera volver desde su balcón. No, no era así. El mundo no pudo y no puede comprender la libertad y el amor como hermanas. Se lo entiende como esclavitud de dos seres humanos bajo un mismo techo. La relación acabó un año después de haber empezado… digamos que en buenos términos. Tanto así que recibimos, eventualmente, mensajes uno del otro que jamás son respondidos. Únicamente, supongo yo, para hacernos saber que fuimos importantes en la vida de cada uno.
La segunda pareja fue aún más importante para mí. Tuvimos un hijo, el cual tiene ya un año, y hace pocas semanas nos hemos dado una oportunidad para volvernos amar. Fue más difícil comprender la distancia, un poco la frialdad con la cual fueron criados la mayoría de hombres latinos, creo yo, y principalmente la ausencia de su cuerpo, de las risas, de los buenos momentos.
A pesar de habernos declarado enemigos por dos años, nuestro reencuentro fue con amor: nos hablamos, lloré, reclamamos, negamos la culpa y nos besamos… Ahora, con toda la experiencia que te pueden dar los 40, se me hace mucho más difícil amar sin expresar todas esas necesidades que te pueden hacer caer en la posesión de tu pareja. ¿O estoy equivocada y hago mal en no decir «te extraño y necesito que vengas dejando trabajos y responsabilidades»? ¿O estoy pasando la dura prueba de la madurez en el amor? Eso que hace que te confundas entre dejarte llevar en el fluir de la vida hasta ver a dónde nos lleva esta relación o comenzar a comportarse intensamente para que esa persona sepa, a ciencia cierta, que tú la amas? ¿Es necesario mantener el amor con expresiones diarias de afecto? ¿Corres el riesgo de asfixiar a tu pareja? ¿Es normal decir que exiges más? ¿Hay que acomodarse a las circunstancias?
No lo sé. Un año de terapias psicológicas tampoco lo han resuelto. Lo que sí es certero es que mi pareja sabe que, sin él, puedo vivir… Aunque pase un mes llorando, gritando, adelgazándome sé muy bien, y él también, que la vida sigue su rumbo.
¿Alguna vez has sentido que estabas en una relación que te hacía más mal que bien? ¿Alguna vez pensaste que, aunque había cosas de tu pareja que no te gustaban, seguro que podías hacer que cambiara por amor? ¿Alguna vez te ha mirado tu pareja el móvil, revisando tus mensajes o con quién habías hablado? ¿Alguna tu chico te ha recriminado que llevaras una falda corta o que salieras con tus amigas? ¿Alguna vez te ha hecho ilusión que tu novio se pusiera celoso de que hablaras con un amigo tuyo porque has pensado que era señal de que te quería?
Podemos entender por amor romántico un modelo de amor que sostiene la familia tradicional: relaciones estables, monógamas (una sola pareja), heterosexuales (hombre-mujer) y generalmente con hijos/as. Otro tipo de relaciones son rechazadas en las sociedades en las que el modelo de amor romántico predomina porque la diversidad es una amenaza. Pero no debemos pensar solo en personas casadas y adultas cuando pensamos en este tipo de amor. La mayoría de las características se dan en relaciones entre jóvenes y se pueden dar entre personas homosexuales. El modelo de familia tradicional es, simplemente, el tipo de relación predominante en el imaginario de la sociedad.
Frase de Kate Millet
El amor romántico está basado en una serie de mitos o creencias falsas que expondré a continuación. Estos mitos, junto con el hecho de que el amor romántico tiende a rechazar y excluir otros tipos de amor, hacen que el amor romántico sea un modelo dañino. Por eso en Parece amor, pero no lo es queremos contribuir a construir formas diferentes de afecto y cuidados. Los mitos son los siguientes:
Media naranja: encontramos su explicación en la obra El banquete, de Platón, donde los seres humanos eran perfectos, redondeados y tenían piernas, brazos y cara por duplicado. Estos desafiaron a los dioses y su castigo fue ser divididos en dos, disminuyendo su poder. Para el tema que nos ocupa, esto se traduce en que los seres humanos reales somos seres incompletos que buscan su media naranja, la parte que nos arrebataron. Pero la realidad es otra: ni necesitamos que nadie nos complete ni existe una única persona con la que podamos encajar.
Finitud: según esta idea, el amor es limitado; es como si tener otras relaciones afectivas y otras amistades significara querer menos a esa otra persona. Por supuesto, esto no es así.
Amor jerarquizado: sitúa a la pareja en la cúspide de la pirámide y coloca el resto de formas de amor, como la amistad, en un segundo plano.
Pareja como «todo»: la pareja se entiende como una especie de entidad sagrada que lo es todo, de manera que no necesitamos tener más relaciones. Esta creencia, unida a que en la fase de enamoramiento «solo tenemos ojos» para la persona de la que nos hemos enamorado, hace que muchas personas dejen de lado otras relaciones cuando empiezan a salir con alguien. Sin embargo, esto es un error por varias razones. En primer lugar, y egoístamente, no sabes cuánto va a durar esa relación, y si dejas de lado tus otras relaciones es probable que no puedas recuperarlas más tarde y te quedes solo/a. En segundo lugar, tus amigos y familiares no se merecen eso; cuidar a la gente a la que quieres y que te quiere es importante. En tercer lugar, reducir tus relaciones a una supone depositar una gran responsabilidad en esa persona; no es saludable hacerlo todo con una única persona, es bueno diversificar y tener tiempos de ocio por separado.
Que no te deje hacer lo que te gusta no es amor, vía Youtube
Los polos opuestos se atraen: esta creencia enlaza con la anterior. Lo cierto es que puedes encajar muy bien con una persona con gustos diferentes, pero siempre habrá cosas que tengáis en común: una cierta forma de ver la vida, por ejemplo. Pero es importante no romantizar el hecho de que no tengas nada que ver con esa persona que te gusta o incluso choquéis. Las relaciones no deben ser una especie de batalla. Sin embargo, como decíamos antes, está bien que tengáis gustos diferentes y os mováis con grupos distintos con quienes sí podáis compartir esas aficiones. No pasa nada si a ti te gustan los videojuegos y a tu pareja no: ¡vete a viciar con tus colegas mientras él se va a un concierto!
Discutir es malo/bueno: a ver, discutir no es malo en sí. Es normal tener discrepancias y no pasa nada por hablar sobre ello siempre que no se falte al respeto. Por el contrario, no discutir nunca no es necesariamente algo 100 % positivo. Puede que os estéis callando cosas que realmente pensáis o que creáis que tener diferencias es algo malo, y esto no es así, es normal porque sois personas diferentes con inquietudes diferentes.
El amor lo puede todo: malas noticias: no. Las personas no cambian por amor y, lo que es más, no debemos pretender que cambien por nosotras. Pensar que el amor lo puede todo solo lleva a que nos decepcionen una y otra vez y a exigir a la gente cosas que cambien para adaptarse a nuestros gustos, lo cual no es justo.
Celos = amor: no, no y mil veces no. Los celos son el reflejo de miedos e inseguridades y son fruto de los mitos que venimos mencionando —que el amor es finito y querer a una persona significa querer menos a otra, que solo hay una persona hecha para ti, etc.—, pero nunca son señal de amor. No debes tolerar los celos ni creer que indican amor, porque lo que indican es que tu pareja quiere limitarte, controlar con quién sales…
Amor = enamoramiento: el enamoramiento es una fase que suele durar entre días y unos pocos años; es un proceso bioquímico, sobre el que tenemos poco control y en el que solemos experimentar embelesamiento por la otra persona. Suele ser una fase en la que la relación nos parece mágica. El amor es, en mi opinión, algo sobre lo que tenemos mucho más control. Las cosas no tienen por qué parecer mágicas una vez que termina la fase de enamoramiento, pero da más espacio a los cuidados y permite construir una relación basada en cosas que van más allá de la atracción y la exaltación.
Todas estas características se manifiestan muchas veces de formas sutiles y no son fáciles de detectar. Hemos crecido con referentes que las reproducen una y otra vez y que nos llegan a diario a través de series, películas, libros, anuncios… Aunque puedan parecer inofensivas, estas características combinadas conducen a relaciones de maltrato y a la violencia machista. Es importante no aceptar de forma acrítica las relaciones tal como las conocemos; debemos ser capaces de analizarlas y decidir qué nos sienta bien y qué no nos gusta. Cuando haya algo que no te haga sentir bien, tienes que transmitírselo a tu pareja y hacer lo posible por cambiarlo. También es importante saber que lo que a ti no te sirve puede hacer felices a otras personas, y debemos respetarlo siempre que sean relaciones sanas.
Es importante saber que el amor no duele. Si estás en una relación dañina, no es amor. Esto no quiere decir que todo tenga que ir bien siempre, pero hay líneas que no se pueden cruzar.
Por último, te dejo este vídeo en el que Pamela Palenciano nos explica que No solo duelen los golpes, donde puedes aprender más sobre el amor romántico y sus negativos efectos.
¿Tienes alguna duda? ¿Me he dejado algún mito? Te leo en los comentarios 🙂
Hoy me gustaría dedicar este post a todas las madres, especialmente a la mía. En mi experiencia personal no me he dado cuenta del trabajo no pagado y no valorado que realizan las madres a diario, hasta que me he independizado. Un trabajo restado de su tiempo de ocio, en parte por la horrorosa cuasi-inexistencia de la conciliación laboral y personal, pero en eso no me voy a meter que da para dos o tres artículos más y muchas barbaridades que no debo decir.
Tradicionalmente, las mujeres siempre nos hemos dedicado a los trabajos de cuidados, no por razones biológicas —no os dejéis engañar—, sino por simple supervivencia de los bebés, ya que dependen de un adulto durante un largo periodo de tiempo en comparación con el resto de los mamíferos. Y qué mejor que las mujeres para tal tarea, ¿verdad?
El amor es lo más importante y requiere entrega total
Ese es uno de los axiomas del amor romántico del que hoy quiero hablaros. La referencia que tiene una misma de la propia existencia personal se elimina para convertirse en algo completamente dependiente de la pareja: no eres nadie sin tu media naranja. Si después de creerte todo eso encima tienes hijos, ya es el summum de la desintegración personal, y es que ya no eres ni media naranja, eres un gajo como mucho.
El amor romántico es la herramienta omnipotente y omnipresente para someter a las mujeres
Efectivamente como dijo el machirulo Nietzsche, Dios ha muerto, pero en su lugar siempre ha estado el patriarcado. Lo que me pregunto ahora es: en las “sociedades formalmente igualitarias”, como dice la grandísima Ana de Miguel, ¿por qué el amor romántico invita a las mujeres, de manera sutil —o no tanto—, a dejarlo todo por amor? Lo curioso es que no lo dejamos todo realmente, solo dejamos lo que nos gusta hacer, nuestra profesión, nuestros amigos… y, por el camino, a nosotras mismas.
Hablo de mis padres porque es lo que conozco, y porque esto lo escribo como hija de una madre que tuvo que dejar sus sueños para trabajar al lado de su marido y cuidar de sus hijos. Ambos son hijos sanos del patriarcado, mi madre está alienada y mi padre es el prototipo de machirulo (menos mal que sé que no lo va a leer). Tras años de rebelión y de concienciación, el camino feminista me ha llevado a un estado de autoconciencia de la lucha contra el patriarcado que personalmente me hace sentir muy orgullosa. Sin embargo, me ha tocado irme de casa para darme cuenta de las muchas horas que ha dado mi madre por mí quitándoselas a ella misma.
Efectivamente, lo dejó todo.
Madre e hija via: https://morguefile.com/search/morguefile/17/mother%20bike/pop
Su negocio, su casa, sus amigos… Porque claro, después de 25 años casados es inconcebible que tengan amigos propios; de hecho si mi padre se entera de que algún amigo común habla con ella por WhatsApp se monta la de Dios es Cristo. Lo curioso es que la alienación de mi propia madre dentro de su burbuja de amor romántico consigue que lo vea como un gesto excepcionalmente bonito y, finalmente, que ella acabe haciendo lo mismo con él. Comen juntos, beben juntos, duermen juntos y no cagan juntos porque solo hay un váter, pero no os preocupéis que lo hacen con la puerta abierta.
Mi madre tuvo que ir sola a las ecografías, sola al paritorio y estuvo sola en su recuperación, que realmente duró tres días porque al cuarto tuvo que ir a casa a poner lavadoras y a trabajar. Porque otro tema, además, son las mujeres autónomas, que también da para decir muchas barbaridades. Eso es simplemente un ejemplo de todas las tareas que realiza diariamente, que ella jura que le gustan, pero que le ha tocado hacer sin intervención alguna de sus propios deseos. Al fin y al cabo, te casas y tienes que cuidar de tu familia y tu casa, porque si no vaya mierda de mujer eres, que no vales ni para limpiar.
El contrato que se firma con el matrimonio para hacer perdurar las relaciones de amor romántico no es más que una herramienta para controlar el tiempo de la mujer, un tiempo que podríamos dedicar a derribar un sistema social que nos oprime con creencias falsas como que lo tienes que hacer todo por tu pareja y, si no, eres un fracaso; ideas como que tienes que cuidar de tus hijos, educarles, ayudarles a hacer los deberes y hasta hacerles la cama. Una vez te casas, dejas de ser mujer para ser madre y esposa.
Estatua de madre e hija via https://morguefile.com/search/morguefile/17/mother%20statue/pop
La cama la tienen hecha los hombres por nosotras, mujeres trabajadoras que día a día hacemos por mejorar la vida de los demás sin importar la nuestra. Madres, esto va para vosotras, gracias. Gracias por querernos y cuidarnos, gracias por luchar con todo el peso del patriarcado que lleváis a las espaldas.
Vosotras nos estáis inspirando y nosotras nos estamos liberando
* También va por ti space mom; siempre estarás en nuestros corazones, Carrie.
Tarde de domingo, grupo de chicas en el que una de ellas cuenta desanimadamente que ha tenido una discusión con su pareja. Él no muestra ni un mínimo de interés de arrepentimiento. Aun así todas intentan animarla, excusándolo, con comentarios tales como «Estará pasando por un mal momento». Dos mesas más allá, otro grupo de chicas comenta sobre el mismo tema. En el fondo del bar dos chicas debatiendo sobre el amor.
¿Por qué tantas conversaciones sobre el mismo debate? ¿Será coincidencia o es que a las mujeres, en ciertas etapas, nos preocupa especialmente el amor?
Creo que hay una etapa en la vida de una mujer en la que todos sus pensamientos giran en torno al mismo asunto: tener una pareja. A veces, el problema radica en que quedan atrapadas en ese círculo que parece no tener fin. He visto a muchas mujeres dejar su vida aparcada por mantener una relación de amor romántico que no les beneficia.
Amor romántico, amor insano o tóxico, como queráis llamarlo, he aquí la raíz del problema. Hemos crecido con las películas de Disney, las cuales nos dicen que somos princesas indefensas que necesitamos ser salvadas por nuestro príncipe azul. No somos princesas, somos unas guerreras. Luego, llega la sociedad para volver a repetirte que busques a tu media naranja, o de lo contrario nunca serás feliz, porque eres una persona incompleta. Prueba de ello, todos los programas que existen, tales como Mujeres y hombres y viceversa o First Dates, entre otros.
Este amor que nos refleja la sociedad no es un amor sano, nos roba todo lo que somos para que tengamos una actitud sumisa ante la vida. Este es un factor determinante para establecer relaciones en las que cabe la violencia de género. El amor romántico nos lleva a atravesar límites que dejan nuestra autoestima y dignidad heridas. Es una relación basada en la conquista y la seducción, exime de toda culpa al hombre y castiga duramente a la mujer. Nuestra cultura ha idealizado este amor, dando sentido a nuestra vida cuando llega. Que un hombre te elija te da valor y éxito social.
Nosotras no tenemos la culpa de que nos preocupe tanto el amor, es la sociedad la que nos lo exige. Hemos nacido en una cultura patriarcal en la que nos educan para ser la parte pasiva de la sociedad. Nuestra misión: amar por encima de todo.
El amor ha sido el opio de las mujeres, como la religión el de las masas. Mientras nosotras amábamos, los hombres gobernaban. Tal vez no se trate de que el amor en sí sea malo, sino de la manera en que se empleó para engatusar a las mujeres y hacerlas dependientes, en todos los sentidos. (Kate Millet)
Para romper con este esquema hay que dejar el amor insano a un lado, dejar de creer en su existencia. Olvidar el amor tóxico y conversar de lo verdaderamente importante: el amor hacia ti. Habla de ti, de lo que sientes, de tus intereses, de lo que te preocupa. Búscate y conócete, porque nadie te va a querer tanto como tú misma. Elimina los hábitos de amor insano. Rechaza preocuparte exclusivamente de la persona que menos te quiere. Evita los consejos que nos hagan ser sujetos pasivos. Actúa. Recuerda siempre que las mujeres no necesitamos del amor romántico para vivir.
La única persona que va a estar contigo durante toda tu vida eres tú misma. Para plantarle cara al patriarcado, quiérete, porque si tú te quieres jamás aceptarás comportamientos que vayan contra tu dignidad. Tú eres el pilar fundamental de tu vida, descúbrete y disfruta de este viaje. Puedes hacerlo sola o acompañada, solo tú eres quien decide. Te perteneces a ti misma.
Recuérdaselo a todas las mujeres guerreras de tu alrededor, porque siempre unidas es mejor.
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