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Amor diferente al resto

Por El Chico Atrás del Muro, finalista* del I Concurso literario «Parece amor, pero no lo es».

¿Amor?

¿Qué es el amor?

¿Por qué duele?

¿Por qué es cálido?

Y, ¿por qué es diferente?

Esta historia podría parecerte absurda y cansada, algo que ya todos han contado, pero esta historia será contada a mi manera y con mi propia verdad.

En mi gran mundo imaginario, un lugar creado por y para mí, un lugar que lo tiene casi todo, ¿qué falta? Sencillo: estrellas, pequeños destellos de luz que alumbren el cielo nocturno y oscuro. Siéndote sincero, querido lector, aun no consigo las estrellas, pero encontré algo que alumbra con la misma intensidad.

Encontré el amor de tres personas, tres diferentes formas de amar con el mismo objetivo, iluminar mi cielo oscuro, solo y vacío.

Antes de empezar con el primer destello, querido lector, tengo que hablar contigo. Tal vez ya lo hayas pensado por el grandioso título, pero confirmare tus sospechas: sí, soy gay. Debes de estar pensando que eso no te importa y tienes razón, pero este dato es la base de mis tres destellos.

Comencemos por el primer gran destello. El descubrimiento de este gran brillo sucedió en ambos mundos. Siendo más específico, en un hermoso parque; juegos sencillos y divertidos como los columpios y resbaladillas, sin olvidar ese pequeño puesto de estatuillas de yeso con la forma de tus personajes favoritos de alguna caricatura. Ese puesto era mi favorito, siempre iba con papá a pintar alguna estatuilla de El Chavo del 8 o de Goku, me divertía mucho. En fin, volviendo al tema principal, mi mamá se encontraba sentada a mi lado, enfrente estaba una estatua de Emiliano Zapata, El Caudillo del Sur.

En ese preciso momento estaba en mi mundo, acompañado por mi mamá y la estatua. Debido al silencio profundo, tuve que hablar.

—Mamá, tengo que hablar contigo —solté por fin entre tartamudeos y una voz ahogada en miedo y nerviosismo—. Es algo muy importante.

—Está bien, hijo. —Su voz era dulce y tranquila, pero aun así tenía miedo, mucho miedo, aunque continué.

—Mamá. —Sin darme cuenta mis ojos se encontraban húmedos; en algún momento bajé la mirada, no podía verla a los ojos—. No sé cómo decirte esto, no es fácil para mí.

No hallaba palabra alguna para decirle le verdad, tenía miedo, por primera vez no me sentía seguro en mi propio mundo y de un momento a otro mis ojos se posaron en esa estatua, una señal de conmemoración a una persona que en vida fue valiente y se enfrentó, ante todo, mientras que yo era el mismísimo significado del miedo.

—Mamá, soy gay.

Un silencio tormentoso apareció, pasaron segundos, minutos y nada.

Hasta que…

—¿Estás seguro, hijo?

—Sí, mamá.

Y otro silencio interminable apareció.

—Sabes que eso no me importa… Yo te quiero, sigues siendo mi hijo y respeto tus gustos.

De un momento a otro nos estábamos abrazando, lloraba mientras que ella sonreía, su sonrisa era la señal de que todo estaría bien.

Y lo estuvo.

Su sonrisa era la señal de que todo estaría bien. Y lo estuvo. Clic para tuitear

Ese mismo día, en la noche, antes de irme a dormir, visité por última vez mi mundo. Era de noche, con un cielo con varias nubes, pero, aun así, un hermoso destello se encontraba adornando mi cielo.

Dormí bajo ese cielo, siendo alumbrado por la luz resplandeciente, con una sonrisa en mi rostro.

El siguiente destello es mi mejor amiga, mi propia Arquitecta de Sonrisas, la segunda persona en saber la verdad. Mi amiga Isabel.

Esta pequeña confesión fue muy distinta a la anterior, principalmente porque Isabel es de otro país; la historia de cómo nos conocimos es divertida y rara, pero es mi historia rara y divertida, así que lo siento, querido lector, pero esa historia morirá conmigo y con ella. Sí te puedo contar la parte en que nuestra amistad se volvió más especial.

Todo empezó el día 22 de diciembre; una refrescante brisa se colaba por la ventana de mi habitación, eran las 11.30 de la noche (mucho más tarde en República Dominicana), chateaba con ella sobre varias cosas —sobre la escuela, el clima y, sobre todo, de la comida— pero en mi mente solo estaba una idea, escribirle mi mayor secreto.

Empecé sutilmente, un simple “¿Puedo contarte algo?” que fue respondido de manera rápida con un “Claro, dime” acompañado de un emoji. Escribía, borraba y volvía a escribir, no tenía ni idea de cómo se lo iba a decir y, por eso, fui directo.

«Soy gay».

Tardó aproximadamente tres minutos en contestar. Tenía miedo, no contestaba, escribía y se detenía. Necesitaba distraerme, así que puse música para lograr despejar mi mente, pero ese intento por distraerme fue interrumpido por un mensaje de ella.

“No me importa, sigues siendo el mismo, el chico loco que me hace reír, el mismo chico con ideas raras y divertidas, nada cambiará, yo te sigo queriendo. Yo te apoyo de corazón”.

En esa fresca noche, con un cielo que ya tenía sus dos destellos, únicos y perfectos que alumbraban mi mundo mientras que el sol se escondía y la oscuridad emergía, esa oscuridad ya no importaba, ya tenía luz aun en la penumbra.

Cielo estrellado por Ryan Hutton vía Unsplash

Por último, mi tercer destello es aquel símbolo de un amor único: el amor propio.

Un amor que debe estar presente todos lo momentos, porque durante el tiempo que estás en este mundo te encontrarás con muchas personas que podrán hacerte daño, pero nunca debes olvidar quererte.

En el mundo hay muchas formas de amar,

diferentes, únicas y geniales.

Amar diferente

no es malo, ni un pecado.

Es, simplemente, hermoso.

Sobre El Chico Atrás del Muro:

Mi nombre es Saúl y mis apellidos son Cazeres Calderón, vivo en el pequeño estado de Morelos, en la ciudad de Cuautla, junto a mi hermano, mis padres y mis abuelos.

Actualmente estudio en el CBTIS 76, curso el cuarto semestre de mi especialidad en electrónica, aunque mi pasión siempre ha sido escribir.

Comencé a escribir en segundo grado de secundaria, mi primer cuento se llamaba La Maldición del Tiempo y fue el favorito del maestro; luego de eso continúe escribiendo solo para mí.

Mis libros favoritos son El Chico de las Estrellas y Aristóteles y Dante descubren los secretos del universo.

*Nota: este texto se enmarca en el I Concurso Literario «Parece amor, pero no lo es». Ha sido seleccionado como finalista por parte del jurado porque creemos que puede ser interesante para un debate en torno a la construcción de relaciones amorosas más sanas. No coincide necesariamente con la opinión de las personas que integran el jurado o la coordinación de Parece amor, pero no lo es. Si tienes algún comentario, no dudes en dejarlo debajo de este artículo. ¡Todo debate respetuoso es más que bienvenido!

El amor está dentro de nosotros

Por Tharwa Boulifi, finalista* del I Concurso literario «Parece amor, pero no lo es».

¿Qué es el amor y cómo encontrarlo? Cada uno de nosotros se ha hecho esta pregunta, más de una vez, en un momento determinado de su vida.

Foto de Brigitte Tohm vía Unsplash

Como adolescente, siempre he escuchado a mis amigos, y generalmente a personas de mi edad, hablar de amor y felicidad. Siempre hablan de esta persona especial que están buscando, esta persona que les hará sentir felices y cambiará sus vidas. Los escuchaba hablar durante horas de esta persona (que no existe en la mayoría de los casos), describiéndola cuidadosamente, enumerando sus cualidades.

Sin embargo, estas descripciones del amor perfecto no me impiden hacer preguntas: ¿es esta búsqueda de amor realista? ¿Por qué siempre necesitamos a alguien que nos haga sentir amados y felices?

Si conocemos las cualidades de esta persona que nos amará, es porque en el fondo sabemos cómo amar y amarnos también. Siempre buscamos a otra persona que tiene algo que no tenemos. Y en este caso buscamos el amor. Pero, antes de amar, debemos amarnos a nosotros mismos. Debemos amarnos y aceptarnos tal cual. Debemos amarnos y nunca desanimarnos porque el ser humano ya es victorioso, tan pronto como sale del vientre de su madre. Es victorioso y fuerte, porque entre los millones de espermas vino primero y pudo nacer. Esto en sí mismo es un milagro. Así, no podemos decir que no podemos lograr tal o cual cosa, ya que hemos logrado un milagro.

Foto de Jake Thacker vía Unsplash

Debemos amar nuestros cuerpos tal cual, reconocer su divinidad y apreciar cada bocanada de aire que respiramos. Nuestro cuerpo merece ser amado, en lugar de siempre criticarlo por no parecerse al de las modelos y tratar de alcanzar un objetivo irrealizable, a veces peligroso. Además, sentirse agradecido es una forma de amor que nos hace realmente felices. Así, ricos o pobres, nosotros y solo nosotros podemos determinar el valor de lo que tenemos.

Finalmente, debemos aceptar las faltas cometidas en nuestra existencia, aceptar que no somos perfectos y aprendemos constantemente en este viaje de la vida. El amor es algo más que canciones de amor, bailes, flores o besos. Es la única guía que nos alumbra el camino en este viaje de la vida. Siempre lo encontraremos, no importa dónde vamos o en qué circunstancias. Pero, antes de dar amor, debemos sentirlo desde dentro y a nuestro alrededor. Porque el que no tiene nada no puede dar nada.

Sobre Tharwa Boulifi:

Feminista tunecina de 17 años que ama escribir, cantar y bailar. Habla y escribe en 4 idiomas (árabe, francés, inglés y español). Ha escrito para más de 10 revistas y blogs.

*Nota: este texto se enmarca en el I Concurso Literario «Parece amor, pero no lo es». Ha sido seleccionado como finalista por parte del jurado porque creemos que puede ser interesante para un debate en torno a la construcción de relaciones amorosas más sanas. No coincide necesariamente con la opinión de las personas que integran el jurado o la coordinación de Parece amor, pero no lo es. Si tienes algún comentario, no dudes en dejarlo debajo de este artículo. ¡Todo debate respetuoso es más que bienvenido!

Amor entre almas

Por Molowi, finalista* del I Concurso literario «Parece amor, pero no lo es».

"Amor" escrito con lightpainting
Foto de Brigitte Tohm vía Unsplash

El amor es cosa de almas.
El cuerpo que habitas es solo el cebo.
La mente es la que en realidad te atrapa.
Las almas pliegan conciencias,
hacen papiroflexia con tus entrañas.
No hablo de amor entre seres,
voy más allá.
El amor de una madre a su hijo,
entre hermanos y hermanas,
el beso bajo la lluvia
de la pareja enamorada,
los amigos, familia que se elige,
siempre amada,
el incondicional hacia mi mascota
el inquebrantable a la Pachamama.
El amor a uno mismo.
¡Qué despiste! Me olvidaba
de tenerlo siempre presente.
Quiérete con toda el alma.
El amor hacia lo que haces
puede mover montañas.
Las almas no se juzgan,
no necesitan balanza.
Juguetean con las corrientes,
se seducen, se entrelazan;
No necesitan palabras.
en silencio gritan que se aman.
No entienden de género ni colores,
son engranajes que encajan.
Cuando empiezan a rodar
parecen maquinaria pesada.
Imparables.
Amor es admiración.
Lucha incansable, dura batalla
sin rendición, ni redención.
El beso volado de despedida
que descansa en tu almohada
y abraza mi corazón
hasta tu próxima llegada.
Amor es verte volar libre
con tus alas desplegadas.
Grandiosa Ave Fénix
que renace en cada emboscada
renovada.
Las almas se alimentan de besos,
son carroñeras del espacio que separa,
muerden el tiempo, impacientes,
buscan penetrar las escamas.
Invencible armada.
Amor que nutre y enriquece.
Una dieta disociada
con un único ingrediente:
amor sano y amor que sana.

Galletas con forma de corazón
Foto de Markus Spiske vía Unsplash

Las leyendas se dioses griegos
entre generaciones se traspasan,
hablan de almas incomprendidas
a la inmortalidad condenadas.
El amor entre almas es magia.
Una chispa en la hojarasca.
Es desearte en las buenas y en las malas.
Es respetarte aunque la marea esté brava.
Es superarte.
Es ojalá te hubiera conocido antes.
Almas agradecidas, es una suerte amarte.
Ama mi alma, no mi fachada.
Hay mucha riqueza detrás de esta coraza.
Atraviesa suavemente mis finas capas.
El amor entre almas es la flor
que crece en la carretera asfaltada.
Es la caracola que espera la ola en la playa.
Es eterna primavera y el verano que no acaba.
Es ver tierra en lontananza,
del marinero, la esperanza.
Es la sonrisa que seduce sin decir nada.
Son las múltiples intenciones
que se esconden tras una mirada.
Amor entres almas que ensanchan
cuanto más se abren en canal.
El tormento del desamor
que no se repondrá jamás
El clavo que quita otro clavo
y remonta la bajada.
Cuando las almas se abrazan,
se liberan de sus cargas;
disfrutan de ser felices
sin debilidades vanas.
El éxtasis de encontrarte
buscando a tu media naranja.
Las almas se intuyen sabias
como el que lleva un eternidad
vagando al alba.
Se funden invisibles
en tu cuerpo, son balas.
Nunca bajes la guardia.
Las almas son infinitas
y hasta el infinito se aman,
sin prejuicios ni tapujos,
hasta que peinan sus canas.
Cuánto amor se guarda en 21 gramos
que en la muerte volando se escapan.

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Sobre Molowi:

Soy natural de Madrid, de padres manchegos, y llevo viviendo desde hace cinco años en Las Palmas de Gran Canaria, dejándome engañar por un canario que me

prometió que aquí siempre hacía sol ;). Tengo 31 años y me encanta tener iniciativa, plantearme retos que me catapulten fuera de mi zona de confort, como los concursos, siempre como afición. A veces, hasta teniendo la suerte de ganarlos. Apasionada de la naturaleza, me enamoro cada día de mi isla que me permite dedicarme a mis grandes pasiones: el vóley playa y la literatura.

*Nota: este texto se enmarca en el I Concurso Literario «Parece amor, pero no lo es». Ha sido seleccionado como finalista por parte del jurado porque creemos que puede ser interesante para un debate en torno a la construcción de relaciones amorosas más sanas. No coincide necesariamente con la opinión de las personas que integran el jurado o la coordinación de Parece amor, pero no lo es. Si tienes algún comentario, no dudes en dejarlo debajo de este artículo. ¡Todo debate respetuoso es más que bienvenido!

A veces se me olvida que te quiero

Por Ana Lorien, finalista* del I Concurso literario «Parece amor, pero no lo es».

Flores llamadas nomeolvides
Nomeolvides, de Noah Silliman en Unsplash

Cuando me molestas y te ríes
Se me olvida que te quiero
Cuando te enfadas conmigo
Se me olvida que te quiero

A veces cuando te haces el loco
Se me olvida que te quiero
Cuando te pones cínico
Se me olvida que te quiero

Si me llamas y tengo prisa
Se me olvida que te quiero
Si no te veo en todo el día
A veces se me olvida que te quiero

Hay días que si estoy de mal humor
Se me olvida que te quiero
Si estoy triste por algún motivo
Se me olvida que te quiero

Si no estoy bien conmigo misma
Se me olvida que te quiero
Siempre que me olvido de quererme
Olvido que te quiero

Sobre Ana Lorien:

Tengo 35 años, vivo en Benifaió (un pueblo de Valencia), soy madre, esposa, amiga, hija, empleada y estudiante entre otras cosas. Empecé a escribir a los diez años un diario y desde entonces he ido experimentando en el mundo de la escritura. Me apasiona, me permite conocerme y explorar el mundo de las emociones que tanto me interesa, razón por la cual también estoy estudiando psicología. Escribir me ayuda a querer saber más, a documentarme para superarme en cada poema o relato; mi deseo es poder transmitir algo que mueva interiormente a los demás, llegar a las personas y conectar con ellas.

*Nota: este texto se enmarca en el I Concurso Literario «Parece amor, pero no lo es». Ha sido seleccionado como finalista por parte del jurado porque creemos que puede ser interesante para un debate en torno a la construcción de relaciones amorosas más sanas. No coincide necesariamente con la opinión de las personas que integran el jurado o la coordinación de Parece amor, pero no lo es. Si tienes algún comentario, no dudes en dejarlo debajo de este artículo. ¡Todo debate respetuoso es más que bienvenido!

El lado donde todo es rosado

Por Verónica Gallego Mengod, finalista* del I Concurso literario «Parece amor, pero no lo es».

Imagen del vestido rosa de una muñeca.
Imagen de XINYI SONG en Unsplash

Fabiana querida:
Quiero pedirte perdón. Pedirte perdón e intentar explicarme.
Nacimos en el país de las mujeres bellas, el país de las misses. Donde la apariencia lo era todo. La mitad de mis colegas, mis primas, mis vecinas, la mayoría se habían hecho las tetas. Tú me preguntarás: «¿Qué es hacerse las tetas, mami?». Y yo te diré: «Pues ir a un médico para que te cobre por dormirte (y que así no sientas nada) y, con un cuchillo muy afilado, abra un hueco en cada teta y meta allí unas bolsitas llenas de un líquido. Y así las tetas son más grandes y vencen la ley de la gravedad».
Llevo toda una vida viendo tetas como toronjas (¿Cómo las llamas tú? ¿Pomelos?), mujeres de 60 sin patas de gallo al sonreír, chicas de 20 sin expresión emocional en rostros llenos de Botox. Vengo del mundo de la imagen y siempre he intentado respetar las elecciones de cada quien: “Sororidad”, me digo, cuando siento que voy a criticar lo que yo considero una conducta banal, pero tengo que confesarte que me cuesta mucho.
Me cuesta mucho todo. Me costaba no preocuparme por las estudiantes que llegaban tarde a clase, pero se habían despertado a las 5 a. m. para plancharse el cabello y ponerse dos kilos de maquillaje. Me costaba mucho no llorar a los niños cuya madre había muerto durante una cirugía estética electiva. Me costaba no decir que la baja autoestima hacía a algunos hombres creer que iban a levantar más por tener la camioneta de última moda; y, cuando la compraban, efectivamente levantaban más chicas.
Me hiere la tiranía de la imagen. Ahora, en España, no soporto cuando un funcionario oye mi acento por teléfono y no sólo me pregunta si soy venezolana, sino también si soy guapa. ¿Qué llama guapa? ¿Por qué es relevante que yo sea o no guapa, si lo estoy llamando por trabajo?
Te quiero decir un secreto: creo que vivimos en sociedades donde nos ponen difícil eso de amarnos a nosotrxs mismxs tal y como somos.

Te quiero decir un secreto: creo que vivimos en sociedades donde nos ponen difícil eso de amarnos a nosotrxs mismxs tal y como somos. Clic para tuitear
Me cuesta mucho todo. Me cuesta también dejar de ver la apariencia de las personas que me rodean, o elegir criticar menos la propia. Me cuesta tener los labios sin pintar, lo sabes, te da risa cuando saco el pintalabios después de comer. Y me ha costado respetarte, hija hermosa, aunque no puedo decir que no lo he intentado.
Y te pido perdón, porque tardé mucho en decirte lo que ayer te dije; en escuchar lo que me tenías que decir.
Hija querida, gracias por decírmelo: “Mami, a mí me gusta ser niña, y no es que no quiera comprar ropa, pero es que no me gusta este lado donde todo es rosado”. “Mami, es que para ver la ropa que me gusta tengo que disimular como si fuera para mis primos, y así la gente no me mira mal”.
Tardé mucho en decírtelo, y por eso me disculpo, pero ayer por fin te lo dije: “A la mierda la gente, vamos a comprar la ropa que tú quieras, y si te miran, que te miren”.
Es verdad que ya lo habíamos ido haciendo, que desde pequeñita jugabas con el Beyblade y los cochecitos Hot Wheels. Que el rosado fue desapareciendo de tu guardarropa, que siempre has podido elegir. Que cuando me llamaron del cole horrorizados porque eras la única niña que quería jugar al fútbol, les respondí que eso te iba a hacer la mejor jugadora del cole. Es verdad todo eso. Pero también es verdad que pude haber mandado a todos a la mierda mucho antes, y no lo había hecho.
Así que, mi fabulosa Fabi, hoy grito, por ti, por mí, por todxs: “¡Eres niña, eres hermosa, puedes vestirte y jugar como quieras! ¿Y las misses…? Las misses también pueden vestirse y jugar como ellas quieran”.

Tu mami que te ama y te agradece todas tus enseñanzas.

Fondo coloreado de rosa
Imagen de W en Unsplash

Sobre Verónica Gallego Mengod: 

Nacida en Caracas (Venezuela), se ha dedicado a la literatura, la formación y al fomento de la lecto-escritura desde joven. Es Licenciada en Psicología (Magna Cum Laude), Licenciada en Letras y Magister en Estudios Literarios, titulaciones obtenidas en la Universidad Central de Venezuela. Ha escrito cuentos, novelas, poemas, monólogos, obras de teatro; sin embargo, nunca ha publicado. En el año 2016 se muda con toda su familia a Madrid. Este proceso migratorio ha tenido varios efectos en su vida, entre ellos, que Verónica haya decidido dedicarse definitivamente a la escritura y a la publicación de sus textos.

*Nota: este texto se enmarca en el I Concurso Literario «Parece amor, pero no lo es». Ha sido seleccionado como finalista por parte del jurado porque creemos que puede ser interesante para un debate en torno a la construcción de relaciones amorosas más sanas. No coincide necesariamente con la opinión de las personas que integran el jurado o la coordinación de Parece amor, pero no lo es. Si tienes algún comentario, no dudes en dejarlo debajo de este artículo. ¡Todo debate respetuoso es más que bienvenido!

Entrega

Por Remei González Manzanero, finalista del I Concurso literario «Parece amor, pero no lo es».

 

Si para entregarte necesitas

desmenuzar mis inmensidades,

hacerme pequeñita,

solicitármelo todo,

agarrar mis piedras sórdidas

y ponerlas sobre la mesa

para que los dos sepamos quién soy

y para que ignoremos al miserable canalla que eres,

no tengo más que decirte:

me entrego a mí.

"You are worthy of love"
Photo de Tim Mossholder en Unsplash

Sobre Remei González Manzanero:

Barcelona, 1990. Estudió Filología Hispánica, un máster de Ciencia Cognitiva y Lenguaje y el máster de Formación del Profesorado en la Universidad de Barcelona. Actualmente es profesora de lengua y literatura en educación secundaria y cursa el doctorado de Didáctica de la Lengua y Literatura en la Universidad de Barcelona. Algunos de sus poemas y relatos han aparecido en revistas como Oculta, Ariadna, Fábula o Blanco Móvil y en antologías como A bocajarro o el XIV Cuaderno de Profesores Poetas. Autoeditó el fotopoemario Puzle berliniano (2011) y el cuaderno de poesía El mundo de las almohadas (2017).

*Nota: este texto se enmarca en el I Concurso Literario «Parece amor, pero no lo es». Ha sido seleccionado como finalista por parte del jurado porque creemos que puede ser interesante para un debate en torno a la construcción de relaciones amorosas más sanas. No coincide necesariamente con la opinión de las personas que integran el jurado o la coordinación de Parece amor, pero no lo es. Si tienes algún comentario, no dudes en dejarlo debajo de este artículo. ¡Todo debate respetuoso es más que bienvenido!

Quiere-te

Por Zio, ganadora del tercer premio del I Concurso literario «Parece amor, pero no lo es».

Te miro y no me gustas. Demasiada carne. Demasiadas cicatrices de una vida sin pena ni gloria. Te miro y no sé qué pensar… A veces me provocas ternura, otras veo en ti a la mujer fuerte que me gustaría ser cada día y que pocas veces soy. Otras te miro tanto, tanto, tanto, que hasta me aburro de mirarte.

Photo by automnenoble bogomolov from Pexels
Photo by automnenoble bogomolov from Pexels

Te diría tantas cosas y seguirías sin escucharme. Seguirías buscando fuera lo que ya tienes dentro. Seguirías chocándote contra ese muro que tú misma has creado. Demasiado impulsiva, demasiado impaciente, demasiado perfeccionista. Eres tan demasiado todo que te sobra y no sabes soltarlo.

Te ahoga tu miedo, tu inseguridad, tu ansiedad… te ahogas tú sola de tanto buscarte explicaciones.

Y se acabó el “Te miro”. Me miro. Y se acabó el “No me gustas”. Me gusto. Y se acabó el demasiado, el miedo, la lucha, los consejos y su puta madre en bicicleta. Y se acabó todo. Porque o escribes bien fuerte el punto y aparte o te vas a mirar y no te vas a gustar…

Y se acabó el “Te miro”. Me miro. Y se acabó el “No me gustas”. Me gusto. Clic para tuitear

Sobre Zio:

Tengo 34 años, me dedico a trabajar y estudiar para poder vivir. Simplemente me gusta escribir sobre mis pensamientos e ideas. Escribir me ayuda a ponerlas en orden, a sacar cosas de las que ni yo misma soy consciente. He escrito desde pequeña, y aunque en alguna etapa de mi vida lo he tenido un poco abandonado, ahora he vuelto a retomarlo.

Estar bien con una misma, ¿un medio o un fin?

“Si no estás bien contigo misma, no estarás bien con nadie”. “Respétate a ti misma si quieres que te respeten”. “No vas a encontrar pareja si primero no aprendes a quererte a ti”. “Aprende a estar sola para no engancharte a cualquiera” y así tantas frases sobre cómo lograr que nos quieran a través de nuestro crecimiento personal. Pero no debería ser ese el objetivo. No deberíamos esforzarnos por estar bien para que nos quieran, o nos respeten, o nos acompañen. Estar bien es un fin en sí mismo. El respeto como personas no nos lo tenemos que ganar, se da por supuesto. Quererse a una misma no debería ser negociable ni una opción. Estar a solas debería ser un disfrute y no una protección.

Falvita Banana soledad amor estar bien

Ilustración de Flavita Banana sobre el amor y la soledad

Estar bien es un fin en sí mismo

Porque si buscamos nuestro bienestar, nos respetamos, nos queremos o estamos solas solo para conseguir algo de otras personas pierde todo el sentido. No vamos a disfrutarlo porque estaremos esperando la recompensa. Cuando, en realidad, la recompensa debería ser ese mismo estado de amor por una misma, de disfrutarnos a solas y de estar bien, de conocernos y tratarnos como a nuestras mejores amigas o seres más queridos. Con respeto, con cariño, con comprensión y, que no falte, con diversión.

Hay bastante peligro en orientar nuestro crecimiento personal a la búsqueda de una compañía concreta. Está claro que así el crecimiento deja de ser personal. Además, lo vamos a vivir como un esfuerzo, incluso como un sacrificio, y cuando encontremos a esa persona por quien lo hemos hecho, le vamos a pedir que esté a la altura, que nos reconozca, que valore la persona en quien nos hemos convertido para poder estar juntas. Y ahí todo se viene abajo.

Tengo grabada una frase que dice a veces una amiga, «No entiendo qué ha salido mal, yo me porté bien», y cada vez que se la oigo me duele, no tiene que portarse bien para que la quieran. Tiene que ser ella. Y se merece quererse, no portarse bien. Portarse bien no es estar bien, no es quererse. Quererse es abrazarse en la tristeza, pedir ayuda, aullar cuando sale la luna llena y reír en medio de una canción. Estar bien es sabernos en paz aunque estemos en un mal momento.

Estar bien a solas nos protege, ¿demasiado?

Por supuesto que creo que cualquier relación es mejor entre dos personas que se eligen sin demasiada dependencia y que se buscan porque quieren y no para huir del malestar o de la soledad. Claro que si disfrutas de estar a solas contigo descubres maravillas que puedes compartir o no, pero que te hacen sentir mejor. Nunca pondré en duda que el autoamor y el autocuidado son las bases para saber tanto querer y cuidar como dejarse cuidar y querer. Pero el objetivo de todo eso no es ganar amistades o atraer una pareja, ¿qué autoamor hay en quererse para otra persona?

No huir de la soledad, sino abrazarla y abrazarnos en ella, evita que caigamos en relaciones que no queremos o que nos aferremos a las que queremos pero no nos hacen bien. Clic para tuitear

También creo que el hecho de no huir de la soledad, sino abrazarla y abrazarnos en ella, evita que caigamos en relaciones que no queremos o que nos aferremos a las que queremos pero no nos hacen bien. Pero la soledad también tiene otra cara y es que nos protege de enfrentarnos a ese crecimiento que se da al interactuar con otras personas. Estar a solas no nos lleva la contraria, ni nos enfrenta con actitudes no deseadas o desconocidas, que podrían ayudarnos avanzar en una idea o en la resolución de un conflicto interior. Por ello también, estemos solas por deseo y no por miedo a relacionarnos. Y querámonos porque lo merecemos desde nuestro nacimiento, y no para que nos quieran.





No quiero enamorarte

Todo comenzó buscando una mirada. De fuera. La suya. No sabía aún que quería que me amara, pero sí que necesitaba unos ojos que me vieran completa. Tuve suerte. No los encontré.

La mirada enamorada

Un día, en el espejo, me encontré con dos ojos recorriendo mi cuerpo. Lo miraban con cariño y una chispa de deseo. Me hice el amor mirándome a los ojos. Era la mirada que anhelaba.

no quiero enamorarte

Imagen vía Pexels

Y ya no dejé de mirarme. Cuanto más me miraba, más me sorprendía. No buscaba nada en mí, me descubría. No había juicio, ni siquiera admiración. Mi yo voyeur y mi yo exhibicionista estaban conociéndose. El resultado no podía ser otro, me enamoré de mí. Por quién era en cada instante y por cómo me trataba.

¡Qué manera de cuidarme! Me acunaba cada tristeza, me cabreaba cuando algo me atacaba, me acariciaba en los amaneceres y me decía seria, firme, preocupada: “Por ahí no, te la vas a pegar”. ¡Cómo no quererme! Aún recuerdo aquel pícnic sorpresa. Me propuse ir al río al salir de trabajar. Pocas veces me digo que no, así que allí fui. Al llegar, descubrí que llevaba un trozo de pan y una fresas en el bolso. Y en un momento, y sin haberme avisado, me regalé un pícnic en la orilla del río. ¡No podía dejar de abrazarme!

Déjame quererte

Desde entonces pasa una cosa curiosa. Ya no busco tanto otras miradas, ahora necesito mirar y querer yo. Así, sin vuelta. Es como si no me cupiera tanto amor dentro. No tengo hambre. Quiero abrazar, besar, hacer cosquillas, follar, dar la mano, mirar como yo me miro. Regalar lo que siento, desbordarme en otros cauces.

Y ahí llega la sorpresa. Digo “Te quiero” y saltan las alarmas. Incluso las mías. “Te quiero” ya no es querer y punto. Es un paso más en la relación (¿qué relación?, ¿qué tipo?, ¿con quién?); una pregunta: “¿Y tú a mí?”, una exigencia: “Te quiero, necesito más de ti”. ¿En qué momento nos empezó a asustar que nos quieran? ¿Cuándo empezamos a pasar de puntillas, a no mirar a los ojos, a fingir que no sentimos? En el momento en que las relaciones se estandarizan y regulan todo son pasos encaminados a un fin. Los sentimientos se gradúan, deben ir de menos a más. ¡No lo compro! Yo puedo querer a alguien unas horas, un segundo, una eternidad y luego ya no, o sí, pero no querer verle, no necesitar que me quiera. Que ya me quiero yo.

No quiero enamorarte

Por eso no quiero enamorarte. No quiero utilizar ningún medio para ese fin. Tampoco quiero demostrarte nada, ni enseñarte una parte de mí y esconder otra. No quiero potenciar lo que podamos tener en común o de diferente para atraerte.

No te quiero enamorar. Estaré encantada de que tú te enamores de mí. Como yo me enamoro de ti sin que hagas otra cosa que ser. Solo porque me gustas, porque tu sonrisa me hace sonreír y porque me apetece verte y descubrirte gesto a gesto y palabra a palabra.

No quiero enamorarte porque una vez me enamoré de mí. Y descubrí que soy una mezcla única de gustos, deseos, cualidades, manías, futuros posibles e historias pasadas. Igual que tú.

no te quiero enamorar

Imagen vía Pexels

No quiero enamorarte, no quiero hacer nada que no me apetece para enamorarte, no quiero dejar de hacer lo que me nace para enamorarte, no quiero estrategias, no quiero medir mis palabras, no quiero ensayar mis gestos. No quiero ser de ninguna manera diferente a la que soy. Y quiero gustarte así. Porque si lo hago distinto voy a conseguir que te enamores de una persona distinta de quien soy. Así que no, yo no quiero enamorarte, quiero que te enamores de mí.





Ser feliz, ¿no es útil en el amor?

CONVERSACIÓN 1

  • Me encanta enamorarme, vivir enamorada, pero no entiendo que a nadie le pase conmigo, que nadie se enamore de mí.
  • No parece que lo necesites.
  • No lo necesito, pero me sorprende que nadie se enamore de mí alguna vez, un rato.
  • Eso es porque se te ve bien, a tu rollo, feliz… Mírame a mí, estoy roto, todo el día quejándome y se enamoran. Quieren arreglarme. En ti no hay nada que arreglar.

CONVERSACIÓN 2

  • Soy toda amor.
  • No, eres lo contrario al amor.
  • ¿Por qué? Soy cariñosa, digo cosas bonitas, cuido, abrazo…
  • No sé, igual no lo contrario, pero eres feliz.

feliz amor

¿Es posible ser feliz y ser amada? Vía Pixabay

Ser feliz o enamorar: elige

Parece que el hecho de ser feliz por mí misma es un obstáculo a la hora de conectar a niveles más profundos con las personas. Yo no lo vivo así, yo me siento más cómoda, más amorosa, más abierta, más vulnerable y más, sí, feliz, desde que estoy bien conmigo misma, desde que no necesito tanto amor externo. Pero parece que eso no es atractivo a la hora de tener una relación más allá de la amistad con otra persona. No engancha, la felicidad ajena no nos engancha. Nos hace sentirnos inútiles, supongo.

Nos han enseñado que el amor viene a salvarnos, que si no tenemos amor, tenemos un vacío. Clic para tuitear

Creo que nos han enseñado que el amor viene a salvarnos, que si no tenemos amor, tenemos un vacío. Y, en consecuencia, nos sentimos amadas si logramos llenar ese vacío. Es difícil ser útil, necesaria e imprescindible para una persona que se siente completa, a la que le gusta su vida, que se siente querida sin necesidad de pareja. Podemos aspirar a muchas cosas más: a compartir momentos, a intercambiar opiniones, a tener relaciones sexuales, a verle crecer por sí misma, a ayudarle a ser más libre… Pero no nos han enseñado a hacer eso en las relaciones que calificamos de amorosas. Nos han enseñado a proteger, a limitar, a imponer nuestros deseos, a pedir que colmen nuestras necesidades… Y si alguien no nos pide ese tipo de amor, creemos que no nos ama. Si alguien es feliz, ¿cómo va a querer amor? Como si el amor no fuera precisamente eso: sonreír, estar alegre, compartir buenos (y malos) momentos, hacer las cosas más fáciles, desear lo mejor.

¿Dar y recibir o amar?

Ocurre también que no tengo una pareja estable (ni inestable, en realidad) pero quiero a las personas con las que paso mi tiempo y me gusta decírselo. Eso también las asusta. Intento no decirlo, pero a veces se me escapa. Y entonces me miran y preguntan: “¿Qué quieres?”. Nada. No quiero nada. O sí, verte sonreír, que te vaya todo bien, que vivas la vida que te dé la gana. Pero para mí no quiero nada, solo poder decirte que te deseo lo mejor, a mi lado o no. Cuesta entender. O cuesta cambiar la manera de pensar. Nos hemos acostumbrado a que si nos dan, luego nos pidan. A que si damos, tenemos que recibir. Porque nos falta algo y, como tampoco sabemos pedirlo o dárnoslo a nosotras, pensamos que si nos sacrificamos por alguien, esa persona se sacrificará por nosotras. Y no. Nadie nos pide (o no debería hacerlo) nada. Por eso creo que nos asusta quien no nos pide; si no le damos, ¿cómo vamos a poder pedirle? No se trata de hacer eficaz, justo y equitativo nada. Hay que hacerlo sano y libre. Cualquier relación. Hace falta amar más y querer menos.





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