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El día de la madre son todos

Hoy me gustaría dedicar este post a todas las madres, especialmente a la mía. En mi experiencia personal no me he dado cuenta del trabajo no pagado y no valorado que realizan las madres a diario, hasta que me he independizado. Un trabajo restado de su tiempo de ocio, en parte por la horrorosa cuasi-inexistencia de la conciliación laboral y personal, pero en eso no me voy a meter que da para dos o tres artículos más y muchas barbaridades que no debo decir.

Tradicionalmente, las mujeres siempre nos hemos dedicado a los trabajos de cuidados, no por razones biológicas —no os dejéis engañar—, sino por simple supervivencia de los bebés, ya que dependen de un adulto durante un largo periodo de tiempo en comparación con el resto de los mamíferos. Y qué mejor que las mujeres para tal tarea, ¿verdad?

El amor es lo más importante y requiere entrega total

Ese es uno de los axiomas del amor romántico del que hoy quiero hablaros. La referencia que tiene una misma de la propia existencia personal se elimina para convertirse en algo completamente dependiente de la pareja: no eres nadie sin tu media naranja. Si después de creerte todo eso encima tienes hijos, ya es el summum de la desintegración personal, y es que ya no eres ni media naranja, eres un gajo como mucho.

El amor romántico es la herramienta omnipotente y omnipresente para someter a las mujeres 

Efectivamente como dijo el machirulo Nietzsche, Dios ha muerto, pero en su lugar siempre ha estado el patriarcado. Lo que me pregunto ahora es: en las “sociedades formalmente igualitarias”, como dice la grandísima Ana de Miguel, ¿por qué el amor romántico invita a las mujeres, de manera sutil —o no tanto—, a dejarlo todo por amor? Lo curioso es que no lo dejamos todo realmente, solo dejamos lo que nos gusta hacer, nuestra profesión, nuestros amigos… y, por el camino, a nosotras mismas.

Hablo de mis padres porque es lo que conozco, y porque esto lo escribo como hija de una madre que tuvo que dejar sus sueños para trabajar al lado de su marido y cuidar de sus hijos. Ambos son hijos sanos del patriarcado, mi madre está alienada y mi padre es el prototipo de machirulo (menos mal que sé que no lo va a leer). Tras años de rebelión y de concienciación, el camino feminista me ha llevado a un estado de autoconciencia de la lucha contra el patriarcado que personalmente me hace sentir muy orgullosa. Sin embargo, me ha tocado irme de casa para darme cuenta de las muchas horas que ha dado mi madre por mí quitándoselas a ella misma.

Efectivamente, lo dejó todo.

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Madre e hija via: https://morguefile.com/search/morguefile/17/mother%20bike/pop

Su negocio, su casa, sus amigos… Porque claro, después de 25 años casados es inconcebible que tengan amigos propios; de hecho si mi padre se entera de que algún amigo común habla con ella por WhatsApp se monta la de Dios es Cristo. Lo curioso es que la alienación de mi propia madre dentro de su burbuja de amor romántico consigue que lo vea como un gesto excepcionalmente bonito y, finalmente, que ella acabe haciendo lo mismo con él. Comen juntos, beben juntos, duermen juntos y no cagan juntos porque solo hay un váter, pero no os preocupéis que lo hacen con la puerta abierta.

Mi madre tuvo que ir sola a las ecografías, sola al paritorio y estuvo sola en su recuperación, que realmente duró tres días porque al cuarto tuvo que ir a casa a poner lavadoras y a trabajar. Porque otro tema, además, son las mujeres autónomas, que también da para decir muchas barbaridades. Eso es simplemente un ejemplo de todas las tareas que realiza diariamente, que ella jura que le gustan, pero que le ha tocado hacer sin intervención alguna de sus propios deseos. Al fin y al cabo, te casas y tienes que cuidar de tu familia y tu casa, porque si no vaya mierda de mujer eres, que no vales ni para limpiar.

El contrato que se firma con el matrimonio para hacer perdurar las relaciones de amor romántico no es más que una herramienta para controlar el tiempo de la mujer, un tiempo que podríamos dedicar a derribar un sistema social que nos oprime con creencias falsas como que lo tienes que hacer todo por tu pareja y, si no, eres un fracaso; ideas como que tienes que cuidar de tus hijos, educarles, ayudarles a hacer los deberes y hasta hacerles la cama. Una vez te casas, dejas de ser mujer para ser madre y esposa.

Estatua de madre e hija via https://morguefile.com/search/morguefile/17/mother%20statue/pop

La cama la tienen hecha los hombres por nosotras, mujeres trabajadoras que día a día hacemos por mejorar la vida de los demás sin importar la nuestra. Madres, esto va para vosotras, gracias. Gracias por querernos y cuidarnos, gracias por luchar con todo el peso del patriarcado que lleváis a las espaldas.

Vosotras nos estáis inspirando y nosotras nos estamos liberando

* También va por ti space mom; siempre estarás en nuestros corazones, Carrie.

La cultura patriarcal nos exige amar

Tarde de domingo,  grupo de chicas en el que una de ellas cuenta desanimadamente que ha tenido una discusión con su pareja. Él no muestra ni un mínimo de interés de arrepentimiento. Aun así todas intentan animarla, excusándolo, con comentarios tales como «Estará pasando por un mal momento». Dos mesas más allá, otro grupo de chicas comenta sobre el mismo tema. En el fondo del bar dos chicas debatiendo sobre el amor.

¿Por qué tantas conversaciones sobre el mismo debate? ¿Será coincidencia o es que a las mujeres, en ciertas etapas, nos preocupa especialmente el amor?

Creo que hay una etapa en la vida de una mujer en la que todos sus pensamientos giran en torno al mismo asunto: tener una pareja. A veces, el problema radica en que quedan atrapadas en ese círculo que parece no tener fin. He visto a muchas mujeres dejar su vida aparcada por mantener una relación de amor romántico que no les beneficia.

Jedi vs. princesa vía Feminista Ilustrada

Amor romántico, amor insano o tóxico, como queráis llamarlo, he aquí la raíz del problema. Hemos crecido con las películas de Disney, las cuales nos dicen que somos princesas indefensas que necesitamos ser salvadas por nuestro príncipe azul. No somos princesas, somos unas guerreras. Luego, llega la sociedad para volver a repetirte que busques a tu media naranja, o de lo contrario nunca serás feliz, porque eres una persona incompleta. Prueba de ello, todos los programas que existen, tales como Mujeres y hombres y viceversa o First Dates, entre otros.

Este amor que nos refleja la sociedad no es un amor sano, nos roba todo lo que somos para que tengamos una actitud sumisa ante la vida. Este es un factor determinante para establecer relaciones en las que cabe la violencia de género. El amor romántico nos lleva a atravesar límites que dejan nuestra autoestima y dignidad heridas. Es una relación basada en la conquista y la seducción, exime de toda culpa al hombre y castiga duramente a la mujer. Nuestra cultura ha idealizado este amor, dando sentido a nuestra vida cuando llega. Que un hombre te elija te da valor y éxito social.

Nosotras no tenemos la culpa de que nos preocupe tanto el amor, es la sociedad la que nos lo exige. Hemos nacido en una cultura patriarcal en la que nos educan para ser la parte pasiva de la sociedad. Nuestra misión: amar por encima de todo. 

El amor ha sido el opio de las mujeres, como la religión el de las masas. Mientras nosotras amábamos, los hombres gobernaban. Tal vez no se trate de que el amor en sí sea malo, sino de la manera en que se empleó para engatusar a las mujeres y hacerlas dependientes, en todos los sentidos. (Kate Millet)

Para romper con este esquema hay que dejar el amor insano a un lado, dejar de creer en su existencia. Olvidar el amor tóxico y conversar de lo verdaderamente importante: el amor hacia ti. Habla de ti, de lo que sientes, de tus intereses, de lo que te preocupa. Búscate y conócete, porque nadie te va a querer tanto como tú misma. Elimina los hábitos de amor insano. Rechaza preocuparte exclusivamente de la persona que menos te quiere. Evita los consejos que nos hagan ser sujetos pasivos. Actúa. Recuerda siempre que las mujeres no necesitamos del amor romántico para vivir.

Hemos nacido en una cultura patriarcal en la que nos educan para ser la parte pasiva de la sociedad. Clic para tuitear

La única persona que va a estar contigo durante toda tu vida eres tú misma. Para plantarle cara al patriarcado, quiérete, porque si tú te quieres jamás aceptarás comportamientos que vayan contra tu dignidad. Tú eres el pilar fundamental de tu vida, descúbrete y disfruta de este viaje. Puedes hacerlo sola o acompañada, solo tú eres quien decide. Te perteneces a ti misma.

Recuérdaselo a todas las mujeres guerreras de tu alrededor, porque siempre unidas es mejor.

«Somos la mitad de la humanidad.»

Cuando uno ve Sufragistas atraviesa una infinidad de emociones humanas: frustración, impotencia, rabia… Y entre lágrimas se acuerda de su madre, de su abuela y de todas las mujeres que nos han ayudado a llegar donde hemos llegado, porque ellas se sacrificaron por nosotros. Sufragistas simboliza lo duro que fue llegar hasta aquí y la lucha de esta(s) mujer(es) que tuv(ieron)o que pelear contra las autoridades; que tuvieron que recurrir a la violencia porque, tristemente, era el único lenguaje que entendían la mayoría de los hombres; que tuvieron que luchar contra sus maridos e incluso contra las propias mujeres que tenían interiorizada esa figura machista y eran reacias al cambio y a la evolución como sociedad.

Sufragistas narra unos elementos históricos que son contados a través del factor humano, a través de las personas que hicieron posible esa victoria sobre los derechos sociales. La película posiciona su mirada y nos narra, mediante veracidad histórica, esta lucha de mujeres. Y lo hace a través del procedimiento dramático más clásico y eficaz: centrándose en el caso individual de Maud Watts, una joven trabajadora de la Inglaterra de 1912 que va tomando conciencia de las humillantes limitaciones que se le imponían a las mujeres. Centrándose en este personaje, la película reconstruye la época a la perfección y logra la total identificación del público -tanto con el personaje como con la causa- mientras va dibujando las distintas etapas del movimiento sufragista a través de los pequeños episodios de lucha en los que Maud se ve envuelta. Realmente se puede ver el viaje del personaje, que va desde una simple trabajadora y madre obediente que un día se ve inmersa en una reivindicación sindical hasta que, a partir de ahí, va interiorizando la idea de la defensa de los derechos, dándose cuenta que las mujeres tenían que levantarse para alcanzar la igualdad en todos los ámbitos, tanto laborales como sociales.

Carey Mulligan lleva a cabo uno de los papeles de su vida, sabiendo capturar a la perfección los costes que tiene una batalla política de esta altura, haciendo verídica la profunda y creíble transformación de su personaje, un sufrimiento que vemos reflejado en cada escena, en cada primer plano y en cada lágrima de la actriz inglesa. La ambientación, ayudada por la fotografía del español Eduard Grau, por el diseño de producción de Alice Normington y por el compositor Alexandre Desplat, logra a la perfección ese tono de película grisácea que ya vimos anteriormente en otras películas ambientadas en el Londres de principios del XX como Las Cenizas de Ángela.

El equipo de Sufragistas

Sufragistas es una película de mujeres, hecha por mujeres (la directora es Sarah Gavron, la mayoría de las productoras son mujeres, la guionista es Abi Morgan y el reparto está lleno de estrellas femeninas), pero necesaria para todos los públicos. Sobre todo para los hombres. La cinta enseña sus cartas desde el principio, incluso desde el tráiler con la que la promocionaron, y no pide disculpas en ningún momento por ser emocionante, siendo consciente de que es algo que funciona muy bien a nivel de cine comercial. El espectador siente el peligro real e inmediato al que se enfrentan unos personajes que lo arriesgan todo: a ser despedidas de sus puestos de trabajo, a ser encerradas en la cárcel, a ser alimentadas a la fuerza o incluso a perder a sus propios hijos.

Es cierto que la película es oportunista por la época de premios en la que se ha estrenado y por la evidente carrera comercial hacia el Óscar por el que va a optar, pero no por eso la hace menos necesaria. El debate de Sufragistas no debe centrarse únicamente en si se merece la nominación de mejor película o mejor actriz, sino que debe traer a nuestro recuerdo lo durísimo que fue el poder llegar hasta 2015 y que a día de hoy gocemos de los derechos sociales de que disponemos. De hecho, los créditos finalizan con una serie de horribles estadísticas sobre el sufragio femenino. El debate que debe proponernos la cinta es la injusticia que supuso que las mujeres tuvieran que luchar por unos derechos con los que todos debimos haber nacido, una lucha que se llevó a cabo cuando ni siquiera tenían voz. Como dice Emmeline Pankhurst, el personaje que interpreta Meryl Streep en la película, las mujeres no querían quebrantar las leyes, sino que querían poder redactarlas también.

La cinta narra la injusticia de luchar por unos derechos con los que todos debimos haber nacido. Clic para tuitear

Es más, Sufragistas llega en un momento inmejorable, en una época en la que (por fin) el debate dentro de la industria y la prensa por el lugar que ocupa la mujer en Hollywood está en todas partes. Hace unos meses Jennifer Lawrence reivindicaba el papel de la mujer dentro de la industria y denunciaba la abismal diferencia de salarios entre las actrices y sus compañeros masculinos de reparto. Además, Hollywood se está dando cuenta del potencial narrativo (y económico) que están teniendo las historias protagonizadas por mujeres y es por ello que por primera vez en muchos años están destacando y centrando el peso de las historias en las mujeres: Mad Max: Fury Road, Inside Out, Espías, Los Juegos del Hambre, la nueva saga de Star Wars, etc.

Y ésta es una de las primeras veces en las que esta voz se levanta. Para que se les oiga.

Una carta de amor a Ada Lovelace

Querida Ada;

Hoy habrías cumplido 200 años (aunque el Ada Lovelace Day se celebre en octubre). Seguramente no habrían sido suficientes, ya que las personas como tú necesitan siempre más tiempo para seguir descubriendo, cambiando, aprendiendo. Perdona la familiaridad, pero estuve a punto de llamarme Ada y procuré que mi hermana pequeña se llamara Ada, así que es en parte como si fueras de la familia…

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Pero no, no lo fuiste. Fuiste hija de padres separados: no paran de nombrarte como hija de Lord Byron pero de lo que no hablan es de que tu madre, temerosa de que el amor por la literatura te llevara también hacia el amor romántico, quiso hacer de ti una mujer de ciencias como ella, muy lejos de la formación que tradicionalmente recibían tus congéneres en la época. Y acertó: porque resultaste tener un enorme talento, el que te llevó a ser reconocida como fuente básica en los trabajos de Turing, el que consiguió que tu nombre fuera reconocido como el que mejoró los trabajos de Babbage y sus discípulos, el mismo que te llevó a inventar una máquina para volar con trece años.

 

Las niñas deberían saber que con trece años pueden estar diseñando máquinas para volar, y no sólo vestidos. Pero eso ya no se les dice, ¿sabes? Quizá necesitamos más madres que teman al amor romántico, porque el caso es que, ahora mismo, la informática ha dejado de ser cosa de mujeres, a pesar de todos los avances que habían conseguido durante los primeros años de la disciplina.

El Medialab organiza talleres de programación para chicas, pero, incluso así, se cancelan las sesiones de apps y se mantienen las de ropa inteligente. Hace unos meses, cuando Google homenajeó a Lamarck, seguían hablando de ella como «la mujer más bella del cine», como si ella no hubiera odiado ese sanbenito y hubiera preferido dedicarse a inventar.

Se dice que el problema vino en los ochenta. El caso es que los machitos han decidido que las ciencias y la tecnología son su terreno. Y que, si quieres entrar, tienes que aguantar sus estupideces. Y los medios lo corroboran: Google asegura que es la televisión la que «enseña» a las niñas a huir de la ciencia. Así que, aunque 7 de cada 10 niñas tienen interés en la ciencia, sólo 2 de cada 10 buscan una carrera científica. Ya hemos hablado de eso por aquí.

Hay otras como tú, ¿sabes? Hasta han fundado una escuela con tu nombre para enseñar de forma gratuita desarrollo de software a las mujeres. Hay niñas de once años que no sólo son fantásticas programadoras: quieren ayudar a que otras niñas también lo sean. Karlie Kloss, la supermodelo, decidió nada más empezar a estudiar programación en la Universidad de Nueva York que era algo a lo que deberían acceder todas las niñas del mundo, así que ha creado una beca para ellas. Las «women hackers» que expusieron en el Sónar del año pasado fueron entrevistadas para una de esas revistas que se empeñan en convertirnos más en supermodelos que en programadoras (y que, afortunadamente, también están siendo hackeadas, poco a poco). Hay iniciativas de gigantes como Microsoft o Google (o, más cerquita, Telefónica), y luego esa cosa que a veces pinta muy bien y que casi siempre se hace muy mal que es el programa de ciencia para chicas de la Unión Europea. Sin embargo, incluso cuando algunas valientes desafían el estereotipo y se lanzan a por ello… tienen que pagar el pato de ser mujeres en sus condiciones de trabajo.

Dicen que tú eras capaz de ver la belleza en las máquinas. Yo me pregunto si quienes hacen esas aseveraciones lo dicen en serio o sólo porque también ellos tienen problemas imaginándote, como mujer, disfrutando de una tarea de hombres. A mí me encanta ver tus imágenes vestida de condesa e imaginándote llena de tiza y de tinta de tanto hacer ecuaciones. O ver a Margaret Hamilton y su minifalda apilando páginas y páginas de código.

Estoy segura de que no pensabas que nos fuéramos a ver así a tus doscientos años. Y me da hasta un poco de vergüenza venir a contarte a ti todo esto. Pero, Ada, te necesitamos. Fuera lo que fuera lo que sabías hacer, vamos a necesitar que nos lo recuerdes. Porque la tecnología es un pilar clave de nuestras sociedades, y nos estamos perdiendo a la mitad del talento de la población.

Querida Ada, gracias por tu ejemplo. Te recordamos.

 

Imagen via I fucking love science

Imagen via I fucking love science

El fútbol y las mujeres

«- Hola, me llamo Carmen y me gusta el fútbol. – ¡Hola Carmen!»

Así me siento a veces, como si confesar que eres una mujer y te gusta el fútbol te llevara a un grupo de ayuda para recuperar tu feminidad. Pero lo peor no es eso. Eso en realidad, me importa bien poco. Lo peor es luchar contra ese estigma de «las mujeres no entienden el fútbol». Es un deporte, ¡no un problema de astrofísica! Vamos a ver, que alguien me explique cual es la «lógica» que hace que una mujer no entienda las reglas de un deporte y un hombre sí. ¿Cuál es la conexión neuronal que hace que las mujeres entiendan el mecanismo de una lavadora pero no el fútbol? Y viceversa, ¿Cuál es la conexión neuronal que hace que un hombre pueda poner una excusa para no entender el mecanismo de una lavadora?

Hemos hablado sobre este tema del fútbol y las mujeres más de una y dos veces entre las autoras de este blog. Hace unos meses en un programa de televisión, salía una muchacha explicando reglas del fútbol «en lenguaje femenino». Metáforas sobre la cola para pagar en Zara, métodos de cortejo en la discoteca y demás. Pero oye, no te puedes enfadar porque han añadido «en tono de humor», y es que si te enfadas encima eres una loca feminazi que no sabe encajar una broma. No soy capaz de volver a visionar el vídeo porque me cabreé tanto. Tantísimo. Pero os lo dejo aquí para que sepáis de qué hablo.

Buscando este vídeo como «fútbol explicado para mujeres» estas son las perlas que salen en la primera página de youtube.

  • Este vídeo explicando cómo funcionan los mundiales. A priori cuando empiezas a verlo está bien explicado, no hace metáforas con ir de compras, seguro que mucha gente diría ¿no sé qué ves de malo en este vídeo?. «Para mujeres», es el problema. Porque este vídeo está muy bien, pero si fuera simplemente para «novatos», para «inexpertos», para «los que están perdidos porque nunca les ha interesado el fútbol pero quieren entrar en la conversación»… No «para mujeres». Esa condescendencia de «ven bonita, que te vamos a explicar en estos simples vídeos de youtube como funciona esto para que así puedas saber de qué va el rollo».
  • Este vídeo que dice «Guía de Fútbol para mujeres» cuando es la perfecta guía de introducción simple a fútbol… para niños de cinco años.
  • Y estas perlas para ilustrar todo lo contrario. ¡Ay! esos momentos de la vida que un hombre sólo es capaz de entender si se lo explicas con una buena metáfora futbolística.

https://www.youtube.com/watch?v=PAF_RI4SbAE

Sí, sé de fútbol, me gusta. Y sí, es posible que sepa más que tú de fútbol. Probablemente haya visto más partidos de fútbol profesionales, amateur y de niños que tú. Y a todo esto le tienes que quitar los últimos seis años de mi vida en los que me he mudado a un país en el que el fútbol es «soccer» y entre eso y el cambio horario, se hace cuesta arriba seguir el fútbol europeo. Sí, europeo. Cuando tenía menos de diez años mi padre y yo veíamos los partidos de la liga inglesa en Canal Plus y hacíamos apuestas a ver cuántos nombres de estadios ingleses podía recordar – ¡ay, la era pre-internet!

Esto no me hace menos femenina, ni un genio intelectual capaz de entender algún tipo de ciencia complicada para la que hay que estudiar durante años. Dejemos a un lado todos esos prejuicios y, por favor, enseñad a vuestros hijos a seguir el fútbol y a jugar a las casitas por igual, independientemente de si son niños o niñas.

 

Medicalización del deseo sexual femenino

Hace algo más de un mes, mientras muchas personas nos encontrábamos de vacaciones, llegaba a los medios una de esas noticias curiosas que a veces provocan la aparición de chascarrillos y chistes fáciles. La Food and Dugs Administration (FDA), organismo que regula la salida al mercado de productos alimenticios y fármacos en Estados Unidos, había aprobado un medicamento para tratar la falta de deseo sexual en mujeres. Este fármaco se vende con el nombre de Addyi y actualmente es comercializado por la empresa farmacéutica canadiense Valeant (tras haber sido comprado a Sproud Pharmaceuticals). La pastilla está hecha con flibaserina, un compuesto químico que actúa a nivel hormonal de una manera muy parecida a como lo haría un antidepresivo.

Llegados a este punto, tras haber salido del sopor vacacional, una se pregunta, ¿cómo se está abordando la falta de deseo de las mujeres cuando la solución que se les ofrece es medicarlas con algo muy similar a un antidepresivo? ¿No existen otras soluciones menos invasivas? ¿Acaso está producida la falta de deseo en mujeres por una forma concreta de ver la sexualidad y no es un problema en sí mismo, como nos quieren hacer entender desde el sector farmacéutico? Tras haber realizado algunas entrevistas a sexólogas/os y llevado a cabo una etnografía virtual en foros con mujeres heterosexuales que tenían falta de deseo, he sacado mis propias conclusiones sobre este tema.

Vivimos en una época en la que se nos pide que seamos auténticas supermujeres: trabajadoras, estudiosas, buenas amigas, madres e hijas atentas, divertidas, guapas, y que además saquemos tiempo para dedicarlo a la pareja y al sexo. Muchas veces  esto produce agobio y sensación de no poder cumplir con todas las expectativas que hay puestas en nosotras.

Pero, volviendo a la cuestión del deseo, para nosotras éste se configura de una forma particular. Una de las mujeres con las que pude interactuar en el foro me contaba que: A veces nos da más placer el hecho de sentirnos deseadas y saber que somos el centro de atracción de los hombres. El que nuestra forma de desear pase por lo deseables que resultamos para los hombres no es una casualidad, ya lo decía Teresa de Lauretis:

Que nuestra forma de desear pase por lo deseables que resultamos para los hombres no es casualidad. Clic para tuitear

Los hombres miran a las mujeres. Las mujeres miran cómo son miradas. Eso determina no sólo la mayor parte de las relaciones entre hombres y mujeres sino también la relación entre las mujeres y sí mismas. La parte de la mujer que se observa es la masculina: la parte que se siente observada es femenina. Así la mujer se trasforma en objeto.

Este hecho queda reflejado también en el tabú que hay en torno a la masturbación femenina. Una de las sexólogas entrevistadas decía que para nombrar a la masturbación masculina existen muchos nombres, mientras que para hacer lo mismo con la femenina nos quedamos casi sin palabras que la referencien.

En el sexo, las mujeres siempre andamos transitando por la delgada línea que existe entre ser demasiado recatadas y pudorosas o ser demasiado promiscuas, en caso de que tratemos de vivir una sexualidad fuera de lo marcado como normativo. En definitiva siempre seremos demasiado, ya sea por defecto o por exceso, y nunca estaremos en el punto adecuado, ni para los demás ni para nosotras mismas.

Paradójicamente, ocurre justo lo contrario si hablamos de la falta de deseo sexual en hombres. Si para las mujeres según la lógica más tradicional no está bien visto expresar el deseo, en los hombres el expresarlo es lo normal, y sin embargo cuando hay falta de deseo debe ser censurada. Bajo el paraguas de las disfunciones sexuales puramente físicas se esconde también la pérdida de deseo.

Tanto en las mujeres como en los hombres, el silencio y el pudor están presentes constantemente en estos casos. Hay una vergüenza, una falta de palabras para expresar lo que ocurre y una concepción caduca de las relaciones de pareja heterosexuales y de la sexualidad que nos acarrea muchos problemas, y hasta que no decidamos romper unas y otros con todo ello estaremos poniendo parches solamente a un problema que realmente necesita un derribo hasta los cimientos y una reconstrucción.

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Elaboración propia

Fundación de Cicely. Feminismo y futuro

Si me dieran a elegir una serie para llevarme a una isla desierta no tendría duda en mi elección. Han pasado 20 años desde el final de su emisión y, sin embargo, Doctor en Alaska (Northern Exposure 1990-1995) sigue siendo el equivalente de Los Simpsons en serie no animada. No hay situación cotidiana o duda existencial que no tenga reflejo en alguno de sus capítulos, y la cantidad de secuencias memorables a las que se puede recurrir para mostrarlo es considerable. Durante seis temporadas esta serie creada por Joshua Brand y John Falsey narra las peripecias de Joel Fleischman (Rob Morrow), un joven doctor neoyorkino, algo neurótico y escéptico, que se ve obligado a ejercer como médico general en Cicely, un remoto pueblo de Alaska. Cicely empieza siendo un entorno que produce un fuerte rechazo en él, una especie de reducto salvaje que no encaja en sus parámetros de urbanita. Pero pronto sus habitantes y la forma de vida de ese extraño pueblo van afectando a la perspectiva vital del doctor y a la de los espectadores.

doctor en alaska dr fleischmanCicely es ese sitio en el que el locutor de la radio local, un exconvicto aficionado a la filosofía, hace instalaciones artísticas y oficia las bodas y entierros sin ser cura. Donde una joven de familia adinerada prefiere pilotar aviones a responder a las expectativas de su familia. Donde una reina de la belleza de 18 años decide casarse con un antiguo cazador 40 años mayor que ella que reniega de la crueldad de sus antecesores. Donde la dueña de la tienda es una anciana temperamental que dejó atrás a su familia para empezar de nuevo una vida independiente. Donde conviven un joven introvertido y afable con vocación de cineasta, un astronauta retirado con ínfulas de magnate, una india de carácter tranquilo pero de voluntad irredimible y toda una serie de personajes peculiares y a la vez comunes, gente que podría ser rechazada o simplemente ignorada por los convencionalismos sociales dominantes pero que encuentran en ese rincón de Alaska un espacio en el que vivir en paz y ser valorados.

doctor en alaska cicely

Y poco a poco Cicely se convierte en un sitio en el querrías estar. Un lugar donde las dificultades se superan con humor y tolerancia, donde todos se conocen y siempre hay alguien que entiende tu rareza. Lo que concierne al pueblo se plantea y vota en asamblea y no como una reivindicación extraordinaria, sino como un acto cotidiano. En Cicely aprendes a vivir con razonamiento, con intuición, con diálogos entre personas muy diferentes, con reflexiones individuales y colectivas, con experiencias estéticas, con los vínculos con la naturaleza. Las situaciones a veces son surrealistas o contradictorias, los personajes cambian. Pero paradójicamente todo ello consolida el realismo de la serie. Aunque parezca un universo un tanto mágico y especial, no es un cuento irreverente, te está hablando de algo que está ahí, en todas partes, latente en distintas grados. El mundo no tiene ese pulcro orden de los anuncios, de los sistemas, capitalista, comunista, da igual. Hay un crisol de circunstancias y de necesidades humanas que no caben en ellos, que son cubiertas por colectivos reales que han sido invisibilizados en los libros de historia y que rara vez aparecen en los medios. Y detrás de eso está el sufrimiento de la gente, un imaginario colectivo secuestrado, personas que son discriminadas, maltratadas, esclavizadas, limitadas, denigradas, asesinadas por la desigualdad, el machismo, la xenofobia, la homofobia. Y los cánones de perfección social, de aquello que se impone como ideal a lograr, no son más que otro instrumento del patriarcado para tenerte sometido a miedos e insatisfacciones que bloqueen tu capacidad de autonomía, que impidan que veas el poder que te da el amor en todas sus modalidades, no sólo la romántica patriarcal.

Coges la carretera y te diriges al norte, sin destino fijo […], y justo cuando crees que has perdido contacto con todo lo real, te encuentras con Cicely, Alaska.

Doctor en Alaska se fundamenta en la diversidad de relaciones: heteronormativas, intergeneracionales, interculturales; pero es la relación entre dos mujeres la que da origen al pueblo. En uno de sus capítulos se relata la historia de Cicely y Roslyn, dos mujeres muy diferentes que deciden fomentar la cultura en esa comunidad a la que llegan y promover una visión mucho más abierta de la convivencia que permita que todos se sientan aceptados y contribuyan al enriquecimiento común. Pero estas pioneras del feminismo y del poliamor se enfrentan al poder establecido y acaban sufriendo las consecuencias. Sin embargo, su ejemplo marca tan profundamente a esa localidad que sus habitantes deciden recordarlas llamando Cicely a la ciudad y Roslyn al café del pueblo. Y no sólo eso. Cicely mantiene el respeto por la pluralidad, por el valor de las ideas y por la comprensión del amor desarrollado en la comunidad, la tribu, la familia, la amistad, la individualidad o  la simple y valiosa empatía entre congéneres. Por aquel entonces no era consciente de que aquella serie tan diferente a las demás hablaba también del feminismo, pero el tiempo la ha colocado en su lugar convirtiéndola en un referente fundamental.

roslyn cicely doctor en alaska

Cicely y Roslyn, fundadoras de Cicely

El feminismo no va de odiar a los hombres, es evidente, y sin embargo siempre tienes que aclararlo y casi pedir disculpas. No es la consecución de la igualdad con ellos en este régimen injusto. No, el feminismo es la cultura de los cuidados, del desarrollo de toda la potencialidad constructiva del ser humano, de la sostenibilidad, de la libertad, la integración y la tolerancia. El feminismo son muchos feminismos y tampoco es la panacea que todo lo salvará, pero se instrumentaliza en la crítica y crece y no se muere en la autoindulgecia. El feminismo sirve, no crea siervos. El feminismo es que la gente no deje de ser feliz por una etiqueta de género. No es cosa de mujeres, ni de hombres, es cosa de todos. Pero si lo proclama una mujer escúchala, oye sus palabras y no le reclames que haya hecho suyo ese discurso porque es el discurso de aquellos a los que no han dejado hablar y a las mujeres las han silenciado mucho tiempo. Luego si crees en ello defiéndelo, compártelo, pero no le cambies el nombre o lo digas con la boca pequeña y un pero detrás porque entonces le estás robando todo su sentido.Si consideras que llamarlo feminismo es una manera de limitar esa lucha a un colectivo es que no has entendido que el feminismo es la no limitación de la lucha a un colectivo.

También puedes encontrarte con quienes lo consideran innecesario porque ya vivimos en la igualdad redactada en las leyes y declaraciones de derechos, esas que son quebrantadas por estados y ciudadanos, o quienes argumentan que insistir en el discurso feminista puede ser contraproducente por saturación. Si ya sabemos que hombres y mujeres no tienen las mismas oportunidades, no hace falta cacarear a todas horas datos que lo corroboren, analizar todo a través de las gafas violetas o pretender  que lo establecido cambie de la noche a la mañana. Pues resulta que sí que hace falta, hay que visibilizar hasta la saciedad, porque el cambio necesitará muchas noches y muchas mañanas para hacerse real. No basta con la aprobación de cuotas de participación en los organismos de poder o con avances puntuales de cara a la galería. Crear una nueva conciencia de lo establecido, de lo aceptable, una nueva forma de vivir, sólo puede consolidarse mediante el debate constante en todos los ámbitos, porque es la única forma de normalizarlo, de la misma manera que la violencia, la explotación y la miseria se han normalizado en este mundo globalizado a base repetir patrones en toda forma de comunicación posible.

feminismo

Cicely y Roslyn lo entendieron y el espíritu de lo que defendían cambió a una pequeña ciudad ficticia. Así que si ves que hay razón para que las cosas no sean como son haz tu parte y cuestiona lo que quieras. Háblalo, modifica tu lenguaje, exprésate en formas nuevas si las viejas se te quedan cortas, asóciate, comparte, reflexiona, movilízate en la calle, en casa, donde sea. Apoya con medios, con discurso, con difusión, apoya dejando pasar. Comparte vídeos, escribe en blogs polifónicos sobre grandes cosas, sobre pequeñas cosas. O simplemente escucha y observa. Suma tu historia a otras historias y haz manada, comunidad. Hazlo día a día, en tu entorno o con desconocidos. Cada gesto de cada individuo puede hacer brotar una idea en otro, una perspectiva diferente. Y así funciona, uno a uno. Cuando veía Doctor en Alaska de adolescente quería que Cicely existiera, que fuera real. Hoy, todos esos gestos y mensajes de otras personas que defienden el feminismo me muestran que puede serlo, y que esa isla a la que me llevaría la única serie que me cambió la vida ya no está desierta.

Ada, Manuela, y la política en femenino

«Históricamente ser mujer correspondió a la expulsión de la vida política, al no reconocimiento ni remuneración del trabajo doméstico, y es precisamente esto lo que ha permitido a las mujeres -no de modo esencial ni identitario, sino porque se encontraban en esa situación- desarrollar otro tipo de prácticas y estrategias referidas a la cooperación, la solidaridad y la circulación. El devenir-mujer de la política es un devenir minoritario porque implica el desarrollo de estrategias alternativas que pasan a través de la subjetivación y la creación de nueva comunidad, o de nuevos sentidos para la vida común.» Judith Revel

Se dice que estas elecciones, municipales y autonómicas, han sido las de las mujeres; algo que puede resultar chocante para aquellas personas que, como era el caso en el Ayuntamiento y la Comunidad de Madrid, estábamos ya gobernadas por supuestas mujeres, Ana Botella o Esperanza Aguirre. Sin embargo, a estas «lideresas» no las podemos considerar como mujeres en el sentido tradicional del reparto de roles asignados. Eso es algo que destaca a la perfección Barbijaputa: tendrán vagina, pero esas personas no entran dentro de lo que entendemos por mujer, de lo que tienen en común Colau y Carmena.En El país de las mujeres, Gioconda Belli plantea un escenario en el que son ellas quienes dominan el panorama político: un grupo de mujeres, organizadas en un partido de nombre a priori chocante (el PIE, nada menos que Partido de la Izquierda Erótica), proponen cambiar la ciudadanía por la cuidadanía, un concepto en el que el centro de la política son los cuidados. Esto es algo que se ha comentado mucho tanto estos días como de cara al panorama político que se abre a raíz de los últimos resultados electorales en este momento.

Quizá es buen momento de preguntarse cuántos de los graves problemas actuales se podrían responder simplemente cambiando el paradigma con el objetivo principal de pensar en los cuidados. Hace ya un tiempo me partí un pie y me encontré de pronto completamente dependiente (no piensas que  automáticamente las muletas te obligan también a prescindir de tus brazos). En ese nivel de dependencia en el que tenía que pedir un vaso de agua tuve que obligarme a revisar todo lo que entendía hasta ese momento que era la autosuficiencia; algo en lo que me ayudó mucho Cojas y precarias, un excelente libro de Traficantes de sueños que recomiendo a todas las personas con las que hablo desde entonces, que te enseña que aquello de que ningún ser humano es una isla es tremendamente cierto.

En El país de las mujeres, lo primero que hace el gobierno dirigido por Viviana Sansón es expulsar a los hombres de la esfera pública: despiden a los funcionarios y, dándoles una paga, los envían a su casa a cuidar y se llevan a sus mujeres a ejercer el funcionariado. Este cambio, origen de muchos de los problemas que desestabilizan el gobierno de Sanson, es también el Gran Cambio Radical que hace que muchos de los hombres, al principio simplemente anestesiados por un oportuno volcán que acaba con su testosterona, terminen entendiendo que es cierto que las mujeres necesitan una oportunidad para enseñar que hay otras formas de liderar y de gestionar.Ese es el espíritu que vemos también en Carmena y en Colau: no son personas que mandan a secas, y por eso no son hombres, son personas que gestionan, no lideresas sino delegadas; son personas que respetan la voluntad popular y que entienden que no pueden gobernar solas sino por y con la gente. Una actitud de conciliación, de diálogo, de entender las necesidades ajenas, que forma parte de todo el imaginario de lo femenino y que hasta ahora ha tenido muy poquita reproducción en la política, ni en estos municipios ni en ningún otro, salvo quizás a raíz del 15M en las pequeñas asambleas de barrio donde todo el mundo tiene algo que hacer y decir.

 

Ada Colau y Manuela Carmena

Foto via Disopress

Frente a aquella que hablaba de cuando otros vestían a sus hijos (y que por tanto se colocaban en la posición del varón de la familia y dejaban a su personal doméstico la posición de la mujer) nos encontramos ahora con alcaldesas que van al mercado y lo hacen en el metro, o con aquellas que consideran que la Fórmula 1 es un lujo que debe uno pagarse, a diferencia de las becas comedor. De pronto los problemas de todos los días, los de la gestión de la casa, los de «donde comen dos comen tres», repartir la compra de la semana para que nadie se quede con hambre, hacer caldo con cualquier cosa, son los que protagonizan la esfera política. Algo que era tremendamente necesario considerando las tasas de pobreza, y es que las mujeres no gestionan la pobreza como una humillacion sino como un problema que resolver, como un reto para su creatividad donde demostrar lo que mejor han hecho todos estos siglos: optimizar, repartir, escuchar. Por todo eso son Carmena y Colau las que necesita esta España esquilmada, y por eso sinceramente espero que muy pronto se vea convertido en el país de las mujeres.

El -dudoso- lugar de las mujeres en el cambio

Vivimos tiempos apasionantes en lo que a política se refiere. Como en un tablero de ajedrez donde las fichas se mueven para ganar. Se intentan anticipar las jugadas de los adversarios, pero cada movimiento sorprende al anterior. Hay viejas jugadas, jugadas que parecen nuevas y jugadas que aun siendo novedosas se enmarcan en estrategias que se han empleado antes ya.

Hoy es 14 de abril, el día en el que se conmemora la proclamación de la II República española. Y lo hace en un escenario discursivo que rescata la memoria de aquel abril de 1931 en el que la instauración de la República fue posible gracias a la aplastante victoria de los partidos republicanos en aquellas elecciones municipales.

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Imagen via La República Española

A las puertas de la campaña de municipales y autonómicas las voces por recuperar el poder de las instituciones, que permita recuperar los derechos perdidos, recorren las calles de todas nuestras ciudades y pueblos. No es un movimiento republicano (o lo es en la intimidad, como en su día Aznar hablaba el catalán), pero no lo es explícitamente (o eso afirman) porque en su afán por regenerar la política ese discurso le parece antiguo. Teniendo en cuenta que la primera monarquía de lo que hoy es el territorio del Estado español fue la de Don Pelayo, en Asturias, en el 718, parece que esa manifestación no tiene demasiada base.

Pero tiene una explicación lógica, es aquello que dejó de pasar hace muchos años. Es el discurso hegemónico encarnizado, hecho verdad. Y es que si no se lucha decididamente contra él, desde el trabajo individual hasta el colectivo, volvemos a caer una y otra vez en el pensamiento dominante.

Ocurre igual con las mujeres. En estos proyectos nuevos, participativos y de firmes convicciones democráticas (Podemos, Ganemos, Ahora, Común, etc.) tienen vicios antiguos contra los que deberían luchar con más firmeza de lo vienen haciendo.

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Fuente de la imagen: IU Mujer

Entre sonidos de tic tac y otros golpes de efecto, se les quedan atrás las mujeres en la esfera pública. Está Ada Colau en Barcelona en comú, Teresa Rodríguez en Podemos Andalucía y la súper nova Manuela Carmena, en Ahora Madrid. Lo que queda de estos nuevos partidos es un jardín de hombres medianamente jóvenes que lo que aportan al escenario político es una carrera académica muy bien argumentada y una presencia mediática descaradamente superior a la de sus compañeras.

En el último tiempo se ve un intento de visibilizar que no son un puñado de hombres pujando por el poder, que los acompañan compañeras en ocasiones más válidas que ellos. Pero el intento llega tarde y llega mal. El momento que ellas acceden a las tertulias televisivas es el mismo en el que solo dos de ellas (tres contando con Teresa Rodríguez) figuran como candidatas a sus respectivas comunidades autónomas. El resto, hombres. Ni más preparados, ni más consecuentes; hombres.

El último barómetro del CIS en intención de voto refleja que la intención de voto en hombres es 7 puntos superior que la de las mujeres porque probablemente el reflejo del poder y de la fuerza encarnado por ellos sea más potente en su electorado masculino que en el femenino. Posiblemente. Las que se hayan acercado a una asamblea de un círculo cualquiera y las que participen activamente en ellos habrán notado que la pugna por la palabra y el respeto por los turnos tiene una nota eminentemente masculina.

Eso sí, las cuotas las aplican como el catecismo. Una rigurosa corrección política en lo fácil, en lo que sale aplicando números, que nadie los pueda tachar de machistas. Pero les siguen faltando las herramientas para que el nosotras y nosotros sea realmente inclusivo. Que cuando se habla en plural femenino de hecho esté incluyendo a las mujeres que conforman estos movimientos.

Y es que nos queda un camino largo en el que el empoderamiento juega un papel fundamental, pero para que sea posible tenemos que tener a nuestros compañeros realmente de nuestra parte. Que valoren la preparación y la fortaleza de quienes están y de quienes no quieren jugar en su tablero de ajedrez y que entiendan que es tarea de todos y de todas aniquilar el sistema patriarcal que nos sitúa siempre a las mujeres un peldaño más abajo en la esfera social.

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