«Somos la mitad de la humanidad.»
Cuando uno ve Sufragistas atraviesa una infinidad de emociones humanas: frustración, impotencia, rabia… Y entre lágrimas se acuerda de su madre, de su abuela y de todas las mujeres que nos han ayudado a llegar donde hemos llegado, porque ellas se sacrificaron por nosotros. Sufragistas simboliza lo duro que fue llegar hasta aquí y la lucha de esta(s) mujer(es) que tuv(ieron)o que pelear contra las autoridades; que tuvieron que recurrir a la violencia porque, tristemente, era el único lenguaje que entendían la mayoría de los hombres; que tuvieron que luchar contra sus maridos e incluso contra las propias mujeres que tenían interiorizada esa figura machista y eran reacias al cambio y a la evolución como sociedad.
Sufragistas narra unos elementos históricos que son contados a través del factor humano, a través de las personas que hicieron posible esa victoria sobre los derechos sociales. La película posiciona su mirada y nos narra, mediante veracidad histórica, esta lucha de mujeres. Y lo hace a través del procedimiento dramático más clásico y eficaz: centrándose en el caso individual de Maud Watts, una joven trabajadora de la Inglaterra de 1912 que va tomando conciencia de las humillantes limitaciones que se le imponían a las mujeres. Centrándose en este personaje, la película reconstruye la época a la perfección y logra la total identificación del público -tanto con el personaje como con la causa- mientras va dibujando las distintas etapas del movimiento sufragista a través de los pequeños episodios de lucha en los que Maud se ve envuelta. Realmente se puede ver el viaje del personaje, que va desde una simple trabajadora y madre obediente que un día se ve inmersa en una reivindicación sindical hasta que, a partir de ahí, va interiorizando la idea de la defensa de los derechos, dándose cuenta que las mujeres tenían que levantarse para alcanzar la igualdad en todos los ámbitos, tanto laborales como sociales.
Carey Mulligan lleva a cabo uno de los papeles de su vida, sabiendo capturar a la perfección los costes que tiene una batalla política de esta altura, haciendo verídica la profunda y creíble transformación de su personaje, un sufrimiento que vemos reflejado en cada escena, en cada primer plano y en cada lágrima de la actriz inglesa. La ambientación, ayudada por la fotografía del español Eduard Grau, por el diseño de producción de Alice Normington y por el compositor Alexandre Desplat, logra a la perfección ese tono de película grisácea que ya vimos anteriormente en otras películas ambientadas en el Londres de principios del XX como Las Cenizas de Ángela.
Sufragistas es una película de mujeres, hecha por mujeres (la directora es Sarah Gavron, la mayoría de las productoras son mujeres, la guionista es Abi Morgan y el reparto está lleno de estrellas femeninas), pero necesaria para todos los públicos. Sobre todo para los hombres. La cinta enseña sus cartas desde el principio, incluso desde el tráiler con la que la promocionaron, y no pide disculpas en ningún momento por ser emocionante, siendo consciente de que es algo que funciona muy bien a nivel de cine comercial. El espectador siente el peligro real e inmediato al que se enfrentan unos personajes que lo arriesgan todo: a ser despedidas de sus puestos de trabajo, a ser encerradas en la cárcel, a ser alimentadas a la fuerza o incluso a perder a sus propios hijos.
Es cierto que la película es oportunista por la época de premios en la que se ha estrenado y por la evidente carrera comercial hacia el Óscar por el que va a optar, pero no por eso la hace menos necesaria. El debate de Sufragistas no debe centrarse únicamente en si se merece la nominación de mejor película o mejor actriz, sino que debe traer a nuestro recuerdo lo durísimo que fue el poder llegar hasta 2015 y que a día de hoy gocemos de los derechos sociales de que disponemos. De hecho, los créditos finalizan con una serie de horribles estadísticas sobre el sufragio femenino. El debate que debe proponernos la cinta es la injusticia que supuso que las mujeres tuvieran que luchar por unos derechos con los que todos debimos haber nacido, una lucha que se llevó a cabo cuando ni siquiera tenían voz. Como dice Emmeline Pankhurst, el personaje que interpreta Meryl Streep en la película, las mujeres no querían quebrantar las leyes, sino que querían poder redactarlas también.
La cinta narra la injusticia de luchar por unos derechos con los que todos debimos haber nacido. Clic para tuitear
Es más, Sufragistas llega en un momento inmejorable, en una época en la que (por fin) el debate dentro de la industria y la prensa por el lugar que ocupa la mujer en Hollywood está en todas partes. Hace unos meses Jennifer Lawrence reivindicaba el papel de la mujer dentro de la industria y denunciaba la abismal diferencia de salarios entre las actrices y sus compañeros masculinos de reparto. Además, Hollywood se está dando cuenta del potencial narrativo (y económico) que están teniendo las historias protagonizadas por mujeres y es por ello que por primera vez en muchos años están destacando y centrando el peso de las historias en las mujeres: Mad Max: Fury Road, Inside Out, Espías, Los Juegos del Hambre, la nueva saga de Star Wars, etc.
Y ésta es una de las primeras veces en las que esta voz se levanta. Para que se les oiga.