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El orden divino: el sufragio femenino en Suiza

Gracias a la distribuidora Surtsey Films hemos podido ver esta semana El orden divino, que se estrenó en cines de toda España el pasado 22 de junio. Esta película cuenta la historia del sufragio femenino en Suiza, que es llamativa porque las mujeres no pudieron votar allí hasta el año 1971. Paradójicamente, en la votación que decidió si las mujeres tenían derecho al sufragio solo pudieron participar hombres. Como en tantos otros casos.

La lucha por el derecho de las mujeres al voto lleva más de un siglo gestándose. En 1893, Nueva Zelanda fue el primer país en adoptar el sufragio femenino sin restricciones. Por su parte, en Europa, la primera región en autorizarlo fue Finlandia (en 1906). En Latinoamérica, las mujeres pudieron votar por primera vez en 1927 en Uruguay. A España el voto llegó durante la Segunda República, en 1931, pero la dictadura de Franco nos lo arrebató. Algunos de los últimos países en permitir votar a las mujeres han sido Baréin (2002) o Kuwait (2005).

Divino desorden

El orden divino tiene como protagonista a Nora, una mujer que vive en un pequeño pueblo suizo y se dedica al cuidado de sus hijos, su suegro y su casa, además de ayudar en la granja familiar. La monotonía se rompe cuando ve una oferta de trabajo y le comenta a su marido que le gustaría volver a tener un empleo. Él se niega, ya que considera que su papel divino como mujer son los cuidados. En esa época, por ley el marido podía prohibir que su mujer trabajara fuera de casa, pero Nora no se resigna. La cuestión es: ¿puede haber una relación amorosa sana sin igualdad?

La cuestión es: ¿puede haber una relación amorosa sana sin igualdad? Clic para tuitear

De hecho, lo que empieza siendo un pequeño desafío para una mujer acaba convirtiéndose en una enorme ola feminista a la que se van sumando las mujeres del pueblo. Las resistencias son enormes al principio, incluso por parte de las propias mujeres. En el pueblo, muchas tienen miedo de enfrentarse a sus maridos. Otras están de acuerdo con el papel que les ha sido asignado. Poco a poco, no obstante, se van dando cuenta de que las mujeres se merecen decidir sobre sus propias vidas.

A ritmo de Lesley Gore la película nos habla, como venimos contando, del sufragio femenino y las relaciones familiares. Pero también explora la sexualidad, la sororidad y la fuerza que tienen las personas cuando se unen por una lucha común. Y lo hace en un tono íntimo, entrañable, lleno de humor y, a la vez, duro y reivindicativo.

Una historia de lucha

Y es que el sufragista, como todos los movimientos que han luchado históricamente por reivindicar lo que le había sido arrebatado injustamente a un determinado grupo, es una corriente en la que muchas tácticas se han entrelazado. Si el Estado ha negado sistemáticamente ciertos derechos, no hay razón para que los vaya a otorgar sin pelea. Y, así, vemos que las mujeres de El orden divino se manifiestan, se enfrentan a su maridos y hasta ponen en marcha una huelga para pelear por lo que es suyo.

Uno de los movimientos sufragistas más conocidos es el que llevó a las mujeres mayores de 30 a poder votar en Gran Bretaña en 1918, y a todas sin distinción de edad en 1928. La película Sufragistas cuenta esta lucha de las mujeres inglesas. En la distinción entre suffragettes y suffragists (el ala más radical del movimiento y la más moderada, respectivamente) vemos que la pelea no fue, ni mucho menos, un camino de rosas. La oposición de los hombres, el Estado y la Iglesia al derecho al voto femenino ha sido siempre tremenda, pero también hubo resistencia desde la izquierda, que pensaba que las mujeres votarían lo que sus maridos o los jefes de sus iglesias dijeran.

Queda mucho por hacer

A lo largo de la película acompañaremos a este pequeño grupo de mujeres suizas en su búsqueda de la libertad y el autoconocimiento; ¿qué querrías ser si fueras libre? También veremos todo lo que quedaba y queda por hacer, más por su ausencia en la trama de la película que por mención expresa. Por ejemplo, en la lucha de la T de LGTB+, porque la identificación mujer-coño es evidente en uno de los momentos, por otra parte, más divertidos de la película. Nuestras compañeras trans siguen siendo enormemente invisibles o rechazadas, incluso entre las que dicen llamarse feministas, y queda mucha batalla por delante.

Viñeta de Matilde

No debemos olvidar que la lucha no acaba, ni mucho menos, al lograr el derecho al voto; la batalla por la igualdad social va más allá de eso. Ni, tampoco, que este derecho a participar en las instituciones se logró gracias a la lucha en las calles.

Recordad: podéis ver ya la película El orden divino en los cines de España.

«Somos la mitad de la humanidad.»

Cuando uno ve Sufragistas atraviesa una infinidad de emociones humanas: frustración, impotencia, rabia… Y entre lágrimas se acuerda de su madre, de su abuela y de todas las mujeres que nos han ayudado a llegar donde hemos llegado, porque ellas se sacrificaron por nosotros. Sufragistas simboliza lo duro que fue llegar hasta aquí y la lucha de esta(s) mujer(es) que tuv(ieron)o que pelear contra las autoridades; que tuvieron que recurrir a la violencia porque, tristemente, era el único lenguaje que entendían la mayoría de los hombres; que tuvieron que luchar contra sus maridos e incluso contra las propias mujeres que tenían interiorizada esa figura machista y eran reacias al cambio y a la evolución como sociedad.

Sufragistas narra unos elementos históricos que son contados a través del factor humano, a través de las personas que hicieron posible esa victoria sobre los derechos sociales. La película posiciona su mirada y nos narra, mediante veracidad histórica, esta lucha de mujeres. Y lo hace a través del procedimiento dramático más clásico y eficaz: centrándose en el caso individual de Maud Watts, una joven trabajadora de la Inglaterra de 1912 que va tomando conciencia de las humillantes limitaciones que se le imponían a las mujeres. Centrándose en este personaje, la película reconstruye la época a la perfección y logra la total identificación del público -tanto con el personaje como con la causa- mientras va dibujando las distintas etapas del movimiento sufragista a través de los pequeños episodios de lucha en los que Maud se ve envuelta. Realmente se puede ver el viaje del personaje, que va desde una simple trabajadora y madre obediente que un día se ve inmersa en una reivindicación sindical hasta que, a partir de ahí, va interiorizando la idea de la defensa de los derechos, dándose cuenta que las mujeres tenían que levantarse para alcanzar la igualdad en todos los ámbitos, tanto laborales como sociales.

Carey Mulligan lleva a cabo uno de los papeles de su vida, sabiendo capturar a la perfección los costes que tiene una batalla política de esta altura, haciendo verídica la profunda y creíble transformación de su personaje, un sufrimiento que vemos reflejado en cada escena, en cada primer plano y en cada lágrima de la actriz inglesa. La ambientación, ayudada por la fotografía del español Eduard Grau, por el diseño de producción de Alice Normington y por el compositor Alexandre Desplat, logra a la perfección ese tono de película grisácea que ya vimos anteriormente en otras películas ambientadas en el Londres de principios del XX como Las Cenizas de Ángela.

El equipo de Sufragistas

Sufragistas es una película de mujeres, hecha por mujeres (la directora es Sarah Gavron, la mayoría de las productoras son mujeres, la guionista es Abi Morgan y el reparto está lleno de estrellas femeninas), pero necesaria para todos los públicos. Sobre todo para los hombres. La cinta enseña sus cartas desde el principio, incluso desde el tráiler con la que la promocionaron, y no pide disculpas en ningún momento por ser emocionante, siendo consciente de que es algo que funciona muy bien a nivel de cine comercial. El espectador siente el peligro real e inmediato al que se enfrentan unos personajes que lo arriesgan todo: a ser despedidas de sus puestos de trabajo, a ser encerradas en la cárcel, a ser alimentadas a la fuerza o incluso a perder a sus propios hijos.

Es cierto que la película es oportunista por la época de premios en la que se ha estrenado y por la evidente carrera comercial hacia el Óscar por el que va a optar, pero no por eso la hace menos necesaria. El debate de Sufragistas no debe centrarse únicamente en si se merece la nominación de mejor película o mejor actriz, sino que debe traer a nuestro recuerdo lo durísimo que fue el poder llegar hasta 2015 y que a día de hoy gocemos de los derechos sociales de que disponemos. De hecho, los créditos finalizan con una serie de horribles estadísticas sobre el sufragio femenino. El debate que debe proponernos la cinta es la injusticia que supuso que las mujeres tuvieran que luchar por unos derechos con los que todos debimos haber nacido, una lucha que se llevó a cabo cuando ni siquiera tenían voz. Como dice Emmeline Pankhurst, el personaje que interpreta Meryl Streep en la película, las mujeres no querían quebrantar las leyes, sino que querían poder redactarlas también.

La cinta narra la injusticia de luchar por unos derechos con los que todos debimos haber nacido. Clic para tuitear

Es más, Sufragistas llega en un momento inmejorable, en una época en la que (por fin) el debate dentro de la industria y la prensa por el lugar que ocupa la mujer en Hollywood está en todas partes. Hace unos meses Jennifer Lawrence reivindicaba el papel de la mujer dentro de la industria y denunciaba la abismal diferencia de salarios entre las actrices y sus compañeros masculinos de reparto. Además, Hollywood se está dando cuenta del potencial narrativo (y económico) que están teniendo las historias protagonizadas por mujeres y es por ello que por primera vez en muchos años están destacando y centrando el peso de las historias en las mujeres: Mad Max: Fury Road, Inside Out, Espías, Los Juegos del Hambre, la nueva saga de Star Wars, etc.

Y ésta es una de las primeras veces en las que esta voz se levanta. Para que se les oiga.

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