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La salud también es esto

Hoy, 7 de abril se celebra el día mundial de la salud. La OMS define a la salud como el estado completo de bienestar físico, mental y social que tiene una persona.

Se suele incidir mucho en la importancia del bienestar físico y mental. Sin embargo, el componente social queda normalmente relegado a un tercer plano. Prueba de ello son los títulos centrales que cada año se eligen para la celebración de este día: Vence la diabetes, Contrólese la tensión arterial o Salud Mental: sí a la atención, no a la exclusión. Pero, ¿qué hay de aquellos problemas que suelen quedar fuera del foco de atención en estas celebraciones tan institucionalizadas? ¿Qué hay de los problemas sociales que afectan a la salud?

Elaboración Propia.

Elaboración propia

En las décadas de los cincuenta y sesenta, la psicóloga social norteamericana Betty Friedan observaba a las mujeres de su sociedad. Muchas de ellas parecían felices viviendo en su particular jaula dorada. Una familia llena de retoños, una casa bonita, con una cocina equipada a la última en tecnologías del hogar donde poder hornear tartas de manzana para después dejar enfriar en el alféizar. Pero al mismo tiempo que sucedía esto, paradójicamente las consultas de psiquiatría se llenaban de esas mismas mujeres felices, que acudían con serios problemas de alcoholismo o depresión. Las mujeres  parecían vivir bien, pero cuando se indagaba un poco, muchas de ellas experimentaban con frecuencia un sentimiento de tristeza inherente a sus vidas. No podían dar una razón exacta que explicase esa desazón, ni determinar por qué era producida, pero estaba ahí.

Betty Friedan catalogó esa tristeza difusa como «El problema que no tenía nombre», ya que nadie sabía decir qué era lo que ocurría y no era fácil de verbalizar incluso entre mujeres que se encontraban en la misma situación. El problema iba más allá de lo particular, era común, compartido en silencio por una parte de la sociedad. Era un problema social que generaba malestar individual.

En nuestra sociedad actual puede parecer que pocas cosas quedan sin ser nombradas. Si algo abunda es la información, los datos, las noticias. Sin embargo, las mujeres seguimos teniendo problemas difíciles de definir. A día de hoy existen tabúes que tienen que ver, exclusivamente, con nosotras, como: menstruar, algunas partes de nuestra anatomía o la representación y la vivencia del placer fuera de una óptica de deseo masculina. Son algunos ejemplos que evidencian que aún hay mucho por nombrar y por decir. En estos casos, las verdades quedan suplantadas por ideales modélicos que tomamos como reales, a falta de realidad en la que vernos reflejadas. Nosotras mismas, sin quererlo, somos parte de la trampa, retroalimentando esas fantasías, siendo cómplices y engañadas al mismo tiempo, en un juego entre lo que deberíamos ser y lo que somos realmente.

¿Y qué ocurre cuando vivimos las fantasías que otros han producido sin pensar en nosotras? ¿Qué ocurre cuando aspiramos a hacer de las mentiras realidades en nuestras propias carnes? Ocurre que no encajamos. Que empezamos a no saber lo que nos pasa, porque nos hemos perdido en el camino hacia la perfecta vivencia sexual,  y nos callamos porque es vergonzoso reconocérnoslo a nosotras mismas. Porque en el fondo sabemos que aquí algo no funciona bien, como les ocurría a aquellas mujeres que Betty Friedan retrataba en su ensayo.

A la confusión se suceden las respuestas médicas. Que si trastornos del deseo sexual en los manuales de psiquiatría. Que venga a recetar antidepresivos a diestro y  siniestro (en España el consumo de estos fármacos se ha triplicado en 10 años según datos de la Agencia Española de Medicamentos y Productos Sanitarios [AEMPS]). Que si acaban de sacar una «viagra rosa» que nos va a poner la excitación por las nubes.

La solución a problemas que en su raíz son sociales no puede venir dada por los efectos temporales que producen los fármacos en nuestras mentes y en nuestros cuerpos. El descontento de las mujeres por una falta de identidad propia en el terreno sexual no se puede suplir diseñando patologías y colocando bajo el tejado de sus definiciones a todas aquellas mujeres que experimenten malestar sexual.

Bibliografía:

Friedan, Betty. (1963) «La mistica de la feminidad», Madrid: Ediciones Cátedra Feminismos.

A Disney se le cuela una princesa nada romántica

– «¿Podemos ver OTRA vez Frozen?»

Una de las frases más repetidas en mi casa el último invierno ha sido ésta. Así casi puedo afirmar que soy experta en Frozen. Han hecho de «Suéltalo… Suéltalo» mi banda sonora particular.

Elsa, la nueva superheroína

Sinceramente, la impresión que tengo es que Elsa se les ha colado a Disney. Pero por si acaso crearon a Ana, su hermana, esperando que todas las niñas la adoraran y aprendieran a no enamorarse de extraños.

Póster de Anna y Elsa - Frozen

 

Elsa es la única princesa feliz de conocerse a sí misma. No necesita príncipes azules. Se la nota fuerte y feliz cuando decide ir por su cuenta y alejarse del mundo. En contraposición está su hermana Ana: inocente, enamoradiza, tierna… Toda una princesa. ¿Esperaría Disney que todas las niñas fueran como locas buscando muñecas y disfraces de Ana a la sección de princesas?

 Anna, Kristoff y Olaf en la nieve

Pero no, todas las niñas quieren ser Elsa. Una princesa mezclada con súperheroe, que lanza hielo tanto para crear cosas bonitas como defenderse. Yo veo a las niñas en la calle lanzando rayos invisibles de hielo. Ninguna que quiera ser Ana. Ni una sola con interés en enamorarse ya sea de un príncipe o un repartidor de hielo.

Elsa, mejor con armadura que con vestido

Si a una niña le das a elegir, Elsa les ha dado la posibilidad de elegir tener superpoderes. Eligen hielo antes que tener amor. ¡¡¡Pueden ser superheroínas!!! Pueden competir contra Spidermans, supermanes y otros súperheroes del patio del colegio con súperpoderes de hielo. No tienen que ser sus novias para que les defiendan. Se pueden coger de la mano de otra niña al grito de «esto es amor verdadero» y lanzar hielo a los otros súperheroes de los que están presentes en formas de individuos por debajo de uno con cincuenta metros.

No, no han ido en masa a comprar muñecas y disfraces de Ana. Elsa mola más. Da igual estar sola, que nadie las comprenda o que ningún hombre se atreva siquiera a sacarla a bailar. Lanzar hielo mola más que eso.

Disfraz de Elsa

 

Ahora eso sí, quedo a la espera que no destrocen el personaje de Elsa en la próxima entrega. Que no pongan en marcha la maquinaria patriarcal y conviertan a Elsa en otra cosa. Ninguna niña ha echado de menos que Elsa se enamore ni que la salven. Diosa quiera que la próxima de Frozen no tenga como eje principal que Elsa se enamore. Porque, sinceramente no me acabo de fiar de Disney y de cómo funciona la maquinaria patriarcal.

Ana no les ha funcionado de contrapeso de Elsa. Las niñas quieren ser superpoderosas. Quieren ser protagonistas reales de su propia historia. ¡¡¡Qué más da no ser dulce y tierna si tienes superpoderes!!! Elsa les ha dado la posibilidad de elegirse a ellas mismas.

¿Blurred Lines?: el machismo en el videoclip

El videoclip es un elemento de la cultura popular (o de masas, según la clasificación que utilicemos) y, a la vez, una herramienta de comunicación comercial. Esta doble dimensión parece ser uno de los motivos por los que el videoclip es un blanco fácil para críticas desde todos los frentes. Cuando investigaba sobre este fenómeno para mi tesis doctoral y mi posterior libro, me llamó la atención la cantidad de críticas procedentes del ámbito académico, algunas de las cuales estaban plenamente justificadas, y otras, en cambio, no tanto ―por ejemplo, la conexión de su ritmo visual con la proliferación de la cocaína, según Marsha Kinder, o la influencia de El triunfo de la voluntad en su supuesta ideología, en opinión de David J. Tetzlaff―. Entre ciertos excesos, había un tema mucho más complejo que aparecía de forma recurrente. Se trataba, como no, de la presencia de imágenes sexistas en el videoclip.

Resulta evidente que hay machismo en los videoclips. Es más, hay mucho, muchísimo. Como suele suceder, esta evidencia se torna, en demasiadas ocasiones, en una generalización que no comparto. Por ejemplo, para Saul Austerlitz, crítico de cine, televisión y música, el videoclip se ve marcado por

la cosificación de las mujeres como objetos de deseo. La presencia de mujeres medio desnudas en el fondo (y en primer plano) en prácticamente todos los videoclips que se han hecho se ha convertido en algo tan común que casi no parece digno de mención. Los videoclips, en su mayoría, están dirigidos a los ojos de los hombres, proporcionándoles infinitas oportunidades para deleitarse con el espectáculo de mujeres bellas actuando para su placer. Los vídeos son fantasías masculinas de control y posesión de las mujeres, y esquivar este tema es saltarse uno de los aspectos definitorios del videoclip.

Desde mi punto de vista, la generalización y la existencia de ciertas premisas erróneas arruinan el argumento de Austerlitz. Porque efectivamente existen numerosos videoclips asquerosamente machistas, pero también un gran número de piezas que no lo son o, mejor aún, que son abiertamente feministas.

¿De qué parece depender, pues, la presencia o no de machismo en el videoclip? Un primer factor es el género musical al que pertenece el artista. Parece evidente que hay géneros musicales que tienen el machismo casi como un elemento de identidad, como sucede con el reggaetón. No descubro nada si digo que, salvando excepciones, la mayoría de videoclips de este género recurre a tópicos visuales donde la mujer es claramente un objeto, cuando no es abiertamente vejada. Sin ánimo de descargar de responsabilidad a los directores de videoclips ―de los que hablaremos luego―, debe ser difícil no hacer un videoclip sexista cuando la letra de la canción a la que debes añadir una banda de imágenes afirma cosas como “Eso lo quiero ver, qué pasa cuando te pego duro contra la pared”, “Castígala, dale un latigazo. Ella se está buscando el fuetazo. Castígala, dale un latigazo. En la pista te voy a dar yo pal’ de azotazos y palmetazos” o “Esto va pa’ las gatas de to’s colores, pa’ las mayores, pa’ las menores, pa’ las que son más zorras que los cazadores, pa’ las mujeres que no apagan sus motores”, por citar tres canciones del rey del reggaetón, Daddy Yankee. A modo de ejemplo, puede echarse un ojo a Ven conmigo, del citado Daddy Yankee y Prince Royce, donde, aparte de observarse todos los clichés en la presentación de la mujer, vemos al dúo de interfectos masculinos rescatando a las chicas, que permanecían encerradas en una especie de sótano ―aunque no dejaban de contonearse sensualmente pese a ello, claro―. Cuenta con más de 100 millones de visitas en YouTube.

De esta forma, no conviene olvidar que, por decirlo de algún modo, el género musical no es solo musical. A veces el sonido no es realmente una diferencia entre rock y pop. El género musical es, fundamentalmente, una forma de segmentación del público, de modo que la ubicación del artista en un género ―o subgénero― u otro nos dice más sobre cómo son sus fans que sobre cómo suena su música. Y, en fin, esto no dice nada bueno de los fans de Daddy Yankee y compañía.

No obstante, ni se puede generalizar dentro de ningún género musical ni existen géneros impolutos. Desgraciadamente, se trata de algo trasversal a todos ellos, donde suelen existir numerosas obras de carácter sexista. ¿De qué más depende, por tanto? Habría que introducir dos aspectos más: la identidad del artista y la mirada del director. Como decía, dentro de un mismo género coexisten posiciones muy diferentes. Y la identidad de cada artista es un mundo. Hablamos de la identidad del artista pretendiendo enfatizar lo que, en términos publicitarios, sería su dimensión como marca. Esto implica que no se trata de una responsabilidad exclusiva del artista, sino también de todo el entramado de agentes que lo representan y a su compañía fonográfica. Porque, como toda marca, el artista tiene una identidad propia que se va labrando con el paso del tiempo y que guarda relación con un público al que se pretende llegar, y, pese a la importancia retórica del discurso de la autenticidad, lo cierto es que siempre existen cálculos y la autoexpresión suele coexistir con la estrategia. De este modo, lo cierto es que la comunicación del artista intenta conectar con su público, y, en demasiadas ocasiones, ese público es machista. Los videoclips machistas son solo la punta del iceberg de un problema más amplio y más grave.

No se trata, en cualquier caso, de dejar sin cargos al videoclip y a sus emisores, dado que parece sensato exigir una responsabilidad a quienes ejercen comunicaciones públicas, máxime teniendo en cuenta que sus piezas pueden ejercer una labor de refuerzo de estas actitudes, cuando no de educación de un joven público. Esto nos lleva a hablar también de los directores. La publicidad es un mundo complejo, donde un equipo creativo se ve movido en una u otra dirección entre presiones e imposiciones que provienen de dentro y fuera de una agencia publicitaria. Dicho de otro modo, no se trata de una creatividad libre, y suele ser difícil escapar a determinados imperativos. En cuanto al mundo del videoclip, puede decirse que sucede algo similar; no obstante, es mucho mayor la libertad con la que cuentan los directores de videoclips y, por tanto, sería exigible un mayor compromiso. Por eso me resulta particularmente elogiable cuando tenemos a un artista mainstream haciendo algo diferente. Podrían citarse muchos videoclips en este sentido, pero me gusta particularmente So What, de P!nk, y dirigido por Dave Meyers. Tanto la canción como el videoclip juegan con la idea de una chica que acaba de perder a su marido, pero, en lugar de recurrir al tópico de “Sin ti no soy nada” (Amaral dixit), se opta por una autoafirmación de la mujer.

Hay que tener en cuenta, además, que el público es cada vez más crítico y cuenta con plataformas desde las que difundir sus mensajes a una audiencia potencialmente masiva. Y esto es un factor a tener en cuenta de un modo creciente. Por ejemplo, podemos prestar atención a uno de los mayores hits de los últimos años, Blurred Lines, de Robin Thicke (ft. Pharrell Williams). Tanto la canción como el videoclip resultan, desde mi punto de vista, claramente machistas. La canción contiene frases como “You the hottest bitch in this place!” o “I’ll give you something big enough to tear your ass in two”. Hay incluso quien ha interpretado la frase “I know you want it” como una apología de la violación. Por su parte, la cosificación de la mujer es una constante en el videoclip de la canción, que tristemente está dirigido por una mujer, Diane Martel. Y no solo por ir desnudas en la versión explícita de la canción, sino sobre todo por el rol deshumanizado que juegan ante los dos machitos en cuestión.

Pues bien, nada evita que surjan todo tipo de parodias que pretenden denunciar el machismo presente en este videoclip. Así, Melinda Hughes convierte la canción y el videoclip en Lame Lines, donde ridiculiza al prototipo de hombre que representan Robin Thicke y Pharrell Williams en su canción.

Es solo un ejemplo entre miles, pero sirve como muestra de una tendencia habitual. Evidentemente, el número de visionados del videoclip original y de sus parodias no es comparable, porque, pese a la retórica habitual acerca de la democratización que nos trae la web 2.0, unos y otros no compiten en igualdad de condiciones. Pero, al menos, sí queda el derecho público al pataleo. Algo es algo.

Finalicemos con unos toques de optimismo. Varias de las principales investigadoras del videoclip desde una perspectiva de género, como Lisa A. Lewis o Robin Roberts, ponen el acento más en la oportunidad futura que en el punto débil actual. Así, consideran que, en la medida en que cada vez existen más mujeres artistas con una identidad fuerte y más mujeres directoras al tiempo que aumentan las audiencias femeninas, el videoclip puede ser usado con fines abiertamente feministas. De este modo, como cierre, podríamos mencionar Hard Out Here, de Lily Allen, que realiza una dura sátira a los clichés machistas del videoclip y la industria musical.

El videoclip, dirigido por Christopher Sweeney, comienza con una liposucción a la propia artista y, a lo largo del metraje, vemos a un ejecutivo pidiéndole que se mueva sensualmente, frote las llantas de un coche o juguetee con un plátano. Contiene, además, referencias paródicas al citado Blurred Lines ―en concreto, se hace una sátira del patético “ROBIN THICKE HAS A BIG DICK”, que aparece escrito con globos en Blurred Lines, con la leyenda “LILY ALLEN HAS A BAGGY PUSSY”―.

lily-thicke

En palabras de Allen, Hard Out Here se trata de un vídeo satírico que “trata acerca de la cosificación de las mujeres en la cultura pop moderna”.

En fin, concluyamos que hay esperanza. Tanta como camino por recorrer queda.

Single ladies que no quieren ser singles aunque van de que sí (Beyoncé – Single ladies, 2008)

Now put your hands up
Up in the club, we just broke up
I’m doing my own little thing
I decided to dip
but now you wanna trip
Because another brother noticed me
I’m up on him, he up on me
Don’t pay him many attention
Because I cried my tears,
for three good years
You can’t be mad at me

If you liked it
Then you should have put a ring on it
If you liked it then you should’ve put a ring on it
Don’t be mad once you see that he want it
If you liked it then you should’ve put a ring on it

♬ Oh, oh, oh, oh, oh,oh, oh, oh, oh, oh, oh, oh! ♬

I got gloss on my lips,
a man on my hips
Got me tighter than my Dereon jeans
Acting up, drinking my cup
I could care less what you think
I need no permission, did I mention
Don’t pay him many attention
Because you had your turn
But now you’re gonna learn
What it really feels like to miss me

If you liked it
Then you should have put a ring on it
If you liked it then you should’ve put a ring on it
Don’t be mad once you see that he want it
If you liked it then you should’ve put a ring on it

♬ Oh, oh, oh, oh, oh,oh, oh, oh, oh, oh, oh, oh! ♬

Don’t treat me to this things of the world
I’m not that kind of girl
Your love is what I prefer, what I deserve
He’s a man that makes me, then takes me
And delivers me to a destiny, to infinity and beyond
Pull me into your arms
Say I’m the one you own
If you don’t, you’ll be alone
And like a ghost I’ll be gone

All the single ladies (x7)
Now put your hands up

♬ Oh, oh, oh, oh, oh, oh, oh, oh, oh, oh, oh, oh! ♬

Ahora, levantad las manos,
en el club, acabamos de romper,
estoy haciendo las cosas a mi manera.
Yo decidí mojarme,
pero ahora quieres fastidiarme
porque otro hermano se ha fijado en mí.
Yo estoy detrás de él, y él detrás de mí,
no le presto mucha atención
porque lloré mis lágrimas
durante tres buenos años,
no puedes enfadarte conmigo.

Si te gustaba,
deberías haber puesto un anillo
si te gustó, entonces haberle puesto un anillo.
Ahora no te enfades cuando veas que él sí quiere.
Si te gustaba, tendrías que haberle puesto un anillo.

♬ Oh, oh, oh, oh, oh,oh, oh, oh, oh, oh, oh, oh! ♬

Tengo brillo en los labios,
un hombre en mis caderas,
me tiene más sujeta que mis pantalones Dereon,
Dando guerra, bebiéndome mi copa,
no podría importarme menos lo que piensas,
no necesito permiso, ¿lo he mencionado?
No le prestes tanta atención,
porque tú tuviste tu oportunidad,
pero ahora vas a aprender,
cómo sienta de verdad echarme de menos.

Si te gustaba,
deberías haber puesto un anillo
si te gustó, entonces haberle puesto un anillo.
Ahora no te enfades cuando veas que él sí quiere.
Si te gustaba, tendrías que haberle puesto un anillo.

♬ Oh, oh, oh, oh, oh,oh, oh, oh, oh, oh, oh, oh! ♬

No me trates como cualquier cosa de este mundo,
no soy esa clase de chica,
tu amor es lo que prefiero, lo que merezco,
él es un hombre que me hace, me toma,
y me entrega a un destino, a la infinidad y más allá,
arrástrame a tus brazos,
di que soy tuya (la que posees),
si no lo haces, estarás solo,
y como un fantasma, me iré.

Todas las chicas solteras (bis)
Levantad las manos

♬ Oh, oh, oh, oh, oh, oh, oh, oh, oh, oh, oh, oh! ♬

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Oh, wait…

¿Sabéis cuál es mi historia de terror preferida? Esa en la que Beyoncé, símbolo feminista desde su etapa de Destiny’s Child (y feminista declarada, además), pasaba de gritarle al mundo que a ella no le hacía falta un maromo para vivir a escribir una canción en la que se ponía “a la venta”.

Pues sí, en el 2008 Beyoncé lanzaba Single Ladies y, encima, iba y lo petaba. Era poner la canción en cualquier momento de la noche y todas las chicas de la discoteca y algún que otro chico extendía los brazos y gritaba como si no hubiera mañana “Siiiiiiiingle leiiiiiiiiidissssss”, y a darlo todo. Y yo me consolaba pensando que en España no sabemos inglés.

Pero es que resulta que eso pasaba en todo el mundo y, oye, en el resto del mundo sí saben inglés…

Entonces, ¿por qué las mujeres celebraban esto?

Because I cried my tears, for three good years. You can’t be mad at me: aquí el dato importante es lo de los 3 años que estuvo llorando por el ex-chorbo. Obviamente, si fueran 2 y 364 días, un tío con el que ya no estás tiene todo el derecho del mundo a enfadarse si te ve con otro y a pedirte explicaciones.

If you liked it Then you should have put a ring on it: ya sabes, si te gustaba haberme dado un anillo y ahora no te tendrías que preocupar de que otra persona me atraiga. Como comprar un coche, una vez que lo compras, el coche no se va con nadie más. Es tuyo y punto. Chicas jóvenes y solteras, tenedlo en cuenta, vuestra máxima aspiración en la vida debe ser que un señor os haga el favor de daros un anillo. Y si no, preguntadle a Gollum. Él lo entiende.

♬ Oh, oh, oh, oh, oh, oh, oh, oh, oh, oh, oh, oh! ♬: esto me encanta, en realidad.

I could care less what you think, I need no permission: no necesito tu permiso porque no me diste un anillo. Si lo hubieras hecho, sí lo necesitaría, obviamente.

Because you had your turn, But now you’re gonna learn, What it really feels like to miss me: tú tuviste tu turno y ahora le toca a otro, que para eso soy un servicio público, hombrepordiós. Ahora él puede comprarme como tenías que haber hecho tú dándome un anillo. Ah, y de paso sufres, siente celos cuando otro macho me mea encima.

Don’t treat me to this things of the world, I’m not that kind of girl: esto lo comento por comentar, la verdad, porque no entiendo qué quiere decir. ¿Qué Beyoncé no es materialista?

Your love is what I prefer, what I deserve: ¿pero no decías que ya no lo querías, Beyoncé? O es lo que mereces precisamente porque ya no lo quieres? Estoy confusa y quiero llorar.

He’s a man that makes me, then takes me and delivers me to a destiny, to infinity and beyond: sólo puedo decir que me alegro de que mi madre me enseñara a ir a donde me diera la gana, sin necesidad que otra persona (en general) me llevara. Si Beyoncé se refiere al orgasmo de una manera así como muy sutil y elegante, también sé llegar solita, y si lo consigo en pareja no considero que nadie “me haya llevado”.

Pull me into your arms, say I’m the one you own: … what…

 

If you don’t, you’ll be alone and like a ghost I’ll be gone: si no me dices que soy tuya vas a estar muy solo o, visto de otra manera, si me respetas como mujer y no me consideras un objeto que pueda constituir una propiedad, te va a ir muy mal en la vida, majete.

Y esta visión perturbada que tiene la señora Beyoncé (señora porque a ella sí le pusieron el anillo y supongo que su chorbo-marido la llevará a muchos sitios y le dirá que es de su propiedad y por eso ella es tan feliz) de las relaciones es la que nos cuela en este pretendido himno a la soltería. Soltería que, por supuesto, está muy bien sólo al empezar la noche, porque en vez de pasárselo bien y tal, se dedica a ligar con un tío toda la noche para poner celoso al ex de hace 3 años, con el que al final resulta que quiere volver.

Muy mal, Beyoncé, muy mal.

Ciencia ficción feminista



Al igual que el anterior post que escribí, empiezo este haciendo referencia de nuevo a una “vivencia casual”, es decir, ese momento en el que de repente, como por arte de magia, algo que para entonces era desconocido o casi, te asalta, ocupa espacio en tu mente y te dices a ti misma: lo quiero. En este caso fue hace tiempo escuchando un programa de radio. Estaban hablando de este libro y la alerta me saltó cuando escuché las palabras novela de ciencia ficción feminista y ¡yo no había leído ninguna!

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La puerta al país de las mujeres (The Gate to Women’s Country) es una novela de la escritora norteamericana, Sheri S. Tepper publicada en 1988. La acción se desarrolla unos trescientos años después de lo que parece ser un holocausto nuclear. Para evitar que volviera a ocurrir deciden organizar la sociedad de otra forma.

En las amuralladas ciudades las mujeres mantienen una parte de la cultura del pasado. Ellas son las que se encargan de gestionar y dirigir la sociedad mientras que fuera, las guarniciones de guerreros se encargan de cultivar la violencia y luchar para defender las ciudades. Para las mujeres, estos hombres son sus propios hijos, hermanos y amantes a los que pueden perder para siempre si, tras el período de formación militar en la adolescencia, deciden no volver a las ciudades.

A medida que avanza la narración vamos descubriendo que estamos ante una historia marcada por conspiraciones, secretos, amores, contrastes. Además de mantenernos en una continua tensión, nos hace ir planteándonos un sinfín de preguntas que nos llevan sin duda, a respuestas que tienen que ver con el poder y el ansia de poseerlo. Poder sobre los más pobres, los de otra raza, los de otro sexo, de otra religión, en definitiva el poder de unos humanos sobre otros.La autora, con una prosa sugerente y dinámica, nos adentra en las cabecitas de cada uno de los personajes. Utiliza la ciencia ficción para reflexionar sobre nuevos modelos de sociedad y nos plantea cuestiones sobre cómo la sociedad asigna roles de género y de qué manera el papel reproductivo de la mujer afecta en su posición social.

Los y las protagonistas de la historia recuerdan a los personajes de la Ilíada de Homero y tanto es así, que a lo largo de la novela se va desarrollando una obra teatral griega, con la que resalta una de las ideas principales de este texto: lo que supone el conflicto bélico para las mujeres.

Este sería el planteamiento general de una novela que ha levantado opiniones de todo tipo, ya que en definitiva, nos reconstruye una civilización bajo el dominio de las féminas, que mantienen a los varones en una ridícula autocontemplación fálica consagrados a la lucha y al culto de sus cuerpos, mientras ellas rigen la sociedad, con la colaboración de algunos hombres que deciden abandonar la guarnición.

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Tepper ha sido acusada de feminazi por esta obra. Plantea una discusión clásica dentro de la comunidad científica: si las identidades de género masculino-femenino tienen una base biológica o son construcciones culturales e ideológicas. Aunque parezca que la obra se decanta por el biologicismo, lo cual me dejó ojiplática, teniendo en cuenta mi formación sociológica y mi convicción firme sobre el peso determinante que lo social y lo cultural tiene sobre los individuos y sus grupos. La sensación que me queda después del impacto final, es que la autora tampoco termina de creerse este posicionamiento porque lo apoya en creencias y lo resuelve con una ausencia científica evidente.

Por último, hacer referencia a que la autora también nos plantea otras cuestiones que no he mencionado todavía. La primera es que el amor romántico supone una forma de manipulación a las mujeres, y la otra es que la educación sexista, dentro de la organización claramente funcional que se plantea, es antinatural.

Estamos ante un libro, como digo yo, con sustancia, que no deja indiferente e incita a la reflexión constante desde la primera línea, compartas o no esta hipotética civilización.

Cocinando el amor

“Lo que mucha gente llama amar consiste en elegir una mujer y casarse con ella. La eligen, te lo juro, los he visto. Como si se pudiera elegir en el amor, como si no fuera un rayo que te parte los huesos y te deja estaqueado en la mitad del patio.”
Julio Cortázar, Rayuela

A comienzos de año, la escritora Mandy Len Catron, que lleva tiempo recopilando material para escribir un libro sobre el amor, decidía poner en marcha un experimento que realizó en los años 90 el psicólogo Arthur Aron. Como en aquel caso, funcionó: Catron se enamoró de su «extraño» (aunque ella reconoce que hizo trampas al elegir a quién se lo proponía). Con ocasión de San Valentín, se volvió a repetir la fórmula con más de 100 personas, y el resultado final es un cortometraje.

La fórmula es sencilla: sólo hay que responder 36 preguntas, que consiguen generar una ilusión de intimidad, y, a continuación, pasar cuatro minutos mirándose a los ojos. Al estar predefinidas, ni el emisor se siente «cotilla» ni el receptor se siente forzado. Como cuando éramos pequeños y jugábamos a beso, verdad o atrevimiento: las reglas del juego hacen que contestemos la verdad, que sigamos con las normas. Venga, mostrémonos, total, «es un experimento».

Elaine Aron, la mujer del pionero, explica en este artículo del Huffington Post que existen varios requisitos para que las preguntas funcionen. Por ejemplo, que la intimidad creada sea gradual (lo que evita situaciones incómodas por una excesiva exposición), o que exista, obviamente un interés por parte de ambos hacia las respuestas.

Así que la fórmula del enamoramiento es muy sencilla: contacto visual, estar dispuesto a hablar de ti, estar dispuesto a escuchar sobre el otro y arriesgarse a compartir intimidad.

Esto nos lleva a preguntarnos, si es tan sencillo, cómo es posible que no nos enamoremos todo el rato. Yo soy una enamoradiza de cuidado, lo confieso, y me doy cuenta al ver esta fórmula de que es así porque repito la fórmula continuamente: miro a los ojos, pregunto, cuento, y una cierta incapacidad para pensar las cosas dos veces me hace que termine también generando intimidad, muchas veces sin pretenderlo (también, sospecho, porque tengo una cierta tendencia a la ansiedad; según las investigaciones, también hay una correlación entre el nivel de ansiedad o excitación general en que nos encontramos y la atracción que sentimos por los demás). Por eso no ha habido forma humana de que me convenzan de que Tinder funciona: me aburre mortalmente, me parece un catálogo de personas al que le echo en falta el alma. No hay contacto visual, y las conversaciones estándar «qué haces», «vienes mucho por aquí» son incapaces de generarme el más mínimo interés por lo que hay bajo la fachada (aunque las hay que han intentado recrear el experimento en Tinder… con desiguales resultados).

Trampa - Imagen via Morguefile
Por una serie de casualidades he acabado viendo algunos programas de esta edición de Quién quiere casarse con mi hijo que acabó ayer; un programa que no es nuevo, ni sorprendente, seguro, pero que además me resulta deliciosamente predecible, pensando en todo esto.Y me lleva a preguntarme también qué es lo que pasa en los realities para que los protagonistas sientan las cosas tan intensamente. Nunca me he planteado que esté todo guionizado: no creo que guonistas tan buenos vayan a estar escribiendo realities, no creo que alguien pueda sostener u papel con esa regularidad durante tanto tiempo. Y sin embargo, sí que he vivido experiencias relativamente parecidas. No sé cómo se llama en realidad, pero imagino que todos entendéis la expresión «efecto campamento»: conoces a unas personas, compartís muchas experiencias (un curso, un viaje, un trabajo particularmente intenso) y de pronto empiezan a crearse chistes privados, rutinas, os echáis de menos enseguida, y de pronto esas personas son tus mejores amigos, tu pareja, tu familia… ¿A quién no le ha pasado? ¿Y cómo, si no, se iban a crear los vínculos sociales?

Veamos las «36 preguntas del amor»:

Bloque I

1. Si pudieras elegir a cualquier persona del mundo, ¿a quién invitarías a cenar?
2. ¿Te gustaría ser famoso? ¿Cómo?
3. Antes de llamar por teléfono, ¿ensayas lo que vas a decir? ¿Por qué?
4. ¿Cómo sería un día perfecto para ti?
5. ¿Cuándo fue la última vez que cantaste a solas? ¿Y para otra persona?
6. Si pudieras vivir hasta los 90 años y tener el cuerpo o la mente de alguien de 30 durante los últimos 60 años de tu vida, ¿cuál de las dos opciones elegirías?
7. ¿Tienes una ‘corazonada’ secreta acerca de cómo vas a morir?
8. Di tres cosas que creas que tenemos en común.
9. ¿Por qué aspecto de tu vida te sientes más agradecido?
10. Si pudieras cambiar algo en cómo te educaron, ¿qué sería?
11. Tómate cuatro minutos para contarme la historia de tu vida con todo el detalle posible.
12. Si mañana te pudieras levantar disfrutando de una habilidad o cualidad nueva, ¿cuál sería?

Bloque II

13. Si una bola de cristal te pudiera decir la verdad sobre ti mismo, tu vida, el futuro, o cualquier otra cosa, ¿qué le preguntarías?
14. ¿Hay algo que hayas deseado hacer desde hace mucho tiempo? ¿Por qué no lo has hecho todavía?
15. ¿Cuál es el mayor logro que has conseguido en tu vida?
16. ¿Qué es lo que más valoras en un amigo?
17. ¿Cuál es tu recuerdo más valioso?
18. ¿Cuál es tu recuerdo más doloroso?
19. Si supieras que vas a morir de pronto en un año, ¿cambiarías algo en tu forma de vivir? ¿Por qué?
20. ¿Qué significa la amistad para ti?
21. ¿Qué importancia tienen el amor y el afecto en tu vida?
22. Dime cinco características positivas de mí.
23. ¿Tu familia es cercana y cariñosa? ¿Crees que tu infancia fue más feliz que la de los demás?
24. ¿Cómo te sientes respecto a tu relación con tu madre?

Bloque III

25. Di tres frases que empiecen por «nosotros». Por ejemplo, «nosotros estamos en esta habitación sintiendo…».
26. Completa la frase: «Ojalá tuviera alguien con quien compartir…».
27. Si te fueras a convertir en mi amigo íntimo, comparte conmigo algo que sería importante que supiera.
28. Dime qué es lo que más te ha gustado de mí. Sé muy honesto, di cosas que no dirías a alguien a quien acabas de conocer.
29. Comparte con tu interlocutor un momento embarazoso de tu vida.
30. ¿Cuándo fue la última vez que lloraste delante de alguien? ¿Y a solas?
31. Cuéntame algo que ya te guste de mí.
32. ¿Hay algo que te parezca demasiado serio como para bromear sobre ello?
33. Si fueras a morir esta noche sin poder de hablar con nadie, ¿qué lamentarías no haber dicho a alguien? ¿Por qué no se lo has dicho hasta ahora?
34. Tu casa se incendia con todas tus posesiones dentro. Después de salvar a tus seres queridos y a tus mascotas, tienes tiempo para hacer una última incursión y salvar un solo objeto. ¿Cuál escogerías? ¿Por qué?
35. De todas las personas que forman tu familia, ¿qué muerte te parecería más dolorosa? ¿Por qué?
36. Comparte un problema personal conmigo y deja que te cuente cómo lo habría solucionado yo. Pregúntame también cómo creo que te sientes respecto a él.

Amanecer - Imagen via Morguefile

No he visto todos los capítulos del programa, pero han sido suficientes para ver casi todos estos tópicos representados en un momento u otro. Los «hijos» preparan días perfectos para sus pretendientes, demostrando cómo serían para ellos, qué les parece importante compartir con su pareja, y se dejan también sorprender por estos. Imponen sus requisitos: para empezar, a sus madres (no quiero entrar en eso, pero el hecho de que las madres sean quienes presentan a su hijo como premio, independientemente de la «cuota de homosexualidad» de cada edición, es deplorablemente sexista: redunda en el estereotipo de la suegra como bruja, del síndrome de Edipo, de las mujeres como alcahuetas y otros varios tropos que habría que destruir uno por uno, también). Los diferentes pretendientes se fuerzan a buscar puntos en común que les acerquen más entre sí que a los otros concursantes. Se intentan conocer a toda velocidad: se comparten «secretos», sueños, aspiraciones, recuerdos. Se halagan: el formato del concurso premia este tipo de interacciones positivas: «Eres maravillosa, pero…». «He descubierto tu secreto y te perdono». Y, al mismo tiempo, hace que se trasluzcan los reparos: «Mi madre cree que esto es importante». «Respeto tu forma de vida pero no la comparto».Así que es así de sencillo, y, si lo pensamos, seguro que recordamos más de un caso. Personas que no nos parecían muy interesantes o atractivas pero con las cuales sentimos al menos un fuerte cariño tras compartir algunas experiencias intensas. O un secreto. O un momento íntimo.

¿Pero qué pasa con desenamorarse? Pues aparentemente, es aún más fácil. Otra columnista del New Yorker propone estas 36 preguntas alternativas. Si no os funcionan, no tenéis más que esperar: ya sabéis que el amor dura tres años. U ocho programas. Depende de lo que estemos dispuestos a sostener la escucha, la confianza y la intimidad.

Premiadas pero transparentes: por qué es importante el #AskHerMore

Febrero es el mes del amor romántico, pero también es el mes de los premios cinematográficos. Y cada año, además de las porras sobre quién se llevará los galardones y las repeticiones hasta la saciedad de los chistes más polémicos de cada gala (dentro de lo que se permite una polémica en una gala), se repite también la tradición más insustancial de todas: la alfombra roja.

Reconozco que el fenómeno del photocall me parece totalmente absurdo y por tanto no soy objetiva. Olga tuvo a bien explicarme la importancia que este momento pre-gala tiene para los diseñadores como ocasión única de mostrar sus creaciones, y, está bien, lo acepto. Pero me parece un momento destinado puramente a celebrar a la mujer como percha (para diseñadores, por supuesto, masculinos), sean quienes sean estas mujeres. Porque las actrices serán preciosas (otro problema que tendríamos que hacernos mirar) pero no son modelos, ni tienen por qué serlo. Y porque en Hollywood debería haber mucho más que actrices, como señalaba Carmen en su post de la semana pasada, y debería valorarse su talento y no su elegancia.

Lucir un determinado modelo no es sólo un «valor añadido» o un favor mutuo que se hacen actriz y diseñador. Es una pantalla que se superpone a la ocasión que ellas tienen para presentar su trabajo de todo un año. A ellos se les pregunta por sus proyectos, recientes y futuros; a ellas, «¿quién te ha vestido?». Y ojo a la enunciación de esta frase, que las coloca de nuevo en la posición de muñecas a la que tanto se empeñan en devolvernos. Una práctica que no sólo se realiza en estas ocasiones especiales, donde efectivamente el atuendo es importante, sino también en las entrevistas de promoción de sus películas, como recalcó Scarlett Johansson en la promoción de Los Vengadores ante la insistencia de la prensa en saber si podía llevar ropa interior bajo su traje, o las preguntas sobre su dieta.

Afortunadamente, y gracias en gran parte al trabajo de concienciación de Amy Poehler y Tina Fey en los Globos de Oro, varios medios han tratado de poner esta práctica en evidencia, adhiriéndose a la iniciativa #AskHerMore del The Representation Project. Por ejemplo, BuzzFeed UK preguntándole a los actores las típicas preguntas dirigidas a mujeres en los BAFTA. Desconcertándoles por completo, claro está.

El problema, al final, no son las alfombras rojas, sino el tipo de relación que se establece con las mujeres en los medios. Tras la polémica camisa de Matt Taylor, director del proyecto Rosetta-Philae, mi hermana me preguntaba por qué me parecía tan mal y las reacciones de las personas ante las quejas eran «no es tan importante, lo importante es su trabajo». Bueno, pues diariamente las mujeres se enfrentan a esa misma situación: el «giro» que le piden a Eddie Redmayne puso en evidencia el sexismo en la prensa deportiva, ya que fue la tenista Eugenie Bouchard la que se enfrentó a esta solicitud en la cancha, a la que Serena Williams se negó rotundamente preguntando si Federer o Nadal recibían la misma petición por parte de la prensa. La cosmonauta rusa Yelena Serova se ha enfrentado a preguntas sobre cómo cuidar de su pelo y maquillarse en el espacio (que, como todo el mundo sabe, es una preocupación fundamental de cualquier cosmonauta… mujer).

The Daily Share, por su parte, ha llevado las preguntas recopiladas a través del Amy Poehler’s Smart Girls a los photocalls, como en los Screen Actors Guild Awards, sumándose a BuzzFeed y preguntando a estas mujeres no sólo por su estilo, sino por sus valores, habilidades, trayectorias y aspiraciones personales. Algo absolutamente imprescindible si queremos construir modelos diferentes a los tradicionales de la mujer en Hollywood.

Patricia Arquette ha marcado un hito demandando igualdad salarial en su discurso de aceptación, pero otras artistas están haciendo un enorme trabajo cotidiano que no se está viendo en los medios, como Geena Davis y su Institute on Gender in Media, Reese Witherspoon y su salto a la producción para garantizar que haya papeles femeninos realmente relevantes, o, fuera de la industria cinematográfica, el School of Doodle para animar a las niñas a emprender carreras artísticas. De todo esto es de lo que las queremos oír hablar, periodistas.

Y es que las mujeres de la industria del espectáculo no son, ni mucho menos, sólo perchas

 

Mil y una mujeres para Louis C.K.

Acabo de terminar la última temporada de Louie, y lo hago con sentimientos agridulces. Por una parte, empecé bastante cautivada por la capacidad de hacer humor no exactamente políticamente incorrecto, sino algo que realmente no es humor. Es complicado de explicar, pero el caso es que en sus monólogos Louie discute sobre el privilegio más que ningún otro cómico que haya visto. Que Louie coeduca a sus hijas pequeñas de tal forma que te dan ganas de darle la custodia de tus futuros hijos:

Comparaciones en Louie

En sus monólogos dice cosas como «creo que hemos hecho a Dios hombre para que tuviera sentido que los hombres mandaran. Porque las primeras en mandar son mujeres: es tu madre quien cuida de ti; pero luego mandan los hombres, eso no tiene sentido». Habla expresamente de opresión machista, habla expresamente de los problemas en EE.UU. con la doble moral y temas polémicos como la libertad religiosa, la pobreza, el mito del self-made man. Es absolutamente apasionante, y es refrescante ver esto en televisión, y dicho por un hombre, blanco, heterosexual, y no por una Elle DeGeneres o una Lena Dunham.

Sin embargo, cuando llega el tema del amor es cuando Louie se autodestruye. No digo que sea fácil ser un padre divorciado con un trabajo inestable viviendo en Nueva York a esa edad y tener pareja. No lo creo. De hecho me parece tremendamente complicado. Pero a lo largo de las cuatro temporadas Louie tiene la capacidad de ir pasando uno tras otro por los estereotipos de novia pop.

Empecemos por su ex mujer. A mí algo que me cautiva de la ex-mujer de Louie es que nadie parece darse cuenta de que es negra. Quiero decir, es pelirrojo y tiene un permanente color de nórdico en la costa del Sol, pero en teoría es hijo de mexicano y su ex-mujer es negra. Sus dos hijas son casi arias. Este es un misterio que no he conseguido desentrañar. Me he quedado más tranquila viendo que, al menos, había más personas que se habían dado cuenta. Pero, lo que es peor, su ex mujer no era negra cuando era joven.

Hijas de Louie en el coche

Jane y Lilly, las hijas de Louie en la serie

Brook Blome

Brooke Bloom, la actriz que interpreta a la joven Janet (¿?)

Janet y Louie en terapia

Janet y Louie, en terapia de ex-pareja

 

Más allá del tema racial, su ex-mujer es definida por la terapeuta como una mujer «práctica, racional», frente a Louie, que es tachado de ser demasiado emocional. Una inversión de roles de género a la que en parte se señala como causa de los problemas de conducta de Lilly.

Quizá porque su mujer es «una persona práctica» es por lo que todos los ligues de Louie terminan siendo auténticas lunáticas. Mi favorita, lo reconozco, es la interpretada por Parker Posey (debilidades que tiene una). Una Manic Pixie Dream Girl de libro: trabaja en una librería, es fantástica dando consejos sobre literatura infantil «poco adecuada», tiene un pasado oscuro y es la típica loca, espontánea, que le descubre a Louie su capacidad de vivir la vida de otra manera en una sola cita en la que ni siquiera se dan su nombre hasta la mitad. En esta categoría entraría también la novia que interpreta Gaby Hoffman, aunque una vez que arrancan la relación se convierte en el prototipo de novia paranoica que siempre cree que hay un problema (llegando, incluso, a dejarle en la misma comida en la que se obsesiona con que es él quien quiere dejarla a ella).

Parker Posey en Louie

Te hago probarte un vestido de noche con lentejuelas en la primera cita

A pesar de estar lejos de los cánones de belleza del «madurito atractivo», Louis C.K. tiene bastante éxito. Incluso entre las jovencitas con aspecto de modelo, o aquellas que realmente son modelos. Es una pena que cuando tiene sexo con una de estas, se convierta en el principio de una demanda judicial. A diferencia de cuando son ellas las que le sacan bastantes años, que se convierten en auténticas lecciones vitales. La lección que podemos sacar de todo esto es clara: si parece demasiado bueno para ser verdad, probablemente no es tan bueno. Nunca te fíes de una chica muy guapa que además te lo pone muy fácil. «Ahora las tías son como nosotros: unas cerdas», le dice a Louie su colega. Ajá. Bueno es saberlo.

Yvonne en Louie

La típica modelo que te tira los trastos después de la peor actuación de tu vida

Total, que la conclusión es que Louie está apuntando por encima de su nivel. ¿Cuál es la solución? Bajar el listón. Por ejemplo, cometiendo ese enorme pecado que es salir con una gorda. Gracias, Vanessa, porque nos dejas uno de los mejores momentos de la serie (aun así, hay quien lo considera mejorable).¿Dónde puede buscar relaciones realistas un divorciado con dos hijas con un trabajo de cómico? Pues en el colegio de sus hijas. Salvo porque estamos hablando de mujeres divorciadas, no lo olvidemos. Todas tienen sus propios traumas. Sin embargo, a diferencia de Louie (que, como persona cuyo matrimonio ha fracasado, ya tiene los suyos, también), esto hace que ya no sean personas normales. Está la obsesa que prohíbe que su hijo coma nada con carbono (ajá), aunque lo cierto es que con esta no hay relación amorosa alguna, pero también está la mujer «muy práctica», como Janet, que le ofrece sexo sin compromiso y acaba convirtiéndose en una incómoda sesión de sado light no deseada y desembocando en una petición de acompañarle a terapia. Venga, vale. Este es el típico personaje de comedia pasado de vueltas así que intento no pensar que el subtexto es «las mujeres que quieren sexo casual están locas». 

Y entonces, ¿qué pasa? Que después de este descalabro, ¡Louie se enamora! Se enamora de verdad. Se enamora de tal forma que su «coach» le dice «Esto es el amor: perderla, que se haya ido, quererte morir… Eres muy afortunado, eres un poema andante». «La parte mala es cuando la olvidas, cuando ya no te importa nada». Louie se enamora, atención, de la sobrina de su vecina, una extranjera que no habla castellano, que llora después del sexo por un motivo que no puede explicarle, y que se va a su país, abandonándole. Y por fin, llega el duelo, la tristeza, ¡el amor verdaderoMenos mal que en Nueva York se queda Pamela.

Pamela es la compañera, la amiga, la chica guaySi será compañera que Pamela es en realidad coguionista de algunos capítulos. Si será guay, que, por supuesto, friendzonea a Louie: a pesar de una cierta tendencia al alcoholismo que hace que parezca vulnerable (esa lógica irrebatible de «está borracha en mi casa y los chicos están durmiendo, eso es claramente que quiere sexo» y que esconde tantas violaciones), Pamela rechaza a Louie. Como castigo, vuelve con su ex (que ya ha demostrado ser incapaz de mantener una relación) dejándolo todo y yéndose a París… Para volver a fracasar y, de nuevo en Nueva York, tener un cierto desencuentro con Louie después de su ruptura con Amia. Uno tan serio que termina con una frase para echarle de comer aparte: «Esto sería una violación si al menos supieras hacer eso bien, pero ni siquiera». Ahí lo dejamos. «No puedes obligar a la gente a hacer cosas», dice ella antes de intentar salir de su casa en otro capítulo, «estamos teniendo un momento romántico y lo sabes», contesta él, antes de pasar a la segunda táctica: el chantaje emocional, que, afortunadamente, desemboca en que Pamela le enseña la ropa interior y le pide que él haga lo mismo. Yupi. Por fin, se acuestan y a la mañana siguiente las niñas deciden que Pamela es la nueva novia de Louie. Ella responde humillándole ante las risas de las niñas. Y a esta sucesión de dinámicas tóxicas lo llamaremos «y triunfó el amor».

Venga, Louie, haznos un favor. Cúrrate una relación sana (el último capítulo casi lo consigues), o deja de buscar, al menos, las más enfermizas que pueden tenerse, una tras otra. O danos una pista, súbete al escenario, tras el micrófono, y dinos que era una broma. Porque es tristísimo que esto sea lo mejor que podemos reírnos del amor en televisión.

La falta de mujeres en la industria cinematográfica

Llevo enfadada con este tema tanto tiempo que ya ni me acuerdo. Quizás desde que decidí que quería que esta industria fuera en la que me ganara la vida.

Para poneros un poco en contexto os explico quién soy. Yo me dedico a la producción y me gustaría decir cinematográfica pero, por razones obvias del panorama general, no es solo eso, son vídeos de todo tipo, antes eran noticias y no sé que vendrá en el futuro próximo.

De un tiempo a esta parte he conseguido dejar de decir «trabajo en producción» para decir «soy productora», que se ajusta más a la realidad a pesar de que a mí me cueste ponerme en esa posición. Esto es una cuestión de inseguridad personal, pero que a un hombre nunca le pasaría. Es esa percepción generalizada y asumida por nosotras también muy a nuestro pesar, de que ser ambiciosa te convierte en un ser sin alma. Ambicioso es un adjetivo positivo para el hombre, cuando se dice que una mujer es «ambiciosa» siempre denota un tonillo de «perra sin alma». Recuerdo cuando mi amigo Guille Ortiz me hizo una entrevista dentro de un ciclo que se llamaba «La primera entrevista» – bastante autoexplicativo el título-, una persona muy cercana a mí, al leerlo me miro con carita como de pena y me dijo: «pero esta entrevista… es un poco… te pinta como muy ambiciosa…». Y yo contesté algo así como «es que soy ambiciosa». Lo cual hizo que rápidamente cambiáramos de tema.

Si eres ambiciosa eres básicamente un ser diabólico. Eres Meryl Streep en «El Diablo viste de Prada».

Devil2

Con este estigma por bandera es difícil e inusual ver a mujeres en las posiciones de alto mando de cualquier empresa. No solo en la industria cinematográfica, prácticamente en cualquiera.

Pero centrándonos en la que nos ocupa hoy, dentro del equipo para hacer una película hay muchas mujeres, claro que sí. La mayoría del equipo de vestuario, maquillaje y peluquería e incluso atrezzo son mujeres. Hay una grandísima cantidad de mujeres en el departamento de producción porque todos sabemos que en cuanto a organización, los hombres son un desastre (¡ay madre! qué malos son los clichés). Y los hombres hacen las labores propias de hombres: luces, eléctricos, cámaras…

¿Pero qué ocurre cuando llegamos a las posiciones en lo alto de la pirámide? Directores, Productores, Productores Ejecutivos, Guionistas, Directores de Fotografía y Editores tienen una mayoría aplastante de hombres.

En los Oscars esta noche no hay ninguna mujer nominada a dirección, dirección de fotografía, guión original o guión adaptado. Hay una mujer en edición y cuatro mujeres de veintiocho personas que optan a la estatuilla a mejor película como productores.

Sé que es larga, pero esta imagen tiene mucha información muy importante:

 

Dentro de todas las posiciones importantes la peor parada de todas es la de Director/a de Fotografía. Un 2%. En serio, un DOS POR CIENTO de mujeres hacen la cinematografía de la industria hollywoodiense. Y es que es una posición que junta dos cosas eternamente masculinas: poder y técnica. Una de mis mejores amigas es una magnífica directora de fotografía y trabajé con ella en mi última película. La reacción general tanto durante la preproducción con la mayoría del equipo como ahora en postproducción enseñando el material que vamos teniendo es: «¡ah! ¡es una mujer!». Eso es lo que hay que romper, eso es lo que más me fastidia, la sorpresa viene del hecho de que se asume que el director de fotografía será un hombre. Y claro, el problema es que tienen un 98% de probabilidades de acertar, ¿cómo no asumirlo?

En el panorama nacional el gran referente en producción es Ester García. Productora de Almodovar desde los 80 y otras muchas películas importantes que la hacen haber ganado tres goyas a mejor dirección de producción. En esta entrevista habla de cómo ha roto el que llaman techo de cristal.

La gran Shonda Rhimes (creadora de Anatomía de Grey, Scandal y How to Get Away with Murder) ha recibido muchos premios porque es escritora y productora de tres series en una gran network americana siendo mujer y afroamericana, ¡oh! Cuando recibió el Sherry Lansing Award en 2014, en su discurso de agradecimiento dice absolutamente todo lo que yo pienso. No ha roto ningún techo de cristal, no ha hecho nada por ser mujer y afroamericana, si hubiera roto ese techo estaría sangrando y en el otro lado. Lo único que ha hecho ha sido seguir los pasos de muchísimas mujeres antes que ella y llegar en un momento, en 2014, donde puede estar donde está. El hecho de que ella esté donde esté es gracias a otras muchas mujeres que caminaron antes que ella. Es un esfuerzo colectivo mucho más grande que ella.

 

Pero para mí lo más importante no es que Shonda Rhimes reciba un premio por ser maravillosa. Es que no tuviera que existir ese premio. Que el hecho de que haya una mujer en la posición en la que ella está fuera lo normal. Que no importara si fuera mujer, hombre, afroamericana, asiática o latina. Que el maravilloso Institute of Gender in Media creado por Geena Davis no tuviera trabajo que hacer. Que no hiciera falta que Reese Witherspoon monte su propia productora dedicada a encontrar papeles más complejos para mujeres. Que en la próxima película de la que yo sea la productora encargada de supervisar toda la producción, mi segundo de a bordo no me tenga que decir que es la primera vez que tiene a una mujer (y además joven) en esa posición.

Y para cuando queramos hablar del problema delante de la pantalla, ya que hoy nos hemos centrado en detrás de la cámara, os dejo este artículo con cifras, para que os hagáis una idea.

¿Qué hace realmente que una tía sea guay?

Perdida no es un thriller, o, al menos, no es sólo un thriller. Desde mi punto de vista es, sobre todo, un retrato increíble de cómo los estereotipos desiguales de hombres y mujeres en las relaciones románticas generan dinámicas tóxicas. Incluso aunque no llegara a los extremos a los que llega (y advierto que a partir de ahora comienzan los spoilers, por lo que si no la has visto o leído, es mejor que lo dejes aquí), la obsesión de Amy por adaptarse a lo que debe ser una chica guay y el desapego de Nick, fomentado por sus inseguridades al tener una esposa perfecta a cuya altura no siente que llegue, habrían terminado mal. Al menos, eso es lo que transmite el libro. Creo que en la película el magistral relato tridimensional de los personajes queda anulado, y con ello «lo que le da calidad a la película», que diría aquel.

«Estaba confundida. Ninguna de las personas a las que he amado habían carecido nunca de propósitos ulteriores. Así que ¿cómo iba a saberlo? (…) Ha sido necesario llegar a esta terrible situación para que los dos nos demos cuenta. Nick y yo encajamos bien juntos». (Amy Elliott Dunne, en Perdida)

«Era cierto que yo también había experimentado aquella sensación, durante el mes anterior, en las raras ocasiones en las que no había estado deseándole todos los males a Amy. (…) Detectaba un pinchazo de admiración, y más que eso, de cariño por mi esposa, justo en el centro de mi ser, en las tripas. (…) Todo aquel tiempo pensando que en realidad éramos unos desconocidos y resultó que nos conocíamos intuitivamente, en los huesos, en la sangre». (Nick Dunne, en Perdida)

 

Fotograma de Perdida

¿Qué hacen las chicas enrolladas?

Lo que Nick y Amy quieren ser queda perfectamente plasmado cuando Amy está aún retratando su feliz y modélica historia de amor y pone el ejemplo de una «noche de chicas» que debe terminar con que sus novios se unan a ellas. Uno de ellos llega cuarenta minutos tarde, lo que conduce a una discusión tensa con su novia llena de reproches velados («Sí, perdona que gane dinero para los dos»). Nick no aparece y Amy no se da por aludida; en ese momento, incluso el novio de la tercera amiga, aparentemente feliz por estar junto a ellas, muestra una cierta envidia hacia Nick, ese novio que no tiene que ir «a cumplir». Lo que, siguiendo el relato de Amy, le convierte en un «mono bailarín»: aquel que se pliega a «tareas sin sentido, la miríada de sacrificios, las interminables rendiciones», que piden sus parejas para demostrar su amor. Ellos se ríen y lo consideran un ejercicio de poder, de sumisión, de obediencia. Nick y Amy no necesitan tareas de monos bailarines. Ellos se quieren. Amy no necesita jugar con Nick ni que este le demuestre su amor. Segura de sí misma, divertida, tranquila, comprensiva, Amy es una Chica Enrollada: una tía guay.

Ser la chica enrollada significa que soy una mujer atractiva, brillante y divertida que adora el fútbol americano, el poker, los chistes verdes y eructar, que juega a videojuegos, bebe cerveza barata, adora los tríos y el sexo anal y se llena la boca con perritos y hamburguesas como si estuviera presentando la mayor orgía culinaria del mundo a la vez que es capaz de algún modo de mantener una talla 34, porque las chicas enrolladas, por encima de todo, están buenas. Son atractivas y comprensivas. Las chicas enrolladas nunca se enfadan; solo sonríen de manera disgustada pero cariñosa y dejan que sus hombres hagan lo que ellos quieran. (Amy Elliott Dunne, en Perdida)

Una chica guay no tiene problemas discutiendo abiertamente prácticas sexuales con sus compañeros de trabajo. Incluso de forma insinuante. ¡Está sexualmente liberada! Como muestra, el personaje de Becky en Clerks 2, que utilizaba la foto de Rosario Dawson junto al eslogan «It’s open» para anunciar el estreno.

 

 

Podríamos creer que esto es cosificación. Podríamos incluso decir que esto es acoso sexual en el entorno laboral. Pero, eh, eso sólo se dice de broma, como hace Randal. Tomárselo en serio, creer que las prácticas sexuales no son un tema de charla de máquina de café sino parte del espacio privado de cada uno, eso es de feminazis. Las chicas guays no necesitan el feminismo, entre otras cosas porque las chicas guays se portan como hombres. En el sentido de que tienen sexo abiertamente, les gustan los deportes y beben cerveza, claro. No en todos los demás sentidos. Porque una chica guay, que no se nos olvide, es una chica sexy. Sin eso, da absolutamente igual que cumpla todos los demás criterios. Y una chica sexy debe ser muy, muy, muy femenina.

Rosario Dawson, durante el rodaje de Clerks 2

¿Qué no hacen las chicas enrolladas?

Nick llega a casa, tarde y borracho, manda a Amy a tomar por culo (literalmente) y ella escribe en su diario que siente que es la única que se compromete (a negociar, a comunicarse, a no irse enfadada a la cama), justo antes de contar cómo ha ido a buscar a la basura los recibos que le cuenten las anécdotas de la noche que su marido le niega, descubriendo que ha estado en dos clubes de striptease. Se imagina la escena con todo lujo de detalles, sobre todo cuando encuentra un número de teléfono y concluye que Nick le ha sido infiel. Amy, por supuesto, no critica a Hannah («es Hannah, una mujer real, presumiblemente como yo»), pero puede ver a su marido negándole su existencia y se echa a llorar. La narración concluye con un «es un rasgo muy femenino, ¿no? Eso de tomar una salida nocturna entre amigos y agigantarla hasta convertirla en una infidelidad que destruirá nuestro matrimonio».

Fotograma de Perdida
Pero sobre todo, una chica guay no se enfada. No se enfada nunca. ¿Cómo iba a enfadarse? Es lo que los anglosajones llaman una chica de mantenimiento bajo: no tiene necesidades propias. No necesita que se la trate con respeto, que se escuchen sus problemas, que se mantengan los compromisos adquiridos. «¿No vas a venir, cariño? No, claro que no me importa»: una chica guay se quita su aspecto de chica lista para salir a cenar en dos minutos y se sienta a ver La jungla de cristal otra vez frente al PC comiendo ganchitos, ¡qué más da! Por eso una chica guay, por sexy que sea, tiene que disimularlo: es el prototipo de «recién salida de la cama», es decir, despeinada pero lo justo, maquillada pero sin que se note. Tiene que ser perfecta de serie. Una chica guay, de hecho, más que Amy, es Margo, la hermana de Nick. Que, por supuesto, como persona sin necesidades que es, cumple únicamente el papel de «escudera» de Nick, y está puesta en la trama para que alguien gestione el bar que no sea él, para que alguien haya cuidado de los padres cuando él estaba en Nueva York. Pero como hermana de Nick, no es objeto de deseo. Por tanto no puede ser una chica enrollada, ¿recuerdan?Una chica guay no hace «esas cosas tan femeninas». Una chica guay no tiene síndrome premenstrual. Es más, no tiene ciclos hormonales de ningún tipo. Una chica guay siempre quiere sexo. Si sólo es «una de los chicos», y se limita a compartir con ellos las actividades sociales pero no la cama, entonces les ha «friendzoneado», y ya se sabe que una tía que coloca a todos los tíos en la friendzone en realidad es una calentona.

¿Qué hay detrás de una chica enrollada?

La locura de Amy (que la hay, también) se justifica precisamente a partir del sacrificio. De la idea de que tiene que pasar de ser La asombrosa Amy que diseñaron sus padres («Ser hija única conlleva una responsabilidad injusta; te educas en la certeza de que en realidad no tienes permitido causar desengaños (…) Eso te conduce a desesperarte por ser perfecta y también te vuelve ebria de poder») a ser Amy Eliott Dunne, la esposa «del Medio Oeste» que «se emociona cuidando de su marido y de la casa». Amy se siente como una marioneta de los deseos ajenos y todo el complot es su forma enfermiza de empoderarse, de erguirse como autora de una trama, de convertirse en un personaje diseñado por sí misma, que el de la arpía manipuladora. Y cuando Amy se libera, lo primero que hace es acudir al episodio del mono bailarín.

¿Aquella absurda entrada en mi diario? (…) No eran sino estupideces de la Chica Enrollada. Menuda imbécil. Una vez más, no lo entiendo: si permites que un hombre cancele planes o se niegue a hacer cosas por ti, estás perdiendo. No has obtenido lo que deseabas. Es perfectamente evidente. Por supuesto, puede que con eso le hagas feliz, puede que diga que eres la tía más enrollada del mundo, pero lo dice porque se ha salido con la suya. ¡Te llama la Chica Enrollada para tenerte engañada» Es lo que hacen los hombres: intentan que creas que eres una chica enrollada para que te sometas a sus deseos. (Amy Elliott Dunne, en Perdida)

No se trata de ganar o de perder, pero sí, indudablemente, de eso tan femenino de agradar, de renunciar, de callar y conceder. De ese papel secundario que se supone que la mujer debe adoptar para ser capaz de encajar en una pareja («detrás de un gran hombre hay una gran mujer»). Volvamos a Margo: ella, sin embargo, no tiene una relación. ¿Cómo es posible? Quizá porque ella sí es una verdadera chica enrollada, y tampoco permite que su pareja ejerza ningún control sobre su libertad. Quizá en el caso de Margo es ella quien llega borracha del bar sin dar explicaciones o quien no se esfuerza demasiado por cuidar a su pareja.

¿Sabes? Durante todas las eras, hombres patéticos han abusado de las mujeres fuertes que amenazan su masculinilidad – está diciendo Desi -. Sus psiques son tan frágiles que necesitan ejercer ese control…
Yo estoy pensando en otro tipo de control. Estoy pensando en control disfrazado de preocupación: «Aquí tienes un suéter para protegerte del frío, querida, ahora póntelo y acomódate a mi visión». (Amy Elliott Dunne, en Perdida)

Las chicas enrolladas deben mostrar vulnerabilidad y ternura y dependencia, también, una vez iniciada la relación. Porque si no, se corre el riesgo de hacer que su pareja (varón) se sienta insegura y se vaya con otra chica que no sólo sea enrollada, sino que sea mediocre. Porque ser brillante, ser independiente, ser fuerte, implica no necesitar, de verdad. Y nada es peor para el romanticismo tal y como lo conocemos hoy día que no necesitarse.
Imagen promocional de Perdida

 

Muchas personas se sorprenden al llegar al final de Perdida. ¿Cómo es posible que vuelvan? Vuelven porque deben volver. Porque lo que Perdida intenta demostrar es que seguir estas actitudes estereotipadas conduce a unas dinámicas de codependencia en las que no sólo no se puede salir dentro de la misma pareja, sino tampoco a lo largo de la biografía sexoafectiva de cada uno de ellos (no es que la relación de Amy y Desi fuese sana, precisamente). El dedo de Flynn señala lo tóxico: y lo tóxico implica también que el estado natural sea el de la pareja.

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