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¿Blurred Lines?: el machismo en el videoclip

El videoclip es un elemento de la cultura popular (o de masas, según la clasificación que utilicemos) y, a la vez, una herramienta de comunicación comercial. Esta doble dimensión parece ser uno de los motivos por los que el videoclip es un blanco fácil para críticas desde todos los frentes. Cuando investigaba sobre este fenómeno para mi tesis doctoral y mi posterior libro, me llamó la atención la cantidad de críticas procedentes del ámbito académico, algunas de las cuales estaban plenamente justificadas, y otras, en cambio, no tanto ―por ejemplo, la conexión de su ritmo visual con la proliferación de la cocaína, según Marsha Kinder, o la influencia de El triunfo de la voluntad en su supuesta ideología, en opinión de David J. Tetzlaff―. Entre ciertos excesos, había un tema mucho más complejo que aparecía de forma recurrente. Se trataba, como no, de la presencia de imágenes sexistas en el videoclip.

Resulta evidente que hay machismo en los videoclips. Es más, hay mucho, muchísimo. Como suele suceder, esta evidencia se torna, en demasiadas ocasiones, en una generalización que no comparto. Por ejemplo, para Saul Austerlitz, crítico de cine, televisión y música, el videoclip se ve marcado por

la cosificación de las mujeres como objetos de deseo. La presencia de mujeres medio desnudas en el fondo (y en primer plano) en prácticamente todos los videoclips que se han hecho se ha convertido en algo tan común que casi no parece digno de mención. Los videoclips, en su mayoría, están dirigidos a los ojos de los hombres, proporcionándoles infinitas oportunidades para deleitarse con el espectáculo de mujeres bellas actuando para su placer. Los vídeos son fantasías masculinas de control y posesión de las mujeres, y esquivar este tema es saltarse uno de los aspectos definitorios del videoclip.

Desde mi punto de vista, la generalización y la existencia de ciertas premisas erróneas arruinan el argumento de Austerlitz. Porque efectivamente existen numerosos videoclips asquerosamente machistas, pero también un gran número de piezas que no lo son o, mejor aún, que son abiertamente feministas.

¿De qué parece depender, pues, la presencia o no de machismo en el videoclip? Un primer factor es el género musical al que pertenece el artista. Parece evidente que hay géneros musicales que tienen el machismo casi como un elemento de identidad, como sucede con el reggaetón. No descubro nada si digo que, salvando excepciones, la mayoría de videoclips de este género recurre a tópicos visuales donde la mujer es claramente un objeto, cuando no es abiertamente vejada. Sin ánimo de descargar de responsabilidad a los directores de videoclips ―de los que hablaremos luego―, debe ser difícil no hacer un videoclip sexista cuando la letra de la canción a la que debes añadir una banda de imágenes afirma cosas como “Eso lo quiero ver, qué pasa cuando te pego duro contra la pared”, “Castígala, dale un latigazo. Ella se está buscando el fuetazo. Castígala, dale un latigazo. En la pista te voy a dar yo pal’ de azotazos y palmetazos” o “Esto va pa’ las gatas de to’s colores, pa’ las mayores, pa’ las menores, pa’ las que son más zorras que los cazadores, pa’ las mujeres que no apagan sus motores”, por citar tres canciones del rey del reggaetón, Daddy Yankee. A modo de ejemplo, puede echarse un ojo a Ven conmigo, del citado Daddy Yankee y Prince Royce, donde, aparte de observarse todos los clichés en la presentación de la mujer, vemos al dúo de interfectos masculinos rescatando a las chicas, que permanecían encerradas en una especie de sótano ―aunque no dejaban de contonearse sensualmente pese a ello, claro―. Cuenta con más de 100 millones de visitas en YouTube.

De esta forma, no conviene olvidar que, por decirlo de algún modo, el género musical no es solo musical. A veces el sonido no es realmente una diferencia entre rock y pop. El género musical es, fundamentalmente, una forma de segmentación del público, de modo que la ubicación del artista en un género ―o subgénero― u otro nos dice más sobre cómo son sus fans que sobre cómo suena su música. Y, en fin, esto no dice nada bueno de los fans de Daddy Yankee y compañía.

No obstante, ni se puede generalizar dentro de ningún género musical ni existen géneros impolutos. Desgraciadamente, se trata de algo trasversal a todos ellos, donde suelen existir numerosas obras de carácter sexista. ¿De qué más depende, por tanto? Habría que introducir dos aspectos más: la identidad del artista y la mirada del director. Como decía, dentro de un mismo género coexisten posiciones muy diferentes. Y la identidad de cada artista es un mundo. Hablamos de la identidad del artista pretendiendo enfatizar lo que, en términos publicitarios, sería su dimensión como marca. Esto implica que no se trata de una responsabilidad exclusiva del artista, sino también de todo el entramado de agentes que lo representan y a su compañía fonográfica. Porque, como toda marca, el artista tiene una identidad propia que se va labrando con el paso del tiempo y que guarda relación con un público al que se pretende llegar, y, pese a la importancia retórica del discurso de la autenticidad, lo cierto es que siempre existen cálculos y la autoexpresión suele coexistir con la estrategia. De este modo, lo cierto es que la comunicación del artista intenta conectar con su público, y, en demasiadas ocasiones, ese público es machista. Los videoclips machistas son solo la punta del iceberg de un problema más amplio y más grave.

No se trata, en cualquier caso, de dejar sin cargos al videoclip y a sus emisores, dado que parece sensato exigir una responsabilidad a quienes ejercen comunicaciones públicas, máxime teniendo en cuenta que sus piezas pueden ejercer una labor de refuerzo de estas actitudes, cuando no de educación de un joven público. Esto nos lleva a hablar también de los directores. La publicidad es un mundo complejo, donde un equipo creativo se ve movido en una u otra dirección entre presiones e imposiciones que provienen de dentro y fuera de una agencia publicitaria. Dicho de otro modo, no se trata de una creatividad libre, y suele ser difícil escapar a determinados imperativos. En cuanto al mundo del videoclip, puede decirse que sucede algo similar; no obstante, es mucho mayor la libertad con la que cuentan los directores de videoclips y, por tanto, sería exigible un mayor compromiso. Por eso me resulta particularmente elogiable cuando tenemos a un artista mainstream haciendo algo diferente. Podrían citarse muchos videoclips en este sentido, pero me gusta particularmente So What, de P!nk, y dirigido por Dave Meyers. Tanto la canción como el videoclip juegan con la idea de una chica que acaba de perder a su marido, pero, en lugar de recurrir al tópico de “Sin ti no soy nada” (Amaral dixit), se opta por una autoafirmación de la mujer.

Hay que tener en cuenta, además, que el público es cada vez más crítico y cuenta con plataformas desde las que difundir sus mensajes a una audiencia potencialmente masiva. Y esto es un factor a tener en cuenta de un modo creciente. Por ejemplo, podemos prestar atención a uno de los mayores hits de los últimos años, Blurred Lines, de Robin Thicke (ft. Pharrell Williams). Tanto la canción como el videoclip resultan, desde mi punto de vista, claramente machistas. La canción contiene frases como “You the hottest bitch in this place!” o “I’ll give you something big enough to tear your ass in two”. Hay incluso quien ha interpretado la frase “I know you want it” como una apología de la violación. Por su parte, la cosificación de la mujer es una constante en el videoclip de la canción, que tristemente está dirigido por una mujer, Diane Martel. Y no solo por ir desnudas en la versión explícita de la canción, sino sobre todo por el rol deshumanizado que juegan ante los dos machitos en cuestión.

Pues bien, nada evita que surjan todo tipo de parodias que pretenden denunciar el machismo presente en este videoclip. Así, Melinda Hughes convierte la canción y el videoclip en Lame Lines, donde ridiculiza al prototipo de hombre que representan Robin Thicke y Pharrell Williams en su canción.

Es solo un ejemplo entre miles, pero sirve como muestra de una tendencia habitual. Evidentemente, el número de visionados del videoclip original y de sus parodias no es comparable, porque, pese a la retórica habitual acerca de la democratización que nos trae la web 2.0, unos y otros no compiten en igualdad de condiciones. Pero, al menos, sí queda el derecho público al pataleo. Algo es algo.

Finalicemos con unos toques de optimismo. Varias de las principales investigadoras del videoclip desde una perspectiva de género, como Lisa A. Lewis o Robin Roberts, ponen el acento más en la oportunidad futura que en el punto débil actual. Así, consideran que, en la medida en que cada vez existen más mujeres artistas con una identidad fuerte y más mujeres directoras al tiempo que aumentan las audiencias femeninas, el videoclip puede ser usado con fines abiertamente feministas. De este modo, como cierre, podríamos mencionar Hard Out Here, de Lily Allen, que realiza una dura sátira a los clichés machistas del videoclip y la industria musical.

El videoclip, dirigido por Christopher Sweeney, comienza con una liposucción a la propia artista y, a lo largo del metraje, vemos a un ejecutivo pidiéndole que se mueva sensualmente, frote las llantas de un coche o juguetee con un plátano. Contiene, además, referencias paródicas al citado Blurred Lines ―en concreto, se hace una sátira del patético “ROBIN THICKE HAS A BIG DICK”, que aparece escrito con globos en Blurred Lines, con la leyenda “LILY ALLEN HAS A BAGGY PUSSY”―.

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En palabras de Allen, Hard Out Here se trata de un vídeo satírico que “trata acerca de la cosificación de las mujeres en la cultura pop moderna”.

En fin, concluyamos que hay esperanza. Tanta como camino por recorrer queda.

Amor, admiración, ¿anulación?

¿Qué quieres que te diga?
¿Que mi vida va genial?
¿Que todo transcurre tal y como lo pensé,
tal cual, sin más?
¿Que todas mis decisiones
pasan por un autotune de aciertos?
Qué más da, si no lo vas a escuchar.

¿Qué quieres que te diga?
¿Que escogiste lo mejor?
¿Que ya no quedaba amor?
¿Que no me merecías porque eras lo peor?
¿Qué tengo mil ilusiones,
qué ya no queda ni un gramo de pena?
Qué más da. Nunca supiste escuchar.

¿Qué quieres que te diga?
¿Que el tiempo va a mejorar,
que el gobierno está fatal,
que el Barça hoy ha vuelto a pinchar?
¿Qué quieres que te diga,
que sin ti no puedo más,
Que mi vida se rompió cuando te fuiste sin pensar que

nunca, nunca más me iba a recuperar
porque cuando tú jugabas yo creía
que lo que hacías era amar?
Y mientras,
yo me enamoraba como un fan
de tu voz, de tus amigos, de tu ropa
y de tu forma de mirar.

¿Qué quieres que te diga?
¿Que prefiero pasear por la playa
y escuchar a Billy Joel, o quizás a Ben Folds Five,
porque sé que tú los odiabas,
no eran suficientemente indies…?
Qué más da. Tú siempre fuiste lo más.

¿Qué quieres que te diga?
¿Que el trabajo no está mal,
que cerraron el local donde solíamos tocar?
¿Qué quieres que te diga,
que me arrancaste el corazón?
Y hoy se te ocurre venir a pedir perdón
Después de un siglo o dos.

(La Casa Azul – Como un fan)

Este post es un exorcismo, una confesión, una hoja de diario; muy poco filosófica, ni psicológica, ni sociológica. Me enamoré como una fan casi a la vez que era lanzada esta canción; y no era la primera vez. Y es una forma terrible de enamorarse. Bebía cada una de sus palabras. Sus gustos eran mis deberes. Lo que en aquella época leía, veía o escuchaba está todavía tan relacionado con su persona que tengo autores, cineastas y grupos vetados aún, diez años después. Por si a alguien le cabía duda, la historia acabó mal, fatal. De hecho suelo presumir de que entre mis ex parejas se cuentan varios de mis mejores amigos pero en este caso aún no podemos estar en la misma habitación sin que se enrarezca el ambiente. Sí, diez años después.Si intento entender por qué aquella relación me dolió tanto a día de hoy sigo sin entenderlo bien. El pasado 25N una chica que conozco y que trabaja precisamente sobre el amor en su tesis nos proponía en Facebook que analizásemos entre las formas sutiles de dominación dentro de la pareja la que se construye desde la admiración, que cuestionásemos nuestro propio deseo. «¿Por qué tanta necesidad de admirar? Y sobre todo ¿qué es lo que consideramos admirable?» Me parecen dos preguntas indispensables para pensar sobre cómo nos enamoramos.

She's hot she's read everything

¿Es Alex Vause, de Orange is the new black, también sapiosexual?

Al buscar quien me guíe, busco a quien sepa más que yo. Me coloco inmediatamente en la posición de aprendiz. ¿Qué implica eso? Para empezar, que mi capacidad crítica se ve tremendamente mermada. Esa persona ya no tiene fallos. Siempre tiene razón. Eso empieza a generar dudas, una tras otra, sobre el propio criterio. ¿Es cierto esto que creo? ¿Estoy segura de que disfruto con esto? Una base fantástica, por cierto, para las relaciones tóxicas de todo tipo. No es necesario que alguien te haga sentir inútil si tú misma ya te has colocado en esa posición a costa de idolatrar a la otra persona, de creer que ella es el producto terminado y tú quien aún tiene un largo camino por recorrer.¿Cuántas de las personas que conocéis consideran que la admiración es un componente indispensable del amor? George Sand decía que el amor, sin admiración, es sólo amistad. Si contesto instintivamente, yo misma levantaría la mano. Necesito admirar para enamorarme porque, como esta chica proponía, hay una cierta sensación de estatus construida en torno al amar a quien es mejor que nosotros. Y así, no amamos al compañero, sino al guía. Admiramos la inteligencia; y ojo, que esto es preocupante: creemos que las personas negativas son más inteligentes, encima.

To me you are perfect

Una profecía que, en realidad, se autocumple. Incluso aunque tenga qué aportar, no lo voy a demostrar. Como un perrillo faldero, soy yo quien se entusiasma, quien admira, quien sigue, quien imita. La otra persona se puede sentir halagada, incluso obligada. Pero en estas condiciones no hay forma de que se sienta entusiasmada por estar conmigo. Y leía hace poco que si las dos partes no sienten entusiasmo, no hay nada que hacer. Me parece un buen criterio. La relación se convierte en un cementerio para las aspiraciones de una de las dos partes, que se coloca en el plano secundario. Pero también para el orgullo, la admiración y la sorpresa de quien se coloca en la posición de superioridad. También me he visto en esas, y aquel guía me dejó porque «había dejado de ser yo misma». Eso es lo que pasa cuando una se enamora como una fan. Que desaparece en el otro. Y nadie quiere estar con una cáscara vacía (de hecho, si alguien quiere estar con vosotros cuando no sois vosotros mismos, huid; es un síntoma de narcisismo bastante chungo no echar de menos a la persona por la que os habíais sentido atraídos cuando desaparece para convertirse en vuestro espejo).

Creo que esto nos pasa más a las mujeres. Supongo que por varios factores que confluyen en torno a esta desigualdad de poderes, que queda perfectamente reflejada en el «detrás de un gran hombre hay una gran mujer». Detrás. La Mujer-Pigmalión puede sentirse perfectamente realizada gracias a lo que ha conseguido que su pareja sea, que sus hijos sean. En ciencia, lo llamamos «Efecto Matilda«. En las revistas de estilo de vida, han decidido llamarlo «sapiosexualidad«: el fenómeno de sentirse atraído por la inteligencia ajena. O quizá deberíamos decir «atraída»: al buscar sapiosexual en Google, tres de las diez entradas de la primera página hablan de «mujeres sapiosexuales» expresamente. De entre las que no están marcadas en el título, otra más está ilustrada con una mujer, otra con una pareja heterosexual (aunque en el pie de foto se dice expresamente «Las mujeres sapiosexuales sienten atracción por los hombres inteligentes«, como si no pudiera suceder a la inversa), y otra comienza diciendo: «Hace rato fue derribado el estereotipo de la mina que va tras el dinero, éxito y belleza de un hombre. Quizás quedan algunas por ahí, pero hoy la moda es otra: los sapiosexuales, una especie más común de lo que pensabas.»

Es decir: la atracción por la inteligencia viene a sustituir la atracción por el dinero y el éxito por los que las mujeres han cambiado tradicionalmente su belleza física. La inteligencia, lógicamente, está asociada al estatus en la sociedad del conocimiento. ¿Pensaban ustedes que eran menos superficiales porque les atraía más una buena conversación que un buen tono muscular? Se equivocaban. En realidad es el mismo mecanismo superficial, aplicado a los nuevos tiempos. Mala suerte.

Y, ¿saben una cosa? El problema del amor basado en las mentes es que es pegajoso. Se queda adherido a las canciones, a los libros, a las películas. Nos ataca por sorpresa detrás de algunas palabras del diccionario y se come nuestros gustos. Y de pronto, con la ruptura, no perdemos sólo a esa persona. Detrás de ella se van discografías completas, el cine francés, tres estaciones de metro, una forma de hablar y de escribir.

Cada persona que forma parte de nuestra vida deja una herencia, un aprendizaje. Qué bonito sería entenderlo así y hacerlo nuestro de forma natural, progresiva, selectiva. Y mutua. Y compartir lo que nosotras también hemos aprendido, y seguimos aprendiendo por otras vías. E intercambiarnos, en lugar de anularnos.

Y que no tengan que pasar diez años para poder volver a leer a Pizarnik.

Justine Frischmann: la «novia de» que vendió un millón de discos

Justine-Frischmann

El primer día de instituto. La primera noche de juerga. Primer concierto, primer beso, primera decepción amorosa. Yo, además, recuerdo perfectamente mi primera vez con el sexismo. Y puesto que la nostalgia es un arma implacable (una que todos usamos constantemente), volvamos por un momento a 1997. Con apenas trece años, mi catálogo musical era exactamente el que puede esperarse de una adolescente con televisión por satélite: Blur, Pulp, Suede, Ash, jod**, incluso Oasis. En semejante oda a lo anglófilo existía un grupo que no era bienvenido. Un grupo también inglés, también deudor de las subculturas británicas de las décadas anteriores. El problema de Elastica no era su música, ni siquiera su estilo. El problema de Elastica era ELLA. Poco importaba que 2:1 me pareciera un temazo: Justine (Frischmann) era la novia de Damon (Albarn) y, a todas luces, mi mayor enemiga.

Han pasado casi dos décadas, y aunque mentiría si dijera que ya no queda nada de mi versión teen, me gustaría pensar que a estas alturas la gestión de mis odios y pasiones es más atinada. Sea lo que fuere, esta es mi redención personal, pero también mi humilde grito de protesta. Sí, han pasado casi dos décadas y a Elastica se las sigue tratando con una condescendencia de lo más rancia y sonrojante: poco menos que una banda amateur de habilidad pasmosa para el plagio post-punk, guiada por una Lady Macbeth de colegio privado que sólo parece existir como epítome de sus respetadísimos novios indies.

El Britpop despegó con intensidad en 1994 coincidiendo con la llegada de Elastica, el grupo que Justine Frischmann lideró tras su expulsión de Suede. Eran listas y ambiciosas, tanto que incluso resultaba difícil que cayeran bien. No contenta con tener un novio famoso, la cantante Frischmann había reclutado al rostro perfecto del Britpop: una rubia y aniñada Donna Mathews […] La urgencia y la ironía eran su carta de presentación; la dulzura y las bobadas no estaban hechas para Elastica. Bob Stanley: Yeah Yeah Yeah. The Story of Modern Pop, 2013

Si nos alejamos de ambientes muy especializados/entusiastas, la relevancia de Justine como cantante y compositora es apenas perceptible. Sus logros musicales con Elastica no han gozado nunca de la visibilidad que sí alcanzó su vida privada y que podríamos resumir en:

1) Relación con Brett Anderson y posterior traición sentimental.

2) Fase Damon + Justine: príncipe y princesa del Britpop.

3) Ruptura traumático-mediática y caída en desgracia, adicción a la heroína incluida.

Justine formaba parte de una escena masculinizada que, si bien la aceptaba como compañera de diversiones, nunca supo reconocerla como colega de profesión. Y aunque las mujeres no estuvieron ausentes en el pop inglés de los 90 (momento «voy a vender cinco discos de Kenickie ahora mismo»), la estrategia mediática insistió hasta la saciedad en los personajes masculinos, aprovechando el tirón de esa cosa tan nefasta que llamaron ‘cultura lad’. Justine quedaba relegada a un rol accesorio, casi siempre al de ‘musa’ más o menos consentida de los hombres que pasaban por su vida. Elastica parecía ser poco menos que el capricho de la novia de Damon, un caramelo para la niña pija del Britpop.

 

 

  • Nota nº1: Del fenómeno del Britpop no surgió ningún grupo social cohesionado, aunque sí supuso una recuperación/apropiación de los elementos estéticos de las subculturas de posguerra (con especial atención al mod y el 2 tone), filtrada por el impacto del thatcherismo.
  • Nota nº2: «En los noventa se puso de moda rebajar tu estatus social, demostraba heroicidad. Se veía como algo positivo, porque en el fondo si venías de un entorno obrero, se asumía que estabas ahí por tu talento», comenta Owen Jones en relación a su imprescindible Chavs. La demonización de la clase obrera. Justine era ‘la niña pija’ en pleno apogeo del poor-is-cool. Vivir en una mansión en Kensington y que tu padre ingeniero esté detrás de Canary Wharf no pondrá a los tabloides de tu parte…

La mujer que desarrolla su actividad fuera del ámbito doméstico suele enfrentarse a críticas que descalifican su trabajo y que están basadas en la asociación mujer-espacio público. Quizá sea demasiado apresurado incluir aquí el caso de Justine, pero los datos sobre su vida profesional son, cuanto menos, significativos. La prensa subestimó su contribución al despegue del Britpop y la estupenda acogida de crítica de Elastica: el suyo fue el disco de debut que más rápido se vendió en Reino Unido. Finalista al prestigioso Mercury Prize, consiguió más de un millón de copias en todo el mundo y una popularidad en Estados Unidos muy superior a la de Blur y Oasis. Puede que los méritos de la banda pasaran desapercibidos, pero hay algo que Todo El Mundo Sabe De Elastica y es que sus mejores temas los habían robado de otros. ¿Cómo fiarse de una niña de papá que viste de cuero y Dr Martens? Wire acusó a Elastica de apropiarse del riff de guitarra de Three Girl Rumba para su archiconocida Connection y los Strangles demandarían al grupo por plagiar en Waking Up el teclado de No More Heroes. Hubo quienes aprovecharon incluso para cuestionar la autoría de Justine, y años más tarde algunas voces insinuaron que el lanzamiento del segundo disco de la banda (The Menace, 2000) se habría retrasado tanto porque Damon ya no andaba cerca. Niña pija, músico amateur y, por supuesto, NOVIA DE.

 

Justine: la novia de, la groupie, la puta

La representación mediática de la relación entre Justine y Damon no hacía sino perpetuar la idea del amor romántico hegemónico. El calificativo de ‘príncipe y princesa del britpop’ era más que elocuente y entroncaba con esa tradición de dudoso prestigio en la cual todas las cantantes son princesas o reinas de cualquier género que dé para un titular resultón. A lo largo de la historia, las mujeres hemos sido el bien más preciado para el patriarcado: objeto de deseo por excelencia y símbolo de triunfo social del varón.

No me jodas. Justine no busca liarse conmigo: es fan del grupo y punto. Damon puede pegarme con una lata de cerveza si es lo que quiere, pero yo no me estoy tirando a nadie. Adam Ant. NME, 1995

La líder de Elastica se convirtió en un producto cultural para la consolidación de la fantasía romántica y del concepto de ‘media naranja’, destinados a un segmento muy concreto de la audiencia joven. O en otras palabras, puede que las canciones de Take That me parecieran un poco cursis, pero yo tenía mi propia dosis de amor romántico revestido de imaginería indie. ¿Quién no desearía alcanzar ese ideal de la pareja de éxito, joven y atractiva? Queridas, de aquí a la frustración hay sólo un paso. La Justine mediatizada es la mujer hecha a sí misma e idealizada sexualmente que, sin embargo, nos lanza encubierto el modelo convencional en el que la pareja es la mayor aspiración, muy por encima de unos logros profesionales que, presumiblemente, no podrían ser equiparables a los del varón (ya hemos comentado que vender un millón de discos es asunto de alto secreto, ¿no?).

Otra noción que se instaló en aquellas cabezas juveniles fue la del sacrificio por amor. Cuando en 1998 la pareja hizo pública su separación, el veredicto de la prensa fue unánime. Que Damon tuviera una fama de seductor más bien reconocida no era impedimento para presentarlo como la víctima de esta historia. ¡Faltaría más! El príncipe azul sufre cuando le rompen el corazón; de lo contrario, ¿cómo íbamos a quererle? Los medios no dudaron en culpar a Justine del final de la relación y es aquí donde encontramos otro dato revelador: la fama, las drogas, las infidelidades… motivos sin importancia. Lo realmente grave fue que ELLA, LA PRINCESA DEL BRITPOP, ¡¡SE NEGABA A TENER HIJOS!! Justine había fracasado como novia por no doblegarse a esa ‘fuerza del amor’ que todo lo puede. La mujer debe luchar por su amor, debe aguantar por el bienestar de su vida sentimental. Al parecer, Justine no lo veía tan claro… pero, ¿de qué nos sorprendemos? La groupie que dejó a Brett por Damon volvía a repetir la jugada y en esta ocasión los motivos esgrimidos se antojaban aún más sucios. ¿Qué puede ser peor que una mujer que no quiere tener hijos?

La primera vez que me di cuenta de que no podría vivir sin alguien fue con Justine. Hasta entonces, y dejando a un lado a mi familia, no había existido nada que considerara imposible de perder. Damon Albarn. NME, 1997

Sin embargo, para nosotras, la ruptura no supuso el descalabro del amor romántico: antes al contrario, ayudó a fortalecerlo. Cuantos más obstáculos atraviesa una relación, más auténtica será la historia de amor. Aunque muchas no pudiéramos percibirlo entonces, lo que se nos intentaba contar da bastante miedo: la mujer debe ejercer un rol pasivo, debe ser obediente y discreta. Debe esperar sonriente la llegada de su hombre perfecto, aquel que completará su propia identidad y otorgará sentido a sus aspiraciones vitales. Por un lado, Justine parecía no encajar en este concepto de relación como garantía para adquirir la felicidad en un espacio libre de conflictos. Por el otro, las revistas nos estaban dejado claro que éramos competidoras en la lucha por el amor de nuestros ídolos. Odiar a Justine era fácil y todas lo estábamos haciendo.

Cuando Blur publicó 13, el tan publicitado ‘disco post-Justine’, ella se había convertido en una zorra sin corazón al tiempo que él consolidaba su figura de héroe romántico dolido. Etiqueta que, como muchas otras, funciona muy bien en el campo masculino. Ejemplo práctico 1: A nadie se le ocurriría decir que quizás Nick Cave se expuso demasiado cuando le dio por escribir sobre PJ Harvey. Ejemplo práctico 2: ¿Cuántas veces habrá tenido que lidiar ella con esa insistencia de los medios por atribuirle un sentido autobiográfico a sus letras? El desamor seguirá siendo imprescindible para el arte de escribir canciones, pero ¡oh, sorpresa!, no lo concebiremos de igual forma para los hombres que para las mujeres.

  • Nota nº3: que 13 sea el disco del novio que sufre por su ruptura sentimental no debería distraernos de lo absolutamente maravilloso que es.

 

Ya fuera en tabloides sensacionalistas, revistas femeninas para adolescentes o en publicaciones especializadas en música, a la líder de Elastica se la ha presentado con insistencia en función de los hombres con los que ha decidido acostarse. La figura de Justine contra el telón de fondo del Britpop, y su consecuente descrédito y rechazo, se entiende dentro de un discurso en absoluto interesado en superar los estereotipos sexistas y que ha prolongado hasta nuestros días muchos aspectos de la discriminación por género: la obsesión por la vida sexual de la mujer, la marginación y el valor estereotipado que se le imponen en el ámbito creativo, la primacía de la esfera íntima sobre los aspectos profesionales y la subordinación como elemento accesorio de la figura masculina.

Y sí, puede que el álbum debut de Elastica (ese que me negué a escuchar durante cinco años) no sea el compendio de clase y género que nos hubiera gustado saborear, pero su punk arty deliberadamente mordaz, despreocupado y pelín sórdido lo convierten en un disco que es imposible no disfrutar. Como Emma Goldman ya sabía, hace falta bailar más.

It’s always something you ate,
Or it’s something you hate,
Tell me is it the way that I touch you?
Have you found a new mate,
And is she really great,
Is it just that I’m much too much for you?

Taylor Swift, artista del año (otra vez)

Taylor Swift ha sido elegida Mujer Billboard del año, la primera artista en ser elegida dos veces tras su elección en 2012 y 2014.\

 

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Taylor es vista por muchos como otra rubia americana que canta para las masas primordialmente adolescentes. En este caso, una que, además, va teniendo affaires con todos los actores, cantantes y otros hombres que aparecen en las revistas continuamente. Un éxito de masas para adolescentes, una fachada más comparable a cualquier otra rubia salida del Club Disney.

Pero Taylor es mucho más que eso. Taylor compone sus canciones y se hizo mundialmente famosa cantando country. ¡Country! Fuera de Estados Unidos reto a prácticamente cualquiera a nombrar más de 5 cantantes de Country de los últimos diez años, de los últimos veinte años incluso. Taylor se puso el mundo por bandera cantando country antes de los 20 años, fue nombrada mujer Billboard del año cantando country con 23 y, este año, para seguir sorprendiendo a todo el mundo, antes de cumplir 25 fue nombrada de nuevo Mujer Billboard del año dos meses después de sacar su primer disco de pop. El disco más vendido de 2014 por encima de la Banda Sonora de «Frozen». Sinceramente, creo que pese a este cambio, además, Taylor ha conseguido mantener su estilo intacto.

Fuera del ámbito estrictamente musical Taylor consigue además reírse de sí misma o de la imagen que la prensa emite de ella en «Blank Space» – si no habéis visto la app del videoclip interactivo en el que puedes caminar por la mansión y descubrir secretos, no sé a qué estáis esperando -.

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Después de escribir canciones de desamor y venganza que hace que todas las mujeres del mundo canten a voz en grito en algún momento de sus vidas, cuando gana un premio tiene las narices de dedicárselo a su «inspiración». Ese chico que le hizo pasarlo tan mal que inspiró la canción y le dio miles de ventas y premios.

 

https://www.youtube.com/watch?v=vOM4KdC-Odc

O recoge premios venerando a Diana Ross y al tipo de mujer que representa.

Y es lo suficientemente humilde como para decir en público que, desde que es amiga de Lena Dunham (porque Taylor además es amiga de todas), ha aprendido que, en realidad, había tenido el concepto «feminismo» completamente equivocado todo este tiempo. ¡Oh! ese problema de esta sociedad que asocia feminismo con odio profundo a los hombres, una cruzada contra el género masculino. Acepta su error y lo publica. Aceptémoslo, el hecho de que estas palabras vengan de ella, hace que cientos de miles de niñas adolescentes lo lean alrededor del mundo.

Pero una de las cosas que más me fascina de Taylor Swift, oh reina entre los mortales, es la continua dedicación a sus fans. En esta era de redes sociales en las que llegar a millones de personas alrededor del mundo está a golpe de un click, Taylor no es una diva más, lejana e inalcanzable. Taylor cuida, mima y hace regalos a sus fans constantemente.

La primera vez que ví algo que me fascinó sobre Taylor y sus fans fue este vídeo:

 

Una antigua fan, alguien que la sigue desde el principio. Tan fan que Taylor la ha conocido en persona al principio de los tiempos. Esta chica la invita a su boda. Taylor no puede asistir a la boda (asumámoslo, es difícil seguir la apretada agenda de Taylor), pero se planta en la despedida de soltera por sorpresa y con regalos para toda la fiesta.

Para estas navidades ha plantado una campaña que ha llamado «Swiftmas» (por favor, si es que hasta el nombre es requetecuqui). En este vídeo podemos ver como envuelve y empaqueta regalos, escribe notas ella misma e incluso entrega unos cuantos regalos en persona a una fan en Connecticut.

 

Además, en serio, no se puede ser más maravillosa que alguien que elige como disfraz de Halloween ¡¡PEGACORN!!

Se fue (Laura Pausini, 1994)

Laura Pausini AlbumÉxitos comerciales. Nos machacan los oídos. Oímos las canciones una y otra vez en la radio o por la calle. Muchas hablan de grandes historias de amor, de dificultades y pasiones, pero, ¿qué nos dicen muchas de ellas en realidad? ¿Es amor de lo que hablan o es otra cosa?

Recuerdo mi adolescencia. Escuchaba constantemente los 40 Principales (en mi defensa, en esa época no existía nada parecido a Spotify) y, como cualquier adolescente, tenía las hormonas alteradas y los desamores parecían el fin del mundo. ¡Menudos dramones que montábamos! Nos desahogábamos con las amigas o escuchando canciones de amor abrazadas a la almohada para «regodearnos» en nuestro dolor.

Y sobre todo, sentíamos que esas canciones hablaban de nosotras, que describían perfectamente lo que sentíamos. Pero ahora que las vuelvo a leer con mirada crítica me doy cuenta de las ideas del amor tan tóxicas que hay en muchas de ellas y no sé hasta qué punto puede habernos afectado en la forma que tenemos de entender el amor.

Uno de los ejemplos más claros, que además lo petó en las listas en mi adolescencia, es este éxito de Laura Pausini. Me he tomado la libertad de marcar en negrita las frases que me parecen especialmente «llamativas».

Ya no responde ni al teléfono,
Pende de un hilo la esperanza mía,
Yo no creí jamás poder perder así la cabeza,
Por él.

Porque de pronto ya no me quería.
Porque mi vida se quedó vacía,
Nadie contesta mis preguntas, porque
Nada me queda, sin él. 

Se fue,
Se fue, el perfume de sus cabellos,
Se fue, el murmullo de su silencio,
Se fue, su sonrisa de fábula,
Se fue, la dulce miel que probé en sus labios.
Se fue, me quedó sólo su veneno,
Se fue, y mi amor se cubrió de hielo,
Se fue, y la vida con él se me fue,
Se fue, y desde entonces ya sólo tengo lágrimas.

 Encadenada a noches de locura,
Hasta a la cárcel yo iría con él,
Toda una vida no basta, sin él.

 En mi verano ya no sale el sol,
Con su tormenta, todo destruyó,
Rompiendo en mil pedazos
esos sueños que construimos, ayer.

Se fue,
Se fue, me quedó sólo su veneno,
Se fue, y mi amor se cubrió de hielo,
Se fue, y la vida con él se me fue,
Se fue, y la razón no la sé.

Si existe Dios, debe acordarse de mí,
Aunque sé
Que entre él y yo el cielo tiene sólo nubes negras,
Le rogaré, le buscaré, lo juro, le encontraré,
Aunque tuviera que buscar en un millón de estrellas.

 En esta vida oscura, absurda sin él,
Siento que,
Se ha convertido en centro y fin de todo mi universo.
Si tiene límite el amor, lo pasaría por él.
Y en el vacío inmenso de mis noches, yo le siento.

 Le amaré, cómo le pude amar la vez primera,
Que un beso suyo era una vida entera,
Sintiendo cómo me pierdo,
por él.

Se fue,
Se fue, el perfume de sus cabellos,
Se fue, el murmullo de su silencio,
Se fue, su sonrisa de fábula,
Se fue, la dulce miel que probé en sus labios.
Se fue, me quedó sólo su veneno,
Se fue, y mi amor se cubrió de hielo,
Se fue, se fue, y la vida con él se me fue,
se fue, y la razón no la sé.

Especialmente delirante eso de «hasta la cárcel yo iría por él», ¿verdad? Desde la primera hasta la última palabra, esta canción expone la (recurrente) idea de que la vida no es nada sin la persona amada. De hecho, parece que la protagonista se humillaría sin ningún límite solo por recuperarle. Y eso, señores y señoras, nos parecía romántico.

Animal de Compañía (Manos de Topo, 2012)


Manos de Topo – Animal de Compañía from Boogaloo Films on Vimeo.

 

Manos de Topo son un grupo que desde el principio jugaron a buscar la diferencia. Textos irónicos que ahondan en la caricatura de la canción romántica, no tomarse demasiado en serio (se llaman así en referencia a su supuesta escasa destreza con los instrumentos) y, sobre todo, la voz de Miguel Ángel Blanca: desafinada, llorosa y, definitivamente, valiente. Porque hay que ser valiente para subirse a un escenario y cantar así.

Bien por el efecto «traje nuevo del emperador» o bien porque efectivamente Manos de Topo tienen algo, se han hecho un hueco en el indie nacional (sea lo que sea eso) y unos fans incondicionales. Desde «Ortopedias bonitas» (2007) hasta hoy, Manos de Topo acumulan 4 referencias discográficas crecientes en calidad pero menguantes en sorpresa.

Manos de TopoHan sido acusados de misóginos infinidad de veces por unas letras en las que se describen relaciones sentimentales en las que el protagonista varón sufre por lo mal que lo tratan las mujeres. Ellos han salido al paso de esas acusaciones, a veces con humor y a veces con hartazgo, pero siempre explicando que son parodias de las típicas canciones de amor despechado y, por tanto, están criticando la misoginia de los «originales». Sea como sea, el mensaje está ahí y han hecho de él su seña de identidad. No en vano, Blanca canta entre sollozos.

Cabe plantearse, de todas formas, hasta qué punto un amante despechado es un amante que no ha sido capaz de hacer autocrítica. Y cuánto en su queja hay de reproche justificado y cuánto de verdadera misoginia (o misandria, aunque el hecho de que el término sea tan poco conocido da una pista de lo poco frecuente que es).

Para el tema que nos ocupa, amores que lo parecen pero no lo son, nos viene al pelo la que es, en mi opinión, su mejor canción hasta ahora, que nos habla de una relación destructiva y posesiva, empezando por el título: Animal de Compañía.

Muchas personas piden poco más a su pareja que ser bonitos, obedientes y fieles. Y a veces no lo piden, sino que lo exigen. Y otras veces ni siquiera es necesario porque la educación ya nos ha hecho ser animales de compañía para otros. Para conseguir seguridad, cariño o sexo, sacrificamos lo que nos hace humanos: nuestra capacidad para elegir qué queremos, al margen de instintos y normas sociales no escritas.

De ahí que el cantante diga luego «Ahora brillas en mí». Yo he perdido mi brillo propio. Si quiero hacer algo bueno tendrá que ser a través de mi pareja.

El videoclip termina de impactarnos: Gatos, sexo (o debería decir porno), muertes, catástrofes y otras imágenes de dudoso gusto, todo ello con un acabado amateur del youtube más infecto.

 

Los gatos quieren escapar de tu casa
Los gatos quieren escapar, visitar al vecino,
(Los gatos quieren escapar de tu casa,)
sólo están contigo por obligación.
(los gatos quieren escapar de tu ca… sa…)

Los problemas se hacen realidad cuando los verbalizas
(Los gatos quieren escapar de tu casa,)
y sé tantas cosas que nunca sabrás.
(los gatos quieren escapar de tu ca… sa…)

Junto a mí no tienes conciencia de ser
un animal de compañía,
estarás aquí toda tu vida.

Y tal vez alguien encienda una luz
debajo de toda tu piel
y te haga de nuevo brillar un poco en mí.

Verte llegar, simplificar
y ahora brillas en mí, ahora brillas en mí.
Multiplicar la eternidad
y ahora brillas en mí, ahora brillas en mí.

 Verte llegar, simplificar
y ahora brillas en mí, ahora brillas en mí.
Multiplicar la eternidad
y ahora brillas en mí, ahora brillas en mí.

Brillas en mí,
brillas en mí,
brillas en mí,
brillas en mí.

 Desde ahí pensabas que era divertido
hacerme el muerto en la playa,
ahora sabes que no es un juego.

 Mantén el demonio escondido bajo la cama,
él no sobrevive al veneno
del querer del fin de semana.

 Y tal vez no haya ni un rincón en ti
que no se pueda amar,
estoy dispuesto a esperar un poco más.

 Los gatos quieren escapar de tu casa.

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