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Cuando el amor se vuelve veneno

 

Sometimes I hate every single stupid word you say,
Sometimes I wanna slap you in your whole face.
There’s no one quite like you, you push all my buttons down,
I know life would suck without you.
At the same time I wanna hug you, I wanna wrap my hands around your neck.
You’re an ******* but I love you, and you make me so mad I ask myself
Why I’m still here, or where could I go?
You’re the only love I’ve ever known,
but I hate you, I really hate you, so much I think it must be…True love true love
It must be true love
Nothing else can break my heart like true love
True love, it must be true love
No one else can break my heart like you
Just once try to wrap your little brain around my feelings
Just once please try no to be so mean
Repeat after me now R-O-M-A-N-C-E
Come on I’ll say it slowly (Romance)
You can do it babeAt the same time, I wanna hug you
I wanna wrap my hands around your neck
You’re an ******* but I love you
And you make me so mad I ask myself
Why I’m still here, oh where could I go
You’re the only love I’ve ever known
But I hate you
I really hate you, so much
I think it must beTrue love true love
It must be true love
Nothing else can break my heart like true love
True love, it must be true love
No one else can break my heart like you[Lilly Allen]
Why do you rub me up the wrong way
Why do you say the things that you say
Sometimes I wonder how we ever came to be
But without you I’m incompleteI think it must true love true love
It must be true love
Nothing else can break my heart like true love
True love, it must be true love
No one else can break my heart like you, like you
No one else can break my heart like you

A veces odio cada estúpida palabra que dices,
A veces quiero abofetearte en toda la cara,
No hay nadie como tú, pulsas todos mis resortes,
Sé que la vida sería una mierda sin ti.

Al mismo tiempo quiero abrazarte y rodear tu cuello con mis manos.
Eres un imbécil, pero te quiero, y me cabreas tanto que me pregunto
¿por qué estoy aquí, o a dónde iría si no?
Eres el único amor que he conocido
pero te odio, te odio de verdad, tanto que creo que debe de ser…Amor verdadero, amor verdadero
Debe de ser amor verdadero
nada más puede romper mi corazón como el amor verdero
Amor verdadero, debe de ser amor verdadero
Nada más puede romper mi corazón como tú
Sólo una vez intenta que en tu cerebrito entren mis emociones
Sólo por una vez por favor intenta no ser tan malvado
Repite conmigo: R-O-M-A-N-C-E
Vamos, lo diré despacio: Romance
Puedes hacerlo, cariño.Al mismo tiempo quiero abrazarte
Y quiero rodearte el cuello con las manos
Eres un ******* pero te quiero
Y me haces enfadar tanto que me pregunto
Por qué sigo aquí o a dónde iría si no? Eres el único amor que he conocido
pero te odio,
te odio de verdad,
tanto que creo que debe de ser…
Amor verdadero, amor verdadero
Debe de ser amor verdadero
nada más puede romper mi corazón como el amor verdero
Amor verdadero, debe de ser amor verdadero
Nada más puede romper mi corazón como tú
[Lilly Allen]
Por qué me frotas al revés
por qué dices las cosas que dices
A veces me pregunto cómo llegamos a estar juntos
Pero sin ti estoy incompleta.
Creo que debe de ser amor verdadero, amor verdadero
Debe de ser amor verdadero
nada más puede romper mi corazón como el amor verdadero
Amor verdadero, debe de ser amor verdadero
Nada más puede romper mi corazón como tú, como tú
Nada más puede romper mi corazón como tú

 

Hay una idea preconcebida de la que hemos hablado aquí ya, y tiene que ver con lo pasional del amor. Y es que para que el amor sea verdad, sea auténtico, debe ser un amor tormentoso, complicado, enrevesado; superar una serie de pruebas complicadísimas y sobrevivir a esa gymkhana de pruebas en su contra.

Lamentablemente, el amor que se enfrasca en esa guerra contra el mundo no se pregunta si hay motivos para saltar esos obstáculos o es el momento de replantearse si no se ha tomado la decisión equivocada. Quizá todas esas pruebas en contra demuestran una incompatibilidad de caracteres. O quizá ponen de manifiesto que una o las dos partes de la relación tienen problemas propios que resolver que están arrastrando a esa dinámica y que no están arreglando. O incluso las dos cosas a la vez, por qué no. Esto se multiplica cuando una de las dos partes (o, peor aún, las dos) arrastra ya esa necesidad de emociones fuertes a la pareja. Adictos al desequilibrio emocional (politoxicómanos, narcisistas, personalidades histriónicas…), «artistas» sin imaginación que buscan inspiración en desgracias propias y ajenas, reinas del drama (de todos los géneros)…

Hay un estereotipo particular dentro de esta categoría de amores tormentosos, que es el del «amor loco». El amor loco, l’amour fou, que este estereotipo bebe también del romanticismo de lo francés (y mucho), es esta idea llevada al extremo: es un amor que es clarísimamente nocivo, toxico, venenoso, pero que, precisamente por eso, porque quien lo siente se percibe «enfermo de amor», «capaz de cualquier locura» se convierte en una droga que hace palidecer por comparación al amor normal, el sano, el tranquilo, el que se construye diariamente, se negocia y se disfruta, más que sufrirse.

 

 

Y existe toda una línea de películas que lo ensalzan y lo romantizan (más allá, por supuesto, de la obvia Romeo y Julieta). Jeux d’enfants es la más clara de ellas: dos niños se retan el uno al otro en un bucle permanente en el que los dos se exceden hasta la autodestrucción, con la capacidad creciente conforme ellos maduran, hasta que no hay una vuelta atrás. ¿Capaz o no? Esta misma idea del reto permanente es la que subyace en La fille sur le pont: personas desesperadas que sólo tienen suerte cuando se ponen a prueba, a vida o muerte, juntas. De nuevo, la idea del «sin ti no soy nada»; sin ti no sé ni siquiera hacerme daño, te necesito incluso para sufrir.

En Bye, bye, Blondie vuelve de nuevo la idea de amor loco, de la predestinación, del estar perdidos al separarse pero condenados a destruirse al reencontrarse. Pero en esa novela resaltan una frase que me dio que pensar: «una chica que conoces en el psiquiátrico no puede hacerte feliz».

Discrepo, completamente. Porque la mayoría de las personas excelentes que conozco han acudido alguna vez a profesionales de la salud mental. El problema es cuando el amor se interpone en la propia sanación. Cuando esperamos que de manos del otro venga nuestra suerte. Nuestro valor.

Ningún amor es «el único», y desde luego un amor que sube y baja, que duele y se retuerce hasta generar violencia, hacia el otro o hacia sí, no es amor.

¿Blurred Lines?: el machismo en el videoclip

El videoclip es un elemento de la cultura popular (o de masas, según la clasificación que utilicemos) y, a la vez, una herramienta de comunicación comercial. Esta doble dimensión parece ser uno de los motivos por los que el videoclip es un blanco fácil para críticas desde todos los frentes. Cuando investigaba sobre este fenómeno para mi tesis doctoral y mi posterior libro, me llamó la atención la cantidad de críticas procedentes del ámbito académico, algunas de las cuales estaban plenamente justificadas, y otras, en cambio, no tanto ―por ejemplo, la conexión de su ritmo visual con la proliferación de la cocaína, según Marsha Kinder, o la influencia de El triunfo de la voluntad en su supuesta ideología, en opinión de David J. Tetzlaff―. Entre ciertos excesos, había un tema mucho más complejo que aparecía de forma recurrente. Se trataba, como no, de la presencia de imágenes sexistas en el videoclip.

Resulta evidente que hay machismo en los videoclips. Es más, hay mucho, muchísimo. Como suele suceder, esta evidencia se torna, en demasiadas ocasiones, en una generalización que no comparto. Por ejemplo, para Saul Austerlitz, crítico de cine, televisión y música, el videoclip se ve marcado por

la cosificación de las mujeres como objetos de deseo. La presencia de mujeres medio desnudas en el fondo (y en primer plano) en prácticamente todos los videoclips que se han hecho se ha convertido en algo tan común que casi no parece digno de mención. Los videoclips, en su mayoría, están dirigidos a los ojos de los hombres, proporcionándoles infinitas oportunidades para deleitarse con el espectáculo de mujeres bellas actuando para su placer. Los vídeos son fantasías masculinas de control y posesión de las mujeres, y esquivar este tema es saltarse uno de los aspectos definitorios del videoclip.

Desde mi punto de vista, la generalización y la existencia de ciertas premisas erróneas arruinan el argumento de Austerlitz. Porque efectivamente existen numerosos videoclips asquerosamente machistas, pero también un gran número de piezas que no lo son o, mejor aún, que son abiertamente feministas.

¿De qué parece depender, pues, la presencia o no de machismo en el videoclip? Un primer factor es el género musical al que pertenece el artista. Parece evidente que hay géneros musicales que tienen el machismo casi como un elemento de identidad, como sucede con el reggaetón. No descubro nada si digo que, salvando excepciones, la mayoría de videoclips de este género recurre a tópicos visuales donde la mujer es claramente un objeto, cuando no es abiertamente vejada. Sin ánimo de descargar de responsabilidad a los directores de videoclips ―de los que hablaremos luego―, debe ser difícil no hacer un videoclip sexista cuando la letra de la canción a la que debes añadir una banda de imágenes afirma cosas como “Eso lo quiero ver, qué pasa cuando te pego duro contra la pared”, “Castígala, dale un latigazo. Ella se está buscando el fuetazo. Castígala, dale un latigazo. En la pista te voy a dar yo pal’ de azotazos y palmetazos” o “Esto va pa’ las gatas de to’s colores, pa’ las mayores, pa’ las menores, pa’ las que son más zorras que los cazadores, pa’ las mujeres que no apagan sus motores”, por citar tres canciones del rey del reggaetón, Daddy Yankee. A modo de ejemplo, puede echarse un ojo a Ven conmigo, del citado Daddy Yankee y Prince Royce, donde, aparte de observarse todos los clichés en la presentación de la mujer, vemos al dúo de interfectos masculinos rescatando a las chicas, que permanecían encerradas en una especie de sótano ―aunque no dejaban de contonearse sensualmente pese a ello, claro―. Cuenta con más de 100 millones de visitas en YouTube.

De esta forma, no conviene olvidar que, por decirlo de algún modo, el género musical no es solo musical. A veces el sonido no es realmente una diferencia entre rock y pop. El género musical es, fundamentalmente, una forma de segmentación del público, de modo que la ubicación del artista en un género ―o subgénero― u otro nos dice más sobre cómo son sus fans que sobre cómo suena su música. Y, en fin, esto no dice nada bueno de los fans de Daddy Yankee y compañía.

No obstante, ni se puede generalizar dentro de ningún género musical ni existen géneros impolutos. Desgraciadamente, se trata de algo trasversal a todos ellos, donde suelen existir numerosas obras de carácter sexista. ¿De qué más depende, por tanto? Habría que introducir dos aspectos más: la identidad del artista y la mirada del director. Como decía, dentro de un mismo género coexisten posiciones muy diferentes. Y la identidad de cada artista es un mundo. Hablamos de la identidad del artista pretendiendo enfatizar lo que, en términos publicitarios, sería su dimensión como marca. Esto implica que no se trata de una responsabilidad exclusiva del artista, sino también de todo el entramado de agentes que lo representan y a su compañía fonográfica. Porque, como toda marca, el artista tiene una identidad propia que se va labrando con el paso del tiempo y que guarda relación con un público al que se pretende llegar, y, pese a la importancia retórica del discurso de la autenticidad, lo cierto es que siempre existen cálculos y la autoexpresión suele coexistir con la estrategia. De este modo, lo cierto es que la comunicación del artista intenta conectar con su público, y, en demasiadas ocasiones, ese público es machista. Los videoclips machistas son solo la punta del iceberg de un problema más amplio y más grave.

No se trata, en cualquier caso, de dejar sin cargos al videoclip y a sus emisores, dado que parece sensato exigir una responsabilidad a quienes ejercen comunicaciones públicas, máxime teniendo en cuenta que sus piezas pueden ejercer una labor de refuerzo de estas actitudes, cuando no de educación de un joven público. Esto nos lleva a hablar también de los directores. La publicidad es un mundo complejo, donde un equipo creativo se ve movido en una u otra dirección entre presiones e imposiciones que provienen de dentro y fuera de una agencia publicitaria. Dicho de otro modo, no se trata de una creatividad libre, y suele ser difícil escapar a determinados imperativos. En cuanto al mundo del videoclip, puede decirse que sucede algo similar; no obstante, es mucho mayor la libertad con la que cuentan los directores de videoclips y, por tanto, sería exigible un mayor compromiso. Por eso me resulta particularmente elogiable cuando tenemos a un artista mainstream haciendo algo diferente. Podrían citarse muchos videoclips en este sentido, pero me gusta particularmente So What, de P!nk, y dirigido por Dave Meyers. Tanto la canción como el videoclip juegan con la idea de una chica que acaba de perder a su marido, pero, en lugar de recurrir al tópico de “Sin ti no soy nada” (Amaral dixit), se opta por una autoafirmación de la mujer.

Hay que tener en cuenta, además, que el público es cada vez más crítico y cuenta con plataformas desde las que difundir sus mensajes a una audiencia potencialmente masiva. Y esto es un factor a tener en cuenta de un modo creciente. Por ejemplo, podemos prestar atención a uno de los mayores hits de los últimos años, Blurred Lines, de Robin Thicke (ft. Pharrell Williams). Tanto la canción como el videoclip resultan, desde mi punto de vista, claramente machistas. La canción contiene frases como “You the hottest bitch in this place!” o “I’ll give you something big enough to tear your ass in two”. Hay incluso quien ha interpretado la frase “I know you want it” como una apología de la violación. Por su parte, la cosificación de la mujer es una constante en el videoclip de la canción, que tristemente está dirigido por una mujer, Diane Martel. Y no solo por ir desnudas en la versión explícita de la canción, sino sobre todo por el rol deshumanizado que juegan ante los dos machitos en cuestión.

Pues bien, nada evita que surjan todo tipo de parodias que pretenden denunciar el machismo presente en este videoclip. Así, Melinda Hughes convierte la canción y el videoclip en Lame Lines, donde ridiculiza al prototipo de hombre que representan Robin Thicke y Pharrell Williams en su canción.

Es solo un ejemplo entre miles, pero sirve como muestra de una tendencia habitual. Evidentemente, el número de visionados del videoclip original y de sus parodias no es comparable, porque, pese a la retórica habitual acerca de la democratización que nos trae la web 2.0, unos y otros no compiten en igualdad de condiciones. Pero, al menos, sí queda el derecho público al pataleo. Algo es algo.

Finalicemos con unos toques de optimismo. Varias de las principales investigadoras del videoclip desde una perspectiva de género, como Lisa A. Lewis o Robin Roberts, ponen el acento más en la oportunidad futura que en el punto débil actual. Así, consideran que, en la medida en que cada vez existen más mujeres artistas con una identidad fuerte y más mujeres directoras al tiempo que aumentan las audiencias femeninas, el videoclip puede ser usado con fines abiertamente feministas. De este modo, como cierre, podríamos mencionar Hard Out Here, de Lily Allen, que realiza una dura sátira a los clichés machistas del videoclip y la industria musical.

El videoclip, dirigido por Christopher Sweeney, comienza con una liposucción a la propia artista y, a lo largo del metraje, vemos a un ejecutivo pidiéndole que se mueva sensualmente, frote las llantas de un coche o juguetee con un plátano. Contiene, además, referencias paródicas al citado Blurred Lines ―en concreto, se hace una sátira del patético “ROBIN THICKE HAS A BIG DICK”, que aparece escrito con globos en Blurred Lines, con la leyenda “LILY ALLEN HAS A BAGGY PUSSY”―.

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En palabras de Allen, Hard Out Here se trata de un vídeo satírico que “trata acerca de la cosificación de las mujeres en la cultura pop moderna”.

En fin, concluyamos que hay esperanza. Tanta como camino por recorrer queda.

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