Etiqueta : indie

Amor, admiración, ¿anulación?

¿Qué quieres que te diga?
¿Que mi vida va genial?
¿Que todo transcurre tal y como lo pensé,
tal cual, sin más?
¿Que todas mis decisiones
pasan por un autotune de aciertos?
Qué más da, si no lo vas a escuchar.

¿Qué quieres que te diga?
¿Que escogiste lo mejor?
¿Que ya no quedaba amor?
¿Que no me merecías porque eras lo peor?
¿Qué tengo mil ilusiones,
qué ya no queda ni un gramo de pena?
Qué más da. Nunca supiste escuchar.

¿Qué quieres que te diga?
¿Que el tiempo va a mejorar,
que el gobierno está fatal,
que el Barça hoy ha vuelto a pinchar?
¿Qué quieres que te diga,
que sin ti no puedo más,
Que mi vida se rompió cuando te fuiste sin pensar que

nunca, nunca más me iba a recuperar
porque cuando tú jugabas yo creía
que lo que hacías era amar?
Y mientras,
yo me enamoraba como un fan
de tu voz, de tus amigos, de tu ropa
y de tu forma de mirar.

¿Qué quieres que te diga?
¿Que prefiero pasear por la playa
y escuchar a Billy Joel, o quizás a Ben Folds Five,
porque sé que tú los odiabas,
no eran suficientemente indies…?
Qué más da. Tú siempre fuiste lo más.

¿Qué quieres que te diga?
¿Que el trabajo no está mal,
que cerraron el local donde solíamos tocar?
¿Qué quieres que te diga,
que me arrancaste el corazón?
Y hoy se te ocurre venir a pedir perdón
Después de un siglo o dos.

(La Casa Azul – Como un fan)

Este post es un exorcismo, una confesión, una hoja de diario; muy poco filosófica, ni psicológica, ni sociológica. Me enamoré como una fan casi a la vez que era lanzada esta canción; y no era la primera vez. Y es una forma terrible de enamorarse. Bebía cada una de sus palabras. Sus gustos eran mis deberes. Lo que en aquella época leía, veía o escuchaba está todavía tan relacionado con su persona que tengo autores, cineastas y grupos vetados aún, diez años después. Por si a alguien le cabía duda, la historia acabó mal, fatal. De hecho suelo presumir de que entre mis ex parejas se cuentan varios de mis mejores amigos pero en este caso aún no podemos estar en la misma habitación sin que se enrarezca el ambiente. Sí, diez años después.Si intento entender por qué aquella relación me dolió tanto a día de hoy sigo sin entenderlo bien. El pasado 25N una chica que conozco y que trabaja precisamente sobre el amor en su tesis nos proponía en Facebook que analizásemos entre las formas sutiles de dominación dentro de la pareja la que se construye desde la admiración, que cuestionásemos nuestro propio deseo. «¿Por qué tanta necesidad de admirar? Y sobre todo ¿qué es lo que consideramos admirable?» Me parecen dos preguntas indispensables para pensar sobre cómo nos enamoramos.

She's hot she's read everything

¿Es Alex Vause, de Orange is the new black, también sapiosexual?

Al buscar quien me guíe, busco a quien sepa más que yo. Me coloco inmediatamente en la posición de aprendiz. ¿Qué implica eso? Para empezar, que mi capacidad crítica se ve tremendamente mermada. Esa persona ya no tiene fallos. Siempre tiene razón. Eso empieza a generar dudas, una tras otra, sobre el propio criterio. ¿Es cierto esto que creo? ¿Estoy segura de que disfruto con esto? Una base fantástica, por cierto, para las relaciones tóxicas de todo tipo. No es necesario que alguien te haga sentir inútil si tú misma ya te has colocado en esa posición a costa de idolatrar a la otra persona, de creer que ella es el producto terminado y tú quien aún tiene un largo camino por recorrer.¿Cuántas de las personas que conocéis consideran que la admiración es un componente indispensable del amor? George Sand decía que el amor, sin admiración, es sólo amistad. Si contesto instintivamente, yo misma levantaría la mano. Necesito admirar para enamorarme porque, como esta chica proponía, hay una cierta sensación de estatus construida en torno al amar a quien es mejor que nosotros. Y así, no amamos al compañero, sino al guía. Admiramos la inteligencia; y ojo, que esto es preocupante: creemos que las personas negativas son más inteligentes, encima.

To me you are perfect

Una profecía que, en realidad, se autocumple. Incluso aunque tenga qué aportar, no lo voy a demostrar. Como un perrillo faldero, soy yo quien se entusiasma, quien admira, quien sigue, quien imita. La otra persona se puede sentir halagada, incluso obligada. Pero en estas condiciones no hay forma de que se sienta entusiasmada por estar conmigo. Y leía hace poco que si las dos partes no sienten entusiasmo, no hay nada que hacer. Me parece un buen criterio. La relación se convierte en un cementerio para las aspiraciones de una de las dos partes, que se coloca en el plano secundario. Pero también para el orgullo, la admiración y la sorpresa de quien se coloca en la posición de superioridad. También me he visto en esas, y aquel guía me dejó porque «había dejado de ser yo misma». Eso es lo que pasa cuando una se enamora como una fan. Que desaparece en el otro. Y nadie quiere estar con una cáscara vacía (de hecho, si alguien quiere estar con vosotros cuando no sois vosotros mismos, huid; es un síntoma de narcisismo bastante chungo no echar de menos a la persona por la que os habíais sentido atraídos cuando desaparece para convertirse en vuestro espejo).

Creo que esto nos pasa más a las mujeres. Supongo que por varios factores que confluyen en torno a esta desigualdad de poderes, que queda perfectamente reflejada en el «detrás de un gran hombre hay una gran mujer». Detrás. La Mujer-Pigmalión puede sentirse perfectamente realizada gracias a lo que ha conseguido que su pareja sea, que sus hijos sean. En ciencia, lo llamamos «Efecto Matilda«. En las revistas de estilo de vida, han decidido llamarlo «sapiosexualidad«: el fenómeno de sentirse atraído por la inteligencia ajena. O quizá deberíamos decir «atraída»: al buscar sapiosexual en Google, tres de las diez entradas de la primera página hablan de «mujeres sapiosexuales» expresamente. De entre las que no están marcadas en el título, otra más está ilustrada con una mujer, otra con una pareja heterosexual (aunque en el pie de foto se dice expresamente «Las mujeres sapiosexuales sienten atracción por los hombres inteligentes«, como si no pudiera suceder a la inversa), y otra comienza diciendo: «Hace rato fue derribado el estereotipo de la mina que va tras el dinero, éxito y belleza de un hombre. Quizás quedan algunas por ahí, pero hoy la moda es otra: los sapiosexuales, una especie más común de lo que pensabas.»

Es decir: la atracción por la inteligencia viene a sustituir la atracción por el dinero y el éxito por los que las mujeres han cambiado tradicionalmente su belleza física. La inteligencia, lógicamente, está asociada al estatus en la sociedad del conocimiento. ¿Pensaban ustedes que eran menos superficiales porque les atraía más una buena conversación que un buen tono muscular? Se equivocaban. En realidad es el mismo mecanismo superficial, aplicado a los nuevos tiempos. Mala suerte.

Y, ¿saben una cosa? El problema del amor basado en las mentes es que es pegajoso. Se queda adherido a las canciones, a los libros, a las películas. Nos ataca por sorpresa detrás de algunas palabras del diccionario y se come nuestros gustos. Y de pronto, con la ruptura, no perdemos sólo a esa persona. Detrás de ella se van discografías completas, el cine francés, tres estaciones de metro, una forma de hablar y de escribir.

Cada persona que forma parte de nuestra vida deja una herencia, un aprendizaje. Qué bonito sería entenderlo así y hacerlo nuestro de forma natural, progresiva, selectiva. Y mutua. Y compartir lo que nosotras también hemos aprendido, y seguimos aprendiendo por otras vías. E intercambiarnos, en lugar de anularnos.

Y que no tengan que pasar diez años para poder volver a leer a Pizarnik.

Justine Frischmann: la «novia de» que vendió un millón de discos

Justine-Frischmann

El primer día de instituto. La primera noche de juerga. Primer concierto, primer beso, primera decepción amorosa. Yo, además, recuerdo perfectamente mi primera vez con el sexismo. Y puesto que la nostalgia es un arma implacable (una que todos usamos constantemente), volvamos por un momento a 1997. Con apenas trece años, mi catálogo musical era exactamente el que puede esperarse de una adolescente con televisión por satélite: Blur, Pulp, Suede, Ash, jod**, incluso Oasis. En semejante oda a lo anglófilo existía un grupo que no era bienvenido. Un grupo también inglés, también deudor de las subculturas británicas de las décadas anteriores. El problema de Elastica no era su música, ni siquiera su estilo. El problema de Elastica era ELLA. Poco importaba que 2:1 me pareciera un temazo: Justine (Frischmann) era la novia de Damon (Albarn) y, a todas luces, mi mayor enemiga.

Han pasado casi dos décadas, y aunque mentiría si dijera que ya no queda nada de mi versión teen, me gustaría pensar que a estas alturas la gestión de mis odios y pasiones es más atinada. Sea lo que fuere, esta es mi redención personal, pero también mi humilde grito de protesta. Sí, han pasado casi dos décadas y a Elastica se las sigue tratando con una condescendencia de lo más rancia y sonrojante: poco menos que una banda amateur de habilidad pasmosa para el plagio post-punk, guiada por una Lady Macbeth de colegio privado que sólo parece existir como epítome de sus respetadísimos novios indies.

El Britpop despegó con intensidad en 1994 coincidiendo con la llegada de Elastica, el grupo que Justine Frischmann lideró tras su expulsión de Suede. Eran listas y ambiciosas, tanto que incluso resultaba difícil que cayeran bien. No contenta con tener un novio famoso, la cantante Frischmann había reclutado al rostro perfecto del Britpop: una rubia y aniñada Donna Mathews […] La urgencia y la ironía eran su carta de presentación; la dulzura y las bobadas no estaban hechas para Elastica. Bob Stanley: Yeah Yeah Yeah. The Story of Modern Pop, 2013

Si nos alejamos de ambientes muy especializados/entusiastas, la relevancia de Justine como cantante y compositora es apenas perceptible. Sus logros musicales con Elastica no han gozado nunca de la visibilidad que sí alcanzó su vida privada y que podríamos resumir en:

1) Relación con Brett Anderson y posterior traición sentimental.

2) Fase Damon + Justine: príncipe y princesa del Britpop.

3) Ruptura traumático-mediática y caída en desgracia, adicción a la heroína incluida.

Justine formaba parte de una escena masculinizada que, si bien la aceptaba como compañera de diversiones, nunca supo reconocerla como colega de profesión. Y aunque las mujeres no estuvieron ausentes en el pop inglés de los 90 (momento «voy a vender cinco discos de Kenickie ahora mismo»), la estrategia mediática insistió hasta la saciedad en los personajes masculinos, aprovechando el tirón de esa cosa tan nefasta que llamaron ‘cultura lad’. Justine quedaba relegada a un rol accesorio, casi siempre al de ‘musa’ más o menos consentida de los hombres que pasaban por su vida. Elastica parecía ser poco menos que el capricho de la novia de Damon, un caramelo para la niña pija del Britpop.

 

 

  • Nota nº1: Del fenómeno del Britpop no surgió ningún grupo social cohesionado, aunque sí supuso una recuperación/apropiación de los elementos estéticos de las subculturas de posguerra (con especial atención al mod y el 2 tone), filtrada por el impacto del thatcherismo.
  • Nota nº2: «En los noventa se puso de moda rebajar tu estatus social, demostraba heroicidad. Se veía como algo positivo, porque en el fondo si venías de un entorno obrero, se asumía que estabas ahí por tu talento», comenta Owen Jones en relación a su imprescindible Chavs. La demonización de la clase obrera. Justine era ‘la niña pija’ en pleno apogeo del poor-is-cool. Vivir en una mansión en Kensington y que tu padre ingeniero esté detrás de Canary Wharf no pondrá a los tabloides de tu parte…

La mujer que desarrolla su actividad fuera del ámbito doméstico suele enfrentarse a críticas que descalifican su trabajo y que están basadas en la asociación mujer-espacio público. Quizá sea demasiado apresurado incluir aquí el caso de Justine, pero los datos sobre su vida profesional son, cuanto menos, significativos. La prensa subestimó su contribución al despegue del Britpop y la estupenda acogida de crítica de Elastica: el suyo fue el disco de debut que más rápido se vendió en Reino Unido. Finalista al prestigioso Mercury Prize, consiguió más de un millón de copias en todo el mundo y una popularidad en Estados Unidos muy superior a la de Blur y Oasis. Puede que los méritos de la banda pasaran desapercibidos, pero hay algo que Todo El Mundo Sabe De Elastica y es que sus mejores temas los habían robado de otros. ¿Cómo fiarse de una niña de papá que viste de cuero y Dr Martens? Wire acusó a Elastica de apropiarse del riff de guitarra de Three Girl Rumba para su archiconocida Connection y los Strangles demandarían al grupo por plagiar en Waking Up el teclado de No More Heroes. Hubo quienes aprovecharon incluso para cuestionar la autoría de Justine, y años más tarde algunas voces insinuaron que el lanzamiento del segundo disco de la banda (The Menace, 2000) se habría retrasado tanto porque Damon ya no andaba cerca. Niña pija, músico amateur y, por supuesto, NOVIA DE.

 

Justine: la novia de, la groupie, la puta

La representación mediática de la relación entre Justine y Damon no hacía sino perpetuar la idea del amor romántico hegemónico. El calificativo de ‘príncipe y princesa del britpop’ era más que elocuente y entroncaba con esa tradición de dudoso prestigio en la cual todas las cantantes son princesas o reinas de cualquier género que dé para un titular resultón. A lo largo de la historia, las mujeres hemos sido el bien más preciado para el patriarcado: objeto de deseo por excelencia y símbolo de triunfo social del varón.

No me jodas. Justine no busca liarse conmigo: es fan del grupo y punto. Damon puede pegarme con una lata de cerveza si es lo que quiere, pero yo no me estoy tirando a nadie. Adam Ant. NME, 1995

La líder de Elastica se convirtió en un producto cultural para la consolidación de la fantasía romántica y del concepto de ‘media naranja’, destinados a un segmento muy concreto de la audiencia joven. O en otras palabras, puede que las canciones de Take That me parecieran un poco cursis, pero yo tenía mi propia dosis de amor romántico revestido de imaginería indie. ¿Quién no desearía alcanzar ese ideal de la pareja de éxito, joven y atractiva? Queridas, de aquí a la frustración hay sólo un paso. La Justine mediatizada es la mujer hecha a sí misma e idealizada sexualmente que, sin embargo, nos lanza encubierto el modelo convencional en el que la pareja es la mayor aspiración, muy por encima de unos logros profesionales que, presumiblemente, no podrían ser equiparables a los del varón (ya hemos comentado que vender un millón de discos es asunto de alto secreto, ¿no?).

Otra noción que se instaló en aquellas cabezas juveniles fue la del sacrificio por amor. Cuando en 1998 la pareja hizo pública su separación, el veredicto de la prensa fue unánime. Que Damon tuviera una fama de seductor más bien reconocida no era impedimento para presentarlo como la víctima de esta historia. ¡Faltaría más! El príncipe azul sufre cuando le rompen el corazón; de lo contrario, ¿cómo íbamos a quererle? Los medios no dudaron en culpar a Justine del final de la relación y es aquí donde encontramos otro dato revelador: la fama, las drogas, las infidelidades… motivos sin importancia. Lo realmente grave fue que ELLA, LA PRINCESA DEL BRITPOP, ¡¡SE NEGABA A TENER HIJOS!! Justine había fracasado como novia por no doblegarse a esa ‘fuerza del amor’ que todo lo puede. La mujer debe luchar por su amor, debe aguantar por el bienestar de su vida sentimental. Al parecer, Justine no lo veía tan claro… pero, ¿de qué nos sorprendemos? La groupie que dejó a Brett por Damon volvía a repetir la jugada y en esta ocasión los motivos esgrimidos se antojaban aún más sucios. ¿Qué puede ser peor que una mujer que no quiere tener hijos?

La primera vez que me di cuenta de que no podría vivir sin alguien fue con Justine. Hasta entonces, y dejando a un lado a mi familia, no había existido nada que considerara imposible de perder. Damon Albarn. NME, 1997

Sin embargo, para nosotras, la ruptura no supuso el descalabro del amor romántico: antes al contrario, ayudó a fortalecerlo. Cuantos más obstáculos atraviesa una relación, más auténtica será la historia de amor. Aunque muchas no pudiéramos percibirlo entonces, lo que se nos intentaba contar da bastante miedo: la mujer debe ejercer un rol pasivo, debe ser obediente y discreta. Debe esperar sonriente la llegada de su hombre perfecto, aquel que completará su propia identidad y otorgará sentido a sus aspiraciones vitales. Por un lado, Justine parecía no encajar en este concepto de relación como garantía para adquirir la felicidad en un espacio libre de conflictos. Por el otro, las revistas nos estaban dejado claro que éramos competidoras en la lucha por el amor de nuestros ídolos. Odiar a Justine era fácil y todas lo estábamos haciendo.

Cuando Blur publicó 13, el tan publicitado ‘disco post-Justine’, ella se había convertido en una zorra sin corazón al tiempo que él consolidaba su figura de héroe romántico dolido. Etiqueta que, como muchas otras, funciona muy bien en el campo masculino. Ejemplo práctico 1: A nadie se le ocurriría decir que quizás Nick Cave se expuso demasiado cuando le dio por escribir sobre PJ Harvey. Ejemplo práctico 2: ¿Cuántas veces habrá tenido que lidiar ella con esa insistencia de los medios por atribuirle un sentido autobiográfico a sus letras? El desamor seguirá siendo imprescindible para el arte de escribir canciones, pero ¡oh, sorpresa!, no lo concebiremos de igual forma para los hombres que para las mujeres.

  • Nota nº3: que 13 sea el disco del novio que sufre por su ruptura sentimental no debería distraernos de lo absolutamente maravilloso que es.

 

Ya fuera en tabloides sensacionalistas, revistas femeninas para adolescentes o en publicaciones especializadas en música, a la líder de Elastica se la ha presentado con insistencia en función de los hombres con los que ha decidido acostarse. La figura de Justine contra el telón de fondo del Britpop, y su consecuente descrédito y rechazo, se entiende dentro de un discurso en absoluto interesado en superar los estereotipos sexistas y que ha prolongado hasta nuestros días muchos aspectos de la discriminación por género: la obsesión por la vida sexual de la mujer, la marginación y el valor estereotipado que se le imponen en el ámbito creativo, la primacía de la esfera íntima sobre los aspectos profesionales y la subordinación como elemento accesorio de la figura masculina.

Y sí, puede que el álbum debut de Elastica (ese que me negué a escuchar durante cinco años) no sea el compendio de clase y género que nos hubiera gustado saborear, pero su punk arty deliberadamente mordaz, despreocupado y pelín sórdido lo convierten en un disco que es imposible no disfrutar. Como Emma Goldman ya sabía, hace falta bailar más.

It’s always something you ate,
Or it’s something you hate,
Tell me is it the way that I touch you?
Have you found a new mate,
And is she really great,
Is it just that I’m much too much for you?

Los chicos también lloran: mándale a paseo


(Puedes comprar la canción en Amazon, o comprar el álbum Tonight en su web)

 

I can’t seem to feel the envy
I should feel, or maybe
I don’t need the sour side of love.
I don’t care his breath is in your hair.
I don’t care his skin is still between
the still-warm the fold of your sheets.
Send him away.
I don’t mean to claim or own you,
or maybe I would like to.
but I need whatever side of love is there.
I don’t care his breath is in your hair.
I don’t care his skin is still between
the still-warm fold of your sheets.
Send him away.
Can’t you let me stay tonight?

 

Parece que no puedo sentir la envidia
Que debería, o quizás
No necesito la cara amarga del amor.
Me da igual que su aliento esté en tu pelo.
Me da igual que su piel siga
Entre los pliegues aún calientes de tus sábanas.
Mándalo a paseo.
No pretendo reclamarte ni poseerte.
O quizás querría hacerlo.
Pero necesito cualquier forma de amor que haya ahí.
Me da igual que su aliento esté en tu pelo.
Me da igual que su piel siga
Entre los pliegues aún calientes de tus sábanas.
Mándalo a paseo.
¿Por qué no me dejas que me quede esta noche?
(Traducción: A. Villar)

 

AVISO A MODO DE PRESENTACIÓN: Mi nombre es Antonio Villar, y soy, entre otras cosas, guionista. Mis únicos conocimientos de sicología vienen de lo que mi yo-escritor observa en el comportamiento de la gente, en la ficción que leo/veo y de lo que leo y aprendo sobre construcción de personajes, así que disculpadme si lo que leéis carece de ninguna base académica. En cualquier caso, más que un argumento con su desarrollo y conclusión, quiero reflejar aquí las impresiones que me produce esta canción. Dicho esto, vamos al lío…

Ah, los celos… esa extraña reacción de nuestras vísceras que en otro tiempo eran clara demostración de amor y hoy repudiamos, pero que parecen estar siempre ahí, acechando. Para mí, la clave de esta canción está en el tono, que nos aclara los vaivenes de la letra. Se nos presenta un personaje que se debate a su pesar entre una forma desinteresada de amar y otra basada en la posesión del -disculpad la palabra- objeto de ese amor. No llegamos a saber si estos personajes (el que nos habla y la persona a la que se dirige) tuvieron algo parecido a una relación anteriormente. Tampoco hace falta. El amor como “posesión” no necesita de ese pasado para construirse.

En cualquier caso, lo que hace al protagonista humano y digno de aprecio, lo que le redime (a mis ojos), es el reconocimiento de su lucha interna. Empieza diciéndonos que no tiene los celos que se supone debe tener, desde la visión perversa de que el amor, si no duele, no es de verdad. En ese momento se sitúa en una experiencia más elevada de amor, en la que importa más la felicidad del otro, aunque no sea con nosotros. El amor que, ante todo, respeta la libertad. Poco después, sin embargo, nos reconoce que aún guarda algo del primitivismo posesivo del que hablábamos, Este reconocimiento de imperfección, de “estar esforzándose en cambiar su programación cultural” es lo que le salva. Ojo, he aquí la importancia del tono. Con un par de matices distintos, nos sería fácil hablar de un maltratador y sus juegos sicológicos.

Tonight Franz Ferdinand

Pero el personaje, a mi entender, se nos presenta derrotado. Cautivo y desarmado, si me permitís la analogía (1). Cautivo de un amor no correspondido, sin más armas [recursos] para seguir con su vida al margen de esta persona. Y ahí está el segundo motivo por el que esta canción se me antojaba apropiada para el blog. Entender la pareja, más aún una pareja en concreto, como una necesidad vital y primaria como el respirar. Las relaciones como un “necesito estar contigo” en vez de un “podría ser feliz solo, pero prefiero serlo contigo”. No digo que esta dependencia o falta de compleción si no es junto a alguien sea algo construido culturalmente, creo que es algo que experimentamos, queramos o no y por muy educados que estemos emocionalmente.

Cuando queremos a alguien, y al sentido de amar añado aquí el otro sentido, el de desearlo para nosotros, ambicionarlo incluso, deberíamos al mismo tiempo mantener la capacidad de querernos a nosotros mismos, cuanto menos en la misma medida. Respetarnos lo suficiente como para liberarnos de esa devoción cuando no somos correspondidos en una proporción justa (2). Sabernos merecedores de algo más que las migajas de atención que el otro nos quiera dedicar, no conformarnos con un cariño mendigado.

__________

(1) Por qué hablamos de las relaciones en términos bélicos es otro tema que ya andan estudiando gente cuyos enlaces se han perdido en mi memoria.

(2) Digo proporción porque las relaciones tienen vaivenes y no contemplo una relación equilibrada como una balanza cuyo fiel nunca se desvía, sino como un fluir que atiende a la ley de los grandes números y se compensa en el largo plazo.

Animal de Compañía (Manos de Topo, 2012)


Manos de Topo – Animal de Compañía from Boogaloo Films on Vimeo.

 

Manos de Topo son un grupo que desde el principio jugaron a buscar la diferencia. Textos irónicos que ahondan en la caricatura de la canción romántica, no tomarse demasiado en serio (se llaman así en referencia a su supuesta escasa destreza con los instrumentos) y, sobre todo, la voz de Miguel Ángel Blanca: desafinada, llorosa y, definitivamente, valiente. Porque hay que ser valiente para subirse a un escenario y cantar así.

Bien por el efecto «traje nuevo del emperador» o bien porque efectivamente Manos de Topo tienen algo, se han hecho un hueco en el indie nacional (sea lo que sea eso) y unos fans incondicionales. Desde «Ortopedias bonitas» (2007) hasta hoy, Manos de Topo acumulan 4 referencias discográficas crecientes en calidad pero menguantes en sorpresa.

Manos de TopoHan sido acusados de misóginos infinidad de veces por unas letras en las que se describen relaciones sentimentales en las que el protagonista varón sufre por lo mal que lo tratan las mujeres. Ellos han salido al paso de esas acusaciones, a veces con humor y a veces con hartazgo, pero siempre explicando que son parodias de las típicas canciones de amor despechado y, por tanto, están criticando la misoginia de los «originales». Sea como sea, el mensaje está ahí y han hecho de él su seña de identidad. No en vano, Blanca canta entre sollozos.

Cabe plantearse, de todas formas, hasta qué punto un amante despechado es un amante que no ha sido capaz de hacer autocrítica. Y cuánto en su queja hay de reproche justificado y cuánto de verdadera misoginia (o misandria, aunque el hecho de que el término sea tan poco conocido da una pista de lo poco frecuente que es).

Para el tema que nos ocupa, amores que lo parecen pero no lo son, nos viene al pelo la que es, en mi opinión, su mejor canción hasta ahora, que nos habla de una relación destructiva y posesiva, empezando por el título: Animal de Compañía.

Muchas personas piden poco más a su pareja que ser bonitos, obedientes y fieles. Y a veces no lo piden, sino que lo exigen. Y otras veces ni siquiera es necesario porque la educación ya nos ha hecho ser animales de compañía para otros. Para conseguir seguridad, cariño o sexo, sacrificamos lo que nos hace humanos: nuestra capacidad para elegir qué queremos, al margen de instintos y normas sociales no escritas.

De ahí que el cantante diga luego «Ahora brillas en mí». Yo he perdido mi brillo propio. Si quiero hacer algo bueno tendrá que ser a través de mi pareja.

El videoclip termina de impactarnos: Gatos, sexo (o debería decir porno), muertes, catástrofes y otras imágenes de dudoso gusto, todo ello con un acabado amateur del youtube más infecto.

 

Los gatos quieren escapar de tu casa
Los gatos quieren escapar, visitar al vecino,
(Los gatos quieren escapar de tu casa,)
sólo están contigo por obligación.
(los gatos quieren escapar de tu ca… sa…)

Los problemas se hacen realidad cuando los verbalizas
(Los gatos quieren escapar de tu casa,)
y sé tantas cosas que nunca sabrás.
(los gatos quieren escapar de tu ca… sa…)

Junto a mí no tienes conciencia de ser
un animal de compañía,
estarás aquí toda tu vida.

Y tal vez alguien encienda una luz
debajo de toda tu piel
y te haga de nuevo brillar un poco en mí.

Verte llegar, simplificar
y ahora brillas en mí, ahora brillas en mí.
Multiplicar la eternidad
y ahora brillas en mí, ahora brillas en mí.

 Verte llegar, simplificar
y ahora brillas en mí, ahora brillas en mí.
Multiplicar la eternidad
y ahora brillas en mí, ahora brillas en mí.

Brillas en mí,
brillas en mí,
brillas en mí,
brillas en mí.

 Desde ahí pensabas que era divertido
hacerme el muerto en la playa,
ahora sabes que no es un juego.

 Mantén el demonio escondido bajo la cama,
él no sobrevive al veneno
del querer del fin de semana.

 Y tal vez no haya ni un rincón en ti
que no se pueda amar,
estoy dispuesto a esperar un poco más.

 Los gatos quieren escapar de tu casa.

David y Claudia (Los Planetas, 1996)

Puedo hacer lo que quiera,
puedo hacer una esfera
y viajar en su interior
y llegar a las estrellas.

Puedo hacer que te vuelvas,
desde dentro hacia fuera.
Puedo hacer que no haya Sol,
puedo hacer que no lo veas
y que nadie nos recuerde nunca más.

Puedo hacer una prueba,
puedo hacer que me quieras,
puedo andar dentro de ti,
puedo estar en tu cabeza y
que no mires a nadie nunca más.

 

Durante muchos años, David y Claudia fue mi canción de amor favorita. Y, de hecho, la idea de este blog surgió al escucharla. En unas pocas frases, David y Claudia consolida una de esas ideas tan consolidadas en torno al romanticismo: tú y yo, juntos, somos imparables y podemos hacer cuanto queramos: no hay prueba demasiado grande que no podamos superar si lo hacemos juntos, o incluso si lo hacemos separados basándonos en este amor que nos da fuerzas.

Sin embargo, esa invulnerabilidad y esa omnipotencia tienen precio: el aislamiento. «Que nadie nos recuerde nunca más». ¿Cuántas personas se pierden en su relación al comenzar esta hasta el punto de dejar de ver a sus amigos, a su familia, de desatender sus obligaciones?

Y, lo que es peor: ese amor idealizado y omnipotente… Es forzoso. «Puedo hacer una prueba, puedo hacer que me quieras». ¿Por qué debemos forzar a alguien a querernos? ¿Y cómo es posible que nuestra aspiración frente a una próxima pareja sea «que no mires a nadie nunca más»?

Imagen de La Rodaja de Plastico

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