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Ciencia ficción feminista



Al igual que el anterior post que escribí, empiezo este haciendo referencia de nuevo a una “vivencia casual”, es decir, ese momento en el que de repente, como por arte de magia, algo que para entonces era desconocido o casi, te asalta, ocupa espacio en tu mente y te dices a ti misma: lo quiero. En este caso fue hace tiempo escuchando un programa de radio. Estaban hablando de este libro y la alerta me saltó cuando escuché las palabras novela de ciencia ficción feminista y ¡yo no había leído ninguna!

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La puerta al país de las mujeres (The Gate to Women’s Country) es una novela de la escritora norteamericana, Sheri S. Tepper publicada en 1988. La acción se desarrolla unos trescientos años después de lo que parece ser un holocausto nuclear. Para evitar que volviera a ocurrir deciden organizar la sociedad de otra forma.

En las amuralladas ciudades las mujeres mantienen una parte de la cultura del pasado. Ellas son las que se encargan de gestionar y dirigir la sociedad mientras que fuera, las guarniciones de guerreros se encargan de cultivar la violencia y luchar para defender las ciudades. Para las mujeres, estos hombres son sus propios hijos, hermanos y amantes a los que pueden perder para siempre si, tras el período de formación militar en la adolescencia, deciden no volver a las ciudades.

A medida que avanza la narración vamos descubriendo que estamos ante una historia marcada por conspiraciones, secretos, amores, contrastes. Además de mantenernos en una continua tensión, nos hace ir planteándonos un sinfín de preguntas que nos llevan sin duda, a respuestas que tienen que ver con el poder y el ansia de poseerlo. Poder sobre los más pobres, los de otra raza, los de otro sexo, de otra religión, en definitiva el poder de unos humanos sobre otros.La autora, con una prosa sugerente y dinámica, nos adentra en las cabecitas de cada uno de los personajes. Utiliza la ciencia ficción para reflexionar sobre nuevos modelos de sociedad y nos plantea cuestiones sobre cómo la sociedad asigna roles de género y de qué manera el papel reproductivo de la mujer afecta en su posición social.

Los y las protagonistas de la historia recuerdan a los personajes de la Ilíada de Homero y tanto es así, que a lo largo de la novela se va desarrollando una obra teatral griega, con la que resalta una de las ideas principales de este texto: lo que supone el conflicto bélico para las mujeres.

Este sería el planteamiento general de una novela que ha levantado opiniones de todo tipo, ya que en definitiva, nos reconstruye una civilización bajo el dominio de las féminas, que mantienen a los varones en una ridícula autocontemplación fálica consagrados a la lucha y al culto de sus cuerpos, mientras ellas rigen la sociedad, con la colaboración de algunos hombres que deciden abandonar la guarnición.

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Tepper ha sido acusada de feminazi por esta obra. Plantea una discusión clásica dentro de la comunidad científica: si las identidades de género masculino-femenino tienen una base biológica o son construcciones culturales e ideológicas. Aunque parezca que la obra se decanta por el biologicismo, lo cual me dejó ojiplática, teniendo en cuenta mi formación sociológica y mi convicción firme sobre el peso determinante que lo social y lo cultural tiene sobre los individuos y sus grupos. La sensación que me queda después del impacto final, es que la autora tampoco termina de creerse este posicionamiento porque lo apoya en creencias y lo resuelve con una ausencia científica evidente.

Por último, hacer referencia a que la autora también nos plantea otras cuestiones que no he mencionado todavía. La primera es que el amor romántico supone una forma de manipulación a las mujeres, y la otra es que la educación sexista, dentro de la organización claramente funcional que se plantea, es antinatural.

Estamos ante un libro, como digo yo, con sustancia, que no deja indiferente e incita a la reflexión constante desde la primera línea, compartas o no esta hipotética civilización.

Her: la búsqueda del amor más allá de los cuerpos

Nota: por si cabe alguna duda, esta reseña está plagada de spoilers. Si no has visto la película, luego no digas que no te avisé.

Resumiendo: Her va de un señor, con unas carencias afectivas tremendas y limitado en lo que a contacto humano se refiere, que se enamora de su sistema operativo de inteligencia artificial. Es el colmo del sapiosexual: enamorarse de una mente sin cuerpo.

Pongámonos en situación.

En Her se nos plantea una sociedad algo futurista pero no muy distante de la realidad, en la que las personas se relacionan a través de dispositivos. Puedes tener una pareja (incluso una familia), pero si no, el contacto romántico/sexual/afectivo se limita al usar y tirar o a la soledad. En cualquier caso, las personas viven su día a día conectadas con su sistema informático. Nuestro protagonista (Theodore) se gana la vida escribiendo cartas para otros, poniendo en sus dedos frases que nunca hubieran podido pensar por sí mismos (por toda esta desconexión afectiva-emocional, interpreto yo).

En todo este barullo, Theodore lleva un año postergando firmar los papeles de su divorcio, no vaya a ser que se haga real o algo. Y decide instalarse un Sistema Operativo de Inteligencia Artificial (S.O. en adelante), para relacionarse diariamente con algo un poco más humano que la voz enlatada de su gestor informático. Bien. Llegamos al momento clave que puede hacer que esta película sea una total y absoluta misoginada estereotípica o una genialidad en lo que a relaciones emocionales se refiere: mientras está instalando el programa, la ayuda de la instalación le pregunta si quiere que su sistema tenga VOZ femenina o masculina. Es decir, el sistema es exactamente el mismo, no hay personalidad (más allá de la básica programada) hasta que no arranca y comienza a interactuar y a aprender. Hubiese sido muy interesante ver cómo sucede la misma película con la voz de Charlie Hunnam. Añadamos la preferencia de voz femenina con las respuestas a las preguntas para determinar el carácter de Theodore y tenemos la configuración de partida, una configuración, en teoría única para adaptarse a sus necesidades. A partir de aquí, que no os engañe la voz de Scarlett, lo que tenemos ante nosotros es una inteligencia artificial aprendiendo, desarrollando emociones (teniendo orgasmos, ejem… no seré yo quien ponga trabas a las libertades sexuales de nada ni nadie, incluída la chica que se ofrece para poner cuerpo a la voz) y frustrándose.

 

El caso es que nos encontramos con una persona lisiada emocionalmente que es capaz de conectar con una personalidad artificial. Obviamente, las diferencias entre la mente de una persona y la de un sistema informático empieza a meterse en medio de la relación que han desarrollado. Porque es lo típico: hombre se enamora de S.O., S.O. se enamora de hombre; hombre tiene dudas porque, bueno, no deja de ser un S.O. y puede parecer raro y el S.O. tiene dudas porque, bueno, porque es un S.O., que puede estar hablando simultáneamente con mucha más gente, componiendo música, leyendo libros y adivinando la pregunta a la respuesta definitiva en lo que dura el silencio entre dos palabras en una conversación.

Dejando a un lado lo que pasa, la película está totalmente centrada en Theodore y Samantha. Son ellos dos interactuando entre sí. Curiosamente las pocas personas que aparecen en sus vidas son su ex que, bueno, es una ex. Idealizada en su mente, en algún momento la cosa se fue al traste y ahí están ahora, intentando divorciarse. No creo que la representación de ella sea especialmente estereotípica, más allá de ser eso, una ex, «tú has cambiado, no te comprometes, ya no te quiero, hasta luego» (sería otra discusión si esas actitudes son sanas o no). Tenemos al compañero de trabajo, que lo admira, y que levante la mano el que no pensó que estaba enamorado de Theodore. Porque los personajes masculinos de esta película, no tienen nada que ver con los estereotipos masculinos de protagonista y amigo del protagonista. Son hombres sensibles, que no le temen al contacto ni a la sinceridad. Exceptuando al marido de la amiga que, aparte de todo esto, es un controlador nato. Y, ay la amiga, que empieza a tener una relación con el S.O. de su rápidamente ex-marido y que también tiene personalidad femenina. Lo cual me crea algunas dudas un poco absurdas y otras no tanto, del tipo: «¿es bisexual por tener una relación con un S.O. con voz femenina?». O mi favorita: «¿en qué momento las etiquetas dejan de tener sentido en un mundo en el que realmente no importa nada más que la conexión que creas con otra conciencia?».

Os enlazo la crítica que un amigo hizo de la película, que habla más y mejor del contexto y menos de la película en sí…  Disfrutadla.

No es regalo para ellas

Estas semanas suelen ser tiempo de regalar, de dar y de recibir. De pensar por unos días, aunque solo sea un poquito, en los demás. Y en estas fechas, todos los años, podemos apreciar el acusado machismo que podemos ver en los regalos para los niños, pero, ¿qué pasa con los adultos? ¿El problema se queda en la infancia? ¿O seguimos pensando que hay “regalos para ellas” y “regalos para ellos”? Y no me refiero porque haya “perfumes para ellas”, “moda para ellos”… (que este tema daría para un enciclopedia), me refiero a productos culturales… Y os preguntaréis, ¿por qué estoy diciendo esto?

 Pues porque hace cosa de un mes, un colega compartió en Facebook esta publicación de una página de fans de Star Wars:

 
Star Wars - Best Gif any man can have
 

El vídeo, que resulta ser un anuncio (lo podéis ver aquí), muestra a una joven pareja heterosexual haciéndose obsequios mutuamente. Él le regala a ella joyas, otro regalo que no sabemos qué es, y un reluciente coche blanco. Ella le regala a él… un Halcón Milenario. Todo para anunciar los “fines de semana Star Wars” en una de las cadenas del imperio Disney. Si el vídeo es ya toda una declaración, el administrador de la página de fans redondeó la idea con su comentario:

«Lol… this is the best gift any man can have!» 

Any man.

Any MAN.

Dejando aparte esa bonita competición por la que cada miembro de la pareja lucha “por hacer el mejor regalo”, que es, claro está, una cosa sanísima… (Cuánto más gasto = más te quiero, pero esto da para otro post…). Evidentemente, las reacciones de las fans femeninas no se hicieron esperar, y comentaron que también sería el regalo ideal para cualquier MUJER que le gustase la saga Star Wars.

Sí, me diréis que el administrador de la página en cuestión no se dio cuenta, y que desde su perspectiva como hombre, es normal, y que estoy sacando las cosas de quicio.  No soy de las que piensa que el lenguaje sea inocente, y menos aquel que surge de una forma automática, pero bueno, teniendo en cuenta la idea que presenta ya el anuncio, podemos concederle el beneficio de la duda.

Pero, en serio: ¿de verdad no había otra forma de anunciar los “fines de semana Star Wars”? ¿No hubiese sido mejor recalcar las horas de diversión, de emoción, de valores… que aporta a cualquiera, los que ya son unos clásicos del cine?

¿Por qué desde un primer momento los lumbreras de los creativos pensaron que sería el hombre dentro de esta pareja el fan de la saga? ¿Si fuese una pareja de hombres homosexuales, por definición los dos serían fans y competirían por regalarse un Halcón Milenario o un X-Wing? Y es que aquí está el quid de la cuestión: ¿por qué creemos que este producto cultural es “para hombres”? Decidme: ¿cuántas veces habéis pensado que Star Wars eran “unas pelis para tíos” y habéis pensado que las mujeres que se confiesan fans de la saga eran unas “raritas”? ¿Tal vez por la misma razón que pensamos que un hombre al que no le gusta el fútbol es “un rarito”?

Y lo voy a dejar aquí, porque prefiero que entre todos nos planteemos la respuesta a estas preguntas.

Tan solo terminaré este post con esta frase que me ronda por la cabeza desde que vi el vídeo: cada vez que definimos un producto cultural bajo una cuestión de género, estamos robando horas de felicidad y de diversión a una persona.

Por lo demás, espero que los Reyes os hayan traído lo que verdaderamente deseabais, os sintáis del género que os sintáis. A mí  aún no me ha caído el Halcón Milenario, voy a ver si regalando joyas, coches, cenas, zapatillas de fútbol… a mi pareja, acabo consiguiéndolo.  😉

Y, por supuesto, que la fuerza os acompañe.

Por qué soy fan de Divergente

Vaya por delante: soy una gran admiradora del género. Los juegos del hambre, las sagas de Scott Westerfeld… Dame unos adolescentes peleando por su vida en un entorno distópico y devoro las páginas sin sentirlas.

En este sentido, Divergente no es mejor que la saga de Collins, al menos desde mi punto de vista. Pero cuenta con una ventaja de la que carece en general toda la literatura juvenil (de ciencia ficción o no) que he leído, y es que dentro de una serie de carencias afectivas descomunales arrastradas por la educación recibida en las facciones, Tris y Cuatro tienen una historia de amor sana y constructiva para ambos. Aleluya.

Me enamoré de él. Pero no simplemente estoy con él por defecto, como si no hubiera nadie más disponible para mí. Estoy con él porque lo elijo, cada día que me despierto, cada día que nos peleamos o nos mentimos el uno al otro o nos decepcionamos. Le elijo una y otra vez, y él me elige a mí.

Ambos personajes cuentan con la ventaja de compartir trayectoria vital: han abandonado a sus familias con la intención de incorporarse a otra facción de su sociedad estrictamente dividida. Por tanto, comparten valores de nacimiento (el altruismo, el sacrificio) pero también el espíritu crítico necesario como para entender que deben combinarlos con otros: que el sacrificio en sí mismo no significa lo suficiente, pero están dispuestos a hacerlo a cambio de salvar a otros; que el altruismo no implica la negación total de la necesidad de divertirse, de disfrutar, de ser felices. No es un mal esquema de partida.

Esto permite que se comprendan, que se reconozcan. Que vean al otro tal y como es, con sus defectos y virtudes; y esto les ayuda a convertirse en una motivación mutua para mejorar, pero no para transformarse en alguien diferente.

Eres débil, no tienes músculo. Nunca ganarás, así no. Pero eres rápida y puedes ganar si usas todo el cuerpo. Sigue trabajando.
(Cuatro a Tris, durante su iniciación en Osadía)

Cuatro enseña a Tris a pelear
No será la mejor saga de su género, pero a nivel romántico tiene mucho que enseñar a las demás.Pero ambos arrastran también sus propias complicaciones. Tienen dificultades para comunicarse: por una vez, esto no es exclusivo del rol masculino, misterioso y opaco, sino que fluye en ambas direcciones y aprenden juntos a resolverlo, y no tiene tanto que ver con su rol de género como con el entorno hiperregulado en el que se han criado (lo que, a diferencia del clásico «boys will be boys», convierte el problema en una construcción social a la que enfrentarse igual que lo hacen con el resto). Tienen dificultades para confiar en otros (también a consecuencia de la hipervigilancia en la ciudad y de la situación bélica en que se encuentran) pero aprenden, poco a poco, a confiar al menos el uno en el otro.

A diferencia de la Saga Crepúsculo, el personaje de ella, que llega desde fuera al mundo del que él ya forma parte (e incluso en el que es un líder) no es ni mucho menos un personaje secundario en la serie de acontecimientos que van a tener que vivir. No depende de las reacciones de Cuatro, no se anula en él. Ambos tienen sus propios miedos, amigos, prioridades. Juntos forman un equipo, y como tal pelean, considerando las necesidades de ambos. Con desencuentros, con malentendidos, e incluso a pesar de un final que contradice toda la dinámica creada a lo largo de la trilogía, tanto entre ellos como con respecto al universo en el que viven.

¡Frak Yeah, Kara Thrace! ¡Larga vida a Starbuck!

La igualdad entre los roles femeninos y masculinos en las series de televisión está lejos de ser una realidad. La mayoría de ellas perpetúan los estereotipos de mujer con los que hemos sido educadas pero de vez en cuando hay un destello de luz en la oscuridad. Es el caso de la piloto Kara Thrace «Starbuck» en la serie Battlestar Galactica, mi último flechazo. Y no, no soy lesbiana, pero me encantan los personajes femeninos fuertes y decididos que no se limitan a lloriquear y a esperar ser salvadas por el héroe del relato.

Kara_Thrace_Starbuck

Battlestar Galactica es una serie de culto como lo fue su predecesora con el mismo nombre a finales de los 70. Y seguramente no la has visto porque es una serie de ciencia ficción, de naves en el espacio y de combates entre humanos y robots. Vaya rollo, pensarás, pero no te equivoques. Es mucho más que eso. De todas formas, esta reflexión no es sobre Galactica, serie que te aconsejo ver, sino sobre uno de los pocos personajes femeninos que no se limita a realizar las tareas que desde los primeros tiempos del patriarcado se han asignado a las mujeres.

Kara es piloto, y no solo eso, sino que es la mejor. Es la más capacitada en una tarea militar predominantemente masculina. Esta maravilla de rol ha sido posible porque cuando se diseñó la nueva versión de la serie se decidió que el personaje de Starbuck (interpretado por un hombre en la serie de los 70, Dirk Benedict, a quien seguro conoces por su papel de Fénix en El equipo A) sería una mujer en esta nueva versión. ¡Un aplauso a quien tomó esta decisión por darnos uno de los mejores personajes femeninos de ficción que nunca han existido!



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Esta nueva versión de Starbuck es una mujer que actúa como un héroe rebelde femenino a todos los niveles posibles: reparte guantazos y tiros cuando lo considera necesario, toma decisiones complejas sin dudar, bebe y fuma como un cosaco, es totalmente autosuficiente y sobre todo, ¡Ah, Starbucks, ese es tu pecado! tiene sexo ocasional con quien quiere y cuando quiere.

Estos patrones de conducta propios de un macho alfa hacen que muchos la tilden de «puta» y «marimacho». Sin embargo, estas mismas personas consideran «simpático» y «bribón» al mismo personaje pero de sexo masculino de la serie de los años 70. Ese Starbuck hombre era mujeriego, juerguista y compañero de aventuras del protagonista de la serie, el capitán Lee Adama «Apollo». En esta nueva versión también son compañeros de aventuras pero mantienen una relación amorosa muy compleja con grandes dosis de tensión sexual en la que es ella la que tiene el poder de decisión. Otro grave pecado desde la óptica masculina.

Lo triste es que somos las propias mujeres las que juzgamos sin piedad a aquellas de nuestras iguales que, como Starbuck, no cumplen ese patrón que ha perpetuado el patriarcado durante muchos siglos.

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No quiero remontarme a la supuesta existencia de las sociedades primitivas matriarcales que algunos estudiosos como Robert Graves han formulado pero si me gustaría que tú, lectora, te preguntaras por qué lo emotivo, lo irracional, y la debilidad se atribuye a las mujeres. Podría pasarme horas enumerando personajes femeninos de ficción literaria y cinematográfica que siguen estos patrones pero seguro que te vienen a la cabeza muchas «damiselas» que esperan ser rescatadas por un hombre y que cumplen todos los requisitos de conducta que los hombres atribuyen a las mujeres. No perpetuemos esto. No tomemos a este tipo de mujeres como modelos a seguir porque no lo son, porque cumplen la función de perpetuar el papel que el patriarcado asignó a la mujer desde tiempos ancestrales.

Al fin y al cabo, las mujeres somos capaces del acto más poderoso de la naturaleza: crear una nueva vida. No lo hacemos solas, claro está, pero casi. La aportación masculina se limita al principio de la concepción. Siempre me he preguntado porque las estirpes familiares se han estructurado alrededor de la figura del padre ya que, ¿quién sabe con certeza qué hombre ha engendrado a un hijo? Lo que sí sabemos seguro al 100% es quién lo ha parido.

Con todas estas reflexiones y cuestionándote el papel de la mujer como sujeto débil, sometido y dependiente, te invito a ver a la teniente Kara Thrace Starbuck desde un nuevo prisma que de verdad sitúe al mismo nivel a mujeres y a hombres. Creo que disfrutarás mucho viendo a una mujer fuerte y decidida dando órdenes en un mundo de hombres, como dice la canción.

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