Sentada debajo de un árbol con los ojos cerrados escucho los murmullos de la naturaleza y de las personas que viven en las cabañas vecinas. La nieve comienza a derretirse apenas, fue un largo invierno pero yo apenas siento frío. El frío está distante de mí, experimento la sensación pero no me identifico con ella. Hay una enorme paz en mí, soy una ola más del viento tibio que comienza a deshacer la estación. Él está sentado en el árbol contiguo, silencioso y meditativo. Disfrutamos el silencio por muchas horas al día. Quizá por eso nuestro amor ha llegado a ser inmenso. A veces cuando lo miro a los ojos pareciera que el azul del mar danza en su mirada. Estos y otros pensamientos pasan pero no los detengo los dejo ir, se hace el silencio. Después de un largo rato abro los ojos y él está contemplándome como si mirara a la nada y le sonrío. Él me sonríe, es la manera en que nos decimos que ya es tiempo de volver a la cabaña. Al llegar nos fundimos en un profundo abrazo y en silencio total comenzamos las tareas propias de quien espera una gran celebración. Mi hija llegará mañana de visita; ha estado unos días en el Tíbet y viene a compartirnos su experiencia. Ella es tan dulce y tierna, tan fuerte que su padre le ha preparado como regalo un libro muy antiguo que su abuela le heredó. Y yo no he hecho más que abrir mi corazón para recibirla y prepararme para cocinarle lo que más le gusta. Seis años sin verla han sido mucho pero ambos sabemos que lo mejor que le puede suceder a un hijo es que sus padres renuncien a inculcarle cosas que no tienen nada que ver con su verdadero camino. Ahora ella es lo que es porque nosotros hemos estado al margen y eso me hace sentir que la amo más que a nadie en el mundo. Hace mucho que las lágrimas no asomaban a mi rostro pero hoy me he encontrado con las fotos de su niñez. Me pregunto cómo se verá ahora ¡tan grande! y él me abraza como estando de acuerdo. Nos acompañábamos en soledad, cada vez que la extrañábamos, en cada intento por decir “nuestra hija”. Ahora ella regresará quizá siendo la maestra.
Escritora nacida el 28 de septiembre de 1980 en Monclova, Coahuila. Ha publicado en las revistas La cabeza del moro,La humildad premiada y Armas y letras.
Participó en el Encuentro Internacional de Escritores «José Revueltas» en su edición 2005 y 2006. Colaboradora del libro colectivo Primeras Armas, presentado en el marco de la Feria de Libro en Monclova durante el 2007. Estuvo en el Encuentro Nacional de Escritores en Durango durante el 2008 y en el Encuentro de Mujeres Poetas en Jiménez Chihuahua en el 2012. Desde hace algunos años, pertenece al grupo Las Pitonisas de Patricia Laurent.
*Nota: este texto se enmarca en el I Concurso Literario «Parece amor, pero no lo es». Ha sido seleccionado como finalista por parte del jurado porque creemos que puede ser interesante para un debate en torno a la construcción de relaciones amorosas más sanas. No coincide necesariamente con la opinión de las personas que integran el jurado o la coordinación de Parece amor, pero no lo es. Si tienes algún comentario, no dudes en dejarlo debajo de este artículo. ¡Todo debate respetuoso es más que bienvenido!
Por qué Amanda Palmer y Neil Gaiman van a ser los mejores padres del mundo
El pasado mes de marzo, Amanda Palmer anunciaba su embarazo con una fotografía realizada por su pareja, Neil Gaiman. Esta semana anunciaban el nacimiento de su primer hijo, uno que, desde luego, parece afortunado en lo que a padres se refiere. Y es que la pareja no sólo llama la atención por su innegable talento, en sus respectivas carreras artísticas, sino que también es, a mis ojos, un precioso ejemplo de amor sano.
Una foto publicada por Amanda Palmer (@amandapalmer) el
Precisamente poco antes de que anunciaran el embarazo, leía en Psychology Today (no me juzguéis, estoy estudiando y hago esas cosas) este decálogo de índices de una relación sana, y aunque el medio tiene sus cosas (muchas cosas, de hecho), creo que en este caso puedo firmarlo:
Tu pareja y tú estáis en la misma onda en lo que se refiere a valores básicos y metas vitales. Sabéis qué queréis de la vida, cuáles son vuestras metas en común, qué queréis conseguir y estáis comprometidos a conseguirlo juntos.
Hay un fuerte vínculo de confianza entre vosotros. Discutís abiertamente de todo: lo bueno, lo malo, y lo desagradable. Sin secretos ni medias verdades.
Mantenéis vuestra identidad dentro de la relación; tú y tu pareja. Esto es vital. La relación puede ser una parte importante de esa identidad, pero, sobre todo, sigues siendo un individuo con diversos roles en la vida más allá de ella.
Pasáis tiempo de calidad juntos haciendo cosas que os resultan satisfactorias a ambos, además de tiempo separados haciendo lo que os importa a cada uno a título individual.
Os animáis el uno al otro a crecer y cambiar. Os inspiráis el uno al otro para ser mejores personas.
Tu pareja y tú os sentís a salvo cuando comunicáis necesidades y deseos. Dedicáis tiempo a comentar lo que es importante para vosotros como pareja y para cada uno de vosotros individualmente. Os escucháis con atención, algo clave para el entendimiento real.
Respetáis vuestras diferencias, incluso si estáis en desacuerdo en temas importantes, y sois capaces de llegar a acuerdos en torno a ellas.
Compartís expectativas realistas sobre la relación, en lugar de fantasear sobre cómo podría o debería ser. Recordáis que estáis tratando con otro individuo extraordinariamente complejo además de con vosotros mismos; trabajo más que suficiente sin añadir ideales poco realistas.
Cada uno de vosotros contribuye a la relación con sus fortalezas y habilidades, en beneficio del equipo.
Tu pareja y tú honráis los lazos familiares y amistosos del otro. Aunque es importante tener tiempo para la familia y los amigos también es importante mantener ciertos límites sanos entre tú y tú pareja, además de entre vosotros y el resto de las relaciones cercanas que tengáis.
Cada pareja tendrá su propia forma de llevar a la práctica este decálogo, pero no veo ningún gran reparo que ponerle a esta serie de principios, y sin embargo me es muy difícil encontrar parejas a mi alrededor que pueda decir que lo siguen (o en mi pasado, vaya). En cambio, veo a Neil y a Amanda y encarnan cada uno de ellos.
via Amanda Palmer @ Facebook
Cuando él coge un avión para cruzar el país y acompañarla en un acto de presentación del libro de ella en su 54 cumpleaños; cuando ella reconoce el enorme esfuerzo que él está haciendo con este gesto y lo agradece públicamente pidiendo a sus fans que dediquen cariño a él también. Cuando deciden casarse «oficialmente» aunque ya llevasen mucho tiempo casados simbólicamente el uno con el otro y lo hacen con toda esta naturalidad. Cuando les veo mirarse el uno al otro con admiración mutua en las presentaciones de proyectos juntos, que los tienen, o ante los logros individuales del uno y el otro. Cuando Amanda está destrozada ante la inminente muerte de uno de sus mejores amigos y Neil cancela sus siguientes compromisos para acompañarla a despedirse, aunque ni siquiera sabe si llegará a conseguirlo. Y la acompaña, aunque es una cosa que ella necesita hacer sola, para estar en el camino. Así, justo así, es como se honra esos lazos afectivos, y no invadiéndolos, como hacen tantas parejas diariamente obligándose al acompañamiento mutuo a todos los acontecimientos sociales. Y, sobre todo, cuando habla de su día a día, de que, por supuesto, se pelean, como todas las parejas reales, pero que, al final del día, son un equipo.
Pero esto no viene de que hagan una pareja fantástica, sin más. Esto viene, sin duda, del enorme trabajo que han hecho ambos en sí mismos como individuos. Y es que Amanda es una mujer con un enorme sentido del humor (tanto como para convertir una experiencia que aterraría a cualquier primeriza, contraer la enfermedad de Lyme durante el embarazo, en una excusa para proponer un súpergrupo junto a Kathleen Hannah y Avril Lavigne, ambas afectadas por la misma enfermedad) y con un don que hace mucha falta en este mundo de individuales que se creen autosuficientes: lo que ha llamado El arte de pedir, y que da título a su reciente (y muy recomendable) libro y a una charla de TED que podéis ver aquí si preferís la versión audiovisual. La capacidad de reconocer que una necesita a los demás y de pedirles lo que necesita y al mismo tiempo de ser capaz de reconocer que es un acto de generosidad de los demás aportar eso que tú necesitas. Chapeau, Amanda. Haces que parezca fácil, pero no lo es.
En cuanto a Neil, su enorme creatividad probablemente tenga una gran relación con su aceptación de los errores. Algo fundamental si queremos ser realistas: no somos perfectos. Vamos a equivocarnos, vamos a correr riesgos, vamos a jugárnosla y a perder. Y no pasa absolutamente nada. Sin esos errores, uno no llegaría a aprender lo suficiente como para ser parte de este equipo, sin duda.
Enhorabuena, pequeño Anthony-Squeaker. Tus padres te van a enseñar cosas estupendas, ya verás.
Ahora que no tengo hijos, y que nadie va a pensar que lo escribo por despecho, me siento suficientemente libre para reflexionar sobre quién lleva y quién recoge a los niños del colegio.
Sin ánimo de ser rigurosa en los datos que utilizo, vengo observando por mis amigos, conocidos y compañeros de trabajo que lo más común en una pareja que reparte equitativamente las tareas domésticas y familiares es que los niños los lleve al colegio una de las partes y que lo recoja la otra.
Queda meridianamente claro. Es un fifty-fifty. Uno va y el otro vuelve con ellos. Uno les da el desayuno, los viste, los peina y les prepara el bocadillo. El otro les prepara la comida y/o merienda y los lleva a las extraescolares.
No voy a negar que es el plan perfecto. Pero, ¿quién los lleva y quién los trae? ¿Son los padres? ¿Las madres? ¿Los abuelos? ¿Una mezcla de todos ellos?
Louie C.K. es un desastre como novio, pero lleva a sus hijas al cole… y las recoge
Efectivamente, aunque no sea tu caso, sabes de sobra que lo más común es que ellos los lleven al colegio y ellas los recojan. Pero qué perdemos por el camino, qué estamos comprometiendo con esta decisión.
El camino hacia la conciliación familiar pasa por la flexibilización de horarios. Evidentemente sigue habiendo horarios rígidos donde las jornadas son de 7 a 15h, de 15 a 23h y no hay tutía. Los niños son carne de aulas matutinas, comedores y clases extraescolares. Pero quiero hablar de los casos en los que hay elección. De los casos en los que se puede solicitar una jornada reducida, de los trabajadores por cuenta propia, de los trabajos de oficina, de los comerciales, etc.
Quien lleva a los niños al colegio entra más tarde al trabajo. Lo que hace años hubiera sido impensable hoy está bastante aceptado. Entras algo más tarde y retrasas la hora de salida para compensar la jornada.
Todavía creo que no se ha inventado el cliente que solo pueda reunirse de 8:00 a 8:30 y sea imposible verlo a otra hora de la mañana o de la tarde. Sin embargo, todos conocemos a ese partner que las 5 de la tarde es su hora favorita para fijar reuniones interminables o esa familia que es imposible que te visite hasta las 18 por sus horarios laborales.
Hace un tiempo, hablaba con mi pareja de este tema y me decía que cómo iba a preferir estar en el trabajo por las tardes que con sus hijos. Evidentemente planteado en esos términos nosotras tampoco querríamos ni me atrevería siquiera a plantear esta cuestión. Pero no es una cuestión de preferencias ni de prioridades. Se trata de que todavía nosotras tenemos que demostrar mucho más que nuestro trabajo es relevante para la empresa. Y la empresa valora mucho más la disponibilidad de un trabajador que la efectividad de su trabajo (desgraciadamente para todos).
Salir volando del trabajo porque dejas abandonadas a tus criaturas es una parte fundamental del techo de cristal, responsable de la limitación en el ascenso laboral de las mujeres y que pone en peligro su estabilidad laboral. Por lo que yo le pediría a todos los padres que estén por la igualdad (espero que sean todos) que hagan el esfuerzo, porque ese esfuerzo si no lo hacen ellos lo van a hacer ellas y les van a penalizar el doble.
Ante la recién estrenada paternidad, ¿puedes decir en la oficina que a partir del lunes entrarás a primera hora y saldrás a medio día? Puesto que tu sueldo es mayor que el de ella y tu estabilidad laboral mayor, ¿podrías ser tú el que reduzca la jornada y así equiparáis vuestros salarios? Piensa que la recompensa a estos esfuerzos va a ser tiempo y aportar tu granito de arena para que la realidad laboral que se encuentren tus hijos e hijas al crecer sea mucho mejor que la que encontraron sus padres.
Dedico esta entrada a tres padres: el mío, el de mi hijo y ese que tiene como prioridad en la vida recoger a su hija del colegio.
Me siento a escribir esta entrada después de la enésima discusión con mi ex.
Hace ya ocho meses que me separé. Llevo dos días esperando respuesta a tres cuestiones:
Qué hacer con la tortuga, que se ha despertado de la hibernación
Saber si me va a dejar la Nintendo 2ds del niño
Si podemos alterar el orden de las semanas de la convivencia con nuestro hijo por un asunto personal… Por favor… Yo creo que yo estoy siendo muy flexible y generosa contigo.
Mi hijo lleva hoy cinco días sin hablar con su padre (ni por teléfono) porque tiene mucho trabajo. Aún así tengo una especie de custodia compartida extraña en período de pruebas. Con ese mismo padre. Por mi «culpa».
Tuvo mi hijo, durante seis años, a un padre que cambiaba pañales, daba papillas, duchaba, dormía a mi hijo. Ese mismo padre era incapaz de llegar antes de las ocho de la tarde. Una persona que nunca hizo por venir a comer entre semana (ni siquiera el viernes). Es el padre «quiero pero no soy capaz de sacrificar mi carrera». Y no es que fuera mal padre (no lo es según mi criterio, a lo mejor el tuyo es diferente. Si es así, me lo puedes decir en los comentarios), es que no tenía ninguna base social, cultural o filosófica para entender la importancia de pasar tiempo con su hijo.
Sin embargo, hará cosa de un mes, después de pelear mucho porque me cambiaba constantemente las visitas, dijo las palabras mágicas «quiero la custodia compartida». Que a mí me parece estupendo compartir con el la custodia con él… Con él… Sí, con ÉL. No con su madre o con su nueva novia de 19 años con un más que evidente problema psicológico…
Después de casi quedar sin respiración…. Indignarme porque en meses después de la separación era como si no existiera…. Cabrearme mucho… Llorar… Ir a una psicóloga especialista, una asesora legal y una abogada… Después de desearle una larga custodia compartida con un niño con gripe sin poder trabajar… Decidí que sí. Que tenía que por una vez que aceptar que los «QUIERO» y los «PUEDO» tienen que ir en consonancia. Por una vez tendría que adaptar su vida a la de su hijo, y no al revés. Entonces decidí que sí. A ver si había huevos de tener una compartida. Adelante. Hay que probar.
Te preguntarás qué ha pasado en este mes…
Bueno, esta semana ya ha incumplido su acuerdo. Pero se lo dejo pasar, soy así (de gilipollas, dirás, pues no). ¿Compartimos al 50%? Bueno… Más bien estamos a un 40-60% (por ser generosa) y no sé cuanto va a durar. No me fío, no sé si durará. Me voy haciendo con mi tribu.
Yo no sé si su trabajo desde entonces se ha resentido, el mío después de separarme se cayó como plofffffff… Ahora, meses después, empiezo a recuperar el ritmo. Ahora incluso SOY FELIZ la mayor parte del tiempo, a pesar de todo. Pero porque me he encontrado y reencontrado con gente extraordinaria.
Yo sigo haciéndome cargo de parte de su complicada agenda (vamos, que me manipula para que me quede con el niño cuando él tiene «citas ineludibles»), porque él también está ayudándome con otros temas. Un win-win forzoso.
¿No me entiendes?
Sin embargo para mí ha sido difícil que los demás entiendan mi decisión. Eso de no querer luchar por llevar la contraria es algo como de… Sí, de #malamadre.
Por supuesto, como he dicho que sí sin protestar, ni llevar a juicio, ni nada, ya no tengo derecho a estar triste cuando no está ni a preocuparme.
En más de una ocasión he tenido que aguantar frases de personas muy cercanas cómo «yo no se la hubiera dado sin pelear», «al final se ha salido con la suya», «ese ni quiere al niño ni nada, lo que quiere es no pagar», «yo desde luego hubiera peleado al menos»… Resuena en mi cabeza eso de #malamadre y poca gente se da cuenta que no sólo es lo mejor para el niño, sino lo mejor para mí. Porque es en lo que creo. Porque es lo que los tres nos merecemos y a lo que nos comprometimos.
#papiconcilia
El libro de #papiconcilia salió a raíz de las sugerencias de algunos padres concienciados con la crianza con apego después del éxito #mamiconcilia. Padres que, ellos sí, creían que sus hijos merecían de su tiempo y su atención. Padres que creyeron que eso de que la carrera profesional fuera lo primero, era una falacia. Padres que abandonaron proyectos, crearon empresas, modificaron horarios, etcétera, para estar más tiempo con sus hijos. Ellos se vieron abocados a las críticas. De ellos no se espera que hagan eso… Y de nosotras tampoco, la verdad.
Dentro de las nuevas masculinidades se cree que los movimientos feministas no se preocuparon de sacar al hombre de su rol. Tienen su parte cierta. Algunas corrientes feministas, han tratado de igualar la mujer al hombre. Otros han hecho del feminismo de la diferencia hembrismo. Incluso se han utilizado en otros argumentos biologicistas para indicar que los hombres eran en esencia violentos y que deberían reeducarse.
Es cierto, quizás, que las mujeres no hemos tenido mucho interés en sacaros de vuestro rol… Pero es que ya teníamos bastante con sacarnos del pozo, al que cultural y socialmente nos somete el patriarcado. Ya que tenéis unos privilegios, revísenlos, úsenlos para salir de ese rol.
Creo que la actitud valiente de aquellos que se salen de los esquemas sociales para el bien de las futuras generaciones es aplaudible. Pero sin faltar con aquello que las mujeres llevamos años ganando a pasos de sangre. A pesar de todo, a vosotros, después de vuestro atrevimiento la mayoría de personas os miran con una mezcla de respeto y admiración. Casi tenéis más ganado el derecho a ser amos de casa, tomar jornada partida o una excedencia que nosotras. La sociedad, en este momento, en este lugar del mundo, nos obliga a ser supermujeres.
Pero… La verdad… Me he emocionado leyendo. Mucho. Os sentía tan cerca, chicos. Sentía tantas ganas de coger el ebook y enviarlo con «mucho amor» a mi ex. A ese que me dijo «qué te crees, ¿que tu vida es más importante que mi trabajo?». Pobre de su sentido de la existencia.
Y vuelvo a decir que no es de los peores. Que ha cambiado más pañales, preparado más baños y ha hecho más salidas al colegio que yo. Pero el sentido de todo eso… No lo debe tener muy claro. Hay quien lo ve una carga y quien lo ve un privilegio.
Nuevas paternidades
Ser padre ya no es lo que era. Yo tuve la suerte de tener un padre que me llevaba al campo y a pescar. Que me regaló un coche teledirigido y me llevaba con él a trabajar. Pero era tanto el contraste con los padres de mis amigas… Sí, de mis amigas. Porque con ellos era diferente. A ellos sí los llevaban al fútbol, tampoco mucho más.
Yo me enternezco cuando veo a un padre con su camiseta heavy pararse ante los escaparates llamados por la llamativa Frozen o Hello Kitty. O tararear la canción de Frozen. O poner por enésima vez la película de Frozen. O comprar braguitas de Frozen. Sí, Frozen es la it girl del momento. Si no que se lo digan a un «new dad». Te quiero así. Sí, de verdad… Prefiero que nuestra canción sea Frozen, que la más romántica (oh, no, romántico y tóxico, noooo).
La cuestión es que ya hay muchos padres que no necesitan reafirmarse ante la machada siendo el más macho. Vale que tampoco muchos hablan de niños más allá de la sala del pediatra… Pero ahí están.
Las nuevas hordas de nuevos padres están en los parques solos, ¡¡¡sin su mujer!!! Y lo mismo ni están divorciados ni nada. Invaden los vestuarios de natación. Los cuenta cuentos. Las salas de cine. Y algunos (haberlos haylos) que compran vestidos y disfraces piratas SOLOS. Y no les pasa nada. Dicen incluso que saben el camino de vuelta a casa.
Vale. No he llegado a preguntar cuáles de ellos están divorciados. Seguramente se convierte en una pista de ligue la sección infantil de Primark o Kiabi. Pero lo mismo no.
Los padres ahora tienen la oportunidad de molar. Ellos tienen la oportunidad de disfrutar de sus hijas probándose todas las faldas de Primark. De ver cómo sus hijos pasan como de incógnito por la sección de Barbie de Toys ur us. De preparar la comida y que te la dejen tirada. De conocerse de memoria todas las bandas sonoras de las películas de Disney y Pixar.
Seguid invadiendo espacio
Visibilizaros también fuera de Internet. No os escondáis si os sabéis de pañales y papillas más que muchas de nosotras. Tomad las calles de la sección de ropa infantil de carrefour.
No dejéis que os demos consejos sobre cómo vestir a vuestros hijos como si os acabaran de sacar de las cuevas del neardental. Coged espacio y disponed de él en las actividades de los niños, las reuniones del AMPA, los pasillos de zapatos de uniforme del cole, en el pediatra, los parques…
Ganad espacio hablando amorosamente de lo que os gusta recoger a vuestros hijos en las reuniones del trabajo.
Hacedlo tanto que seáis legión.
Querido ex, padre a medias conmigo
No, no te odio. Sólo te digo que revises tus principios y tus privilegios. Esos privilegios que como hombre blanco, europeo, con estudios, residente quince años en Alemania, proveniente de una clase económico social media, tienes.
Esos privilegios que no tuve yo, cuando al parir a mi hijo me despidieron de mi puesto directivo. Eso que hizo que yo sí me decidiera a trabajar desde casa.
Querido ex, revisa tus privilegios. Revisa tus prioridades. Revisa tus principios.
* Un abrazo enorme a todos los padres blogueros. Ayudáis a educar a la sociedad. Visibilizáis nuevos movimientos. Padres blogueros que se derriten al poner la foto de los niños a la hora de la siesta PORQUE ESTÁN EN CASA A LA HORA DE LA SIESTA.
**Papá, gracias por existir. Te quiero un montón.
Estreno sobre esquíes: Fuerza Mayor (Ruben Östlund, 2015)
Después de haber visto la película ayer y hoy haber pasado el día en la nieve, voy a hablaros de un film sueco muy recomendable. Hace ya varias semanas llegó a mis manos un artículo que hablaba sobre esta película y acto seguido me apunté el día en que la estrenaban, ya que si algo tenía claro después de leerlo, era que no me iba a dejar indiferente.
Fuerza Mayor (Turist) de Ruben Östlund, se desarrolla en una estación de esquí de los Alpes donde sus protagonistas, una pareja joven de clase media alta y su dos retoños, niño y niña, todo muy ideal, se disponen a pasar unos días de descanso disfrutando de la nieve y practicando deporte en familia. La película cuenta día a día sus vacaciones haciendo un total de seis. El primer día se nos muestra a los protagonistas y podemos ver que estamos ante un matrimonio maduro, tal vez un poco castigado por la rutina, donde el rol de madre y el rol de padre propios de nuestra sociedad actual occidental, se ven claramente definidos desde el minuto uno, hasta tal punto, que los primeros comentarios entre ambos y los primeros gestos en relación al cuidado de “sus crías”, nos parecen de una cotidianidad espeluznante.
Aquellos y aquellas que hayáis leído la sinopsis ya sabéis que se produce un hecho que desencadena el drama familiar, que no es otro que una avalancha, que aunque no ocasiona daños, sí les pega un buen susto. La familia que nos ocupa, cuando ocurre esto, está comiendo en un restaurante con unas vistas espectaculares a las pistas y tanto las personas de dentro de la pantalla como las que están en las butacas empiezan a tensionarse según ven como una cantidad ingente de nieve se aproxima hacia las cristaleras. “El padre de familia” ante el peligro inminente, huye despavorido priorizando sus guantes y su móvil mientras su hijo y su compañera le llaman desesperadamente. A partir de este suceso, en el que se pone de manifiesto cómo las situaciones límites ponen al descubierto nuestro instinto básico de supervivencia, algo se rompe claramente entre la pareja. Ambos intentan verbalizarlo en diferentes ocasiones, pero la incapacidad que él tiene para aceptar lo ocurrido y a sí mismo, aumenta la distancia entre ellos y los primeros en notarlo son sus hijos.
La necesidad que tiene Ebba, la madre de nuestra película, de compartir con otros personajes el episodio de la avalancha, justifica la entrada en escena de otras dos parejas muy diferentes entre sí, y a través de ellas el director nos lanza un sinfín de preguntas referentes al significado del amor, las relaciones de pareja, la paternidad y la maternidad, el matrimonio, la edad…
Ruben Östlund ha conseguido mantenerme pegada a la pantalla toda la película, sufriendo y cuestionando lo que ocurre con cada personaje, juega con los planos y la música como si de un thriller se tratara y sin duda el rol de género está muy presente durante todo el largometraje, lo que probablemente estoy convencida que provocará diferencia de opiniones entre ellas y ellos después de verla. Además el final de la película también invita a una reflexión sociológica muy interesante sobre la que no voy a decir “ni mu” por aquello de no contar más de la cuenta. Así que os animo a que cuando la veáis comentéis.
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