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Visiones del otro

En ocasiones es difícil recordar que las relaciones no existen por sí mismas sino que existen las personas que se relacionan. Lo que cada uno ve y experimenta con la otra persona, es decir, aquello que sucede en su cabeza y no los hechos en sí, ésa es la relación. A menudo intentamos definir el amor con determinadas características que en realidad sólo son traslaciones de nuestros temores individuales. Y normalmente nuestros problemas al relacionarnos comienzan en esa confusión. Asumimos que lo que vemos es la realidad, pero no es más que una parte de la realidad vista desde una sola perspectiva. Es totalmente humano generalizar a partir de la experiencia personal, y el cine romántico se mueve en esos parámetros, vemos lo que ocurre entre dos personas desde fuera. Pero ¿y si pudiéramos verlo como lo ve cada parte? ¿No reside precisamente ahí la esencia de la relación en vez de en los acontecimientos en sí y sus resultados?

Desde esta premisa se desarrolla ‘The disappearance of Eleanor Rigby’ (Ned Benson, 2013), una misma historia contada en dos películas desde la perspectiva de cada una de las partes. Eleanor y Conor (Jessica Chastain y James McAvoy) se han separado e intentan reconstruir sus vidas y los momentos clave que les llevaron hasta ese punto. La narración se centra en un periodo concreto en el que podemos ver algunas escenas comunes mostradas en la forma en que cada uno las recuerda y las ha asimilado. Y además, como espectadores, tenemos la ventaja de asistir también al desarrollo de los personajes en sus parcelas no compartidas. A pesar de la sencillez de la propuesta, contar lo mismo desde un lado y el otro, el efecto es poderoso y fascinante. Percibiendo las diferencias de tono en esos momentos narrados desde ambas orillas y llegando a conocer la información que se le escapa a cada parte, es inevitable plantearse muchas cuestiones e incluso modificar nuestra manera de aproximarnos al amor.

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Vía https://melrook.wordpress.com
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Vía https://melrook.wordpress.com

Empezamos a preguntarnos qué habrá sucedido en la cabeza del otro en todas esas situaciones que nos marcaron en nuestras relaciones y cómo el hecho de reaccionar de manera diferente ante lo mismo puede distanciar a dos personas que se quieren. Normalmente recurrimos al tópico de que «son cosas que pasan», pero en realidad no son cosas que pasan, somos nosotros y nuestra incapacidad para ver todas las piezas del rompecabezas. Y aunque parezca inútil de entrada, la mera toma de consciencia de que nuestra visión es parcial y el intento de ponernos en el lugar del otro ya suponen un gran paso. La tendencia a proyectar nuestros patrones internos en el otro y en nuestra relación con él es muy fuerte, sobre todo a medida que acumulamos intentos de conectar con otras personas. La distorsión de la realidad se alimenta a sí misma cuanto más implicados nos sintamos con relación a lo que nos afecta. Es el clásico efecto de «cómo no veía esto cuando estaba viviéndolo». Hay distintas variantes de esta manipulación a la que nuestra mente somete lo que llega a ella; considerar que el otro va a actuar como nosotros o movido por los mismos intereses cuando el bagaje de cada uno es totalmente distinto, esperar que la otra persona cubra unas necesidades que ni siquiera nosotros tenemos perfiladas claramente, definirnos a nosotros mismos y tomar nuestras decisiones siguiendo una manera de ser que pensamos como propia cuando en realidad es un compendio de temores y pautas de comportamiento inculcadas que utilizamos como mecanismos de supervivencia. Y es así como en el camino nos rompemos, porque para sentirnos más seguros necesitamos construir verdades absolutas que nos guíen y lo hacemos juntando fragmentos dispersos que muchas veces ni siquiera son nuestros. Es como tratar de leer un libro en el que sólo hay impresas algunas palabras sueltas.

Some people damage just by living

Puede parecer que este planteamiento es desesperanzador porque nadie es capaz de posicionarse en todos los puntos de vista posibles de cada situación y construir una imagen completa de la realidad. Ni siquiera nosotros como espectadores con más información logramos alcanzar una conclusión certera para la historia de Eleanor y Conor. Pero quizás no hace falta ser un superhéroe con cosmovisión infalible, tal vez baste con profundizar en nuestra manera de ver, trabajar en nosotros mismos, conocernos con sinceridad, y luego tratar de entender que al otro le ocurrirá igual pero a su modo. No podemos saber absolutamente todo en relación a lo que vivimos, pero si podemos conocernos a nosotros, lo cual no es poco, e intentar conectar con el otro a través de la empatía. Es una manera más sana de cimentar las relaciones que apoyarnos en proyecciones. Además, es ingenuo esperar que otra persona nos dé las respuestas a nuestras preguntas, como mucho pueden ayudarnos con los motivos para encontrarlas.

 When we were together I figured out BeforeYouIHadNoIdeaWhoIWas

Y en ese siguiente paso dentro de la crisis de una pareja por la visión que cada uno tiene de ella, se sitúa otra película sobre las relaciones, ‘The one I love’ (Charlie MacDowell, 2014). La cinta de MacDowell se presenta también como una propuesta experimental, aunque en este caso lo que llama la atención no está tan relacionado con el formato sino con el propio argumento. Ethan (Mark Duplass) y Sophie (Elisabeth Moss) son un matrimonio que asiste a terapia para intentar salvar su relación y prueban a pasar unos días solos en una casa de campo por recomendación de su terapeuta. Hasta aquí no hay nada extraordinario en el planteamiento, uno de los recursos más socorridos para fomentar la comunicación entre dos personas es aislarlas en un entorno relajado para darles la oportunidad de expresarse sin presiones externas. Pero la situación adquiere otras dimensiones cuando los protagonistas descubren que en el lugar al que han ido suceden cosas un tanto extrañas. Poco más se puede desvelar de la historia sin arriesgarse a romper la base de su dinámica; un juego de realidades que se mueve entre el humor y los temores e instintos más básicos de sus personajes.

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Vía http://variety.com/

Lo más interesante de ‘The One I love’ es el concepto de la visión que tenemos del otro, qué ocurre cuando nuestra relación es larga y la persona de la que nos enamoramos cambia. Es más, considerando que es inevitable que todos cambiemos, ya que es lo que implica crecer, cómo afecta esto a nuestras relaciones y cómo asimilamos la versión del amor que logra sobrevivir a ese paso del tiempo. «El problema es que te enamoraste de mis flores, no de mis raíces…Y cuando vino el otoño no supiste qué hacer». Usando esta frase hecha podemos entender un poco el estado en el que se encuentran Ethan y Sophie. Aunque quieran continuar con su relación, están demasiado perdidos porque ya no logran comunicarse ya que cada uno está inmerso en la visión que tiene del otro y de las cosas, cada una de ellas anclada en momentos distintos, en prioridades diferentes.

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Vía http://filmint.nu/

«Envolvemos al amado en capas de cristal, y vemos una visión en lugar de una persona durante todo el tiempo que dura el encanto» Stendhal

Otro elemento sobre el que trabaja la historia es cómo las expectativas pueden hacer que nos desviemos de lo fundamental. Nos agobiamos por la maraña de cosas que fallan y que nos gustaría cambiar de nuestra pareja mientras no prestamos atención a lo básico  ¿Siento amor en realidad por esta persona o es dependencia, necesidad o temor a estar solo? ¿Conozco de verdad al otro o conozco una versión de él que mi mente elaboró a partir de algunos de sus rasgos y gran parte de mis deseos?¿Por qué mis relaciones acaban derivando en las mismas dinámicas o se estancan siempre en los mismos problemas? La terapia especial de nuestros protagonistas mantiene el suspense hasta el tramo final de la película no sólo por su juego con una realidad anormal, sino porque atañe a esos interrogantes universales. Básicamente la cuestión es que si quieres sentirte realizado contigo mismo y con tus relaciones amorosas tienes que mancharte y trabajar cuestiones complicadas y que te obligarán a repensarte, si no, es probable que acabes dedicando esfuerzos y tiempo a los mismos errores con personas diferentes.

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Vía http://conidayvuelta.com/

Tanto el díptico de ‘The disappearance of Eleanor Rigby: Her – The disappearance of Eleanor Rigby: Him’ como ‘The one I love’ me han parecido propuestas muy interesantes para plantearse la importancia del concepto de cómo vemos lo que ocurre en nuestras relaciones y cómo construimos nuestra visión del otro. Si trasladamos la responsabilidad de lo que acontece al motor de las relaciones, es decir, a los que se relacionan, y no a las relaciones en sí, como si fueran entes imperturbables bajo los que no queda más remedio que someterse, podemos encontrar la templanza que da saber que nuestra felicidad es posible por nosotros mismos, que podemos construirla. De esta forma,  aunque pueda parecer difícil alcanzarla, lo positivo es que uno puede empezar a acercarse a ella cuando quiera, incluso ahora mismo. Que no puedas ver algo en determinado momento no significa que no esté ahí.

Cariño, a los niños los llevo yo

Ahora que no tengo hijos, y que nadie va a pensar que lo escribo por despecho, me siento suficientemente libre para reflexionar sobre quién lleva y quién recoge a los niños del colegio.

Sin ánimo de ser rigurosa en los datos que utilizo, vengo observando por mis amigos, conocidos y compañeros de trabajo que lo más común en una pareja que reparte equitativamente las tareas domésticas y familiares es que los niños los lleve al colegio una de las partes y que lo recoja la otra.

Queda meridianamente claro. Es un fifty-fifty. Uno va y el otro vuelve con ellos. Uno les da el desayuno, los viste, los peina y les prepara el bocadillo. El otro les prepara la comida y/o merienda y los lleva a las extraescolares.

No voy a negar que es el plan perfecto. Pero, ¿quién los lleva y quién los trae? ¿Son los padres? ¿Las madres? ¿Los abuelos? ¿Una mezcla de todos ellos?

Hijas de Louie en el coche
Louie C.K. es un desastre como novio, pero lleva a sus hijas al cole… y las recoge

Efectivamente, aunque no sea tu caso, sabes de sobra que lo más común es que ellos los lleven al colegio y ellas los recojan. Pero qué perdemos por el camino, qué estamos comprometiendo con esta decisión.

El camino hacia la conciliación familiar pasa por la flexibilización de horarios. Evidentemente sigue habiendo horarios rígidos donde las jornadas son de 7 a 15h, de 15 a 23h y no hay tutía. Los niños son carne de aulas matutinas, comedores y clases extraescolares. Pero quiero hablar de los casos en los que hay elección. De los casos en los que se puede solicitar una jornada reducida, de los trabajadores por cuenta propia, de los trabajos de oficina, de los comerciales, etc.

Quien lleva a los niños al colegio entra más tarde al trabajo. Lo que hace años hubiera sido impensable hoy está bastante aceptado. Entras algo más tarde y retrasas la hora de salida para compensar la jornada.

Todavía creo que no se ha inventado el cliente que solo pueda reunirse de 8:00 a 8:30 y sea imposible verlo a otra hora de la mañana o de la tarde. Sin embargo, todos conocemos a ese partner que las 5 de la tarde es su hora favorita para fijar reuniones interminables o esa familia que es imposible que te visite hasta las 18 por sus horarios laborales.

Hace un tiempo, hablaba con mi pareja de este tema y me decía que cómo iba a preferir estar en el trabajo por las tardes que con sus hijos. Evidentemente planteado en esos términos nosotras tampoco querríamos ni me atrevería siquiera a plantear esta cuestión. Pero no es una cuestión de preferencias ni de prioridades. Se trata de que todavía nosotras tenemos que demostrar mucho más que nuestro trabajo es relevante para la empresa. Y la empresa valora mucho más la disponibilidad de un trabajador que la efectividad de su trabajo (desgraciadamente para todos).

Salir volando del trabajo porque dejas abandonadas a tus criaturas es una parte fundamental del techo de cristal, responsable de la limitación en el ascenso laboral de las mujeres y que pone en peligro su estabilidad laboral. Por lo que yo le pediría a todos los padres que estén por la igualdad (espero que sean todos) que hagan el esfuerzo, porque ese esfuerzo si no lo hacen ellos lo van a hacer ellas y les van a penalizar el doble.

Ante la recién estrenada paternidad, ¿puedes decir en la oficina que a partir del lunes entrarás a primera hora y saldrás a medio día? Puesto que tu sueldo es mayor que el de ella y tu estabilidad laboral mayor, ¿podrías ser tú el que reduzca la jornada y así equiparáis vuestros salarios? Piensa que la recompensa a estos esfuerzos va a ser tiempo y aportar tu granito de arena para que la realidad laboral que se encuentren tus hijos e hijas al crecer sea mucho mejor que la que encontraron sus padres.

Nuevas paternidades y conciliación: #papiconcilia

Dedico esta entrada a tres padres: el mío, el de mi hijo y ese que tiene como prioridad en la vida recoger a su hija del colegio.

Me siento a escribir esta entrada después de la enésima discusión con mi ex.

Hace ya ocho meses que me separé. Llevo dos días esperando respuesta a tres cuestiones:

  1. Qué hacer con la tortuga, que se ha despertado de la hibernación
  2. Saber si me va a dejar la Nintendo 2ds del niño
  3. Si podemos alterar el orden de las semanas de la convivencia con nuestro hijo por un asunto personal… Por favor… Yo creo que yo estoy siendo muy flexible y generosa contigo.

Mi hijo lleva hoy cinco días sin hablar con su padre (ni por teléfono) porque tiene mucho trabajo. Aún así tengo una especie de custodia compartida extraña en período de pruebas. Con ese mismo padre. Por mi «culpa».

Tuvo mi hijo, durante seis años, a un padre que cambiaba pañales, daba papillas, duchaba, dormía a mi hijo. Ese mismo padre era incapaz de llegar antes de las ocho de la tarde. Una persona que nunca hizo por venir a comer entre semana (ni siquiera el viernes). Es el padre «quiero pero no soy capaz de sacrificar mi carrera». Y no es que fuera mal padre (no lo es según mi criterio, a lo mejor el tuyo es diferente. Si es así, me lo puedes decir en los comentarios), es que no tenía ninguna base social, cultural o filosófica para entender la importancia de pasar tiempo con su hijo.

Sin embargo, hará cosa de un mes, después de pelear mucho porque me cambiaba constantemente las visitas, dijo las palabras mágicas «quiero la custodia compartida». Que a mí me parece estupendo compartir con el la custodia con él… Con él… Sí, con ÉL. No con su madre o con su nueva novia de 19 años con un más que evidente problema psicológico…

Custodia Compartida Malasmadres
Imagen vía Malasmadres

Después de casi quedar sin respiración…. Indignarme porque en meses después de la separación era como si no existiera…. Cabrearme mucho… Llorar… Ir a una psicóloga especialista, una asesora legal y una abogada… Después de desearle una larga custodia compartida con un niño con gripe sin poder trabajar… Decidí que sí. Que tenía que por una vez que aceptar que los «QUIERO» y los «PUEDO» tienen que ir en consonancia. Por una vez tendría que adaptar su vida a la de su hijo, y no al revés. Entonces decidí que sí. A ver si había huevos de tener una compartida. Adelante. Hay que probar.

Te preguntarás qué ha pasado en este mes…

Bueno, esta semana ya ha incumplido su acuerdo. Pero se lo dejo pasar, soy así (de gilipollas, dirás, pues no). ¿Compartimos al 50%? Bueno… Más bien estamos a un 40-60% (por ser generosa) y no sé cuanto va a durar. No me fío, no sé si durará. Me voy haciendo con mi tribu.

Yo no sé si su trabajo desde entonces se ha resentido, el mío después de separarme se cayó como plofffffff… Ahora, meses después, empiezo a recuperar el ritmo. Ahora incluso SOY FELIZ la mayor parte del tiempo, a pesar de todo. Pero porque me he encontrado y reencontrado con gente extraordinaria.

Yo sigo haciéndome cargo de parte de su complicada agenda (vamos, que me manipula para que me quede con el niño cuando él tiene «citas ineludibles»), porque él también está ayudándome con otros temas. Un win-win forzoso.

¿No me entiendes?

Sin embargo para mí ha sido difícil que los demás entiendan mi decisión. Eso de no querer luchar por llevar la contraria es algo como de… Sí, de #malamadre.

Por supuesto, como he dicho que sí sin protestar, ni llevar a juicio, ni nada, ya no tengo derecho a estar triste cuando no está ni a preocuparme.

En más de una ocasión he tenido que aguantar frases de personas muy cercanas cómo «yo no se la hubiera dado sin pelear», «al final se ha salido con la suya», «ese ni quiere al niño ni nada, lo que quiere es no pagar», «yo desde luego hubiera peleado al menos»… Resuena en mi cabeza eso de #malamadre y poca gente se da cuenta que no sólo es lo mejor para el niño, sino lo mejor para mí. Porque es en lo que creo. Porque es lo que los tres nos merecemos y a lo que nos comprometimos.

#papiconcilia

El libro de #papiconcilia salió a raíz de las sugerencias de algunos padres concienciados con la crianza con apego después del éxito  #mamiconcilia. Padres que, ellos sí, creían que sus hijos merecían de su tiempo y su atención. Padres que creyeron que eso de que la carrera profesional fuera lo primero, era una falacia. Padres que abandonaron proyectos, crearon empresas, modificaron horarios, etcétera, para estar más tiempo con sus hijos. Ellos se vieron abocados a las críticas. De ellos no se espera que hagan eso… Y de nosotras tampoco, la verdad.

Papiconcilia
Portada de #papiconcilia, disponible aquí

Dentro de las nuevas masculinidades se cree que los movimientos feministas no se preocuparon de sacar al hombre de su rol. Tienen su parte cierta. Algunas corrientes feministas, han tratado de igualar la mujer al hombre. Otros han hecho del feminismo de la diferencia hembrismo. Incluso se han utilizado en otros argumentos biologicistas para indicar que los hombres eran en esencia violentos y que deberían reeducarse.

Es cierto, quizás, que las mujeres no hemos tenido mucho interés en sacaros de vuestro rol… Pero es que ya teníamos bastante con sacarnos del pozo, al que cultural y socialmente nos somete el patriarcado. Ya que tenéis unos privilegios, revísenlos, úsenlos para salir de ese rol.

Creo que la actitud valiente de aquellos que se salen de los esquemas sociales para el bien de las futuras generaciones es aplaudible. Pero sin faltar con aquello que las mujeres llevamos años ganando a pasos de sangre. A pesar de todo, a vosotros, después de vuestro atrevimiento la mayoría de personas os miran con una mezcla de respeto y admiración. Casi tenéis más ganado el derecho a ser amos de casa, tomar jornada partida o una excedencia que nosotras. La sociedad, en este momento, en este lugar del mundo, nos obliga a ser supermujeres.

Pero… La verdad… Me he emocionado leyendo. Mucho. Os sentía tan cerca, chicos. Sentía tantas ganas de coger el ebook y enviarlo con «mucho amor» a mi ex. A ese que me dijo «qué te crees, ¿que tu vida es más importante que mi trabajo?». Pobre de su sentido de la existencia.

Y vuelvo a decir que no es de los peores. Que ha cambiado más pañales, preparado más baños y ha hecho más salidas al colegio que yo. Pero el sentido de todo eso… No lo debe tener muy claro. Hay quien lo ve una carga y quien lo ve un privilegio.

Nuevas paternidades

Ser padre ya no es lo que era. Yo tuve la suerte de tener un padre que me llevaba al campo y a pescar. Que me regaló un coche teledirigido y me llevaba con él a trabajar. Pero era tanto el contraste con los padres de mis amigas… Sí, de mis amigas. Porque con ellos era diferente. A ellos sí los llevaban al fútbol, tampoco mucho más.

Yo me enternezco cuando veo a un padre con su camiseta heavy pararse ante los escaparates llamados por la llamativa Frozen o Hello Kitty. O tararear la canción de Frozen. O poner por enésima vez la película de Frozen. O comprar braguitas de Frozen. Sí, Frozen es la it girl del momento. Si no que se lo digan a un «new dad». Te quiero así. Sí, de verdad… Prefiero que nuestra canción sea Frozen, que la más romántica (oh, no, romántico y tóxico, noooo).

La cuestión es que ya hay muchos padres que no necesitan reafirmarse ante la machada siendo el más macho. Vale que tampoco muchos hablan de niños más allá de la sala del pediatra… Pero ahí están.

Las nuevas hordas de nuevos padres están en los parques solos, ¡¡¡sin su mujer!!! Y lo mismo ni están divorciados ni nada. Invaden los vestuarios de natación. Los cuenta cuentos. Las salas de cine. Y algunos (haberlos haylos) que compran vestidos y disfraces piratas SOLOS. Y no les pasa nada. Dicen incluso que saben el camino de vuelta a casa.

Buenos Padres
Imagen vía Malasmadres

Vale. No he llegado a preguntar cuáles de ellos están divorciados. Seguramente se convierte en una pista de ligue la sección infantil de Primark o Kiabi. Pero lo mismo no.

Los padres ahora tienen la oportunidad de molar. Ellos tienen la oportunidad de disfrutar de sus hijas probándose todas las faldas de Primark. De ver cómo sus hijos pasan como de incógnito por la sección de Barbie de Toys ur us. De preparar la comida y que te la dejen tirada. De conocerse de memoria todas las bandas sonoras de las películas de Disney y Pixar.

Seguid invadiendo espacio

Visibilizaros también fuera de Internet. No os escondáis si os sabéis de pañales y papillas más que muchas de nosotras. Tomad las calles de la sección de ropa infantil de carrefour.

No dejéis que os demos consejos sobre cómo vestir a vuestros hijos como si os acabaran de sacar de las cuevas del neardental. Coged espacio y disponed de él en las actividades de los niños, las reuniones del AMPA, los pasillos de zapatos de uniforme del cole, en el pediatra, los parques…

Ganad espacio hablando amorosamente de lo que os gusta recoger a vuestros hijos en las reuniones del trabajo.

Hacedlo tanto que seáis legión.

Querido ex, padre a medias conmigo

No, no te odio. Sólo te digo que revises tus principios y tus privilegios. Esos privilegios que como hombre blanco, europeo, con estudios, residente quince años en Alemania, proveniente de una clase económico social media, tienes.

Esos privilegios que no tuve yo, cuando al parir a mi hijo me despidieron de mi puesto directivo. Eso que hizo que yo sí me decidiera a trabajar desde casa.

Querido ex, revisa tus privilegios. Revisa tus prioridades. Revisa tus principios.

* Un abrazo enorme a todos los padres blogueros. Ayudáis a educar a la sociedad. Visibilizáis nuevos movimientos. Padres blogueros que se derriten al poner la foto de los niños a la hora de la siesta PORQUE ESTÁN EN CASA A LA HORA DE LA SIESTA.

**Papá, gracias por existir. Te quiero un montón. 

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