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404, la fractura de la espera

Sepas o no lo que significa exactamente, el 404 es un error informático que existe y seguro que te lo has encontrado más de una vez. A grandes rasgos es que la comunicación con la página que buscas se puede realizar, pero la información que contiene no existe o no se encuentra. Un enlace en mal estado, en resumidas cuentas. El cortometraje va precisamente de eso, de una comunicación que de hecho se produce, pero que no llega donde debería llegar.

Dentro del proyecto Números, el cortometraje 404 explora la forma actual en la que nos comunicamos. Y cómo la tecnología aparece como mediadora en las relaciones de pareja. Te acerca a la posibilidad de retener los impulsos, a la rectificación reflexiva de un mensaje de texto, al cambio de conversación, a los silencios. Reflexiona sobre la facilidad de sincerarse sin la interpelación de una mirada, cuando los canales de la empatía se pueden anular leyendo dos de cada tres palabras. Sobre la unidireccionalidad de los mensajes.

Pero dentro de la pieza hay tres elementos que llaman poderosamente mi atención. Por una parte, la competencia digital de las mujeres y si profundizar en ella puede darnos ventajas en algunos ámbitos de nuestra vida. Y por otra, dos pinceladas que recorren el personaje de Eva: la visibilización del alcoholismo y la ruptura del ciclo de la espera.

Me explico, lo prometo. Vamos por partes.

En defensa de romper con tu pareja por WhatsApp

Toda la vida nos han dicho que las relaciones hay que terminarlas cara a cara. Que hay que quedar con la pareja para volver a tener una discusión que ya has tenido por teléfono. Y nos han reprendido en numerosas ocasiones por decir a través del móvil algo que resulta le molesto a la otra persona (véase «acabo de descubrir que me has mentido» o algo similar).Pero resulta que la mediación tecnológica evita todo componente corporal y eso, a veces, es una ventaja que no puedes tener en otra situación. Evitar el cuerpo es evitar y esconder el tono de voz. Es anular la posibilidad de contacto físico. Es la oportunidad de no leer la respuesta, si no quieres. Y es, en último término, suprimir la posibilidad de una agresión corporal.

Todo esto ha sido siempre de cobardes (a la vez que nos han dicho continuamente que el cementerio está lleno de valientes), pero es sin duda una ventaja que podemos y debemos aprovechar.

Si, como se ve en el corto, que Pablo no llama a Eva para charlar un rato, para decir te quiero… Eva está completamente legitimada a terminar con Pablo por los mismos medios. «Me pregunto si te hubiese temblado la voz» es la imagen misma de la venganza.

Un arma en mano de las mujeres

La brecha digital que años atrás era muy significativa entre hombres y mujeres, en los estudios estadísticos actuales se ha reducido considerablemente.

Sería interesante plantearnos si las mujeres estamos adquiriendo mayor dominio de las nuevas tecnologías y si esto no nos beneficia a la hora de abordar un tema complejo como es el poner fin a una relación. La posibilidad de anular la disposición corporal, el tono de voz y en términos más extremos, el peligro a una agresión. Huir en el sentido más amplio de la palabra.

 

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Dibujando una Eva poco convencional

El personaje de Eva rompe con el papel tradicional de las princesas de cuento. Al principio del corto Pablo, el príncipe que en pos de un ascenso social, económico y profesional acepta las condiciones de movilidad que su trabajo como ejecutivo le propone, le explica a Eva que «a partir de ahora funciona así». Le pide que espere, que espere a que vuelva, a que vuelva cada vez que salga de viaje. Que espere a Bonny, el perro que, por supuesto, es solo de ella, aunque vivan los tres juntos.

Las mujeres hemos sido educadas para esperar. Esperar en casa sin resistirnos. Sentirnos abandonadas. Y explotar por ello. Porque también nos han educado para eso. Para vivir la distancia como un abandono. Pero Eva rompe el círculo de las reconciliaciones. Un punto de no retorno. Probablemente porque Bonny volverá cuando le parezca y porque Pablo hará lo mismo.

Por una vez es Eva quien bebe para superarlo. Tan acostumbrados que estamos a ver en los relatos que son ellos quienes tienen mayor prevalencia al alcoholismo cuando la realidad les supera. Porque también eso es un comportamiento culturalmente masculino.Sin embargo es ella la que dice que está cansada de esperar, que está borracha, que está cansada que Pablo se esconda tras una pantalla para no afrontar los problemas que tienen en la pareja. Ella le lanza un certero «no quiero escuchar lo que vas a decirme sino ver cómo lo dices», pero los kilómetros de distancia y los interminables minutos de espera los separan.

Adopta un tío: la mercantilización del amor

¿Todo vale en el amor y en la guerra? No desde mi punto de vista. Y en esta guerra continua que es el capitalismo -guerra por vender más productos, por ganar más dinero aun a costa de bajar salarios y empobrecer a los trabajadores, guerra por superar a los competidores, guerra por hacer el eslogan más pegadizo- creo que no debemos perder de vista esta idea. Ni todo vale para conseguir nuestros objetivos… ni nuestros objetivos son siempre legítimos.

Digo todo esto porque tengo la sensación de que, poco a poco, todo se va convirtiendo en algo susceptible de ser vendido o, en su defecto, de servir para vender. Las grandes ideas como la libertad, los derechos o las revoluciones aparecen en los anuncios de las multinacionales, y asuntos como el amor se convierten en mercancías catalogables a las que se puede poner un precio. Y así, nos encontramos con que a los problemas y limitaciones del amor romántico, que se vienen discutiendo en este blog, se suma una: la mercantilización del amor a través de las páginas web de contactos.

Quiero aclarar que no considero las prácticas que se dan en Internet como radicalmente diferentes a las que se dan en en el mundo offline (o, al menos, no lo son necesariamente). Al contrario: son reinterpretaciones, modulaciones o reflejos de las acciones que desarrollamos cuando no existe esa mediación de un ordenador o un teléfono móvil… aunque tanto los apocalípticos como quienes piensan que Internet ha bajado del cielo a salvarnos probablemente no piensen así. Por supuesto, la mediación que produce el dispositivo influye en la comunicación que se da. Pero la forma en que escribimos por Whatsapp, por poner un ejemplo, no influye más en la comunicación que la ropa que lleve puesto el interlocutor que tenemos frente a nosotros. No hay algo así como una comunicación directa, aséptica y no mediada (ni online ni offline), y tampoco podemos decir que las páginas web de contactos sean el invento del siglo.

Donde antes había oficinas y discotecas, ahora hay oficinas, discotecas, y páginas web de contactos. Con sus características y particularidades, no deja de ser un lugar en el que encontrar pareja. Hay miles de cosas que se podrían decir sobre estas plataformas: qué tipo de fotos de perfil usa la gente, la gran variedad de webs específicas que hay, las herramientas que emplean algunas de ellas y que aseguran ser un ‘método científico’ para encontrar pareja, etc. No discuto que pueda tener ventajas ni que sea un método perfectamente válido para encontrar pareja.

En lo que me quiero centrar, sin embargo, es en esa nueva forma de mercantilización que nos brindan las páginas web de contactos. Y, para ello, vamos a analizar a grandes rasgos la interfaz de adoptauntio.com.

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Sin entrar siquiera en la web ya nos encontramos con varias perlas: aquí los hombres son objetos (así, tal cual) y las chicas (chicas, que no mujeres) mandan (¿era esto el empoderamiento de la mujer por el que las feministas luchábamos?).

Si te armas de paciencia y decides entrar, te encontrarás esto:

AdoptaUnTioOfertas

No, no te has confundido y te has metido en la página de El Corte Inglés. Es Adopta un tío. ¿Te ha despistado el carrito de la compra o la posibilidad de buscar por categorías de producto? A mí también.

Me parece cutre la idea de hojear el catálogo de hombres hasta dar con un chollo. Me molesta que consideren que las relaciones (sean o no amorosas) se pueden basar en la dominación de una de las partes sobre la otra. Pero, sobre todo, me da asco que quieran transformar el mundo en un gran centro comercial donde te paseas por el supermercado del amor y la boutique de la amistad.

No quiero ser consumidora. Quiero ser persona. 

Erradicar los piropos en la lucha contra el machismo

Imagen:  Yves Herman/ Reuters

¿Eliminar el piropo? Pues claro que sí, joder. No entiendo por qué os habéis echado todos las manos a la cabeza por las declaraciones que hizo ayer Ángeles Carmona, la presidenta del Observatorio contra la Violencia de Género del Consejo General del Poder Judicial (CGPJ). Por mucho que os cueste comprenderlo, los piropos no son algo agradable. Son un comportamiento machista y que promueve la cosificación de la mujer como en los años 50 eran aceptadas las palmaditas en el culo a las secretarias y oficinistas en general. ¿Verdad que si ahora algún jefe o compañero de trabajo os da una palmada en el trasero os violenta? Pues a ver si vamos cambiando la mentalidad con el tema del piropo, que viene a ser lo mismo. 

Antes de juzgarme, escucha

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                     Imagen: J.J. Guillem/ EFE
 

Vayamos por partes. Hace poco, una amiga me dijo que le había impactado muchísimo una frase que leyó: «generalmente, cuando alguien habla, no lo escuchamos con intención de entender lo que está diciendo sino que vamos formulando mentalmente argumentos para rebatirle». Por eso, querido lector o lectora, te pido que hagas lo mismo con las declaraciones de Ángeles Carmona. Ya no te pido que empatices con mi visión de este asunto, sino simplemente que intentes entender lo que la presidenta del CGPJ dijo.

«El piropo ha sido siempre permitido y se ha asumido como algo normal, pero lo cierto y verdad es que supone una invasión en la intimidad de la propia mujer porque nadie tiene derecho a hacer un comentario sobre el aspecto físico de la mujer.»

¿En serio no le veis el sentido a esta afirmación? ¿De verdad se merece esta argumentación un revuelo como el que se ha montado?

Vivimos unos tiempos en los que las exigencias físicas son altísimas. Las mujeres llevamos mucho tiempo padeciendo esta presión pero ahora también los hombres podéis entender que los prototipos de belleza que se promueven desde los medios de comunicación y audiovisuales son inalcanzables. A no ser que puedas permitirte unas 3 horas diarias en el gimnasio y una considerable inversión económica en productos de belleza y operaciones de cirugía estética. Como la mayoría no lo hacemos, no queremos o no estamos interesados, surge la cuestión de que, efectivamente, nadie tiene derecho a hacer un comentario físico sobre el aspecto de una mujer, sea bueno o malo. ¿Quién cojones le da la potestad a un tío que no conozco de nada de decirme si le parece que hoy estoy guapa o no? ¿Por qué tengo que aceptar y tragarme esta
opinión gratuita?

Efectivamente, este desconocido está invadiendo mi intimidad o si lo entendéis mejor así, está formulando una opinión sobre mi persona basándose únicamente en mi aspecto exterior. ¿No hemos quedado ya que eso no debe hacerse para que no se incrementen los casos de personas que sufren enfermedades y trastornos vinculados a la obsesión con el físico?

Segunda declaración de Ángeles Carmona:
«En ciudades como El Cairo las mujeres van con auriculares y tapones para no escuchar los comentarios de este tipo y aunque sean bonitos, buenos y agradables y sean actitudes absolutamente permitidas en nuestra sociedad, deben ser erradicadas y debe haber mucho más respeto por la imagen de la mujer».
 

Exactamente. Respeto, por favor. Soy mujer y no quiero que un desconocido me juzgue por mi aspecto físico. No quiero sentirme agredida. No quiero que se me trate como a un objeto. No quiero sentirme violenta. No tengo por qué aguantarlo. De hecho, seguramente por muy bonito que sea lo que me estés diciendo, voy a ponerme nerviosa porque como mujer, ya he vivido otras experiencias de hombres que se creen que por decirme 4 halagos piensan que me voy a ir a la cama con ellos. E incluso un porcentaje de éstos me perseguirá por la calle si no respondo o pueden ponerse agresivos.

Piropos buenos, piropos malos

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Imagen: www.cartasamoru.com
 

Y aquí es donde me dirán que hay que distinguir, que hay diferentes tipos de piropos, que todo depende de la intención, que hay hombres maravillosos que dicen estas cosas porque quieren halagarme. Pero sigo pensando que nadie tiene derecho a opinar sobre mi aspecto de forma gratuita y sin conocerme de nada porque si ellos se sienten con el derecho de hacerlo, yo me siento con el derecho de escribir este artículo para decir que me parece mal, que no me gusta y que es machista porque se limitan a decir algo basado en mi físico. Soy una persona, no una cosa, gracias.

Pero lo peor, son todas esas mujeres que han llenado Twitter de comentarios diciendo que les parece una práctica bonita, que no debe perderse, que les sube la moral. A todas ellas solo puedo decirles que si su autoestima es tan pobre que depende del juicio casual que un desconocido hace sobre su aspecto físico me dan mucha pena.

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¡Olé la tradición!

Luego tenemos a los que se agarran a la belleza de esta tradición. A mucha gente le parece que el toreo es un arte y encuentran belleza en esta práctica. Hay otros que defienden que el matrimonio tradicionalmente es una institución únicamente para parejas heterosexuales. Señores, que una práctica sea una tradición no le da ningún tipo de legitimidad. La sociedad evoluciona, o eso quiero pensar, y el hecho de que aparezcan voces discrepantes a lo que tradicionalmente se ha considerado una práctica aceptada no tiene porque armar semejante follón. Llevamos casi 24 horas con un TT (Trending Topic) en Twitter donde #EliminaUnPiropo se ha convertido en una lapidación a los que estamos en contra del piropo como práctica machista.

¿Qué tiene que ver el tocino con la velocidad?

Y luego están los artículos de opinión lleno de falacias, como el que se ha marcado este periodista en la edición digital de La Rioja.

 
«Cuesta creer que el protagonista de ‘La vida es bella’ quisiera humillar a su esposa cuando, cada vez que la veía, le decía aquello de «¡Buenos días, princesa!»».

¿Soy yo la única que se ha dado cuenta de que una cosa son los apelativos cariñosos que te dedica tu pareja y otra lo que te puede decir un desconocido en la calle? La relación que tengo que con mi pareja no tiene nada que ver con los piropos de anónimos.

Veamos más argumentos absurdos, en este artículo de la Opinión.

«¿A quién se le ocurre irse a El Cairo a oír piropos, pudiendo ir a Cádiz o la Gran Vía Madrileña?»
 
«Resulta además un poco triste que una persona eminente, inteligente y de gran valía como ella piense que solo puede piropearse a las mujeres por su aspecto físico, que lo único admirable en ellas es su belleza o su singular gracia al caminar.»
 

Me parece lamentable que se agarre al hecho de que los piropos no se basan solo en el físico cuando únicamente se centran en eso. ¿Hay alguien en la sala a la que le hayan dicho «¡Qué bonito tu doctorado, nena!» o «¡Me encantan tus inquietudes culturales!«. Pues claro que no, porque me remito a lo que llevo repitiendo desde un principio: el tío que me increpa por la calle no sabe nada más de mí que lo que ve, por eso sus comentarios se van a limitar a mi cuerpo, me va a convertir en una «cosa».

 Somos todas unas putas. O unas feas

 
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Y ya, en el escalafón más bajo de la argumentación, están aquellos y aquellas que dicen que si estás en contra de un piropo es porque eres muy fea y tienes celos porque nunca te lo han dicho o que tienes que aguantar los piropos porque llevas mucho escote y vas muy maquillada. En el fondo te lo estás buscando. Supongo que esto es lo mismo que se dicen a sí mismos los maltratadores o los violadores para legitimizar sus actos.

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Basta ya, por favor

Abandonemos la mentalidad retrógrada. Otra cosa que daría para otro post es la manera en que se han tratado desde los medios de comunicación las declaraciones de Ángeles Carmona.

Titular

Este titular extraído de un artículo de El Digital Castilla la Mancha, además de tendencioso, no se molesta ni en citar el cargo de la Presidenta del Observatorio contra la Violencia de Género del Consejo General del Poder Judicial porque lo más importante, lo grave, es que quiere «erradicar el piropo».

Y para rematar, Ángeles Carmona habló de temas mucho más importantes, como la necesidad de proteger a los menores cuando sus padres son maltratadores o sobre el bajo porcentaje de denuncias por violencia de género que resultan ser falsas. Pero claro, ¿qué son estas nimiedades comparadas con hablar mal de una tradición patria? Esto es lo que deben de pensar los que siguen tirando cabras de campanarios.

Y me despido con este tuit, que me da un poco de esperanza en la humanidad.

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La mujer-niña: de Nora Helmer a Tania Sánchez

Dice Goffman que existe un «acuerdo entre los sexos» a través del cual se organiza la sociedad, cualquier sociedad. Los chicos a un lado, las chicas a otro. Que esa organización determina nuestra manera de ser, pensar y sentir. Que los chicos tienen maestros y patrones y luego empleados y aprendices, y las chicas padres, maridos e hijos. Según Goffman, las mujeres son el único grupo adulto discriminado al que se tiene al mismo tiempo una gran estima, patente en los sistemas de cortejo y las reglas de cortesía (qué casualidad lo de la raíz lingüística, supongo). Esta estima lleva a muestras de admiración como el piropo, el cortejo, y en última instancia, la violación. No lo digo yo, ¿eh? Lo dice Goffman, que es un señor.

Pero antes de llegar a la violación se da un estado intermedio, que es el de la mujer-objeto, la mujer-muñeca. La mujer-accesorio del varón. Ese papel social, asignado desde el nacimiento y para el que nos enseñan a comportarnos. A ser modestas. A ser sumisas. A ser generosas. A ser agradables. A volcarnos en nuestra familia. A ser frívolas, porque toda nuestra coquetería refleja en realidad el poder adquisitivo de nuestro compañero.

Goffman habla de la ritualización de la sumisión de la mujer ante la figura masculina inmediata, sea esta el padre o el marido. Nora lo dice mucho más claramente: «Nuestro hogar no fue más que el cuarto de jugar. En casa, con papá, se me trataba como a una muñequita; aquí como a una muñeca grande. Y los niños eran, a su vez, mis muñecos. Yo me divertía mucho cuando tú jugabas conmigo, lo mismo que los niños se divierten cuando yo juego con ellos». Su marido intenta explicarle su rol en la sociedad: «Ante todo eres esposa y madre», y Nora responde con un revolucionario: «Ya no lo creo así. Lo que creo es que ante todo soy un ser humano, yo, exactamente como tú… o, en todo caso, que debo luchar por serlo.»

Casa de muñecas

Sí, he dicho revolucionario. Casa de muñecas se estrenó en 1879. Sin embargo, a día de hoy, Nora sigue siendo uno de los papeles con los que sueñan las actrices de teatro. Nora, esa señora burguesa, frívola y torpe, coqueta e inútil, caprichosa y juguetona. Nora, que es capaz de ser todo eso y al mismo tiempo ser la imagen de la dignidad femenina, porque es el primer personaje que se planta ante esa posición y dice no. El drama de Casa de muñecas es una excusa para que asistamos, estupefactos, al empoderamiento de Nora, que de pronto decide dejar de ser la muñeca.

Queremos creer que esto está más que superado. Pero si hay un caso que ejemplifica hasta qué punto no lo está, este es el de Tania Sánchez. El tratamiento mediático de su candidatura la convierte permanentemente en una muñeca, a la que su novio, Pablo Iglesias, le permite «jugar» a la política. «Pablo tiene su proyecto, y yo el mío», intenta defender, mientras todos los medios (vale, casi todos, con honrosas excepciones) oyen «de momento, claro, hasta que tenga que empezar a ser consorte». ¿No es eso lo que hacen las mujeres, no es eso lo que hizo la reina Letizia, esa princesa profesional y divorciada, indie y moderna? Esa permanente autorreferencialidad del varón, que convierte a su compañera en «la novia de», que convierte el acoso a la mujer en un acoso a su mujer, en un problema de masculinidades. El papel del hombre en la pareja es el de protegernos, cuidarnos, dejarnos brillar, pero a su sombra. Tania es la elegida por «el deseado», ¿qué más quiere?

¡Oh, qué tranquilo y delicioso hogar el nuestro, Nora! Aquí estás segura; te guardaré como si fueras una paloma recién recogida por mí después de sacarla sana y salva de las garras del buitre. Sabré tranquilizar tu pobre corazón palpitante. Lo conseguiré poco a poco; créeme, Nora. Mañana verás todo de otra manera. Todo seguirá como antes. No necesitaré decirte a cada momento que te he perdonado, porque tú misma lo comprenderás indudablemente. ¿Cómo puedes creer que vaya a rechazarte ni a hacerte cargo siquiera? ¡Ah!, tú no sabes lo que es un corazón que ama, Nora. ¡Es tan dulce, es tan grato para la conciencia de un hombre perdonar sinceramente! No es ya su esposa lo único que ve en el ser perdonado, sino también su hija. Así te trataré en el porvenir, criatura extraviada, sin brújula. No te preocupes de nada, Nora; sé franca conmigo nada más, y yo seré tu voluntad y tu conciencia.

«Soy mujer, joven y rubia; por eso en la televisión tengo que ser más dura». La diputada de Izquierda Unida, actual candidata a la Presidencia de la Comunidad de Madrid tras su arrolladora victoria en las primarias, forma parte de la nueva corriente que está intentando renovar la formación de izquierdas después de una tendencia descendente. Sin embargo, ¿qué le preguntan? Por qué no sonríe más. Tania-Nora, mi estornino, mi pajarito cantor, ¿por qué no nos bailas una tarantela?

 

 

El papel social de las mujeres sigue siendo el del agrado. Ni siquiera dentro de la pareja: agradar al género masculino, en general. Debemos sonreír. Ser educadas. Graciosas, dentro de unos límites. Pizpiretas. Como niñas bien educadas. Si queremos jugar a la política, está bien, siempre y cuando la disfrutemos. Nada de tomárnosla en serio, nada de preocuparnos, nada de tener voluntad o conciencia. Eso son cosas de hombres.

¿Violencia de género, violencia doméstica o violencia machista?

Sucede que aunque se estén llevando a cabo campañas de información para explicar qué es la violencia machista (cada vez menos debido a los recortes presupuestarios dedicados a esta temática) y la forma que hay de denunciarla y cada vez exista una mayor visibilización de esta “práctica”, no se ha acabado con la problemática de utilizar esas denominaciones de “violencia de género” o “violencia doméstica” que no hacen más que difuminar y confundir la realidad de la que se habla.

¿De dónde viene el término “violencia de género”? En la IV conferencia de las Naciones Unidas sobre las mujeres de Pekín de 1995, 180 gobiernos firmaron un documento donde se adoptaba el vocablo inglés gender, ‘género’, ‘sexo’, para denominar la “violence of gender” (la ejercida por los hombres sobre las mujeres), así como el término “gender equality” para hablar de la necesaria igualdad entre mujeres y hombres. Fueron esas expresiones las que acabaron utilizándose por Naciones Unidas a partir de entonces e influenciaron a los países pertenecientes a la organización.


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En España, en el ámbito penal, un mismo artículo (art. 173 CP), bajo la rúbrica “de las torturas y otros delitos contra la integridad moral”, da acogida a cualquier forma de violencia ejercida dentro o fuera del núcleo familiar, pero la L.O 1/2004 ofrece unas medidas protectoras que refuerzan únicamente la tutela de la mujer víctima de violencia de género, y que (debido a su frecuencia y gravedad) diferencian esta forma de maltrato de cualquier otro, incluso de aquellos que, desencadenados también en el entorno familiar, no puedan calificarse como propios de una situación de “violencia de género”, y que pasarían a definirse como episodios de “violencia doméstica”.En 1993 la violencia de género fue definida por la ONU como “todo acto de violencia basado en la pertenencia al sexo femenino que causa o es susceptible de causar a las mujeres un daño o sufrimiento físico, sexual o psíquico, e incluye las amenazas de tales actos, la coacción y la privación arbitraria de la libertad, tanto en la vida pública como en la privada”. Esta definición nos habla de un tipo de violencia que se ejerce contra las mujeres por el mero hecho de serlo, y que se erige en el mayor valor y poder que la sociedad le ha otorgado y le sigue otorgando al hombre frente a la mujer, y que apoya al varón para lograr y mantener el control sobre la mujer, así como aprueba la sumisión de ésta. Así, a nivel internacional, la violencia de género agrupa todas las formas de violencia que se ejercen por parte del hombre sobre la mujer en función de su rol de género: violencia sexual, tráfico de mujeres, explotación sexual, mutilación genital, etc. independientemente del tipo de relaciones interpersonales que mantengan agresor y víctima, que pueden ser de tipo sentimental, laboral, familiar, o inexistentes. Pero en España, según la Ley Orgánica 1/2004, de 28 de Diciembre, de Medidas de Protección Integral contra la Violencia de Género se da otra definición de violencia de género: “todo acto de violencia física y psicológica, incluidas las agresiones a la libertad sexual, las amenazas, las coacciones o la privación arbitraria de libertad”.

La Ley 1/2004, quiere incidir y actuar en relación a lo que constituye una auténtica lacra social en España: la violencia de género que ejercen los hombres sobre las mujeres en las relaciones de pareja o expareja. Este es el ámbito de aplicación de la Ley, tal y como se establece en el artículo primero de la misma; ámbito que se amplía también a los hijos e hijas de las víctimas mujeres, por ser también víctimas directas o indirectas del entorno familiar.

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Imagen via SinGENEROdeDUDAS

Hay que aclarar, por tanto, la diferencia entre los términos más utilizados para hablar de la violencia sobre la mujer. La expresión “violencia de género” engloba tanto la violencia producida en el ámbito doméstico como la que ocurre fuera de él, mientras que “la violencia doméstica” no tiene por qué corresponderse con el concepto de violencia de género, puesto que existe también violencia en el ámbito doméstico que no tiene nada que ver con cuestiones de género, como es la violencia contra los menores, los mayores, etcétera.

La cuestión es que la utilización del término “violencia de género” en la legislación española puede confundirse con la definición que a nivel internacional se hace de la misma expresión, además de trasladar la errónea idea de que dicha violencia dentro de las parejas o ex parejas puede ocurrir de forma bidireccional (de hombre a mujer, o de mujer a hombre) ya que se habla de género, no de “violencia del género masculino contra el género femenino”. Por ello, es recomendable que la expresión “violencia de género” sea utilizada únicamente para aludir a la definición de la ONU y que a nivel estatal se utilice la de “violencia machista” por hacer referencia al origen de esta problemática.

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Imagen via Sin Violencia Ecuador

Se fue (Laura Pausini, 1994)

Laura Pausini AlbumÉxitos comerciales. Nos machacan los oídos. Oímos las canciones una y otra vez en la radio o por la calle. Muchas hablan de grandes historias de amor, de dificultades y pasiones, pero, ¿qué nos dicen muchas de ellas en realidad? ¿Es amor de lo que hablan o es otra cosa?

Recuerdo mi adolescencia. Escuchaba constantemente los 40 Principales (en mi defensa, en esa época no existía nada parecido a Spotify) y, como cualquier adolescente, tenía las hormonas alteradas y los desamores parecían el fin del mundo. ¡Menudos dramones que montábamos! Nos desahogábamos con las amigas o escuchando canciones de amor abrazadas a la almohada para «regodearnos» en nuestro dolor.

Y sobre todo, sentíamos que esas canciones hablaban de nosotras, que describían perfectamente lo que sentíamos. Pero ahora que las vuelvo a leer con mirada crítica me doy cuenta de las ideas del amor tan tóxicas que hay en muchas de ellas y no sé hasta qué punto puede habernos afectado en la forma que tenemos de entender el amor.

Uno de los ejemplos más claros, que además lo petó en las listas en mi adolescencia, es este éxito de Laura Pausini. Me he tomado la libertad de marcar en negrita las frases que me parecen especialmente «llamativas».

Ya no responde ni al teléfono,
Pende de un hilo la esperanza mía,
Yo no creí jamás poder perder así la cabeza,
Por él.

Porque de pronto ya no me quería.
Porque mi vida se quedó vacía,
Nadie contesta mis preguntas, porque
Nada me queda, sin él. 

Se fue,
Se fue, el perfume de sus cabellos,
Se fue, el murmullo de su silencio,
Se fue, su sonrisa de fábula,
Se fue, la dulce miel que probé en sus labios.
Se fue, me quedó sólo su veneno,
Se fue, y mi amor se cubrió de hielo,
Se fue, y la vida con él se me fue,
Se fue, y desde entonces ya sólo tengo lágrimas.

 Encadenada a noches de locura,
Hasta a la cárcel yo iría con él,
Toda una vida no basta, sin él.

 En mi verano ya no sale el sol,
Con su tormenta, todo destruyó,
Rompiendo en mil pedazos
esos sueños que construimos, ayer.

Se fue,
Se fue, me quedó sólo su veneno,
Se fue, y mi amor se cubrió de hielo,
Se fue, y la vida con él se me fue,
Se fue, y la razón no la sé.

Si existe Dios, debe acordarse de mí,
Aunque sé
Que entre él y yo el cielo tiene sólo nubes negras,
Le rogaré, le buscaré, lo juro, le encontraré,
Aunque tuviera que buscar en un millón de estrellas.

 En esta vida oscura, absurda sin él,
Siento que,
Se ha convertido en centro y fin de todo mi universo.
Si tiene límite el amor, lo pasaría por él.
Y en el vacío inmenso de mis noches, yo le siento.

 Le amaré, cómo le pude amar la vez primera,
Que un beso suyo era una vida entera,
Sintiendo cómo me pierdo,
por él.

Se fue,
Se fue, el perfume de sus cabellos,
Se fue, el murmullo de su silencio,
Se fue, su sonrisa de fábula,
Se fue, la dulce miel que probé en sus labios.
Se fue, me quedó sólo su veneno,
Se fue, y mi amor se cubrió de hielo,
Se fue, se fue, y la vida con él se me fue,
se fue, y la razón no la sé.

Especialmente delirante eso de «hasta la cárcel yo iría por él», ¿verdad? Desde la primera hasta la última palabra, esta canción expone la (recurrente) idea de que la vida no es nada sin la persona amada. De hecho, parece que la protagonista se humillaría sin ningún límite solo por recuperarle. Y eso, señores y señoras, nos parecía romántico.

Animal de Compañía (Manos de Topo, 2012)


Manos de Topo – Animal de Compañía from Boogaloo Films on Vimeo.

 

Manos de Topo son un grupo que desde el principio jugaron a buscar la diferencia. Textos irónicos que ahondan en la caricatura de la canción romántica, no tomarse demasiado en serio (se llaman así en referencia a su supuesta escasa destreza con los instrumentos) y, sobre todo, la voz de Miguel Ángel Blanca: desafinada, llorosa y, definitivamente, valiente. Porque hay que ser valiente para subirse a un escenario y cantar así.

Bien por el efecto «traje nuevo del emperador» o bien porque efectivamente Manos de Topo tienen algo, se han hecho un hueco en el indie nacional (sea lo que sea eso) y unos fans incondicionales. Desde «Ortopedias bonitas» (2007) hasta hoy, Manos de Topo acumulan 4 referencias discográficas crecientes en calidad pero menguantes en sorpresa.

Manos de TopoHan sido acusados de misóginos infinidad de veces por unas letras en las que se describen relaciones sentimentales en las que el protagonista varón sufre por lo mal que lo tratan las mujeres. Ellos han salido al paso de esas acusaciones, a veces con humor y a veces con hartazgo, pero siempre explicando que son parodias de las típicas canciones de amor despechado y, por tanto, están criticando la misoginia de los «originales». Sea como sea, el mensaje está ahí y han hecho de él su seña de identidad. No en vano, Blanca canta entre sollozos.

Cabe plantearse, de todas formas, hasta qué punto un amante despechado es un amante que no ha sido capaz de hacer autocrítica. Y cuánto en su queja hay de reproche justificado y cuánto de verdadera misoginia (o misandria, aunque el hecho de que el término sea tan poco conocido da una pista de lo poco frecuente que es).

Para el tema que nos ocupa, amores que lo parecen pero no lo son, nos viene al pelo la que es, en mi opinión, su mejor canción hasta ahora, que nos habla de una relación destructiva y posesiva, empezando por el título: Animal de Compañía.

Muchas personas piden poco más a su pareja que ser bonitos, obedientes y fieles. Y a veces no lo piden, sino que lo exigen. Y otras veces ni siquiera es necesario porque la educación ya nos ha hecho ser animales de compañía para otros. Para conseguir seguridad, cariño o sexo, sacrificamos lo que nos hace humanos: nuestra capacidad para elegir qué queremos, al margen de instintos y normas sociales no escritas.

De ahí que el cantante diga luego «Ahora brillas en mí». Yo he perdido mi brillo propio. Si quiero hacer algo bueno tendrá que ser a través de mi pareja.

El videoclip termina de impactarnos: Gatos, sexo (o debería decir porno), muertes, catástrofes y otras imágenes de dudoso gusto, todo ello con un acabado amateur del youtube más infecto.

 

Los gatos quieren escapar de tu casa
Los gatos quieren escapar, visitar al vecino,
(Los gatos quieren escapar de tu casa,)
sólo están contigo por obligación.
(los gatos quieren escapar de tu ca… sa…)

Los problemas se hacen realidad cuando los verbalizas
(Los gatos quieren escapar de tu casa,)
y sé tantas cosas que nunca sabrás.
(los gatos quieren escapar de tu ca… sa…)

Junto a mí no tienes conciencia de ser
un animal de compañía,
estarás aquí toda tu vida.

Y tal vez alguien encienda una luz
debajo de toda tu piel
y te haga de nuevo brillar un poco en mí.

Verte llegar, simplificar
y ahora brillas en mí, ahora brillas en mí.
Multiplicar la eternidad
y ahora brillas en mí, ahora brillas en mí.

 Verte llegar, simplificar
y ahora brillas en mí, ahora brillas en mí.
Multiplicar la eternidad
y ahora brillas en mí, ahora brillas en mí.

Brillas en mí,
brillas en mí,
brillas en mí,
brillas en mí.

 Desde ahí pensabas que era divertido
hacerme el muerto en la playa,
ahora sabes que no es un juego.

 Mantén el demonio escondido bajo la cama,
él no sobrevive al veneno
del querer del fin de semana.

 Y tal vez no haya ni un rincón en ti
que no se pueda amar,
estoy dispuesto a esperar un poco más.

 Los gatos quieren escapar de tu casa.

La mujer, cosa de hombres (Isabel Coixet, 2009)

50 años de... - La mujer, cosa de hombres

 

El Código Penal entre 1944 y 1963 toleraba que el marido asesinase a su esposa en caso de adulterio o que el padre matase a sus hijas menores de 23 años y a sus novios en el caso de mantener relaciones sexuales sin estar casadas.

 

Así comienza el capítulo documental que Isabel Coixet dirigió para «50 años de…», una serie de Radio Televisión Española (RTVE) dirigida por Manuel Arranz que busca poner en perspectiva los cambios sociales que han tenido lugar en los cincuenta años de emisión de la televisión pública.

En el documental, las imágenes que aparecen son piezas audiovisuales del archivo histórico de RTVE tanto de películas como de programas y publicidad donde las mujeres aparecen cosificadas, sometidas y unidas a las tareas domésticas. Estas imágenes se vinculan con cortes informativos de mujeres asesinadas a manos de sus parejas o exparejas, estableciendo una causalidad que, sin duda, todavía es necesario recalcar. Porque lo que vemos en esta pieza ya no nos parece amor, pero cuando todavía era común escuchar «mi marido me pega lo normal», lo que vemos en las imágenes sí que lo parecía.

El capítulo está dedicado a las miles de mujeres que han sido víctimas de la violencia machista en España, en especial a Ana Orantes, a la que su marido quemó viva en diciembre de 1997, y por la que, como apunta el final de este documental, se comenzó a visibilizar la violencia de género.

 

Sólo existen estadísticas de mujeres asesinadas desde 1999.

A partir del asesinato de Ana Orantes (1997) que había acudido a un programa de televisión, una semana antes de morir quemada a manos de su marido, la violencia contra las mujeres adquiere la visibilidad que tiene en nuestros días.

Hoy en día, la legislación española con la Ley Integral contra la Violencia es una de las más adelantadas del mundo.

Pero los asesinatos son la punta del iceberg del maltrato hacia las mujeres.

David y Claudia (Los Planetas, 1996)

Puedo hacer lo que quiera,
puedo hacer una esfera
y viajar en su interior
y llegar a las estrellas.

Puedo hacer que te vuelvas,
desde dentro hacia fuera.
Puedo hacer que no haya Sol,
puedo hacer que no lo veas
y que nadie nos recuerde nunca más.

Puedo hacer una prueba,
puedo hacer que me quieras,
puedo andar dentro de ti,
puedo estar en tu cabeza y
que no mires a nadie nunca más.

 

Durante muchos años, David y Claudia fue mi canción de amor favorita. Y, de hecho, la idea de este blog surgió al escucharla. En unas pocas frases, David y Claudia consolida una de esas ideas tan consolidadas en torno al romanticismo: tú y yo, juntos, somos imparables y podemos hacer cuanto queramos: no hay prueba demasiado grande que no podamos superar si lo hacemos juntos, o incluso si lo hacemos separados basándonos en este amor que nos da fuerzas.

Sin embargo, esa invulnerabilidad y esa omnipotencia tienen precio: el aislamiento. «Que nadie nos recuerde nunca más». ¿Cuántas personas se pierden en su relación al comenzar esta hasta el punto de dejar de ver a sus amigos, a su familia, de desatender sus obligaciones?

Y, lo que es peor: ese amor idealizado y omnipotente… Es forzoso. «Puedo hacer una prueba, puedo hacer que me quieras». ¿Por qué debemos forzar a alguien a querernos? ¿Y cómo es posible que nuestra aspiración frente a una próxima pareja sea «que no mires a nadie nunca más»?

Imagen de La Rodaja de Plastico

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