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Adictos al amor: la búsqueda de pareja en la red

He vivido un mes en un auténtico torrente emocional. En una montaña rusa de citas, hechizos, me gustas, situaciones extrañas, mensajes por WhatsApp, cafés, picnics en el parque, conciertos con personas que no conocía de nada:

– Llevo unas sandalias blancas y un vestido de flores

– Vale, yo voy con mi gorrita gris.

Sí, he estado en una app para ligar. Cuando se lo cuento a la gente, todo el mundo dice “no jodas, no te pega para nada”; “tío, tú no necesitas eso”; “¿tan desesperado estás?”, o peor aún… “te vas a hinchar a follar”.

Imagen via Morguefile

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El dating online se ha convertido en un instrumento más para establecer relaciones sociales, emotivas o de pareja. El submundo formado en este tipo de aplicaciones es un extracto perfectamente equivalente al de la sociedad en general, una buena muestra. Habría, obviamente, que establecer algún tipo de investigación sobre el tipo de personalidad, quizás más dada a la experimentación, de quien utiliza estas apps, pero no sé si tendría mucho sentido. Estamos en el 2016 y ya lejos quedaron los estereotipos de “salidas y pervertidos” que utilizaban las páginas web para algún encuentro casual. Si utilizamos apps para compartir coche, información, comprar comida, ¿por qué no para compartir tiempo y conocernos? Sin embargo, sigue habiendo un cierto tabú, valoraciones de juicio que algunas personas hacen cuando descubren que alguien utiliza ese tipo de webs: «Seguro que es un cabronazo» o «a esa le gusta demasiado follar».

¿Qué problema hay en ser promiscux? ¿Qué problema hay en buscar una relación seria en este tipo de páginas? La respuesta es clara: ninguno. Sin embargo, la falta de flexibilidad, de respeto y la concepción diferente que ha adquirido en la actualidad las relaciones emocionales y sexuales, es sumamente difícil de aceptar por muchos. Y si ya introducimos en la ecuación toda la perspectiva de género, apaga y vámonos. Seguramente, podríamos estar hablando de este tema horas: sobre los roles de ligón virtual discotequero, fotos de penes, insultos cuando llega el rechazo y páginas que defienden el honor de la mujer, pero creo que hay un genial artículo escrito en esta página que lo explica mucho mejor

Obviando todos estos factores externos, ¿qué proporcionan este tipo de webs? Y lo que es más importante, ¿que nos prometen? Nos prometen una serie de experiencias que van desde conocer gente, al sexo casual o relaciones a largo plazo. En definitiva, nos prometen la felicidad convirtiendo en realidad tus deseos, y eso, como supondréis, no es ni tan sencillo ni del todo cierto.

Las “experiencias” que cada usuarix busca en estas páginas son muy diferentes (rollo casual vs, amor eterno) y aunque muchas de ellas están especializadas en cierto tipo de relaciones (más o menos comprometidas) la mayoría, básicamente, juegan con la ambigüedad. El problema es que crearse unas expectativas excesivamente altas sobre lo que unx va a encontrar allí (ya sea la mujer/hombre de tu vida o miles de relaciones esporádicas) puede conllevar decepción, hastío o incluso enfado. Es como la vida misma, no existen princesas o príncipes, solo gente normal con sus virtudes y fallos. Por eso, tal vez la premisa más importante que uno debe de tener en el Tinder, Adopta un tío, puf, Meetic, etc… es que hay que adaptar los deseos a la realidad. Y no morir en el intento.

“Estaba empeñado en enseñarme su coche y yo, simplemente, quería huir rápidamente de allí”

A este tipo de apps entra gente interesada en una relación a largo plazo, gente en búsqueda de una experiencia nueva, gente que pretende olvidarse de su antigua pareja sin haber superado todavía la perdida, una relación casual, un polvo, solo hablar. Vamos, una heterogeneidad de razones, de las cuales es difícil coincidir en espacio y tiempo. Por eso, no te extrañe que se torne complicado encontrar a alguien interesante «sin faltas de ortografía», «que no se haga fotos frente al espejo», que te guste (y viceversa) y que, además, quiera lo mismo que tú. Imagínate ya ponerte a encontrar tu media naranja, el “superflechazo químico”.

Buscar una aguja en un pajar.

No obstante, ¿es posible encontrar un amor más a largo plazo: sano, real y basado en la compenetración en vez de en la fantasía del amor romántico, en una página de estas características? Seguramente sí, pero no es fácil. Asistimos actualmente a una devaluación del amor como símbolo de atadura y falta de libertad, seguramente por la fuerte dictadura que el amor tradicional y patriarcal nos ha sometido durante centenares de años. Todo ese complejo desarrollo que estamos viviendo hacía un amor más real gracias a las ciencias sociales, al desarrollo de la sociedad y a todas esas libertades alcanzadas por la lucha a pie de calle (democracia, lucha feminista, la revolución sexual, mayo del 68), han provocado que podamos vivir las relaciones emocionales, la sexualidad y la propia identidad de cada unx a un nivel más saludable. Sin embargo, estamos asistiendo a un fenómeno interesante en los últimos tiempos: “nos hemos pasado de rosca”. En la búsqueda de nuestra propia identidad e independencia, de nuestros propios deseos y apetencias, lejos de los convencionalismos y la moral imperante, hemos saltado al otro extremo del amor romántico, y ahora, muchxs confundimxs compromiso con atadura, intimidad con la falta de libertad, los naturales problemas de cualquier relación con obstáculo insalvables que nos llevaran inexorablemente al dolor. Relaciones poco profundas que se rompen con mucha facilidad, cuando podrían ir más allá, a veces por el miedo a sufrir, otras por ceñirnos solo a una elección dejando escapar “otras posibilidades”. Límites que unx mismo se impone.

No dejar fluir la emocionalidad.

Por otro lado, también siguen en pie los antiguos esquemas patriarcales de amor, totalmente irreales (no ayudan nada las películas y los libros más comerciales). La búsqueda constante de mujeres y hombres idealizadxs y perfectxs, superhéroinas o superheroes del amor, Romeos y Julietas… Sin parar a pensar que sería más útil la búsqueda de un compañerx de carne y hueso.

Imagen via Morguefile

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“Tan rápido como empezaba a intimar con una chica, empezaba a buscar alguna otra en la página…¿Y si me perdía a alguien mejor? ¿Y si mientras estaba con ella, se me escapaba mi verdadero amor?”

Buscar la pareja perfecta, unas expectativas demasiado altas, ir en busca de algo de manera casi ansiosa, la dependencia emocional, limitar el compromiso más íntimo…factores todos que, seguramente, no permiten llegar a algunos usuarios que buscan una relación a largo plazo, a una disposición “adecuada” para encontrar pareja. Y sin embargo, es irónico que muchos de ellos perciban que sus posibilidades sean más altas de lo que realmente son. Aunque existan (al menos en las ciudades más grandes, las pequeñas es otra historia) un buen número de candidatxs a elegir y todos ellos estén “solterxs y dispuestxs”, a menudo se desprecia el propio estado emocional y vital que alberga en ese momento unx mismx y esos aspectos pueden entorpecer muchos más esa búsqueda que otros factores externos. A veces nuestro peor enemigo somos nosotrxs mismxs.

“Me empeñaba en quedar con chicos cuando realmente seguí pensando en mi ex, la página me ayudaba a mantener mi mente ocupada, pero a la hora de las citas, eran un desastre…”

No es menos cierto, que muchas veces es la otra persona que encontramos la que tiene ese tipo de problemas. Podría ser lógico realizar un intento de seguir adelante si la otra persona está dispuesta a cambiar ciertos aspectos muy concretos a través de una comunicación abierta y asertiva, pero es inútil en empeñarse en que la relación funcione eternamente, tirando solo unx del carro. Lo más seguro es que si ha empezado mal, no vaya a cambiar demasiado, así que lo mejor que puedes hacer unx en ese momento es: cooorrreeerrrr.

“La chica se quedó un fin de semana entero en mi casa, pero luego no me escribía. Yo era la que me empeñaba siempre en llamarla y en quedar, y ella siempre accedía, pero no sé, no parecía muy ilusionada, era como que pasaba el rato. Al final decidí que lo mejor sería que no nos viésemos más”

No obstante, la experiencia es única y embriagadora para aquellxs que sepan mirar con ojos curiosos, dejándose llevar y sabiendo gestionar toda la marabunta emocional que generan un carrusel de citas constantes, con sus aciertos pero también con sus fracasos. . Hay momento que pueden llegar a ser ciertamente divertidos (algunos mirando en perspectiva, no en el momento) y ya, solo por eso, merece la pena. Cualquiera que haya estado en este tipo de apps tiene un buen puñado de anécdotas que contar: quedar para ir a un concierto y que liguen delante de ti, silencios de más de quince minutos porque después de una hora te has cansado hablar y la otra persona es sumamente callada, personas que no son igual que en la foto, “me quiero ir y solo llevo diez minutos”, “habla demasiado sobre sí mismx»…

  • “Estoy saliendo de casa, llego en veinte minutos”
  • “Ay, se me olvidó decirte pero no puedo quedar porque… (añada en la línea de punto cualquier excusa que se le ocurra)”

Tengo que reconocer que para seres ineptos emocionalmente como yo, es muy difícil reconocer las señales de interés. Una vez le pregunté directamente a alguien si le interesaba sexual o emocionalmente hablando, meramente por intentar comprender como funciona todo esto. Me dijo que no. Menos mal, ella tampoco me gustaba. Pero no la saqué de su error cuando me pidió dos veces disculpas porque no había “feeling”. Al menos era maja la chica.

  • “Me gustas, por mí repetimos”
  • “Vale, pero como colegas”

Otras veces no es tan agradable y la cosa se pone tensa. Suele pasar cuando quedas con alguien que no te termina de dar buena espina y aun así, acudes a la cita (¡haz caso a tu sexto sentido!). De repente, estás escuchando una serie de opiniones totalmente contrarias a ti sobre la homosexualidad, se enfada porque no le contesta dos minutos después de que te escriba, llora delante tuya porque has llegado diez minutos tarde o te envía fotos de su pene y ofrece acostarse contigo a los cinco minutos de conocerte. Unx casi se enamora perdidamente de alguien de estas páginas meramente normal con el que conversar…

  • “Ya sé de qué palo vas, no quiero saber si me gustas o no me gustas, estoy enfadada, así que no voy a ir a la cita”
  • Ehmmm, ¿qué he hecho?

Fuera de buenas o malas experiencias, las apps de ligar no son más que un facilitador, una herramienta más que ayuda a las personas a buscar una relación. La herramienta es útil y muy interesante, sin embargo, todo depende del uso que nosotros hagamos de ellas y de la gestión emocional. Está claro que el mundo y la forma de relacionarnos está cambiando, el amor también está cambiando. Las relaciones están cambiando. Y este es simplemente otro vehículo que cada vez estará más usado y normalizado . Sin embargo, es lícito preguntarse si este tipo de aplicaciones no estarán potenciando un tipo de relación menos profundas, más rápidas y de usar y tirar que impidan cierto compromiso sano o la búsqueda infinita del amor perfecto, totalmente irreal. Tal vez, este tipo de páginas estén creando ejercito de mujeres y hombres enganchados a el amor fugaz, estableciendo forma de relacionarse basadas en la artificiosidad.

Sí. los peligros están ahí. ¿Sabrás sortearlos?

El amor en los tiempos del match

En los últimos tiempos, el online dating o “sitio de encuentros” (o sea, las citas por Internet, el ligoteo virtual o los romances electrónicos, etiquétese al gusto), en casi cualquiera de sus ya múltiples manifestaciones (Los “solteros exigentes” de eDarling, “La vida es corta. Ten una aventura” y las infidelidades programadas de Ashley Madison, las “Aventuras discretas” de Tinder, los 245 millones de cuentas de Badoo para “Tener una cita”, los “Hombres objeto para mimar” de Adoptauntío y el resto de parejas virtuales, ciberromances algo-duraderos, encuentros fugaces geolocalizados, etc.), se ha convertido en un temazo de acalorados debates y fenómeno hasta-en-la-sopa. Qué pena que este país, con tantos tertulianos por centímetro cuadrado (sector productivo en expansión), no aborde una novedad de tanto calado social como esta. Como la cuestión da para océanos de tinta y mil millones de comentarios de todo tipo me detendré solo a mencionar uno que me sorprende sobremanera; más allá de los aspectos más evidentes y visibles y los chascarrillos obligados.

 

Bajo la forma descreída, pícara o posmoderna de un espacio de encuentro y gestión tecnológica de las relaciones subyace habitualmente la idea de que existen métodos, algoritmos, mecanismos, procedimientos y, en muchas casos, toda una “ciencia del amor”, que funcionan. Esto es, cada una de estas apps o webs utiliza una fórmula diferente para generar el encuentro, favorecer el match o producir la cita. El abanico va desde el mero cruce callejero (Happn) que renunciaría, de alguna manera a la objetividad algorítimica y abusaría de la coincidencia espaciotemporal, hasta complejos sistemas estadísticos que anuncian a bombo y platillo algunas webs. Si no recuerdo mal, Match o Meetic usaban hasta hace poco un formulario de 100 preguntas cuyo resultado quedaba representado mediante llamativas gráficas tridimensionales, curvas gaussianas que abarrotaban la pantalla y colorines estampados de mesa camilla. La encuesta realizada, se nos aseguraba, afinaría matemáticamente para identificar a nuestro medio cítrico en una base de datos de millones de perfiles descarriados en busca de oveja o pareja. Entre medias, otras cuantas de estas celestinas virtuales tiran de los datos personales y muros de redes sociales, de una lista de gustos y hobbies autorrellenados o simplemente de fotos en poses inverosímiles y clasificaciones dudosas (hasta hace poco Badoo usaba el horóscopo como criterio de búsqueda). Una computación multivariante más compleja que la cocina del CIS en tiempos de elecciones o que la propia NASA va agrupando tortolitos por pares o evaluando nuestra laberíntica vida relacional.

En definitiva, abróchense los cinturones y ajústense las correas de sujeción, el siglo XXI ha entrado por nuestras puertas. A las casas inteligentes con neveras que nos hacen la compra en Carrefour o los smartphones que nos miden las pulsaciones en pleno footing, hay que sumarle un invento que viene a agitar nuestras aburridas vidas: la nueva “informática del deseo” o los “algoritmos del amor”. Los arcaicos solteros de plan o las primitivas agencias matrimoniales vienen a plegarse y verse sustituidos por una compra por catálogo de encuentros y encontronazos o un mercadeo cibernético del ligue. Pero la diferencia es que esta vez el “match” es científico, la cita es el cruce entre la curva de la oferta y la demanda, la conexión viene avalada por un método (Descartes resucita), el flechazo queda garantizado por un sistema de coincidencias exactas de curvas, funciones, mediciones, pesos y alturas, logaritmos y derivadas. El propio Tinder se ha encargado de titular uno de sus videos promocionales de una manera concluyente: “The science of love”. Asistimos al nacimiento de una nueva disciplina que sustituye la química entre personas por una máquina con el software adecuado.

 

 

Sí, ya sé, soy simplista. Se me argumentará que no, que no es para tanto, que son solo trucos para facilitar charlas (el “¿Estudias o trabajas?” de antaño), señuelos para entrar en el mercado de relaciones o coartadas y empujoncitos para que cualquier usuario/a del servicio pueda iniciar su aventura sin titubear. Sin embargo, me refiero al aura que envuelve sugerentemente este nuevo productor de ciber-Romeos y e-Julietas: todos estos servicios están revestidos en un cierto sentido de ecuaciones mágicas parejiles, bálsamos de Fierabrás del pajareo y tecnologías de la conexión íntima. Incluso entre las versiones más escépticas que circulan por la red, hay siempre una moraleja de que corrigiendo o hackeando las fórmulas adecuadas es posible encontrar un perfecto “true love”. Pues a mí la idea de la compatibilidad humana matemática llevada a las últimas consecuencias y de la tecnología al servicio del vínculo y la atracción no deja de atormentarme. Cupido ya no dispara en cualquier dirección, lo hace al dictado de un modelo predictivo con sus propias variables, de un vaticinio de seducciones entre cuerpos o de una ley gravitatoria de las quedadas con unos pocos datos (¿cocina asiática o italiana?, ¿heavy metal o flamenco pop?, ¿tanga de leopardo o a rayas?). ¿No nos habremos dejado arrastrar por ese espíritu predictivo y positivista de la economía financiera que intenta modelizar cada uno de nuestros comportamientos? ¿No estamos otorgando demasiada confianza al menú que nos oferta una app o un website? Nada más lejos de mi intención dar moralinas o criticar el big data al servicio del amor romántico y de otras variantes. Solo poner sobre la mesa las promesas vertidas en buscadores de rollos, agregadores de amistades con derecho a roce y repositorios de relaciones de diversa índole que se han barnizado con varias capas de cientificidad, veracidad y precisión milimétrica.

Can't believe how convenient online dating is

 

Sin embargo, la mayoría de estudios científicos sobre los presupuestos científicos de tal posibilidad son bastante escépticos. No diría que los métodos publicitados en los sitios de encuentros fallen como escopetas de feria pero tampoco atinan como prometían y a lo sumo, tienen la mismita puntería del “cara a cara”. Es decir, puestos a acertar o equivocarnos, la elección está más bien en hacerlo desde un sillón casero o en la barra de un bar. La mediación del online dating altera el proceso (lo gestiona, lo organiza, lo modula, etc.) pero no los resultados. No existe un Santo Grial digital que garantice goleadas o tesoros. Al final, como concluye este artículo de The Guardian, las apps y webs de online dating nos dicen mucho más de nuestra relación con la tecnología (y la mitología que le acompaña) que de nuestras relaciones sociales, afectivas o sexuales realmente existentes. Y quizás también sobre el valor que se da al match, a la coincidencia y a la pareja, como si existiera una esencia última de la afinidad accesible gracias al servicio de la tecno-matemática.

Sin ánimo de hacer preguntas difíciles, ¿se puede computar la atracción física, estimar la conexión afectiva o predecir el gusto mutuo? ¿A qué huelen las nubes? ¿Cueces o enriqueces?

Adopta un tío: la mercantilización del amor

¿Todo vale en el amor y en la guerra? No desde mi punto de vista. Y en esta guerra continua que es el capitalismo -guerra por vender más productos, por ganar más dinero aun a costa de bajar salarios y empobrecer a los trabajadores, guerra por superar a los competidores, guerra por hacer el eslogan más pegadizo- creo que no debemos perder de vista esta idea. Ni todo vale para conseguir nuestros objetivos… ni nuestros objetivos son siempre legítimos.

Digo todo esto porque tengo la sensación de que, poco a poco, todo se va convirtiendo en algo susceptible de ser vendido o, en su defecto, de servir para vender. Las grandes ideas como la libertad, los derechos o las revoluciones aparecen en los anuncios de las multinacionales, y asuntos como el amor se convierten en mercancías catalogables a las que se puede poner un precio. Y así, nos encontramos con que a los problemas y limitaciones del amor romántico, que se vienen discutiendo en este blog, se suma una: la mercantilización del amor a través de las páginas web de contactos.

Quiero aclarar que no considero las prácticas que se dan en Internet como radicalmente diferentes a las que se dan en en el mundo offline (o, al menos, no lo son necesariamente). Al contrario: son reinterpretaciones, modulaciones o reflejos de las acciones que desarrollamos cuando no existe esa mediación de un ordenador o un teléfono móvil… aunque tanto los apocalípticos como quienes piensan que Internet ha bajado del cielo a salvarnos probablemente no piensen así. Por supuesto, la mediación que produce el dispositivo influye en la comunicación que se da. Pero la forma en que escribimos por Whatsapp, por poner un ejemplo, no influye más en la comunicación que la ropa que lleve puesto el interlocutor que tenemos frente a nosotros. No hay algo así como una comunicación directa, aséptica y no mediada (ni online ni offline), y tampoco podemos decir que las páginas web de contactos sean el invento del siglo.

Donde antes había oficinas y discotecas, ahora hay oficinas, discotecas, y páginas web de contactos. Con sus características y particularidades, no deja de ser un lugar en el que encontrar pareja. Hay miles de cosas que se podrían decir sobre estas plataformas: qué tipo de fotos de perfil usa la gente, la gran variedad de webs específicas que hay, las herramientas que emplean algunas de ellas y que aseguran ser un ‘método científico’ para encontrar pareja, etc. No discuto que pueda tener ventajas ni que sea un método perfectamente válido para encontrar pareja.

En lo que me quiero centrar, sin embargo, es en esa nueva forma de mercantilización que nos brindan las páginas web de contactos. Y, para ello, vamos a analizar a grandes rasgos la interfaz de adoptauntio.com.

AdoptauntíoSEM

Sin entrar siquiera en la web ya nos encontramos con varias perlas: aquí los hombres son objetos (así, tal cual) y las chicas (chicas, que no mujeres) mandan (¿era esto el empoderamiento de la mujer por el que las feministas luchábamos?).

Si te armas de paciencia y decides entrar, te encontrarás esto:

AdoptaUnTioOfertas

No, no te has confundido y te has metido en la página de El Corte Inglés. Es Adopta un tío. ¿Te ha despistado el carrito de la compra o la posibilidad de buscar por categorías de producto? A mí también.

Me parece cutre la idea de hojear el catálogo de hombres hasta dar con un chollo. Me molesta que consideren que las relaciones (sean o no amorosas) se pueden basar en la dominación de una de las partes sobre la otra. Pero, sobre todo, me da asco que quieran transformar el mundo en un gran centro comercial donde te paseas por el supermercado del amor y la boutique de la amistad.

No quiero ser consumidora. Quiero ser persona. 

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