¿Eres tú o es Whatsapp? El check azul y nuestra necesidad de control
La semana pasada, Whatsapp incorporó un nuevo aviso: cuando el doble check se vuelve azul, podemos asegurar que el destinatario ha leído nuestro mensaje. Este «inocente» cambio se ha convertido en uno de los temas más candentes de la semana. ¿Por qué nos ha dolido tanto que se implantase el check azul? Porque confirma nuestros peores temores.
– Yo no los contesto. Pero luego cuando no me contestan a mí me pongo en lo peor.
– Yo pienso todo el tiempo que se han enfadado conmigo si no me contestan.
– Sí, pero es que tú siempre piensas que todo el mundo está enfadado contigo.
– Eso está claro. La tecnología no nos convierte en otra cosa, sólo nos exagera.
– Yo creo que nos hemos vuelto fáticos.
– ¿Qué?
– Fáticos. Como el «sí» de cuando hablas por teléfono para que la otra persona sepa que no has dejado el auricular y te has ido a otro sitio. Ahora la tecnología hace eso: sí, funciona, sí, has enviado el mensaje, sí, lo ha recibido, sí se ha conectado. Pero los que nos obsesionamos con hasta qué punto la persona está al otro lado de verdad somos nosotros.
– ¿Y si sabemos que funciona qué queremos comprobar?
– Pues que nos quieren. Escribimos con cualquier excusa y en realidad no necesitamos una respuesta, pero la esperamos. Porque demuestra que están pendientes de nosotros, que nos echan de menos, que…
– Al final estamos más pendientes de quien no está que de quien sí está.
– El mundo se va a la mierda, en serio.
Esta conversación es de hace más de un año. No había check azul que valiera pero ya nos acompañaba ese miedo a que no nos estuvieran haciendo caso, ese que hace que «Doble check», de Paco Caballero, haya sido el corto más visto de la historia del Notodofilmfest.
La reacción ante este cambio en Whatsapp es que proliferan los posts sobre «cómo se quita el doble check azul» (creación de fraudes incluida), lo que ha hecho que la aplicación rectifique y haya anunciado la posibilidad de desactivarlo en una próxima actualización. Se habla de tecnologías de control todo el rato; desde mi punto de vista, las tecnologías no hacen más que reflejar nuestra forma de hacer; la exageran, participan de esta, si queremos, pero hasta ahí (Amparo Lasén lo sabe decir mucho mejor que yo). No nos controla la tecnología, sino nuestros jefes, socios, amigos, familiares, o, en el caso que nos ocupa, la pareja. Si no tuviéramos doble checks, lo haríamos por teléfono, porque el problema de base es que necesitamos saber y controlar: las tecnologías se limitan a responder a esa necesidad.
En nuestra nueva concepción del amor, un signo de compromiso evidente y necesario es la disponibilidad permanente. Esto ni es nuevo ni es exclusivo del amor. Esto empieza con las jornadas flexibles en el entorno laboral y la telefonía móvil, con el correo electrónico y el teletrabajo, y se generaliza en el momento en que todos tenemos un smartphone en la mano. En la misma medida en que la tecnología nos libera y nos permite trabajar desde casa, a cualquier hora, en cualquier punto del mundo, nos hace corresponder con una promesa: la de atenderla. Es casi como en los cuentos clásicos: vender el alma al diablo, el primogénito a Rumpelstiltskin, la voz de la Sirenita a Úrsula. Podrás contactar con quien quieras cuando quieras, podrás hacer planes improvisados continuamente, pero deberás estar siempre listo para dar el parte sobre qué haces, dónde, con quién.
El doble check de Whatsapp nos duele porque no somos capaces de decir o pensar «Sí, he leído tu mensaje, pero no voy a contestarlo». Ni siquiera «OK, ya te contestaré
cuando me venga bien». La tecnología nos ha invadido de tal forma que contestamos los correos del trabajo desde la cama, ¿cómo no vamos a contestar un Whatsapp, aunque sea con un emoticono? No somos capaces de poner fronteras: ni entre la vida privada y la profesional, ni entre las diferentes dimensiones de la vida privada: estoy con otra persona, o, simplemente (y este es el pecado máximo) estoy sola y disfrutando del silencio y de mis pensamientos. Esta idea no entra en la cabeza de nadie: por eso cuando estamos al otro lado, mirando el doble check volverse azul, nos ataca la paranoia. Ya no nos quieren. Prefieren a otras personas. Hemos hecho algo mal. No somos ocurrentes ni divertidos. Nuestra vida social se desmorona.
Estamos obsesionados con la inmediatez y con la hiperdisponibilidad. Y tenemos unas vidas sociales más ricas que nunca, pero nos aterroriza que se deshagan. Tenemos miedo a que no nos quieran: el mismo que hemos tenido siempre, pero ahora más rápido y con más personas.
¿Y si dejamos de culpar a Whatsapp y empezamos a trabajar en nuestra necesidad de escuchar a cada rato que nos quieren?

Vega Perez-Chirinos Churruca

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