En qué se parecen Ryan Gosling y Álvaro Reyes
Hace unas semanas el «maestro de la seducción» Álvaro Reyes salta otra vez a la palestra; en este caso por el escrache feminista que se ha encontrado en su última llegada a Barcelona; una acción de autodefensa, teniendo en cuenta que estaba en un lugar público rodeado de una serie de discípulos a los que enseña a acosar a mujeres. Lo sorprendente no es este episodio; lo sorprendente es que este tipo y sus congéneres puedan seguir haciendo de eso que llaman «la seducción científica» y que no es más que el acoso sexual sistematizado reconvertido en un programa de coaching su modo de vida. Digo «sorprendente», pero es falso: no me sorprende para nada si consideramos el imaginario al que estos hombres están sometidos.
Y es que no hay ninguna diferencia entre «alvarodaygame» y todos los personajes de Ryan Gosling, salvo, quizás, que la mayoría de la gente encuentra a Gosling atractivo (diferencia, por otra parte, muy relevante, en tanto que hablamos precisamente de un hombre que enseña a «saltarse» las reticencias de las mujeres que no quieren tener sexo con él. Es muy posible que el hecho de que a mí me dé un poco de repelús a nivel físico sea lo único que hace que a mis ojos películas como El diario de Noa, Blue Valentine o Crazy, Stupid, Love no sean más que un alegato romántico a favor del acoso sexual.
Todas ellas se desarrollan bajo el mismo esquema: Gosling aparece, ve a la chica, decide que va a acostarse/casarse /tener hijos con ella, y a partir de ahí durante todo el primer acto se dedica a enfrentarse a sus múltiples negativas de forma más o menos espectacular o más o menos grimosa: desde el «romántico» salto a la noria de El diario de Noa al repugnante movimiento a lo American Psycho de Crazy, Stupid, Love. El problema de El diario de Noa no es la idea del alma gemela o el discurso-sueño americano de que el amor no entiende de clases (en el que mejor que no entre); igual que en Blue Valentine, el problema no es si la vida sexoafectiva de los protagonistas es más o menos satisfactoria. El problema es que en todas estas películas se muestra exactamente el mismo mensaje que en todos estos negocios de acoso al por mayor, es decir: el que la sigue la consigue y si no es así es porque ella es una estrecha.
En Crazy, Stupid, Love es en la que más claramente podemos ver el paralelismo entre Gosling y Álvaro Reyes o cualquiera de estos autoproclamados gurús (estrictamente hablando, acosadores). Pero no existen diferencias más que de estilo en el patrón que todos ellos siguen para acercarse a las mujeres. Aparentemente las negativas de ellas no importan, nunca importan. Aparentemente, Gosling tiene perfecta legitimidad para empezar a seguirla: en sus trabajos, a sus casas, por su pueblo. Y, por supuesto, junto a la protagonista siempre hay un personaje que le recomienda «no ser tan estirada». Chicas del mundo, ¿cuántas veces habéis escuchado que sois unas estiradas/frígidas/bordes simplemente por no ceder ante los requerimientos de un tipo que no os atraía y punto?
Las feministas repetimos continuamente que «ni las mujeres ni los territorios son espacios de conquista», pero exactamente igual que la historia nos demuestra que somos incapaces de aprenderlo en el caso de las fronteras, hay todo un aparato que justifica que también las mujeres deben ser colonizadas. Empezando por el discurso científico de la reproducción en el que los valientes espermatozoides se adentran a través del sinuoso, laberíntico y hostil paso de la vagina para alcanzar al expectante óvulo que aparentemente no tiene nada mejor que hacer que esperar pasivamente a ser fecundado (una descripción bastante sesgada de un proceso que requiere la colaboración de todo el aparato femenino para culminar). Esperar, como dice Pamela Palenciano, es el eterno rol de lo femenino. En este caso tenemos la promesa de una fantástica historia de amor. ¿Qué pasa, que el chico no te atrae? No te preocupes y espera, ¡es cuestión de tiempo! Acostúmbrate.
En psicología social se llama «efecto de mera exposición» a este por el cual los estímulos se nos hacen cada vez más agradables simplemente por el hecho de ser conocidos. Es ese fenómeno por el que preferimos los números que nos recuerdan a nuestra fecha de nacimiento o a la casa que vivíamos de pequeños. Al nivel de la atracción interpersonal, hay experimentos que demuestran que los mismos usuarios encuentran a la misma chica mucho más atractiva después de que esta le siga (que aparezca en sus clases, se deje ver en sus espacios de ocio, etcétera), incluso aunque nunca hayan interactuado. Es decir: lo grave es que, efectivamente, a nivel cognitivo la cosa funciona. Cuando hemos visto numerosas veces el mismo estímulo empieza a parecernos familiar y deja de parecernos amenazante. Por eso los personajes de Ryan Gosling son peligrosos: porque nos están indicando que el acosador al final no es tan malo, que es una cuestión de paciencia, que hay un buen tío detrás de la insistencia, que nadie nos querrá tanto como ellos; en definitiva, que tenemos el imperativo social de decir que sí, de dejar de ser desgraciadas, de dejarnos seducir por estos «científicos» que, amparados en preocupantes deformaciones de todas las teorías biológicas, psicológicas y sociológicas para que legitimen un comportamiento repugnante se empeñan en convertir el consentimiento en el resultado final de una ecuación, en vez de en un acto de voluntad; como si cualquier cosa que obligase a una persona a realizar algo anulando su voluntad previa no fuese, por su propia naturaleza, un acto inmoral.

Vega Perez-Chirinos Churruca

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¡Tremendo post, Vega! Me gustó muchísimo cuando lo leí así que me animé a ver la película. Reconozco que no la había visto porque me daba miedo que fuera un «pastelón» romántico. Y ¡ojo! que las películas «románticas» o cuyo tema central es el amor me gustan. De hecho, me encanta «Memorias de África». Me basta escuchar el principio de esa maravillosa BSO de John Barry para emocionarme pero no la recuerdo tóxica, aunque debería de volver a verla. Desde luego, el personaje femenino es infinitamente mejor, más consistente, con mucha más gama de emociones y su meta en la vida no es el amor, sino su plantación. Pero la relación entre Meryl Streep- Robert Redford fluye. Es un amor más libre, más maduro. Es un amor que no pide nada sino que da.
La película de El diario de Noa me pareció malísima cinematográficamente hablando. Ryan Gosling, efectivamente, acosa a la protagonista. Sigue ese patrón de «no aceptes un NO, tú sigue, que ella ya se dará cuenta de que en el fondo quiere. Ese mensaje es infinitamente tóxico. Quiero ser 100% honesta y reconocer que a mi el Gosling tampoco me gusta nada, no me parece atractivo y su cara tiene algo que me provoca repulsión.
De Álvaro Reyes sí que sabía. Vi el escrache y luego buceé por su canal. El muy ladino ha borrado los vídeos más corrosivos y vi uno en que se mostraba, sorprendido por el escrache, cual corderito degollado, explicando que él solo hablaba de violaciones y de forzar a las mujeres al principio, como una manera de llamar la atención entre los muchísimos YouTubers que existen. Patética excusa. No conocía el término «seducción científica» y me da pavor. También me da pavor que los vídeos de este tipo tengan tantas reproducciones y que la gente se apunte a sus «talleres». Sinceramente, pensé que era algo que ya habíamos superado en los 90, que era algo que la fantástica interpretación de Tom Cruise en Magnolia (peliculón) ridiculizaba por lo absurdo del tema en sí mismo. Ingenua de mi.
No he visto la otra película que comentas, Crazy stupid love, y dudo que lo haga. Pero creo que has dado con el quid de la cuestión cuando preguntas a cuántas nos han llamado frígidas, estiradas o bordes por no ceder ante un tipo que no nos gustaba. Y diré más. Puede que sí te guste pero no te apetezca. O que te gustara pero ya no. En cualquier caso, un no es un no, siempre.
Y para no amargarme el sábado, que estas cosas siempre me ponen de mala leche, termino con este mini vídeo de Los Simpsons. Si es que no, es NO.
https://www.youtube.com/watch?v=44uM8WH3b60