En qué se parecen los machistas y las ONGs

– Perdona, ¿tienes un minuto?
– No, lo siento.
– ¡Qué desagradable eres!

Si al leer esto has pensado inmediatamente en alguien captando socios para una causa solidaria, enhorabuena, eres o pareces un hombre.  Si eres o pareces mujer, no sabrás si esta conversación se refiere a la situación anterior, a un día que corrías para coger el autobús y un tipo que iba a coger el siguiente te bloqueó en la parada, a ese señor raro que te esperaba en la puerta del colegio cuando tenías nueve años o a cualquiera de las otras miles, millones de variantes que tiene el acoso callejero. Y es que, de una forma curiosa y espeluznante, ambas prácticas (conseguir fondos para las ONGs y exigir atención a las mujeres simplemente porque sí, porque tú lo vales) se están entrecruzando a unos niveles que empiezan a ser prácticamente indistinguibles.

Imagen via Upcycled Patches

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Empecemos por la parte marketiniana: «¿Tienes un minuto?» es una técnica de venta más vieja que andar hacia delante (o casi), llamada «El pie en la puerta». Esta se basa en algo que nos va a parecer súper evidente, pero que, en serio, no lo es desde el lado del receptor: cuando consigues algo de tu interlocutor es mucho más fácil conseguir algo más. El minuto se transforma en tu atención durante cinco, y esta en una donación puntual, que luego te agradecerán con una carta en la que te invitan a suscribirte permanentemente, y a continuación a aportar algo más de forma extraordinaria porque hay una necesidad puntual urgente que atender, y al cabo del año a subir tu cuota. Todas las ONGs que conozco (y, a pesar de muchas de las cosas que voy a escribir aquí, soy socia de tres y lo he sido de otras cinco más a lo largo de mi vida) funcionan exactamente igual. ¿Por qué? Porque funciona, claro. No siempre, pero funciona. Es como usar una palanca: si encuentras el punto de apoyo, mueves el mundo. Si encuentras la conexión, ese socio potencial ya es tuyo.

Así que las ONGs no van a por tu suscripción anual, claro que no. Van a que les digas que sí. Una sola vez. Van a lo seguro. «¿Te gustan los niños?» «¿No te parece terrible lo que está pasando en Siria?» «¡Tenemos que parar a quienes están destruyendo el Amazonas!, ¿verdad?». Porque a ver quién es el antisocial que tiene valor de decir «no, son una lacra social», «bueno, en la tierra somos muchos» o «a mí me da lo mismo: que se preocupen los que vengan detrás». No, eso no se dice, jamás. Somos buenos ciudadanos: nos gustan los niños y los animalitos y nos preocupamos por las personas que sufren, al menos si las vemos mucho por la tele y nos queda muy claro que no tienen nada que ver con nosotros (ya, lo de Melilla, pues lo comentamos otro día). Tuve la suerte de tener una profesora fantástica que me enseñó todo esto desde un punto de vista sociológico y no sólo desde el marketing que había estudiado yo y que recomiendo leer a todos los que os interese el tema, Vanesa Saiz Echezarreta; por mi parte lo dejo, de momento, aquí, porque casi os enlazo su tesis, y tampoco es la cuestión.

Los captadores de ONGs y los acosadores buscan lo sencillo: que digas que sí. Una sola vez. Clic para tuitear

Pero ahora, para quienes no seáis vistas como mujeres cuando andáis por las calles, tomáis café, estudiáis en la biblioteca, etc., os voy a contar otra cosa: y es que la interacción con los hombres desconocidos es, en nuestro caso, muy parecido a esto cada día, en cada contexto.

¿Os acordáis de la polémica que se desató cuando una chica se indignó en Twitter porque un chico se había acercado a ella en la biblioteca para invitarla a café? «¡Exagerada!» «¡Feminazi!» «¡Odiahombres!» «¡Desagradecida!» Hay que tener muy mala leche para que te siente mal que te inviten a un café, ¿eh? Pues no. Porque ese café tiene una historia detrás, y hemos aprendido de ella a protegernos.

Nuestra experiencia, a lo largo de los años, seamos más o menos guapas o feas conforme al canon de belleza que nos toque, viene a ser terriblemente similar en cuanto empezamos a compartirla: en muy poquitas ocasiones un desconocido nos ha abordado sin que hubiera una intención detrás. Generalmente, la sexual. Es más: luego esos mismos que levantan gritos de «odiahombres», si ella se hubiera levantado de la biblioteca y se hubiera ido a tomar un café con él, y él hubiera aprovechado la salida del café para llevarla a un callejón y violarla, son quienes dicen «qué ingenua, a quién se le ocurre tomar un café con un desconocido». Entre otros, nuestro Ministerio del Interior, nada menos.

Quienes acusan de odiahombres a una mujer por desconfiar la llaman ingenua si finalmente es violada. Clic para tuitear
Imagen via Tumblr

Imagen via Tumblr. La noticia completa sobre el asesinato de Mary «Unique» Spears se puede leer aquí.

Esto, así contado, suena ridículo de lo incoherente que es, pero vivimos con esto todos los días de nuestras vidas, sobre todo desde que nos desarrollamos. Porque, de pronto, tú tienes nueve o diez años pero hay señores random que se bajan de sus coches y te dicen «oye, guapa, ven un momento» (¿tienes un minuto?). Porque sacas a tu perro y montones de hombres solos te acorralan en los portales con el «qué perro tan bonito, ¿muerde?» (¿te gustan los niños?) para convertirse después en un «y la dueña, ¿muerde o se va a dejar tocar?». Porque cuando andas por la calle, señores random te gritan «qué seria vas, hija mía, sonríeme un poquito, alégrame la mañana» (sólo es un euro y es súper importante), pero resulta que cuando no te da la gana de sonreír, la cosa, a veces, se pone muy fea: porque ya no se trata de que tú sonrías y eso sea bonito para ti y para quienes te ven feliz, sino de que han hecho un mandato sobre lo que tienes que hacer, tú, como mujer, para formar parte del espacio público que dominan ellos, los hombres, y no has cumplido. ¿Cómo osas, mala mujer? A ver si vamos a tener que enderezarte. Y todas nosotras temblamos cuando oímos esas palabras porque no será la primera vez que, por plantarnos ante un trato que no nos gusta, lo que nos encontramos es, directamente, una agresión.

 

Volviendo a la relación entre ambas cosas: quizá las mujeres que os hayáis encontrado con captadores de ONGs recientemente hayáis visto un extraño fenómeno, y es que ahora en muchos casos el estilo original de aquellos se ha reforzado con las características primarias del acoso. Hemos llegado a tal punto que el chico simpático con chaleco de una asociación que, a priori, te cae bien, te dice «Madre mía, vaya belleza» y cuando no contestas dice «Está claro que eres sólo guapa por fuera, qué vergüenza no pararte a hablar conmigo». La primera vez me dejó a cuadros. Pero es que no me ha pasado una sola vez, no me ha pasado sólo a mí, y, por lo que he contrastado, no pasa sólo en Madrid. Que os acosen por la calle cuando quieren pediros dinero para una buena causa es tendencia, chicas. Tomad nota.

Y, por supuesto, no falta el recurso a la culpa. «Con lo guapa que eres y lo poco que sonríes» (hay que ver lo desagradecida que soy, que encima de que soy guapa no comparto mi belleza con todas las personas que quieran mirarla, así, como si mi vida fuera un escaparate gigantesco) se convierte en «con lo guapa que eres y lo poco solidaria que eres». Madre mía. Soy un desastre ciudadano. No me gustan los niños. No me importan los sirios. Están matando focas. Yo no llevo suelto, o estoy en el paro, o tengo un mal día, o me he sentido agredida por las formas terribles en las que el captador se ha dirigido a mí, pero, no os quepa duda, el sabor de boca que me llevo es que la culpa es mía. Porque soy una seca. Una rancia. Una desagradable. Una borde. Porque «una sonrisa no cuesta nada», «un euro no cuesta nada».

Verás, es que esa no es forma de dirigirte a una desconocida. Es que no me importa lo más mínimo que te parezca bella por dentro, por fuera o por donde meo. Mal está que me hostigues por la calle para pedirme dinero para un problema que resolvemos con organizaciones mediadoras en vez de demandando a nuestros gobiernos que tomen medidas sistémicas (perdón. Ya sabía que se me iba a escapar. Aun así, insisto, soy y he sido socia de varias ONGs y este texto es sin acritud hacia ellas, dejando al margen las estrategias de venta, que suelen estar externalizadas); pero que lo hagas apelando a la misma forma en la que me acosarías sexualmente me parece de locos.

Lección clave de autodefensa: pon límites lo antes que puedas, porque los van a intentar saltar. Clic para tuitear

¿Sabéis qué enseñan en los cursos de autodefensa? Que el pie en la puerta es súper eficaz. Y que, por tanto, cuando sepas que tu límite está en un punto determinado, tienes que ponérselo a la otra persona mucho antes. Para que no haga palanca. Da igual lo fácil que parezca la primera demanda, si es un minuto, una sonrisa o un café; si la interacción no te está gustando, si no tienes tiempo, si no tienes ganas, recuerda que no estás obligada a nada. Que no le debes nada a nadie. Pon ese límite desde el principio, para que tu interlocutor no se aproveche de esa culpa que tenemos tan bien interiorizada las mujeres, de esa necesidad permanente de agradar que nos enseñan como parte clave del ser mujer, de esa generosidad que conlleva el ser ciudadano pero a la que, curiosamente, sólo apelamos de forma puntual (¿hola, tienes un minuto?) y no desde el civismo que enseñaría, por ejemplo, que hacer sentir mal a una persona no es, en ningún caso, una técnica aceptable de venta. Ni de ligoteo, por supuesto.

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Vega Perez-Chirinos Churruca

Iniciadora de este proyecto. Redactora en varios medios y blogs
Un día empecé a preguntarme por los modelos románticos que copaban las letras de mis canciones favoritas, me di cuenta de que las pensaba mejor cuando lo hacía con amigas... Y aquí terminamos.

21 comentarios

  • Ana Fernández Galarza

    Hola Vega,
    Me he sentido muy identificada con la entrada, además de otras situaciones hubo una este mismo verano, iba corriendo con unos congelados intentando llegar a casa antes de que se cocinaran (agosto en Madrid), cuando me encontré a un “señor” que me preguntó si podía hacerle un “favor”, a lo que le respondí que no, que iba a mi casa corriendo con congelados.
    Parece que yo por estar ahí, estaba obligada a hacer un favor a esa persona que no conocía de nada. Al cruzarme en su camino, sus intereses comenzaron a prevalecer sobre los míos, y yo fui tan tonta que no me di cuenta… Él tuvo que hacérmelo notar gritándome e insultándome por no pararme, y lo peor, no es sólo que él pensase que yo tenía que hacerle un favor, sino que yo me sentí culpable por no hacerlo.
    Espero seguir analizando este tipo de situaciones, e ir superando poco a poco la necesidad de “agradar” a todas las personas que me rodean.
    Mil gracias por el post!

    • Vega Perez-Chirinos Churruca

      Total; otro ejemplo perfecto. Tú le das una explicación que no le debes, simplemente por respeto y empatía, y parece que eso da pie a que la conversación escale hasta el nivel de increparte a gritos.
      Y lo de la culpa… Siempre es su punto de anclaje. Me revienta, porque ojalá pudiéramos vivir en una sociedad donde esa voluntad de cuidar y de agradar que nos enseñan a nosotras como mujeres nos las enseñasen a todos como cuidadanos. Pero no, es sólo para nosotras, y encima se considera, parece ser, una muestra de debilidad.
      Últimamente le doy muchas vueltas a la relación también entre esto y la crítica al feminismo. Es que es el mismo tono que la conversación que acabas de contar. «Oíd, es que las mujeres necesitamos poder vivir seguras por la calle, no nos acoséis» «¡Amargada! ¡Mal follada! ¡Odiahombres! ¡Feminazi!» Pues nada, la próxima vez que alguien nos diga por la calle lo guapas que somos, se conoce que tendremos que reaccionar como ellos: «¡Machista! ¡Violador! ¡Misógino! ¡Enfermo!». Igual así nos entienden.
      Mil gracias por tu comentario, me hace mucha ilusión leerte por aquí y no sólo saberte en la sala de máquinas. 😀

  • Beatriz Martínez Isidoro

    Hola chicas,

    Me gustaría compartir con vosotras una experiencia y una reflexión que desde que cumplí los treinta no deja de sucederse en mi vida. En primer lugar, no dejo de recordar cuando era pequeña (aproximadamente desde que tengo memoria a largo plazo) y mi padre me enseñó a dar puñetazos. A mí me parecía un juego y algo divertido, porque ponía su mano como «punch» y me decía cómo debía hacerlo, pero ahora lo relaciono con muchas cosas, sobre todo por sus palabras de «no te metas con nadie, pero si se meten contigo defiéndete y les duela». Y lo que dice tu padre con cinco años es palabra de dios, o más. Así que de niña y adolescente me gané la fama de «guerrillera», no por pelearme, pero sí por tener una respuesta muy contundente ante los típicos niños imbéciles que se meten contigo o intentan tocarte el culo, levantarte la falda y toda una serie de diversiones infantiles que te tocan la moral femenina a muy corta edad.

    El caso es que cuando cumplí los treinta reflexioné sobre mi vida y mis circunstancias, llegando a la conclusión de que tengo suficientes amigos y amigas y que si este número aumenta no va a ser por la calle, ni en un bar, así que he decidido ser una «borde» por sistema. Porque así pierdo menos tiempo y energía, y como lo tengo asumido, he logrado deshacerme un poco de la culpabilidad. De hecho, hoy dos hombres me han intentado parar por la calle con el formulismo «Hola guapa, te puedo preguntar una cosa?» y mi silencio e indiferencia les ha molestado, por lo que han insistido con lo de «solo quería preguntarte una cosa»…. Ni siquiera lo he sentido por ellos, porque el último que me quiso «preguntar una cosa» y me paré para atenderle porque omitió el «guapa», quería que le diera mi número de móvil… y es que se supone que la culpa es mía por ser proporcionada y hacer deporte con ropa de lycra, pero como soy una borde me dedico a sacar el dedo corazón a toda pregunta absurda o borricada que escucho a pesar de los auriculares.

    En fin, que me estoy intentando tomar los treinta como una etapa en la que quiero estar por encima del bien y del mal, pero sobre todo quiero tener el valor de responder a este tipo de cosas en la misma medida que me hacen sentir violenta e incómoda. No me quiero conformar con la indiferencia ante los «hola guapa, te puedo preguntar algo», o las miradas lascivas de señores que pueden ser mis abuelos sin ningún tipo de respeto por mi persona; quiero devolverles la incomodidad de su comportamiento. Realmente, lo que quiero conseguir es pararme delante de alguno de estos tipos y con todo la serenidad del mundo preguntarles si se sienten mejor o más hombres por hacerme sentir mal a mí, por lo menos para que alguno tome conciencia, porque la mayoría creo que repiten comportamientos estúpidos sin ni siquiera plantearse el por qué, ni para qué.

    • Vega Perez-Chirinos Churruca

      Qué crack tu padre. 🙂 Claro que sí, gran parte del curro que tenemos por delante ahora mismo es el de enseñar a las que ahora son niñas a que tienen todo el derecho a defenderse.
      Me encanta tu actitud y tus treinta suenan geniales. A mí todavía me cuesta bastante tomármelo con esa filosofía, aunque intento empaparme de vuestras experiencias (¿Conoces El Cazador Cazado, de Alicia Murillo?). Mil gracias por compartirlas.

  • Isis Brand

    Ostras, he visto el título del artículo por curiosidad y he clickado en seguida porque ME PASÓ.
    Este verano tuve un episodio que es TAL CUAL lo que cuentas, ese solapamiento. Un chico de UNICEF me fichó mientras me acercaba, y cuando tenía mi frase «ya soy socia, buenos días!» en la punta de la lengua me cogió las manos atrayéndome hacia él y hablándome muy cerca, dándose la siguiente conversación:
    – ¡Qué alegría verte!
    – Pero, ¿quién eres?
    – Lo importante no es quién soy yo, sino quién eres tú…
    Y luego se largó un speech sobre mi sonrisa, mis ojos y la alegría de vivir que le acaba de dar verme mientras yo intentaba zafarme de sus garras, y buscaba ayuda y complicidad en la mirada atónita de la chica de la ONG que lo acompañaba.
    Fue una de las situaciones más bizarras que he tenido. Bastante bonito y feo saber que no estaba sola en esto.

    • Vega Perez-Chirinos Churruca

      «Bonito y feo», qué bien expresado. Es agotador pensar todo el rato que estas cosas sólo nos pasan a nosotras, que no lo hemos sabido gestionar bien, que lo hemos provocado de alguna manera… Cuando de pronto otra mujer señala que estas cosas pasan todo el tiempo es muy liberador de esa carga de «tendría que haber hecho las cosas de otra manera» que nos echamos encima todo el tiempo cuando nos acosan, nos agreden o nos menosprecian. Es bonito ver que hay otras mujeres que nos ayudan a reconocer que lo que nos pasa es común, que no es culpa nuestra, que no nos lo estamos inventando…
      Y sí, es feo, triste, desgarrador, lamentable y asqueroso que sea un sistema que funciona en todas partes, contra todas las mujeres, en todos los niveles.
      Pero el primer paso es saber reconocerlo para poder no permitirlo.
      Mil gracias por tu comentario. No estás sola, no estamos solas. 🙂

  • Rocío

    Maravilloso artículo! Yo antes era de las «ingenuas», de las chicas educadas que se paran cuando les preguntan algo pensando que me van a pedir fuego o a preguntar la hora, pero me he topado con tantos y tantos y tantos pesados por pararme, por sonreir, por ser educada… por no entrar en detalles de situaciones bastante desagradables. Hace tiempo que ya decidí por sistema no contestar a los «tienes un minuto», ni siquiera a los chicos captadores de ONG que después de la negativa para la donación a la ONG te piden tu número de teléfono! Perdona???? Hay que ver qué rancia soy, que no doy ni lo uno ni lo otro…

    • Vega Perez-Chirinos Churruca

      El otro día decía una compañera que daba mucha rabia que al final haya que rechazar la ayuda porque te la ofrecen como si te estuvieran perdonando la vida, que cómo era posible que esas actitudes nos hubieran robado algo tan bonito como la ayuda mutua. Me pasa igual con el contacto casual, qué rabia me da de verdad que haya que estar a la defensiva, que un «hola» pueda llegar a ser una amenaza. Ojalá poco a poco nos acerquemos a un mundo un poco menos hostil y podamos ser todo lo encantadoras, sonrientes y educadas que queramos sin que aprovechen la situación para dar la brasa. Entre todas seguro que lo conseguimos.
      Gracias por tu comentario y un abrazo, Rocío.

  • Eva Witt

    Hace un par de meses, esperando a la salida del metro de Atocha a una amiga, estuve viendo el comportamiento de un grupo de chicas/os de Unicef con la gente. Dos chicas muy monas (una de ellas siempre sentada pasando de todo como de la mierda) que abordaban a tíos que luego las baboseaban, y un chico monísimo de la muerte, acosando a las mujeres con actitudes muy como las que contáis (ese cogerte de las manos, ese acercarse mucho, ese mirarte profundamente a los ojos). Y yo, a todo esto, mirándoles desde lejos. Finalmente me decidí y me acerqué a los tres en un momento en que estaban juntos sin acceder a nadie y les dije lo que parecían desde fuera: que ellas se vendían para conseguir socios, y que él acosaba para conseguir socias, y que daban tan mal rollo y eran tan obvios que servían como ejemplo para un ejercicio sociológico de esos que se exponen en youtube. A una de las chicas se le demudó la cara. No les dejé contestar, no me gusta desgastarme. Me di la vuelta y volví a sentarme al lado de la salida del metro esperando a mi amiga. El tío hizo amago de venir hasta mí, pero las chicas le frenaron. Una pena, tenía ganas de «marcha» esa tarde.

  • Cecilia

    Mira, qué chistoso: recién llego al trabajo y leo esto. ¿Y por qué digo que «chistoso»? Porque a unas cuadras un tipo, en un taxi, me chistó y me dijo «adiós». Como estaba parado me regresé a recriminarle, a preguntarle por qué me hacía como perro, por qué me hablaba de esa manera tan familiar si ni conocía. Y pues claro, me llamó loca maleducada. «¿¡Qué tiene de malo saludar!?». Lo mismo hace unos meses, igualmente llegando al trabajo: un señor de unos 50 años me susurró al oído (invadiendo mi espacio personal, obvio) «guapa» y cuando le reclamé, me respondió: «Mira, niña, si alguien te llama guapa, le tienes que agradecer». ¡Por favor!
    Yo no tengo la necesidad de agradar a las personas que me rodean, sobre todo si son tipos que me desagradan tanto, y por ello siempre respondo, siempre reclamo, siempre grito. Y a veces obtengo disculpas farfulladas con vergüenza, otras simplemente la indiferencia, la burla y la expresión «¡loca!». Pero duele, igualmente. Es agotador estar siempre a la defensiva y en pie de lucha.

    • Vega Perez-Chirinos Churruca

      «Si alguien te llama guapa, le tienes que agradecer». Mira, ayer por la noche, justo, yendo con una amiga, un tipo se nos acercó pidiendo tabaco, y cuando le dijimos que no dijo que «daba igual, que sólo quería contacto social» y que «nos perdonaba» por no darle tabaco sabiendo que teníamos. No le dije nada, simplemente dejé de mirarle: levanté la cabeza y miré al infinito. Me preguntó qué me pasaba y le dije que no me gustaba mucho hablar con desconocidos y que lo sentía, cosa que es tremendamente cierta (tengo ansiedad social y estoy pasando una etapa un poco complicada) y que le dije en un tono perfectamente neutro y educado, incluso pidiéndole unas disculpas que no creo sinceramente que mereciera. Se puso hecho una furia y le gritó a mi amiga que si ella idiota, que si estaba «al servicio de la marquesa esta». No hablar con él, desde su punto de vista, es estar a mi servicio; supongo que hablar con él es estar al suyo, y que cree que es lo normal, que él es el marqués, ¿no? ¿Cómo narices se supone que funciona esto?
      No entenderé nunca por qué se supone que estas obligada a responder a un contacto social que no has iniciado y que no quieres tener. Es una forma más de dominarnos. Estoy harta, no quiero hacer nada sólo porque un señor aleatorio se ha cruzado en mi camino. Ni sonreír, ni saludar, ni gritar, NADA. Quiero ignorarle en paz.
      Pero incluso con los cascos puestos y mirando el móvil ellos te cierran el paso, «hola, guapa»; en una ocasión directamente le contesté «vete a la mierda» a uno que acababa de hacer eso y se puso a gritarme que era una racista. ¿PERDONA? ¿Crees que mi problema es que seas negro, no que me estás acosando? ¿En serio no ves que me estás acosando?

  • Rafael Martínez

    Buenas, NO SOY una chica. Soy Coordinador de captción de fondos y de lejos se ve que no entendéis ni papa del sistema de colaboración con ONGs.

    Primero, que no acosamos a nadie, simplemente se intenta ser agradable y cercano. Como en las tiendas te suelen ser educados y sin faltar al respeto. Está claro que no tenéis ni idea que es el acoso y por eso habláis tan libremente. De hecho es denunciable esa acusación que hacéis porque son palabras que superan vuestra capacidad de comprensión.

    Creo que se os ha olvidado de que detrás de nuestro trabajo está las miles de personas que vosotras con vuestro prejucios preferís ignorar. Lo de las condiciones precarias creo que deberían informarte un poco antes de juzgar. Trabajamos con contrato laboral y con alta en la seguridad social. Con nuestra jornada, vacaciones y salario correspondiente.

    Y eso de ligar, bueno yo creo que es cuestión de vuestro egocentrismo. Ser agradable no es ligar. Será que hace tiempo que no voy a ligar pero si lo haría creeme que no sería para hacer un socio. Recuerda que las personas que están en la calle también se intentan ganar la vida y con tus acusaciones ridiculizas su trabajo.

    Así que si eres tan amable, no prejuzgues nada más que por tus experiencias en la calle que por desgracia son malinterpretadas. Un saludo

  • Ingrid Peraza

    Ni todos los hombres ni todos los captadores de ONGs son acosadores.

    Hola buenas soy Ingrid Peraza, coordinadora de capatición de una ONG española con sede incluso en Bruselas.
    Dices que los comentarios que haces hacia los captadores de las ONGs es sin acritud hacia ellas, pero los comparas con los hombres machistas…

    Hay que dejar de generalizar en todos los aspectos de la vida, porque de la misma forma que hay hombres machisas, hay hombres que luchan por nuestros derechos y si pensamos en nuestras familias, seguro que algún hombre nos habrá dado la típica charla de «nunca te dejes faltar el respeto, nunca te dejes poner la mano encima, etc» como en mi caso, ha sido mi padre. Pues lo mismo pasa con los captadores de las ONGs, los hay que van en plan comercial total que le da igual si te venden un contrato de Vodafone o un apadrinamiento, pero también hay captadores totalmente implicados en las ONGs, como nosotros que incluso vamos a los lugares donde tenemos proyectos a verlos en persona. Es verdad que pedimos un minuto a la gente, pero el que no se quiere detener, no lo hace, y el que si quiera detenerse pues lo hará. No hay que tener la idea de los captadores como unos acosadores, pues cuando vas al Corte Inglés también se te acercan para intentar venderte la nueva fragancia de Dolce&Gavanna.
    La solidaridad está muy mal comprendida por la gente de a pie de calle, que en lugar de decicarle un minuto a un chaval con ilusión y puede que finalmente colaborar con 5€ por ejemplo, prefiere enriquecer al rico gastándose ese dinero y mucho más en tiendas de ropa y grandes empresas que encima explotan a otras personas de países tercermundistas a cambio de tener nosotros aqui nuestro buen nivel de vida.
    Y por cierto, en esta ONG, el 96.14% de nuestros ingresos, vienen de Gobiernos que cooperan con nosotros como la Cooperación española y distintos Cabildos españoles.
    Insisito, antes de escribir sobre un tema y además en público hay que informarse bien, y no caer nunca en el error de hacer generalizaciones, pues no todos los hombres son machistas ni todos los captadores unos acosadores. Es como cuando dicen que todas las mujeres son torpes al volante, por simplemente unas cuantas que cometen imprudencias. ¿no es justo verdad? Pues lo mismo para cualquier tema.
    Espero que te sirva de algo mi aportación y que la publiques para ver si hay más personas que están en contra de cualquier tipo de acoso igual que yo, pero que no pretenden caer en generalizaciones.
    Un saludo!

  • Rafael Martínez

    «Así que las ONGs no van a por tu suscripción anual, claro que no. Van a que les digas que sí. Una sola vez. Van a lo seguro. “¿Te gustan los niños?” “¿No te parece terrible lo que está pasando en Siria?” “¡Tenemos que parar a quienes están destruyendo el Amazonas!, ¿verdad?”. Porque a ver quién es el antisocial que tiene valor de decir “no, son una lacra social”, “bueno, en la tierra somos muchos” o “a mí me da lo mismo: que se preocupen los que vengan detrás”. No, eso no se dice, jamás. Somos buenos ciudadanos: nos gustan los niños y los animalitos y nos preocupamos por las personas que sufren, al menos si las vemos mucho por la tele y nos queda muy claro que no tienen nada que ver con nosotros (ya, lo de Melilla, pues lo comentamos otro día). Tuve la suerte de tener una profesora fantástica que me enseñó todo esto desde un punto de vista sociológico y no sólo desde el marketing que había estudiado yo y que recomiendo leer a todos los que os interese el tema, Vanesa Saiz Echezarreta; por mi parte lo dejo, de momento, aquí, porque casi os enlazo su tesis, y tampoco es la cuestión.»

    Te invito a que trabajes un día y descubrirás que eso que dices es nuestro pan de cada día. Sé que no vas a publicar nada de esto, pero al menos para que tú lo leas.

  • Vega Perez-Chirinos Churruca

    Hola, Ingrid, Rafa, y gracias por dar la cara desde el otro lado;
    He trabajado como captadora de fondos y de socios (campañas puntuales y permanentes) para ONGs, entre otros trabajos de venta directa, así que me temo que sí sé de lo que hablo. Soy tremendamente consciente de la enorme dificultad que tiene un trabajo como ese, y de la importancia que tienen a día de hoy la labor que hacen las ONGs aunque considere que hace falta un cambio sistémico y no un parcheo (soy socia de varias, insisto).
    Tenéis razón en que la generalización no es adecuada pero mi crítica es hacia la técnica del pie en la puerta en general. En la venta directa, y en el acoso. No tengo nada que objetar a quienes respetan que un no es un no (ni hombres, ni personas que venden), pero lo que no soporto es que me chantajeen, que es algo que he indicado que es a) nuevo (antes no pasaba); b) generalizado, no achacable a los captadores de una ONG en particular; y c), súbitamente asociado a las ONGs en concreto, y no a otros vendedores callejeros (telefonía, suscripciones a clubs de lectores). Que otras muchas mujeres que han comentado y compartido este contenido lo hayan sentido exactamente igual me parece síntoma claro de que no se trata de un tema de egos, tampoco. Veo que vosotros dos pertenecéis a la misma por las direcciones de correo con las que habéis firmado los comentarios, y parece evidente que no aplicáis este tipo de tácticas por lo mal que os ha sentado la entrada. Lo celebro y os animo a mantener esa integridad.

  • Rafael Martínez

    Bueno, nosotros como coordinadores que somos pretendemos que en calle se realice un trabajo que sea respetuoso y honesto. Lo de pedir un minuto es cierto que es una «técnica» para que la gente se pare, pero claro..no vamos a decirle «oye parate unos 5 minutos para contarte que hacemos y hacerte socia/o». De hecho los captadores también tienen otra tarea, la de sensibilización.

    Siento mucho que la gente haya tenido malas experiencias con captadores, pero que a fin de cuentas son personas como otras cualquieras con las que ese problema podrías tenerlo en cualquier otro sitio.

    A diario nos encontramos con muchos prejucios e incluso gente que nos engaña dandonos falsos datos. Nos dejan las solicitudes sin completar y nos dan datos de contacto ficticios. Es curioso porque justamente la gente exige la verdad pero pocos quieren ser honestos. ¿quién engaña a quién? aunque esto se va del tema quería expresar a lo que nos enfrentamos diariamente. Gente que por este tipo de comentarios, artículos y visiones erróneas sobre los captadores hace de este trabajo indigno aparentemente.

    Acusan de acoso a una persona que intenta luchar por un mundo mejor que, a su vez, también intenta sacar su vida adelante por lo no creo que sea tan grave para pedir un minuto. Vivimos en una sociedad consumista dónde la gente prefiere o acepta anuncios comerciales con publicidad engañosa a colaborar o al menos escuchar a una ONG que apenas te va a pedir 6€ al mes sin compromiso, al fin de cuentas todos tenemos compañias de móvil o adsl en casa que te exigen una permanencia pero a eso pocas pegas le ponemos.

    Respecto a lo de que todos somos ciudadanos y no suelen dar respuestas como las que pusiste.. pues bueno, no sé que tiempo trabajarías captando socios pero yo llevo más de 4 años y más de 2 de coordinador y te digo que cosas como «negros, chinos y machupichus? eso que se busquen la vida» hasta..»a mi me da igual lo que pase en esos paises, lo importante es España»..y un sin fin de memeces que diariamente nos encontramos.

    Antes de juzgar a un captador o incluso a una ONG. Piensa que muchas de las cosas que pasan en paises subdesarrollados son por culpa de que las sociedades desarrolladas…y..tachán formamos parte de una sociedad desarrollada por tanto tienes parte de la responsabilidad de cosas que pasan el mundo.. ¿ejemplos? ignorar causas, ser incosciente de que para que tu móvil funcione se requiere coltan, un mineral extraido exclusviamente de la republica del Congo y causante de muchas guerras en África..cuál es tu responsabilidad..dejar de comprar móviles? NO..tu responsabilidad es exigir como ciudadana y como consumidora responsabilidad a los Gobiernos y empresas, que respeten los derechos humanos y los recursos naturales..uno de los derechos más vulnerados es la igualdad de género que casualmente muchas ONGS luchan. Así que antes de prejuzgar o al menos manchar nuestra imagen piensa que hay un grupo de personas que luchan por tus derechos, los de muchas mujeres y en general los de muchas personas desfavorecidas en el mundo.

    Te invito a que conozcas mi ONG. http://www.alianzaporlasolidaridad.org. Intentamos entre todos hacer alianzas y no muros. Un mundo más sostenible y justo, pero con la unión de la gente. A caso eso es algo malo para parar a la persona en la calle con la excusa de un minuto? Gracias por tu respuesta. Un saludo

  • Ingrid Peraza

    Gracias a ambos por los comentarios.

    Efectivamente, no veo tan grave pedir un minuto a cambio de luchar por un mundo más justo.

    Cierto es que hay captadores que desarrollan mal su trabajo, pero lo mismo pasa en cualquier ámbito profesional. Hay taxistas que no respetan las normas de tráfico incluso causan accidentes muy graves, hay profesores que violan niños y policías que compran drogas y no por ello se les juzga a todos por los actos indignos de unos pocos.
    En nuestro trabajo, considero que sucede lo mismo. Es más, creo que la gente debería valorar mucho mejor nuestro trabajo ya que no todo el mundo está dispuesto a salir ah fuera a enfrentarse a los prejuicios de la gente y tratar encima, que cada vez, sean menos lo que hacen un mal trabajo y seamos más lo que hacemos una buena y respetuosa labor.
    Es otra de nuestras luchas, ser mucho mejor reconocidos y sevir de ejemplo y no de humillación.
    Con el tema del machismo, en nuestra ONG uno de los pilares más fuertes es la lucha por los derechos de las mujeres en cualquier rincón del mundo (véase la web que ha compartido mi compañero Rafa). Y hay muchas más que incluyen esta causa en sus tareas, como Vicente Ferrer en la India.
    Lo siento muchísimo por las malas experiencias que pueden haber tenido cualquier persona con captadores de ONGs, pero eso no nos incluye a todos.

    Ojalá en algún momento pudieras encontrarte con alguien que haga bien su trabajo y lo haga de corazón, notarás tanto la diferencia que comenzarás a mirarnos con otros ojos.

    Muchas gracias!

  • Isabel Arce

    Hola Vega, lo primero, felicidades por tu post. Me he sentido totalmente identificada y creo que expones una realidad que no parece políticamente correcto exponer. Me he sentido avasallada por algunos de estos captadores (ojo, y captadoras), luego piensas en contarlo y tienes que ser consciente de dónde estás, porque a lo mejor en tu casa o en tu círculo de confianza no, pero ante personas que no te conocen, que no saben que estás de acuerdo con el fantástico trabajo que llevan a cabo esas ONGs, y mucho menos que eres socia de una o varias, antes estas personas te echas atrás, porque sabes que el prejuicio instantáneo en sus cabezas va a ser «Qué poco solidaria…».

    A Ingrid y a Rafael: Os felicito porque se nota que sois personas comprometidas pero no entiendo vuestra «queja» con este post. No está criticando a las ONGs, no está criticando siquiera a los captadores de ONGs (analizar una técnica de marketing no es criticar), está criticando las prácticas de ALGUNOS de esos captadores y comparándolas por su similitud con el acoso machista. No me parece correcto invitarla a informarse mejor o a no «prejuzgar» porque no hace falta ser captador ni haberlo sido nunca para experimentar esas prácticas, que son abusivas y no son correctas.

    Creo que antes de poner el grito en el cielo es mejor analizar lo que se está leyendo en profundidad. Quien tenga una mínima capacidad de análisis no dejará de creer en el trabajo de las ONGs ni en lo positivo o necesario de apoyarlas, y quien no tenga capacidad de análisis tiene otro problema muy distinto.

    ¡Saludos a los tres!

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