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La mujer-niña: de Nora Helmer a Tania Sánchez

Dice Goffman que existe un «acuerdo entre los sexos» a través del cual se organiza la sociedad, cualquier sociedad. Los chicos a un lado, las chicas a otro. Que esa organización determina nuestra manera de ser, pensar y sentir. Que los chicos tienen maestros y patrones y luego empleados y aprendices, y las chicas padres, maridos e hijos. Según Goffman, las mujeres son el único grupo adulto discriminado al que se tiene al mismo tiempo una gran estima, patente en los sistemas de cortejo y las reglas de cortesía (qué casualidad lo de la raíz lingüística, supongo). Esta estima lleva a muestras de admiración como el piropo, el cortejo, y en última instancia, la violación. No lo digo yo, ¿eh? Lo dice Goffman, que es un señor.

Pero antes de llegar a la violación se da un estado intermedio, que es el de la mujer-objeto, la mujer-muñeca. La mujer-accesorio del varón. Ese papel social, asignado desde el nacimiento y para el que nos enseñan a comportarnos. A ser modestas. A ser sumisas. A ser generosas. A ser agradables. A volcarnos en nuestra familia. A ser frívolas, porque toda nuestra coquetería refleja en realidad el poder adquisitivo de nuestro compañero.

Goffman habla de la ritualización de la sumisión de la mujer ante la figura masculina inmediata, sea esta el padre o el marido. Nora lo dice mucho más claramente: «Nuestro hogar no fue más que el cuarto de jugar. En casa, con papá, se me trataba como a una muñequita; aquí como a una muñeca grande. Y los niños eran, a su vez, mis muñecos. Yo me divertía mucho cuando tú jugabas conmigo, lo mismo que los niños se divierten cuando yo juego con ellos». Su marido intenta explicarle su rol en la sociedad: «Ante todo eres esposa y madre», y Nora responde con un revolucionario: «Ya no lo creo así. Lo que creo es que ante todo soy un ser humano, yo, exactamente como tú… o, en todo caso, que debo luchar por serlo.»

Casa de muñecas

Sí, he dicho revolucionario. Casa de muñecas se estrenó en 1879. Sin embargo, a día de hoy, Nora sigue siendo uno de los papeles con los que sueñan las actrices de teatro. Nora, esa señora burguesa, frívola y torpe, coqueta e inútil, caprichosa y juguetona. Nora, que es capaz de ser todo eso y al mismo tiempo ser la imagen de la dignidad femenina, porque es el primer personaje que se planta ante esa posición y dice no. El drama de Casa de muñecas es una excusa para que asistamos, estupefactos, al empoderamiento de Nora, que de pronto decide dejar de ser la muñeca.

Queremos creer que esto está más que superado. Pero si hay un caso que ejemplifica hasta qué punto no lo está, este es el de Tania Sánchez. El tratamiento mediático de su candidatura la convierte permanentemente en una muñeca, a la que su novio, Pablo Iglesias, le permite «jugar» a la política. «Pablo tiene su proyecto, y yo el mío», intenta defender, mientras todos los medios (vale, casi todos, con honrosas excepciones) oyen «de momento, claro, hasta que tenga que empezar a ser consorte». ¿No es eso lo que hacen las mujeres, no es eso lo que hizo la reina Letizia, esa princesa profesional y divorciada, indie y moderna? Esa permanente autorreferencialidad del varón, que convierte a su compañera en «la novia de», que convierte el acoso a la mujer en un acoso a su mujer, en un problema de masculinidades. El papel del hombre en la pareja es el de protegernos, cuidarnos, dejarnos brillar, pero a su sombra. Tania es la elegida por «el deseado», ¿qué más quiere?

¡Oh, qué tranquilo y delicioso hogar el nuestro, Nora! Aquí estás segura; te guardaré como si fueras una paloma recién recogida por mí después de sacarla sana y salva de las garras del buitre. Sabré tranquilizar tu pobre corazón palpitante. Lo conseguiré poco a poco; créeme, Nora. Mañana verás todo de otra manera. Todo seguirá como antes. No necesitaré decirte a cada momento que te he perdonado, porque tú misma lo comprenderás indudablemente. ¿Cómo puedes creer que vaya a rechazarte ni a hacerte cargo siquiera? ¡Ah!, tú no sabes lo que es un corazón que ama, Nora. ¡Es tan dulce, es tan grato para la conciencia de un hombre perdonar sinceramente! No es ya su esposa lo único que ve en el ser perdonado, sino también su hija. Así te trataré en el porvenir, criatura extraviada, sin brújula. No te preocupes de nada, Nora; sé franca conmigo nada más, y yo seré tu voluntad y tu conciencia.

«Soy mujer, joven y rubia; por eso en la televisión tengo que ser más dura». La diputada de Izquierda Unida, actual candidata a la Presidencia de la Comunidad de Madrid tras su arrolladora victoria en las primarias, forma parte de la nueva corriente que está intentando renovar la formación de izquierdas después de una tendencia descendente. Sin embargo, ¿qué le preguntan? Por qué no sonríe más. Tania-Nora, mi estornino, mi pajarito cantor, ¿por qué no nos bailas una tarantela?

 

 

El papel social de las mujeres sigue siendo el del agrado. Ni siquiera dentro de la pareja: agradar al género masculino, en general. Debemos sonreír. Ser educadas. Graciosas, dentro de unos límites. Pizpiretas. Como niñas bien educadas. Si queremos jugar a la política, está bien, siempre y cuando la disfrutemos. Nada de tomárnosla en serio, nada de preocuparnos, nada de tener voluntad o conciencia. Eso son cosas de hombres.

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