Debía este artículo a una amiga, empresaria y luchadora como la que más.
No es común que se hable de amor en los networking startapiles. Tampoco en los que sólo nos reunimos mujeres. Sin embargo, nosotras entre nosotras nos entendemos. Y se forjan relaciones a largo plazo porque nuestras amigas trabajadoras y funcionarias no nos acaban de pillar el punto. A las empresarias no nos entiende el resto de los mortales. Una vez las relaciones se establecen, y profundizas… Nuestras relaciones de pareja siguen patrones. Según el tipo:
-Si tú eres empresaria y tu pareja/marido no
-Si tú eres empresaria y tu pareja/marido sí, pero en otra empresa
-Si tú eres empresaria y tu pareja/marido sí, en la misma empresa
Y ¿adivinan qué? La principal traba de una empresaria no es otro que su marido en el caso uno. No he comparado este análisis con estudios ni artículos prestigiosos. Te hablo de mi percepción después de interactuar con miles de empresarios, hombres y mujeres.
La traba más grande de una empresaria es el marido que tiene.
Disculpadme que no haga uso de lenguaje inclusivo de parejas mujer-mujer y demás, porque no las conozco en profundidad. Yo siempre pongo un ejemplo en las ponencias: cuando un hombre necesita inversión y hay que usar los ahorros familiares o hipotecar la casa, la mayoría de mujeres dirían “tú tira que yo aguanto”. Y aguantan. Nos han hecho para eso. Además de eso les darán soporte emocional y se convierten en intrépidos superhéroes que buscan mantener a sus familias. Sus mujeres les “ayudan” en la empresa, o manteniéndolos como funcionarias o trabajadoras.
Una mujer ni se plantea comprometer la economía familiar. No conozco ninguna en que el marido no estuviera implicado que lo hiciera. La cuestión es que a veces, como me pasó a mí, se puede comprometer la economía familiar estando en pareja. Como para ellos emprender por nuestra parte les parece algo más de capricho que de forma de vida, pues las parejas se resienten. Lo hacen justo en el momento de problemas económicos que cualquier empresa soporta en algún momento. Sobre todo si ellos no saben siquiera lo que es una empresa. No la han vivido ni la han mamado.
La mayoría, si la empresa requiere inversión previa y no lo ven claro (ojo, que lo mismo no tienen ni idea) tratan de desacreditar la idea de su pareja, sin conocerla o estudiarla. Simplemente no confían en ella. Lo sé porque no sabéis cuántas veces escucho eso en mujeres que van a empezar: “es que mi marido no lo ve o no me apoya”.
Y sí, el mayor handicap de las mujeres empresarias es el amor. Es su pareja. Es su marido, su padre y su primo. Por no hablar de la cantidad de hombres que no son capaces de negociar con una mujer o darle un préstamo. O aquellos inversores que no entienden modelos de negocios femeninos. O esos clientes que prefieren conversar y confiar en un hombre.
Por eso las empresas de mujeres son más pequeñas. No pueden invertir. Sus maridos no las alientan. No las sostienen. No las ayudan. No les consienten que comprometan o arriesguen la economía familiar, la mayoría de ellos. Ellos son el mayor techo de cristal de una empresaria.
Detrás del empresariado femenino de éxito, como una jefa que tuve, Susana, que llegó a ser presidenta de las empresarias de Sevilla, hay muchas historias de divorcios. Muchísimas. En mi caso también hubo una ruptura. Es gracioso, porque mucha gente cree que es porque dedicamos mucho tiempo a las empresas. Pero la mayoría se producen ¿saben qué? por dinero. Justo cuando ellas se encuentran en un momento delicado y hay una tensión económica ellos salen huyendo. Cuando son ellos los empresarios y ellas no, los sostienen económica y anímicamente. Las mujeres suelen abandonar a sus maridos empresarios, al contrario que ellos, cuando a estos les va bien. ¿El motivo? En la mayoría de casos que conozco, porque pasan el día trabajando o cerrando tratos con clientes en el bar de abajo de la oficina hasta altas horas de la noche.
Esto es lo que he visto en el amor y los negocios. Entre empresarios y empresarias. Y esta es la experiencia cruda que tengo sobre ello. Lo que he podido escuchar y ver con mis ojos.
Los mejores matrimonios los he visto en empresarios, ambos dos en el mismo negocio. Remando en la misma dirección y pasando horas y horas juntos. Bonanzas y quiebras. Con los mismos valores y las mismas ganas de sacar adelante a su familias e hijos.
Y escribo este artículo con un poco de acidez, porque aún hay quien dice que no lo tenemos más difícil. Y es completa y absolutamente falso. Somos animales de manada, necesitamos de afecto, de apoyo, de abrazo, besos y amor. Y sin todo esto, aceptar desafíos y riesgos empresariales es complicado. Necesitamos confianza y sólo quien anduvo el mismo camino nos sabe dar abrigo.
Yo pediría a la sociedad, para mí, la misma percepción de sacar adelante a mi familia que tienen ellos. Y no de capricho que ahora tienen.
Es un mundo difícil, emocionante, adictivo, energético y tener un compañero o compañera a la altura es complicado, casi tanto como serlo para ellos y ellas.
Una de las frases más repetidas en mi casa el último invierno ha sido ésta. Así casi puedo afirmar que soy experta en Frozen. Han hecho de «Suéltalo… Suéltalo» mi banda sonora particular.
Sinceramente, la impresión que tengo es que Elsa se les ha colado a Disney. Pero por si acaso crearon a Ana, su hermana, esperando que todas las niñas la adoraran y aprendieran a no enamorarse de extraños.
Elsa es la única princesa feliz de conocerse a sí misma. No necesita príncipes azules. Se la nota fuerte y feliz cuando decide ir por su cuenta y alejarse del mundo. En contraposición está su hermana Ana: inocente, enamoradiza, tierna… Toda una princesa. ¿Esperaría Disney que todas las niñas fueran como locas buscando muñecas y disfraces de Ana a la sección de princesas?
Pero no, todas las niñas quieren ser Elsa. Una princesa mezclada con súperheroe, que lanza hielo tanto para crear cosas bonitas como defenderse. Yo veo a las niñas en la calle lanzando rayos invisibles de hielo. Ninguna que quiera ser Ana. Ni una sola con interés en enamorarse ya sea de un príncipe o un repartidor de hielo.
Si a una niña le das a elegir, Elsa les ha dado la posibilidad de elegir tener superpoderes. Eligen hielo antes que tener amor. ¡¡¡Pueden ser superheroínas!!! Pueden competir contra Spidermans, supermanes y otros súperheroes del patio del colegio con súperpoderes de hielo. No tienen que ser sus novias para que les defiendan. Se pueden coger de la mano de otra niña al grito de «esto es amor verdadero» y lanzar hielo a los otros súperheroes de los que están presentes en formas de individuos por debajo de uno con cincuenta metros.
No, no han ido en masa a comprar muñecas y disfraces de Ana. Elsa mola más. Da igual estar sola, que nadie las comprenda o que ningún hombre se atreva siquiera a sacarla a bailar. Lanzar hielo mola más que eso.
Ahora eso sí, quedo a la espera que no destrocen el personaje de Elsa en la próxima entrega. Que no pongan en marcha la maquinaria patriarcal y conviertan a Elsa en otra cosa. Ninguna niña ha echado de menos que Elsa se enamore ni que la salven. Diosa quiera que la próxima de Frozen no tenga como eje principal que Elsa se enamore. Porque, sinceramente no me acabo de fiar de Disney y de cómo funciona la maquinaria patriarcal.
Ana no les ha funcionado de contrapeso de Elsa. Las niñas quieren ser superpoderosas. Quieren ser protagonistas reales de su propia historia. ¡¡¡Qué más da no ser dulce y tierna si tienes superpoderes!!! Elsa les ha dado la posibilidad de elegirse a ellas mismas.
Se dice «no me quieras tanto, quiéreme mejor». De eso quiero hablar en este post. Según Eric Fromm, psicoanalista alemán de principios del siglo XX, el amor no es un sentimiento, sino un arte. Y un arte requiere de adquirir, desarrollar y perfeccionar una habilidad.
Por tanto, cariño, quiéreme bonito. Exijo un amor elaborado y construido. No me conformo con un sentimiento que aparece con fuegos artificiales, o sin ellos.
Ahora mismo, parece que el amor es un producto de consumo. Un amor romántico producto del patriarcado. Un amor que dice que con un chispazo eléctrico y sexual hay bastante para construir años de historia y una familia. Abnegación, sacrificio, una llama de pasión que se irá apagando. Un amor que no tiene porque compartirse todo. El amor romántico nos marca que lo masculino y lo femenino son dos caras opuestas circunstancialmente unidas en unidualidad.
Un amor desvirtuado, desapasionado, una herramienta para crear familias convencionales que sigan fabricando hijos frutos del patriarcado. Hijos que repitan los mismos modelos. Desilusionados de ver a qué los conducirán a futuro sus relaciones.
El amor romántico se sufre mucho más de lo que se disfruta. Porque nunca está a la altura de las expectativas. Porque no tiene nada de mágico, ni de elaborado. El amor romántico nos habla de historias de personas que estarán juntos «soportándose» toda la vida. Personas que no van a dedicar nada de su tiempo a aprender a amar. A desarrollar habilidades. Nadie se plantea nada, ni trabaja nada, ni quiere ver nada.
Yo ya no quiero ese amor. Yo quiero un amor consciente. Acompañado. Acompasado. Armónico. Trabajado. Alguien que entienda que necesitamos de amor y por tanto que igual que quiere ser un buen amante en la cama es igual de importante serlo fuera.
Leyendo «Mujeres que corren con los lobos» de la analista Clarisa Pinkola me planteé si hasta ahora había elegido a mis compañeros por motivos equivocados. Porque el amor romántico persé no plantea que elijamos equivocadamente, sino que cree que los flechazos son algo mágico acompañados de manadas de unicornios. Y es que quizás dentro del conocernos, deberíamos examinar porqué elegimos a quienes elegimos.
Ya no quiero estar en relaciones románticas. Me parece mucho más intenso aprender a amar de otra manera. Establecer con mi compañero una unión diferente a la romántica. Mientras exploro nuevas posibilidades aprendo, me divierto, me equivoco, cambio de opinión.
A mí me libera el amor bonito. A ratos puedo decir que vomito amor romántico. Sólo sé que con el paso del tiempo he aprendido a no conformarme. Creo que el amor sin más no sabe a nada. Pero no me gusta el amor desapasionado.
Lo reconozco, cuanto más profundizo en el término amor, más difícil me resulta saber qué es o no es amor. Ese amor que no duele, no lo conozco tampoco.
Pero aún así te pido que me quieras bonito. Quiero aprender a amar, desarrollar mis habilidades. Quizás fallo al pedir ese amor diferente que ni yo misma he conseguido hacer.
No consigo sentir la seguridad necesaria en ese amor no romántico. No es lo que me vendieron. No es lo que intenté comprar. Exploro desde mi experimentación una nueva forma de hacer las cosas.
Dedico esta entrada a tres padres: el mío, el de mi hijo y ese que tiene como prioridad en la vida recoger a su hija del colegio.
Me siento a escribir esta entrada después de la enésima discusión con mi ex.
Hace ya ocho meses que me separé. Llevo dos días esperando respuesta a tres cuestiones:
Qué hacer con la tortuga, que se ha despertado de la hibernación
Saber si me va a dejar la Nintendo 2ds del niño
Si podemos alterar el orden de las semanas de la convivencia con nuestro hijo por un asunto personal… Por favor… Yo creo que yo estoy siendo muy flexible y generosa contigo.
Mi hijo lleva hoy cinco días sin hablar con su padre (ni por teléfono) porque tiene mucho trabajo. Aún así tengo una especie de custodia compartida extraña en período de pruebas. Con ese mismo padre. Por mi «culpa».
Tuvo mi hijo, durante seis años, a un padre que cambiaba pañales, daba papillas, duchaba, dormía a mi hijo. Ese mismo padre era incapaz de llegar antes de las ocho de la tarde. Una persona que nunca hizo por venir a comer entre semana (ni siquiera el viernes). Es el padre «quiero pero no soy capaz de sacrificar mi carrera». Y no es que fuera mal padre (no lo es según mi criterio, a lo mejor el tuyo es diferente. Si es así, me lo puedes decir en los comentarios), es que no tenía ninguna base social, cultural o filosófica para entender la importancia de pasar tiempo con su hijo.
Sin embargo, hará cosa de un mes, después de pelear mucho porque me cambiaba constantemente las visitas, dijo las palabras mágicas «quiero la custodia compartida». Que a mí me parece estupendo compartir con el la custodia con él… Con él… Sí, con ÉL. No con su madre o con su nueva novia de 19 años con un más que evidente problema psicológico…
Después de casi quedar sin respiración…. Indignarme porque en meses después de la separación era como si no existiera…. Cabrearme mucho… Llorar… Ir a una psicóloga especialista, una asesora legal y una abogada… Después de desearle una larga custodia compartida con un niño con gripe sin poder trabajar… Decidí que sí. Que tenía que por una vez que aceptar que los «QUIERO» y los «PUEDO» tienen que ir en consonancia. Por una vez tendría que adaptar su vida a la de su hijo, y no al revés. Entonces decidí que sí. A ver si había huevos de tener una compartida. Adelante. Hay que probar.
Te preguntarás qué ha pasado en este mes…
Bueno, esta semana ya ha incumplido su acuerdo. Pero se lo dejo pasar, soy así (de gilipollas, dirás, pues no). ¿Compartimos al 50%? Bueno… Más bien estamos a un 40-60% (por ser generosa) y no sé cuanto va a durar. No me fío, no sé si durará. Me voy haciendo con mi tribu.
Yo no sé si su trabajo desde entonces se ha resentido, el mío después de separarme se cayó como plofffffff… Ahora, meses después, empiezo a recuperar el ritmo. Ahora incluso SOY FELIZ la mayor parte del tiempo, a pesar de todo. Pero porque me he encontrado y reencontrado con gente extraordinaria.
Yo sigo haciéndome cargo de parte de su complicada agenda (vamos, que me manipula para que me quede con el niño cuando él tiene «citas ineludibles»), porque él también está ayudándome con otros temas. Un win-win forzoso.
¿No me entiendes?
Sin embargo para mí ha sido difícil que los demás entiendan mi decisión. Eso de no querer luchar por llevar la contraria es algo como de… Sí, de #malamadre.
Por supuesto, como he dicho que sí sin protestar, ni llevar a juicio, ni nada, ya no tengo derecho a estar triste cuando no está ni a preocuparme.
En más de una ocasión he tenido que aguantar frases de personas muy cercanas cómo «yo no se la hubiera dado sin pelear», «al final se ha salido con la suya», «ese ni quiere al niño ni nada, lo que quiere es no pagar», «yo desde luego hubiera peleado al menos»… Resuena en mi cabeza eso de #malamadre y poca gente se da cuenta que no sólo es lo mejor para el niño, sino lo mejor para mí. Porque es en lo que creo. Porque es lo que los tres nos merecemos y a lo que nos comprometimos.
#papiconcilia
El libro de #papiconcilia salió a raíz de las sugerencias de algunos padres concienciados con la crianza con apego después del éxito #mamiconcilia. Padres que, ellos sí, creían que sus hijos merecían de su tiempo y su atención. Padres que creyeron que eso de que la carrera profesional fuera lo primero, era una falacia. Padres que abandonaron proyectos, crearon empresas, modificaron horarios, etcétera, para estar más tiempo con sus hijos. Ellos se vieron abocados a las críticas. De ellos no se espera que hagan eso… Y de nosotras tampoco, la verdad.
Dentro de las nuevas masculinidades se cree que los movimientos feministas no se preocuparon de sacar al hombre de su rol. Tienen su parte cierta. Algunas corrientes feministas, han tratado de igualar la mujer al hombre. Otros han hecho del feminismo de la diferencia hembrismo. Incluso se han utilizado en otros argumentos biologicistas para indicar que los hombres eran en esencia violentos y que deberían reeducarse.
Es cierto, quizás, que las mujeres no hemos tenido mucho interés en sacaros de vuestro rol… Pero es que ya teníamos bastante con sacarnos del pozo, al que cultural y socialmente nos somete el patriarcado. Ya que tenéis unos privilegios, revísenlos, úsenlos para salir de ese rol.
Creo que la actitud valiente de aquellos que se salen de los esquemas sociales para el bien de las futuras generaciones es aplaudible. Pero sin faltar con aquello que las mujeres llevamos años ganando a pasos de sangre. A pesar de todo, a vosotros, después de vuestro atrevimiento la mayoría de personas os miran con una mezcla de respeto y admiración. Casi tenéis más ganado el derecho a ser amos de casa, tomar jornada partida o una excedencia que nosotras. La sociedad, en este momento, en este lugar del mundo, nos obliga a ser supermujeres.
Pero… La verdad… Me he emocionado leyendo. Mucho. Os sentía tan cerca, chicos. Sentía tantas ganas de coger el ebook y enviarlo con «mucho amor» a mi ex. A ese que me dijo «qué te crees, ¿que tu vida es más importante que mi trabajo?». Pobre de su sentido de la existencia.
Y vuelvo a decir que no es de los peores. Que ha cambiado más pañales, preparado más baños y ha hecho más salidas al colegio que yo. Pero el sentido de todo eso… No lo debe tener muy claro. Hay quien lo ve una carga y quien lo ve un privilegio.
Nuevas paternidades
Ser padre ya no es lo que era. Yo tuve la suerte de tener un padre que me llevaba al campo y a pescar. Que me regaló un coche teledirigido y me llevaba con él a trabajar. Pero era tanto el contraste con los padres de mis amigas… Sí, de mis amigas. Porque con ellos era diferente. A ellos sí los llevaban al fútbol, tampoco mucho más.
Yo me enternezco cuando veo a un padre con su camiseta heavy pararse ante los escaparates llamados por la llamativa Frozen o Hello Kitty. O tararear la canción de Frozen. O poner por enésima vez la película de Frozen. O comprar braguitas de Frozen. Sí, Frozen es la it girl del momento. Si no que se lo digan a un «new dad». Te quiero así. Sí, de verdad… Prefiero que nuestra canción sea Frozen, que la más romántica (oh, no, romántico y tóxico, noooo).
La cuestión es que ya hay muchos padres que no necesitan reafirmarse ante la machada siendo el más macho. Vale que tampoco muchos hablan de niños más allá de la sala del pediatra… Pero ahí están.
Las nuevas hordas de nuevos padres están en los parques solos, ¡¡¡sin su mujer!!! Y lo mismo ni están divorciados ni nada. Invaden los vestuarios de natación. Los cuenta cuentos. Las salas de cine. Y algunos (haberlos haylos) que compran vestidos y disfraces piratas SOLOS. Y no les pasa nada. Dicen incluso que saben el camino de vuelta a casa.
Vale. No he llegado a preguntar cuáles de ellos están divorciados. Seguramente se convierte en una pista de ligue la sección infantil de Primark o Kiabi. Pero lo mismo no.
Los padres ahora tienen la oportunidad de molar. Ellos tienen la oportunidad de disfrutar de sus hijas probándose todas las faldas de Primark. De ver cómo sus hijos pasan como de incógnito por la sección de Barbie de Toys ur us. De preparar la comida y que te la dejen tirada. De conocerse de memoria todas las bandas sonoras de las películas de Disney y Pixar.
Seguid invadiendo espacio
Visibilizaros también fuera de Internet. No os escondáis si os sabéis de pañales y papillas más que muchas de nosotras. Tomad las calles de la sección de ropa infantil de carrefour.
No dejéis que os demos consejos sobre cómo vestir a vuestros hijos como si os acabaran de sacar de las cuevas del neardental. Coged espacio y disponed de él en las actividades de los niños, las reuniones del AMPA, los pasillos de zapatos de uniforme del cole, en el pediatra, los parques…
Ganad espacio hablando amorosamente de lo que os gusta recoger a vuestros hijos en las reuniones del trabajo.
Hacedlo tanto que seáis legión.
Querido ex, padre a medias conmigo
No, no te odio. Sólo te digo que revises tus principios y tus privilegios. Esos privilegios que como hombre blanco, europeo, con estudios, residente quince años en Alemania, proveniente de una clase económico social media, tienes.
Esos privilegios que no tuve yo, cuando al parir a mi hijo me despidieron de mi puesto directivo. Eso que hizo que yo sí me decidiera a trabajar desde casa.
Querido ex, revisa tus privilegios. Revisa tus prioridades. Revisa tus principios.
* Un abrazo enorme a todos los padres blogueros. Ayudáis a educar a la sociedad. Visibilizáis nuevos movimientos. Padres blogueros que se derriten al poner la foto de los niños a la hora de la siesta PORQUE ESTÁN EN CASA A LA HORA DE LA SIESTA.
Pero antes de contarte qué es lo que pasó y lo que sentí quiero que vayamos al concepto de dependencia emocional. Muchas veces los términos de tanto leerlos pierden gran parte de su significado.
Qué es la dependencia emocional y cómo llegamos a ella
Vivimos en un mundo en el que aprendemos a que estamos separados, irremediablemente, de los demás. Tenemos una forma de entender las relaciones donde todo es efímero y los vínculos débiles.
En cierta manera, tendemos a pensar que sólo hay dos modelos de relación donde los vínculos son realmente fuertes. El primero con los padres. Muchos autores dirían que mayormente con la madre. Según sugieren muchos autores, el tipo de amor maternal es mucho más incondicional que el del padre. Una madre que ama incondicionalmente, frente a un padre que ama con condiciones.
El segundo vínculo afectivo importante aprendemos que es con la pareja. Un tipo de amor, que en relaciones destructivas queremos conseguir sea maternal, incondicional, a pesar que cuando amamos al otro lo hacemos con condiciones.
Para simplificar: «necesito que mi pareja me quiera pase lo que pase, y por supuesto para siempre»
Ese vínculo afectivo, que hace que el amor funcione de forma que nos sintamos unidos a alguien en un mundo que nos enseña que estamos separados los unos de los otros.
Si existe una dependencia, es que de fondo hay una adicción. La comunicación por WhatsApp probablemente sea adictiva porque es un sistema de generación de recompensas inmediata. Quiero decir, que la comunicación se convierte en un juego de premios y castigos.
Puede que estés iniciando una relación afectiva con otra persona. El momento en que te manda un mensaje, aunque sea para decir buenos días, está generando una recompensa. La comunicación se convierte en un juego, en una forma de saber que el otro nos quiere. Nos genera una necesidad constante de saber que nos quieren todo el tiempo.
Es difícil darse cuenta de ello en los primeros estadios de una relación. La dependencia es algo que surge después de un tiempo. Obviamente hay personas con una estructura de personalidad más dependiente que otras.
No tengo claro si nos volvemos adictos al amor o a la aplicación. Pero mi impresión es que nos sentimos más atraídos en los primeros estadios al sistema de recompensas de la comunicación, que a la propia persona.
No pensamos lo que escribimos
En este blog hablamos de relaciones amorosas. Por eso me quiero ceñir a ellas.
Una de las cosas que he podido experimentar estos meses a través de la observación es que no pensamos lo que escribimos.
Después de mi experimento «el fin de semana sin WhatsApp», decidí observar cómo los demás se relacionaban con este medio como filtro. Ya sé que no es un estudio muy amplio, y mucho menos riguroso, pero en la observación y la experiencia está la sabiduría. Distinguiendo entre lo que sabemos porque lo hemos experimentado, observado y analizado, y lo que solo conocemos de referencia.
Decidí adoptar un papel pasivo de observadora de relaciones por WhatsApp. Observé mis relaciones amorosas. Mis relaciones incipientes, mi relación con mi ex, y esa especie de cementerio emocional que queda en WhatsApp de relaciones que han sido efímeras. Y de paso aproveché para observar las relaciones de otros.
Una de mis primeras conclusiones es que con WhatsApp no pensamos. Cuando yo intentaba por ejemplo hablar con mi ex, tenía que dejar de hacerlo a través de WhatsApp para que mis emociones no produjeran un secuestro emocional que desencadenara en discusiones sin sentido, y la mayoría de las veces unidireccionales.
Para mí había una diferencia fundamental entre hablar por email y por WhatsApp. Por email paraba a pensar qué decía y cómo lo decía. Bien es cierto que los que nos separamos con niños tenemos consciencia que las comunicaciones por email se presentan fácilmente en un juicio. Es mucho más sencillo de usar de prueba que un simple WhatsApp. Quizás por eso el email se utiliza de otro modo más pausado.
Además con el email tenemos una diferencia fundamental: No esperamos que nos contesten inmediatamente. Con WhatsApp sin embargo sí.
Al final, si quieres molestar a un ex en un proceso de custodia, ruptura y demás es fácil, bloquéalo en WhatsApp. A ser posible cuando recibas un email, no contestes inmediatamente. Hazlo en día. Es más, a mayor importancia del email menos contestación. Eso es algo que mi ex usa conmigo cada vez que algo no le gusta.
Pienso sinceramente que WhatsApp es un medio ideal para premiar y castigar. Un sistema que te permite parapetarte detrás de las letras, en la distancia, sin mirar a los ojos, sin empatía. Un sistema que te permite transmitir independientemente de lo que sientas.
Sin embargo he observado que la mayoría de personas usa la respuesta inmediata, que suele ser la emocional. No para a pensar lo que escribe. Hay poco filtro racional, sobre todo en momentos en que se requiere inmediatez en la respuesta.
Quizás dentro de los medios que usamos habitualmente para comunicarnos WhatsApp es uno de los más emocionales, y a la vez más complicados de usar eficazmente.
La cuestión es que WhatsApp es un reflejo de nuestro mundo emocional. Que eso no quiere decir que comuniquemos bien ese mundo.
No sabemos comunicarnos
No, no sabemos comunicarnos. WhatsApp es un medio caliente donde podemos escondernos. Quiero decir, no estamos cara a cara, donde necesitemos temple para contener las emociones. No estamos por teléfono donde podemos esconder las emociones cambiando el tono de voz.
Por tanto ¿es realmente WhatsApp un medio de comunicación eficaz en una relación de pareja, no parejas, ex conflictivos? ¿De verdad?
Sinceramente, esto de dar tanto peso a la comunicación por WhatsApp en las relaciones de pareja es construir relaciones con cimientos poco sólidos. No, no tiene sentido confiar en un medio donde podemos ocultar nuestro mundo emocional.
Pero a esto le tenemos que sumar que la inmensa mayoría de las personas no saben transmitir a través de la escritura. Es así. Rindámonos ante la evidencia. Nos han enseñado a escribir, a repetir, a hacer análisis de textos. Pero nadie se ha preocupado de que sepamos plasmar nuestras emociones por escrito.
No sólo no sabemos cómo plasmar emociones. Apostaría a que la mayoría ni siquiera tiene un lenguaje emocional rico.
Es fácil tener un diálogo de estas características:
– ¿Qué tal estás hoy?
– Bien, bueno mejor que ayer.
– ¿Ya se te pasó entonces?
– Del todo no, pero ya mejor. Estoy menos triste.
Nuestro vocabulario emocional es muy reducido. Bien-mal, triste-feliz. Las emociones contrarias son lo mismo en diferentes escalas. Pero ¿podríamos ser más exactos con nuestras emociones? ¿mejoraría nuestra comunicación si utilizáramos un vocabulario más rico? ¿Qué pasaría si usáramos mejor el lenguaje emocional?
¿Cuanta gente usa en WhatsApp expresiones cómo estas?
– Me siento exaltado
– Estoy realmente molesto con el tema
– Hoy me siento desorientado
– Sí, realmente hoy me siento muy afortunada
– Hoy me siento desilusionado
Teniendo en cuenta que WhatsApp sólo dispone de emoticonos para mostrar las emociones, quizás deberíamos aprender a usar de una manera más rica el lenguaje emocional. No creo que las caritas sonrientes o las caquitas de WhatsApp suplan por escrito una forma de escribir más emocional. Si no tenemos ni postura ni tono ¿qué tal probar a ser más explícito y concreto en el lenguaje?
Control a través de Whatsapp
No puedo hablar de dependencia sin hablar de control. La dependencia emocional y el control sobre el otro van unidos. No conozco ninguna relación dependiente donde el control no exista. Y creo que en este blog se ha escrito mucho sobre cómo confundimos el control con el amor.
Yo quiero dejar clara mi posición: para mí el control sobre otra persona es la manera de considerarla de tu propiedad. Para mucha gente una relación de pareja pasa por convertir al otro en un objeto de su propiedad. Y creo que todos hemos caído en este tipo de relaciones alguna vez.
Es importante salir de esta dinámica. El amor no es control. Las personas no son/somos propiedad de nadie. Ni las parejas, ni los hijos.
Amar más no significa controlar más. No implica controlar al otro.
Es curioso: en este tiempo he visto este tipo de control por las dos partes. Por una parte cómo hay personas con la necesidad imperiosa de controlar a otras. Y por otra parte cómo hay personas que creen que ser controlados por otro significa que te quieren más.
WhatsApp, cómo suele pasar con todo el mundo digital no es un lugar aparte del mundo real. Quiero decir con esto, que lo que pasa en WhatsApp es un reflejo de lo que pasa en la vida real, en las relaciones reales.
En cuanto a medio de control WhatsApp permite ejercer un control mucho más intenso y más inmediato.
Te voy a poner un ejemplo. Antes podías llamar por teléfono a otro y te decía «estoy aquí, en el bar Pepito, con Juan y Nuria». Ahora el control puede amplificarse. No hace falta que el otro te lo diga. Si estás acostumbrado al control no sólo escribirás eso, sino que mandarás una foto con Juan y Nuria, con una cerveza en la mano con el cartel del Bar Pepito de fondo. El control es más eficaz, más inmediato, y no te da lugar a escapatoria.
El control puede ser también una necesidad constante de recibir información sobre la actividad de la otra persona. Dónde está. Qué hace. Con quién está. Hay personas acostumbradas a tener absoluto control sobre los demás. Igual que hay personas acostumbradas a ser controladas. Es más, lo ven cómo algo intrínseco a las relaciones amorosas.
Dentro de la dependencia emocional, creo que podemos hacernos fácilmente adictos a controlar, y además a ser controlados.
Mi experimento
Un jueves sobre las once de la noche decidí enviar un mensaje a mis contactos más comunes. El mensaje venía a decir que iba a dejar WhatsApp unos días (no dije cuando volvería) por el simple placer de saber qué pasaba.
Puede parecer estúpido, pero la verdad es que sí pasaron cosas. Primero vino una mañana de Viernes con una avalancha de llamadas donde la gente me preguntaba si estaba bien ¿Perdón? Os habéis vuelto locos, mundo, SÓLO HE DESINSTALADO UNA APLICACIÓN DEL MÓVIL.
De ahí pasé a descubrir la dependencia emocional o al mismo medio. Personas, una en concreto, que pensaban que un SMS venía a ser diferente al WhatsApp. ¿Mande?
La mañana del viernes la sensación para mí fue un poco extraña. Sentí que me faltaba algo. La aplicación o las personas por las que me comunicaba, no lo sé.
Pero lo importante es que sí pasaban cosas. Pasaba que yo me sentía con más necesidad de comunicarme. Ya no disponía de la intimidad que WhatsApp me brindaba, así que cedí tiempo a escribir en mis Redes Sociales.
Y decidí hacer cosas diferentes. Era difícil quedar sin WhatsApp, ya no estamos acostumbrados a quedar por teléfono y asistir a la cita sin más. Me di cuenta que necesitamos confirmar y reafirmar la confirmación.
Salí del control. Ya no tenía a quien contar lo que hacía, ni a nadie que lo preguntara. Pude centrarme en las personas con las que físicamente estaba sin interrupciones, con la suerte de que ellos hicieron lo mismo conmigo.
Y aprendí que WhatsApp es un medio de comunicación nefasto. Donde los que intervienen son imperfectos, el lenguaje es inadecuado, las caritas sonrientes no suplen una risa verdadera. Lo cierto es que el mensaje no llega.
Abismo
Hay un abismo entre lo que sentimos, lo que escribimos por WhatsApp y lo que la otra persona interpreta.
No tenemos una educación emocional adecuada, cuanto menos cómo para disponer de medios donde todo depende de cómo decimos las cosas, más que lo que decimos.
Creo que es un problema similar al que tiene Twitter con el anonimato. En Twitter hay individuos que parecen obtener placer en el sufrimiento de otros. A veces creo que genera para algunos una especie de psicopatía transitoria donde la empatía brilla por su ausencia. En un medio como ese que te permite ser anónimo y además carece de lenguaje no verbal induce esa falta de empatía.
En WhatsApp no somos anónimos. Tendemos a reconstruir la parte del lenguaje no verbal. Dependiendo de nuestro mundo emocional podemos poner tono y postura a los mensajes. Genera empatía, no hay anonimato.
Relaciones a base de Whatsapp
¿Qué diferencia hay entre las relaciones antes de WhatsApp y después de WhatsApp?
Estoy segura que hoy en día configuramos relaciones amorosas diferentes a las que creábamos años antes. A través de WhatsApp podemos falsear lo que somos, nuestro estado de ánimo y nuestras verdaderas emociones. Muchas parejas incipientes pasan más tiempo relacionándose a través de WhatsApp que a través de ningún otro medio.
Si WhatsApp es un sistema que genera dependencia. Si es tan fácil de falsear. Si no disponemos de los recursos para comunicarnos emocionalmente ¿Qué tipo de relaciones estamos generando?
Tengo la impresión que generamos relaciones donde idealizamos fácilmente a la otra persona. El contacto constante e intermitente, junto al sistema de recompensa, no puede hacer más que generar relaciones con carencias de comunicación muy importantes.
Donde no hay una comunicación eficaz hay lugar para enamoramientos idealizados, mentiras sin resolver, dependencias intensas o incapacidad para diferenciar entre la realidad y nuestra construcción sobre la relación o la persona.
Esta web utiliza cookies propias y de terceros para su correcto funcionamiento y para fines analíticos. Al hacer clic en el botón Aceptar, acepta el uso de estas tecnologías y el procesamiento de tus datos para estos propósitos.
Ver Política de cookies