Etiqueta : misoginia

Año nuevo, sección nueva

En enero este blog cumple un año. Ha sido un año terriblemente irregular, fundamentalmente porque durante más de la mitad de él no he tenido las fuerzas y el entusiasmo que requiere coordinar y hacer despegar un proyecto colectivo. Pero puedo decir con mucha alegría que el último trimestre ha demostrado que somos muchas las que queremos pensar juntas sobre el amor romántico, desde nuestras diferentes visiones, perspectivas, formaciones y experiencias. De hecho tenemos material de sobra para publicar incluso más de una vez a la semana en este segundo año. Algo muy gratificante considerando la juventud del proyecto y su carácter totalmente voluntario.

Hay que vestirse con las heridas justas
La herida justa, de Erika Khun

 

Algo que me ha sorprendido a lo largo de este año, aunque quizá podría haberlo esperado, ha sido que la inmensa mayoría de quienes firmamos estos posts somos mujeres. Obviamente cuestionar lo que el amor romántico hace con nosotros nos lleva directamente al feminismo, pero también conozco a muchos hombres feministas (soy afortunada). Algunos de ellos han sido, de hecho, quienes han inspirado este proyecto y algunos de los posts que he firmado en él.

Sin embargo, apenas hemos conseguido enganchar a los chicos, a pesar de que al principio del proyecto hubo muchos que mostraron interés. Esto me lleva a pensar que el problema con el amor es un problema femenino. Hablaba hace poco con otras de las autoras, en concreto sobre la violencia dentro de la pareja, sobre el daño que hace mezclarla con la violencia de género; probablemente uno de los problemas más peliagudos y urgentes que se entrecruzan con lo que estamos haciendo aquí (y mucho más serio que lo que hacemos aquí). Pensaba, también, en el monólogo de Pamela Palenciano «No solo duelen los golpes» (que podéis consultar junto a otras excelentes reflexiones en la barra derecha del blog), y en cómo ella hablaba de cómo ve exactamente los mismos problemas también en parejas homosexuales.

A mi entender, eso tiene que ver con que es un problema de roles. Con «lo femenino», en general, sea quien sea quien lo encarne dentro de la pareja. Con la necesidad de que el amor sea siempre una relación de poder desigual. Lo que hacemos aquí no es un problema exclusivo de las mujeres, pero, sinceramente, la experiencia (personal, romántica, y dentro de este blog) me llevan a pensar que es un problema mucho más grave para las mujeres. Y que se entrecruza con el resto de los problemas que tenemos desde la forma femenina de estar en el mundo. Entiéndase femenina como «socialmente asignada como femenina», por favor. Ser correcta todo el rato es bastante cansado y va en contra de la economía lingüística, pero entiendo que hay que aclararlo porque, insisto, los hombres de mi entorno han tenido mucho que ver en todo esto, muchos de ellos heterosexuales y cis. Pero que precisamente por cuestionar sus privilegios se encuentran a veces en esa posición de inferioridad, o al menos son más capaces de empatizar con ella.

En cuanto a las mujeres que han escrito, comentado o difundido lo que se ha escrito en este blog, han hecho multitud de sugerencias que se han quedado fuera del proyecto. Porque nos centramos en el amor. Pero la verdad es que lo que hablamos no está tan alejado de la posición ocupada en el entorno romántico. Una compañera me hablaba de la necesidad de tomar lecciones de autodefensa para viajar con su hijo, siendo familia monoparental. Otras veces, yo misma he querido hablar de acoso callejero y lo he hecho fuera de aquí.

Me pregunto en qué medida el que se considere que se nos halaga juzgándonos cuando andamos por la calle o que somos indefensas y por tanto una víctima adecuada para un atraco no está total y directamente ligado con el hecho de que seamos princesas esperando a nuestro príncipe azul (y aquí os remito al artículo de Coral Herrera que también podéis leer a la derecha del blog) y por tanto total y directamente ligado con el objetivo del blog.

Así que en este nuevo año, quiero abrir un nuevo espacio en este hueco digital que ya es de todas nosotras para que quepan esas reflexiones; igual que tuvimos que hablar en el 25N, tenemos mucho de qué hablar cada día.

Así que todas las personas que queráis hablar de otros fenómenos relacionados con esto, aunque no sean directamente ligados al amor romántico, estáis invitados a sumar un post más cada domingo. Porque al final hablamos de un sistema, y si lo pensamos, los puntos están más unidos de lo que parece.

Así que, ya sabéis: estáis invitadas. Pasad y contar.

La mujer-niña: de Nora Helmer a Tania Sánchez

Dice Goffman que existe un «acuerdo entre los sexos» a través del cual se organiza la sociedad, cualquier sociedad. Los chicos a un lado, las chicas a otro. Que esa organización determina nuestra manera de ser, pensar y sentir. Que los chicos tienen maestros y patrones y luego empleados y aprendices, y las chicas padres, maridos e hijos. Según Goffman, las mujeres son el único grupo adulto discriminado al que se tiene al mismo tiempo una gran estima, patente en los sistemas de cortejo y las reglas de cortesía (qué casualidad lo de la raíz lingüística, supongo). Esta estima lleva a muestras de admiración como el piropo, el cortejo, y en última instancia, la violación. No lo digo yo, ¿eh? Lo dice Goffman, que es un señor.

Pero antes de llegar a la violación se da un estado intermedio, que es el de la mujer-objeto, la mujer-muñeca. La mujer-accesorio del varón. Ese papel social, asignado desde el nacimiento y para el que nos enseñan a comportarnos. A ser modestas. A ser sumisas. A ser generosas. A ser agradables. A volcarnos en nuestra familia. A ser frívolas, porque toda nuestra coquetería refleja en realidad el poder adquisitivo de nuestro compañero.

Goffman habla de la ritualización de la sumisión de la mujer ante la figura masculina inmediata, sea esta el padre o el marido. Nora lo dice mucho más claramente: «Nuestro hogar no fue más que el cuarto de jugar. En casa, con papá, se me trataba como a una muñequita; aquí como a una muñeca grande. Y los niños eran, a su vez, mis muñecos. Yo me divertía mucho cuando tú jugabas conmigo, lo mismo que los niños se divierten cuando yo juego con ellos». Su marido intenta explicarle su rol en la sociedad: «Ante todo eres esposa y madre», y Nora responde con un revolucionario: «Ya no lo creo así. Lo que creo es que ante todo soy un ser humano, yo, exactamente como tú… o, en todo caso, que debo luchar por serlo.»

Casa de muñecas

Sí, he dicho revolucionario. Casa de muñecas se estrenó en 1879. Sin embargo, a día de hoy, Nora sigue siendo uno de los papeles con los que sueñan las actrices de teatro. Nora, esa señora burguesa, frívola y torpe, coqueta e inútil, caprichosa y juguetona. Nora, que es capaz de ser todo eso y al mismo tiempo ser la imagen de la dignidad femenina, porque es el primer personaje que se planta ante esa posición y dice no. El drama de Casa de muñecas es una excusa para que asistamos, estupefactos, al empoderamiento de Nora, que de pronto decide dejar de ser la muñeca.

Queremos creer que esto está más que superado. Pero si hay un caso que ejemplifica hasta qué punto no lo está, este es el de Tania Sánchez. El tratamiento mediático de su candidatura la convierte permanentemente en una muñeca, a la que su novio, Pablo Iglesias, le permite «jugar» a la política. «Pablo tiene su proyecto, y yo el mío», intenta defender, mientras todos los medios (vale, casi todos, con honrosas excepciones) oyen «de momento, claro, hasta que tenga que empezar a ser consorte». ¿No es eso lo que hacen las mujeres, no es eso lo que hizo la reina Letizia, esa princesa profesional y divorciada, indie y moderna? Esa permanente autorreferencialidad del varón, que convierte a su compañera en «la novia de», que convierte el acoso a la mujer en un acoso a su mujer, en un problema de masculinidades. El papel del hombre en la pareja es el de protegernos, cuidarnos, dejarnos brillar, pero a su sombra. Tania es la elegida por «el deseado», ¿qué más quiere?

¡Oh, qué tranquilo y delicioso hogar el nuestro, Nora! Aquí estás segura; te guardaré como si fueras una paloma recién recogida por mí después de sacarla sana y salva de las garras del buitre. Sabré tranquilizar tu pobre corazón palpitante. Lo conseguiré poco a poco; créeme, Nora. Mañana verás todo de otra manera. Todo seguirá como antes. No necesitaré decirte a cada momento que te he perdonado, porque tú misma lo comprenderás indudablemente. ¿Cómo puedes creer que vaya a rechazarte ni a hacerte cargo siquiera? ¡Ah!, tú no sabes lo que es un corazón que ama, Nora. ¡Es tan dulce, es tan grato para la conciencia de un hombre perdonar sinceramente! No es ya su esposa lo único que ve en el ser perdonado, sino también su hija. Así te trataré en el porvenir, criatura extraviada, sin brújula. No te preocupes de nada, Nora; sé franca conmigo nada más, y yo seré tu voluntad y tu conciencia.

«Soy mujer, joven y rubia; por eso en la televisión tengo que ser más dura». La diputada de Izquierda Unida, actual candidata a la Presidencia de la Comunidad de Madrid tras su arrolladora victoria en las primarias, forma parte de la nueva corriente que está intentando renovar la formación de izquierdas después de una tendencia descendente. Sin embargo, ¿qué le preguntan? Por qué no sonríe más. Tania-Nora, mi estornino, mi pajarito cantor, ¿por qué no nos bailas una tarantela?

 

 

El papel social de las mujeres sigue siendo el del agrado. Ni siquiera dentro de la pareja: agradar al género masculino, en general. Debemos sonreír. Ser educadas. Graciosas, dentro de unos límites. Pizpiretas. Como niñas bien educadas. Si queremos jugar a la política, está bien, siempre y cuando la disfrutemos. Nada de tomárnosla en serio, nada de preocuparnos, nada de tener voluntad o conciencia. Eso son cosas de hombres.

¿Tan asumida tenemos la «cultura de la culpabilidad femenina»? El caso «Nosotras»

Hace unos días nos topamos con un ejemplo de más de lo que podríamos denominar “cultura de la culpabilidad femenina”. Lo más sorprendente del caso es que no encontramos este ejemplo por parte de alguna publicación tirando a la derecha o desde sectores que pudiéramos calificar como “machistas”… No, lo encontramos en un medio femenino.

La revista online ‘Nosotras’, que presume de ser un medio escrito por y para mujeres, se hacía eco de una “encuesta” en la que los hombres confesaban “qué comportamientos femeninos les llevaban a ser infieles”. Sí, como lo leen.

Tenemos que decir que el artículo en cuestión ya no puede leerse en el medio puesto que ha sido borrado, a petición de un grupo de usuarias que, escandalizadas, nos pusimos en contacto con el/la Community Manager del medio para denunciar el contenido y pedir su retirada. Gesto que les honra. No entraremos en este post en cuestiones de Gestión de Comunidad, que por muy analizable que sea – por ser un mal ejemplo – no es la temática de este blog. Pero hay que dejar claro desde el primer momento que nos costó lo nuestro que el artículo de marras fuese retirado. Más allá de que nos encontrásemos ante un tipo de empresa a la que es posible que le cueste borrar su contenido o rectificar,  nos llevó nuestro tiempo e insistencia que el artículo fuese retirado. Y ahí está el quid de la cuestión. ¿Por qué nos costó tanto?

Pues simplemente –en la humilde opinión de la autora de este post – porque los encargados de esta publicación no comprendían los motivos de nuestra indignación. Y de ahí que creamos que sea necesario este post.

El artículo en cuestión es este. Del que, evidentemente, hicimos captura de pantalla para poder denunciarlo, pasara lo que pasara.

Articulo Nosotras infidelidad

No hay por dónde cogerlo. Más allá de que la encuesta refleje o no el sentir real del sector masculino, cosa que dudo, el artículo destila una perspectiva rancia, anticuada y que, de forma deliberada o no, acepta y valida la idea de que las mujeres tienen la culpa con sus actitudes de que los hombres les sean infieles. Una vuelta más de tuerca a la “cultura de la culpabilidad femenina” que sigue presente en nuestra sociedad. Recoger en un medio femenino una encuesta en la que podemos leer que los hombres son infieles porque las mujeres tienen la culpa, y que los motivos de un hombre para ser infiel a su pareja femenina son perlas como “sus cambios de humor por el síndrome premenstrual son horribles”, “tiene poco apetito sexual” o “limitando mi libertad” no hace sino validar determinados estereotipos sobre la menstruación (tema que da para varios posts), el deseo sexual femenino (otro tema para tomos) y el papel de las mujeres en las relaciones. En determinado momento el/la Community Manager de “Nosotras” nos quiso convencer de que el motivo de compartir la encuesta era, precisamente, “denunciarla”, pero llegar hasta ese punto nos había costado dejar varios comentarios.

Evidentemente, la motivación que llevó al/a la redactor/a a escribir este artículo no fue en ningún momento la denuncia de esta clase de encuestas, puesto que en los últimos párrafos podemos leer: ¿Qué os parecen estos motivos? (Con esta frase ya se está asumiendo que los hombres tienen que tener un motivo para ser infieles) ¿Los comprendéis u os parecen tonterías con fácil solución? (…) son totalmente evitables si las cosas se hablan” y el remate final: “Además, el primer motivo por el que son infieles los hombres es porque, en ocasiones, las mujeres no quieren tener sexo. Este hecho demuestra la gran importancia que dan los hombres a las relaciones sexuales (…)” Por favor, si alguien ha captado el tono de denuncia en estos dos párrafos, que me lo explique, porque yo no lo veo. Desde luego, si la intención era la denuncia, se trata de un artículo fallido. Al leerlos tuve la sensación de estar leyendo una publicación propia de la Sección Femenina, de los Cuadernos “para mujeres casadas” o cualquier otro tipo de publicación femenina de hace –eeeh- más de 60 años. El artículo valida varias ideas, a mi parecer:

  • Recuerda que los hombres necesitan sexo, si tú no se lo das, lo buscarán en otro sitio. (¿Hola? ¿Y a una mujer no podría pasarle lo mismo? ¿Nosotras no necesitamos sexo?)
  • Derivado de esa afirmación anterior, que las mujeres necesitamos menos sexo que los hombres. (Bienvenidos a 1952)
  • Una infidelidad masculina es “una tontería”, tú como mujer debes “evitarla”, “hablando las cosas” (… bienvenidos de nuevo a 1952, o al consultorio de Elena Francis)
  • Tu síndrome premenstrual es algo de lo que avergonzarse. Ya puedes estar retorciéndote de dolor, no te quejes, o impulsarás a tu pareja a serte infiel. (Eleeeenaaaa Fraaanciisss)
  • Los hombres necesitan libertad. Si haces demandas propias del vínculo que se supone que ambos habéis aceptado, cuidado con cómo las realizas, puedes estar impulsándole a ser infiel. (Fraaaanciiisss Fraaanciiisss)

En definitiva: este artículo no hace sino validar ciertos estereotipos que creíamos de la época de nuestras abuelas sobre la sexualidad femenina y masculina y el papel de la mujer en las relaciones. El título ya es de traca. Pero lo que más me entristece es que una publicación femenina haya caído en una generalización: mujeres contra hombres, hombres contra mujeres, de nuevo. La infidelidad, según este artículo, no es una cuestión de carácter, sino de género. Y es justificable para los hombres, porque tienen más apetito sexual. Y por supuesto… porque las mujeres tenemos actitudes tan irritantes que provocan a los hombres ser infieles. Y con este artículo, “Nosotras” se cargó todo un siglo de avances en derechos de la mujer. Y la pregunta que no se me va de la cabeza desde que emprendimos nuestra “particular cruzada” contra este artículo es: ¿tan asumida tenemos la “cultura de la culpabilidad femenina” que una publicación dirigida precisamente a mujeres no puede entender que no debe recoger tales encuestas? ¿Tan asumida tenemos esta “cultura de la culpabilidad femenina” que un/a lumbreras de un portal de citas ve necesario hacer tal clase de encuestas? ¿De verdad aún este juego sigue siendo una lucha de géneros?

Y al estilo de “Nosotras”, cerraré este artículo con un: “¿qué pensáis al respecto? ¿Os parece “la cultura de la culpabilidad femenina”… “una tontería con fácil solución”? 

Animal de Compañía (Manos de Topo, 2012)


Manos de Topo – Animal de Compañía from Boogaloo Films on Vimeo.

 

Manos de Topo son un grupo que desde el principio jugaron a buscar la diferencia. Textos irónicos que ahondan en la caricatura de la canción romántica, no tomarse demasiado en serio (se llaman así en referencia a su supuesta escasa destreza con los instrumentos) y, sobre todo, la voz de Miguel Ángel Blanca: desafinada, llorosa y, definitivamente, valiente. Porque hay que ser valiente para subirse a un escenario y cantar así.

Bien por el efecto «traje nuevo del emperador» o bien porque efectivamente Manos de Topo tienen algo, se han hecho un hueco en el indie nacional (sea lo que sea eso) y unos fans incondicionales. Desde «Ortopedias bonitas» (2007) hasta hoy, Manos de Topo acumulan 4 referencias discográficas crecientes en calidad pero menguantes en sorpresa.

Manos de TopoHan sido acusados de misóginos infinidad de veces por unas letras en las que se describen relaciones sentimentales en las que el protagonista varón sufre por lo mal que lo tratan las mujeres. Ellos han salido al paso de esas acusaciones, a veces con humor y a veces con hartazgo, pero siempre explicando que son parodias de las típicas canciones de amor despechado y, por tanto, están criticando la misoginia de los «originales». Sea como sea, el mensaje está ahí y han hecho de él su seña de identidad. No en vano, Blanca canta entre sollozos.

Cabe plantearse, de todas formas, hasta qué punto un amante despechado es un amante que no ha sido capaz de hacer autocrítica. Y cuánto en su queja hay de reproche justificado y cuánto de verdadera misoginia (o misandria, aunque el hecho de que el término sea tan poco conocido da una pista de lo poco frecuente que es).

Para el tema que nos ocupa, amores que lo parecen pero no lo son, nos viene al pelo la que es, en mi opinión, su mejor canción hasta ahora, que nos habla de una relación destructiva y posesiva, empezando por el título: Animal de Compañía.

Muchas personas piden poco más a su pareja que ser bonitos, obedientes y fieles. Y a veces no lo piden, sino que lo exigen. Y otras veces ni siquiera es necesario porque la educación ya nos ha hecho ser animales de compañía para otros. Para conseguir seguridad, cariño o sexo, sacrificamos lo que nos hace humanos: nuestra capacidad para elegir qué queremos, al margen de instintos y normas sociales no escritas.

De ahí que el cantante diga luego «Ahora brillas en mí». Yo he perdido mi brillo propio. Si quiero hacer algo bueno tendrá que ser a través de mi pareja.

El videoclip termina de impactarnos: Gatos, sexo (o debería decir porno), muertes, catástrofes y otras imágenes de dudoso gusto, todo ello con un acabado amateur del youtube más infecto.

 

Los gatos quieren escapar de tu casa
Los gatos quieren escapar, visitar al vecino,
(Los gatos quieren escapar de tu casa,)
sólo están contigo por obligación.
(los gatos quieren escapar de tu ca… sa…)

Los problemas se hacen realidad cuando los verbalizas
(Los gatos quieren escapar de tu casa,)
y sé tantas cosas que nunca sabrás.
(los gatos quieren escapar de tu ca… sa…)

Junto a mí no tienes conciencia de ser
un animal de compañía,
estarás aquí toda tu vida.

Y tal vez alguien encienda una luz
debajo de toda tu piel
y te haga de nuevo brillar un poco en mí.

Verte llegar, simplificar
y ahora brillas en mí, ahora brillas en mí.
Multiplicar la eternidad
y ahora brillas en mí, ahora brillas en mí.

 Verte llegar, simplificar
y ahora brillas en mí, ahora brillas en mí.
Multiplicar la eternidad
y ahora brillas en mí, ahora brillas en mí.

Brillas en mí,
brillas en mí,
brillas en mí,
brillas en mí.

 Desde ahí pensabas que era divertido
hacerme el muerto en la playa,
ahora sabes que no es un juego.

 Mantén el demonio escondido bajo la cama,
él no sobrevive al veneno
del querer del fin de semana.

 Y tal vez no haya ni un rincón en ti
que no se pueda amar,
estoy dispuesto a esperar un poco más.

 Los gatos quieren escapar de tu casa.

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