Amor diferente al resto

Por El Chico Atrás del Muro, finalista* del I Concurso literario «Parece amor, pero no lo es».

¿Amor?

¿Qué es el amor?

¿Por qué duele?

¿Por qué es cálido?

Y, ¿por qué es diferente?

Esta historia podría parecerte absurda y cansada, algo que ya todos han contado, pero esta historia será contada a mi manera y con mi propia verdad.

En mi gran mundo imaginario, un lugar creado por y para mí, un lugar que lo tiene casi todo, ¿qué falta? Sencillo: estrellas, pequeños destellos de luz que alumbren el cielo nocturno y oscuro. Siéndote sincero, querido lector, aun no consigo las estrellas, pero encontré algo que alumbra con la misma intensidad.

Encontré el amor de tres personas, tres diferentes formas de amar con el mismo objetivo, iluminar mi cielo oscuro, solo y vacío.

Antes de empezar con el primer destello, querido lector, tengo que hablar contigo. Tal vez ya lo hayas pensado por el grandioso título, pero confirmare tus sospechas: sí, soy gay. Debes de estar pensando que eso no te importa y tienes razón, pero este dato es la base de mis tres destellos.

Comencemos por el primer gran destello. El descubrimiento de este gran brillo sucedió en ambos mundos. Siendo más específico, en un hermoso parque; juegos sencillos y divertidos como los columpios y resbaladillas, sin olvidar ese pequeño puesto de estatuillas de yeso con la forma de tus personajes favoritos de alguna caricatura. Ese puesto era mi favorito, siempre iba con papá a pintar alguna estatuilla de El Chavo del 8 o de Goku, me divertía mucho. En fin, volviendo al tema principal, mi mamá se encontraba sentada a mi lado, enfrente estaba una estatua de Emiliano Zapata, El Caudillo del Sur.

En ese preciso momento estaba en mi mundo, acompañado por mi mamá y la estatua. Debido al silencio profundo, tuve que hablar.

—Mamá, tengo que hablar contigo —solté por fin entre tartamudeos y una voz ahogada en miedo y nerviosismo—. Es algo muy importante.

—Está bien, hijo. —Su voz era dulce y tranquila, pero aun así tenía miedo, mucho miedo, aunque continué.

—Mamá. —Sin darme cuenta mis ojos se encontraban húmedos; en algún momento bajé la mirada, no podía verla a los ojos—. No sé cómo decirte esto, no es fácil para mí.

No hallaba palabra alguna para decirle le verdad, tenía miedo, por primera vez no me sentía seguro en mi propio mundo y de un momento a otro mis ojos se posaron en esa estatua, una señal de conmemoración a una persona que en vida fue valiente y se enfrentó, ante todo, mientras que yo era el mismísimo significado del miedo.

—Mamá, soy gay.

Un silencio tormentoso apareció, pasaron segundos, minutos y nada.

Hasta que…

—¿Estás seguro, hijo?

—Sí, mamá.

Y otro silencio interminable apareció.

—Sabes que eso no me importa… Yo te quiero, sigues siendo mi hijo y respeto tus gustos.

De un momento a otro nos estábamos abrazando, lloraba mientras que ella sonreía, su sonrisa era la señal de que todo estaría bien.

Y lo estuvo.

Su sonrisa era la señal de que todo estaría bien. Y lo estuvo. Clic para tuitear

Ese mismo día, en la noche, antes de irme a dormir, visité por última vez mi mundo. Era de noche, con un cielo con varias nubes, pero, aun así, un hermoso destello se encontraba adornando mi cielo.

Dormí bajo ese cielo, siendo alumbrado por la luz resplandeciente, con una sonrisa en mi rostro.

El siguiente destello es mi mejor amiga, mi propia Arquitecta de Sonrisas, la segunda persona en saber la verdad. Mi amiga Isabel.

Esta pequeña confesión fue muy distinta a la anterior, principalmente porque Isabel es de otro país; la historia de cómo nos conocimos es divertida y rara, pero es mi historia rara y divertida, así que lo siento, querido lector, pero esa historia morirá conmigo y con ella. Sí te puedo contar la parte en que nuestra amistad se volvió más especial.

Todo empezó el día 22 de diciembre; una refrescante brisa se colaba por la ventana de mi habitación, eran las 11.30 de la noche (mucho más tarde en República Dominicana), chateaba con ella sobre varias cosas —sobre la escuela, el clima y, sobre todo, de la comida— pero en mi mente solo estaba una idea, escribirle mi mayor secreto.

Empecé sutilmente, un simple “¿Puedo contarte algo?” que fue respondido de manera rápida con un “Claro, dime” acompañado de un emoji. Escribía, borraba y volvía a escribir, no tenía ni idea de cómo se lo iba a decir y, por eso, fui directo.

«Soy gay».

Tardó aproximadamente tres minutos en contestar. Tenía miedo, no contestaba, escribía y se detenía. Necesitaba distraerme, así que puse música para lograr despejar mi mente, pero ese intento por distraerme fue interrumpido por un mensaje de ella.

“No me importa, sigues siendo el mismo, el chico loco que me hace reír, el mismo chico con ideas raras y divertidas, nada cambiará, yo te sigo queriendo. Yo te apoyo de corazón”.

En esa fresca noche, con un cielo que ya tenía sus dos destellos, únicos y perfectos que alumbraban mi mundo mientras que el sol se escondía y la oscuridad emergía, esa oscuridad ya no importaba, ya tenía luz aun en la penumbra.

Cielo estrellado por Ryan Hutton vía Unsplash

Por último, mi tercer destello es aquel símbolo de un amor único: el amor propio.

Un amor que debe estar presente todos lo momentos, porque durante el tiempo que estás en este mundo te encontrarás con muchas personas que podrán hacerte daño, pero nunca debes olvidar quererte.

En el mundo hay muchas formas de amar,

diferentes, únicas y geniales.

Amar diferente

no es malo, ni un pecado.

Es, simplemente, hermoso.

Sobre El Chico Atrás del Muro:

Mi nombre es Saúl y mis apellidos son Cazeres Calderón, vivo en el pequeño estado de Morelos, en la ciudad de Cuautla, junto a mi hermano, mis padres y mis abuelos.

Actualmente estudio en el CBTIS 76, curso el cuarto semestre de mi especialidad en electrónica, aunque mi pasión siempre ha sido escribir.

Comencé a escribir en segundo grado de secundaria, mi primer cuento se llamaba La Maldición del Tiempo y fue el favorito del maestro; luego de eso continúe escribiendo solo para mí.

Mis libros favoritos son El Chico de las Estrellas y Aristóteles y Dante descubren los secretos del universo.

*Nota: este texto se enmarca en el I Concurso Literario «Parece amor, pero no lo es». Ha sido seleccionado como finalista por parte del jurado porque creemos que puede ser interesante para un debate en torno a la construcción de relaciones amorosas más sanas. No coincide necesariamente con la opinión de las personas que integran el jurado o la coordinación de Parece amor, pero no lo es. Si tienes algún comentario, no dudes en dejarlo debajo de este artículo. ¡Todo debate respetuoso es más que bienvenido!

Esperando por él

Por Sophie King, finalista* del I Concurso literario «Parece amor, pero no lo es».

La última vez que lo vi fue a la mitad del vagón. Sus ojos cálidos siempre habían causado una serenidad en mi alma. Sabía poco de él, eso era seguro, pero esos pequeños hoyuelos que se creaban cada que sonreía me hacían sentir como si lo conociera desde hace muchos años.
Solíamos compartir el mismo vagón, cada que regresaba del trabajo tenía la oportunidad de verlo aunque fuera una vez, pero un día, simplemente desapareció. Pasó el tiempo, y los días terminaron siendo meses, pero yo seguí esperando por él. Mis inocentes sentimientos me hacían tener fe de que en algún momento lo volvería a ver.

Fotografía de Justin Natividad vía Unsplash

Cuando era pequeña mi madre me contaba que mientras más desearas algo, más posibilidades tenías de que ocurriera. Nunca fui creyente de esas palabras, hasta que un día, ocurrió. Él se encontraba sentado justo enfrente de mí, pero esta vez no estábamos en ese vagón, por primera vez solo éramos los dos en aquel lugar. Sus ojos chocolate me observaron, después de mucho tiempo al fin podía volver verlos. Se habían vuelto más oscuros, pero seguían transmitiendo la misma calidez de antes.
Mientras me acercaba a su lado, me cuestioné si en verdad era prudente hablarle como si entre ambos existiese una gran confianza; con algo de vergüenza me senté a su lado. No intercambiamos palabras, el silencio que surgió no era abrumador, de hecho podría decir que era relajante, era como si mis problemas hubieran desaparecido con solo estar a su lado.
— Creí que nunca te volvería a ver—, solté después de unos largos minutos, mientras veía la nieve caer sobre la copa de los árboles.
Un cosquilleo invadió mi estómago justo cuando nuestras miradas se conectaron, él me dedicó una pequeña sonrisa que, para mí, valía oro.
—También me da gusto volver a verte—. Su voz despreocupada me hizo recordar esas pequeñas pláticas que teníamos algunas veces, aún puedo recordar ese libro que me recomendó antes de dejar de verlo.
Sentí justo como si me hubiera leído la mente, me pregunto sí lo había leído, y si en verdad me había gustado el final contado. Cuando menos nos dimos cuenta, las horas pasaron volando y ni siquiera logramos notarlo; sin embargo, para mí siempre pareció avanzar tan solo un par de minutos. Esa charla tan simple, donde no hubo necesidad de preguntar sobre nosotros, me causó una enorme satisfacción.

Fotografía de Victoriano Izquierdo vía Unsplash

El romper la rutina de las mismas pláticas repetitivas, donde solo fingías interés por cosas que obviamente en algún momento ibas a olvidar, se sentía tan bien… La nieve cubrió casi por completo el parque, el frío se hizo más presente y el tiempo paso con lentitud. Con las piernas algo entumecidas me levanté seguido de él, y en ese instante me di cuenta que ese chico no llevaba una ropa adecuada para el invierno. Tenía miedo de que se enfermera, que se sintiera mal en día de mañana. Con rapidez me quité la bufanda que mi hermana me regaló unas navidades pasadas y la coloqué en su cuello, sabía que no era mucho y que tal vez no haría la gran diferencia, pero me hacía sentir tranquila. Él me miró confundido, y era obvio, no era usual que una chica que apenas y sabes su nombre, te ponga una bufanda que, claramente, aprecia demasiado.

Fotografía de Brandi Ibrao vía Unsplash

—¿Y esto?—, me preguntó tomando con ternura la tela grisácea. Mis mejillas comenzaron a calentarse, con inseguridad observé mis botas.
—Lo necesitas más que yo—, contesté intentando no perder la voz por la vergüenza que sentía.
Alborotó mi cabello con rapidez; aunque fuese un simple acto, pude encontrar un pequeño significado en él. Lo miré con ilusión y con una gran sonrisa llena de gratitud se despidió de mí. Sabía que era muy pronto para admitir que me gustaba, no lo conocía, muy apenas y sabía su nombre, pero sus simples actos me cautivaron por completo desde el primer instante que lo vi entrando en aquel vagón. Desde ese momento entendí que el amor no existe en primera instancia, sino que es más bien atracción.

Desde ese momento entendí que el amor no existe en primera instancia, sino que es más bien atracción. Clic para tuitear
En ese instante comprendí que valió la pena esperar por él, porque al final de cuenta pude demostrarle el cuanto se significaba para mí con un simple acto, por una preocupación.
El reloj nunca se detuvo, los años terminaron pasando en balde, y siempre seguí esperando por él. Comenzamos siendo unos simples desconocidos y terminamos siendo inseparables.

Sobre Sophie King:

Joven de 17 años con pensamientos lúcidos y surrealistas. Escritora novata tras sufrir de legastenia.

*Nota: este texto se enmarca en el I Concurso Literario «Parece amor, pero no lo es». Ha sido seleccionado como finalista por parte del jurado porque creemos que puede ser interesante para un debate en torno a la construcción de relaciones amorosas más sanas. No coincide necesariamente con la opinión de las personas que integran el jurado o la coordinación de Parece amor, pero no lo es. Si tienes algún comentario, no dudes en dejarlo debajo de este artículo. ¡Todo debate respetuoso es más que bienvenido!

Sobre mi madre

Por Psicolectora, finalista* del I Concurso literario «Parece amor, pero no lo es».

Mi madre falleció hace un poco más de un año y desde hace varios meses venía rumiando sobre este texto. Porque, bueno, no es tan ameno sentarse a escribir sobre el dolor, no es fácil pero a veces es necesario y hasta terapéutico. El fallecimiento de mi mamá fue la materialización de uno de mis peores temores, recuerdo que de niña al dormir con ella me fijaba muy bien en el ritmo de su respiración y, si por algún motivo esta se sobresaltaba, me asustaba mucho, aun a esa edad y sin saber bien qué era la muerte ya sentía temor.

Madre

Foto de Julie Johnson vía Unsplash

Ya más grande, después de sobrevivir a la adolescencia y “romper” el vínculo con mis padres, algunas noches me sobresaltaba el miedo de pensar que podía perderla, que podía enfermar de cáncer o morir en alguna situación trágica. Así de la nada, cualquier día, a veces entredormida, me despertaba pues venía a mí la idea de su muerte, y esta era una de esas ideas que parecían tan aterradoras e inconcebibles que por esto la descartaba casi de inmediato.

No es tan ameno sentarse a escribir sobre el dolor, no es fácil, pero a veces es necesario y hasta terapéutico. Clic para tuitear

El 5 de enero de 2018, mi peor miedo se hizo realidad, me quedé sin la incomparable presencia de mi madre, quien hizo todo tipo de sacrificios por tener a su niña, pasando por varios abortos y diversos tratamientos; finalmente encontró un médico que le ayudó a poder concebirme sin perderme, pero el tratamiento requería que se pusiera inyecciones a diario en su barriga, con un cierto tipo de hormona que de alguna manera favorecería que el embarazo se llevara a término sin complicaciones y que yo pudiera nacer. Esto es lo que hace el verdadero amor.

Fui su niña, ahora muchos me dicen que fui la luz de sus ojos, creo que en parte veía en mi hermano y en mí (quizás como muchas madres lo hacen) una continuación de su vida y sus objetivos, pero ahora que lo pienso quizás vio en mi tantos rasgos de ella misma cuando joven que siempre quiso impulsarme a que fuera e hiciera lo mejor para mí. Su ambición y trabajo arduo me pagaron la educación en la mejor universidad y también me compraron el “derecho” de vivir la vida que hoy vivo.

Fue matrona, líder, triunfó y salió adelante en un contexto de carencias, mi abuela viuda y con 7 hijos hizo lo mejor que pudo para criarlos. Ella fue una niña del campo que llegó a Bogotá a muy temprana edad, su educación dependió en parte del apoyo de mis tías y algunos hermanos del abuelo que había fallecido; quiso estudiar sociología pero al final su verdadera vocación la llevó por otros caminos y después de emplearse por varios años en una empresa de maderas, empezó a emprender. Tuvo varios negocios hasta que, finalmente, en los 80 creó junto con mi padre el comercio que nos sostuvo y sostiene hasta la fecha. Ella trascendió su contexto de carencias, y no solo sobrevivió sino que fue una mujer exitosa y reconocida en el sector de su negocio, un sector del comercio que en este país se encuentra casi por completo representado por hombres.

El vacío inmenso que deja la muerte de un ser querido es indescriptible, por eso aquí trato de hacer mi mejor intento para explicar cómo vamos cambiando con estas circunstancias; la vida cambia, y el duelo y la tragedia nos van cambiando sin darnos cuenta. Todas las cuestiones por resolver después de la muerte y de las de las que nadie te habla también te van cambiando: las cuestiones del dinero, las cosas, la ropa, los negocios, las costumbres, los viajes, las rutinas, y el ser en sí mismo. Y claro que el duelo te enseña, la muerte, la ausencia, te enseñan de lo que eres capaz. Esto, sobre todo, si quien nos deja fue una persona que en vida fue ejemplo de fortaleza y templanza; si hay coherencia, no te queda más que intentar vivir rindiendo honor a sus enseñanzas y legado.

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Fotografía de Daniel Jensen vía Unsplash

De todo lo difícil que implicó su muerte, han sido un par de cosas las que más han resonado en mí: la primera son todos los remordimientos y los reproches con los que nos deja una muerte repentina; no hay chance de despedirse ni de hacer las paces, yo me quedé con un montón de cosas sin decir, con un montón de cosas que no debí decir, con momentos por compartir, etc. Con el paso irremediable del tiempo entiende uno que ya de nada sirven los reproches, solo queda intentar tratar de honrar, mientras tengamos vida, los sueños y deseos de nuestro ser querido. Luego el mismo tiempo se va encargando de borrar ciertos detalles que día a día fueron construyendo el amor de madre, de esposa, de jefe, de mentora. Los olores, las imágenes, las rutinas, los detalles, los dichos, las palabras, los regaños, un conjunto de cosas maravillosas que la vida y el tiempo inexorable nos van arrebatando porque, querámoslo o no, es este el curso de las cosas y quizás necesitamos olvidar un poco para poder seguir adelante.

Hoy entre lágrimas, mientras por fin me animé a escribir esto, quiero decirte que no hay un día que no me acuerde de ti, en que no me provoque leer uno de tus libros. Así algunos de tus detalles se desvanezcan de a poco, hoy solo puedo reconocer que aunque tantas veces solo quise alejarme de ti, hoy todo se reduce a que espero algún día poder ser tan grande como tú.

Sobre Psicolectora: 

Tengo 26 años, soy psicóloga y vivo en Bogotá (Colombia). Trabajo en el negocio de mi familia, que nada tiene que ver con psicología, ni con lectura o escritura, sino más bien con el comercio y las ventas. Desde hace un par de años intento escribir; no todo lo que escribo me gusta, pero quizás algo de lo que escribo pueda ser de interés para alguien.

Este es mi blog: https://psicolectora.wordpress.com/

*Nota: este texto se enmarca en el I Concurso Literario «Parece amor, pero no lo es». Ha sido seleccionado como finalista por parte del jurado porque creemos que puede ser interesante para un debate en torno a la construcción de relaciones amorosas más sanas. No coincide necesariamente con la opinión de las personas que integran el jurado o la coordinación de Parece amor, pero no lo es. Si tienes algún comentario, no dudes en dejarlo debajo de este artículo. ¡Todo debate respetuoso es más que bienvenido!

Amor entre almas

Por Molowi, finalista* del I Concurso literario «Parece amor, pero no lo es».

"Amor" escrito con lightpainting
Foto de Brigitte Tohm vía Unsplash

El amor es cosa de almas.
El cuerpo que habitas es solo el cebo.
La mente es la que en realidad te atrapa.
Las almas pliegan conciencias,
hacen papiroflexia con tus entrañas.
No hablo de amor entre seres,
voy más allá.
El amor de una madre a su hijo,
entre hermanos y hermanas,
el beso bajo la lluvia
de la pareja enamorada,
los amigos, familia que se elige,
siempre amada,
el incondicional hacia mi mascota
el inquebrantable a la Pachamama.
El amor a uno mismo.
¡Qué despiste! Me olvidaba
de tenerlo siempre presente.
Quiérete con toda el alma.
El amor hacia lo que haces
puede mover montañas.
Las almas no se juzgan,
no necesitan balanza.
Juguetean con las corrientes,
se seducen, se entrelazan;
No necesitan palabras.
en silencio gritan que se aman.
No entienden de género ni colores,
son engranajes que encajan.
Cuando empiezan a rodar
parecen maquinaria pesada.
Imparables.
Amor es admiración.
Lucha incansable, dura batalla
sin rendición, ni redención.
El beso volado de despedida
que descansa en tu almohada
y abraza mi corazón
hasta tu próxima llegada.
Amor es verte volar libre
con tus alas desplegadas.
Grandiosa Ave Fénix
que renace en cada emboscada
renovada.
Las almas se alimentan de besos,
son carroñeras del espacio que separa,
muerden el tiempo, impacientes,
buscan penetrar las escamas.
Invencible armada.
Amor que nutre y enriquece.
Una dieta disociada
con un único ingrediente:
amor sano y amor que sana.

Galletas con forma de corazón
Foto de Markus Spiske vía Unsplash

Las leyendas se dioses griegos
entre generaciones se traspasan,
hablan de almas incomprendidas
a la inmortalidad condenadas.
El amor entre almas es magia.
Una chispa en la hojarasca.
Es desearte en las buenas y en las malas.
Es respetarte aunque la marea esté brava.
Es superarte.
Es ojalá te hubiera conocido antes.
Almas agradecidas, es una suerte amarte.
Ama mi alma, no mi fachada.
Hay mucha riqueza detrás de esta coraza.
Atraviesa suavemente mis finas capas.
El amor entre almas es la flor
que crece en la carretera asfaltada.
Es la caracola que espera la ola en la playa.
Es eterna primavera y el verano que no acaba.
Es ver tierra en lontananza,
del marinero, la esperanza.
Es la sonrisa que seduce sin decir nada.
Son las múltiples intenciones
que se esconden tras una mirada.
Amor entres almas que ensanchan
cuanto más se abren en canal.
El tormento del desamor
que no se repondrá jamás
El clavo que quita otro clavo
y remonta la bajada.
Cuando las almas se abrazan,
se liberan de sus cargas;
disfrutan de ser felices
sin debilidades vanas.
El éxtasis de encontrarte
buscando a tu media naranja.
Las almas se intuyen sabias
como el que lleva un eternidad
vagando al alba.
Se funden invisibles
en tu cuerpo, son balas.
Nunca bajes la guardia.
Las almas son infinitas
y hasta el infinito se aman,
sin prejuicios ni tapujos,
hasta que peinan sus canas.
Cuánto amor se guarda en 21 gramos
que en la muerte volando se escapan.

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Sobre Molowi:

Soy natural de Madrid, de padres manchegos, y llevo viviendo desde hace cinco años en Las Palmas de Gran Canaria, dejándome engañar por un canario que me

prometió que aquí siempre hacía sol ;). Tengo 31 años y me encanta tener iniciativa, plantearme retos que me catapulten fuera de mi zona de confort, como los concursos, siempre como afición. A veces, hasta teniendo la suerte de ganarlos. Apasionada de la naturaleza, me enamoro cada día de mi isla que me permite dedicarme a mis grandes pasiones: el vóley playa y la literatura.

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A veces se me olvida que te quiero

Por Ana Lorien, finalista* del I Concurso literario «Parece amor, pero no lo es».

Flores llamadas nomeolvides
Nomeolvides, de Noah Silliman en Unsplash

Cuando me molestas y te ríes
Se me olvida que te quiero
Cuando te enfadas conmigo
Se me olvida que te quiero

A veces cuando te haces el loco
Se me olvida que te quiero
Cuando te pones cínico
Se me olvida que te quiero

Si me llamas y tengo prisa
Se me olvida que te quiero
Si no te veo en todo el día
A veces se me olvida que te quiero

Hay días que si estoy de mal humor
Se me olvida que te quiero
Si estoy triste por algún motivo
Se me olvida que te quiero

Si no estoy bien conmigo misma
Se me olvida que te quiero
Siempre que me olvido de quererme
Olvido que te quiero

Sobre Ana Lorien:

Tengo 35 años, vivo en Benifaió (un pueblo de Valencia), soy madre, esposa, amiga, hija, empleada y estudiante entre otras cosas. Empecé a escribir a los diez años un diario y desde entonces he ido experimentando en el mundo de la escritura. Me apasiona, me permite conocerme y explorar el mundo de las emociones que tanto me interesa, razón por la cual también estoy estudiando psicología. Escribir me ayuda a querer saber más, a documentarme para superarme en cada poema o relato; mi deseo es poder transmitir algo que mueva interiormente a los demás, llegar a las personas y conectar con ellas.

*Nota: este texto se enmarca en el I Concurso Literario «Parece amor, pero no lo es». Ha sido seleccionado como finalista por parte del jurado porque creemos que puede ser interesante para un debate en torno a la construcción de relaciones amorosas más sanas. No coincide necesariamente con la opinión de las personas que integran el jurado o la coordinación de Parece amor, pero no lo es. Si tienes algún comentario, no dudes en dejarlo debajo de este artículo. ¡Todo debate respetuoso es más que bienvenido!

Agua fresca

Por Sandrula, finalista* del I Concurso literario «Parece amor, pero no lo es».

Planta que crece en la arena
Foto de Jill Heyer vía Unsplash

Una gota de agua  fresca moja la tierra seca,

tantas veces mojada y vuelta a secar.

Que supo ser huerta y también desierto,

que perdió sus ríos y volvió a empezar.

 

Una gota de agua fresca moja la tierra seca.

Se suaviza el suelo y se abre en dos,

dejando brotar al pimpollo atrapado,

al pequeño olvidado que pide ser flor.

 

Una gota de agua fresca moja la tierra seca,

tantas veces mojada y vuelta a secar.

Se estremece el día y refresca el aire,

se suaviza al suelo y se abre la flor.

Se suaviza el suelo y se abre en dos / dejando brotar al pimpollo atrapado / al pequeño olvidado que pide ser flor. Clic para tuitear

Sobre Sandrula:

Profesora de educación física, corredora amateur. Escribo como cable a tierra.

*Nota: este texto se enmarca en el I Concurso Literario «Parece amor, pero no lo es». Ha sido seleccionado como finalista por parte del jurado porque creemos que puede ser interesante para un debate en torno a la construcción de relaciones amorosas más sanas. No coincide necesariamente con la opinión de las personas que integran el jurado o la coordinación de Parece amor, pero no lo es. Si tienes algún comentario, no dudes en dejarlo debajo de este artículo. ¡Todo debate respetuoso es más que bienvenido!

Más que amor

Por Alicia Adam, finalista* del I Concurso literario «Parece amor, pero no lo es».

Foto de TJ Arnold en Unsplash

 

Son demasiados años de amor,
juntos,
para conformarme con menos.
Por eso:
mis letras
se siguen engalanando para ti,
para encontrarse con tus ojos
que me desnudan en cada verso
y con tus manos sabias
que sustituyen
cada “pero”, cada “por qué”
por una simple “y”
que une y no separa.

 

Tus manos sabias / que sustituyen / cada “pero”, cada “por qué” / por una simple “y” / que une y no separa. Clic para tuitear

Sobre Alicia Adam:

Estudia Magisterio en la Universidad de Málaga. Trabaja como maestra. Ha escrito varios relatos cortos y poemas. Es autora de la novela juvenil ¡Padre no puede enterarse! Ha iniciado una saga literaria con el título Media Vuelta, una novela romántica contemporánea que incide en problemáticas actuales: la violencia de género y el maltrato infantil. Su escritura profundiza en los aspectos psicológicos de los distintos personajes.

*Nota: este texto se enmarca en el I Concurso Literario «Parece amor, pero no lo es». Ha sido seleccionado como finalista por parte del jurado porque creemos que puede ser interesante para un debate en torno a la construcción de relaciones amorosas más sanas. No coincide necesariamente con la opinión de las personas que integran el jurado o la coordinación de Parece amor, pero no lo es. Si tienes algún comentario, no dudes en dejarlo debajo de este artículo. ¡Todo debate respetuoso es más que bienvenido!

El lado donde todo es rosado

Por Verónica Gallego Mengod, finalista* del I Concurso literario «Parece amor, pero no lo es».

Imagen del vestido rosa de una muñeca.
Imagen de XINYI SONG en Unsplash

Fabiana querida:
Quiero pedirte perdón. Pedirte perdón e intentar explicarme.
Nacimos en el país de las mujeres bellas, el país de las misses. Donde la apariencia lo era todo. La mitad de mis colegas, mis primas, mis vecinas, la mayoría se habían hecho las tetas. Tú me preguntarás: «¿Qué es hacerse las tetas, mami?». Y yo te diré: «Pues ir a un médico para que te cobre por dormirte (y que así no sientas nada) y, con un cuchillo muy afilado, abra un hueco en cada teta y meta allí unas bolsitas llenas de un líquido. Y así las tetas son más grandes y vencen la ley de la gravedad».
Llevo toda una vida viendo tetas como toronjas (¿Cómo las llamas tú? ¿Pomelos?), mujeres de 60 sin patas de gallo al sonreír, chicas de 20 sin expresión emocional en rostros llenos de Botox. Vengo del mundo de la imagen y siempre he intentado respetar las elecciones de cada quien: “Sororidad”, me digo, cuando siento que voy a criticar lo que yo considero una conducta banal, pero tengo que confesarte que me cuesta mucho.
Me cuesta mucho todo. Me costaba no preocuparme por las estudiantes que llegaban tarde a clase, pero se habían despertado a las 5 a. m. para plancharse el cabello y ponerse dos kilos de maquillaje. Me costaba mucho no llorar a los niños cuya madre había muerto durante una cirugía estética electiva. Me costaba no decir que la baja autoestima hacía a algunos hombres creer que iban a levantar más por tener la camioneta de última moda; y, cuando la compraban, efectivamente levantaban más chicas.
Me hiere la tiranía de la imagen. Ahora, en España, no soporto cuando un funcionario oye mi acento por teléfono y no sólo me pregunta si soy venezolana, sino también si soy guapa. ¿Qué llama guapa? ¿Por qué es relevante que yo sea o no guapa, si lo estoy llamando por trabajo?
Te quiero decir un secreto: creo que vivimos en sociedades donde nos ponen difícil eso de amarnos a nosotrxs mismxs tal y como somos.

Te quiero decir un secreto: creo que vivimos en sociedades donde nos ponen difícil eso de amarnos a nosotrxs mismxs tal y como somos. Clic para tuitear
Me cuesta mucho todo. Me cuesta también dejar de ver la apariencia de las personas que me rodean, o elegir criticar menos la propia. Me cuesta tener los labios sin pintar, lo sabes, te da risa cuando saco el pintalabios después de comer. Y me ha costado respetarte, hija hermosa, aunque no puedo decir que no lo he intentado.
Y te pido perdón, porque tardé mucho en decirte lo que ayer te dije; en escuchar lo que me tenías que decir.
Hija querida, gracias por decírmelo: “Mami, a mí me gusta ser niña, y no es que no quiera comprar ropa, pero es que no me gusta este lado donde todo es rosado”. “Mami, es que para ver la ropa que me gusta tengo que disimular como si fuera para mis primos, y así la gente no me mira mal”.
Tardé mucho en decírtelo, y por eso me disculpo, pero ayer por fin te lo dije: “A la mierda la gente, vamos a comprar la ropa que tú quieras, y si te miran, que te miren”.
Es verdad que ya lo habíamos ido haciendo, que desde pequeñita jugabas con el Beyblade y los cochecitos Hot Wheels. Que el rosado fue desapareciendo de tu guardarropa, que siempre has podido elegir. Que cuando me llamaron del cole horrorizados porque eras la única niña que quería jugar al fútbol, les respondí que eso te iba a hacer la mejor jugadora del cole. Es verdad todo eso. Pero también es verdad que pude haber mandado a todos a la mierda mucho antes, y no lo había hecho.
Así que, mi fabulosa Fabi, hoy grito, por ti, por mí, por todxs: “¡Eres niña, eres hermosa, puedes vestirte y jugar como quieras! ¿Y las misses…? Las misses también pueden vestirse y jugar como ellas quieran”.

Tu mami que te ama y te agradece todas tus enseñanzas.

Fondo coloreado de rosa
Imagen de W en Unsplash

Sobre Verónica Gallego Mengod: 

Nacida en Caracas (Venezuela), se ha dedicado a la literatura, la formación y al fomento de la lecto-escritura desde joven. Es Licenciada en Psicología (Magna Cum Laude), Licenciada en Letras y Magister en Estudios Literarios, titulaciones obtenidas en la Universidad Central de Venezuela. Ha escrito cuentos, novelas, poemas, monólogos, obras de teatro; sin embargo, nunca ha publicado. En el año 2016 se muda con toda su familia a Madrid. Este proceso migratorio ha tenido varios efectos en su vida, entre ellos, que Verónica haya decidido dedicarse definitivamente a la escritura y a la publicación de sus textos.

*Nota: este texto se enmarca en el I Concurso Literario «Parece amor, pero no lo es». Ha sido seleccionado como finalista por parte del jurado porque creemos que puede ser interesante para un debate en torno a la construcción de relaciones amorosas más sanas. No coincide necesariamente con la opinión de las personas que integran el jurado o la coordinación de Parece amor, pero no lo es. Si tienes algún comentario, no dudes en dejarlo debajo de este artículo. ¡Todo debate respetuoso es más que bienvenido!

Entrega

Por Remei González Manzanero, finalista del I Concurso literario «Parece amor, pero no lo es».

 

Si para entregarte necesitas

desmenuzar mis inmensidades,

hacerme pequeñita,

solicitármelo todo,

agarrar mis piedras sórdidas

y ponerlas sobre la mesa

para que los dos sepamos quién soy

y para que ignoremos al miserable canalla que eres,

no tengo más que decirte:

me entrego a mí.

"You are worthy of love"
Photo de Tim Mossholder en Unsplash

Sobre Remei González Manzanero:

Barcelona, 1990. Estudió Filología Hispánica, un máster de Ciencia Cognitiva y Lenguaje y el máster de Formación del Profesorado en la Universidad de Barcelona. Actualmente es profesora de lengua y literatura en educación secundaria y cursa el doctorado de Didáctica de la Lengua y Literatura en la Universidad de Barcelona. Algunos de sus poemas y relatos han aparecido en revistas como Oculta, Ariadna, Fábula o Blanco Móvil y en antologías como A bocajarro o el XIV Cuaderno de Profesores Poetas. Autoeditó el fotopoemario Puzle berliniano (2011) y el cuaderno de poesía El mundo de las almohadas (2017).

*Nota: este texto se enmarca en el I Concurso Literario «Parece amor, pero no lo es». Ha sido seleccionado como finalista por parte del jurado porque creemos que puede ser interesante para un debate en torno a la construcción de relaciones amorosas más sanas. No coincide necesariamente con la opinión de las personas que integran el jurado o la coordinación de Parece amor, pero no lo es. Si tienes algún comentario, no dudes en dejarlo debajo de este artículo. ¡Todo debate respetuoso es más que bienvenido!

Tras el largo invierno

Por Adriana Paola Meza, finalista* del I Concurso literario «Parece amor, pero no lo es».

 

Puesta de sol con la silueta de un árbol y una persona.
Fotografía de Dawid Labno en Unsplash

Sentada debajo de un árbol con los ojos cerrados escucho los murmullos de la naturaleza y de las personas que viven en las cabañas vecinas. La nieve comienza a derretirse apenas, fue un largo invierno pero yo apenas siento frío. El frío está distante de mí, experimento la sensación pero no me identifico con ella. Hay una enorme paz en mí, soy una ola más del viento tibio que comienza a deshacer la estación. Él está sentado en el árbol contiguo, silencioso y meditativo. Disfrutamos el silencio por muchas horas al día. Quizá por eso nuestro amor ha llegado a ser inmenso. A veces cuando lo miro a los ojos pareciera que el azul del mar danza en su mirada. Estos y otros pensamientos pasan pero no los detengo los dejo ir, se hace el silencio. Después de un largo rato abro los ojos y él está contemplándome como si mirara a la nada y le sonrío. Él me sonríe, es la manera en que nos decimos que ya es tiempo de volver a la cabaña. Al llegar nos fundimos en un profundo abrazo y en silencio total comenzamos las tareas propias de quien espera una gran celebración. Mi hija llegará mañana de visita; ha estado unos días en el Tíbet y viene a compartirnos su experiencia. Ella es tan dulce y tierna, tan fuerte que su padre le ha preparado como regalo un libro muy antiguo que su abuela le heredó. Y yo no he hecho más que abrir mi corazón para recibirla y prepararme para cocinarle lo que más le gusta. Seis años sin verla han sido mucho pero ambos sabemos que lo mejor que le puede suceder a un hijo es que sus padres renuncien a inculcarle cosas que no tienen nada que ver con su verdadero camino. Ahora ella es lo que es porque nosotros hemos estado al margen y eso me hace sentir que la amo más que a nadie en el mundo. Hace mucho que las lágrimas no asomaban a mi rostro pero hoy me he encontrado con las fotos de su niñez. Me pregunto cómo se verá ahora ¡tan grande! y él me abraza como estando de acuerdo. Nos acompañábamos en soledad, cada vez que la extrañábamos, en cada intento por decir “nuestra hija”. Ahora ella regresará quizá siendo la maestra.

Disfrutamos el silencio por muchas horas al día. Quizá por eso nuestro amor ha llegado a ser inmenso. Clic para tuitear

Sobre Adriana Paola Meza:

Escritora nacida el 28 de septiembre de 1980 en Monclova, Coahuila. Ha publicado en las revistas La cabeza del moro, La humildad premiada y Armas y letras.

Participó en el Encuentro Internacional de Escritores «José Revueltas» en su edición 2005 y 2006. Colaboradora del libro colectivo Primeras Armas, presentado en el marco de la Feria de Libro en Monclova durante el 2007. Estuvo en el Encuentro Nacional de Escritores en Durango durante el 2008 y en el Encuentro de Mujeres Poetas en Jiménez Chihuahua en el 2012. Desde hace algunos años, pertenece al grupo Las Pitonisas de Patricia Laurent.

*Nota: este texto se enmarca en el I Concurso Literario «Parece amor, pero no lo es». Ha sido seleccionado como finalista por parte del jurado porque creemos que puede ser interesante para un debate en torno a la construcción de relaciones amorosas más sanas. No coincide necesariamente con la opinión de las personas que integran el jurado o la coordinación de Parece amor, pero no lo es. Si tienes algún comentario, no dudes en dejarlo debajo de este artículo. ¡Todo debate respetuoso es más que bienvenido!

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