Etiqueta : micromachismos

Estarás contenta

Es sabido por todos que ser feminista es un coñazo. No solo por el coñazo enorme que hay que tener para no achantarse ante el patriarcado, sino también en el sentido más tradicional de “pesadez, aburrimiento”.

Ponerse las gafas lilas es como tomarse la pastilla (ahora no recuerdo si era la roja o la azul) de Matrix: por mucho que quieras, ya no puedes dejar de ver. Y es muy duro no dejar de ver todos los días, a todas horas, en todas partes, la larga sombra del machismo contaminándonos la vida. No voy a poner ejemplos porque si estás leyendo esto es que ya te los sabes de memoria.

Alicia en Matrix. Vía Greg Gillemin

Alicia en Matrix. Vía Greg Gillemin

Total, que de ver la opresión a no poder evitar señalarla no hay más que un paso, y para llegar de señalar la opresión a encontrar bufidos, ceños fruncidos, quejas o incluso insultos, casi no hay ni que moverse. Así que nos convertimos en las aguafiestas, en las pesadas, en las obsesas. Las que no podemos ver la tele tranquilas, pasear sin cabrearnos, ir a un festival sin notar que no hay ni un grupo sin hombres, pero sí mil sin mujeres.

No hace mucho me vi, por cosas de trabajo, en una mesa inaugural de un congreso como “autoridad”. Éramos cinco “autoridades”, entre las que había cuatro mujeres y un hombre. Yo estaba ese día contenta porque el congreso era interesante, porque había dormido muy bien y porque era tan temprano que solo había tenido que ignorar un comentario desafortunado del camarero sobre mi blusa. Un día genial y casi libre de machismo.

Al terminar la intervención y sentarme junto a un compañero me guiñó un ojo, me sonrió y me dijo: “Estarás contenta”. Yo no entendía. “Sí, cuatro de las cinco autoridades sois mujeres”. Le sonreí, porque me cae muy bien, pero me había estropeado el día. Dudo que nadie le haya dicho nunca a él “estarás contento” en las incontables ocasiones en las que las autoridades son todas machos, porque eso es normal. Y a mí me gustaría no tener que estar contenta, tampoco. Que lo nuestro sea normal, vaya.

Pero, además, su “estarás contenta” significaba muchas cosas. Ya era hora de que estuvieras contenta. ¿Ves como también sucede a veces que sois mayoría? Te quejas demasiado. Cuando sois todas mujeres no os decís nada.

Mi compañero no dijo nada de eso (y seguramente no está de acuerdo con algunas de las afirmaciones que le atribuyo), pero todo lo contiene la frase “estarás contenta”. Flota en ella porque lo hemos oído tantas veces que ya no hace falta ni que nos lo digan: nos sale de carrerilla.

“Estarás contenta”, como un imperativo. Porque si no lo estamos, somos molestas. Nos pasamos la vida señalando lo que no nos gusta y eso es incómodo. En primer lugar, porque a ver qué nos hemos creído para atrevernos a expresar nuestra opinión cuando es contraria al sentir general, que es como decir el sentir del heteropatriarcado. En segundo lugar, porque tenemos razón y dejamos en evidencia a los que querrían ignorar el machismo para seguir disfrutando el anuncio de ropa interior o su programa favorito, pero ahora que lo señalamos les es un poco más difícil.

“Estarás contenta”, porque una mujer que no sonríe, que no da las gracias por su opresión, que se atreve a disentir, es una mujer ingrata y peligrosa. “Estarás contenta”, porque si estás contenta será más fácil ignorarte. Come y calla, como me decían de niña.

Una mujer que no sonríe, que se atreve a disentir, es una mujer ingrata y peligrosa. Clic para tuitear

A mí me gusta estar contenta. Y me gusta estarlo con o sin motivo. Porque ha salido el sol, porque me va bien el trabajo, porque mi hija vuelve a casa con algo bonito que contarme. Lo que no me gusta es que me digan cuándo y por qué debo estarlo. Sobre todo si ese motivo no les basta a ellos para estar contentos, si ese motivo es su normalidad y mi excepción.

Así que, sí, estaré contenta. Cuando me salga del coñazo, concretamente. Mientras tanto, seguiré quejándome cada vez que me parezca justo.

Las violencias machistas (en plural)

El próximo día 7 está convocada en Madrid la Marcha Estatal contra las Violencias Machistas. Las violencias, en plural. Hay a quien le sorprende este plural. Los autores de este blog, incluso, llegamos a debatir, después de uno de los últimos feminicidios, qué sentido tiene seguir señalando los micromachismos cuando hay macromachismos, hay asesinatos, hay jueces que exculpan acosadores, que niegan órdenes de alejamiento; hay periódicos que siguen hablando de las mujeres que se caen por las ventanas incluso después de que se detenga a su pareja por sospecha de asesinato.

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No se caen: las tiran. Como a Ana Mendieta. ¿Quién coño es Ana Mendieta? Quizá que no sepamos quién es y por qué se la reivindica hace que nos duela menos su muerte. Quizá que las mujeres se mueran en vez de que las asesinen hace que nos dé mucho menos miedo ser mujeres. Y tendríamos que tener mucho miedo de ser mujeres; porque cuando un experimento demuestra lo predispuestos que están los hombres a violarnos cuando bebemos, el vídeo que se hace viral se titula «los peligros del alcohol».

No, veréis: el alcohol no viola. Los violadores violan. Creo que fue a Charo López a la quien escuché decir que no importa lo acabada que se sienta una mujer o lo alcóholica que sea; no se derrumba a dormir la mona en un parque cualquiera, en un portal cualquiera. Recuerdo a una mujer que este verano vagaba, sin hogar, alrededor de la casa de una amiga. Recuerdo que siempre aseguraba que estaba allí porque ella quería, que era temporal, que no necesitaba ayuda, que gracias, ya había comido. No podemos mostrarnos vulnerables porque nada resulta más atractivo que la vulnerabilidad, parece ser.

Nos quieren vulnerables, y qué mejor forma de hacer a alguien vulnerable que debilitándole. Por ejemplo, privándole de comer. Y así, el canon de belleza empieza a plantear estándares que son cualquier cosa menos estándar, porque hay muy poquitas mujeres que puedan estar flaquísimas sin estar débiles. Pero, por si acaso, porque aún así son muchas las mujeres delgadas que siguen siendo de constitución fuerte, la faena se remata reforzando lo poco femenino que es el ejercicio, la musculatura. Por si acaso. Y así las mujeres dejamos de hacer deporte al llegar a la adolescencia, y así nos privan, poco a poco, de la capacidad física de autodefensa.

Y qué decir de la autodefensa mental; cómo vamos a poner límites a las personas si desde pequeñas nos enseñan a no tenerlos, si, como decía Malena Pichot, jugamos a servir el té y a cuidar muñecos, siempre para los otros, nunca para nosotras. Si nos enseñan que tenemos que ser agradables y corteses, si ser firme es un rasgo positivo en un hombre y una descortesía en una mujer. Nosotras a cuidar, a sonreír, a alimentar, a servir. Y, por supuesto, es importante que pensemos que todo eso no es importante. Que lo importante no es cultivar, sino cazar; la intimidad, sino la esfera pública; la educación, sino la guerra, la familia, sino el empleo remunerado.

Nos han hecho pequeñitas, vulnerables, solícitas y humildes. Cómo, entonces, nos vamos a quejar cuando nuestra pareja nos dice que no valemos para nada, que no nos preocupamos por lo que van a decir de él si nos portamos mal, que a lo mejor se enfada con nosotras y entonces qué, que va a ir a buscar fuera lo que no se le dé en casa.

 

 

Nos están matando. En un goteo de sangre que cada vez es más una riada y que aun así a nadie le parece suficiente como para ponerse a construir presas.

Pero además nos están amenazando, nos están gritando, nos están controlando, nos están humillando. Nos están sometiendo cuando no nos dejan hablar en el trabajo, cuando nuestro compañero cobra más que nosotras por hacer el mismo trabajo y apropiarse de nuestras ideas porque cuando hablamos tampoco nos oyen. Nos están controlando cuando aseguran que lo que llevamos puesto, lo que hemos bebido, por dónde caminamos son motivo para que nos agredan. Nos están sometiendo cuando no aceptan que no queramos follar, besar, sonreír o hablar; con desconocidos o con conocidos. Nos están matando cuando los periódicos fingen que no hay asesinatos, cuando los jueces fingen que no hay amenazas, cuando los vecinos fingen que no oyen ruidos, cuando nuestras personas queridas fingen que no nos ven llorar. Nos están gritando también cuando no nos dejan gritar a nosotras. Nos están humillando cuando dicen que no quiere decir sí.
Nos violan todos los días y nos están matando poquito a poco.

Y habrá mil guerras que luchar y mil discusiones que tener y mil matizaciones que ir negociando; pero para poder hacer todo eso es muy importante que sigamos vivas. Por fuera y por dentro.

Por todo esto, seguiremos denunciando el amor cuando nos debilita; y otras muchas violencias relacionadas y que hemos seleccionado en los tuits que encontraréis más abajo.

Y, por supuesto, por todo esto el sábado que viene nos vemos en Madrid: #YoVoy7N

Recorrido


De cómo me di cuenta de que el cromosoma XX te impide conducir

Hace un año, mi madre quería ir a Granada. Así que le puse el cinturón, metí a mi hermano también en el coche y los llevé a Granada.
Repito: (YO) los llevé a Granada.
Cuando llegamos salió toda mi familia, que es muy efusiva, a saludarnos con muchos besos, abrazos, y una pregunta. A mi hermano. Resalto la O de hermanO.
– ¿Qué? ¿Has venido conduciendo tú, no?

Mi hermano, que es un ser muy lógico, hace lo mismo que yo. Miramos MI coche (que toda mi familia reconoce como mío), miramos las llaves en mi mano, miramos a mi tío (de cuya boca había salido la pregunta) y decimos, con cara de quédiseloco:
– No.
-Ah, claro, claro.

Y es una tontería, pero de estas tonterías que te dejan pensando. Hasta que (OH!!!) llegué a una conclusión que debe estar escrita por ahí en piedra, junto a los 10 mandamientos:
Según la ley de Dios, vol. 39, se establece que SIEMPRE que haya la opción de que conduzca un hombre en una pareja o conjunto familiar, conducirá el hombre, porque para eso son XY.

Y es que es así. Si una pareja se desplaza, conduce el hombre. Si una familia se desplaza, conduce el padre. Mi padre me ha llegado a pedir las llaves de mi coche cuando hemos ido a hacer un viaje. Y es que para mí, llamadme absurda, o materialista, o lo que sea, pero conduce el dueño del coche. INGENUA DE MÍ.

 

HIMYM - Going to be on lost
http://syriohghar.tumblr.com/post/29773938477/the-best-of-himym-in-my-opinion

Desde entonces he estado consultando, porque yo no soy de lanzar una teoría así sin más sin consultar ni nada.


Bueno, sí lo soy.
Pero esto no era una teoría, era una revelación, así que decidí compartirla (generosa que es una).
Lo que me he encontrado al revelar mi revelación (valga la redundancia) es:
1- Tía, mi padre conduce pero es que a mi madre no le gusta conducir.
2- Es que a mi madre le da miedo conducir.
3- Pues unos amigos que tengo ella conduce donde es más peligroso.
4- Yo no conduzco con mi novio pero porque me grita. Vamos, que es decisión mía.

¿No veis aquí un nexo común? ¿A nadie le parece raro que a las mujeres no les guste conducir o le tengan miedo (que la que conduce donde es más peligroso puede conducir porque le da pánico que lo lleve el novio)?
Igual es porque nuestros padres, o nuestros novios se han adjudicado siempre el papel de instructor. Porque siempre hemos visto que conducía el tío, si iban los dos en el coche. O por lo menos es lo que yo he visto. Excepto en dos ocasiones:
1- En autovía en viajes largos, para que él descanse. Una tía mía creo que se sacó el carnet concretamente para esto. Y no, no es broma.
2- Si se va de fiesta, para que él pueda beber. Que que una mujer beba está más feo, aparte.

Obviamente, hay excepciones, en las que todos pensareis. Yo hablo de una generalización que yo he observado a mi alrededor, de una experiencia en la que tíos con los que he «salido» han sido los conductores y ni hablar de ir en mi coche, del comentario típico de «mujer tenía que ser» y todo eso, que parece que una mujer sólo debe acercarse a un coche para hacer esto:

Chica en Bikini Lavando Coche
http://nimphie.blogspot.com.es/2013/01/el-automovil-como-simbolo-sexual.html

Eso sí, con poca ropa, que si no se mancha.

Perdóname por ser varón heterosexual

Hablé en otro post de la inquietante ola de odio al feminismo que asola nuestra sociedad y que es firmemente sostenida por una mayoría de hombres y alguna mujer despistada. Quiero hablaros hoy de los argumentos que suelen salir en las conversaciones en que una feminista se encuentra con un hater. Probablemente os suenen porque, todo sea dicho, además de poco convincentes son bastante poco originales.

Llamarte feminazi o hembrista: Entiéndelo, tienen que intentarlo. Con estos términos te desacreditan como interlocutora y niegan tu autoridad para debatir sobre el tema. Al fin y al cabo, no eres más que una radical con la que no se puede razonar. Pero adivina qué: ni el feminazismo ni el hembrismo existen. Ni en la RAE ni en la vida real. Que sí, que habrá alguna persona en el universo que quiera darle la vuelta a la tortilla y someter a los hombres o agarrar un cuchillo y…el resto os lo podéis imaginar. Pero ni se trata de una mayoría sustancial, ni conforman un movimiento real, ni pertenecemos a él todas las personas que nos identificamos con los feminismos.

El feminazismo y el hembrismo existen en tanto que amenaza imaginada por los hombres, que temen que años de sometimiento de las mujeres por parte del colectivo masculino acabe en una rebelión de éstas contra ellos. Es decir, existe en tanto que paranoia. Creednos, tenemos cosas más importantes que hacer. Queremos poder vivir nuestra vida plenamente y sin miedo. Con muchos de vosotros a nuestro lado, si es lo que decidimos. Y lo que es más, nuestra lucha va a liberaros a vosotros de la imposición de roles e identidades que también os perjudican. Si nosotras podemos librarnos de nuestros miedos, vosotros también.

El argumento del “flaco favor le haces al feminismo”: sabemos que históricamente habéis llevado la voz cantante en política, historia, filosofía, arte, sociología más recientemente, y un largo etcétera. Nuestra incorporación a la educación y los movimientos sociopolíticos puede ser reciente, pero es firme. Lo de que a los hombres se les asocie la inteligencia y a las mujeres la belleza está superado. No creáis que nos podéis dar lecciones también en esto. No sabéis lo que es bueno para el feminismo mejor que nosotras (al menos, no por definición). La mayor parte de las veces que he oído este argumento hacía referencia a algún chiste o slogan tipo “machete al machote” o “ante la duda, tú la viuda” que había sido sacado de quicio, de contexto o exagerado. En cualquier caso, si ante la extensión y buenas prácticas del feminismo tu único recurso es atacar un meme, vamos bien.

Imagen de Memes Feministas

Imagen de Memes Feministas

El argumento de “perdóname por ser varón heterosexual” o argumento “pasivo-agresivo”: pues mira, no, no te perdono. No puedes elegir con qué privilegios naces, pero sí de qué privilegios detentas…y ostentas. Cuando dices algo así estás mostrando que no crees que tengas un privilegio por haber nacido hombre, cuando sí lo tienes. Si, por el contrario, lo reconoces y haces algo por cambiarlo, entonces no se te puede reprochar nada porque, efectivamente, uno no elige cómo nace. Reconocer tus propias cadenas es lo que te permite acabar con ellas.El argumento de “imagínate eso al revés”: podemos volver al ejemplo anterior del “ante la duda, tú la viuda”. –Es que imagínate que eso lo dijéramos de las mujeres. A ver cómo te lo explico…Es que eso YA pasa. Nos asesinan diariamente, nos violan, nos vejan, nos insultan, nos lanzan “piropos”…No necesitamos imaginar estúpidos memes porque es nuestra realidad diaria.

El argumento del “yo no soy machista”: puede no parecer un argumento de tipo odio-al-feminismo, pero lo es en un sentido muy radical, porque da a entender que el feminismo no es tan importante como parece, ya que “la gente normal” como él no es machista. Sería, por tanto, cosa de otros, de un grupo reducido y a-normal. Exime, además, de responsabilidad a quien esgrime este argumento. La triste realidad es que el machismo está extendido y normalizado hasta tal punto que todo el mundo tiene interiorizados conductas y actitudes machistas y el machismo penetra todas las esferas de la vida.

Imagen de Memes Feministas

Imagen de Memes Feministas

Si te topas con alguno de estos argumentos…suerte. Quienes se escudan tras ellos no suelen estar dispuestos a debatir, escuchar ni tratar de entender. Pero, en fin, que no se diga que no lo intentaste.El argumento del “pero también los hombres son asesinados”: nadie lo niega. Y, aunque podría enfatizar que las mujeres asesinadas son muchísimas más, me parece que la cuestión cuantitativa es secundaria con respecto a otra: creo que esos casos (haciendo referencia a los que son perpetrados por mujeres y no en defensa propia) son también consecuencia del sistema machista y patriarcal en el que nos hallamos inmersos, esta vez en sentido contrario.

Nota: Podéis leer más sobre el tema en Falacias ‘ab machismum’ volumen I y volumen II, de Barbijaputa.

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