El odio al feminismo
Me recuerdo, no sin vergüenza y hasta un poquito de grima, diciendo hace unos años que el feminismo me parecía una lucha muy legítima e importante, pero que no me identificaba con esa etiqueta. Hoy digo abiertamente y con orgullo que sí, que por supuesto, que soy FEMINISTA. Subrayo lo del orgullo porque este movimiento está siendo frankensteinizado, y ser feminista parece querer decir ser una suerte de monstruo que quiere cortar el pene a todos los hombres, robarles sus derechos y someterles.
En este texto, quiero tratar de buscar las razones para este odio al feminismo; me resulta llamativo, porque creo que muy poca gente sería capaz de decir abiertamente que no está de acuerdo con los valores que el feminismo defiende (aunque siempre hay alguien dispuesto a decir que ya hemos alcanzado la igualdad) y sin embargo hay mucha gente que dedica tiempo a criticar el feminismo. No es que no se impliquen en el movimiento feminista, no: es que emplean horas de su tiempo en atacarlo. ¿Por qué este odio? ¿Por qué este esfuerzo en criticar un movimiento que busca acabar con el machismo, con los ataques e injusticias hacia la mujer, con la violencia y los asesinatos o con la imposición de roles dañinos? ¿Por qué, en definitiva, ese odio a una palabra?
Creo encontrar pistas para responder en Una habitación propia. La obra me trajo esa sensación de déjà vu típica de los escritos de hace décadas que están hoy de rabiosa actualidad. Siendo sincera con una misma, la sorpresa viene más por ese optimismo militante de no poder creer que haya tantos paralelismos entre la sociedad descrita en un libro de hace casi 100 años (1929) y las actuales que porque realmente haya algo de lo que sorprenderse. Porque, al fin, ¿quién dijo progreso?
Porque aquí nos acercamos de nuevo a este interesante y oscuro complejo masculino que ha tenido tanta influencia sobre el movimiento feminista; este deseo profundamente arraigado en el hombre no tanto de que ella sea inferior, sino más bien de ser él superior, este complejo que no sólo le coloca, mire uno por donde mire, a la cabeza de las artes, sino que le hace interceptar también el camino de la política, incluso cuando el riesgo que corre es infinitesimal y la peticionaria humilde y fiel. […] La historia de la oposición de los hombres a la emancipación de las mujeres es más interesante quizá que el relato de la emancipación misma. (P.40)
¿Será esto verdad? ¿Tendrán los hombres miedo de perder su posición privilegiada, su poder? ¿Miedo de encontrarse con mujeres en puestos de mayor responsabilidad, de tener jefas? ¿Miedo, quizás, de que cuando nuestras posibilidades de acceder puestos en empresas o en política se igualen, se elija a una mujer antes que a ellos?
El hecho de que, hasta hace muy poco, los hombres hayan sido mayoritariamente quienes proveen y las mujeres quienes trabajan en casa va ligado a una educación y una asignación de roles que los hombres, como las mujeres, llevan interiorizados. Apuesto a que el choque de una realidad social cambiante con estos roles está llevando a una crisis (no necesariamente consciente) de la identidad masculina que puede conducir a la percepción del feminismo como una amenaza. También desde la quiebra de la identidad femenina. Este momento de crisis no es necesariamente negativo (aunque lo sea, y mucho, a corto plazo, generando no sólo odio hacia el feminismo sino también hacia las mujeres). Puede ser también un momento para redefinir roles e identidades.
Para mí, si crees que las mujeres merecen tener las mismas oportunidades y derechos que los hombres, eres feminista. Si crees que los hombres no deberían tener privilegios sobre las mujeres, eres feminista. Si crees que debemos acabar con una cultura que hace que cientos de mujeres mueran a manos de sus parejas cada año, eres feminista. Si crees que el horror de las violaciones y las agresiones físicas y verbales debe ser cortado de raíz, eres feminista. Podríamos seguir, pero para muestra un botón. Parece que cualquiera debería estar de acuerdo con estas ideas, ¿no? No parece descabellado, ni radical ni mucho menos una señal de las aspiraciones secretas de las mujeres que buscan en el fondo someter a los hombres. Sin embargo, oyendo a muchos hablar parece que sí.
Una vez que una/o se reconoce a sí misma/o en el feminismo, creo que no le queda otra opción, moralmente hablando, que combatir el machismo. Esta lucha puede adoptar múltiples formas. Creo que el cambio, que la desaparición de la cultura del machismo, se puede dar (entre otras cosas) a partir de una paulatina reconfiguración de las relaciones entre las personas. Por ejemplo, haciendo ver a tus compañeros de trabajo o amigos que un comentario que han hecho es ofensivo. No permitiendo que te sujeten la puerta a ti, mujer, porque jamás les has visto sujetar la puerta para un hombre. Haciendo un reparto igualitario de las tareas con tu pareja. No dejando que la cultura del “rosa para niñas, azul para niños” te condicione a la hora de educar a tus hijos.

Imagen via RedBubble
Por supuesto, otros cambios deben ser de carácter legal, o requieren de una lucha colectiva. También te animo a unirte a alguno de los movimientos que luchan por realizar cambios a un nivel más amplio. Pero no hay que restar importancia a la lucha diaria, a las microacciones que todas y todos podemos realizar, ya que el sostén último del machismo son los dispositivos que llevamos incorporados, que están invisibilizados y que operan en el día a día.Existen también multitud de grupos de apoyo y de cuidados que creo que son fundamentales para hacer frente a nuestro día a día como mujeres, un día a día que es de lucha constante y que, incluso cuando no nos damos cuenta de ello, supone un desgaste emocional muy grande.
En definitiva, organízate, lucha…y cuídate y deja que te cuiden.


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Me parece bonito y valiente reconocer esto. Yo me avergüenzo de mí misma cuando me recuerdo a mí misma definiéndome como "machista" hace sólo unos años, porque no entendía la victimización de la mujer sólo por ser mujer.
Creo que todas pasamos en parte por esa "revelación", ¿no? En mi caso fue directamente ligado a la investigación de una amiga sobre el sexismo en los discursos científicos, que no me había planteado jamás, pero también decía mucho que me habían criado como si fuera un chico y ahora veo mi infancia de otra forma completamente diferente: de hecho, me preocupa mucho haber asociado siempre que el hablar sin filtro, sin miedo a que desagradase mi opinión por vehemente que fuera, o interesarme por la política, hubieran estado tan naturalmente asociadas en mi cabeza a "ser masculina".
Y me parece precioso reconocer que hacen falta los cuidados en esta lucha. Efectivamente, es un desgaste terrible; lo comentaba con un amigo hace poco, que cuando eliges esta batalla creo que en parte te deja sin fuerzas para las demás, porque esta se lucha en absolutamente todos los frentes.
Pero es bonito luchar en manada. 🙂
Gracias por el comentario, Vega.
Verdaderamente es agotador el grado de "consciencia" que alcanzas. Yo no hay día que no me enfade porque en el curro te sujetan la puerta y, especialmente, te dejan salir del ascensor (aunque estés al fondo y ellos delante…) los hombres si eres mujer. A otros hombres no.
En fin, nadie dijo que fuera fácil…
No creo en el feminismo, hace años tuve interés por esta ideología, pero, en los últimos años, me interesa cada vez menos. No me considero insultada si me dicen algún piropo gracioso, doy las gracias, y me olvido del tema; yo también soy capaz de decir un requiebro a otra persona. Tampoco me ofende si un hombre me cede el paso para pasar por una puerta, le doy las gracias, y me olvido de la cuestión; porque, yo también soy capaz de abrir puertas a otra gente, sea una mujer, un hombre, un niño, una niña. Por pura lógica, pienso que si un señor cede el paso para abrir una puerta, a él, también le habrán abierto otra puerta, y habrá pasado tranquilamente, y habrá dicho gracias. La vida es un toma y daca, a mi juicio.
Tampoco creo en lo del idioma no sexista, aunque, es cierto que a veces, se pueden usar términos más generales, como puede ser: Escuela de Artesanía, Colegio de Enfermería, o Colegio de Psicología.
Gracias por tu comentario, Soles. El feminismo es un movimiento que busca la igualdad entre mujeres y hombres, una igualdad que a día de hoy no hemos alcanzado. Por tanto, desde mi punto de vista «no creer» en el feminismo equivale a decir que ese movimiento no hace falta, que ya hemos alcanzado esa igualdad.
Además, el feminismo diferencia entre lo que las mujeres experimentamos de manera individual y lo estructuralmente sufrimos por el hecho de ser mujeres. Puede ser que a ti, como mujer individual, no te ofenda el hecho de que te lancen un piropo por la calle, pero eso no anula el hecho de que existe una discriminación hacia nos otras que hace que los hombres se sientan con la capacidad, con el poder de irrumpir en nuestra intimidad y lanzarnos piropos cuando no ocurre a la inversa.
Efectivamente, hay personas que sujetan la puerta a otras independientemente de que esas otras personas sean mujeres o sean hombres. Sin embargo, hay otras que discriminan y solo tienen ese gesto educado con las mujeres. Es lo que se conoce como «caballerosidad», y es un acto de discriminación contra nosotras, por mucho que en ciertas situaciones nos pueda hacer sentir bien.
Como tú misma dices, hay ocasiones en el que el lenguaje se puede adaptar para resultar más inclusivo, ¿por qué no hacerlo?