Ni chicas guays ni chicos que no lloran

Llevo días preguntándome cómo llegan a influir los estereotipos de género en nuestras relaciones, especialmente las de pareja, y cómo estos estereotipos introducen dinámicas tóxicas. Parece algo obvio y simple, pero tras esta idea se esconden numerosas frustraciones, complejos, miedos y dinámicas de violencia que dinamitan relaciones y causan sufrimiento.

Es cierto que mujeres y hombres hemos aprendido que nuestro papel en la sociedad es distinto, son siglos de cultura patriarcal sobre nuestras espaldas que no podemos hacer desaparecer de repente. Esto requiere mucho trabajo para desaprender todas nuestras conductas y crear nuevas dinámicas más sanas e igualitarias. Es dinamitar la manera de relacionarnos, de pensar, de amar, y ello requiere un arduo trabajo interno y con el resto del mundo.  La cuestión es que la teoría es muy fácil, ¿quién quiere tener una relación tóxica? Pero a la hora de la verdad todos los comportamientos heredados de nuestra educación y cultura pueden dar lugar a que nuestras relaciones se conviertan en un elemento dañino en nuestras vidas. Entender qué sucede es fundamental para poder cambiarlo.

La teoría es muy fácil, ¿quién quiere tener una relación tóxica? Clic para tuitear

Se podrían identificar estos comportamientos en cualquier representación cultural del amor romántico. Los hombres se muestran fríos, emocionalmente distantes y parcos en palabras, en cambio las mujeres somos parlanchinas y emocionalmente inestables. Como digo, se trata de representaciones socialmente construidas. No es que los hombres sean emocionalmente distantes y las seamos mujeres emocionalmente inestables por naturaleza. Además, estos rasgos se representan de una manera exagerada y, poco a poco, la representación influye en la realidad y viceversa. La buena noticia es que estos estereotipos pueden cambiarse.

Uno de los puntos donde más parece que diferimos hombres y mujeres, o al menos esa es mi experiencia, es el tema de la comunicación. Es cierto que nosotras tenemos mayor facilidad para expresar emociones y sentimientos —no hay más que hablar con mujeres para darte cuenta de ello— mientras que si te juntas con ellos la parte emocional de su vida apenas aparece. Este problema puede parecer sacado del argumento de Sexo en Nueva York, pero a la hora de establecer relaciones puede ser un problema. Evitar tener ciertas conversaciones o expresar sentimientos dificulta que la gente de nuestro entorno entienda qué nos sucede. ¿Quién no se ha montado una película merecedora de un Oscar imaginando lo que sucede en la cabeza de nuestra pareja? Hablar permite entender lo que la otra persona quiere y necesita, ayudándonos a saber qué posición tomar dentro de la situación.

Imagen de Monstruo Espagueti. Para comunicar es necesario hacerlo de manera que se busque el entendimiento de nuestro interlocutor. Esto no es algo fácil, para nada, requiere mucho trabajo previo.

Otro de los aspectos que he visto que se están generalizando es la idea de “las tías guays”. ¿Qué es una tía guay? Es una mujer, guapa, joven y delgada —por supuesto—, divertida, atrevida y algo alocada. Desde mi punto de vista es una imagen profundamente masculina de lo que tiene que ser una mujer: ser complaciente, en todos los sentidos, que solo quiera pasárselo bien, nada de problemas. No es de esas chicas aburridas que hablan de sus sentimientos y que tienen preocupaciones. Es lo que siempre, a través del cine sobre todo, se ha representado en un hombre pero en el cuerpo de una treintañera de talla 34. Pensaba que esta imagen de mujer perfecta era solo eso, una imagen, pero hablando con amigas (de verdad que nuestras charlas son terapéuticas) me di cuenta de que no. La idea de que una mujer tiene que ser perfecta está grabada en la mente masculina.

Llegados a este punto hay que hablar de gestión de emociones y de cuidados. Las mujeres hemos sido y somos las mamás de la Tierra, siempre preocupándonos por el resto, escuchando, queriendo, cuidando. Para ser perfecta hay que cuidar a los demás de manera altruista y con una gran sonrisa. Esto, por desgracia, también lo tenemos presente en nuestra cabeza dando lugar a un nivel de autoexigencia muy peligroso (no voy a hablar de los trastornos que desencadena esto porque no acabo el post). El problema viene cuando nos ponemos a nosotras por delante o cuando no tenemos la capacidad para ello. Nadie quiere una mujer triste, angustiada o estresada. Eso no es sexy. Esos momentos de bajón que todo el mundo tiene a nosotras nos pueden convertir en un coñazo (nótese el machismo y la transmisoginia).

Nosotras somos como flores, somos bonitas hasta que nos marchitamos.

Esto está íntimamente ligado a la gestión de emociones. Nosotras somos unas locas del c*** (nótese, de nuevo, la transmisoginia y el capacitismo de la expresión) con nuestras subidas y bajadas emocionales. Si estás arriba, genial, pero cuando atravesamos una racha mala: «Tía, te has vuelto un muermo». En cambio ellos siempre están bien, ¿no? Mentira y bien gorda. Se nos educa desde la cuna para gestionar las emociones de manera distinta, o directamente no se nos enseña a ello. Con esto me refiero al típico “los chicos no lloran”. Claro que lo hacen, y deberían hacerlo más, he aquí un gran trabajo a hacer por parte del género masculino para construir una nueva forma de gestionar, ACEPTAR y COMUNICAR las emociones. Esta descompensación a la hora de trabajar las emociones dificulta las relaciones, ya que por un lado a nosotras se nos ve como inestables y a ellos como distantes.

Otro de los puntos fuertes de las relaciones de pareja es la codependencia que se genera. Nosotras somos dependientes porque se nos ha enseñado a serlo y ellos son los que nos tienen que salvar. Sin embargo, los cuentos de princesas frágiles que necesitan ser rescatadas solo fomentan la toxicidad. No se puede salvar a nadie, por muy jodide que esté. Esta idea fomenta una idea nociva en la que una depende del otro, de manera que nosotras dejamos la responsabilidad al otro, que, si no puede salvarnos, se sentirá inútil por ello. Acompañar a la otra persona en los malos momentos sin pretender ser quien la saque del lodo, así como entender que no somos princesas que requieran de un príncipe azul para resolver sus vidas, es necesario para crear nuevos modelos relacionales en los que seamos más iguales.

Puede parecer que los estereotipos de género son manejables y que no tienen tanta influencia, y puede que así sea; sin embargo, los hemos interiorizado a través de la cultura y las personas que nos rodean, por lo que deshacernos de todo esto no es sencillo. Aun así hay que intentarlo para dinamitar las dinámicas tóxicas que se forman dentro de las relaciones para evitar malentendidos que dan lugar a situaciones dolorosas.

Construir relaciones más sanas pasa por acabar con los estereotipos de género.

Amor romántico: qué es y cómo contribuye a nuestra idea de amor

Hace unos días vi la película A tres metros sobre el cielo, protagonizada por María Valverde y Mario Casas, basada en el libro de mismo título y que narra la historia de amor adolescente entre Babi y Hache. A pesar de que la película parece la inocente historia de dos adolescentes enamorados, en realidad es violencia disfrazada de romanticismo, en la que se ve cómo Hache no duda en humillar y violentar a Babi para intentar que ella se fije en él, y Babi se enamora perdidamente de él a pesar de todo lo que la hace pasar.

El amor romántico sirve de modelo a la hora de establecer las relaciones de pareja así como a la idea que se tiene de estas

Esta es una de las muchas historias que podemos encontrar en el cine, los libros, las canciones y que contribuyen a crear la concepción social que tenemos del amor y de las relaciones de pareja. Sin embargo que esta visión esté plagada de violencia puede ser una idea inquietante ya que eso contribuye a que las relaciones sean desiguales y fomente comportamientos tóxicos. Para entender qué mecanismos hay detrás de todo esto hay que hablar del amor romántico, de qué es y de cómo ha ido moldeando la idea que tenemos de las relaciones amorosas en la sociedad occidental.

¿Qué es el amor romántico?

El amor romántico podría definirse como la concepción del amor actual en nuestra sociedad y que sirve de modelo a la hora de establecer las relaciones de pareja, así como a la idea que se tiene de estas. El amor romántico se basa en la pareja monógama y heterosexual, en la institución matrimonial y en la familia nuclear.

Cuando decimos que el amor romántico se basa en la heterosexualidad queremos decir que la idea de pareja que tenemos es aquella formada por una mujer y un hombre, en esto no hay más que ver los medios de comunicación y culturales, donde habitualmente las parejas que se representan son heterosexuales. Asimismo, se considera que las parejas tienen que ser monógamas, no se contempla la posibilidad de otros modelos como las relaciones abiertas o el poliamor. Esto se debe en parte porque se espera que las parejas en el futuro consoliden su relación a través del matrimonio y la familia nuclear (aquella formada por un padre, una madre y los hijos e hijas).

El  patrón chico/a conoce a chica/o, se enamoran, lo pasan mal porque su amor es complicado, para finalmente terminar juntos, casarse y formar una familia ha sido repetido desde los cuentos infantiles acabados con la famosa frase se casaron y comieron perdices, hasta la actualidad, en diferentes historias, independientemente de su origen y de su género. Esta estructura es la base de las películas románticas, entre ellas las orientadas al público adolescente, muy sensible a las historias que se muestran en ellas ya que son su modelo a seguir.

Mitos del amor romántico

El amor romántico alimenta, y a su vez se basa, en una serie de mitos como los celos, el del amor verdadero que es para siempre, que el amor lo puede todo, la media naranja y un largo etcétera. A través del amor romántico se ha creado la idea en el imaginario colectivo de que somos seres incompletos que vagamos a lo largo de nuestra existencia para encontrar una pareja, para encontrar ese amor verdadero que nos complete y de sentido a nuestra vida. Asimismo, según la visión actual de las relaciones, una vez tenemos pareja esta tiene que ser el centro de nuestra vida, es lo más importante que tenemos y por ello debemos hacer todo lo posible por mantener el amor incluso cuando es dañino para nosotros.

Si una relación nos ata y limita entonces puede significar que no es una buena para nosotros

Todo esto contribuye a crear una imagen irreal e inalcanzable del amor que únicamente crea frustraciones, como el no tener pareja y por lo tanto pensar que algo está mal con nosotros mismos o que la relación no sea esa montaña rusa de emociones que nos imaginamos y nos parezca que no es amor de verdad.

Del amor a la violencia

También contribuyen a crear una idea nociva de amor que genera violencia. En el amor romántico la pareja es similar a una propiedad privada ya que el propio modelo crea una idea de pertenencia, de ahí la justificación de los celos como símbolo de amor. Es muy peligroso ver a la pareja como un objeto y no como un ser humano con plenas facultades de decisión y de relación, lo que fomenta el control y los celos, siendo esta la idea que se esconde detrás del maltratador que mata a la mujer con la justificación de que “era mía”.

Todo el mundo tiene inseguridades y al haber sido educados en este modelo relacional es normal sentir celos, la diferencia radica en cómo se gestionan esos celos: se puede intentar hablar con la pareja explicándole la situación emocional, pero sobre todo debemos entender qué nos genera esos celos para poder resolverlo y comprender que no somos los dueños de nadie y que nuestra(s) pareja(s) tiene(n) derecho a relacionarse con el resto del mundo.

Igualmente, habría que erradicar la idea de que el amor todo lo puede. No, no es así, el amor no puede con todo ni es para siempre. Que una relación se termine no es un fracaso, es simplemente que se ha acabado, y eso no implica que sea algo malo. Tampoco hay que fomentar la idea de que el amor hay que cuidarlo incondicionalmente. No se tiene que estar en una relación que provoca sufrimiento, ya que esto indica que no es una buena relación y por lo tanto es mejor acabar con ella en cuanto se pueda, aunque no sea algo fácil y si no somos parte de ella intentar ayudar a aquellas personas que estén en una relación de maltrato.

¿Qué podemos hacer al respecto?

Tras todo esto podemos pensar que en nuestras relaciones no reproducimos, o lo hacemos ligeramente, todo lo dicho anteriormente. Sin embargo, vemos que las cifras de violencia de género cada año aumentan entre los más jóvenes, quienes reproducen los patrones del amor romántico. Por ello es fundamental que a través de la cultura y la sociedad se generen modelos más sanos, que reflejen relaciones de pareja que no fomenten los estereotipos de género ni refuercen los mitos del amor romántico.

Todo esto pasa por crear nuevas historias con nuevos referentes, que incluyan la representación del colectivo LGTBI+,  así como nuevos modelos que reflejen relaciones más equitativas en las que el amor no sea algo idealizado y deformado, sino un sentimiento positivo compartido y disfrutado, que no genere sufrimiento y violencia y que nos permita ser un poco más felices. Asimismo que se muestren otros tipos de amor, a los amigos, a la familia, a uno mismo, que también son fundamentales para el desarrollo personal. Construyendo nuevas formas de ver y entender el amor se podrán desarrollar relaciones más positivas que, apoyadas a través de la cultura y la sociedad, permitan crear lazos más fuertes y sanos.

Construyendo nuevas formas de ver y entender el amor se podrán desarrollar relaciones más positivas que permitan crear lazos más fuertes y sanos

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