Etiqueta : anarquia-relacional

El cariño hace el roce

En un mundo de nacionalismo, todo el mundo debe tener su bandera. Incluso cuando no hablamos de países, sino de formas de relacionarse y amar, sentimos la necesidad de pertenecer a un grupo con simbología y hasta bandera propias. Ya sea con siete colores o con tres, el movimiento LGTBIQ tiene una bandera para cada forma de amar.

Bandera LGTB creada en 1978 por Gilbert Baker para la celebración del Orgullo en San Francisco.

Bandera LGTB creada en 1978 por Gilbert Baker para la celebración del Orgullo en San Francisco

Supongo que por eso me cuesta tan poco unirme a la moda del autoetiquetado y definirme como anarquista relacional. Quienes más hayan leído sobre maneras no monogámicas de amar quizá estén familiarizados con el término, a quienes no lo hayan hecho puede que les suene a chino. Dado que este texto no tiene como objetivo ser un ensayo sobre los no monógamos y tan solo busca exponer cómo un servidor ve el mundo, diremos que el anarquismo relacional se basa en la idea de no clasificar a las personas que te rodean como amigo, pareja o amante ni colocarlas en una especie de jerarquía según su importancia. En la anarquía relacional tratas a las personas, se supone, sin ninguna regla preestablecida. Si te interesa el término, en la red (incluso en este mismo blog) tenéis más información sobre el tema.

Y ahora sí, voy a hablar de mi libro.

Para empezar diré que no tengo un lenguaje propio para hablar de mis relaciones con las demás personas: tengo amigues, conocides, familiares y compañeras (de momento ningún compañero). Quizá esta palabra, compañera, en lugar de pareja, novia o cualquier otra similar es la única que podría marcar una diferencia a la hora de referirme a las personas con las que tengo algún tipo de relación.

Pero, en mi cabeza, sí que no veo (y me lo han intentado explicar una y otra vez) diferencia alguna entre mis compañeras con la que llevo varios años compartiendo vida y una amiga. Muchas veces, lo primero por lo que me preguntan es por el tema sexual, diciendo que con mis amigues no hay sexo, atracción o amor. Pero que no haya sexo no implica que no haya atracción, al menos por mi parte. Me resulta mucho más interesante (y natural) una persona que comparte mis secretos y mi forma de ver la vida que una persona desconocida en una discoteca. Pero si esa persona no ve la vida como yo o no se siente atraída por mí, ¿marca eso una diferencia en mi cabeza? No, ninguna. Y en cuanto a lo de que no hay amor… cuando alguien me explique qué es el amor podré contestar bien a eso. Porque, la verdad, entre el amor de pareja, el de hermanes y el de padres y madres empiezo a pensar que no soy el único que no tiene muy claro lo que es el amor más allá de lo que la sociedad nos has dicho que debe ser.

"Amar no es un crimen", por @piernacruzada

«Amar no es un crimen», por @piernacruzada

Para mí, lo que distingue a une amigue de cualquiera de mis compañeras (o a ellas entre sí) son los proyectos que me gustaría tener en el futuro. Puede que con mi amigue tenga atracción, pero no me veo (ni me atrae la idea) conviviendo con esa persona durante años, por ejemplo. Ni me gusta la idea de tener hijes con esa persona. Y suma y sigue. Sin embargo, sí que me veo con ese amigue en el futuro haciendo planes, viajando o quedando para merendar. Y, si os fijáis, el ámbito sexual y la atracción están totalmente fuera de los dos tipos de proyecto de futuro. Ambos pueden realizarse haya o no relaciones sexuales.

Así que, últimamente, considero que ser anarquista relacional, por todas las veces que he tenido que explicar esto (y que yo veo tan claro), tiene algo (bastante) que ver con naturalizar lo sexual como una actividad más. Una forma de divertirse tan buena como jugar al trivial o una forma de obtener intimidad tan profunda como hablar de los problemas de la adolescencia. Pero, al fin y al cabo, el sexo (creo) no debería ser una forma de diferenciar un tipo de relaciones de otro.

Creo que ser anarquista relacional tiene que ver con naturalizar lo sexual como una actividad más. Clic para tuitear

Ojo, cuando hablo de lo sexual lo hago usando el término de manera amplia. Reducir lo sexual a la penetración vaginal es, aunque duela leerlo, homófobo. Pero vayamos más allá. No nos limitemos a definir lo sexual como aquello que puede producir un orgasmo o que tiene en cuenta lo genital. Una caricia o un beso también son sexuales, también producen esa electricidad, esa alegría e incluso (según la situación y las personas) esa necesidad de hacerlo en la intimidad. De hecho, las caricias y los besos componen gran parte de la sexualidad de adolescentes y personas mayores (ambos colectivos, por otro lado, marginados del ámbito sexual). Si lo que diferencia el amor hacia un amigue o hermane del que se siente hacia tu pareja es lo sexual, ¿en qué situación dejaría eso a quienes solo se acarician y besan?

Durante mucho tiempo me costaba disfrutar de caricias de amigues (me educaron muy bien en que si no metía el pene lo mejor era que corriese el aire). Y, una vez que aprendí a disfrutar de ello, tras romper la muralla que habían levantado por mí, empecé a probar si podía disfrutar de un modo similar de otras cosas supuestamente vetadas. Y pude. Derribando murallas pude aprender a divertirme besando a amigos y amigas, pero también a emocionarme, enternecerme y (por qué no) excitarme.

En definitiva, aprendí una forma distinta de querer y relacionarme. Una forma que, sin ser mejor o peor que la tradicional (cada cual tiene sus ventajas y desventajas) a mí me hace sentir más libre.

La culpa es de la monogamia, abraza el poliamor: ¿repensar las relaciones para dejarlo todo igual?

Alguien me dijo un día que si algo te molesta, te da asco o te genera odio, has de pararte a pensar acerca de ello y tratar de comprobar qué dispositivo hay detrás: una cuestión de clase, de género, etnocéntrica o de cualquier otro tipo. Imagino que lo mismo ocurre con aquello que causa el fervor de grandes grupos humanos. De pronto algo se pone de moda y parece que eres imbécil si no te subes al carro de semejante modernez. Que no te enteras, colega, que esto es lo que mola ahora.

El tema de las relaciones humanas (afectivas, amorosas, de amistad…) me preocupa como persona y como socióloga. Como persona es un tema que me revuelve; me duele pensar y debatir sobre ello, y creo que es una buena señal, porque quiere decir que se están desmoronando cosas que dabas por hecho, que te habían inculcado desde las primeras etapas del aprendizaje y nunca habías podido pensar. Como socióloga, una de las cosas que me interesa es analizar la enorme complejidad que subyace a las relaciones interpersonales e intergrupales, por mucho que a veces los sociólogos nos empeñemos en reducirlas a numeritos.

Por esto me parece que, cuando la cuestión a tratar es ni más ni menos que un cambio radical del modelo de relaciones que lleva vigente (¿cuánto tiempo?), hay que avanzar con cautela, tratar de reprimir un entusiasmo exacerbado y evitar dar lecciones de superioridad moral al resto del mundo. Porque el modelo a través del cual nos relacionamos no es algo que se pueda cambiar de la noche a la mañana.

Ya hemos dicho en este blog que el amor romántico se basa en numerosos mitos, que hemos interiorizado eficazmente y que por ello le sirven de firme sustento: la media naranja, los celos como regalo, el control como muestra de afecto, el dolor como algo inherente al amor, etc. Queda claro que todos estos mitos son perjudiciales, crean relaciones insanas y debemos trabajar para que, poco a poco, desaparezcan del imaginario colectivo, sustituyéndolos por representaciones orientadas al bienestar y no al sacrificio. Por eso me preocupa que la alternativa que se está poniendo de moda estos días, la del poliamor (con sus subcategorías), llegue rodeada de más mitos e irrealidades, de grandilocuencia y de esa actitud de superioridad moral.

Corazones

Imagen vía Morguefile

Creo que coincidiremos en que buscar una pluralidad de modelos de relación es algo positivo. Que cada uno pueda elegir la opción que mejor se le adapte sin coacción. Está claro que la monogamia no es para todo el mundo, pero ¿no es para nadie? ¿Y es para todo el mundo el poliamor? La cuestión central es que, a día de hoy, la monogamia es la única opción posible. Esto entraña dos problemas: el primero es que no hay tal cosa como «elegir» ser monógamo y el segundo que cuando eliges no serlo, te espera rechazo y boicot por parte de mucha gente.Para mí la monogamia, a pesar de ser la base del amor romántico, no lo agota. La monogamia es sólo un rasgo del enorme entramado del amor romántico, en el que se entremezclan la dominación de los hombres sobre las mujeres, de los heterosexuales sobre otras sexualidades, de la monogamia sobre el poliamor, del capitalismo sobre otras formas de organización económico-social, etc. Dominación. Dominación y violencia. Entiendo que para atacar a un sistema firmemente arraigado es más fácil atacarlo en su conjunto que andar haciendo concesiones a alguno de sus rasgos, porque la crítica pierde fuerza, pero me da un poco de miedo también la crítica totalizadora, acrítica de tan ambiciosa que es. Me preocupa que se piense que atacando la monogamia cambiará todo, cuando el amor romántico es mucho más que eso. Me preocupa esa festividad en torno al poliamor, como si fuera la fórmula que nos liberará de todos nuestros males. Y, sobre todo, lo poco que se exponen los problemas que esta alternativa lleva aparejados.

Creo que la teoría y la práctica han de ir unidas. No podemos pasarnos la vida teorizando sin llevar a la práctica los cambios que pretendemos llevar a cabo. Pero tampoco tiene sentido pretender hacer un cambio de modelo para dejarlo todo igual. Y mucho me temo que tener varias parejas (y aquí estoy simplificando los rasgos del poliamor, pero precisamente me preocupa la ligereza con la que se expone esta propuesta por parte de quienes la defienden) no va a acabar por sí mismo con el amor romántico. Se pueden tener numerosas relaciones paralelas y repetir los patrones de violencia del amor romántico.

Es muy probable que una relación monógama sea más dañina que una poliamorosa. Que aprender a compatibilizar varias relaciones pueda llevar, a la larga, a un mayor bienestar. Pero creo que también se pueden construir relaciones sanas desde la monogamia, desde un planteamiento radical de la misma en la que se luche por hacer de ésta una opción más, lo que implica incluir en la ecuación tantos otros modelos de relación sana como seamos capaces de imaginar y construir.

Imagen vía Morguefile

Imagen vía Morguefile

La anarquía relacional, dentro de las variantes del poliamor (y por lo poco que sé de ella) es una de las propuestas que más me agrada. Me gusta porque (corregidme si me equivoco) pretende equiparar todas las relaciones de amistad, desjerarquizándolas. Para mí la amistad es sin duda la base del amor y creo que desde ahí, desde la amistad, debemos repensar las relaciones. Alguien me dijo una vez dos palabras que me marcaron y desde entonces me acompañan: independencia compartida. Creo que esa es la base de las relaciones. Que dos espacios completos, el tuyo y el mío, decidan en un momento determinado y en base a unos acuerdos concretos unirse mientras siguen siendo dos. Un acuerdo revisable en todo momento, en evolución continua al tiempo que evolucionan las dos partes.

Luchemos por lo que nos hace felices y por hacer felices a las demás. Seamos honestas con nosotras mismas y el resto. Respetémonos y respetemos a los otros.

Y, como dice el Relationsanarkii 8 punkter: Eso sí, luchemos por lo que realmente queremos, no simplemente contra las normas.

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