La culpa es de la monogamia, abraza el poliamor: ¿repensar las relaciones para dejarlo todo igual?

Alguien me dijo un día que si algo te molesta, te da asco o te genera odio, has de pararte a pensar acerca de ello y tratar de comprobar qué dispositivo hay detrás: una cuestión de clase, de género, etnocéntrica o de cualquier otro tipo. Imagino que lo mismo ocurre con aquello que causa el fervor de grandes grupos humanos. De pronto algo se pone de moda y parece que eres imbécil si no te subes al carro de semejante modernez. Que no te enteras, colega, que esto es lo que mola ahora.

El tema de las relaciones humanas (afectivas, amorosas, de amistad…) me preocupa como persona y como socióloga. Como persona es un tema que me revuelve; me duele pensar y debatir sobre ello, y creo que es una buena señal, porque quiere decir que se están desmoronando cosas que dabas por hecho, que te habían inculcado desde las primeras etapas del aprendizaje y nunca habías podido pensar. Como socióloga, una de las cosas que me interesa es analizar la enorme complejidad que subyace a las relaciones interpersonales e intergrupales, por mucho que a veces los sociólogos nos empeñemos en reducirlas a numeritos.

Por esto me parece que, cuando la cuestión a tratar es ni más ni menos que un cambio radical del modelo de relaciones que lleva vigente (¿cuánto tiempo?), hay que avanzar con cautela, tratar de reprimir un entusiasmo exacerbado y evitar dar lecciones de superioridad moral al resto del mundo. Porque el modelo a través del cual nos relacionamos no es algo que se pueda cambiar de la noche a la mañana.

Ya hemos dicho en este blog que el amor romántico se basa en numerosos mitos, que hemos interiorizado eficazmente y que por ello le sirven de firme sustento: la media naranja, los celos como regalo, el control como muestra de afecto, el dolor como algo inherente al amor, etc. Queda claro que todos estos mitos son perjudiciales, crean relaciones insanas y debemos trabajar para que, poco a poco, desaparezcan del imaginario colectivo, sustituyéndolos por representaciones orientadas al bienestar y no al sacrificio. Por eso me preocupa que la alternativa que se está poniendo de moda estos días, la del poliamor (con sus subcategorías), llegue rodeada de más mitos e irrealidades, de grandilocuencia y de esa actitud de superioridad moral.

Corazones

Imagen vía Morguefile

Creo que coincidiremos en que buscar una pluralidad de modelos de relación es algo positivo. Que cada uno pueda elegir la opción que mejor se le adapte sin coacción. Está claro que la monogamia no es para todo el mundo, pero ¿no es para nadie? ¿Y es para todo el mundo el poliamor? La cuestión central es que, a día de hoy, la monogamia es la única opción posible. Esto entraña dos problemas: el primero es que no hay tal cosa como «elegir» ser monógamo y el segundo que cuando eliges no serlo, te espera rechazo y boicot por parte de mucha gente.Para mí la monogamia, a pesar de ser la base del amor romántico, no lo agota. La monogamia es sólo un rasgo del enorme entramado del amor romántico, en el que se entremezclan la dominación de los hombres sobre las mujeres, de los heterosexuales sobre otras sexualidades, de la monogamia sobre el poliamor, del capitalismo sobre otras formas de organización económico-social, etc. Dominación. Dominación y violencia. Entiendo que para atacar a un sistema firmemente arraigado es más fácil atacarlo en su conjunto que andar haciendo concesiones a alguno de sus rasgos, porque la crítica pierde fuerza, pero me da un poco de miedo también la crítica totalizadora, acrítica de tan ambiciosa que es. Me preocupa que se piense que atacando la monogamia cambiará todo, cuando el amor romántico es mucho más que eso. Me preocupa esa festividad en torno al poliamor, como si fuera la fórmula que nos liberará de todos nuestros males. Y, sobre todo, lo poco que se exponen los problemas que esta alternativa lleva aparejados.

Creo que la teoría y la práctica han de ir unidas. No podemos pasarnos la vida teorizando sin llevar a la práctica los cambios que pretendemos llevar a cabo. Pero tampoco tiene sentido pretender hacer un cambio de modelo para dejarlo todo igual. Y mucho me temo que tener varias parejas (y aquí estoy simplificando los rasgos del poliamor, pero precisamente me preocupa la ligereza con la que se expone esta propuesta por parte de quienes la defienden) no va a acabar por sí mismo con el amor romántico. Se pueden tener numerosas relaciones paralelas y repetir los patrones de violencia del amor romántico.

Es muy probable que una relación monógama sea más dañina que una poliamorosa. Que aprender a compatibilizar varias relaciones pueda llevar, a la larga, a un mayor bienestar. Pero creo que también se pueden construir relaciones sanas desde la monogamia, desde un planteamiento radical de la misma en la que se luche por hacer de ésta una opción más, lo que implica incluir en la ecuación tantos otros modelos de relación sana como seamos capaces de imaginar y construir.

Imagen vía Morguefile

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La anarquía relacional, dentro de las variantes del poliamor (y por lo poco que sé de ella) es una de las propuestas que más me agrada. Me gusta porque (corregidme si me equivoco) pretende equiparar todas las relaciones de amistad, desjerarquizándolas. Para mí la amistad es sin duda la base del amor y creo que desde ahí, desde la amistad, debemos repensar las relaciones. Alguien me dijo una vez dos palabras que me marcaron y desde entonces me acompañan: independencia compartida. Creo que esa es la base de las relaciones. Que dos espacios completos, el tuyo y el mío, decidan en un momento determinado y en base a unos acuerdos concretos unirse mientras siguen siendo dos. Un acuerdo revisable en todo momento, en evolución continua al tiempo que evolucionan las dos partes.

Luchemos por lo que nos hace felices y por hacer felices a las demás. Seamos honestas con nosotras mismas y el resto. Respetémonos y respetemos a los otros.

Y, como dice el Relationsanarkii 8 punkter: Eso sí, luchemos por lo que realmente queremos, no simplemente contra las normas.

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Coordinadora de este proyecto. Socióloga feminista y correctora de textos. Escribo y leo para entender mejor la sociedad y a mí misma.

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