Mujer y deporte, #ThisGirlCan

¿Cómo se siente la persona que consigue terminar una carrera de atletismo, que finaliza una hora de zumba, de bici o de body combat al ritmo de una música cañera, o aquella que bate su tiempo récord personal de natación, la que enfrenta su miedo a montar caballos o la que supera su pánico a las alturas haciendo puenting? ¿Cómo se siente alguien a la que felicitan por meter un gol, pararlo, hacer un remate de voley esencial en el partido, que juega al tenis o al pádel y la felicitan por sus saques? No hay duda de que esas personas llegan a sentirse invencibles, fuertes, dueñas de su físico y valientes incluso. Por eso, ya sólo por ese sentimiento, vale la pena practicar cualquier deporte. La autoestima cambia, acostumbrarse a ponerte retos y superarlos te hace dueño/a de tu vida, de tu cuerpo y a la vez, de tu mente. Y si hay algo que necesitamos las mujeres es ser cada vez más dueñas de nuestra vida y de nosotras mismas.

Es por eso y por lo sano que es ver cuerpos diferentes y de distintas edades, que la campaña publicitaria de #Thisgirlcan ha llamado tanto la atención en las redes: su idea es promover la práctica del deporte en mujeres, y lo ha hecho de una forma «realista» y cercana, mostrando en su campaña imágenes de personas sin miedo a mostrar sus kilos, barriguitas, cuerpos imperfectos, sudores, caras de esfuerzo, sin poses aparentes… El anuncio resulta un soplo de aire fresco frente a todo lo que vemos a diario en la televisión o las revistas.

#Thisgirlcan es una iniciativa creada por Sport England, agencia para el deporte en Reino Unido, preocupada por los últimos datos estadísticos que han obtenido y que muestran que casi 2 millones menos de mujeres británicas hacen deporte en relación a los hombres. Lo curioso es que afirma esta misma agencia que un 75% por ciento de las mujeres de entre 14 a 40 años peguntadas, manifestaban su interés por practicar más deporte: ¿y cómo puede explicarse este hecho? La explicación de que haya más hombres que mujeres haciendo deporte, tanto a nivel profesional como a nivel de calle, viene originada por las diferencias en el reparto del tiempo de ocio, la forma en que se encuentra estructurada la familia y el reparto desigual de las obligaciones de sus miembros, los modelos educativos, los estereotipos sociales de género que se mantienen y se tratan de mantener de generación en generación, etc.

I swim because I love my body

Probablemente, las personas que estéis leyendo esto ajenas a los estudios de género podríais pensar que es una exageración hablar de roles también a la hora de practicar deporte, pero los datos están ahí: de falta de representación femenina en altos cargos de las instituciones deportivas, de ausencia de visibilización de mujeres deportistas referentes en la televisión (se hacen excepciones con la última nadadora que va batiendo récords mundiales, como es Mireia Belmonte, o la campeona del mundo de bádminton, Carolina Marín, pero eso sí, cada entrenamiento -o culebrón- de Messi o C. Ronaldo, que ocupe 20 minutos del telediario más programas especiales aparte) o la casi nula retransmisión de partidos o deportes protagonizados por deportistas mujeres.

Señoras y señores, la práctica del deporte se promueve desde pequeños/as o sucede que se consigue que existan esas diferencias de las que hablábamos. Desde que ese centro comercial vende esas cocinitas de color rosa para las niñas y esos patinetes o juguetes de aventuras para los niños y los padres y madres se los compran para que sus hijos/as no desentonen con el resto… comienza todo a estar repartido y casi perdido. Yo aún recuerdo llevar al colegio un balón de fútbol (muy atrevida yo) para que los niños de la clase me lo pidiesen para jugar (estoy hablando de cuando tenía 10 años) y no querer perder la oportunidad de exigirles una única condición, claro, y era la de que podían jugar con él sólo si las chicas también podíamos jugar (las chicas solas al fútbol no era muy común que jugásemos, así de triste era y es aún, porque muy ‘femenino’ no parecía). ¿Y saben qué? Que gracias a ese atrevimiento a que me llamasen ‘machorra’, llevo toda mi vida practicando deportes y humildemente puedo decir que me defiendo en casi todos, gracias a la práctica. Pero… ¿y aquellas chicas de 10 años que no quisieron o no se atrevieron a desentonar, que preferían juegos entendidos como más femeninos? Pues probablemente a día de hoy no sean muy buenas con el balón de fútbol, el atletismo, la bici o la natación, o no se atreven a salir del aeróbic. Es muy recomendable que cambien y luchen contra esa mentalidad y la de su entorno, dejen de creer que son torpes y olviden esos complejos cultivados desde pequeñas -y de mayores- ¡y se atrevan con todo! La habilidad, la constancia y la autosuperación son músculos que se entrenan y ejercitan gracias al deporte.

Como despedida, me viene a la cabeza otra campaña de publicidad, en este caso de Always, (que vende «productos femeninos»: dícese compresas, tampones, etc.) que me parece de lo más reflexiva y positiva:

 

Amor sano vestido de humor negro: My Mad Fat Diary (Rae Earl, 2013)

Por fin, por fin se ha podido estrenar una serie de adolescentes donde sus historias son reales, o al menos así lo hacen creer, donde sus personajes son absolutamente creíbles y donde se llega a una sana reflexión sobre empoderamiento personal.

Me declaro una auténtica fan de “My mad fat diary” por múltiples razones que intentaré exponer aquí, pero quiero adelantar una de las principales: y es que me ha hecho viajar en el tiempo, volver a reencontrarme con un yo pasado inseguro que quería aprender a relacionarse con el mundo (ilusa) y que lidiaba con cambios físicos y hormonales. Lo maravilloso es que ese «yo», es un/a «cualquiera» que acaba conociendo a Rae y aprendiendo mucho de ella.

Rachel Earl, Rae, es una chica de 16 años con problemas de peso (es casi obesa) que sale de un centro psiquiátrico tras cuatro meses de internamiento por un intento de suicidio. Estamos ante una historia dramática, dura, pero que por eso puede contar con un humor negro de lo más terapéutico e ilimitado que acaba por seducir a lxs que vemos la serie. No es un tópico: lloras con Rae, odias el cuerpo de Rae con ella (no paras de pensar en que debería hacer todo lo posible por cambiar su físico), coges valor cuando ella decide tomarlo… y es por eso que creo que es tan relevante esta historia y las relaciones que en ella se mantienen, porque es fácil identificarse y su mensaje puede marcar.

 Estamos ante la historia de una chica que intenta encajar (hasta aquí, un clásico adolescente), pero que llega a la conclusión, gracias a sus amigxs, a su madre, a su tutor/psiquiatra y a ella misma, de que para hacerlo, primero debe enfrentarse a sus fantasmas, sus miedos, y a quién es y en quién quiere convertirse. Es decir, acabamos siendo testigos de un proceso de empoderamiento personal.

Cada relación de Rae en la serie es para escribir un artículo porque son claves para ella, pero en este caso me voy a centrar en la principal historia de amor de la protagonista: la suya y la de Finn. El chico callado de su pandilla, guapo y algo borde a veces, Finn, no idealiza a Rae, la conoce y cree en ella. Se enamora de ella por su capacidad de superación, por su valentía, por su humor, por su buen gusto por la música, por su inteligencia y sincera entrega hacia los demás. Por fin (no me cansaré de repetirlo) nos encontramos ante el personaje de un chico adolescente guapo (popular a su pesar), humilde y sencillo, con sus propios problemas, que lo único que quiere es pasar tiempo con una chica que no resulta ser el prototipo socialmente aceptado (que sí cumpliría la mejor amiga de Rae) porque quiere conocerla más y necesita que sea algo más en su vida. Y no, personas que leen esto, no se trata del clásico “chico guapo que gracias a su paciencia acaba saliendo con una chica impresionante físicamente, que es lo que escondía bajo la piel y se muestra en el último capítulo”, sino que la recompensa del apoyo de Finn a Rae, el cariño y la paciencia que muestra en su historia en común (mientras ella trata de arreglar su cabeza, sus “asuntos personales” y se decide si quiere estar con él o no), es simple y llanamente, porque quiere que Rae se sienta bien, y en segundo término porque quiere estar con ella, tal y como es desde que la conoce.

El personaje de Finn es algo inusual: un chico que se enamora de una chica gorda y sólo quiere ser feliz a su lado. Y porque la quiere “bien”, la apoya, le dice todo lo bueno que ve de ella, se enfada y se lo hace ver a Rae cuando no hace las cosas bien, le muestra lo mucho que le atrae en todos los sentidos… y así, “sin más”, logra que Rae acabe enamorándose también de él. Y así, sin más también, lxs fans de la serie terminamos viviendo con ella una bonita y sana historia de amor adolescente donde se aprende que la aceptación y el aprendizaje personal son la clave para enfrentarse al mundo y a las relaciones que unx mantiene en él.

¿Nunca habéis conocido a alguien que fuese capaz de ver virtudes en vosotroxs donde sólo veíais defectos y os ayudase a sacar lo mejor de cada unx a través de una relación de amistad o de amor? Rae y Finn sí. Parecía amor, y sí lo era: una historia de amor sana queriéndose bien y de verdad.

¿Violencia de género, violencia doméstica o violencia machista?

Sucede que aunque se estén llevando a cabo campañas de información para explicar qué es la violencia machista (cada vez menos debido a los recortes presupuestarios dedicados a esta temática) y la forma que hay de denunciarla y cada vez exista una mayor visibilización de esta “práctica”, no se ha acabado con la problemática de utilizar esas denominaciones de “violencia de género” o “violencia doméstica” que no hacen más que difuminar y confundir la realidad de la que se habla.

¿De dónde viene el término “violencia de género”? En la IV conferencia de las Naciones Unidas sobre las mujeres de Pekín de 1995, 180 gobiernos firmaron un documento donde se adoptaba el vocablo inglés gender, ‘género’, ‘sexo’, para denominar la “violence of gender” (la ejercida por los hombres sobre las mujeres), así como el término “gender equality” para hablar de la necesaria igualdad entre mujeres y hombres. Fueron esas expresiones las que acabaron utilizándose por Naciones Unidas a partir de entonces e influenciaron a los países pertenecientes a la organización.


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En España, en el ámbito penal, un mismo artículo (art. 173 CP), bajo la rúbrica “de las torturas y otros delitos contra la integridad moral”, da acogida a cualquier forma de violencia ejercida dentro o fuera del núcleo familiar, pero la L.O 1/2004 ofrece unas medidas protectoras que refuerzan únicamente la tutela de la mujer víctima de violencia de género, y que (debido a su frecuencia y gravedad) diferencian esta forma de maltrato de cualquier otro, incluso de aquellos que, desencadenados también en el entorno familiar, no puedan calificarse como propios de una situación de “violencia de género”, y que pasarían a definirse como episodios de “violencia doméstica”.En 1993 la violencia de género fue definida por la ONU como “todo acto de violencia basado en la pertenencia al sexo femenino que causa o es susceptible de causar a las mujeres un daño o sufrimiento físico, sexual o psíquico, e incluye las amenazas de tales actos, la coacción y la privación arbitraria de la libertad, tanto en la vida pública como en la privada”. Esta definición nos habla de un tipo de violencia que se ejerce contra las mujeres por el mero hecho de serlo, y que se erige en el mayor valor y poder que la sociedad le ha otorgado y le sigue otorgando al hombre frente a la mujer, y que apoya al varón para lograr y mantener el control sobre la mujer, así como aprueba la sumisión de ésta. Así, a nivel internacional, la violencia de género agrupa todas las formas de violencia que se ejercen por parte del hombre sobre la mujer en función de su rol de género: violencia sexual, tráfico de mujeres, explotación sexual, mutilación genital, etc. independientemente del tipo de relaciones interpersonales que mantengan agresor y víctima, que pueden ser de tipo sentimental, laboral, familiar, o inexistentes. Pero en España, según la Ley Orgánica 1/2004, de 28 de Diciembre, de Medidas de Protección Integral contra la Violencia de Género se da otra definición de violencia de género: “todo acto de violencia física y psicológica, incluidas las agresiones a la libertad sexual, las amenazas, las coacciones o la privación arbitraria de libertad”.

La Ley 1/2004, quiere incidir y actuar en relación a lo que constituye una auténtica lacra social en España: la violencia de género que ejercen los hombres sobre las mujeres en las relaciones de pareja o expareja. Este es el ámbito de aplicación de la Ley, tal y como se establece en el artículo primero de la misma; ámbito que se amplía también a los hijos e hijas de las víctimas mujeres, por ser también víctimas directas o indirectas del entorno familiar.

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Imagen via SinGENEROdeDUDAS

Hay que aclarar, por tanto, la diferencia entre los términos más utilizados para hablar de la violencia sobre la mujer. La expresión “violencia de género” engloba tanto la violencia producida en el ámbito doméstico como la que ocurre fuera de él, mientras que “la violencia doméstica” no tiene por qué corresponderse con el concepto de violencia de género, puesto que existe también violencia en el ámbito doméstico que no tiene nada que ver con cuestiones de género, como es la violencia contra los menores, los mayores, etcétera.

La cuestión es que la utilización del término “violencia de género” en la legislación española puede confundirse con la definición que a nivel internacional se hace de la misma expresión, además de trasladar la errónea idea de que dicha violencia dentro de las parejas o ex parejas puede ocurrir de forma bidireccional (de hombre a mujer, o de mujer a hombre) ya que se habla de género, no de “violencia del género masculino contra el género femenino”. Por ello, es recomendable que la expresión “violencia de género” sea utilizada únicamente para aludir a la definición de la ONU y que a nivel estatal se utilice la de “violencia machista” por hacer referencia al origen de esta problemática.

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Imagen via Sin Violencia Ecuador

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