La friendzone (Pagafantas, Borja Cobeaga, 2009; Mi historia entre tus dedos, Sergio Dalma, 2004)
Hay una palabra en inglés que (creo que) no tiene equivalente en castellano: es el entitlement. Se traduciría algo así como «derechos adquiridos», es decir, aquellos que no vienen fundamentados por ninguna declaración, pero se sobreentienden. El derecho natural, en fin. Eso que las personas damos por hecho por haber nacido, como, por ejemplo, el derecho a la vida.Me da mucha pena que no exista tal palabra en castellano, porque no puedo traducir una cita maravillosa de Mindy Kaling:
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Mindy dice, en resumidas cuentas, que si la vida no le ha otorgado el papel de segundona servil que le correspondía por ser mujer no blanca, ha sido porque fue criada con esa autoridad, esa confianza en sí mismos y en lo que la vida les debe, que tienen los hombres blancos, altos y rubios.
Esta frase creo que define muy bien muchos de los problemas a los que se enfrentan las mujeres cada día. El acoso callejero, el derecho que el varón considera que tiene a que las mujeres con las que se cruza le hagan caso, le escuchen, se sientan influidas por su opinión. La nula preocupación por lo que llevan puesto. La seguridad de que no serán atacados aunque vayan de viaje solos con sus hijos o aunque tengan problemas con su pareja. La garantía de que los cuidados se reparten de tal forma que interfieren lo menos posible con sus rutinas, o de que una relación sexual tiene como objetivo satisfacerles. La tranquilidad de que nadie cuestiona su autoridad cuando la ejercen en el trabajo o en la esfera pública. Esa necesidad de sentirse incluidos también cuando se habla de feminismo, «¿por qué no humanismo o igualitarismo?«, no sea que, por una vez, sean ellos quienes se sientan personas de segunda, quienes se sientan un poquito menos importantes. En definitiva, de todo lo que hemos comentado desde primeros de año hacia acá que hace que las mujeres seamos normalmente el objeto y no el sujeto de cualquier acción. Y esa frase creo que habla muy claramente de un problema que sí nos devuelve al amor (el que se supone que es nuestro tema central), y es el de la famosa friendzone.
Se dice que «zorra» es el castigo a una mujer por tener sexo y «calientapollas» es el castigo por no tenerlo. Son dos apelativos terribles y vergonzosos que dicen más de quien juzga que de la mujer juzgada, a mi entender. Pero hay otro que parece denigrante para el hombre, y, sin embargo, sigue siendo peligroso para la mujer: el de «pagafantas«.
Es decir: que existe un «precio» a partir del cual el sexo se considera comprado, y la mujer que no cumple el contrato es una estafadora. Es decir, un derecho adquirido. Es el «la maté porque era mía». Es el «la violé porque iba provocando». Son las violaciones como muestra de poder tras una guerra. Pero en plan risas y bromas y «pobre hombre». Ajá. Diréis que estoy exagerando, sí, pero este meme existe. ¿Cultura de la violación? ¿Por qué lo dices?El eslógan de la película es «no se puede caer más bajo», nada menos. Porque parece que un pagafantas es aquel que se deja manipular por una malvada mujer-súcubo, que, consciente de que el único capital al que tienen más acceso las mujeres que los hombres, el erótico, usa sus armas de mujer para aprovecharse de un ingenuo y bienintencionado varón, que, creyendo que sus esfuerzos tendrán recompensa, se desvive por ella en pos de una relación sexual insinuada, pero inalcanzable.




La víctima de la friendzone, claro, es siempre un hombre, un pagafantas masculino. En ningún momento se plantea qué cara se le queda a esa mujer que supuestamente ha realizado activamente una injusticia con respecto a su pobre, servil e inocente pagafantas cuando descubre que el que era su mejor amigo durante los cinco años anteriores estaba en realidad echando monedas en la hucha a la espera de que ella terminara su relación y le proporcionara el justo sexo en pago por sus servicios. Por las buenas, como debe ser, o por las malas, con suficiente alcohol en sangre.
Esto PASA. Hay quien se considera con suficiente legitimidad como para hablar de «sucesores naturales» a los novios de sus amigas; hay quien se considera con suficiente legitimidad como para echar en cara a esa mujer que le ha estado utilizando. OJO: ella a él. No él a ella, haciéndole creer que eran amigos cuando lo que quería era sexo, no; ELLA A ÉL. Porque las mujeres, ya se sabe, somos brujas manipuladoras desde tiempos bíblicos. Va en nuestra naturaleza. Hay hasta un hit italiano, traído al mercado hispanohablante por ese galán romántico que es Sergio Dalma, que narra con todo cuidado esa crueldad de la mujer que no quiere más que amistad.
Yo pienso que
no son tan inútiles las noches que te di.
(que me debes algo, en fin. Que me lo des. ¿no?)
Te marchas, ¿y qué?
Yo no intento discutírtelo,
lo sabes y lo sé.
(Yo no te fuerzo, no, yo te respeto. Pero…)
Al menos quédate solo esta noche.
Prometo no tocarte, está segura.
(Me tranquiliza mucho que tengas que prometérmelo, sí)
Hay veces que me voy sintiendo solo
porque conozco esa sonrisa
tan definitiva,
tu sonrisa, que a mí mismo
me abrió tu paraíso.
Se dice que
con cada hombre hay una como tú
pero mi sitio
luego ocuparás por alguno
igual que yo; mejor, lo dudo.
Porque esta vez agachas la mirada,
me pides que sigamos siendo amigos,
amigos, para qué, maldita sea.
(Porque como todo el mundo sabe, una amistad es una cosa completamente inútil, infructuosa, insatisfactoria; algo que sólo se puede tener con otros machos)
A un amigo lo perdono pero a ti te amo.
(La conclusión lógica, entonces, ¿es que quien te ama no te perdona?)
Pueden parecer banales mis instintos naturales
(Y aquí llega, claro, el instinto, ese que todo lo perdona, que todo lo justifica, «es que biológicamente, los hombres necesitamos…»).
Hay una cosa que yo no te he dicho aún:
que mis problemas sabes que se llaman tú.
(Ahora no vengas con que te sorprende, con que no lo sabías: ahora dame lo que es mío)
Solo por eso tú me ves hacerme el duro,
para sentirme un poquito más seguro.
Y si no quieres ni decir en qué he fallado
recuerda que también a ti te he perdonado
y en cambio tú dices «lo siento, no te quiero»
y te me vas con esta historia entre tus dedos.
(¿Cómo te atreves, cómo, a no quererme? Todo el mundo sabe que el papel de una mujer es esperar, tranquila, a ser elegida, a ser objeto: te elegí, así que fin de la discusión)
¿Qué vas a hacer?
Busca una excusa y luego márchate,
(No quiero nada contigo y me voy no es un argumento válido, claro)
porque de mí
no debes preocuparte.
No debes provocarme,
(no sea que al final te termine violando o pegando y encima digan que soy un pervertido o un maltratador)
que yo te escribiré un par de canciones
tratando de ocultar mis emociones,
(o, peor aún, que me digan maricón, ¡imagina!)
pensando, pero poco, en las palabras.
Te hablaré de la sonrisa
tan definitiva,
tu sonrisa, que a mí mismo
me abrió tu paraíso.
No se lo van a creer, pero incluso los bisexuales tienen amigos: amigos de verdad, no futuras parejas sexuales en lista de espera. Los amigos, de hecho, son algo mucho más importante, rico, variado, libremente negociado que la pareja. En serio, herederos naturales, prueben a tener amigas de verdad. Igual hasta les compensa.