Miranda, o cómo los niños pueden conocer a las mujeres relevantes de la historia

(Vaya por delante que trabajo para Edelvives, ¿eh?)

Miranda tiene 8 años. Le gustan las pompas de jabón, el olor de las tardes de lluvia y los pájaros que le caben en la mano pero, sobre todo, le gusta que le cuenten historias y más si son de verdad. Esta niña curiosa y pizpireta es la protagonista de la nueva colección que Edelvives ha lanzado para acercar a los niños las biografías de mujeres relevantes de la historia.

Itziar Miranda, Jorge Miranda y Nacho Rubio son los creadores de esta pequeña que no quiere ser princesa, no viste de rosa, ni canta el “Suéltalo”. Las ilustraciones de Lola Castejón (Thilopia), elegantes y delicadas, nos muestran una cría muy alejada del estilo Disney. Miranda es alta, espigada, lleva trenzas, calcetines de rayas y, sobre todo, tiene ideas propias.

Las recetas de Miranda. Ilustración de Lola Castejón (Thilopia)

Las recetas de Miranda. Ilustración de Lola Castejón (Thilopia)

Miranda es lista y centra su atención en mujeres significativas de la historia que conocemos de manera muy superficial. Y es que la historia ha ninguneado a muchas de esas mujeres por el mero hecho de no haber nacido hombres.

La historia ha ninguneado a muchas mujeres por el mero hecho de no haber nacido hombres. Clic para tuitear

Mujeres como Juana la Loca, Frida Khalo o Marie Curie dejaron en el pasado una huella que tendrá peso en el futuro, pero sus hazañas han dejado un poso ligero en nuestras mentes como simples menciones en los libros de historia. ¿Qué sabemos de ellas realmente?

Miranda nos invita a conocer a Juanita, Frida y Marieta (como ella las llama) desde la inocencia de sus 8 años. Con mucho ojo crítico, Miranda analiza los matrimonios concertados en la infancia, los amores obsesivos, los destructivos (esos que parecen amor pero no lo son), la infidelidad, los celos. También da un repaso a la prohibición de acceder a la cultura, la negación del reconocimiento profesional, la asfixia del talento femenino eclipsado por un hombre…

Frida. Ilustración de Lola Castejón (Thilopia)

Frida. Ilustración de Lola Castejón (Thilopia)

¿Habríamos conocido el talento de Frida Khalo si no hubiera dejado atrás a Diego Rivera para volar sola? ¿Qué tal habría gobernado Juana si no la hubieran tildado de loca? ¿Qué habría sido de la humanidad si Marie Curie se hubiera sometido a la prohibición de estudiar de su Polonia natal?

Personalmente, creo que a Frida le habría pasado lo que a las mujeres que rodearon a los Beatles. Me parece aberrante que un país europeo prohibiese estudiar a las mujeres en los albores del siglo XX y creo firmemente que a todo el mundo le importaba un pito si Juana estaba realmente loca porque, en un momento en que Castilla era el mundo y se configuraban los confines de un imperio en el que jamás se pondría el sol, ¿alguien habría dejado gobernar a una mujer? ¡Venga ya!

La colección Miranda es valiosa y valiente. Debe seguir creciendo

Quiero que esta cría contestataria nos cuente las vidas de más mujeres porque ya era hora de poner el foco sobre las artistas, las científicas, las reinas, las políticas… Ya era hora de profundizar en sus vidas. Ya era hora de que los niños las conocieran en la infancia y ya va siendo hora de aumentar el espacio que se les dedica en los libros de arte, ciencia e historia.

Marieta. Ilustración de Lola Castejón (Thilopia)

Marieta. Ilustración de Lola Castejón (Thilopia)

Miranda me mola. Por eso he utilizado a mi niño de conejillo de Indias. Le enseñé los libros y los rechazó porque “son para niñas”. Le juré que no y como el enano este se da un aire a Miranda pero sin trenzas, concluyó que yo estaba ciega. ¿Acaso no veía yo esos colores pastel, esas líneas delicadas? “Esto es de niñas y tú no te enteras.”.

Me ha costado que se decidiera a empezar con Marieta pero al enemigo se le vence por cansancio, así que en cuanto le repetí 20 veces a mi futuro CSI que si no llega a ser por Marieta, ahora no existirían las radiografías y los forenses no podrían usar los rayos X para resolver casos, claudicó. Aunque “Los dibujos son de niñas”. Si logro que sepa que Marieta obtuvo 2 Premios Nobel y fue la primera mujer en enseñar en la Sorbona, ya sabrá de ella mucho más que los niños de su edad. Sólo por eso ya vale la pena la pelea.

Eso sí, como tengo enchufe en Edelvives, voy a aprovechar para hacer una pregunta: ¿podemos hacer que estos libros entren también por los ojos de los niños? Es que ese pequeño detalle puede contribuir a derribar muchas barreras desde la más tierna infancia 😉

Tribulaciones de una madre soltera (vocacional) camino de Laponia

¿Alguna vez os habéis sentido vulnerables? ¿Alguna vez os habéis visto a vosotras mismas como víctimas potenciales? Pues claro que sí, eso nos ha pasado a todas y a mí muy recientemente, además.

Esta Navidad me he ido a Laponia con mi hijo de 5 años. Soy madre soltera (vocacional), así que nos hemos sido los dos solos, mi niño y yo.

Laponia es una zona de Finlandia en la que, en un día bueno, puedes estar a -17ºC y de ahí, bajando hasta -30ºC. Es decir, que para disfrutar ese viaje tienes que ir muy preparado y cargar una maleta grande de ropa interior térmica, forros polares, calcetines de lana, botas impermeables, gorros, manoplas, cortavientos… Vamos, un maletón tremendo de ropa imprescindible para la supervivencia. Porque sin todo eso, a menos 30 grados, no se sobrevive.

Paisaje Lapón
Paisaje lapón, Carmen Figueiras

A eso hay que sumar una mochila con una primera muda por si acaso la maleta acaba en Hong Kong y tú, con tu lencería fina, en Laponia congelándote como una pescadilla. Lógicamente, una muda para cada uno más gorros, manoplas, calcetines de lana y bufandas para los dos abultan lo suyo. Un mochilón. Y a esto hay que unirle un niño de 5 años y su mochilita con juegos, muñecos y pasatiempos. ¿Os imagináis el cuadro? Parecíamos una expedición al Polo. Y nunca mejor dicho.

Maletas
Lea Marzloff vía Compfight

Bien, pues cuando ya está todo preparado es cuando a mí me entra la neura y me da por pensar que voy sola con el niño. Que precisamente llevar un niño me convierte en blanco propiciatorio y muy vulnerable. ¿Y si me roban la maleta? ¿Y si nos vemos en Laponia con lo puesto? ¿y si se me muere el niño de frío porque me roban la maleta y no me veo capaz de defenderla por no soltar el niño? Peor aún, ¿y si se dan cuenta de que estoy sola, soy vulnerable y me quieren quitar el niño?

Mi obcecación llegó a ser casi irracional. Mi mente atribulada me mostraba imágenes de mí misma, cargada como una mula romera, defendiéndome a bocados (la boca era lo único que me quedaba libre) de un hipotético malhechor robamaletas y secuestraniños.

A ver, siempre me he defendido bien. Una vez que volvía a casa de madrugada, sola, cruzando el parque que había detrás
de mi casa, un atracador me quiso robar el bolso a punta de navaja. No sé muy bien lo que pasó pero la cuestión fue que terminé con el atracador, que no daba crédito, trincado por el pescuezo, estrangulándole con el brazo, mientras lo llevaba a rastras por todo el parque, gritando como una posesa ¡Socorro, que me atracan! Porque, recordémoslo, la víctima era yo. Lo arrastré algo más de 100 metros. ¿Qué iba a hacer con él? Pues no sé. Subírmelo a casa, quizá. Menos mal que llegó la policía a tiempo y lo rescató de mis garras.

Por cierto, esa noche me salté todas las recomendaciones policiales para evitar violaciones que tan magistralmente disecciona este post. Siempre he sido una rebelde, ni siquiera llevaba silbato.

Pero volvamos a lo de mi neura, que pierdo el hilo. El caso es que no dejaba de darle vueltas a cómo ser eficaz y operativa en la defensa de nuestras vidas y posesiones. Me apunté a un curso de autodefensa, le coloqué un GPS a la maleta y me dispuse a comenzar el viaje, tan preparada para el ataque, que si alguien se acerca a mi maleta, le arranco la cabeza.

Al final fuimos y volvimos sin incidencias y conocimos gente estupenda. Entre ellos a un señor de Málaga que viajaba sólo con su hijo, con más bultos que yo, y al que la mera idea de estar en peligro ni si quiera se le había pasado por la mente. ¿Por qué él no se ve a sí mismo como una víctima potencial? La respuesta es sencilla, a él nunca le han educado como tal. Nunca le dijeron “no vuelvas solo”, “dile al taxista que espere hasta que entres en el portal”, “no te separes de los amigos”, “ojo con los chicos, que te pueden violar” o la peor de todas, “como te violen, ya no te recuperas en la vida”.

En lugar de educarme como a una víctima podrían haberme enseñado a defenderme para no serlo, digo yo. Tengo un hijo varón y mis esfuerzos se centran en grabarle a fuego que cuando una mujer dice no, es que no. Sin matices. Pero si mi hijo fuera niña, mis esfuerzos se centrarían en que no permitiera jamás que nadie la convirtiera en víctima, la enseñaría a defenderse de cualquier agresión, verbal o física. Y desde luego, le inculcaría que una violación es una agresión más, de la que te puedes recuperar lo mismo que de cualquier otra, siempre que la sociedad no se empeñe en machacarte el resto de tu vida con ese estigma.

En definitiva, siento como si la educación recibida, más que protegerme, me hubiera mutilado, me hubiera restado capacidades e inculcado miedos irracionales. ¿A vosotras también os pasa?

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