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Glee: aceptate a ti mismo y atrévete a cambiar el mundo (Ryan Murphy, 2009- 2015)

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Hacía tiempo que tenía muchas ganas de escribir este post porque va directo a la categoría «Construyendo». Y porque hace pocas semanas que se terminó la serie Glee y creo que en muchos aspectos, es una de las mejores series sobre relaciones humanas que he visto.

¿Qué pasa con Glee? ¿Por qué es diferente? Si no sabéis de que va la serie, os resumo el argumento: en un instituto de un pueblo de Ohio, un grupo de marginados se apunta al coro como actividad extraescolar. Lo que en los primeros capítulos te parece una serie más sobre institutos, líos amorosos y quiero-ser-popular-y-no-puedo se va
transformando en una reflexión sobre las relaciones afectivas de todo tipo. Y en una comedia con muy mala leche.

Al igual que Aristófanes hacía en sus obras, la Comedia en Glee se plasma enfrentando a personajes corrientes a situaciones cotidianas para mostrar de forma exagerada sus vicios y defectos. Y es esta exageración de las conductas de los protagonistas de la ficción lo que divierte al espectador, que es testigo de diálogos y situaciones muy políticamente incorrectas en ocasiones.Precisamente la capacidad de la serie para llevar al extremo todas las situaciones corrientes de la vida, a extremos que rozan el absurdo y el surrealismo, es lo que aporta la reflexión al espectador de cómo el mundo en el que vivimos está muy loco. Y es intransigente, lleno de prejuicios y no permite la diferencia, ni la admite. La margina.

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En esta forma de comedia se percibe un mensaje muy claro: lo más importante es aceptarte tal y como eres. Da igual que el mundo te margine, tienes que ser tú mismo y mostrarte sin máscaras. Creo que esta es la grandeza de Glee puesto que consigue que sea cuál sea tu raza, sexo, religión, orientación sexual o aspecto físico te aceptes a ti mismo como un primer paso para cambiar lo que no te gusta de la sociedad.

Sé tú mismo. Olvida el qué dirán

Una de las cosas en las que creo que Glee es un ejemplo a seguir es la manera en la que la homosexualidad se normaliza. Estamos hablando de chavales de 15 y 16 años que están empezando a descubrir las relaciones amorosas. ¿No debería ser así en la realidad? No hay grandes traumas en el argumento porque alguien descubre que es homosexual o lesbiana. El trauma viene ocasionado por la incapacidad de los demás a aceptarlo. El miedo al qué dirán. A ser juzgados por ser diferentes. De hecho, creo que la manera en que dos de las protagonistas se dan cuenta de que son lesbianas es magistral. De los besos de chicas para experimentar van dándose cuenta de que están enamoradas. Sin dramas. Sin somos-lesbianas-madre-mía. Y aunque eso no supone un problema para ellas, sí que lo es para sus familiares y para la sociedad.

Pero en todas las situaciones, el Glee Club se convierte en su santuario donde gracias a la maestría con la que el educador trata todas las cuestiones, los chavales pueden ser ellos mismos. No importa que seas lesbiana, gay, transexual o travesti, en el Glee Club nadie va a juzgarte. Y consiguen que esta visión se traslade a todo el instituto, logrando que el acoso escolar desaparezca, al menos, aparentemente. Pero hay muchísimos más ejemplos geniales como es el caso de Kurt, uno de los protagonistas de la serie. Kurt es homosexual pero intenta no serlo para complacer a su padre cuando precisamente su padre le quiere por lo que es: diferente, especial. Y no por ser homosexual, si no por su manera de enfrentarse a la sociedad, sin esconder su personalidad. Por ser capaz en un pueblo lleno de prejuicios del Medio Oeste norteamericano de no querer ocultar quién es.

O Unique, un chiquillo con una voz privilegiada que solo se siente seguro y feliz consigo mismo cuando se disfraza de chica y se sube a un escenario. O la entrañable entrenadora Shannon Beiste, que se siente acomplejada por ser muy poco femenina según dictan los cánones sociales.

Las relaciones heterosexuales son muy tóxicas. Esta toxicidad se percibe desde el primer capítulo. El profesor al cargo del Glee  Club está atrapado en un matrimonio que no le permite realizarse profesionalmente ni como persona. Y cuando lo consigue, cuando se siente bien consigo mismo enseñando la grandeza de la música y el arte a sus chavales su propia mujer quiere apartarle: «No quiero que seas feliz. Nuestro matrimonio funciona porque tú no eres feliz contigo mismo«. «Desde que te encargas del Glee Club vas por ahí pensando que eres mejor que yo«. Muy extremo, ¿verdad? Pero qué ciertas son estas afirmaciones para muchas relaciones en las que la inseguridad de uno de los cónyuges resulta tóxica para la pareja.

O los protagonistas, Rachel y Finn, dos de los chicos del Club que se atraen y acaban teniendo una relación. También en este caso es ella, llena de inseguridades por no ser popular la que le echa en cara a él que no vuelva al equipo de fútbol porque el único motivo por el que su relación funciona es porque ambos son unos marginados. Gracias a la manera en la que evoluciona la relación, al final, realmente acabarán aportándose mucho el uno al otro.

En cualquier caso, como proclama uno de los ídolos de los chicos, Lady Gaga, acabaran aceptándose tal como son. Y queriéndose unos a otrosayudándose a aceptar sus diferencias. Porque la principal batalla del ser humano empieza por aprender a quererse a uno mismo, con sus virtudes y defectos. Y gracias al Glee Club, todos se atreven a ser quienes son, a abrazar sus diferencias y a permitirse soñar con vivir por y para el arte.

Muchos pensarán que es una visión muy ingenua de la realidad. Y puede que lo sea. Pero, me remito a la declaración de intenciones del final de la serie, que me pareció absolutamente fantástica: no eres mejor ni más inteligente por ver el mundo cómo es, con su maldad e intolerancia. No eres un idiota por ver las cosas cómo te gustarían que fueran. Al contrario, eres más valiente que los demás por atreverte a ver el mundo no como es, sino como tú querrías que fuera. Al fin y al cabo, seremos nosotros, los que nos atrevemos a soñar, los que cambiaremos el mundo para que sea un sitio mejor.

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