Amor 2.0

¿En qué se ha convertido el amor?
Decía el gran Silvio Rodríguez que los amores cobardes no llegan a amores ni a historias, se quedan allí.
Y así veo el amor en el siglo XXI, como si se tratase del peor invierno. El miedo ha paralizado a media humanidad. Nos ha convertido en personas insensibles, ajenas a todo acto de amor. Podría decirse que es la enfermedad del s. XXI. Lo puedo ver, cada día, en las historias que me cuentan. En las excusas que se dicen para no afrontar el miedo a amar.
Internet nos ha facilitado la vida, eso no se puede negar, pero a mí parecer nos ha vuelto más egoístas. Creo que las relaciones en la era de la nueva tecnología se han convertido en frías e hirientes. Manipulan y controlan. Juegan y, cuando se cansan, buscan algo más nuevo. Consumo inmediato, de usar y tirar. Dan Slater afirma que las redes sociales están volviendo las relaciones más casuales.
Así se vive el amor en la era cibernética. Y es que pertenecemos al mayor escaparate que nunca nadie podría haberse imaginado. Inmersos en seleccionar y elegir como si fuésemos productos. Y, claro, eso deriva en amores superficiales y efímeros. Han dejado de existir las relaciones duraderas por la cantidad de opciones que se tienen en el mercado. Además de la falsa sensación de compañía que otorgan las redes sociales y que pocas veces puede ofrecerte una buena conversación a media tarde.
Galeano dice que vivimos en la cultura del envase y no puede estar más en lo cierto. Ha dejado de importar el interior, lo más buscado es un buen físico que haga subir el número de seguidores.
El amor 2.0 llena nuestras vidas con besos en forma de emoticonos, autoestima basada en la cantidad de likes recibidos, fotos para evidenciar la felicidad y ocultar la realidad detrás del sofá. Somos como aquel pasajero esperando en una sala de aeropuerto viendo despegar aviones, esperando a escoger el mejor, y por mejor quiero decir el que más incremente el número de followers. En conclusión: parejas de escaparate con un fondo vacío. Como expone Alfonso Casas en sus dibujos, publica una foto conmigo para que pueda ver todo el mundo lo felices que somos, de lo contrario pensarán que no me quieres.
No creas en lo que te venden, solo es publicidad; si rascas un poco, conocerás la otra cara de la moneda.


Albert Einstein dijo: “Temo el día en que la tecnología sobrepase nuestra humanidad. El mundo solo tendrá una generación de idiotas”. Obsérvate ahora, pegado a una pantalla de móvil mirando vidas de personas a las que probablemente ni le intereses, mientras ignoras a las que te quieren. ¿Es esto en lo que se ha convertido el amor? ¿En seleccionar a tu futura pareja por el mejor selfie del día? O aún peor, ¿quién quiere comprometerse con la cantidad de posibles candidatos que ofrece Instagram?
Gracias, pero no acepto el trato. Prefiero mantenerme al margen de todo lo que esa oferta me ofrece porque no demando popularidad, sino sensibilidad. Sí, sensibilidad a la vida y a las personas. Querer y respetar por encima de todo, volver a conectar con los/as que tienes delante. Creo en el amor real, en conocer poco a poco y respetar la libertad ajena. Pero, sobre todo, en construir juntos un techo para cobijarnos fuera de todo esto.
Con esto no quiero decir que Internet sea la bruja malvada del cuento, para nada. Pero como todo en la vida se trata de decidir. Recuerda que lo único que nos pertenece es nuestro tiempo, en nuestra mano está decidir en qué y en quién queremos invertirlo.
El debate está servido. Y tú, ¿que opinas? ¿A favor o en contra del amor 2.0?