Se fue (Laura Pausini, 1994)
Éxitos comerciales. Nos machacan los oídos. Oímos las canciones una y otra vez en la radio o por la calle. Muchas hablan de grandes historias de amor, de dificultades y pasiones, pero, ¿qué nos dicen muchas de ellas en realidad? ¿Es amor de lo que hablan o es otra cosa?
Recuerdo mi adolescencia. Escuchaba constantemente los 40 Principales (en mi defensa, en esa época no existía nada parecido a Spotify) y, como cualquier adolescente, tenía las hormonas alteradas y los desamores parecían el fin del mundo. ¡Menudos dramones que montábamos! Nos desahogábamos con las amigas o escuchando canciones de amor abrazadas a la almohada para «regodearnos» en nuestro dolor.
Y sobre todo, sentíamos que esas canciones hablaban de nosotras, que describían perfectamente lo que sentíamos. Pero ahora que las vuelvo a leer con mirada crítica me doy cuenta de las ideas del amor tan tóxicas que hay en muchas de ellas y no sé hasta qué punto puede habernos afectado en la forma que tenemos de entender el amor.
Uno de los ejemplos más claros, que además lo petó en las listas en mi adolescencia, es este éxito de Laura Pausini. Me he tomado la libertad de marcar en negrita las frases que me parecen especialmente «llamativas».
Ya no responde ni al teléfono,
Pende de un hilo la esperanza mía,
Yo no creí jamás poder perder así la cabeza,
Por él.
Porque de pronto ya no me quería.
Porque mi vida se quedó vacía,
Nadie contesta mis preguntas, porque
Nada me queda, sin él.
Se fue,
Se fue, el perfume de sus cabellos,
Se fue, el murmullo de su silencio,
Se fue, su sonrisa de fábula,
Se fue, la dulce miel que probé en sus labios.
Se fue, me quedó sólo su veneno,
Se fue, y mi amor se cubrió de hielo,
Se fue, y la vida con él se me fue,
Se fue, y desde entonces ya sólo tengo lágrimas.
Encadenada a noches de locura,
Hasta a la cárcel yo iría con él,
Toda una vida no basta, sin él.
En mi verano ya no sale el sol,
Con su tormenta, todo destruyó,
Rompiendo en mil pedazos
esos sueños que construimos, ayer.
Se fue,
Se fue, me quedó sólo su veneno,
Se fue, y mi amor se cubrió de hielo,
Se fue, y la vida con él se me fue,
Se fue, y la razón no la sé.
Si existe Dios, debe acordarse de mí,
Aunque sé
Que entre él y yo el cielo tiene sólo nubes negras,
Le rogaré, le buscaré, lo juro, le encontraré,
Aunque tuviera que buscar en un millón de estrellas.
En esta vida oscura, absurda sin él,
Siento que,
Se ha convertido en centro y fin de todo mi universo.
Si tiene límite el amor, lo pasaría por él.
Y en el vacío inmenso de mis noches, yo le siento.
Le amaré, cómo le pude amar la vez primera,
Que un beso suyo era una vida entera,
Sintiendo cómo me pierdo,
por él.
Se fue,
Se fue, el perfume de sus cabellos,
Se fue, el murmullo de su silencio,
Se fue, su sonrisa de fábula,
Se fue, la dulce miel que probé en sus labios.
Se fue, me quedó sólo su veneno,
Se fue, y mi amor se cubrió de hielo,
Se fue, se fue, y la vida con él se me fue,
se fue, y la razón no la sé.
Especialmente delirante eso de «hasta la cárcel yo iría por él», ¿verdad? Desde la primera hasta la última palabra, esta canción expone la (recurrente) idea de que la vida no es nada sin la persona amada. De hecho, parece que la protagonista se humillaría sin ningún límite solo por recuperarle. Y eso, señores y señoras, nos parecía romántico.

Dovidena del Campo

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No me había fijado nunca, pero el caso es que, según la letra, ni siquiera sabe por qué la han dejado. Oro en incomunicación.