Esperando por él
Por Sophie King, finalista* del I Concurso literario «Parece amor, pero no lo es».
La última vez que lo vi fue a la mitad del vagón. Sus ojos cálidos siempre habían causado una serenidad en mi alma. Sabía poco de él, eso era seguro, pero esos pequeños hoyuelos que se creaban cada que sonreía me hacían sentir como si lo conociera desde hace muchos años.
Solíamos compartir el mismo vagón, cada que regresaba del trabajo tenía la oportunidad de verlo aunque fuera una vez, pero un día, simplemente desapareció. Pasó el tiempo, y los días terminaron siendo meses, pero yo seguí esperando por él. Mis inocentes sentimientos me hacían tener fe de que en algún momento lo volvería a ver.

Cuando era pequeña mi madre me contaba que mientras más desearas algo, más posibilidades tenías de que ocurriera. Nunca fui creyente de esas palabras, hasta que un día, ocurrió. Él se encontraba sentado justo enfrente de mí, pero esta vez no estábamos en ese vagón, por primera vez solo éramos los dos en aquel lugar. Sus ojos chocolate me observaron, después de mucho tiempo al fin podía volver verlos. Se habían vuelto más oscuros, pero seguían transmitiendo la misma calidez de antes.
Mientras me acercaba a su lado, me cuestioné si en verdad era prudente hablarle como si entre ambos existiese una gran confianza; con algo de vergüenza me senté a su lado. No intercambiamos palabras, el silencio que surgió no era abrumador, de hecho podría decir que era relajante, era como si mis problemas hubieran desaparecido con solo estar a su lado.
— Creí que nunca te volvería a ver—, solté después de unos largos minutos, mientras veía la nieve caer sobre la copa de los árboles.
Un cosquilleo invadió mi estómago justo cuando nuestras miradas se conectaron, él me dedicó una pequeña sonrisa que, para mí, valía oro.
—También me da gusto volver a verte—. Su voz despreocupada me hizo recordar esas pequeñas pláticas que teníamos algunas veces, aún puedo recordar ese libro que me recomendó antes de dejar de verlo.
Sentí justo como si me hubiera leído la mente, me pregunto sí lo había leído, y si en verdad me había gustado el final contado. Cuando menos nos dimos cuenta, las horas pasaron volando y ni siquiera logramos notarlo; sin embargo, para mí siempre pareció avanzar tan solo un par de minutos. Esa charla tan simple, donde no hubo necesidad de preguntar sobre nosotros, me causó una enorme satisfacción.

El romper la rutina de las mismas pláticas repetitivas, donde solo fingías interés por cosas que obviamente en algún momento ibas a olvidar, se sentía tan bien… La nieve cubrió casi por completo el parque, el frío se hizo más presente y el tiempo paso con lentitud. Con las piernas algo entumecidas me levanté seguido de él, y en ese instante me di cuenta que ese chico no llevaba una ropa adecuada para el invierno. Tenía miedo de que se enfermera, que se sintiera mal en día de mañana. Con rapidez me quité la bufanda que mi hermana me regaló unas navidades pasadas y la coloqué en su cuello, sabía que no era mucho y que tal vez no haría la gran diferencia, pero me hacía sentir tranquila. Él me miró confundido, y era obvio, no era usual que una chica que apenas y sabes su nombre, te ponga una bufanda que, claramente, aprecia demasiado.

—¿Y esto?—, me preguntó tomando con ternura la tela grisácea. Mis mejillas comenzaron a calentarse, con inseguridad observé mis botas.
—Lo necesitas más que yo—, contesté intentando no perder la voz por la vergüenza que sentía.
Alborotó mi cabello con rapidez; aunque fuese un simple acto, pude encontrar un pequeño significado en él. Lo miré con ilusión y con una gran sonrisa llena de gratitud se despidió de mí. Sabía que era muy pronto para admitir que me gustaba, no lo conocía, muy apenas y sabía su nombre, pero sus simples actos me cautivaron por completo desde el primer instante que lo vi entrando en aquel vagón. Desde ese momento entendí que el amor no existe en primera instancia, sino que es más bien atracción.
Desde ese momento entendí que el amor no existe en primera instancia, sino que es más bien atracción. Clic para tuitear
En ese instante comprendí que valió la pena esperar por él, porque al final de cuenta pude demostrarle el cuanto se significaba para mí con un simple acto, por una preocupación.
El reloj nunca se detuvo, los años terminaron pasando en balde, y siempre seguí esperando por él. Comenzamos siendo unos simples desconocidos y terminamos siendo inseparables.
Sobre Sophie King:
Joven de 17 años con pensamientos lúcidos y surrealistas. Escritora novata tras sufrir de legastenia.
*Nota: este texto se enmarca en el I Concurso Literario «Parece amor, pero no lo es». Ha sido seleccionado como finalista por parte del jurado porque creemos que puede ser interesante para un debate en torno a la construcción de relaciones amorosas más sanas. No coincide necesariamente con la opinión de las personas que integran el jurado o la coordinación de Parece amor, pero no lo es. Si tienes algún comentario, no dudes en dejarlo debajo de este artículo. ¡Todo debate respetuoso es más que bienvenido!


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