Sobre mi madre
Por Psicolectora, finalista* del I Concurso literario «Parece amor, pero no lo es».
Mi madre falleció hace un poco más de un año y desde hace varios meses venía rumiando sobre este texto. Porque, bueno, no es tan ameno sentarse a escribir sobre el dolor, no es fácil pero a veces es necesario y hasta terapéutico. El fallecimiento de mi mamá fue la materialización de uno de mis peores temores, recuerdo que de niña al dormir con ella me fijaba muy bien en el ritmo de su respiración y, si por algún motivo esta se sobresaltaba, me asustaba mucho, aun a esa edad y sin saber bien qué era la muerte ya sentía temor.
Ya más grande, después de sobrevivir a la adolescencia y “romper” el vínculo con mis padres, algunas noches me sobresaltaba el miedo de pensar que podía perderla, que podía enfermar de cáncer o morir en alguna situación trágica. Así de la nada, cualquier día, a veces entredormida, me despertaba pues venía a mí la idea de su muerte, y esta era una de esas ideas que parecían tan aterradoras e inconcebibles que por esto la descartaba casi de inmediato.
No es tan ameno sentarse a escribir sobre el dolor, no es fácil, pero a veces es necesario y hasta terapéutico. Clic para tuitearEl 5 de enero de 2018, mi peor miedo se hizo realidad, me quedé sin la incomparable presencia de mi madre, quien hizo todo tipo de sacrificios por tener a su niña, pasando por varios abortos y diversos tratamientos; finalmente encontró un médico que le ayudó a poder concebirme sin perderme, pero el tratamiento requería que se pusiera inyecciones a diario en su barriga, con un cierto tipo de hormona que de alguna manera favorecería que el embarazo se llevara a término sin complicaciones y que yo pudiera nacer. Esto es lo que hace el verdadero amor.
Fui su niña, ahora muchos me dicen que fui la luz de sus ojos, creo que en parte veía en mi hermano y en mí (quizás como muchas madres lo hacen) una continuación de su vida y sus objetivos, pero ahora que lo pienso quizás vio en mi tantos rasgos de ella misma cuando joven que siempre quiso impulsarme a que fuera e hiciera lo mejor para mí. Su ambición y trabajo arduo me pagaron la educación en la mejor universidad y también me compraron el “derecho” de vivir la vida que hoy vivo.
Fue matrona, líder, triunfó y salió adelante en un contexto de carencias, mi abuela viuda y con 7 hijos hizo lo mejor que pudo para criarlos. Ella fue una niña del campo que llegó a Bogotá a muy temprana edad, su educación dependió en parte del apoyo de mis tías y algunos hermanos del abuelo que había fallecido; quiso estudiar sociología pero al final su verdadera vocación la llevó por otros caminos y después de emplearse por varios años en una empresa de maderas, empezó a emprender. Tuvo varios negocios hasta que, finalmente, en los 80 creó junto con mi padre el comercio que nos sostuvo y sostiene hasta la fecha. Ella trascendió su contexto de carencias, y no solo sobrevivió sino que fue una mujer exitosa y reconocida en el sector de su negocio, un sector del comercio que en este país se encuentra casi por completo representado por hombres.
El vacío inmenso que deja la muerte de un ser querido es indescriptible, por eso aquí trato de hacer mi mejor intento para explicar cómo vamos cambiando con estas circunstancias; la vida cambia, y el duelo y la tragedia nos van cambiando sin darnos cuenta. Todas las cuestiones por resolver después de la muerte y de las de las que nadie te habla también te van cambiando: las cuestiones del dinero, las cosas, la ropa, los negocios, las costumbres, los viajes, las rutinas, y el ser en sí mismo. Y claro que el duelo te enseña, la muerte, la ausencia, te enseñan de lo que eres capaz. Esto, sobre todo, si quien nos deja fue una persona que en vida fue ejemplo de fortaleza y templanza; si hay coherencia, no te queda más que intentar vivir rindiendo honor a sus enseñanzas y legado.
De todo lo difícil que implicó su muerte, han sido un par de cosas las que más han resonado en mí: la primera son todos los remordimientos y los reproches con los que nos deja una muerte repentina; no hay chance de despedirse ni de hacer las paces, yo me quedé con un montón de cosas sin decir, con un montón de cosas que no debí decir, con momentos por compartir, etc. Con el paso irremediable del tiempo entiende uno que ya de nada sirven los reproches, solo queda intentar tratar de honrar, mientras tengamos vida, los sueños y deseos de nuestro ser querido. Luego el mismo tiempo se va encargando de borrar ciertos detalles que día a día fueron construyendo el amor de madre, de esposa, de jefe, de mentora. Los olores, las imágenes, las rutinas, los detalles, los dichos, las palabras, los regaños, un conjunto de cosas maravillosas que la vida y el tiempo inexorable nos van arrebatando porque, querámoslo o no, es este el curso de las cosas y quizás necesitamos olvidar un poco para poder seguir adelante.
Hoy entre lágrimas, mientras por fin me animé a escribir esto, quiero decirte que no hay un día que no me acuerde de ti, en que no me provoque leer uno de tus libros. Así algunos de tus detalles se desvanezcan de a poco, hoy solo puedo reconocer que aunque tantas veces solo quise alejarme de ti, hoy todo se reduce a que espero algún día poder ser tan grande como tú.
Sobre Psicolectora:
Tengo 26 años, soy psicóloga y vivo en Bogotá (Colombia). Trabajo en el negocio de mi familia, que nada tiene que ver con psicología, ni con lectura o escritura, sino más bien con el comercio y las ventas. Desde hace un par de años intento escribir; no todo lo que escribo me gusta, pero quizás algo de lo que escribo pueda ser de interés para alguien.
Este es mi blog: https://psicolectora.wordpress.com/
*Nota: este texto se enmarca en el I Concurso Literario «Parece amor, pero no lo es». Ha sido seleccionado como finalista por parte del jurado porque creemos que puede ser interesante para un debate en torno a la construcción de relaciones amorosas más sanas. No coincide necesariamente con la opinión de las personas que integran el jurado o la coordinación de Parece amor, pero no lo es. Si tienes algún comentario, no dudes en dejarlo debajo de este artículo. ¡Todo debate respetuoso es más que bienvenido!


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