El lenguaje español y el amor
Dicen que el lenguaje afecta nuestros procesos cognitivos. Sin lugar a dudas elegir qué decir es importante y la selección de palabras refleja nuestros motivos internos y las metáforas codifican nuestras conceptualizaciones. Los efectos del lenguaje sobre la manera de pensar han sido motivo de controversia y estudios diversos a lo largo de los años y las teorías en esta dirección abundan.Hace unas semanas me crucé con el siguiente titular en un periódico inglés: «¡España es el lugar para vivir! El español es la lengua más amorosa del mundo«. Ole y ole, una situación algo cliché, pensé, periódico inglés por un lado y este titular por otro, pero seguí leyendo porque tenía curiosidad por saber de qué iba el artículo. Además el español a mí siempre me ha parecido lleno de amor y alegría, un idioma mucho más feliz y positivo en su uso cotidiano que otros idiomas que pretendo conocer bien.
Empezaba aquel artículo con varias frases bombásticas en sintonía con su titular. Primera noticia, estimados lectores, París ya no es la capital mundial del romance, todos hacia España porque la gente allí resulta ser más amorosa. No voy a pelear con esta sentencia porque qué voy a decir yo, una expatriada de los Balcanes que ha elegido vivir en la Península Ibérica hace ya una década. Lo mío es amor, sin duda alguna. El amor por el español me trajo a este país y una cosa lleva a la otra. Por otro lado, me divierten los periódicos sensacionalistas que usan este tipo de veredictos para atrapar a los lectores (bueno, en este caso, yo también caí en la trampa).
Segunda noticia, Viber estudia mensajes de usuarios y comunica que los usuarios españoles son los que más veces han mandado stickers amorosos y el de la «pareja que se besa» encabeza la lista globalmente.
No es que no me parezca un dato interesante pero mi alma crítica se indigna cuando a raíz de unos stickers sacan semejantes conclusiones. Sin duda refleja la época en que vivimos, nos gusta la sensación, las explicaciones sencillas, el blanco y el negro y no 50 sombras de gris. Tiene que haber otra explicación, pienso, no puede ser que hayan sacado un artículo entero basado en un análisis de stickers de Viber (?!)




La cosa se pone algo más seria según avanza el artículo pues se comenta un análisis lingüístico realizado por un equipo de investigadores, liderado por Dr. Peter Dodds de la Universidad de Vermont. El equipo de científicos construyó una base de datos de millones de palabras usando Google Books, Twitter, subtítulos de películas y series, letras de canciones y el New York Times en Español, Chino, Inglés, Francés, Portugués, Árabe, Indonesio, Coreano, Ruso y Alemán para explorar el carácter innato de los idiomas y concluyó que el Español era el idioma más positivo de los 10 estudiados.
Vale, ahora sí, estoy intrigada, aunque tampoco entiendo muy bien cómo un simple análisis estadístico te puede decir tal cosa. Reconozco que no soy fan de la cuantificación, pues reduce y simplifica lo complejo pero, oye, este es su objetivo y además vivimos en la era del Data Science y nos estamos obsesionando un poco con este tema.
Los científicos dicen haber abordado la naturaleza social del lenguaje de dos maneras: a) se han fijado en las palabras más usadas y b) han medido cómo las mismas palabras son percibidas por las personas. Han aplicado la frecuencia de uso como método para medir la importancia de las palabras y consideran que este enfoque es crucial tanto para entender la estructura del lenguaje como para crear instrumentos lingüísticos para medirlo.
Reducen las millones de palabras extraídas inicialmente a una lista de 10.000 palabras para cada idioma y etiquetan cada una como positiva o negativa con la ayuda de participantes que tienen que categorizar todas las palabras en una escala Likert de 1 a 9 donde 1 corresponde a «más negativo», 5 es «neutral» y 9 es «más positivo». Por ejemplo, las palabras » mentir» y «llorar» fueron posicionadas como negativas mientras «amor» y «risa» eran palabras positivas. Una vez etiquetadas todas las palabras, los científicos observaron que cada idioma estudiado era innatamente positivo y la mayoría de las palabras se situaban como positivas o neutrales, siendo el Español el más positivo de todos y el Chino, el más negativo.




Según ellos, la naturaleza del lenguaje humano es intrínsecamente positiva y el positivismo depende de la frecuencia de uso de palabras. Su mayor aporte es descubrir que cuando están aisladas y medidas según frecuencia, las palabras presentan un espectro emocional con una tendencia positiva universal y semi similar. Sin duda, es un hallazgo interesante, estadísticamente hablando, claro.
¿Y qué hay de la semántica y el contexto en que se usan las palabras?, pregunto yo. ¿De qué sirve saber que las palabras por separado en diferentes idiomas tienden a ser positivas de manera parecida? Enseguida me viene a la cabeza el tema del sentiment en Social Media. El software que capta y clasifica la información como positiva o negativa lo hace en realidad basándose en las palabras sin más, la máquina no capta la ironía, ni la broma… en fin, el contexto del uso está completamente ignorado por la máquina, porque al fin y al cabo es una máquina la que hace el supuesto análisis. Encuentro ciertos paralelismos entre el estudio lingüístico y el análisis del sentiment y perdonad mi escepticismo, pero creo que el lenguaje se merece algo más que algoritmos y frecuencias. No se le puede reducir a un código construido por una multitud de signos, dejando fuera la vida social en la cual éste es actualizado, cobrando su propia vida. La vida social misma se realiza gracias a convenciones
arbitrarias que son las que permiten la comunicación y en este sentido el estudio del lenguaje es un estudio de la vida social también.
El estudio del lenguaje no debe abstraerse tampoco de las prácticas sociales cotidianas de éste ejecutadas por sus hablantes porque se pierden de vista elementos esenciales que tienen que ver con el contexto del habla, elementos constituyentes en estas interacciones lingüísticas cotidianas y que forman parte esencial de la creatividad lingüística, todo lo cual resulta perdido en el tipo de análisis citado en aquel artículo inglés, un análisis descontextualizador.