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Prensa informachista

La prensa deportiva esconde, entre la información y el amarillismo, la medalla de oro del patriarcado en el ámbito del deporte. El papel del deporte femenino queda relegado normalmente al de mujeres de, a los cuerpos “cosificados” de manera metódica y al uso del comparativo desde la perspectiva masculina para explicar y entender el deporte femenino.

Que sea “lo normal”, que se haya hecho “desde siempre”, nunca puede ser excusa ni motivo para no abarcar el tema; que la prensa generalista use vocabulario machista en los casos de asesinatos machistas o que sólo uno de los grandes medios de comunicación escritos esté dirigido por una mujer no puede quedarse en una anécdota.

Una de las descendientes directas de la prensa escrita es la deportiva, un mundo históricamente de hombres para hombres, dirigido por hombres y dirigido a hombres.

Si la portada del periódico más vendido en España, incluida la prensa generalista, hablara de los deportistas como hacen con las deportistas, ¿qué ocurriría? Quizás la portada pase desapercibida pero el lector, acostumbrado a un punto de vista muy particular, no se verá familiarizado con el producto que consume normalmente. Sus ídolos aparecen semindesnudos respondiendo o esquivando preguntas sobre cremas y masajes y las grandes atletas españolas, con más medallas que ellos en los últimos campeonatos europeos y mundiales, hablarán de entrenamiento, marcas y patrocinadores. Por eso la campaña #CoverTheAthlete (cubre al deportista, lo que hace, a lo que se dedica) transmite muy bien esta idea.

Como relata Naomi Klein en No logo, fue la prensa quien convirtió al fútbol americano en un deporte de masas, de ser un juego universitario pasó a ser el evento deportivo televisado más importante de Norteamérica. ¿Cómo? “Simplemente” metiendo cientos de cámaras en partidos de las mejores universidades, retransmitiendo en directo y en todo momento la previa, los pasacalles, entrevistas, debates… Exactamente igual que la NBA, la mejor liga de baloncesto mundial, pasó de ser la vara de medir entre egos universitarios a mover miles de millones.

El poder de los mass media no nació durante las grandes guerras para morir al terminarlas, sino todo lo contrario: en esta “sociedad del espectáculo”, el poder de influencia en la población es altísimo. Escondidos en que reflejan la sociedad, no suelen asumir que además de reflejo son productores de contenido, influyentes en las conductas.

El objetivo no es ser ni adoctrinante en el sentido opuesto, ni moralista si quiera, tan “solo” poner el punto de mira-da crítica en la prensa y en medios leídos por más de 10 millones (sólo Marca suma más de 7.600.000 lectores entre papel y web). “Atacar” el periodismo es quizás un juicio de valor, aunque como dice el propio director de The New Yorker para JotDown, “no seamos románticos, antes de Internet también había basura en el periodismo”…

Los estereotipos sociales tradicionalmente ligados a la feminidad, como pueden ser la pasividad y la sumisión, sumados a unas diferencias biológicas mal interpretadas intencionadamente, siguen limitando de algún modo la actividad deportiva de las mujeres. Provocando que ellas practiquen menos deportes y con menos frecuencia que los hombres, inclinándose además por la natación, el tenis o la gimnasia como prácticas que no contradicen el modelo femenino tradicional. La cultura occidental, sí, la occidental, ha defendido hasta hace poco que las mujeres no sólo eran diferentes a los hombres, sino inferiores. Los estereotipos ligados a la feminidad (sensibilidad, sumisión) y a la masculinidad (valentía, actividad, dureza, agresividad) siguen estando vigentes y han ejercido una fuerte influencia en el deporte. Las diferencias biológicas mal-interpretadas (o intencionadamente interpretadas) han limitado el conocimiento y uso del propio cuerpo.

“La hegemonía masculina en el deporte es más resistente al cambio que cualquier otra área de la cultura” (J. Hargreaves)

El modelo deportivo dominante sigue siendo el conocido principio de citius, altius, fortius; el cuerpo es un instrumento de consecución y superación de metas o de batir récords al margen de emociones, sentimientos, esperanzas, ansiedades y recuerdos. Así, el deporte es el ámbito social perfecto para escenificar la creada identidad masculina: esa agresión y rivalidad bajo unas determinadas reglas. Al deporte moderno (s. XIX) las mujeres se han ido incorporando a medida que han accedido a otras esferas y actividades públicas, pero siempre bajo la amenaza del férreo listón masculino que las ha situado por debajo de las marcas y los récords.

Titular dedicado a una de las deportistas más exitosas del país

Titular dedicado a una de las deportistas más exitosas del país: Carolina Marín

Hay autores y autoras que tratan el machismo en el deporte como una expresión del sentimiento de inferioridad de los hombres frente a las mujeres, necesitando demostrar quién es el mejor para compensar una falta de autoconfianza. Las bases del machismo en el deporte las soporta la idea de que, si hay un ámbito en el que no existieran dudas sobre las diferencias biológicas entre hombres y mujeres (y sobre todo la superioridad masculina), ese es el ámbito deportivo. En una sociedad donde las mujeres han accedido a todas las esferas públicas, el mundo deportivo permanece como ese último reducto de difícil acceso, sustentando por la mera diferencia biológica.

A nivel pedagógico el deporte, al ser una conducta corporal, expresiva y social aprendida, juega un papel esencial en la construcción y consolidación de la jerarquía existente entre los géneros, porque crea perfiles y referentes desde la niñez. La identidad masculina y femenina se conforman socialmente a través de pautas de comportamiento: «jugar con muñecas es de niñas», “mira qué tranquila es ella”, «los niños son más brutos»… En este proceso, los aprendizajes motores y de percepción del propio cuerpo forman una parte importante («niña, no te muevas tanto que pareces un niño»…).

Según un estudio sobre comportamiento deportivo en España, las mujeres consideran que son la natación (45%), el tenis (39%) y la gimnasia (38%) los deportes más apropiados para ella; por el contrario, los menos apropiados son el fútbol (para el 46%), el boxeo (40%) y el rugby (13%).

Hay mitos en todas las culturas; en España muchos vienen del período franquista, con argumentos como la masculinización a través del deporte, basado en la errónea identificación masculino-fortaleza, y de lo femenino con fragilidad/sensibilidad.

Durante décadas se dijo que el de deporte es perjudicial para la salud de la mujer. Algo evidentemente desterrado hoy en día, lo que se defiende es que el deporte es beneficioso tanto para hombres como para mujeres practicado moderadamente, y que comienza a resultar peligroso cuando se sobrepasan los límites. Otro, más absurdo si cabe, era el «no son ‘buenas’ para el deporte».

Al margen de los mitos planteados por J. Hargreaves, no hay que olvidar que todavía hoy son las mujeres las encargadas de la mayoría de tareas domésticas y el cuidado de las personas dependientes (niños, ancianos, enfermos), por lo que el tiempo libre es mucho menor, fragmentado. Las diferencias en los salarios, la feminización de la pobreza, no se quedan al margen en este ámbito.

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En definitiva, el machismo presente el deporte afecta tanto a las mujeres como a los hombres. Cuando son ellos los que practican deportes que no coinciden con los catalogados como masculinos, como la gimnasia, son vistos como afeminados, catalogados como poco viriles y son socialmente etiquetados. Por lo tanto, el machismo tradicional empobrece la práctica deportiva en general, impidiendo el desarrollo de todas las potencialidades humanas, ocurriendo esto en otras tantas actividades artísticas, deportivas… Sería absurdo negar que las diferencias biológicas no existen, pero quizás mejor plantear que cada persona debe ser evaluada y considerada individualmente, «teniendo en cuenta su sexo, edad y condición física, creando nuevas reglas que no tachen de inferior ni a mujeres ni a hombres, sino diferentes” -Informe Junta de Andalucía, Consejería de Igualdad-.  El adalid de la alta competición son los Juegos Olímpicos, mediatizados por intereses económicos y políticos que hacen muy difícil introducir reflexiones sobre nuevas reglas, aunque en Atlanta 96, por ejemplo, vemos cómo se ha incorporado el fútbol practicado por mujeres (con un gran menosprecio informativo por parte de los medios de comunicación españoles, como ocurre generalmente con el deporte practicado por mujeres). No se trata de crear nuevos mitos y estereotipos de igualdad absoluta al margen de las diferencias, pero estos puntos divergentes deben servir para enriquecer a las personas, permitiendo una elección más libre del tipo de actividad físico-deportiva que se desee poner en práctica. La marcha, el atletismo, el baile, los deportes de riesgo y aventura, desarrollan nuevos valores como la expresividad, la comunicación, el respeto a la naturaleza, el placer, sin estigmas que clasifiquen a las personas. A lo mejor el enriquecimiento debería venir con el desarrollo de un nuevo modelo deportivo donde no todo sean marcas y premios, sin vencedores y vencidos… Aunque quizás esto sea otro tema…

Se han mencionados las “diferencias” biológicas, pero un hombre cobra más por el mismo trabajo, la medicina lleva siglos investigando más sus dolencias que las de la mujer, el Estado nunca se mete en qué hace el hombre con su cuerpo, las mujeres no agreden al sexo contrario ni los mata por el simple hecho de serlos… ¿Por qué se ha hablado tanto siempre de diferencias biológicas?

La desigualdad existe, es evidente pero si a ser mujer le sumas ser deportista en España la ecuación cambia… a peor. Las subvenciones para el deporte femenino no llegan al 30% del total, muchas federaciones deportivas no cumplen el mínimo de 33% de mujeres en los asientos de las juntas directivas o carecen de un protocolo de prevención contra el maltrato y el abuso sexual. Volviendo a la prensa deportiva, estos temas suelen ser invisibles, nada comparable con una tarjeta amarilla en un partido de fútbol cualquiera. Ana Muñoz, directora del Consejo Superior de Deportes se reunió con los directores de los cuatro diarios deportivos más importantes del país y estuvieron hablando de igualdad. La prensa dice que lo intenta, pero que la venta de periódicos baja cuando se ponen en portada deportes minoritarios -¿Qué es minoritario y quién lo hace mayoritario?-, asumiendo de entrada que el deporte femenino lo es. Sus palabras fueron: “En vez de reivindicar un espacio propio por el simple hecho de ser mujeres, creo que tenemos que ser imaginativas en la búsqueda de fórmulas que permitan que la presencia del deporte femenino en prensa se produzca en un ámbito que los medios les resulte rentable”. Desgraciadamente, la imaginación de la prensa deportiva en su búsqueda de igualdad en muchas ocasiones parece que sólo dé para esto…

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