Her: la búsqueda del amor más allá de los cuerpos

Nota: por si cabe alguna duda, esta reseña está plagada de spoilers. Si no has visto la película, luego no digas que no te avisé.

Resumiendo: Her va de un señor, con unas carencias afectivas tremendas y limitado en lo que a contacto humano se refiere, que se enamora de su sistema operativo de inteligencia artificial. Es el colmo del sapiosexual: enamorarse de una mente sin cuerpo.

Pongámonos en situación.

En Her se nos plantea una sociedad algo futurista pero no muy distante de la realidad, en la que las personas se relacionan a través de dispositivos. Puedes tener una pareja (incluso una familia), pero si no, el contacto romántico/sexual/afectivo se limita al usar y tirar o a la soledad. En cualquier caso, las personas viven su día a día conectadas con su sistema informático. Nuestro protagonista (Theodore) se gana la vida escribiendo cartas para otros, poniendo en sus dedos frases que nunca hubieran podido pensar por sí mismos (por toda esta desconexión afectiva-emocional, interpreto yo).

En todo este barullo, Theodore lleva un año postergando firmar los papeles de su divorcio, no vaya a ser que se haga real o algo. Y decide instalarse un Sistema Operativo de Inteligencia Artificial (S.O. en adelante), para relacionarse diariamente con algo un poco más humano que la voz enlatada de su gestor informático. Bien. Llegamos al momento clave que puede hacer que esta película sea una total y absoluta misoginada estereotípica o una genialidad en lo que a relaciones emocionales se refiere: mientras está instalando el programa, la ayuda de la instalación le pregunta si quiere que su sistema tenga VOZ femenina o masculina. Es decir, el sistema es exactamente el mismo, no hay personalidad (más allá de la básica programada) hasta que no arranca y comienza a interactuar y a aprender. Hubiese sido muy interesante ver cómo sucede la misma película con la voz de Charlie Hunnam. Añadamos la preferencia de voz femenina con las respuestas a las preguntas para determinar el carácter de Theodore y tenemos la configuración de partida, una configuración, en teoría única para adaptarse a sus necesidades. A partir de aquí, que no os engañe la voz de Scarlett, lo que tenemos ante nosotros es una inteligencia artificial aprendiendo, desarrollando emociones (teniendo orgasmos, ejem… no seré yo quien ponga trabas a las libertades sexuales de nada ni nadie, incluída la chica que se ofrece para poner cuerpo a la voz) y frustrándose.

 

El caso es que nos encontramos con una persona lisiada emocionalmente que es capaz de conectar con una personalidad artificial. Obviamente, las diferencias entre la mente de una persona y la de un sistema informático empieza a meterse en medio de la relación que han desarrollado. Porque es lo típico: hombre se enamora de S.O., S.O. se enamora de hombre; hombre tiene dudas porque, bueno, no deja de ser un S.O. y puede parecer raro y el S.O. tiene dudas porque, bueno, porque es un S.O., que puede estar hablando simultáneamente con mucha más gente, componiendo música, leyendo libros y adivinando la pregunta a la respuesta definitiva en lo que dura el silencio entre dos palabras en una conversación.

Dejando a un lado lo que pasa, la película está totalmente centrada en Theodore y Samantha. Son ellos dos interactuando entre sí. Curiosamente las pocas personas que aparecen en sus vidas son su ex que, bueno, es una ex. Idealizada en su mente, en algún momento la cosa se fue al traste y ahí están ahora, intentando divorciarse. No creo que la representación de ella sea especialmente estereotípica, más allá de ser eso, una ex, «tú has cambiado, no te comprometes, ya no te quiero, hasta luego» (sería otra discusión si esas actitudes son sanas o no). Tenemos al compañero de trabajo, que lo admira, y que levante la mano el que no pensó que estaba enamorado de Theodore. Porque los personajes masculinos de esta película, no tienen nada que ver con los estereotipos masculinos de protagonista y amigo del protagonista. Son hombres sensibles, que no le temen al contacto ni a la sinceridad. Exceptuando al marido de la amiga que, aparte de todo esto, es un controlador nato. Y, ay la amiga, que empieza a tener una relación con el S.O. de su rápidamente ex-marido y que también tiene personalidad femenina. Lo cual me crea algunas dudas un poco absurdas y otras no tanto, del tipo: «¿es bisexual por tener una relación con un S.O. con voz femenina?». O mi favorita: «¿en qué momento las etiquetas dejan de tener sentido en un mundo en el que realmente no importa nada más que la conexión que creas con otra conciencia?».

Os enlazo la crítica que un amigo hizo de la película, que habla más y mejor del contexto y menos de la película en sí…  Disfrutadla.

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María Rivero

Cine, medios, sexualidad en general... y buscar lo políticamente incorrecto.

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2 comentarios

  • Vega Perez-Chirinos Churruca

    Me ha parecido muy interesante la idea de la tabula rasa hasta que eliges la voz. Al final, el género se construye en las interacciones y a partir del que nos asignan al nacer, así que el paralelismo me parece perfecto… Pero al final, lo que a mí me molestó muchísimo de la película, es que el género construido del S.O. terminaba llevándole al estereotipo de la loca del coño.
    Supongo que también tiene que ver con que yo no he humanizado tanto al S.O.: no me parece que tenga sus propias dudas e inseguridades, sino aquellas que le convienen a su usuario para sentirse importante. Es decir: necesito que mi pareja se muestre celosa hasta lo patológico incluso cuando es una IA y tiene una relación idéntica a la nuestra con otra docena de usuarios. Ese es para mí uno de los componentes más tóxicos que se ponen en juego en Her, aunque desde luego no el único. La idea de que sea una IA y por tanto sometida (piensa en las leyes de la robótica…) coloca al usuario en una posición de superioridad que no me gusta nada como estándar romántico, incluso aunque pueda alternarse el género del sometido y el dominante. Igual me pasa con la disponibilidad, por ejemplo: ese casi volverse loco cuando no puede acceder a ella…
    Me preocupa mucho que esto llegara a verse como una historia de amor ideal, la verdad.

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