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Donald Trump o la cosificación de las mujeres

¿Qué tiene que ver el multimillonario Donald Trump con las fiestas populares de muchas localidades españolas? Desde hace unos meses parece imposible no hablar de intolerancia, racismo, misoginia o cualquier patada a la carta de Derechos Humanos que se “precie” sin tener un recuerdo para el empresario estadounidense. Y este caso no va a ser menos.

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Vale, quizás sea exagerado conectar al candidato favorito a ocupar la Casa Blanca con Puerto Real, una localidad situada en la sin par Bahía de Cádiz; pero ahora que se ha captado la atención es el momento de encender las luces de la pasarela.

Se podrían poner miles de ejemplos, tantos casi como localidades hay en el territorio, pero en esta ocasión el foco se pone en la vecina de la trimilenaria donde la polémica ha precedido sus carnavales. Gran momento siempre el carnaval para la polémica y la crítica, esencial materia prima para las letras de sus chirigotas y comparsas.

¿Piñoneras sí o piñoneras no? La piñonera, además de ser una excelente cerveza local, es el nombre que reciben las mujeres representantes de las fiestas. Quizás uno de los ejemplos más conocidos de este tipo de representación sean las falleras valencianas.

Donald Trump y las mujeres

Donald Trump vía Huffington Post

Y ¿qué pinta Donald Trump entre el viento de levante y el carnaval? No, no tiene nada que ver con su flequillo. El magnate explota el concurso de Miss Universo, uno de los paradigmas de la cosificación de la mujer: los concursos de belleza. Certámenes que, además de cosificar en el sentido más literal del verbo, buscan la mofa y coger a contrapié a las aspirantes, donde no es casualidad que fuera de contexto y a traición pregunten por Confucio o Rusia. Ni hablar de la versión «baby», pero este tema quizás mejor tratarlo en otro momento o, mejor aún, preparar palomitas y ver Pequeña Miss Sunshine. Si bien es cierto que estos certámenes locales no son sólo de belleza, sino que se eligen mujeres que reúnen una serie de cualidades-habilidades relacionadas con la fiesta en cuestión, lo que dificulta el debate al introducir más elementos en la ecuación.

El cambio de color de muchos ayuntamientos pone sobre la mesa el replanteamiento de algunas figuras, entre las que se encuentran estas elecciones de mujeres tras pasar una serie de pruebas. No sería justo olvidar los cambios introducidos en la última década, donde aptitudes como por ejemplo saber cocinar han desaparecido de los requisitos para ser elegida.

Ayuntamientos como el Cádiz, donde las mujeres elegidas para representar el Carnaval reciben el nombre de Ninfas, han decidido este año no publicar las fotos de las candidatas para evitar la cosificación. Un paso que puede hacer de puente para un replanteamiento más amplio de la figura de ninfa.

Volviendo a la Villa de Puerto Real, donde el hagstag #NoSomosMujeresFlorero ha inundado el salón de plenos, al final la polémica se ha quedado ahí, en polémica. El hagstag, por cierto, no lo pusieron en marcha los promotores de una nueva figura de piñonera, sino las propias candidatas. La publicidad es una muy buena muleta para hablar de cosificación de la mujer donde no siempre las modelos que aparecen en los anuncios conocen el «copy» final de la pieza publicitaria, es decir: no saben el fin que va a tener su imagen ni el texto que la acompaña. Aún sabiéndolo, que tú no creas que esa fotografía sea el adalid de la cosificación no significa que no lo sea.

Es una tradición centenaria, dicen. Que algo se lleve haciendo no significa que haya que respetarlo ni tampoco que esté obsoleto, pero es un sano ejercicio encender el ojo crítico, activar los resortes del pensamiento crítico y replantear valores, acciones, tradiciones.

El Carnaval es así, como el propio debate: abierto y plural, contradictorio y visceral. Capaz de de intentar retener tradiciones pseudo-obsoletas a toda costa sin introducir cambios, pero al mismo tiempo escribir y cantar letras como éstas donde es la igualdad de mujeres y hombres la que carga sus tintas:

¿Qué es la libertad sino la posibilidad de despertarte cada mañana y replantearte quién eres? Y desde Cádiz, cuna de la libertad —y del «age»—, quizás pueda prender una mecha como en 1812 que revise la figura de la mujer en las fiestas locales.

¿Hay que igualar por arriba o por abajo? Es decir, ¿introducir «piñoneros», «ninfos» y «falleros» en las celebraciones o, por el contrario, suprimir las figuras? En la propia localidad gaditana se introdujo hace años la figura de la «Estrella de Oriente» en la cabalgata del Día de Reyes sin crear ningún trauma en las niñas y niños portorrealeños. Quizás la polémica no prendió como las Reinas Magas porque la prensa no había iniciado su peculiar caza de brujas del cambio. Polémica que ya hace su pasacalles en la ciudad Condal donde la «Reina Belluga» sustituirá al «Rei Carnestoltes». Paradójicamente, en este caso, se recupera una figura de dos siglos atrás.

Pero ¿quién viene por ahí? Es Donald Trump, que se ha sentido ninguneado y olvidado como hace él con todas las minorías. Viendo que no aparecía más en el post ha aprovechado para tomarse unos vinos y unas tapitas, eso sí, no se le notan nada porque sigue diciendo las mismas tonterías, que dónde están esas piñoneras, que si no desfilan en biquini o qué.

Ya salta el levante, enloquecedor de ideas, inspirador viento llegado de oriente que además de levantar el flequillo de Donald limpia el horizonte para dejar ver el porvenir.

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