Las caras borrosas de los violadores de Sanfermines
En los medios se pixelan las fotos de los cinco acusados de violación en los pasados Sanfermines. Si se hace para proteger su imagen, resulta infructuoso: a estas alturas las fotos son públicas y han sido ampliamente difundidas por medios de comunicación y redes sociales, así como sus nombres y apellidos: Ángel Boza Florido, Antonio Manuel Guerrero Escudero, José Ángel Prenda Martínez, Alfonso Jesús Cabezuelo Entrena, Jesús Escudero Domínguez.
Tal vez se difuminan sus rostros por otra razón: para ocultar lo normales que se ven.
Cinco tíos en un grupo como conocemos todos, más o menos macarras unos que otros, pero bastante comunes, bastante españoles. Se parecen a la pandilla que tiene un amigo del pueblo, a los colegas de uno del equipo de fútbol, a los de toda la vida de tu compañero de curro, a los habituales del bar de la esquina, a la panda de un ex compañero del cole. Bastante NORMALES.
Incluso dos de ellos eran miembros de las Fuerzas de Seguridad del Estado, esas destinadas a protegernos. No uno, no una manzana podrida: DOS de cinco.
Son cinco chavales a quienes, cuando aún no se conocían todas las pruebas, se les ha defendido en foros, en comentarios, en tertulias de radio, en algún plató de televisión. Sin las grabaciones y los chats a lo mejor todavía se estaría discutiendo si no fue todo una invención de una chica ligera de cascos, si no fue culpa de ella por incitarlos, si no se habrá arrepentido después del calentón para acusarlos falsamente.
Porque nadie quiere creer que en su entorno haya gente como ellos, que entre tus amigos, tus compañeros de trabajo, tus colegas de fiesta, tus amigos del barrio, hay gente capaz de abusar de ti. Y, sin embargo, la mayor parte de las violaciones que se denuncian ocurren en entornos cercanos. Eso si se realiza la denuncia, porque más de la mitad se quedan en la vergüenza, la humillación y el miedo. Eso si la denuncia es aceptada, porque en muchos casos no se cree a la víctima, como le sucedió a la chica abusada en Córdoba.
Tal vez se difuminan sus caras porque, a diferencia de otros casos, resulta difícil mostrarlos como los monstruos que son, convertirlos en algo ajeno al día a día, como suelen hacer los medios de comunicación. Es más fácil hacernos creer que son cinco casos aislados, que no representan el machismo y la cultura de la violación que son reales y existen en nuestro entorno… aunque queramos negarlo o no sepamos verlo.